Disclaimer. Los personajes de Naruto NO me pertenecen, sino al mangaka Masashi Kishimoto.
Advertencia. Esta historia es clasificada como M porque contiene y/o contendrá temas que pueden herir la susceptibilidad de ciertos lectores (lenguaje obsceno, escenas sexuales, temas delicados y/o adultos, muerte de personajes, entre otros asuntos). Leer bajo su propio criterio. Gracias.
Comentarios generales. ¡Al fin pude a sentarme a editar el capítulo! Ya estaba hasta ansiosa por no actualizar esta historia, que, releyendo muy por encima lo que tramé en ese momento, ya quiero llegar a las partes que me hicieron recordar por qué escribí este fanfic. Sus comentarios estarán respondidos al pie del capítulo. ¡Agradezco el apoyo y entusiasmo que me brindan con sus palabras!
Ahora, sin mucha más dilación…
¡A leer!
Palabras: 9.028
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Capítulo 7
Labor que enaltece el alma
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No podía ser cierto.
¿Cómo era posible que eso le estuviese sucediendo? Sakura observaba perpleja al señor Madara, como si lo estuviese viendo por primera vez. Eso debía ser un sueño. Sí, estaba soñando, ¿verdad? Frunció el ceño, incapaz de procesar sus palabras en un primer momento. ¿Cómo había llegado a esa situación? Estaba claro todo. Ella evaluó los encuentros anteriores, había catalogado el segundo como buena voluntad, el primero y tercero como simples casualidades.
—¿Por qué no sería real? —La voz fuerte de Madera irrumpió en sus pensamientos.
Ella siguió mirándole, tan perpleja como en un inicio. Dios. Estaba frente al fundador de Akatsuki, el dueño principal, el jefe de todos los jefes en ese edificio.
Y ella había cenado con él, y había ido a un mirador con él.
¡Y lo había conocido de la manera más vergonzosa de su vida!
Madara la observó llevarse una mano hasta la frente, chocando la palma. Sus facciones viajaron por un mundo entero de expresiones que él no supo interpretar, pero Sakura era toda una caja de sorpresas en cuestión de muecas y cualquier gesto podía significar un millar de emociones distintas.
Seguía siendo bastante impresionante cómo podía darse el lujo de mostrarse tan abierta con sus sentimientos, como si el miedo a demostrarlos no existiera para nada. Lo veía como una completa desventaja evaluándolo desde su perspectiva, pero estaba agradecido (y un tanto incómodo) con el hecho de que ella fuese tan abierta en ese menester.
—Le conocí y no me dijo nada de esto a pesar de que lo sabía. —Su tono denotaba una sagacidad suspicaz.
Era el tono de la desconfianza, la incertidumbre que también lo había embargado a él cuando escuchó su nombre en la boca de Izuna después de recibir su redacción. Por supuesto, era entendible que se encontrara en esa situación y creyera que sus encuentros habían sido premeditados, sin embargo, Madara sabía que solo uno de ellos lo planeó con una eficaz resolución.
—Por una razón nunca te di mi apellido —dijo y continuó cuando la vio abrir la boca para volver a hablar—. Es un procedimiento estándar con los aspirantes que entregan a destiempo.
Sí, estaba mintiendo de manera descarada, pero ella no tenía que saber eso. No obstante, eso no lo libró del par de jades llenos de perspicacia.
—¿Sabe qué es lo que más detesto sobre este planeta? —cuestionó, pero Madara sabía que no tenía que preguntar para obtener una respuesta—. Las mentiras. Las mentiras pueden echar abajo toda la confianza que se ha construido en torno a una persona, y eso es algo difícilmente recuperable —soltó con voz rota.
Eso no pasó desapercibido por Madara, mucho menos para Sakura, quien se reprendió por ser tan elocuente con sus sentimientos. ¿Estaba admitiendo que el señor Madara le inspiraba confianza a pesar de haberlo visto solo cuatro veces antes?
«Piensa con la cabeza en frío, Sakura», se dijo, pero era realmente difícil eso. Sentía que estaba ardiendo, con la molestia burbujeando a través de sus poros.
—No te mentí, solo me reservé información —contestó parco—. De todos modos, nuestro primer encuentro en el club y luego el segundo en el hospital, me demostraron dos caras completamente distintas de ti —mencionó, como si hablara del clima.
Sakura se sonrojó hasta la raíz del cabello, pero frunció el ceño de todos modos sin despegar su mirada verdosa de él.
—¿No le parecía más sensato hablarme con la verdad?
El Uchiha relajó sus brazos y soltó algo de aire antes de volver a su silla tras el escritorio. Haruno lo siguió atenta con su mirada hasta que él, finalmente, estiró el brazo hacia el asiento frente al escritorio e indicó que se sentara. Ella levantó orgullosa su mentón y se sentó sin delicadeza alguna, tan auténtica como era y sin fingir una rendición. Él notó que ella podía llegar a ser bastante voluntariosa. Por algún motivo, eso le divirtió.
—La cena fue de verdad y lo del mirador también. Quería conocer a la mujer detrás de la redacción y no iba a poder hacerlo si sabías quién era —aseveró—. De todos modos, tienes el trabajo. ¿No te entusiasma? —Elevó una ceja.
Su tono se enmarcaba en la más absoluta seriedad con una pizca de interés por lo que ella iba a decir. El ceño de la joven seguía tenso y parecía querer soltar otras mil palabras por segundo, mas también daba la impresión de estarse conteniendo lo mejor posible para no decir algo de más.
—El hecho de que me entusiasme no quiere decir que acepte —dijo antes de pensarlo una segunda vez, y aunque quiso morderse la lengua, no retrocedió en sus palabras.
Madara la evaluó nuevamente. Veía el fuego de la voluntad en la mirada de Sakura, de una manera en la que solo lo había notado cuando ella estaba trabajando. Parecía que no solo se reservaba la férrea decisión en su área profesional, sino que la extrapolaba a otros sectores. No podía negar que se sentía un tanto confundido e intrigado a partes iguales. Tenía un temperamento difícil de quebrantar, podía notarlo, pero el hecho de saber que su redacción surgió de una pena sufrida, le hizo preguntarse qué o quién había podido doblegar esa voluntad que ahora veía en su mirada.
Detuvo sus pensamientos en seco. No estaba por la labor de querer averiguar mucho más de su vida personal pasada porque le interesaba el presente, el ahora. Recurrió a uno de sus recursos, la información recolectada por Izuna.
—¿No necesitabas dinero con urgencia? Incluso me dijiste que requerías saldar algunas cuentas...
El tono despreocupado con el que Madara hablaba, colocó un rictus aprehensivo en los labios de Sakura. Maldición. ¿Por qué había tenido que ser tan parlanchina como para contarle eso a un recién conocido? Expulsó el aire con fuerza y desvió un momento la mirada. La vergüenza no dejaba que la sostuviera por mucho tiempo.
Era cierto. Necesitaba el dinero, le hacía ilusión trabajar en Akatsuki y un cambio de aires entre personas que no conocían a Sasuke ni su desgracia, seguramente le iba a ayudar a apartarlo de su mente, sobre todo la sensación de su último abrazo, todavía rondándola como un estúpido fantasma.
Qué desgracia había sido enamorarse de aquella manera tan abnegada, empecinada en hacerse daño con cada pensamiento.
—Y eso aún no hace desaparecer el hecho de que usted me mintió —renegó, sintiendo la vena de su frente brotar.
