Sentimientos

—¡Cuídate mucho, querida!

Un nuevo año había dado inicio, y como dictaba la tradición en el País del Sol Naciente, fueron tres días de celebración donde predominaron los colores, la música y una serie de actividades al aire libre que llenaron de regocijo y nuevas expectativas a todos sus habitantes.

El momento fue aprovechado por Mikasa y los demás chicos, quienes se divirtieron participando en los juegos y danzas tradicionales y visitando las ferias, pero una vez que todo se acabó, volvieron a encontrarse un par de días después en el aeropuerto para, junto a los entrenadores, despedir a Sasha y Nicolo.

Fue imposible detener el torrente de emociones que los invadió al verse finalmente en ese instante, y aunque se habían estado preparando mentalmente para mantenerse fuertes, el estar todos reunidos provocó que dejaran de contenerse y expresaron sin tapujos todo lo que estaban sintiendo.

—¡Te vamos a echar mucho de menos! —exclamaba Connie sin dejar de abrazar a la castaña y con un par de lágrimas rodando por sus mejillas.

—La vas a asfixiar con tus lloriqueos. Además, no eres el único que quiere despedirse —dijo Jean, tratando de alejarlo de ella.

—Dices eso, pero sé que también quieres llorar.

—¿Y cómo no si mi amiga de la infancia se va?

—Nuestra.

—Sí, está bien, pero apresúrate antes de que me gane la tristeza y anuncien su vuelo.

Aquella pequeña interacción hizo que Sasha riera y pudiera sobrellevar mejor la situación, ya que, a pesar de estar emocionada por iniciar su viaje por el mundo, también se sentía melancólica por dejar atrás a su familia y a esas personitas que había tenido la dicha de conocer.

Uno a uno continuaron las despedidas con el grupo de la academia. Mikasa le dio un fuerte abrazo, y con la promesa de pronto volverse a encontrar como rivales en el hielo, se separó y dejó que sus padres y hermana también se despidieran.

—Cuídala mucho —le dijo la señora Blouse a Nicolo sin dejar de llorar.

—No dude de que así será.

—Diviértete, hija. Y no olvides de venir a visitarnos de vez en cuando —le dijo su padre.

—Dalo por hecho.

Tras un último abrazo a Kaya (quien se resistió un poco a dejarla ir), escuchó el anuncio de su vuelo a Finlandia y, junto a su esposo, se despidieron por última vez y se alejaron junto a sus maletas, desapareciendo pronto de la vista de todos.

Aún con sentimientos encontrados, y después de comprobar que su avión había despegado, abandonaron la sala de espera rumbo a la salida, apenas reparando en el ir y venir de otras personas en aquel sitio que se volvía cada vez más concurrido.

—¿Quieres que te lleve a casa? —le preguntó Levi a Mikasa una vez estuvieron fuera.

—Está bien —respondió en un tono apagado, sin ánimo de reprochar.

Se despidieron de los demás y subieron al auto, iniciando luego de algunos segundos su trayecto bajo la mirada intrigada y curiosa de los jóvenes patinadores y de los entrenadores, en especial de Hange y Erwin, quienes no pudieron evitar mirarse con la más grande interrogante dibujada en sus ojos.

En viaje no tardó mucho a pesar de la ligera congestión que se presentó, típica de esas horas de la mañana, y si bien la intención del azabache era solo dejarla para que aprovechara su penúltimo día libre antes de volver a los entrenamientos, sus planes rápidamente dieron un giro cuando ella lo invitó a quedarse.

Sinceramente, se sorprendió porque más parecía una petición, pero al notar que seguía un poco decaída por la partida de Sasha, supo entonces que necesitaba compañía, por lo que no pudo decir que no.

Cuando llegó al séptimo piso, fue bien recibido por Mayu quien, al verlo cruzar la puerta, se acercó y se acarició en sus piernas, ronroneando en el proceso. Él se agachó para acariciarle detrás de las orejas, lo que provocó que ella maullara, dando a entender lo feliz que estaba.

