¡Hola! ¡Hola!

Aquí un nuevo capítulo.

Me sorprende lo dedicada que estoy con esta historia. Es increíble jajaja

Cierto es que tengo que decir, que hay momentos donde me pierdo con lo que estoy escribiendo.

Estaba acostumbrada a escribir un capítulo en un mismo día, pero ahora, al ser nueva en el fandom y liarme un poco con los personajes, los sucesos, etc, me requiere mas tiempo, por lo que estoy una semana entera escribiendo un solo capítulo. Un capítulo en el que cada día tengo que releer lo que escribí el día anterior, pero bueno.

Quizás leáis o veáis alguna cosa que no tenga mucho sentido, pero no os preocupéis. En cuanto termine esta historia - que no se dónde irá a parar -, lo corregiré.

Espero de verdad que os guste mucho.

¡Nos leemos abajo!


▹Capítulo 4

X

Senku abrió los ojos en sorpresa, y por un momento el miedo lo invadió. ¿Cómo podía haberse olvidado de algo tan importante?

Kohaku se había golpeado la cabeza repetidas veces, por lo que era muy probable que hubiera sufrido algún daño interno, daño que podría afectar fácilmente a su memoria. Y él, aun sabiendo eso, no lo pensó, no lo imaginó.

Apretó los puños con fuerza y la observó. Tenía el rostro impasible, pero sus ojos mostraban cierta duda.

¿De verdad… no se acordaba de él…?

- Yo…

¿Cómo se supone que debía a proceder? ¿Cómo se supone que iba a hacer que lo reconociera? ¿Se acordaba de ella misma? ¿Y que había de sus seres queridos, de su familia? ¿Hasta dónde había olvidado?

Esas preguntas no dejaban de aparecer en su mente una y otra vez. Por una vez en su vida no sabía qué hacer, no sabía por dónde empezar.

Mierda… Se sentía un maldito inútil…

Tuvo que morderse los labios para no soltar cualquier cosa que se le pasara por la mente. Esa era una situación delicada, y quizás, pese a creer saber que no pasaría, podría llegar a asustarla.

¿Qué debía hacer?

De repente una suave risa hizo eco en el lugar llamando inevitablemente su atención.

El joven líder parpadeó incrédulo mientras abría la boca para soltar un: "¿Eh?"

Estaba confundido.

La chica había soltado una carcajada mientras lo observaba con picardía.

- ¿Y esa cara tan seria, Senku? – preguntó la joven ladeando la cabeza a un lado.

- ¿Tú… sabes quién soy…?

Esa fue la única pregunta que se le vino a la mente. Había dicho su nombre, tal y como siempre hacía. ¿Eso significaba que lo recordaba?

Nuevamente la rubia muchacha soltó otra risa, esta vez más suave que la otra, y mirándolo con dulzura contestó:

- Jamás podría olvidarme de ti…

Lejos de sentirse tranquilo con esa respuesta, el chico comenzó a ponerse nervioso, más aún al comprender lo que estaba pasando. La chica había osado engañarlo.

- ¿Me has mentido? – preguntó agachando la cabeza pese a saber la respuesta. Quería confirmarlo al diez billones por ciento.

- Digamos que ha sido una pequeña broma. – contestó Kohaku riendo. Pocos segundos después dejó de hacerlo. Estaba viendo como el chico apretaba los puños, probablemente molesto, y por supuesto que aquello la sorprendió a la par que preocupó. - ¿Senku…? – lo llamó.

Él se dedicó a mirar sus pies, firmemente apoyados en el suelo, mientras maldecía mentalmente a la chica.

- ¿Tienes idea de lo preocupado que estaba…? – murmuró casi para sí mismo, sin embargo, logró alcanzar el buen oído de la chica. - ¿Tienes idea… del miedo que pasé…?

- Senku…

La muchacha esperó a que el chico le gritara y regañara por hacer ese tipo de bromas, incluso pensó en la posibilidad de ser completamente ignorada por él, pero grande fue su sorpresa al ver la decepción en su mirada.

Lo vio suspirar y tras unos segundos, alzar nuevamente la cabeza posando la vista sobre ella.

- Me alegro de que estes bien. – soltó.

Y lentamente le dedicó una suave sonrisa. La chica parpadeó claramente confusa, y tras unos segundos lo imitó para posteriormente estornudar.

- Hace frío… - susurró, y por un instante sus ojos observaron el lugar en el que se encontraba. – Esta… es tu casa…

- Diez billones de puntos para ti, leona.

