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Como lo había prometido ese día se la pasaron en el lago, Dorothy había preparado una cesta con el almuerzo para la pareja.
Candy estaba sentada a la sombra del gran árbol y como lo había hecho una vez, Terry tenía su cabeza descansando sobre sus piernas, mientras ella acariciaba su cabello.
-Me encanta esto – tenía los ojos cerrados mientras disfrutaba de la caricia. – este lugar me relaja tanto.
-A mí también – pasó su dedo por la frente de su esposo – el lago es uno de mis lugares favoritos en Escocia.
-Quiero suponer que el primero son mis brazos. – abrió los ojos para verla.
-Pues… - dijo dándose golpecitos con el dedo en el mentón.
-Mi Lady, eso me lastima – se sentó para tomar entre sus manos el rostro de la rubia.
-No era mi intensión – acarició su mejilla – es sólo que mi primer lugar favorito es nuestra casa. Tus brazos los tengo donde sea, no solo en Escocia.
-En eso tienes razón – besó sus labios – donde sea y cuando lo quieras, los tendrás para cobijarte, es mi anhelo ser tu refugio siempre.
-Vaya! alguien estuvo leyendo una de mis novelas. – dijo sonriendo.
-Rayos! Creí que no te darías cuenta. – sonrió al haber sido descubierto - Quería usarla como propia, ya sabes, ser el protagonista romántico de tu historia.
-Lo eres – ahora fue ella quien le dio un pequeño besito – y espero ser yo la protagonista de la tuya.
-Claro que sí! – estaba a punto de besarla; pero sintió que algo golpeaba su espalda. – Miena!
-Creo que quiere nuestra atención. – la rubia extendió los brazos para recibirla – estás celosa bebé? – acarició su cabecita. A Miena le gustaba ser consentida por Candy.
-Creo que Miena está muy mimada. – verdad Clint? – miró al mapache que los miraba con envidia. – ven aquí muchacho, deja que mamá mime un poco a esa traviesa. – recordó lo sucedido esa misma mañana.
Flashback
Esa mañana Terry había sido el primero en despertar, cuando se disponía a ir al baño se asomó a la sala y la encontró hecha un desastre. Los cojines en el piso, Miena sobre una de las sillas; las macetas que Candy había puesto en cada esquina de la sala, rotas y cubiertas con tierra, las plantas habían desaparecido. Clint, durmiendo en su cesta.
-Por esto, tú eres mi favorito – le había dicho Terry. – y tú traviesa – señaló a Miena quien estaba terminando de comer lo que alguna vez habían sido unas hermosas petunias – estás en problemas, hoy mismo dormirás en tu nuevo corral. - sentenció.
-Terry? – Candy llegó a la sala y vio el desorden.
-Lo hizo está traviesa, ya sabes lo que significa.
-Pero… - miró a Miena, quien iba hacia ella con saltitos de felicidad.
-Lo hablamos Candy. – con tristeza la rubia abrazó a su mascota.
Fin de flashback
-Ven Clint! – llamó la rubia – tú también eres mi favorito cariño – besó la cabecita de Clint, quien emitió un sonido en respuesta.
-Ahora yo soy el celoso.
-Ay mi amor – dijo riendo – el cariño que les tengo a los tres es diferente, aunque es igual de fuerte; pero… - dijo en confidente susurro – a ti te amo un poco más.
Sin poder resistirlo y sin importarle que en el regazo de Candy estuvieran Miena y Clint, el castaño se acercó para besarla.
Se quedaron en el lago casi toda la tarde, aunque Candy quería meterse al agua, no lo hizo, Terry se lo impidió, pues el frío ya empezaba a sentirse y no quería que enfermera, así que sólo le dejó mojarse los pies.
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Albert estaba a bordo del tren que lo llevaba de vuelta a Escocia. La noche anterior, después de haber pasado todo el día encerrado en la oficina del banco que su familia tenía en Londres, llegó a casa agotado; sin embargo, sus planes de acostarse temprano se vieron frustrados al ver que el Duque de Granchester lo esperaba acompañado de su tía.
-Ahh… Qué situación! – dijo rascándose la cabeza – hubiera preferido no volver tan pronto. – dijo pensando en Candy sonriéndole a su esposo. – no creo ser el indicado para resolver esto. – se quejó.