Aquella dulce escena, que posteriormente se transformó en juegos con plumas y bolas de lana, hizo que Mikasa poco a poco recuperara los ánimos. Sí, el despedirse de Sasha la golpeó fuerte porque era su mejor amiga y sería duro no verla como lo hacía habitualmente, pero el tener a Levi en ese instante jugando con su mascota al tiempo que conversaban la calmó y la hizo sentirse mejor.

Era interesante ver cómo ese par, a pesar de conocerse muy poco, se llevaba tan bien. Era una imagen tan pintoresca y fascinante que la azabache podría estar contemplándola por horas y sin cansarse.

Aunque la mayor parte de sus miradas iba dirigida al ojiazul y a sus gestos que la hacían sonreír inconscientemente.

Luego de ese rato divertido, y con el reloj acercándose a la una de la tarde, se decidieron a prepara el almuerzo escuchando algo de música de los 70's y 80's. Fue un momento particularmente entretenido, con bromas y pequeñas competencias sobre quién picaba más y mejor los vegetales, y cuando sirvieron la comida ya lista, volvieron a entablar nuevamente conversación, esta vez sobre aspectos que les sirvieron para conocer un poco más al otro.

Un par de horas después, el azabache se despidió, recibiendo las gracias de la ojigris y disculpándose si fue inoportuna. Él la reconfortó diciéndole que fue un placer y que también disfrutó de la invitación, y tras despedirse también de la pequeña Mayu, abandonó el departamento.

De forma involuntaria liberó un suspiro alegre, pero sus ánimos mermaron un poco al recordar que tenía que resolver cierto asunto. Sacudió la cabeza para despejarlo por el momento, mas justo antes de llegar al ascensor recibió un nuevo mensaje de Hange. Lo revisó rápidamente, pero al comprender de lo que se trataba, no pudo evitar fruncir el ceño.

—Tsk. Ella y sus planes —chasqueó la lengua y se adentró al elevador cuando las puertas se abrieron.

Pero, a pesar de su supuesto disgusto y gracias a una nueva idea que surgió en su mente, pareció considerarlo poco después.

.

.

.

—¡Muy buenos días, mi bebé lanuda!

Con los ánimos más elevados de lo usual, Mikasa se levantó, saludando incluso al tímido sol que se asomaba por su ventana y a las aves que volaban cerca. Abrazó a Mayu, que estaba a su lado, le dio un besito en la frente y salió de la cama de un brinco para ir un momento a la cocina mientras tarareaba una canción.

Había llegado finalmente el día en el que retomaría sus entrenamientos habituales, por lo que realizó su rutina de ejercicios, se dio una ducha y preparó el desayuno sin dejar de bailar ni por un instante al tiempo que cantaba Can't Take my Eyes of You a todo pulmón. Inclusive tomó a Mayu y la hizo partícipe de sus movimientos llenos de energía, y cuando la volvió a dejar en el suelo esta la miró como si no entendiera a qué se debía ese comportamiento extraño a su parecer.

—Sí, entiendo que pongas esa cara —le dijo la azabache mientras limpiaba un poco el lugar—, pero por algún motivo no puedo quedarme quieta. ¿Tú qué piensas?

Escuchó un maullido.

—A ti no puedo mentirte —se detuvo un instante y se apoyó sobre la escoba. Suspiró—. No imaginé que el viaje de Sasha me afectaría tanto, pero ya recibí un mensaje de ella con una foto y me alegra que esté bien. Además… creo que seguiría abatida si no fuera por la compañía de Levi y sus intentos por hacerme sentir mejor —volvió a suspirar—. Me gustó mucho tenerlo aquí, y sé que a ti también.

Ante la mención de su nombre, Mayu volvió a maullar y ronroneó.

—¿Ves? Es imposible no estar feliz después de eso, aunque es un poco extraño al mismo tiempo… o quizá no tanto —meditó unos segundos y miró el reloj—. En fin, es momento de que me vaya, y aquí entre nosotras —se le acercó, como si quisiera contar un secreto—, no veo la hora de ya estar en la academia —sonrió.