—Y ese hecho no aparta que aún necesitas el dinero.
Madara cruzó los brazos sobre el pecho y alzó la barbilla, pretencioso y con orgullo. Observó que ella se mordía los labios con un nerviosismo palpable en sus ojos de jade. Testaruda. No había otra manera de describir la forma en la que, seguramente, su mente estaba cavilando cómo salirse con la suya a partir de su argumento; sin embargo, él sabía que eso era imposible. La necesidad de dinero y la negación a este no eran compatibles.
Sakura, sin saberlo, coincidía en su pensamiento, pero le era bastante difícil dar su brazo a torcer. Negarse no era visto por ella como una necedad, sino como una necesidad de recuperar el orgullo que había perdido durante los meses pasados, como una manera de reivindicarse.
Sentir que había caído nuevamente en una mentira, aunque menos grave, la hacía sentir vulnerable, y ella odiaba ese sentimiento de debilidad con el que constantemente había estado luchando desde siempre. La invadía una sensación de grima y vergüenza imperecedera al volver a verse en esa situación.
Por supuesto, el señor Madara lo veía de manera simple, completamente ajeno a los sentimientos que se arremolinaban en su interior y a los pensamientos que la invadían. No podía culparlo si decía que lo había hecho por un fuerte sentido del deber, ese que podía llevar a cualquiera a buscar respuestas, a indagar son descanso. Ella había aplicado a su Editorial y él solo quería saber qué tipo de persona era y por qué quería entrar, sobre todo después de entregar la redacción sin seguir las bases del concurso.
No era como si hubiese sospechado de ella por algún motivo, ¿verdad? No había razones como para que el, recién descubierto, señor Akatsuki, dudara de ella y la hubiese querido investigar con otras intenciones.
Terminó suspirando.
—Sí, es cierto. Lo necesito —balbuceó, casi sin querer decirlo tan abiertamente.
Sentía que le estaba dando un pedazo de su boda hecha deudas a Madara y no se sentía cómoda con eso. Alzó levemente la mirada y le vio asentir mientras tecleaba algo en su computadora portátil.
—¿Qué te parecería un adelanto como compensación por las molestias que sentiste ante está revelaci...?
—¡No!
Sakura se oyó gritar, aturdiéndose a sí misma. Tenía los párpados muy abiertos y una expresión de molestia surcando sus facciones. Joder no. Este tipo de consideraciones no iban con ella, no quería palmaditas en la espalda y que le dieran dinero por un trabajo que aún no empezaba a hacer. Eso sería lo peor.
Los ojos de oscuridad brillaron con un destello de luz ante su reacción, o eso creyó ver ella cuando Madara la observó intensamente tras las sombras de los mechones salvajes que le acariciaban la frente. Se sintió cohibida con su atenta contemplación y se removió en su asiento, avergonzada por su impulso de rechazo frente a una propuesta que no consideraba justa.
—Tienes mucho entusiasmo, aunque es extraño que no lo aceptes ni siquiera por la necesidad —comentó el moreno mientras le acercaba un documento de varias hojas.
Sakura lo tomó con rapidez, agradeciendo que él no la hubiese reprendido por su explosividad al hablar, pero tampoco podía confiarse. Leyó con detenimiento y pudo notar algunas condiciones sobre su contrato, las pautas de confidencialidad para con las funciones internas de la Editorial Akatsuki, su trabajo como redactora y su disponibilidad absoluta para las semanas de su instructivo, directamente impartido por Madara.
Tragó grueso, intentando descifrar lo que estaba pensando y qué se le había venido a la mente luego de leer su redacción, mas suponía que no lo iba a decir tan fácilmente y ni siquiera tenía intenciones de exponerle demasiado sobre sus pensamientos.
Carraspeó.
—Es que me resulta un poco fuera de lugar recibir dinero por algo que no he hecho aún —respondió a su pregunta encubierta aún con los ojos paseando entre las palabras del documento.
No lo escuchó emitir palabra y pensó que se había puesto a hacer otra cosa mientras ella completaba la lectora de las cláusulas de su contrato. De cierto modo, el Uchiha sí estaba completando otra de sus actividades en el portátil, pero el mayor porcentaje de su atención, se lo estaba llevando Sakura y su actitud orgullosa.
Cada una de sus posturas, la leve arruga en el puente de su nariz. El ceño levemente fruncido. Cambiaba el documento de una mano a otra cuando se cansaba de su postura, e incluso había sacado un bolígrafo de su cartera y ahora lo tensaba levemente contra el borde de su labio inferior en intervalos antes de volver a balancearlo entre sus dedos de manera despreocupada. Sí, era un observador nato, como los halcones que le gustaba criar para su entretenida actividad de cetrería cuando iba a la montaña.
Sakura Haruno era demasiado inquieta, como si tuviese la necesidad de estar activa de manera constante. Era todo lo contrario a él en cuanto a postura, pero sus ojos se veían tan inmersos e inteligentes mientras detallaba cada sílaba, que a él no le cabía duda de que su mente absorbía todo con una velocidad impresionante. No por nada, había captado en ella el aura de una trabajadora dedicada y eficiente, una de las razones por las cuales había decidido contratarla.
Si había más razones, quedaban completamente reservadas para él.
El hecho de no querer recibir un adelanto había llamado su atención, pero la muchacha de hebras exóticas podía ser bastante necia, notó, y él (al menos por ahora) no quería forzar a qué su temperamento saliera a relucir. Este vaivén constante de sus voluntades no era recomendable en la jerarquía que se implementaría si ella aceptaba el trabajo en la editorial.
—Es entendible y admirable a partes iguales —contestó una vez que ella soltó el documento y lo colocó sobre la mesa, pero sin hacer ademán de firmarlo—. El hecho de querer que se te pague por tu verdadero trabajo, es lo que todos deberían tener en cuenta, pero ese tipo de pensamientos forman más parte de una utopía que de un mundo real —prosiguió con neutralidad.
Los ojos de jade se alzaron y entraron en contacto con la obsidiana en la mirada de su nuevo jefe, o al menos lo sería en cuanto decidiera firmar. Todavía se sentía traicionada en cuestión de honestidad, y aunque el señor Madara era intimidante, no parecía ser una mala persona, incluso si su realismo podía chocar bastante con su propia concepción del ideal de una persona arraigada a los códigos éticos. No trabajaba, entonces no recibía el beneficio que le era correspondido. Así de fácil.
Quizás, había sido por ese mismo pensamiento que había intentado trabajar tanto en su relación con Sasuke, porque siempre había confiado en que él le retribuiría todo su esfuerzo y sus gestos serían recíprocos.
Se equivocó. Se equivocó tanto que seguía doliendo como el primer día, pero eso no quería decir que en el trabajo le fuese a pasar algo similar.
El trabajo no podía traicionarla ni herirla como un ser humano sí podía hacerlo.
Sin embargo, su pensamiento no coincidía demasiado con el de Madara. No creía que su pensamiento formara parte de alguna utopía, sino que muchas personas casi no tenían la oportunidad de demostrar su verdadero valor en cuestiones éticas, sobre todo porque nunca se veían envueltos en este tipo de situaciones, por más pequeñas que fueran.
Quizás era demasiado idealista para todo lo que había pasado, pero ella confiaba en sus convicciones y no renunciaría a ellas.
—Para mí no son pensamientos propios de una utopía, porque ya puede ver que yo realmente sí creo que son acciones posibles que pueden nacer genuinamente de una persona. —Sakura tomó su lapicero y colocó la punta contra el espacio designado para su firma.
