Octavo acto: Culpa compartida.

El frío más penetrante siempre era el que precedía al alba. Aún no había indicios de luz por el oriente, pero los grillos y las ranas lentamente disminuían la potencia de sus cánticos, anunciando el inminente amanecer.

La puerta del ático era el refugio de una Amaya que lentamente organizaba su ropa y trataba de acomodar su cabellera alborotada, ocultándose de la incriminadora luz selenita, sin saber a ciencia cierta qué era lo que la hacía sentir peor: la resaca o sus actos previos.

No podía, sin embargo, echarse para atrás en ese punto: había un vínculo hermoso y legítimo entre su prima y el hombre al que ella amaba, pero mantenerlo significaría destruir la única oportunidad que tenían de alcanzar el objetivo que alineaba los intereses de tantas personas. Era demasiado en juego. Las elecciones eran difíciles para todos, ella incluida. Había tomado un camino, y lo mantendría aún cuando ello significara vivir en el repudio de sus seres amados.

Por un tiempo indefinido que se antojaba eterno, esperó con temor a que el muchacho, tendido al centro de la habitación, recuperara la consciencia, lo que eventualmente sucedió.

Xiao-Lang dio algunos gemidos afónicos, mientras luchaba por levantar aunque fuera un poco la cabeza, misma que sentía que estallaría de un momento a otro. Sentía el aliento pesado, estaba deshidratado y adolorido, y un frío poco natural subía por sus piernas. Como pudo, se sentó.

—¿Amaya...? —preguntó al fin, completamente descolocado al ver a la kunoichi, refugiada en la puerta, lejos de él.
—Xiao-Lang —susurró ella, con inmensas bolsas debajo de los ojos—. Debí advertírtelo, si bien, el remedio quita la borrachera, aún tendrás que lidiar con la resaca.
—¿Y ahora qué sigue? —lanzó, con un extraño dolor en su garganta, que se negaba a dejar salir su voz con la potencia de siempre.
—Continuar con la mentira. A veces, pareciera que la verdad nos hará libres, pero no siempre es así, Xiao-Lang. Este será nuestro sacrificio, al menos hasta que ella sea libre…
—O que nosotros… muramos en el intento —completó él—. Amaya, ¿realmente hay esperanza?
—No voy a burlarme de tu inteligencia asumiendo que no sabes la respuesta a esa pregunta… lo que pasa aquí es más grande que nosotros y si no movemos nuestras piezas con suficiente inteligencia y velocidad, Nihon y Sakura misma terminarán sometidos por Schmidt. Aún tenemos trabajo que hacer, y no podemos distraernos con cosas tan banales como el romance que tienen Sakura y tú… perdona, no quise decirlo de esa manera… —Xiao-Lang pudo ver la vergüenza aplastante en los ojos de ella, pero indicó que seguía escuchándola—, ella y tú no pueden estar juntos. Sakura tiene que hacer lo mejor para todos… su actuar contraviene horriblemente a su moral y con ello está renunciando a lo único que podía hacerla feliz, la culpa por lo que te hace a ti iba a matarla y yo no iba a permitir que cargara con ese peso, al menos no sola. Si seguimos mi plan, ella se sentirá libre del compromiso contigo, y con esto, podremos enfrentarnos objetivamente al futuro. Espero tu completa cooperación.
—Si de esta forma puedo recuperarla, por supuesto
—Ten en cuenta que ella podría terminar odiándonos, pero…
—Pero al no existir Schmidt, lo de menos será confesarle la verdad de nuestros actos.
—Y no sólo a ella.
—De acuerdo… muchas gracias, Amaya.
—Aún no me agradezcas, no hemos siquiera comenzado.

Saltando dificultosamente sobre las casas, finalmente se fue.

Xiao-Lang ignoró tanto como pudo la sensación de su cabeza, que amenazaba con partirse por la mitad. El plan era espeluznante en su sencillez, ¿pero qué no lo era en esos días?