Dejó la escoba en la cocina, guardó sus cosas en su bolso, se colocó sus zapatillas y salió de su departamento. Una fría brisa la acompañó durante todo el trayecto hasta llegar al lugar, donde, una vez que estuvo en los camerinos, se encontró con Marco, Historia y Mina.

—¡Buenos días, chicos! —dijo y estos la saludaron de regreso, notando de inmediato un aura peculiar envolviéndola.

—Vaya, ¿se puede saber a qué se debe tanta alegría? —Mina no pudo evitar preguntar.

—¿Tiene algo de malo?

—En lo absoluto. Solo que es un tanto inusual verte así, y más sonriendo de esa forma —señaló Marco.

—Oh —no se había dado cuenta de ese detalle, pero siguió con el gesto—. No es nada. Solo amanecí de muy buen humor.

—Al parecer el inicio de un nuevo año te ha asentado muy bien —dijo Historia.

La azabache dejó un instante de amarrarse los cordones de los patines al escuchar nuevo año, recordando de inmediato aquella última noche de diciembre que resultó ser maravillosa, más de lo que imaginó.

—Definitivamente —respondió y terminó con su labor—. ¡Nos vemos luego! —se despidió tras dejar sus pertenencias en el casillero y abandonó los camerinos, dirigiéndose directamente a la pista…

Y encontrándose allí con la razón de su más reciente alegría.

Levi la saludó como era costumbre y comenzó enseguida a explicarle sus ideas de coreografías para el Campeonato Mundial que tendría lugar en febrero. Ella lo escuchó atentamente, propuso un par de canciones en las que venía pensando desde hace algún tiempo, y después de que el ojiazul estuviera de acuerdo, procedieron a realizar las ediciones respectivas e iniciaron con la elaboración de la rutina para el programa corto.

Al ser el primer entrenamiento sin Sasha, resultó un tanto extraño ya que se notó claramente su ausencia, pero ello no fue impedimento para que la ojigris diera todo de sí, sintiéndose más inspirada de lo normal y aprendiendo todo en un solo instante, cosa que llamó particularmente la atención de su entrenador ya que no esperó verla con tanta energía y tan llena de dedicación.

No sabía exactamente a qué se debía ello, pero no podía negar que le agradaba, y más al verla tan contenta.

El tiempo pasó en un abrir y cerrar de ojos, y cuando se dieron cuenta ya eran las cuatro de la tarde. La azabache, agotada, pero con su entusiasmo intacto, salió de la pista y le pidió a Levi que la esperara mientras iba a cambiarse ya que quería compartirle algo. Él, tras mirar su reloj, aceptó, por lo que se apresuró a ir a los camerinos y, una vez que estuvo lista, tomó sus cosas y volvió a salir, pensando en la nueva idea que se le acababa de ocurrir y esperaba fuera de su agrado.

—Es un plan sencillo, pero acorde a nuestros gustos, así que no creo que haya problema…

Susurró y asintió convencida, pero cuando pasó cerca del camerino de los instructores que tenía la puerta ligeramente abierta se detuvo de golpe, más que nada al reconocer las voces de Hange y Erwin que mencionaron algo relacionado con Levi.

Sintió mucha curiosidad por saber de qué se trataba, por lo que, comprobando que no hubiera nadie en los alrededores, se acercó sigilosamente para poder escuchar mejor.

Aunque luego se arrepentiría de haberlo hecho.

—Por cierto, ¿qué opinas respecto a la invitación de la AFP? —preguntó Hange.

—Es sorprendente, y entiendo que él también lo considere de esa forma.

—Sí. Fue particularmente divertido ver su expresión, aunque al mencionarlo lo noté un tanto… ¿dudoso?

—Yo más bien diría que estaba pensativo, como si lo estuviera considerando.

—Ahh —suspiró la castaña, tomándose algunos segundos—. ¿Crees que decida irse?

—Eso depende de él, aunque yo lo veo como una muy buena oportunidad. Después de todo, no lo habrían considerado para formar parte del equipo si no reconocieran lo bueno que es como entrenador.

—Tienes razón, pero debo decir que sería realmente una pena si acepta. Ya me acostumbré a su mal carácter y a nuestras salidas en grupo. Molestarlo nunca dejará de ser entretenido.