Era claramente una manifestación de voluntades, porque no habían apartado los ojos el uno del otro. Tal vez, Sakura pensaba que Madara no creía en aquellas demostraciones honestas en el plano laboral, pero eso no iba a impedir que ella se esforzara por dar lo mejor de sí misma para que el trabajo resultara satisfactorio.
Eso era lo que la tenacidad, que fluía a través de sus ojos verdes, quería enseñarle. No podía echarse hacia atrás en esto.
Firmó, mirándole fijamente, empecinada en no sentirse intimidada por aquellos ojos oscuros, incluso cuando estaba a punto de sentir la necesidad de apartar las pupilas. Finalmente, utilizó la excusa de mirar su firma en el contrato para cortar la tensión que se había formado entre ellos.
El Uchiha no tardó en tomar el documento para comprobar que todo estuviese en orden. Firmó por su parte a nombre de la empresa y dejó la carpeta a un lado sobre el escritorio.
Para cuando volvió a hablar, solo se centró en las acotaciones concernientes al trabajo. Sakura pasaba a ser una de sus empleadas a través de la editorial y estaba bajo su mando desde que había firmado el contrato. No era tan difícil provocarla, porque ella era impulsiva y Madara lo había utilizado a su favor.
—Desde hoy comenzaremos con la instrucción —habló tras unos momentos de silencio—. Señorita Haruno, dirígete a la cuarta planta junto a tus compañeros. Bajaré en unos momentos. Empezaremos por el estilo de imprenta.
Su tono fuerte le inspiró energía y ella se levantó, con los ojos muy abiertos. Madara volvió la vista hacia la pantalla.
—Forma y luego fondo —susurró, aunque más para sí misma que para él.
Sin que se lo pidiera dos veces, y tal cual seguía las instrucciones de la doctora Tsunade, Sakura le ofreció una leve inclinación de su cabeza, se dio la vuelta y salió con paso firme mientras enganchaba los dedos a su cartera, lista para enfrentar el día.
El jefe de la editorial alzó las pupilas hasta la puerta en cuanto escuchó el sonido de cierre y, sin querer contenerse, lanzó un bufido de risa al aire antes de negar lentamente con la cabeza, previo a descender la mirada hasta los papeles sobre el escritorio.
Sakura, sin duda, era un mundo en sí mismo.
Shino, Kabuto y Sakura se encontraban ensimismados con el discurso de Genma con respecto a todas las pautas que se manejaban. Lo seguían con los ojos y oídos atentos a cada una de las explicaciones, aunque cada uno con su particular característica. El miembro de la familia Aburame parecía introspectivo, Yakushi anotaba todo en una pequeña libreta, ajustándose los anteojos cada tanto; por su parte, Haruno asentía cuando era necesario y se grababa la información de manera eficiente, apelando a su memoria auditiva que le serviría para escribir los aspectos más relevantes en cuanto terminara la jornada. Era un ejercicio constante para su memoria envidiable.
Fueron presentados ante los redactores veteranos y ellos les desearon suerte, pues, en palabras de ellos, el instructivo del señor Madara no sería fácil, pero Sakura no había esperado que lo fuera en ningún momento. Si había podido sobrevivir a su profesión como enfermera bajo el mando de la médico de férreo carácter, Tsunade Senju, podría sobrevivir también al impacto de un rayo.
Y, por supuesto, podría sobrevivir al fundador de Akatsuki.
Era interesante, también, el hecho de poder saber sobre el misterioso hombre a través de las vivencias de otras personas que lo conocían de tiempo atrás. Según el jefe Shiranui, tenía un ojo muy crítico, capaz de corregir hasta la más insignificante coma dentro de un texto para optimizar la redacción. Según el anciano Ōnoki, un hombre que había estado acompañando a los hermanos Akatsuki desde poco antes de la fundación oficial de la editorial y seguía prestando su ayuda y trabajo en todas las áreas de la misma, Madara había sido lo suficientemente aguerrido, osado y visionario desde una edad temprana y eso había hecho posible erigir una editorial con tanto renombre.
Bajo esa óptica del anciano, Sakura percibía que se había esforzado bastante y eso era muy admirable.
De repente, sentía curiosidad por saber cómo había surgido la idea de crear una editorial y cómo había sido su juventud, pero sacudió la cabeza cuando el viejo Ōnoki dejó de hablar para ocuparse de algunas dudas de Shino. Había una pregunta que no terminaba de abandonar su cerebro, pero escuchando hablar al anciano, Madara parecía tener más edad de la que aparentaba, y sabiendo que Akatsuki tenía, al menos, quince años de fundada...
Enarboló un pequeño mohín pensativo, cuestionándose algunos datos mientras divagaba.
—Así que Pinky ha sido contratada. —El timbre elocuente de Kisame, la hizo virar la cabeza por inercia. Su mohín se convirtió en una mueca graciosa de molestia—. Oh, no me hagas esas caras cuando solo quiero darte la bienvenida —siguió diciendo antes de extender su sonrisa de tiburón.
—Creo que estuviste allí cuando dije que mi nombre era Sakura, Kisame —respondió con cierta rudeza.
—Directa y con buena memoria. El sueño de toda editorial que se precie. —Lo escuchó reír entre dientes, así que sintió que sus reclamos solo iban a servir para divertirlo.
Estuvo a punto de refutarle algo, pero el sonido del ascensor y una potente maldición posterior, la hizo fruncir el ceño y ahorrarse las palabras. Sabía que conocía esa voz...
—¡Mierda, mierda, mierda! ¡Esto es culpa de Kakuzu por no darme el recurso! —despotricó el hombre de blanco cabello y camisa entreabierta que entró a la amplia sala de máquinas.
¡Era Hidan! ¡El paciente mal hablado!
—¿Otra vez? No me sorprende... —Escuchó murmurar a Kisame en un tono enigmático y con tinte cómico.
—¿Sabes dónde salió la jodida primicia que estaba cazando? ¡Salió en Mokuton! ¡La maldita competencia! ¡Y una mierdaaa!
La joven no supo dónde meterse al estar presenciando semejante escena. Sus labios habían formado un círculo de sorpresa, recordando que era cierto que el periódico del Clan Senju, el aclamado por su seriedad titulado Mokuton, era el rival directo del periódico de la Editorial Akatsuki, titulado Sharingan.
—Nadie pronuncia el nombre de ese periódico en mi editorial.
Sakura sintió que el ambiente descendía en su temperatura cuando la voz fuerte de Madara irrumpió en la habitación. Ella misma se contuvo de rodearse con los brazos ante su repentino escalofrío. Pudo ver cómo los ojos del fundador relampagueaban, haciéndolo ver más feroz que nunca. Enmudeció. Parecía que tenía una faceta muy competitiva al respecto.
—Culpa a Kakuzu. Hubiese podido obtener la jodida noticia.
—Modera el vocabulario en este espacio de trabajo —le reprendió el Uchiha con un timbre mortal que no daba derecho a réplicas. Hidan así lo aceptó. Probablemente, Madara era la única persona que podía controlar su lengua de decir cientos de groserías por minuto.
La mujer de melena exótica le vio dar largas zancadas hasta adentrarse completamente en la sala. Fue consciente de que el aire se impregnó de su olor a bosque y refrescó sus pensamientos arremolinados entre tantas situaciones ocurridas y palabras escuchadas.
