[Colección de escritos]

Los Secretos de una Oiran

—Gyūtarō S. & T. Koinatsu—

Durante muchos años, el demonio Gyūtarō creía ser sólo el admirador y protector de la belleza de su querida hermana menor, Daki. Sin embargo, no hace mucho, su atención está centrada en Koinatsu, otra de las cortesanas más famosas de todo el Distrito Rojo de Yoshiwara.

Disclaimer:

Kimetsu no Yaiba © Koyoharu Gotōge

Los secretos de una oiran © Adilay Fanficker

Advertencias: Episodios sin orden cronológico. / No tiene ubicación en ningún arco del canon. / Uso de sufijos japoneses. / Un poco de OOC. / Violencia explícita. / Escenas sexuales implícitas y explícitas. / Lenguaje fuerte. / Temas serios: venta de seres humanos, esclavitud, violencia doméstica; relaciones abusivas; violencia de género; violencia en general.

Notas:

A decir verdad ya traía las ganas de hacer un fanfic con esta ship. Pero no me decidía sobre qué hacerla. Así que, para no comprometerme a hacer un fanfic súper elaborado que me quite mucho tiempo, he decidido abrir esta pequeña sección de pequeños relatos, donde veremos al demonio Gyūtarō y a la oiran Koinatsu en el Distrito Rojo.

A ver qué sale de todo esto.

De antemano, gracias por leer y comentar.


NO PLAGIEN, NO RESUBAN Y TAMPOCO TRADUZCAN SI YO NO LO HE AUTORIZADO. —Gracias.



1

"Sentido de pertenencia".


Los días, las mañanas en especial, eran para descansar.

El Distrito Rojo de Yoshiwara era demasiado vivo y despierto cuando el sol se marchaba; pero cuando los rayos del astro rey alumbraban las casas de oirans, era poca la actividad humana que se podía percibir a simple vista.

Dentro de la Casa Tokito; en una de las alcobas más grandes y ostentosas, descansaba sobre su futón una hermosa dama.

Eran pocos los días en los que la oiran, Koinatsu, despertaba sola en su zona de descanso; y este claramente no iba a ser uno de ellos. La diferencia era que esta vez, no vería al ser masculino a su lado ni afuera de su lecho, vistiéndose de vuelta; tampoco era un hombre rico de alto estatus, sino era alguien un poco… diferente.

Cuando ella abrió los ojos de poco en poco ante un ruido casi imperceptible en su cuarto, se encontró con una figura completamente oscura que contrarrestaba con el resto de la oscuridad grisácea del área donde estaban.

Las jovencitas en cada casa, eran las encargadas de las labores domésticas, ellas debían mantener en la oscuridad absoluta las habitaciones de sus ocupantes; eso claro incluía la de la oiran más famosa de la Casa Tokito. Todo con la finalidad de cuidar su sueño, ya que si este se alteraba, podría afectar su belleza. Y eso no era para nada algo positivo a las ganancias nocturnas.

—Estás aquí —musitó Koinatsu, adormilada, sentándose poco a poco sobre su futón, vistiendo una suave y casi transparente yukata blanca.

Él no dijo nada. Sólo parecía estar curioseando su estuche de maquillaje, dándole la espalda. Debió tomar alguno de sus perfumes, ya que al presionar la bombilla de este, el sonido característico del frasco sonó y él tosió un poco.

El cuarto pronto comenzó a oler a flor de jazmín.

—¿Te gusta? —preguntó Koinatsu refiriéndose a su perfume.

Fue sutil, pero notó cómo él asentía con su cabeza.

Koinatsu volvió a acostarse, esta vez de lado y con la espalda un poco arqueada hacia enfrente, sin dejar de mirarlo. Él volvió a accionar la bombilla, esta vez con cierto cuidado, y en dirección a una de sus manos. Dejó el perfume sobre el mueble, pero él sonoramente se olía la esencia de este.

Era interesante para ella verlo interactuar con sus cosas.

—¿Te divertiste mucho anoche? —él por fin habló.

Su voz desgarbada, ronca, y poco entonada no le resultó en lo absoluto incómoda a la oiran, más bien, le pareció interesante. Sin forzarse él lograba hacer una voz profunda.

—No, en realidad —musitó ella.

—Ese hombre era muy apuesto —dijo con clara envidia, casi más para él mismo que para ella; de forma brusca volvió a oler el perfume que se encontraba sobre su mano; era claro que él no era nada delicado—. Seguro querrá pedirte matrimonio.

—No lo sé.

Encorvado; excesivamente delgado hasta llegar a lo inhumano; pálido como un cadáver; ropa demasiado extraña; cabello ondulado, corto, alborotado y mal cuidado de un excéntrico color verde amarillento, y un rostro bastante curioso a la vista. Además, su aroma… él siempre olía como lo haría una carnicería. A sangre y huesos.

—Gyūtarō-san, ya habíamos hablado de eso, ¿recuerdas? Algún día tendré que casarme.

En un segundo él estaba dándole la espalda a aproximadamente 4 metros de distancia, y al otro lo tuvo sobre ella.

Koinatsu pudo haberse asustado por eso, pero no lo hizo, se mantuvo quieta e impasible. Como si al decirle eso, hubiese estado esperando esa reacción.

Él respiraba agitado, pero no por el agotamiento físico, sino porque estaba enojado.

—Ese hombre no volverá —gruñó con sus afilados dientes rozando la oreja de la oiran, que parpadeó lento—. No volverá a verte nunca.

Koinatsu suspiró antes de soltar un quejido sorpresivo.

No era la primera vez que él le hablaba así, o a esa distancia. Pero hubo algo diferente en esta ocasión.