—Aunque últimamente lo he visto un poco más feliz. A su manera, por supuesto.

—¿Verdad que sí? Y yo que creí que había sido la única que lo notó…

La última parte de su conversación no fue escuchada ya que Mikasa, con el rostro descompuesto, retrocedió un par de pasos, intentando asimilar aquella inesperada información que le había dejado en completo estado de shock.

¿De qué invitación estaban hablando? ¿Cuándo había sucedido? ¿Cómo? Eran tantas las preguntas que se arremolinaron en su mente y buscaban respuesta que no atinaba a concentrarse en alguna de ellas.

Se quedó un par de minutos sin saber cómo proceder, pero una vez que recapacitó, forzó a sus piernas a moverse y se alejó lo más rápido que pudo, sin hacer ruido y con una sola consigna en medio del caos.

"Debo preguntárselo yo misma".

Le preocupaba sobremanera su respuesta, pero esa era la única forma de comprobar que lo que había escuchado no era un error o algún invento loco de su cabeza.

Entre tanto pensamiento, y casi de forma mecánica, llegó a donde Levi la esperaba, pero este, al ver la expresión aturdida de su rostro, no pudo evitar preguntar:

—¿Qué pasó? ¿Por qué demoraste tan…?

—¿Es cierto? —soltó de golpe, interrumpiéndolo.

—¿De qué hablas?

—De la invitación que recibió de la AFP —le costó un poco mencionar aquello—. ¿Es verdad?

El azabache parpadeó un par de veces, evidentemente sorprendido, pero luego frunció el ceño.

—¿Cómo fue que…?

—No importa de qué manera lo descubrí. Solo quiero que responda mi pregunta, por favor.

Él guardó silencio por unos segundos. Honestamente, no estaba en sus planes decírselo por el momento, pero ya que lo sabía no tenía por qué mentir.

—Sí —notó cómo ella contuvo la respiración—. Recibí una carta en la que constaba el interés de la AFP de integrarme a su equipo de trabajo.

—¿Y cuándo planeaba decírmelo?

—Cuando tomara una decisión, probablemente, pero como todavía no lo he hecho entonces no le vi la necesidad.

—Ah —no sabía si sentirse mejor o peor con esa explicación—. Pero supongo que ellos no van a esperar tanto por una respuesta.

—Así es, pero en este instante no me apetece hablar al respecto. Es una cuestión que resolveré después, por tanto…

—¡Levicito! —de la nada apareció Hange y, después de saludar a Mikasa, lo abrazó por los hombros en un gesto juguetón—. ¿Ya estás listo?

—¿Para qué?

—¿Cómo que para qué? ¡Es obvio! ¿O acaso olvidaste que hoy es tu cita con Rico?

Lo dijo de una forma muy inocente y que no denotaba malas intenciones, pero para la ojigris fue como si le hubieran lanzado un balde de agua fría, haciendo que abriera los ojos desmesuradamente y las palabras huyeran despavoridas de su boca.

"¿Cita?", era lo único que repetía su mente sin descanso, una y otra vez.

—No es una cita. Solo vamos a ir a comer algo —se alejó de su agarre.

—¿Y cuál es la diferencia? Van a estar solos, así que para mí lo es.

Continuaron con su pequeño intercambio de argumentos, sin imaginar que cada cosa que decían (especialmente Hange) era como una puñalada para la azabache, haciendo que se sintiera terriblemente mal.

—Por cierto, Mikasa —la voz de Levi la sacó de su trance—. ¿No tenías algo que decirme?

—Eh… —recordó a lo que se refería, pero sencillamente…—. No… no es nada importante —susurró y desvió la vista—. Tengo que irme.

—Espe… —el ojiazul trató de detenerla, pero ella se alejó presurosa sin voltear a ver hasta perderse por el pasillo.

Tanto él como la castaña permanecieron unos segundos mirando en la dirección en la que se fue, extrañados y tratando de adivinar a qué se debió ese comportamiento.

Aunque Hange, siendo más perspicaz, tuvo una vaga idea al respecto.