Fingiría que Amaya y él se habían convertido realmente en amantes, para que Sakura no lo viera como un obstáculo en su camino para llegar al corazón de Schmidt… y hacer que se detuviera. Trabajarían juntos, pero desde su propia trinchera, sin molestarse mutuamente, fingiendo el amor para alguien más en ambos casos… y si aún quedaba algo de sus almas mientras complían su objetivo, él la traería de regreso a la luz.


El sol tenía poco de haber salido, la luz matinal ya era potente, y la casa de los Kinomoto la recibía a raudales, algo que hacía que todo quien entrara en ella sintiera un profundo deseo de quedarse ahí por un largo rato. En el dormitorio de aquella modesta, pero acogedora construcción, dos mujeres charlaban.

—Pero basta de preocuparte tanto por una vieja, mi niña, ¿cómo estás tú? ¿Ya hay algún chico que te interese? —preguntó la mujer de largo cabello ceniciento recostada en el futón, ante el cual Tomoyo, sin el traje ceremonial ni el usual sombrero de paja que cubría su cabello, hacía guardia, y tomaba su mano, vestida con un kimono muy sencillo.
—Nada para mí, tía. Tú sabes… los votos no me permiten buscar un amor —respondió la monja, que indicó con una leve presión en el hombro de la mujer que no se levantara.
—Bueno, se dará solo, es cosa de esperar un poco. —Cerró los ojos un momento, y luego se quedó concentrada en las vigas del techo de la habitación—. A diferencia de mi bebé, tú aún tienes la oportunidad… debes aprovecharla y tener una vida próspera y feliz, tener hijos y todas esas cosas…
—Debes dormir un poco, tía Nadeshiko, y por favor, no dejes de comer… Sakura te necesitará cuando vuelva.
—Está bien… gracias por tu preocupación. ¿Dónde está esa bribona de Amaya, por cierto?
—En alguna diligencia de la misión, seguramente. Descuida, la mandaré a visitarte cuando la vea.

Tomoyo esperó por algunos minutos aún junto al futón de aquella atormentada mujer, y en un acto de piedad, aplicó un potente encantamiento somnífero, dándole un merecido descanso sin sueños. Con suspicacia miró hacia la sala de estar, pues sintió que no estaban sólo ellas dos en la casa.

Cerciorándose de que nada despertaría su improvisada paciente, fue hasta donde sentía la presencia.

—Te esperaba un poco más temprano para ver a la tía Nadeshiko y… —Tomoyo detuvo su discurso al mirar con más atención a una Amaya que caminaba de un lado a otro como un animal enjaulado, parecía bastante fuera de sí, se frotaba las manos de forma obsesiva e incluso tenía eventuales fibrilaciones—. ¿Todo en orden?

La espía entornó sus ojos obscuros hacia ella. El brillo en ellos parecía extraño, estaban algo derramados y sus pupilas parecían muy dilatadas. También su respiración era arrítmica, y eso, en conjunto con su desaliño generalizado, puso en alerta a la hechicera.

—No, Tomoyo… desde que ese miserable extranjero llegó, nada está en orden.
—Creo que necesitas calmarte, Amaya… necesito que estés tranquila y… —al acercarse a ella, la observó con más cuidado. La parte empática de su poder la hizo sentir parte de las emociones de la kunoichi, además de que su conducta le decía que algo estaba terriblemente mal con ella—. ¿Qué es lo que sucedió…?
—Tuve que hacer lo correcto.
—No te estoy entendiendo.
—Esos dos necesitan dejar de pensar el uno en el otro si queremos que Schmidt muera, Tomoyo, ¿de verdad soy la única que puede ver todo el daño que se harán si siguen albergando la esperanza de estar juntos? ¿El enorme riesgo que representan para todos nosotros?
—¿Qué fue lo que hiciste? —dijo en voz cautelosa, y entrecerró sus ojos para aumentar la profundidad de su mirada azul.
—Hice que él compartiera su dolor y su culpa. Rompí su vínculo, pero sin matar el sentimiento… los hice pensar en algo más que ellos mismos para que puedan hacer su trabajo.
—¿Dónde estuviste anoche?
—En el mismo lugar donde me dejaste.