La muchacha giró rápidamente la cabeza hacia él, y como siempre hacía, quiso gritarle que no era una leona, sin embargo, antes de poder abrir la boca, perdió el equilibrio y cayó hacia a un lado.

Senku se incorporó con rapidez hacia adelante, y abriendo los brazos la apresó contra su cuerpo.

- Tonta, no hagas movimientos tan bruscos. – la regañó. - ¿No ves que no estas recuperada?

- ¿Recuperada…? – repitió lentamente. Su cabeza, previamente apoyada sobre el pecho del chico, no dejaba de darle vueltas. Estaba mareada. - ¿Qué ha pasado…?

- Te caíste, por un acantilado. – explicó pausadamente. Sabía que tanta información de golpe, no sería bueno para ella. – Fue mientras luchabas con un monstruo. O eso fue lo que dijo Suika, aunque estoy seguro de que simplemente era un animal grande.

- ¿Acantilado…? – susurró. Parecía estar analizando lentamente cada palabra dicha por el chico. – Monstruo… y… Suika…

Por fin, después de unos segundos, comprendió la situación, y dándole un pequeño empujón a Senku, se apartó de él.

Antes de poder preguntarle que ocurría, vio a Kohaku alejar las sábanas que la habían estado abrigando todo ese rato, y saltar de la cama dispuesta a correr hacia la salida.

Un solo paso, eso fue todo lo que la chica logró antes de caer duramente contra el suelo.

- ¡Oye! – le gritó el joven líder yendo a auxiliarla. - ¡¿Qué pretendes, idiota?! ¡¿No te he dicho que no estás recuperada?! ¡Ni siquiera te he examinado!

El muchacho alargó la mano para ayudarla a ponerse en pie, sin embargo, ella la apartó de un manotazo.

Senku quiso reclamarle aquello, cuando de repente la feroz mirada de la chica se posó sobre él.

- Tengo que ir… con ella… - murmuró la rubia apoyando ambas manos sobre el suelo. Con la poca fuerza que tenía, hizo presión hacia arriba ayudándose a sí misma a incorporarse. – Tengo que ver cómo está…

El chico la observó con seriedad. La entendía. El amor que la chica tenía por esa niña era enorme, y uno de los motivos por los que ella estaba en esas condiciones fue por haberla salvado. Estaba claro que lo primero que iba a hacer era ir a verla. Sin embargo, tenía que ser realista: no se podía apenas mover.

- Suika está bien. – le comentó el oji-rojo. Estaba seguro de que aquello no iba a poder detenerla, así que segundos después, y tras no obtener respuesta, comenzó a caminar hacia ella. – Está bien.

- Tengo que verla… - repetía la chica.

Su rostro estaba pálido, y Senku lo notó. Tan solo hacía unos minutos que la chica había despertado y dejado su cama, y sabía que el esfuerzo que estaba haciendo no era tan grande si pensaba de quien se trataba. Pero, aun así, su cuerpo estaba débil y a gritos le pedía un gran descanso. De no hacerlo de inmediato terminaría nuevamente en el suelo, y esta vez no podía levantarse tan pronto como pensaba.

Dando dos pasos más logró alcanzarla, y sabiendo que con las palabras no iba a poder pararla, se posicionó frente a ella bloqueándole el paso.

La vio alzar la cabeza para observarlo, y pese a querer fulminarlo con la mirada, no lo consiguió.

- Apártate… - susurró. Estaba perdiendo incluso la fuerza para hablar. – Necesito ver cómo está…

- Ella está bien. – repitió por tercera vez. – Así que vuelve a la cama.

Kohaku chasqueó la lengua, dio un paso más hacia él, y sin previo aviso, le agarró lo más fuerte posible de la camiseta.

- Tengo que verla, Senku… Yo… - Su voz sonaba molesta. Quería intimidarlo, o al menos intentarlo, pero estaba claro que aquello no funcionaba.

Segundos después, Senku la vio temblar. Por un momento pensó que debía tener frío, al fin y al cabo, tan solo llevaba puesta su ropa interior. Demasiada piel al descubierto incluso para una leona como ella. Rápidamente se dio cuenta de que los temblores no eran debido a las bajas temperaturas. Había escuchado con total claridad un pequeño sollozo salir de ella.

- ¿Leona…?

Separó un poco los labios al verla alzar la cabeza nuevamente hacia él mostrando así sus lágrimas caer.

- Por favor, Senku… Déjame ir a verla… - pidió.