Se percató de que la bonita asistente de cabellera azul, también entró en el lugar y se acercó con rapidez hacia Madara para susurrarle algo al oído. Él asintió una única vez.
—Qué suerte tienen algunos... —Kisame habló cerca de su oído y eso casi la hizo saltar hacia un lado, empujando un poco a Shino en el proceso, pero este ni se inmutó.
Y tal parecía que la única que reaccionaba era ella, pues entrecerró los ojos hacia el hombre con aspecto de tiburón y este solo chasqueó la lengua con el dejo de una risa baja. Sí, definitivamente se estaba burlando de ella.
Le vio caminar con despreocupación hacia la salida del lugar y viró rápidamente sus verdosos ojos cuando escuchó hablar a Madara.
—Yakushi, Haruno y Aburame. Vayan a la oficina contigua —ordenó con autoridad.
El anciano Ōnoki les señaló una puerta de madera clara que quedaba al fondo, por detrás de la maquinaria, así que hacia allá se dirigieron.
Sakura echó un intrigado vistazo hacia atrás cuando los pasos del fundador se acercaron al alto hombre de ojos violáceos, y aunque hablaban bajo, no eran murmullos lo que se escuchaba.
—Una exclusiva nos haría sobresalir, al menos con Kankurō —mencionó el mentado Hidan y Sakura ralentizó mucho su paso.
¿Tendría que ver con lo que Ino le había contado sobre ese caso difícil?
—Sai te consiguió una entrevista con Sabaku Temari. Obtén toda la información necesaria o sino... —advirtió, bajando su rango barítono hasta casi parecer un bajo.
La enfermera giró el rostro y alcanzó a sus compañeros con pasos rápidos. ¿Una entrevista con Sabaku Temari? Oh, Dios. Lo que hubiese dado en ese instante por ser periodista...
Echó otro vistazo hacia atrás, pero no vio a Hidan ni a Madara, así que volvió la vista y cruzó la puerta abierta.
Resultó que Madara ya estaba dentro, con los brazos cruzados sobre el pecho, la barbilla erguida, orgullosa, y un porte que envidiaría cualquier político. Se tomaba bastante en serio su trabajo y se involucraba de lleno con sus empleados para monitorear todo el proceso, o al menos así lo había sentido. ¿Esto era así todo el tiempo?
Se sintió petrificada detrás de sus dos compañeros porque él la observó por unos segundos, de una forma tan intensa que sus labios se convirtieron en una fina hilera de lo presionados que estaban, pero no bajó la mirada.
La oscuridad de sus iris la abandonó cuando él comenzó su instrucción, acotando que debían sentarse cada uno frente a los ordenadores que se habían dispuesto para ellos.
A pesar de no haber dormido, se sentía más despierta que nunca antes.
Temari no era del tipo de mujeres que se desesperaba, tampoco de las que se preocupaba por llegar puntual a una reunión que no requiriera de su especial presencia, sin embargo, el caminar perezoso del detective Nara al entrar a la sala privada del Club Izanami, empezaba a irritarla.
Su mirada verde musgo con cariz penetrante se posó sobre la figura masculina, recorriéndolo lánguidamente mientras se preguntaba si todos los genios de Konoha eran iguales a él, o sea, así de desesperantes.
Shikamaru se dejó caer sobre el mullido sofá negro frente a la mesa de vidrio. No habló, solo paseó momentáneamente su mirada oscura a través de las paredes blancas de la sala y las luces de hilera empotradas en el techo estampado con paisajes tradicionales que se representaban en tinta negra.
Qué problemático… Mediar con los egos y las situaciones particulares de aquellos afectados por los casos que manejaba, no estaba entre sus obligados quehaceres, pues eso era más bien algo que le dejaba a Ino, o incluso a Chōji mientras él se mantenía detrás, siempre a la sombra de lo mediático, así que recibir una citación de Sabaku Temari, no hacía más que darle el doble de trabajo que, originalmente, estaba dispuesto a hacer.
Su padre, después de todo, era el aclamado juez Nara Shikaku, así que no se esperaba nada más que grandeza de su hijo, incluso si Shikamaru hubiese querido dedicarse a cualquier otra actividad que no incluyese la persecución de asesinos en serie o acosadores. Hubiese estado mejor estudiar Ingeniería en Sistemas o Programación, sus conocimientos serían igual de valorados, pero no…
Siempre había sentido esa presión sorda sobre sus hombros y, quizás, de no ser por la energía deslumbrante de Ino, a quien había conocido desde poco antes de entrar a la academia de policía debido a la insistencia del Clan Yamanaka y el Nara, probablemente hubiese terminado trabajando encubierto de por vida, haciendo cualquier otra cosa en su tiempo libre.
No esto.
—Creí que llegaría más temprano —pronunció la cantante, quien lucía el contorno de su figura a través de un enterizo negro. Una de sus piernas estaba cruzada sobre la otra a la altura de sus rodillas y se mantenía con los brazos cruzados a la altura del talle, reclinándose del mullido espaldar del sofá.
Shikamaru suspiró por lo bajo.
—Llegué justo en el momento en el que tenía que llegar —respondió tan diplomático como su tono desganado se lo permitió, sin embargo, eso no colocó a Temari de mejor humor.
—¿Se está tomando este caso en serio, detective Nara? No le estoy hablando como la cantante de Los Hermanos de la Arena, sino como una hermana preocupada —prorrumpió con fuerza en el intento de cortar el hilo relajado de su interlocutor.
Shikamaru solo entrecerró los párpados hacia ella, pero no hizo comentario alguno que estuviese fuera de lugar.
—Me tomo mis casos en serio, señorita Sabaku; no obstante, tiene que comprender que los encuentros extraoficiales con los afectados o relacionados al caso no están dentro de nuestros parámetros. —Se lo explicó lo más amenamente posible sin utilizar la jerga que se manejaba dentro de su profesión.
Sin embargo, tenía la impresión de que eso no estaba convenciendo (para nada) a la rubia mujer con expresión poco favorable.
—Esto es algo importante para nosotros, nos coloca en riesgo —dijo ella mientras repiqueteaba sus uñas de rojo carmín contra la superficie cristalizada—. Gaara es un muchacho retraído, habla poco y se lleva con una cantidad muy limitada de personas. Puede ser que no lo parezca, pero puedo asegurar que esta situación le afecta bastante y, además, es un tema relevante para Suna, por lo que espero no tener que traer a las autoridades hasta Konoha para resolver este caso por ustedes —arremetió con un timbre mordaz.
El detective Nara se irguió en su asiento, frunciendo críptico el ceño. Si había algo que detestaba, eran las amenazas de otras instancias interfiriendo en los asuntos internos de Konoha. Como digno hijo de Shikaku, no iba a tolerar una intervención de ese estilo.
—Señorita Sabaku —llamó de repente, inclinando el torso hacia ella. Sus ojos eran dos faroles de advertencias y su voz se había despejado de todo matiz de pereza—, cada país tiene sus procedimientos y es desagradable que otras jurisdicciones intervengan en un proceso que no conocen porque es variante según donde haya ocurrido el suceso. Le agradecería que se ahorrara ese tipo de comentarios.
El hombre volvió a su actitud habitual de manera paulatina. Metió las manos en sus bolsillos y apoyó la espalda en el respaldo.
Temari tenía los ojos muy abiertos y no se preocupaba por ocultar sus emociones. Ese hombre había cambiado de actitud en un momento y luego había vuelto a su postura inicial, con aquellos azahares despreocupados que lo habían caracterizado desde que lo conocía, aunque no podía decir que su conocimiento sobre él fuese extenso en el tiempo.