Poco a poco, la forma en que Tomoyo veía a su prima fue ensuciándose más y más. Era una muchacha demasiado inteligente para su propio bien, no le costó más que unos segundos atar todos los cabos en las pocas palabras que la ninja le decía, y ninguno de los posibles escenarios le gustaba. Sin embargo, no iba a permitir que sus malos pensamientos se antepusieran a una verdad, aunque posible, espantosa.

Comenzó a acercarse a ella con paso lento y dudoso. El poder de evocación de Tomoyo precisaba el contacto. Ante la posibilidad de que Tomoyo accediera a su mente, Amaya rehuyó a las manos de su prima, mismas que ya estaba a menos de un metro de poner en sus mejillas.

—Me acosté con él.

El de por sí descompuesto rostro de Tomoyo se desencajó aún más.

—¿Que tú hiciste qué? —susurró, incrédula.
—Tenía que hacerlo, ¡sólo cargando con los mismos pecados que Sakura, puede pensar en terminar la misión sin intentar matar al emperador en un impulso y echarlo todo a perder!
—Tú… —abrió y cerró la boca varias veces, incapaz de encontrar palabras—. Traidora, ¿cómo pudiste hacerle algo así a Sakura? —siseó apenas conteniendo las ganas de gritar.

Superada por el impulso del momento, la monja cerró la distancia que las separaba. Con toda su fuerza lanzó una poderosa bofetada que no sólo impactó sonoramente la mejilla de la kunoichi hasta hacerla caer, sino que una de sus uñas rasgó la oreja de Amaya, que manchó de sangre su mejilla y clavícula. En las fracciones de segundo que estuvieron en contacto, pudo ver a Li a través de los ojos de su prima por sólo un instante… suficiente para confirmar la historia recién escuchada.

De inmediato, Tomoyo cayó sobre sus rodillas, y se sujetaba la mano ejecutora como si quemara, lo que le arrancó un largo y profundo lamento.

—Puedes sentirlo, ¿no? —preguntó Amaya, luego de luchar contra el mareo del golpe recibido, y la desagradable sensación del calor de las gotas de sangre que cayeron sobre su cuello.
—¿Qué demonios es este dolor?
—La maldición de la justicia retroactiva, Tomoyo… Sólo alguien libre de culpas puede hacerme daño sin recibir una parte del mismo.
—¿Qué culpa puedo cargar yo en comparación a ti? —lanzó ofendida, al sentir que la comparaba con la misma que la había decepcionado tanto.
—Deja de fingir esa enervante perfección, Tomoyo. Quizás yo quité un obstáculo del camino de Sakura de una forma poco ortodoxa, pero no pretendas que no fuiste tú la que la mandó al lecho de ese bastardo como parte de tu perverso plan. ¡Esos dos pobres chicos están destruyendo sus vidas porque no tuviste el coraje de enfrentar frontalmente a Schmidt!
—¡No tengo oportunidades contra él! ¡Me mataría en un solo movimiento!
—¡YO HABRÍA PREFERIDO ESE DESTINO ANTES QUE HACER DE SAKURA MI HERRAMIENTA DE VENGANZA! ¡YO DORMÍ CON EL HOMBRE QUE ELLA AMA, PERO TÚ LA MANDASTE A SER VIOLADA CADA NOCHE POR UN SER QUE ELLA ODIA CON TODA SU ALMA. —Terminada esa frase, la respiración de la ninja se hizo arrítmica, y dio paso a un llanto incontrolable, mientras Tomoyo bajaba la mirada al suelo, golpeada con brutalidad por la ineludible verdad que le era expuesta, y continuó con la voz rota—: Sé que hice algo horrible, que me odiarán tanto ella como tú cuando todo esto termine, y que seguramente tendré que irme lejos para poder lidiar con la vergüenza de mis acciones… pero me pregunto: ¿podrás dejar de sentir toda la repulsión que yo siento por mí misma cuando vuelvas a mirarla a los ojos?