Mikasa continuó caminando si aminorar el paso hasta verse muy lejos de la academia. Lo hizo casi de forma inconsciente, pero cuando se percató de que había llegado a un parque, se detuvo cerca de una banca y se dejó caer en la misma al tiempo que suspiraba con pesar y pensaba en su reciente actuar.

¿Qué forma de reaccionar era esa? Primero al enterarse sobre la invitación y luego con respecto a la supuesta cita. ¿Acaso en algo le convenía? No, ya que Levi era libre de hacer lo que quisiera y decidir lo más conveniente para él, sin deberle ninguna explicación.

Sí, sabía de sobra aquello, pero entonces ¿por qué le molestaba tanto?

"Creo que sabes muy bien la respuesta a esa pregunta".

Negó levemente. Sentía un cúmulo de emociones en su pecho, algo con lo que no estaba acostumbrada a lidiar y que amenazaba con desbordarse, por lo que necesitaba urgentemente desahogarse con alguien.

Y, con ello en mente, sacó su celular y marcó de inmediato el primer número de su lista de contactos, siendo atendida al tercer timbre.

—¿Hola?

—¿Armin? ¿Estás en tu departamento? Di que sí, por favor.

—¿Por qué? ¿Pasó algo?

—Luego te lo explico. Solo… quiero saber si puedes recibirme ahora.

—Sí. Tengo algo de tiempo libre, así que ven nomás.

—Gracias. Voy en camino.

No esperó ninguna otra respuesta y colgó. Guardó el celular en el bolso, se levantó y retomó su andar rumbo a la residencia de su buen amigo. Llegó en tiempo récord, subió al piso correspondiente y, una vez que timbró, esperó a que saliera y lo estrechó en un fuerte abrazo que casi lo deja sin aire.

—¿Mika? —preguntó ligeramente preocupado. Ella se separó, dejó sus cosas cerca de la entrada y se dirigió a la sala sin decir nada.

Armin la siguió de cerca y se sentó en uno de los sillones. Prefirió no presionarla y esperar a que ella misma empezara a hablar, pero al ver que luego de varios minutos seguía moviéndose de un lado a otro pensativa, se aventuró a preguntar.

—¿Se puede saber por qué te das tantas vueltas?

—Es que… —finalmente se decidió a romper el silencio—, me enteré de una cosa cuando terminé mis entrenamientos.

—¿Sobre qué?

—A Lev… digo, a mi entrenador le llegó una carta de Francia donde le mencionaban la oportunidad de formar parte del equipo de patinaje como instructor. Lo escuché por casualidad y le pregunté al respecto, pero me dijo que no ha decidido nada todavía.

—Oh, entonces no hay por qué preocuparse, al menos por el momento.

—Pero ¿qué pasa si decide dar una respuesta positiva e irse? ¿Qué va a ser de mí?

—Hablas como si fuera el fin del mundo. Solo consíguete un nuevo entrenador y listo.

—Para ti es fácil decirlo ya que no conseguiste tantos logros bajo su guía. Y no es solo eso, sino que nos hemos llegado a llevar tan bien que temo que no suceda lo mismo con alguien más.

—No seas pesimista. Ya verás que las cosas saldrán bien, independientemente de lo que suceda.

—Lo dudo. Desde que escuché sobre eso me siento… ¡argh! —exclamó exasperada—. Y, por si fuera poco, resulta que él tendrá una cita con una supuesta conocida suya. ¡Hange-san debió esperar a que me fuera para evitar que yo escuchara! Así me habría ahorrado otro disgusto.

Armin la observó detenidamente, cada gesto y esa actitud exaltada y hasta un tanto desesperada que le resultó bastante curiosa ya que, por lo general, siempre solía mantener la cabeza fría ante cualquier situación.

Y teniendo en cuenta que todo estaba ligado a una sola persona… No era difícil deducir de qué se trataba.

—Creo que es demasiado obvio lo que te pasa.

—¿Qué quieres decir? —lo miró con cautela.