Sus mejillas se pusieron calientes y algo en su estómago se agitó con cierta excitación. Luego de decirle eso, Gyūtarō-san había atrapado su oreja con sus labios y ahora estaba lamiéndola superficialmente, con cierto cuidado, para que su saliva no entrase a su oído.

—Gyūtarō-san —gimió ella cerrando sus ojos, comenzando a temblar, pues mientras él se sostenía con la mano izquierda para no aplastarla, había deslizado su mano derecha sobre la manta y sobre su ropa, para sujetar con cierta firmeza su trasero; aún con las prendas de por medio, ella pudo sentir con toda claridad su deseo de posesión hacia su persona—. Por favor… es-pera…

Los labios de Gyūtarō-san dejaron su oreja, deslizándose sobre su cuello expuesto, al cual recorrió con su lengua, estremeciéndola. Koinatsu apretó sus labios, sin oponer ninguna resistencia.

—Podría comerte ahora mismo —susurró siniestramente, lamiéndola otra vez.

Ella sabía que debía temer a esas palabras, pero no pudo hacerlo; algo mal debía estar en su cabeza para estar sintiéndose cada vez más húmeda en su entrepierna al estar con él de esta manera.

—¿Lo harás? —musitó ella.

—Quizás sí… —le dio una suave mordida a su cuello, el cual brillaba por la saliva que aún quedaba ahí—. Quizás no… no aún.

Con cierta decepción, Koinatsu lo sintió separarse de encima con la misma velocidad con la que se había acercado.

Hoy no pasaría nada más.

Tratando de calmarse, ella abrió los ojos.

Esta vez, Gyūtarō-san se encontraba acostado a un lado de ella, apoyando su peso sobre su propio brazo a modo de quedar frente a frente; como un matrimonio que recién despertaba.

—Eres tan hermosa —susurró Gyūtarō-san, acercando su mano libre a su mejilla; sus largas garras rozaron su piel—; tan suave… y dulce…

—Gyūtarō-san —musitó Koinatsu.

Ella movió un poco su cabeza y miró interesada esos ojos caídos, pequeños y de un preocupante color amarillo, en cuyas iris ponía el kanji "sexta luna superior". Las marcas oscuras en su rostro no la atemorizaron en lo absoluto. Y a pesar de que los labios del demonio no eran estéticamente bien aceptados en la definición de "atractivo", ella sentía que quería probarlos. Al menos una vez.

Koinatsu estaba lista para suplicarle.

—Besam…

Su susurro anhelante se interrumpió cuando la puerta de su alcoba fue tocada un par de veces.

—Koinatsu-sama —llamó una de las niñas—, Koinatsu-sama.

—¡Traemos el desayuno! —dijo otra, quien seguramente fue la que tocó la puerta otra vez—, ¡¿está despierta?! ¡¿Podemos pasar?!

—Koinatsu-sama.

—¡Koinatsu-sama!

Soltando un suspiro, asustada, la oiran se sentó de golpe esperando que las niñas no abriesen la puerta sin que Gyūtarō-san saliese de su alcoba, sin embargo, al volver su mirada a donde debería estar él, se dio cuenta de que ya se encontraba sola.

—¡Koinatsu-sama!

—Koinatsu-sama… ¿está bien? ¿Podemos pasar?

Sintiéndose despertar de un ligero trance, Koinatsu se llevó una mano a donde él la había lamido; el sentir todavía húmeda esa zona, se recordó que Gyūtarō-san no era humano, y como tal, él podía hacer cosas sorprendentes como desaparecer en menos de un segundo.

—¿Koinatsu-sama?

—¡Koinatsu-sama!

Levantándose rápido, Koinatsu se apresuró a recibir a las pequeñas con su mejor sonrisa, dejó que ellas la ayudasen a vestirse y cepillar su cabello mientras se alimentaba.

Con cada bocado que se llevaba a la boca, insanamente se preguntaba si llegaría el día en el que Gyūtarō-san haría válida su palabra alguna vez y la devoraría.

«Ojalá no me duela» era lo único que ella esperaba.

A decir verdad, Koinatsu sabía que, como oiran, su vida corría peligro.

¿Cuántas veces habrá oído de oirans que eran asesinadas por sus dueños, sus clientes o en su defecto, por sus maridos una vez que ellos las sacaban del Distrito Rojo? ¿Cómo saber que su destino no iba a ser sangriento al final de su travesía?

Al menos, en ninguna de sus visitas, Gyūtarō-san ha sido violento con ella. Sí, a veces él gritaba o parecía perderse en sus pensamientos, preocupándola un poco; pero nada en comparación a sus mismos clientes; incluso con los que se decían "generosos" por lastimarla durante el sexo. Al final, ellos pagaban dinero por tenerla. Al menos, Gyūtarō-san se había ganado el derecho de invadir de cierto modo su privacidad y espacio personal.

Durante toda la tarde no dejó de pensar en él y poco después en el hecho de que, como Gyūtarō-san le dijo, el cliente con el que ella pasó la noche anterior, jamás volvió.

【•—•】




Espero que les haya parecido entretenido este episodio... y esta ship. Jejeje, la verdad, me da gusto escribir sobre ella. Y más por saber que no soy la única que los ha imaginado juntos. ¡Me encantan!

Saludos y como siempre comentarios me ayudarían mucho.

Hasta el próximo.


Reviews?


Si quieres saber más de este y/u otros fics, eres cordialmente invitado(a) a seguirme en mi página oficial de Facebook: "Reine Vaniteux/Adilay Ackatery" (link en mi perfil). Información sobre las próximas actualizaciones, memes, vídeos usando mi voz y mi poca carisma y muchas otras cosas más. ;)