Tomoyo se puso de pie luego de un largo rato, el rictus de culpable amargura había formado obscuras bolsas bajo sus ojos, y casi de forma mecánica caminó hasta su prima, tendiéndole una mano para ayudarla a levantarse, misma que fue rechazada con un gesto.

—Discúlpame por golpearte —se excusó Tomoyo. Amaya la ignoró.
—Arreglaremos esto cuando la misión termine, y sólo si es que ambas llegamos con vida hasta ese momento. No podemos permitir que el sentimentalismo interfiera con nuestro objetivo. De cualquier manera… sabíamos que para tener éxito, Schmidt iba tomar una parte de nosotros en el camino.

Un poco dolida por las certeras, pero poco sensibles palabras de la muchacha, Tomoyo la observó encaminarse a la puerta.

—Que sea como tú dices. Por el momento debes seguir pretendiendo ser la doncella de Sakura y la amante de Li, y deberás reportar el estado de Adalius. Tú serás quien nos indique el momento de ejecutarlo.
—A sus órdenes, Sohei—respondió en tono plano.

A unos pasos de salir, la puerta principal de la casa se abrió, el siempre afable gesto de Fujitaka apareció, sorprendido de encontrar a las dos chicas en su sala de estar. A pesar de no tener idea de qué pasaba, era suficientemente intuitivo para asumir que algo andaba mal dada la tensión del ambiente.

—Buenos días, tío Fujitaka —saludó con voz baja Amaya, y luego de hacer una reverencia, se marchó.

El hombre apenas si pudo responder el saludo, y la siguió con la mirada unos segundos.

—¿Todo está bien, Tomoyo?
—Perfectamente, tío. La tía Nadeshiko dormirá por varias horas. También tú deberías aprovechar para descansar.
—Muchas gracias, hija. No sé qué sería de Nadeshiko y de mí si no fuera por todo lo que ustedes dos hacen por nosotros.

Tomoyo hizo una mueca semejante a una sonrisa para despedirse de inmediato y dejar la casa también, pues sentía las palabras del bienintencionado hombre como sal en una herida abierta.


Sakura despertó con el primer canto de las aves. Pasó varios minutos holgazaneando y tratando de no pensar mucho en las cosas a su alrededor, y esperó por cerca de una hora a que tocaran a su puerta, A la hora del desayuno.

Al deslizar la puerta, Ku-Chi llevaba una bandeja con los alimentos destinados a ambas. Sakura la recibió con una sonrisa radiante, misma que la doncella no pudo corresponder como le hubiera gustado, y mucho menos sostener el verde de los ojos de la mujer ante ella. La falsa mucama sirvió con estudiada ceremonia las viandas de ambas, y cuando comenzaron a tomar el té, Sakura inició la charla:

—Ku-Chi… yo quería disculparme si es que algo de lo que sucedió ayer te hizo sentir incómoda de alguna manera. Yo…
—Mi señora no debe disculparse de nada… de hecho es justamente al contrario.

Sakura miró con suspicacia a la joven ante ella, notó que su semblante se había obscurecido, y dado su lenguaje corporal, asumió que ciertamente algo estaba mal.

—¿Pasó algo malo?

La ninja tuvo que tomar mucho aire, pues sus pulmones se vaciaron al escuchar esa pregunta, de los labios de la persona a la que menos quería herir. La traición absoluta la hizo desear obtener una espada y terminar con su propia miseria antes de tener que decir más, pero el paso estaba dado. Era hora de afrontar las consecuencias. A través de la mentira, daría a Sakura las herramientas morales para llevar al éxito el resto de su misión. Era demasiado en juego.