Apenas lo había conocido semanas atrás, desde el comienzo de todo este asunto del acoso y las cámaras de seguridad, pero Neji tenía muy buena relación con él y por su parte tenía unas referencias envidiables.
A la rubia le había parecido que su escolta habitual durante sus estadías en Konoha, había estado exagerando en cuanto a la profesionalidad de su buen amigo Nara, pero a juzgar por lo que acababa de ver, simplemente era más reservado y menos excéntrico en todo lo que tenía que ver con temas mediáticos.
—No lo pretendía. —Su sonrisa de media luna se apoderó del ambiente, pero Shikamaru se mantuvo con una expresión aburrida en apariencia—. Quería comprobar qué tan comprometido está con el caso y si valía la pena confiar en las autoridades de Konoha después de las respuestas infructuosas de Sarutobi. —Tampoco se contuvo a la hora de quejarse.
El repentino cambio en la actitud de la rubia solo sirvió para confundir más a Shikamaru. ¿Qué diantres? ¿No había amenazado con traer a la policía de Suna tan solo dos palabras antes? Se llevó la mano hacia el rostro y se limpió una gota de sudor inexistente sobre el pliego de piel en la parte superior de su ceja izquierda. Las mujeres podían permutar en actitudes mil veces y él nunca entendería esos cambios. Era siempre como ver a su madre manipulando a su padre cuando quería ejercer su voluntad.
Simplemente… un problema más. Y estar con una celebridad en un Club a media tarde tampoco era algo a lo que hubiese aspirado jamás.
Naruto Uzumaki solía ser juzgado como un hombre que pocas veces apelaba a la total seriedad para resolver sus asuntos. Era más bien distendido en carácter, distraído cuando necesitaba enfocar toda su atención y, tal vez, demasiado positivo para ciertos asuntos que ya no tenían salvación desde la perspectiva de otras personas; no obstante, también era alguien que nunca se rendía, por lo que, esa extraña combinación, le validaba el hecho de haberse metido en el mundo de la política.
Y, en este caso, no iba a dar su brazo a torcer para resolver toda esta situación.
Los golpes que había intercambiado con Sasuke ya no eran más que unos pocos moretones sobre su rostro. Le hubiese gustado decir que al teme le habían quedado algunas marcas de sus nudillos grabados en la tez, pero el imbécil siempre había sido hábil al momento de esquivarlo.
Habían estado hablando luego de ello, normalmente, como si nunca hubiesen estado separados, incluso si a veces sentía que estaba traicionando la confianza de Sakura con ese actuar, pero no había podido evitarlo. Él era amigo de los dos y habían estado juntos siempre desde la primaria, así alejarse de ellos era impensable para el rubio.
Al menos por su parte, porque Sakura tenía bastante tiempo sin hablarle y eso había instaurado una especie de nube oscura sobre su alma que lo hacía ponerse melancólico. No quería presionarla, había podido sentir sus sentimientos erráticos cuando le curó los golpes y cortes cuando él y Sasuke se pelearon, por lo que entendía que estar cerca de él representara una caja de cristal sin oxígeno para su amiga.
No obstante, extrañaba mucho a Sakura y añoraba los tiempos en los que no había más preocupación para ellos tres que terminar la universidad sin morir en el intento.
Soltó el aire mientras se apoyaba más en la fachada del edificio, con la mirada perdida entre el pulcro pavimento frontal de la construcción…
—¿Naruto?
Los ojos azulados se elevaron de inmediato y su cuerpo se volvió un resorte, despegándose inmediatamente de la pared. Era cierto, estaba allí porque necesitaba hablar con Hinata desde aquella primera (y última) vez que la había visto, aunque siempre le había quedado la impresión de que ella lo conocía de antes. ¿Había sido Sasuke quien le había hablado de él? No lo parecía, porque el bastardo nunca hablaba de él con nadie, que él supiese…
—¡Hinata! Qué bueno que saliste. —Su sonrisa se extendió por todo su rostro, barriendo cualquier sombra de tristeza que lo hubiese embargado antes—. No quise entrar a la academia para no incomodar. Pregunté por ti y me dijeron que estabas aquí. El tem… Sasuke me dijo que trabajabas aquí —dijo con rapidez antes de llevarse una mano hasta la nuca y rascarse a modo de disculpa.
Pero Hinata Hyūga casi no reparó en nada más que en la mismísima presencia del sol ante sus ojos. ¡Naruto había ido a verla a la academia! Su pálido rostro se había sonrojado nada más al notar su silueta pensativa reclinada contra la pared. Había dado por hecho que la próxima vez que lo vería, sería con Sasuke de por medio, como la primera vez.
Pero no. Él estaba allí sin Sasuke.
—Y-Yo… bueno… este —profirió palabras inconexas, aunque intentó decir algo coherente con cada bocanada de aire que tomaba.
Seguía pensando que esto era ridículo, que no tenía que ponerse así frente al mejor amigo de su esposo, por más matrimonio de apariencia que fuese. Ella ya no era una niña, pero el nerviosismo que la embargaba las pocas veces que había tenido a Naruto cerca, no le ocurría nunca en otras situaciones. Recordó la aseveración de Sasuke durante la cena en la Mansión Uchiha y la realidad que eso representaba para ella, una bastante absurda, a juzgar que Naruto ni siquiera podía acordarse de ella.
Por supuesto, había pasado demasiado tiempo desde que él la había ayudado durante su etapa de primaria y le había ofrecido su sonrisa deslumbrante antes de decirle que debía cuidarse esa herida en la rodilla, que seguramente en la enfermería no tardarían en atenderla. La imagen de su rostro amable se le había quedado grabada con fuego en la retina y con diez años recién cumplidos, solo podía pensar en príncipes encantados siendo encarnados por la sonrisa kilométrica de Naruto Uzumaki, quien siempre estaba junto a Sasuke Uchiha y otra muchacha de cabello exótico que se llamaba Sakura, quien siempre se había llevado las miradas brillantes que adornaban sus hermosos ojos azules. Embobado por ella y enamorado hasta el límite, seguramente.
¿Aquella muchacha y él estaban juntos hoy en día?
—Oye, de verdad lo siento si te incomodé, ¡de veras! —habló de nuevo al notar que ella no había hilado ninguna oración.
Sus ojos aperlados se llenaron de aprehensión y Hinata negó rápidamente con la cabeza.
—¡N-No! Solo m-me sorprendiste. Eso es todo —pronunció con voz dulce antes de enarbolar una sonrisa—. ¿Querías… hablarme?
—¡Sí, Hinata! Es que… no sé si lo sabes, pero hay cierta situación que ya no puedo ocultar, es incómodo, de veras. Creo que escuchaste algo el otro día… —dialogó con soltura, aunque se notaba un tanto incómodo por la postura de sus hombros.
La joven Hyūga, que recordaba a la perfección los fragmentos escuchados aquella vez, asintió despacio. Por lo que podía intuir, tan perceptiva y reflexiva como lo era cuando la situación lo ameritaba, Sasuke había actuado mal antes de que ambos se casaran, pero no sabía exactamente en qué saco caía todo aquello.
—Creo que… deberíamos hablar en otro lado —sugirió con cierto tono tímido, porque se sentía incómoda conversando sobre eso frente a la academia.