La noche anterior el Duque de Granchester le extendió la orden de su majestad para investigar el estado de los clanes y averiguar si había alguna conspiración contra la corona.
Al ser el jefe del clan Andley, uno de los más antiguos e importantes de Escocia, Albert tenía la posibilidad de conseguir aquella información.
-No es posible – oyó la voz angustiante de una dama. – acaso puedo tener tan mala suerte?
-Disculpe? – se asomó a la puerta de su vagón y se encontró con una joven pelirroja que recogía sus pertenencias del suelo.
-Eh? - vio al atractivo joven que la miraba con atención – oh, disculpe. – bajó la cabeza – es mi maleta, se arruinó el broche y todo cayó al piso.
-Déjeme ayudarla. – se agachó con la intensión de ayudarla a recoger lo que quedaba en el piso.
-No se moleste. – dijo sonrojada, pues temía que el joven viera algo inapropiado, lastimosamente para ella, así lo hizo al tomar entre sus manos la ropa interior de la joven. – deme eso! – se lo quitó enseguida totalmente sonrojada.
-Disculpe, mi intención no era agarrar su…
-Cállese por favor! – le tapó la boca – qué vergüenzaaaa! – chilló escondiendo la prenda detrás suyo.
-No se aflija, no vi nada. – fue poco creíble.
-Ay no! Era lo único que me faltaba. – se puso a llorar.
-Por favor cálmese. - la tomó de los hombros – escuche, es mejor que entremos al reservado, antes que llamemos la atención de otros pasajeros.
Sin decir nada, pues ya no podía con la vergüenza, la pelirroja se dejó guiar al camarote privado de Albert.
-Ya está más tranquila? – ella sólo asintió con la cabeza – puedo preguntarle su nombre?
-Oh… disculpe – lo miró – soy Rosemary MacKenzie.
-Del clan MacKenzie?
-Así es? – lo miró desconfiada – usted…
-Soy William Albert Andley. – tomó su mano y besó su dorso – un gusto mi Lady.
-Andley?
-Así es. – sonrió al ver el nerviosismo de la joven – puedo preguntarle por qué viaja sola a Escocia?
-Bueno… - dudó antes de contestar – yo… voy a pedir ayuda a mi abuela.
-Ayuda?
-Sí – algo le decía que podía confiar en él. – ella es la única que puede convencer a mi padre, no quiero comprometerme.
-Comprometerse?
-Sí, con un miembro del clan MacDonald.
Ahí estaba una pista, Albert la miró con suspicacia, tal vez ella podría ayudarlo a descubrir si se estaba formando una conspiración por parte de algunos clanes escoceses, y al parecer los MacDonald podrían ser los orquestadores de todo eso.
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Todo había sido magnífico, la pareja había pasado gran parte del día en el lago y por primera vez Candy había preparado la cena para su esposo. Ahora estaban acostados uno a lado del otro, ella leyendo una de sus novelas y él abrazándola, jugando con uno de sus rizos mientras la escuchaba.
-Terry?
-Mmm?
-Crees que la hija de Lord Campbell esté con Susana? – dijo preocupada – su madre se veía realmente angustiada.
-Espero que no.
-Por qué? – se sentó frente a él.
-Porque Susana ahora se dedica a entretener a caballeros.
-Entretener a… caballeros? – abrió grandemente los ojos al comprender.
-Así es, no sé qué la impulsó a eso; pero ahora trabaja en un club exclusivo para caballeros.
-Oh no… tú crees que la hija de los…
-No lo creo, ella se fue apenas hace tres días y Susana está allá desde hace un par de meses.
-Sabes por qué huyó? – se refería a la hija de los Campbell.
-No, Lord Campbell no me lo dijo con exactitud. – no creía que fuera importante aquel dato – sólo me dijo que el jefe de su clan la comprometió con alguien del clan MacDonald.
-Así es… un hombre de casi 50 años. – miró con seriedad hacia un punto en la habitación – me molesta esa actitud de sentirse dueños de la vida de sus hijas. – dijo con desprecio.
-Te molesta que te hayan obligado a casarte conmigo? – pensó en lo que él había sentido en aquel entonces.