—Algo malo pasó, mi señora… —dijo con un tono que evidenciaba la sensación de vidrios pasando por su garganta a cada palabra enunciada.
—Puedes decírmelo con toda confianza, Ku-Chi.
—Mi señora, yo… —simplemente no encontraba palabras, y su mandíbula temblaba con tanta fuerza, que sus dientes castañearon—. Yo… aquello tan hermoso e importante para usted… y que usted misma me confió… yo… ayer lo tomé… y en mi estupidez lo destruí.

Sakura agudizó la mirada, pero no parecía comprender.

—¿Alguna de las joyas que aún tengo en casa se ha perdido? —preguntó en clave, pensando en sus padres.
—No, sus joyas se conservan bien gracias a los esfuerzos de todos…
—¿Mi rollo de oraciones en el templo sigue resguardado? —lanzó en una segunda clave, pensando en Tomoyo.
—También eso está bien, aunque yo ya no podré hacer oración tanto como antes.
—¿Entonces qué es lo que tanto te aflige? —preguntó consternada y preocupada por su prima.

Ver la mirada llena de condescendencia y amor que la joven le dedicaba, sólo incrementó su dolor y culpa, aunque eso, lejos de hacerla retroceder, le dio valor para comenzar con el ardid. Ella, entre todos, era quizás la única que podía exigir una explicación y una retribución.

—El recuerdo de las primaveras eternas, de la danza con el lobo, y de las charlas interminables… yo… tuve que destruirlas todas… no habrá más flores para él. He llevado al lobo al bosque y ahí lo he domesticado para que no vuelva más a usted… pues sé que en su nueva vida, no habrá lugar para él. Lo vi tan solo y tan indefenso… tan triste y tan deseoso de morir, que no pude resistirme a darle el calor y afecto que necesitaba, y que sé que usted no podrá darle más. Estaba herido, era belicoso y estaba muy confundido, aproveché su confusión aún cuando él se resistió… no notó siquiera cuando todo pasó.

Cada palabra fue haciendo que los ojos de Sakura se abrieran gradualmente más y más mientras se cristalizaban. Sus mejillas se tensaron y su boca se hizo una comisura apenas visible, y la taza de té en su mano temblaba con tal fuerza que el líquido comenzó a derramarse.

No estaban, sin embargo, el odio o la ira que la chica ante ella esperaba ver, sino un insoportable dolor y una profunda tristeza.

—Ya… ya veo… —susurró Sakura, cuando el entendimiento cayó de golpe.
—Le suplico, mi señora… —Amaya bajó el rostro hasta que su frente tocó el suelo—, que me permita servirle hasta que no quede motivo para hacerlo… y entonces, si es su deseo, yo misma terminaré con mi vida en retribución a mis horribles faltas… Yo entiendo que usted me odie desde hoy, pero por favor, permítame seguir sirviéndola y…

La temblorosa mano de Sakura sobre su espalda la hizo detener su monólogo, y la hizo levantar la mirada.

—Eso… eso no será necesario, Ku-Chi. —La voz rota de Sakura se sintió como metal al blanco vivo sobre su piel—. Yo… ese cachorro era el mundo para mí, pero ya no puedo hacerme cargo de él… y lo justo es que reciba los cuidados de alguien que se preocupe realmente por verlo feliz.
—Es un ejemplar fiero… Cuando termine su labor, él mismo me cazará y matará.
—Asumes demasiado. Gracias por tener el valor de venir a mí con la verdad… ahora me siento más tranquila y dispuesta para cumplir con el propósito que los dioses de Nihon han puesto en mí —Sakura dio un suspiro profundo para recomponerse—. Sólo… sólo cuida bien de él… y esperó que en tu compañía pueda vivir la felicidad que yo no puedo darle. Puedes retirarte el resto del día. Seguramente su majestad ya tendrá planes para mí.