Sonrió: —Sencillo. Uno —elevó el dedo índice—, te asusta que se vaya luego de lo mucho que ha avanzado su relación. Dos —elevó otro dedo—, sientes celos por una persona que ni conoces y temes lo que pueda pasar en esa cita. No hay por qué darle más vueltas al asunto. Es evidente que tú estás ena…

—No —lo interrumpió.

—No ¿qué?

—No lo digas —sentenció, enfatizando cada una de las sílabas de aquella frase.

—Oh. Eso quiere decir que ya eras consciente de ello, ¿no?

—No es eso. Solo…

—No tienes por qué mentirme. Te conozco más que nada. Además, ¿qué otra razón explicaría tu estado alterado y abatido?

Mikasa se quedó un momento en silencio mientras Armin no dejaba de mirarla.

—No. No es lo que piensas.

—¿Por qué sigues negándolo?

—¡Porque no es posible!

—Querida. Uno nunca elige de quién enamorarse. Solo sucede y ya. No tiene nada de malo.

La azabache se mordió el labio inferior. Sí, al parecer su comportamiento la delataba, pero es que no podía expresarse de otra forma ante toda esa revolución de emociones y sentimientos que empezaron a desarrollarse y se tornaban cada vez más fuertes.

Su buen amigo la había leído muy bien, así que no había otro motivo para seguir ocultando y negando aquello de lo que se había percatado no hace mucho.

—No sé en qué momento me empezó a gustar —se desplomó en el sillón al lado de Armin—, aunque esa palabra no es suficiente para describirlo. Ya lo decías tú; estoy… enamorada de Levi —jugó con sus dedos en un gesto tímido, aunque notó lo liberador que fue decirlo en voz alta.

El rubio sonrió: —Sé que eres nueva en esto, pero no dejes de disfrutarlo. Es algo muy bonito.

¿Bonito? Era mucho más que eso para la ojigris.

Y es que las sensaciones que la recorrían cada vez que estaba con Levi eran indescriptibles. Las sonrisas que le dedicaba, esa forma tan especial y dulce de tratarla, su sola compañía… hacían que su pecho se llenara de calidez y se sintiera la mujer más dichosa del planeta.

Qué ironía la del destino, ¿no? Al principio no era de su total agrado, y ahora no se lo podía quitar de la cabeza ni por un instante, suspirando tan solo al recordarlo.

Si Sasha estuviera ahí, seguramente se reiría de su caso y le mencionaría un divertido "Te lo dije".

—No puedo decirte que no —sonrió apenas—, pero eso no quita que siga siendo mi entrenador —mencionó al reparar en ese detalle.

—¿Y desde cuándo eso es un impedimento? Recuerda que no existen condiciones en cuestiones de sentimientos. Todo vale.

Mikasa lo miró y volvió a sonreír, reconociendo lo bien que le hizo hablar con alguien de ese tema que era un mundo nuevo para ella.

—Imagino que te sigue molestando ese asunto de la invitación y la cita, pero trata de no pensar en ello.

—Haré lo posible.

—Ah, y una cosa más —esperó a tener su atención otra vez—. No tardes en decirle lo que sientes. Estoy seguro de que lo tomará bien.


Rico Brzenska conoció a Levi en un evento luego de la Gala de Patinaje de los Juegos Olímpicos de hace 6 años. Siendo la patinadora élite y máxima representante femenina de Eslovenia, tuvo la oportunidad de charla con él, y aunque le llegó a interesar con el paso del tiempo, finalmente optó por conservar la amistad que habían desarrollado, apoyándolo incluso cuando atravesó aquella crisis por la ruptura repentina de su noviazgo con Nifa.

No había vuelto a saber de él hasta hace poco, y aprovechando que estaba de paso por Japón, decidió planear un encuentro antes de regresar a su nación, el mismo que fue posible gracias a la ayuda de Hange.

Y ahí estaban ahora, en la mesa de un restaurante de comida turca, esperando por sus órdenes.

—Todavía sigo sorprendida de que hayas aceptado reunirte conmigo —habló con sinceridad, ya que en algún momento imaginó que se negaría.

—Tuve mis dudas, pero luego dije que no me vendría mal hablar con una vieja conocida.