-No! – se apresuró en responder – te confieso que en ese momento sí lo hice; pero ahora, no concibo imaginar mi vida lejos de ti – tomó su rostro entre sus pequeñas manos – Terry… yo de verdad me enamoré de ti – rectificó al verlo serio – es sólo que, cuando Lady Campbell me dijo la edad de quien sería el esposo de su hija… no pude evitar pensar que algo así podría haberme pasado.
-Te entiendo – vio el rostro afligido de su esposa – yo tampoco lo acepté al inicio.
-Por eso fue que suspendiste la fiesta de compromiso?
-Ah… sobre eso… - dijo con una sonrisa – me disculpo por lo impropio de mi conducta, si te hubiera visto ese día, estoy seguro que habría asistido gustoso a nuestra boda.
-Mentiroso. – lo pinchó con el dedo.
-Jajaja, está bien, está bien – dijo riendo – lo admito, tal vez no lo habría hecho con gusto; pero puedo asegurarte que cuando te vi por primera vez, me pareciste la mujer más hermosa del mundo.
-De verdad? – preguntó incrédula.
-Te doy mi palabra – levanto la mano derecha – pero dejé que mi molestia ganara y arruinara el inicio de nuestra vida juntos.
-Ya no importa, ahora estamos juntos y felices.
-De eso no hay duda. – la abrazó – me alegra haber sido el elegido y no uno de esos viejos pervertidos.
-A mí también me alegra haber sido escogida para ti y ahora ser tu dueña. – dijo con un tono juguetón y posesivo.
-Vaya! No sabía que la Marquesa era tan posesiva – la acomodó bajo su cuerpo – aunque debo aclarar que eso no me molesta. – comenzó a besar su cuello; pero antes de que siga avanzando Candy lo detuvo – qué sucede?
-Quería pedirte que metiéramos a Miena y a Clint a la casa.
Cuando llegaron de su paseo, Mark ya había terminado de construir el corral para Miena, había quedado hermoso, era ideal para ella y para que no se quede sola habían aumentado un altillo para la cesta de Clint.
-Amor… - dijo frustrado, no por la petición de su esposa; sino por la interrupción del momento - ya hablamos de eso.
-Es que... cuando la fui a ver hace rato, se veía triste.
-Está con Clint. – trató de convencerla – mira amor… dejémosla esta noche y si mañana se ve triste y desanimada, la meteremos a casa y acondicionaremos un lugar para ella.
-De verdad! – dijo feliz.
-Sí, pero solo será hasta que crezca, de acuerdo?
-De acuerdo. – ahora sí, fue ella quien rodeó el cuello masculino atrayéndolo hacia ella.
Una noche más donde se demostraban cuanto se amaban. La pareja estaba en una etapa de luna de miel, una, en la cual no querían permanecer separados por mucho tiempo, aquella que hasta tomar su mano significaba tanto, esa en la que un simple beso podría llevarlos a un acto más profundo, ese momento donde solo importaban ellos y nadie más; verdaderamente, estaban disfrutando esa dulce etapa en su matrimonio.
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Nuevamente estaba en aquella oficina, si por él hubiera sido, ahora estaría en casa, junto a su amada esposa. Pero no, estaba allí sentado detrás de un escritorio, revisando los libros con el informe financiero desde su partida a Londres.
-Mi Lord. – vio a su asistente frente a él.
-Dime John.
-Lo busca Lord Andley. – Terry achicó los ojos, realmente no imaginaba un motivo para su visita y para ser sincero no le importaba en lo absoluto.
-Dígale que ahora estoy ocupado.
-Dijo que esperaría a que se desocupe.
-Ahjj – suspiró de manera cansina – dile que pase.
Frente a él tenía al hombre que era amigo de su esposa, aquel que estaba enamorado de ella y ni siquiera se molestaba en ocultarlo. Pero que le pasaba a su abuelo! Acaso se había vuelto loco? Ordenarle trabajar con él para descubrir los planes que tenía el clan McDonald.
-Así que quieren a los Mackenzie de su lado.
-No sé aún que se proponen, es posible que sólo quieran recuperar sus tierras y rango dentro de los clanes.