Amaya trató de continuar con la conversación, pero no encontró el modo. En su mente nacían muchos pensamientos revueltos, pero que ineludiblemente la llevaban al mismo lugar: ¿Por qué no la odiaba? ¿Por qué ella, la principal víctima de todo, no había reaccionado con la misma violencia que Tomoyo había hecho? ¿Por qué sentía que ese indulto puro y auténtico era peor que su ira?

Después de hacer una reverencia ante la chica del corazón destruido, Amaya se sintió aún más sucia y triste.

Pero la misión requería toda su atención y se la daría. Su primer objetivo se había cumplido a cabalidad.


—¡Vaya, sí que luces espantoso! —se burló Adalius al ver a Xiao-Lang poco antes del medio día—. La mucama debió dejarte seco.
—Algo hay de eso. Insisto en que es eficiente. —La respuesta a la burla, sin embargo, esa vez fue estudiadamente elocuente. Pudo ver, sin embargo, cierto nivel de sincero regocijo en el emperador ante esas palabras—. ¿Qué es lo que quieres? —preguntó después de unos momentos.
—Que te reintegres a tus labores. Sakura me ha invitado a conocer un lugar que está en los alrededores de la ciudad y que dice que le trae buenos recuerdos de su infancia. No quisiera llevar más escolta que a ti.

Li solicitó unos minutos para ataviarse adecuadamente con su pesada armadura, y cuando estuvo listo, alcanzó a Adalius en el pasillo. Comenzaron a caminar hacia afuera, y cerca estuvieron de iniciar una conversación, cuando una voz hizo que el corazón de Xiao-Lang estuviera a punto de detenerse.

—Mi señor… —dijo Sakura con su candorosa timidez de siempre.
—Ah, querida mía, estás lista… —dijo él, tendiendole una mano a la recién llegada que ella correspondió con arrobo—. He arreglado todo para el paseo que me has sugerido.
—¿Mi señor no llevará una escolta? —preguntó con una preocupación que realmente le pareció legítima a Li, debajo del yelmo.
—No, preciosa. —Al decir eso, puso vigorosamente su mano libre en la hombrera de la armadura escarlata de Li—. Este hombre es todo lo que necesitamos. Einn es el único hombre digno que he conocido para proteger mi vida… y aquello que es importante para mí. En su protección nada debes temer.
—Me alegra escuchar eso —respondió Sakura, fingiendo que nunca había notado su presencia antes—. Pongo mi vida en sus manos, señor Einn.
—¿Qué se responde, muchacho? —presionó el emperador ante el común mutismo del guardián.

Li vio la impecable actuación de Sakura, de hecho, a eso obedecía su aturdimiento. Reaccionando al fin, hizo una marcada reverencia ante ella:

—A sus pies, mi señora.
—Buen chico —felicitó Adalius—. ¿Nos vamos?
—Cuando mi señor lo ordene —respondió Sakura, jovial, incluso pareciendo alegre.
—En marcha entonces —ordenó el emperador, pero antes de comenzar a andar, tomó el mentón de Sakura con delicadeza, haciendo que lo mirara a los ojos y habló—: Por cierto… no deseo que sigas llamándome "mi señor". Desde ahora, sólo llámame Adalius.
—De… de acuerdo, mi… es decir… Adalius.

El rubio sonrió con algo que parecía alegría auténtica, mientras que Sakura dio una mirada fugaz a Li que no supo interpretar.

Lo cierto era que Sakura parecía… feliz.

Xiao-Lang una vez más agradeció no tener que mirarla directamente, pues su rostro lo delataría al instante… ¿cómo le explicaría todo lo que pasó…? ¿Amaya habría tenido el valor para ponerla al tanto…? Y si era así… ¿No le importaba más?

Octavo acto.

Fin.