Satisfacción


Tras aquel jueves lluvioso y el beso que compartieron al caer la noche, Loid Forger sintió que había sido transportado al paraíso. Había encontrado reciprocidad en los sentimientos de Yor Briar, y ahora eran pareja.

—Nunca creí que podría verte tan enamorado. ¡Uno pensaría que estas cosas solo pasan en las películas! —le comentó Franky a Loid, con una sonrisa de complicidad.

—Me siento muy afortunado —admitió Loid, añadiendo incluso un profundo suspiro que salió de su interior con intensidad—. Es la primera vez en mucho tiempo que me siento completo.

El hombre de cabello rizado giró un poco la cabeza para mirar a su amigo, quien estaba absorto mirando el infinito frente a su puesto de periódicos. Una ceja se arqueó sobre sus ojos.

—¿Ni siquiera con…?

—La madre de Anya no cuenta —lo interrumpió y tuvo que abstenerse de regañar a Franky. En el fondo, no estaba emocionado de recordar lo sucedido siete años atrás. En cambio, centró su atención en la gente que pasaba y cruzó los brazos sobre el pecho—. Podría añadir a Karen, pero su único interés era casarse y enviar a Anya a un internado —concluyó con desdén.

Esa declaración hizo que las cejas de Franky se arquearan. Tenía serias dudas de que su amigo tuviera buenas experiencias en el área de las mujeres. Sin embargo, todavía estaba intrigado por escuchar qué iba a responder.

—¿Sabes algo de ella? —preguntó, sin entrar en detalles.

—En absoluto —contestó Loid, apoyando la espalda contra el mostrador detrás de él. Sus ojos azules perforaron el cambio de semáforo en la esquina—. Supuse que le importaría saber que Anya empezó la escuela, pero ni siquiera ha respondido a mis correos.

Desconcertado, Franky también cruzó los brazos sobre su propio pecho.

—¿Y por qué sigues intentándolo?

—Quiero evitar que pida la custodia de Anya con la excusa de que no pudo verla.

—Por favor, Loid.

—No quiero tener problemas, Franky —la voz de Loid resonó amenazadoramente en el puesto—. Ella decidió continuar con el embarazo. Pero, luego… —se detuvo, recordando.

Franky ni siquiera se molestó en tratar de descubrir lo que estaba pasando por la mente de su amigo. La madre de Anya y él ni siquiera eran una pareja formal cuando ocurrió el embarazo, pero Loid estuvo dispuesto a estar allí. Cuando Anya nació, su madre luchó con la depresión posparto y pasó los primeros meses en compañía de Loid.

De manera inesperada, la madre de Anya decidió desaparecer de la vida de la niña. Gracias a hábiles abogados y a cierta influencia que Loid no podía igualar, se le negó cualquier posibilidad de pelear. Así que, a sus veintiún años, se encontró siendo un padre soltero a tiempo completo.

—Lleva siete años sin preocuparse de Anya, ¿por qué crees que hará algún movimiento? —insistió Franky—. ¿Y no te consideras capaz de pelear por tu hija si algo llega a pasar?

—Sí, claro que lucharía —respondió Loid con un tono normal, pero por dentro, estaba aterrado—. Es solo que me da miedo perderla para siempre.

Franky tragó saliva, incómodo ante ese posible escenario. Sin embargo, agradeció que Loid no se viera completamente perdido. Lo último que necesitaba era lidiar con su tristeza.

—No deberías preocuparte tanto —susurró Franky, apenas audible—. ¿No te das cuenta de lo que tienes ahora mismo?

Loid frunció el ceño, mirando a su amigo con confusión.

—¿Qué quieres decir?

—No importa, ¿necesitas una explicación o prefieres algo más directo? —bromeó Franky. No entendía por qué se molestaba en preguntar, sabía que Loid captaría el mensaje—. Mira con atención.

Loid notó cómo una mujer de su misma edad entraba en su campo de visión. No pasaron más que unos pocos minutos antes de que cambiara su postura y, por la expresión de su rostro, también su estado de ánimo.

—Hola —la saludó con timidez.

Yor le devolvió la sonrisa y se acercó.

—Hola —exclamó con dulzura—. Hace tiempo que no te veo.