—¡Oh! ¡Claro, claro! —aceptó al momento con un aire distraído y una sonrisa brillante que hizo sonreír a la muchacha.
Minutos más tarde, ambos entraron a una cafetería cercana y se sentaron en un lugar discreto, ambos pidieron según sus gustos y el silencio se erigió durante unos momentos más antes de que, finalmente, Naruto terminara por comerse la cabeza con demasiados pensamientos arremolinados.
—Oye, yo de verdad no quería meterte en esta situación, de veras, pero… —Se rascó la nuca mientras su semblante era empañado por una mueca de incomodidad palpable, como si temiese que, lo que fuera que iba a decir, la lastimase.
Eso la enterneció.
—Nuestro matrimonio solo es en apariencia —susurró, inclinándose un poco sobre el mesón mientras se sonrojaba.
Los párpados del hombre rubio se elevaron, enfocando sus enormes ojos azulados sobre los opalinos de ella y esperó a que el mesero dejara los pedidos para hablar.
—¿En serio? —dijo un poco fuerte al inicio, pero casi murmulló las últimas sílabas antes de bajar un tanto la cabeza—. Ese bastardo no me lo dijo… ¡Disculpa, Hinata! —Lanzó una risita nerviosa ante la grosería, pero ella solo compartió su risa, algo que lo hizo reír un poco más.
—No importa, parece que se tienen confianza suficiente —prosiguió ella, echándose hacia atrás la melena azulada con un gesto delicado de su muñeca. Naruto prestó una inusual atención a ese movimiento, pero ni él mismo se dio cuenta—. Además… escuché que le dijiste que dejó plantada a alguien más el día de su boda —murmuró.
Naruto casi escupió el café.
—¿Hasta eso escuchaste? —cuestionó con un hilillo de voz, a lo que ella asintió.
Hinata asintió, un tanto cohibida por haber escuchado una conversación ajena; no obstante, y a pesar de que Sasuke y ella habían hecho un trato, lo más conveniente era que ella supiese qué era lo que había sucedido antes para que la situación no la tomase desprevenida.
—¿Q-Quién es y cómo pasó eso? —interrogó, preparada para cualquier revelación, lista para recibir la bomba.
Naruto se removió un poco, pero terminó por contar lo sucedido. Hinata solo podía sentirse más y más pequeña con cada palabra que él decía, preguntándose cómo Sasuke había tenido la suficiente sangre fría como para urdir y propiciar toda esa situación que todos vivían.
Al finalizar, la joven se quedó un tanto pensativa y con la mirada afligida. Así que aquella muchacha que siempre había visto con ellos, estuvo a punto de casarse con Sasuke y este la había dejado plantada...
Plantada para casarse con ella, Hinata.
El estómago se le revolvió y se sintió mal de repente. No se imaginaba cómo podría vivir Sakura con eso a cuestas, amando a alguien que estaba casado por obligación con otra; empero, no dejaba de resultar algo que ella podía entender, aunque resultara un poco egoísta. Solamente quien había sufrido el peso del renombre de un Clan sobre sus hombros, podía entender el proceder de Sasuke, incluso si los Uchiha tenían ya a Itachi como el hermano mayor y heredero.
Hinata había podido soportarlo porque, aun cuando en su corazón guardaba un profundo amor del pasado, nunca había tenido expectativas ni esperanzas románticas al respecto. Sasuke y Sakura sí habían estado a punto de casarse y esa pobre mujer había sido dejada en el altar.
—Además... fue tu primo, Neji, quien la llevó a presenciar tu boda con Sasuke —continuó, empujando una mueca de consternación en el rostro de Hinata.
—E-Eso fue muy cruel... —Los matices de su voz se desdibujaban entre aflicciones.
¿Cómo su primo había sido tan osado como para llevar a la pobre chica hasta la razón detrás de su espera y sufrimiento? Sabía que Neji era duro, a veces hasta insensible, pero no sé imaginaba que pudiese hacer algo así, no al menos que la situación realmente lo requiriera.
Pudo notar que los puños de Naruto se habían tensado sobre la mesa mientras relataba todo aquello, pero resultaba sorprendente que todavía le hablara a Sasuke a pesar de lo que hizo con la amiga que ambos tenían en común. Sintió el deseo de preguntar sobre ella, incluso si sonaba fuera de lugar.
—Sakura no es ella misma desde entonces... —Escuchó que él murmullaba, abnegado de tristeza, antes de que ella pudiese preguntarle.
Él también se notaba que estaba mal por la situación, pero no sé atrevió a colocar sus manos sobre alguno de los puños tensos de Naruto para infundir confianza y todo su apoyo; sin embargo, sí formuló la pregunta que había estado rondando su cabeza.
—¿Ella... está mejor? ¿S-Se ha podido recuperar? —habló con un tono bajo, mostrando una genuina preocupación por aquella mujer que no conocía.
El rubio la miró con un nuevo brillo surcando sus pupilas. A pesar de todo lo que le había contado, parecía ser que lo importante para ella era saber cómo estaba Sakura pese a que no la conocía. Hinata tenía un corazón de oro, se le notaba, ¡él lo veía! No entendía cómo había podido vivir casada con el teme por unas semanas, quien no era una persona muy fácil de tratar.
—Bueno, eh... —Se rascó la barbilla con el dedo antes de suspirar—. Hace tiempo que no hablamos, desde que pasó lo que pasó —balbuceó un poco apenado, porque no quería decirle que había peleado con Sasuke y ese mismo día fue la última vez que la vio.
—A pesar de todo, y de que no la conozco, deberías acercarte a ella, Naruto. Puede que esté necesitando tu ayuda y no lo diga porque también eres amigo de Sasuke… —sugirió la muchacha con su timbre tenue.
Uzumaki la observó como si viese el mundo por primera vez.
—¡Eso es, Hinata! ¡¿Cómo no me había dado cuenta antes?! —exclamó, demasiado excitado con esa revelación como para darse cuenta de que estaba casi gritando, pero la amable mujer no tuvo corazón para decirle que bajase la voz, además, tampoco quería.
Repentinamente, le tomó la mano sobre la mesa y ella enmudeció, casi atragantándose con su propia saliva. La temperatura en sus mejillas subió a la par que veía los ojos brillantes y la sonrisa deslumbrante sobre la tez levemente bronceada de aquel hombre que había estado en sus pensamientos desde que lo había conocido.
Y aunque ahora no debería estar en sus pensamientos, parecía que poco a poco empezaba a aparecer de nuevo en ellos con más frecuencia.
Para Izuna, este era otro de esos casos en los que realmente debía presionar más allá de sus límites para que la situación que se manejaba no se fuese de las manos, aunque, esta vez (y para su fortuna) no estaba ejerciendo como abogado, sino como asesor legal de los magistrados para lograr una sentencia satisfactoria.
Otro dilema moral mediante el cual, sin duda, corría mucha agua bajo el puente y en el cual se estaba manejando una suma de dinero importante, a su parecer.
Era un escenario delicado entre dos familias, una más pudiente que otra a todas luces, eso estaba más que claro cuando había solo dos abogados judiciales para la parte denunciante en contraparte a la media docena de abogados privados en la defensa.
Se había acusado a un hombre bastante joven de haber asesinado a una compañera de su carrera universitaria, aunque, hasta ahora, todo parecía basarse en especulaciones, sustentos testimoniales de terceros y una larga fila de empatía desmedida que no valía para nada en cuestiones judiciales. No sabía mucho más de la situación particular de cada familia, pero estaba haciendo lo mejor posible para dilucidar todos lo detalles del caso en compañía de los magistrados.