Lo último que quería él era verla sufrir aún más, pero tampoco quería arriesgarla a que terminara aún peor. No podía. Su salud era lo primero.

- Eres una molestia… - susurró Senku.

Kohaku se mordió el labio inferior y agachó la cabeza herida por esas palabras. Estaba preocupada por la niña. Recordaba haberla visto bien antes de caer por el acantilado, pero no sabía que había pasado después. ¿Y si estaba herida? Necesitaba ir a verificarlo por sí misma, aun si eso implicaba ir en contra de Senku.

- Siento ser una molestia… - logró decir. Y lentamente fue soltando el agarre que aún tenía sobre él. La mano del chico se lo impidió, y colocándola encima de la suya, la mantuvo nuevamente allí quieta. - ¿Eh?

Antes de poder hacerlo por sí misma, el chico posó su otra mano sobre la fría mejilla de la chica y con el dedo pulgar, alzó su barbilla obligándola a verlo a los ojos una vez más.

Kohaku sintió el calor del chico recorrerle lentamente el cuerpo a través de su rostro y la mano que aún tenía presa. Pudo notar como los latidos de su corazón iban en aumento, y supo que esos no eran debido al esfuerzo echo.

- Leona… - susurró el peliverde. En otras ocasiones la muchacha le habría dado una buena reprimenda por llamarla de esa manera, sin embargo, el suave tono que había usado y la dulce mirada que le dedicaba, le impedían abrir tan siquiera un poco la boca. Estaba casi como hipnotizada. ¿Acaso era algún tipo de brujería? – Siempre has creído en mí. – habló. – Sin contar a Taiju y Yuzuriha, tú fuiste la primera en creer en mí, y dedicaste cuerpo y alma para que el resto de tu gente también lo hiciera. Nunca dudaste de mis palabras, pese a no entenderlas del todo, y nunca dudaste ni de la ciencia ni tampoco de mí.

- "Senku…"

No sabía bien a dónde quería llegar, pero el que él se hubiera fijado en ese detalle, que ni ella había notado, la dejó, al igual que la primera vez que se conocieron, embelesada.

- ¿Por qué dudas ahora? – terminó por preguntar.

Así que se trataba de eso…

- Yo… no quiero dudar… - contestó aferrándose con la mano que tenía libre a su camiseta, esta vez con más delicadeza. – Pero Suika…

- Suika está bien. Está perfecta. – respondió una vez más. – Está tan alegre y energética que siempre. Y eso es gracias a ti, y también gracias al hombre sonar.

- Ukyo… - susurró su nombre. Se había olvidado de él. Estaba tan centrada en la pequeña, que había olvidado por completo a su compañero, a su amigo. - ¿Él está bien?

Senku sonrió de lado. Por fin parecía estar más tranquila.

- Está herido, pero fuera de peligro. – respondió. El rostro de Kohaku se afligió. – Pero está bien.

- Quiero verlo.

El joven líder suspiró. Esta leona no tenía remedio.

- Estoy intentando convencerte de que no vayas a ver a Suika, de que primero debes descansar. No me des más trabajo, ¿quieres? – pidió mostrando cierta molestia.

- Pero…

- Se acabó. Nada de peros y nada de movimientos. A la cama. – finalizó, y sin dejar que la chica contestara, colocó un brazo detrás de su espalda baja y otro bajo sus piernas. Con la poca fuerza que lo caracterizaba, alzó a la muchacha y con algo de dificultad comenzó a caminar hacia la cama.

Agradeció mentalmente de que estuviera tan solo a unos pasos. Con cuidado, dejó a la chica sobre el colchón, y agarrando la manta, se la lanzó hasta el cuello tapándola de inmediato.

- ¿Senku…? ¿Desde cuando eres capaz de cargarme? – inquirió gratamente sorprendida.

- Mientras sea un periodo corto de tiempo, soy capaz de alzar cosas pesadas. – respondió levemente ofendido. – Has dormido durante casi dos días, pero todavía es de noche. – le comentó observando por la ventana. – Deberías descansar un poco más. Por la mañana me ocuparé nuevamente de tus heridas y de examinarte más a fondo.

Kohaku lo observó caminar mientras soltaba esas palabras. Tenía el rostro serio.

- ¿Dónde vas? – le preguntó.

- Tengo trabajo que hacer.

Y así era. Aun le quedaban varias medicinas para hacer, y el ungüento para la chica se estaba por terminar. Cuanto antes lo hiciera, antes terminaría. ¿Y qué mejor momento que por la noche, cuando nadie lo interrumpiría?