-Es posible; pero por qué está buscando unirse a los Campbell, acaso no ocupó su lugar entre los clanes? Lo más lógico sería que estén resentidos con ellos.
-Pensé lo mismo, averiguaré si trataron de acercarse al clan McGregor.
-Si lo hicieron será claro lo que pretenden.
-Ya tengo una sospecha, sólo quiero confirmarla. – Terry lo miró intrigado. – me comunicaré con usted cuando sepa algo.
-De acuerdo. – dijo como si fuera algo obvio – yo también investigaré que pretenden.
Al ser Terry nieto del rey y estar en Escocia en ese momento, su majestad le ordenó ayudar a Albert a investigar todo lo referente a los clanes en Escocia, debían averiguar si había planes de rebelión.
El rubio le contó a Terry todo lo que hasta ese momento había investigado y lo poco que pudo averiguar de Rosemary. Por su parte el castaño también le contó todo lo que Lord Campbell le había contado con respecto al plan del clan McDonald.
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Terry abrió la puerta y cuando Albert salía casi chocó con una distraída rubia de ojos verdes que tenía locos a los dos caballeros; pero amaba solo a uno de ellos.
-Albert! – la sonrisa que le dedicó al rubio molestó a Terry.
-Candy – su voz salió dulce y soñadora, aumentado la molestia del castaño.
-Qué gusto verte. – aunque se dio cuenta de la mirada seria de su esposo, su sonrisa nunca desapareció de su rostro, estaba contenta de ver a su amigo.
-A mí también me alegra verte de nuevo. – le correspondió la sonrisa.
-Si no estás muy ocupado ven a visitarnos a casa, Clint se alegrará al verte.
-Gracias por tu invitación, deseo ver a ese travieso, debe estar muy mimado.
-Clint ahora es más tranquilo, gracias a Dios! ya tenemos demasiado con Miena.
-Miena?
-Oh, sí. – miró a su esposo – Terry y yo encontramos a un corderito abandonado y ahora vive con nosotros, se acercó a su esposo y tomó su mano.
-Clint no se puso celoso?
-Clint es un buen chico. – contestó el castaño. – sabe que él siempre será amado por Candy, ya sabes, fue el primero en llegar a la vida de mi esposa.
Fue claro que no hablaba de Clint específicamente, era un mensaje directo para el rubio. Candy miró a su esposo, cuando éste había apretado su mano al decir aquello.
-Eso lo sé muy bien Lord Granchester. – Albert lo miró fijamente – pero a veces puede ponerse celoso sin necesidad, ya sabe, al ver que Candy es atenta con Miena, puede sentirse desplazado aunque ese no sea el caso.
-No se preocupe por eso Lord Andley, mi esposa nunca dejó de demostrarle cuanto lo ama.
-Me alegra oír eso. – miró nuevamente a la rubia, quien no entendía la actitud de ambos hombres, acaso no era claro a quién amaba?. – fue un gusto verte de nuevo Candy. Te visitaré cuando pueda y espero llevarte noticias de Elisa.
-Eso me gustaría mucho. – dijo sonriente – le mandé una carta informándole que estaba en Londres, en casa de mi padre, que no sabía con exactitud cuándo regresaría a Escocia, tal vez su respuesta llegue allá.
-Supongo que me la enviará a mí para que te la haga llegar personalmente.
-Posiblemente – sonrió feliz – sí, es lo más probable, así se asegurará de que llegue a mis manos.
-Bueno, me retiró. – sonrió a la rubia como despedida – Lord Granchester – lo miró – me comunicaré con usted.
-Hasta entonces.
Vieron al rubio marcharse por el pasillo, una vez que se hubo perdido de su vista, Terry tomó la mano de su esposa y la jaló dentro de su oficina.
De un portazo cerró la puerta y apoyándola en ésta tomó entre sus manos la cara de la rubia y la besó con desesperación, ni siquiera la saludo o le dijo lo feliz que estaba por su visita. No, sólo se apoderó de sus labios en un beso tan intenso que para la rubia fue difícil seguirlo.
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Lamento la tardanza, fanfiction no me permitía publicar, siempre me rechazaba, no sé por qué; por suerte logré subir el capítulo, espero que les haya gustado.
Se cuidan!