—Bueno, me alegra saber que aún te acuerdas de mí a pesar de que ya ha pasado un buen tiempo desde que te retiraste.

—No suelo olvidarme de aquellas personas que me tendieron una mano en mi peor momento.

—Oh. Me siento halagada por eso —sonrió.

Poco después llegaron sus pedidos. Agradecieron a la mesera y procedieron a degustarlos en compañía de una suave melodía, propia de aquella nación de Europa/Asia.

—¿Sigues patinando profesionalmente? —preguntó el ojiazul.

—Sí. Me tomé un descanso hace un año por una lesión, pero nuevamente estoy volviendo a los escenarios internacionales.

—Ya veo.

—¿Y tú? Cuando anunciaste tu retiro no imaginé que te convertirías en entrenador.

—¿Sorprendida?

—Absolutamente. Siendo sincera, nunca vi que tuvieras madera para enseñar, pero después de observar tus últimos logros, me retracto, y lo digo haciendo especial énfasis en la chica que llevaste a la final del Grand Prix. ¿Cómo se llamaba? Ah, sí. Mikasa Ackerman.

—¿Qué pasa con ella?

—Me llama la atención su estilo, y los programas que presentó en la competencia fueron magníficos, muy limpios y expresivos. Te luciste preparándola para el momento.

—Agradezco el elogio, pero todo fue mérito de ella. Yo solo fui su guía.

—Aun así, no puede restarte el crédito.

Continuaron su charla hablando de otras cosas, pero el azabache se mostró un tanto distante ya que la mención de su alumna hizo que recordara lo último que sucedió en la academia, justo antes de que saliera corriendo sin una razón aparente.

¿Qué la había motivado a hacerlo? ¿Era acaso lo de la invitación de la AFP? No lo tenía claro, pero el tratar de buscar una explicación hizo que su mente volara muy lejos del restaurante.

—… vi, Levi, Levi —aquel llamado recurrente hizo que reaccionara milagrosamente—. ¿Me estás escuchando?

—Eh… Perdón, ¿qué decías?

Rico suspiró: —Algo te preocupa, ¿o me equivoco?

—No es nada. Solo me distraje un poco y…

—Déjame decirte que eres pésimo mintiendo —lo interrumpió suavemente—. Está bien si no me lo quieres decir. No te obligaré a nada, pero si es importante, es mejor que lo resuelvas pronto.

—Lo intentaré, y lo siento por lo anterior.

—Descuida. Ya pasó —agitó la mano en el aire, restándole importancia—, aunque sería preferible terminar con esto rápido. Se ve que necesitas tiempo para pensar.

Así lo hicieron. Luego de cinco minutos pagaron la cuenta, salieron del restaurante y se despidieron, con ella prometiendo que se verían nuevamente en el Campeonato Mundial que se acercaba y con él deseándole un feliz viaje de regreso. Tomaron direcciones distintas y emprendieron su camino bajo el tenue resplandor del astro rey que se acercaba al horizonte.

Levi iba tan sumido en sus pensamientos que, sin darse cuenta, tomó una ruta distinta a la que lo llevaba comúnmente a su casa, llegando a una de las zonas comerciales más importantes de la ciudad. Vio a la gente ir y venir, metida en sus asuntos hasta que se detuvo de repente.

Bueno, la reunión con Rico fue agradable, y aunque esperaba que ello le ayudara en algo a poner en orden su cabeza, la verdad es que tuvo el efecto contrario ya que hizo que sus pensamientos se orientaran a una sola persona cuya presencia en su mente se había vuelto muy frecuente.

Se sintió tentado a llamarla cuando sacó su celular, pero tras pensarlo mejor volvió a guardarlo y suspiró, contrariado por su actuar. Fue entonces que volteó a ver a un costado y se encontró con una tienda de joyas.

Una idea fugaz, pero con un trasfondo particular, surgió luego de algunos segundos, por lo que, antes de que las dudas le hicieran arrepentirse, ingresó al lugar.

—Disculpe —le dijo a una de las empleadas tras el mostrador—. Quiero encargar una joya.