Había evitado decirle a Madara que se había involucrado (a petición del propio juez) en los tribunales, porque sabía que su hermano mayor no estaba demasiado de acuerdo con el estrés con el que había ejercido la abogacía de manera pública y últimamente sus dolores de cabeza eran más frecuentes que meses atrás.
Si bien el trabajo exclusivo de asesoría dentro de la editorial le servía para tener mucho más tiempo para sí mismo y menos asuntos rondando su cabeza, se sentía mucho más aprisionado. Entendía las recomendaciones médicas y la preocupación de su hermano, pero no podía evitar la sensación de sofoque que lo atenazaba por haber estado demasiado tiempo alejado del estrado.
A veces necesitaba riesgo, competitividad, un verdadero reto del cual pudiese obtener la satisfacción de ganar, incluso si tenía que ser a través de la figura del asesor jurídico. Era todo lo que pedía.
—¿Estás maquinando cómo convencer al jurado de que ese chico es inocente?
Todas las cavilaciones de Izuna se detuvieron en un instante. Aquella voz implacable llena de discordia, solo podía pertenecer a una persona.
Sus ojos negros se elevaron hasta colisionar con la dureza infranqueable de los iris rojizos de Tobirama Senju, quien estaba enfundado con su túnica de fiscal en funciones. Su rostro se desformó en una mueca de total desagrado, como muy pocas veces sucedía cuando no estaba Tobirama cerca. ¿Por qué precisamente él estaba participando en esto? Había esperado no tener que verlo fuera de su horario laboral y, en caso de estar ambos en la misma habitación, debía ser con los magistrados.
—Los asesores no maquinamos, asesoramos, como bien lo sabes —contradijo mientras intentaba mantener la calma.
La expresión neutral en el rostro del Senju no permutó ni un ápice. Tobirama no era estúpido, aceptaba el Uchiha. Tenía una agilidad mental pocas veces vista antes y le había colocado en unos aprietos terribles durante sus años mozos ejerciendo el derecho penal. Había sido una constante piedra en el zapato luego de que Izuna ganara el primer caso público (y sumamente mediático) que ambos habían tenido en cumplimiento de sus deberes y, luego de ello, Tobirama se había remitido directamente a sus aspiraciones en la fiscalía.
Nunca se imaginó que, poco tiempo después, el hermano mayor de ese engendro demoníaco terminaría quitándole la novia a Madara.
Todos los Senju parecían estar marcados para enfrentarse a ellos de una forma u otra, pues hasta tenían también una editorial con un periódico sumamente famoso y respetado.
—No me extrañaría que manipularas tus deberes de una forma poco ética. Después de todo, estás acostumbrado a ello. —Izuna apretó los puños.
Estaba hasta la coronilla de su timbre monótono, sus acusaciones frías y su falta de fundamentos. Izuna actuaba según sus ideales y las pruebas que tenía a su alcance para hilar su recuento de hechos, ¿solo se basaba en su actuación durante los casos en los que habían tenido que participar juntos? Estaba haciendo su trabajo, como él.
—¿Para eso me hablaste? ¿Para discutir conmigo? —Sintió la presión en las sienes y apretó la mandíbula, pero no podía evitar crisparse cuando Tobirama decidía lanzar su veneno contra él.
—Excesivamente emocional, como tu hermano. Has tenido demasiada suerte en tu estadía en los tribunales. Tus clientes con expedientes poco inocentes deben estar orgullosos —aseveró con el mismo rictus de seriedad que siempre manejaba.
Izuna no manejaba esa frialdad ni la falta de reacción del Senju, así que golpeó el amplio mesón con los dos puños a la par que se levantaba. La tensión naciente en los laterales de su cabeza se intensificó, mas no le prestó demasiada atención, ya se le pasaría.
Siempre se le pasaba.
—Senju, ya basta —profirió entre dientes—. Al igual que tú, solo estoy haciendo el trabajo que se me pide que haga y lo llevo a cabo de la manera más imparcial posible.
—Por supuesto, llevando el apellido Uchiha todo puede ser imparcial.
—Deja de utilizar ese apellido como bandera. Soy Akatsuki.
Siempre tendía a colgarse de su apellido oficial para justificar sus acusaciones, pero Izuna solo lo llevaba porque él mismo había querido darle otro cariz, otra cara; además así había entrado a la universidad, con el apellido dado por Tajima cuando supo que él sufría de una enfermedad que arrojó a Madara a aceptar el dinero y atenciones que solo el Clan Uchiha había podido facilitarles en aquel entonces.
Su hermano mayor no lo había ayudado tanto mientras se partía el lomo como para que viniese un Senju cualquiera a desacreditar el esfuerzo que habían hecho por el bien de Akatsuki.
—Eres un Uchiha, y ya sabemos cómo son los clanes influyentes; ¿o intentas convencerme de que Madara consiguió solo todo el imperio que tiene?
—¿Así de influyente como tu clan? ¿Todos apegándose a tus normas siempre mientras tu hermano mayor se dedicaba a seducir a la novia del mío a sus espaldas como un vil traicionero en tanto lo desacreditaba por toda la universidad? —gruñó Izuna.
Aquello alcanzó a formar una mueca de desagrado en los labios de Tobirama.
—Deja a Hashirama fuera de esto.
—Entonces no vuelvas a tener el nombre de mi hermano en tu boca —advirtió mientras lo señalaba, pero el hombre de hebras blancas solo alzó la barbilla, altivo y con mirada afilada.
Una puntada le hizo cerrar los ojos unos segundos. Agradeció que los magistrados estuviesen entrando a la sala. Demonios. Necesitaba un breve descanso, pero no podía.
Alzó la mirada en ese instante. Tobirama había desaparecido ya.
Sakura intentó no bostezar, pero no podía reprimir el acto involuntario de un cuerpo cansado y somnoliento, sobre todo uno que tenía demasiadas horas sin dormir.
Se preguntó por un segundo cómo haría para aguantar otro turno nocturno, pero, quizás, dos manzanas y una mínima cantidad de café hiciesen la diferencia. Oh sí, necesitaría eso.
Resuelta a mantener los ojos de jade bien abiertos cuando ya casi era la mitad de la tarde y quedaba poco para cumplir su horario, volvió a concentrarse en las diferentes plantillas que mostraban las computadoras en las que ella y sus compañeros habían pasado sentados durante bastante tiempo.
Había tenido que admitir que le resultó muy entretenido aprender cosas nuevas mientras era guiada por la voz autoritaria de Madara Akatsuki y su disposición a enseñarles todo lo que se manejaba allí, las formas y la infinidad de códigos internos que mantenían bien a resguardo la información privilegiada de la editorial.
De cierta manera, el pelinegro le recordaba mucho a ella cuando se enfrascaba en su labor en el hospital, entregado y apasionado en su propia burbuja, indicándole paso a paso todo en lo que debía fijarse mientras mantenía un semblante duro y concentrado, pero que no dejaba de parecer accesible y confiable para realizar cualquier pregunta que se presentase.
Había estado con ellos la mayor parte del tiempo, pero se había retirado una hora atrás después de recibir una llamada.
Sí, sí, admitía que mucho se había puesto aburrido sin sus tonos de mando, pero también se alivió porque había dejado de pensar en que realmente no estaba enojada por la situación vergonzosa en la que él la había colocado.