Al escuchar eso, Loid sintió una oleada de alegría en su corazón.

—No ha pasado tanto tiempo. Solo desde ayer —le indicó, tomando sus manos entre las suyas—. ¿Cómo estuvo tu día?

—Estuvo tranquilo. Los miércoles suelen ser así —Yor entrelazó sus dedos con los de Loid, jugueteando con ellos—. ¿Y tus pacientes, cómo están?

—Muy bien. Hoy me tocó atender a un maestro de la escuela de Anya, pero resultó fácil.

Franky observó de cerca el intercambio entre la pareja y no pudo evitar sonreír con satisfacción. La aparición de Yor provocó que Loid se olvidara de todas las preocupaciones que lo atormentaban. Miedos infundados, sí, pero que carecían de valor en ese momento de su vida.

Antes, Franky había criticado la forma en que su amigo se acercó a Yor, pero ahora lo comenzaba a comprender. Todo se debía a un conjunto de inseguridades de una persona que no había tenido una vida sencilla. Un suspiro sonó a través de sus cuerdas vocales; se llevó una mano a un costado de la cara para seguir contemplando.

Yor arrugó la nariz ante eso.

—¡Oh, Franky, lo siento! —expresó ella, sintiéndose avergonzada. Su atención, que estaba en Loid, pasó directamente al dueño del puesto—. No me di cuenta de que estabas aquí.

—No te preocupes, Yor —respondió Franky, haciendo un gesto para quitarle importancia—. Es bueno que le prestes la atención adecuada a tu novio.

El último comentario pareció poner nerviosa a Yor, y Loid no pudo evitar reírse. Ella se sintió más avergonzada y ocultó su rostro en el torso de su novio, permitiendo que él posara los labios sobre su cabello oscuro.

Mientras tanto, Franky los observó con cariño y luego carraspeó con una sonrisa traviesa.

—Bueno, creo que ustedes deben irse —dijo—. Deben disfrutar de su cita.

La pareja se miró y asintió hacia Franky. Se despidieron del hombre y comenzaron a caminar hacia el lugar de su cita: un hermoso rosedal ubicado a unas cuantas estaciones de metro.

Loid, casi olvidando todo lo que había compartido con su amigo, se detuvo cuando Yor le preguntó sobre su expresión anterior.

—¿A qué te refieres? —inquirió él.

—Tu semblante. No parecías tú cuando hablabas con Franky —señaló ella, preocupada. Vio cómo la expresión de Loid cambió y cómo desviaba la mirada hacia el infinito por un instante—. Escucha, si no quieres decirme, lo entenderé. Pero quiero que sepas que me preocupo.

Él se dio cuenta de que Yor quería ofrecerle un espacio seguro para hablar con ella, sin presionarlo a que hablara en ese mismo instante. Era fácil de percibir por la forma en que manejaba sus palabras.

La presencia de Yor había inyectado un nuevo y vibrante sentido de alegría en su vida, algo que él valoraba.

—Gracias por ser tan comprensiva —admitió, rodeando a la mujer por la cintura y plantando un beso cargado de emoción en sus labios. Por su reacción al primer contacto, notó que Yor no esperaba tal gesto—. Quiero contarte, pero preferiría hacerlo en un momento en que no estemos en una cita.

Yor se quedó admirando a su pareja durante un momento, apoyando una de sus manos en su mejilla. La mirada de Loid parecía suavizarse ante ese gesto, anhelando sentir el roce de su piel.

—Puedo esperar todo el tiempo que sea necesario. Lo sabes, ¿verdad?

—Lo sé —confirmó Loid, sellando su respuesta con un tierno beso en su frente—. Pero quiero hacer las cosas de manera apropiada contigo, así que sabrás la verdad pronto.

Ella lo besó nuevamente, esta vez con una dulzura aún mayor, y se dejó llevar mientras la mano de Loid permanecía en su cintura. Él se sintió satisfecho con la conversación, convencido de que su relación avanzaba en la dirección correcta.


Nota de la autora: Decidí subir esto como celebración de que anoche salió el trailer de la segunda temporada. Tengo demasiado que gritar por lo que vimos, la música, ¡YA NECESITO QUE SEA 7 DE OCTUBRE!

Ciao.