De repente había pensado que podía tener un amigo y, precisamente, ese amigo resultaba ser su nuevo jefe, para variar. Tsunade había sido su mentora y la mujer que más admiraba sobre la faz de la tierra, era su jefa predilecta a la que no cambiaría por nada del mundo, un sentimiento que no compartía (aún, o eso esperaba) un rango de visibilidad con las emociones que Madara había evocado en ella en una sola mañana.
—Creo que ya terminé.
La voz de Kabuto la sacó de su ensoñación y la hizo notar que había cometido un mínimo error de tipeo en la última oración que había escrito, así que la corrigió con rapidez y volvió a soltar el teclado para emitir otro bostezo.
—Ya está listo, aunque… —Se mordió pensativa los labios—, parece que el señor Akatsuki no ha vuelto. —Su nueva forma de llamarlo ante sus compañeros, porque no podía decirle Melena Divina (obvias razones) ni Señor Madara, porque aún seguiría pareciendo demasiado informal con la última denominación.
—Me estoy durmiendo desde hace media hora.
La voz de Shino pareció cortar todo tipo de pensamiento en Yakushi y Haruno antes de que ambos se rieran por lo bajo de lo repentina que había sido dicha confesión.
—Será mejor que nadie oiga eso o el señor Akatsuki te despedirá, o el propio señor Shiranui al notar que no tienes la suficiente pasión para esto. —Kabuto se acomodó sus gafas sobre el pueste de su nariz, aunque mantenía cierta sonrisa burlona que Sakura no pudo evitar corresponder—. Ah, y pensar que hoy me habían invitado a una importante cirugía mayor curativa…
Los ojos verdosos se entornaron por completo en derredor de la silueta del joven de cabello grisáceo y largo.
—¿Estás relacionado con la medicina? —interrogó con entusiasmo, uno que no pareció pasar desapercibido por él, pues ensanchó la sonrisa.
—Toda mi familia está relacionada con las Ciencias, así que quería ser un microbiólogo cuando era un niño, pero me decanté por un camino distinto a todos ellos, como ves —relató con bastante elocuencia—. Letras me apasionó, pero eso no impide que siga interesándome en todo lo que pueda aprender. Mientras más, mejor, sobre todo en un área tan amplia como la existencia de la vida misma.
Sakura parpadeó, maravillada de lo que escuchaba. Era tan… ella. Le devolvió una sonrisa y una mirada brillante. No había hablado demasiado con sus compañeros, pero Kabuto acababa de encender en ella una curiosidad insana por su persona profesional, así que esperaba hablar con él durante más tiempo.
Un alboroto fuera de la oficina causó que el trío virara la cabeza hacia la puerta cerrada.
—¿Y eso? —Ella frunció levemente el ceño, aunque decidió levantarse por completo cuando unos pasos rápidos precedieron al silencio.
Shino y Kabuto la imitaron cuando ella salió, persiguiendo las voces alarmadas que invadían la planta. ¿Qué había pasado?
No tuvo que preguntar demasiado cuando, ahogando un sonido de sorpresa, se encontró con aquella escena inesperada.
El amable señor Izuna yacía en el suelo, inerte.
Pobrecito el Izuna, Tobirama lo bordó hasta el límite. Desgraciado. ¿Qué tal les ha parecido el capítulo? Se vienen dramas, señoras y señores, se vienen dramones. ¡Gracias por leer!
¡Respondiendo comentarios!
Katsurane. Oh, no te preocupes, que lo importante es que luego te pasaste por aquí a avisar y comentar tus apreciaciones. Y sí, se viene de todo pronto mientras nuestros protagonistas afianzan su futura relación, si es que Sakura controla ese temperamento… Aunque no parece que a Madara le afecte mucho, eh, sobre todo si le hace olvidar tan fácil que le mintió.
Muchas cosas están ocurriendo y en algún momento todos van a colisionar de una forma u otra. Ese Obito seguro se amarga más con un hermano como Fugaku, viviendo de apariencias. Amamos a Sai y su buena boca jaja.
El acoso a los pelirrojos es imperdonable, aunque parece que Sasori no necesita muchos escoltas para resolverlo, aquí la víctima verdadera es Gaara. (?)
Madara y Sakura, pues… Ya veremos cómo se desarrollan esos pensamientos con la influencia de uno en el otro, ¡y a ver si alguien se da cuenta de lo que está haciendo esa mujer! Aun cuando, como dices, y con lo testaruda que es Sakura, primero queda con intravenosa antes de decir que trabaja más de lo que debería.
Sasuke necesita un exorcismo, a ver si se va (aquí, contratando al sacerdote Madara jaja)
¡Gracias por tu comentario!
Bry. ¡Gracias por pasarte! Esa es mi especialidad, dejar en suspenso todo jaja. Ah pues mira, mientras más avancemos, más nos iremos adentrando en una parte de ese mundo policiaco, que aquí todo está relacionado…
Izuna es vida, así que esperemos que le haga notar algo importante a su hermano, además de que él quiere que tenga una familia, ay. Y sí, Sasuke se merece su patada, que tiene a la pobre Sakura mal, al menos la situación con Madara hizo que lo dejara un poco de lado, al fin.
Por aquí tienes más Kisame jaja. ¡Espero que te haya gustado este capítulo!
Kou. El dúo super poderoso de estos detectives jaja, pronto más de ellos a medida que avancemos en todo entre mundillo policial y penal. ¿Todos están de acuerdo en que Sasuke necesita unos palazos para que quede como piñata de fin de año? Todas quieren golpearlo.
Pues, Sakura al menos se ha distraído con la revelación de Madara, así que esperemos que pronto ya Sasuke no exista en su cabeza. Exceso de trabajo, le dirá ella. (?)
Ya se destaparán las cosas en su debido momento y ojalá que alguno de los dos se dé cuenta de ello. Me encanta escribir a Ino con Sakura, esa amistad que tanto deseé ver y que iba bien encaminada hasta que un pequeño emo apareció. (?) Sakura con sus nuevos compañeros… esperemos que todos puedan soportarse y tolerarse sin morir en el intento jajaja.
¡Gracias por tu comentario!
Amy. ¡Agradezco tu comentario! Parece que Sasuke no sabe cuándo ni cómo rendirse, no está en su manual, pero esperemos que ya no siga atosigando a la pobre mujer, que le da una ansiedad terrible y la está haciendo tomar decisiones cuestionables, ¿verdad? Eso de no querer tener tiempo para descansar porque quiere evitar pensar, pues… Huy, grave.
¡Mi premio! Jajaja, aquí he puesto un poco más, así que espero que te haya gustado ver a Shikamaru con Temari. Pobre, no entiende a las mujeres el pobre muchacho, pero así lo queremos, con sus nebulosas en el pensamiento y todo. Uhh, GaaIno, quién sabe si habrá, aunque me decanto por el SaIno sin dudas, estéticamente quedan estupendos y en carácter se equilibran.
Me alegra saber que Ino cae tan bien aquí (es que tengo otra historia en la que ella no es el santo de la devoción de nadie, parece). Su relación con Sakura es adorable, me gusta escribirla.
Espero que este capítulo te haya gustado también, sobre todo con lo que siguió de Madara y Sakura tras su encuentro en la oficina. Sakura no sale de una para ir a meterse en otra jaja.
gene44. ¡Gracias por pasarte!
Serenita. ¡Agradezco tu comentario! Gracias por pasarte por aquí, aunque no sea de tus parejas favoritas jaja.
tina. ¡Aquí está la continuación!