- Ya veo… - susurró. Una pequeña ráfaga de aire entro por la ventana haciéndola estremecer, y en cuanto quiso darse cuenta su cuerpo comenzó a temblar. – Hace frío…

- Es normal. Estamos entrando en invierno, y ahora mismo solo llevas puesta la ropa interior. – respondió, y buscando con la mirada algo más para cubrirla, encontró su chaqueta. – Ten, ponte esto de momento.

- Gracias.

Kohaku se incorporó quedando sentada y alargando el brazo agarró dicha prenda. La observó brevemente, y finalmente, notando su piel erizarse por el frío, se la colocó. Un agradable calor comenzó a invadirla y segundos después soltó una pequeña risa.

- ¿Qué ocurre? – quiso saber el muchacho.

Ladeo la cabeza a un lado al verla acariciar con cuidado el pelaje de la chaqueta.

- Es solo que… es suave… - respondió ella. Senku parpadeó confuso. Claro que lo estaba. A punto estuvo de abrir la boca para contestarle con obviedad, sin embargo, antes de poder hacerlo, Kohaku giró el rostro en su dirección, y dedicándole su más hermosa sonrisa, soltó: - Huele a ti…

- ¿Eh?

Por un momento el muchacho pensó que estaba burlándose de él. Pensó que quizás, esas palabras, eran un intento de molestarlo, que lo que quería decir era que olía mal, pero aquella sonrisa, aquella mirada y sus sonrojadas mejillas, contradecían todo lo anterior pensado.

- Me gusta… - continuó diciendo, y como si fuera lo más normal del mundo, escondió su rostro bajo el cuello del abrigo y aspiró su aroma. – Me gusta tu olor…

Fue allí cuando sin verlo ni preverlo, el corazón del chico comenzó a aumentar el ritmo de sus latidos.

- "Leona ilógica…" – pensó girando la vista a un lado. Escuchó otra risa proveniente de ella y suspiró. – Por la mañana le diré a Ruri que traiga tu ropa y te ayude a vestirte.

Kohaku quitó la sonrisa de inmediato y agachó la cabeza.

- ¿Cómo está ella…? – preguntó.

El tono de voz que usó lo sorprendió, por lo que nuevamente alzó la cabeza para mirarla. Sonaba débil, y no era para menos. Su rostro mostraba cierta tristeza, cierta culpa…

- Está bien. – respondió. – Preocupada por ti, pero está bien.

- Ya veo…

Tenía una pequeña sonrisa dibujada en su rostro, sin embargo, se notaba de lejos las ganas que tenía de levantarse y correr a su encuentro. Lo último que quería la chica era preocupar a alguien, y mucho menos a su adorada hermana.

- Así que, si no quieres preocuparla más, duérmete. – añadió el chico caminando hacia su escritorio.

- Tú también deberías dormir.

Aquello, lejos de alegrarle, lo molestó.

- ¿Por qué todos ignoran que tengo trabajo? – se quejó.

Primero el mentalista y ahora la leona. Vale, sí, quizás para ellos no era importante lo que hacía. Quizás no era sumamente importante a comparación de otras tareas que requerían de su total atención, sin embargo, para él, hacer otra cosa que no fuera trabajar en la despetrificación, era su manera de descansar.

Estaban entrando en la peor época del año. Un invierno en la era moderna de hace tres mil años, no era nada. Tenían sus casas previamente construidas, y con materiales que impedían al frío entrar. Tenían mantas, sabanas, agua caliente, calentadores eléctricos, estufas…, todo lo necesario para evitar caer enfermo, y, aun así, si alguien llegaba a enfermarse, había centenares de medicinas distintas para combatirlo.

Todo era mucho más fácil... Ahora, sin embargo, debían sobrevivir a un invierno aún más frío que los anteriores y con escasos recursos.

No podía pasarlo por alto. Tenían que estar preparados por si algo pasaba en los casi tres meses que ese invierno podía durar.

- Me preocupas, Senku. – comentó la voz de la muchacha trayéndolo de nuevo al presente. – Quizás no lo has notado, pero empiezas a tener ojeras…

- Es normal. – contestó restándole importancia. - He hecho de medico durante dos días y casi no he dormido. Y a eso hay que sumarle al sueño acumulado de los días previos.

Kohaku frunció el ceño y volvió a agachar la cabeza.

- Lo siento mucho, Senku… - soltó.

- No es tu culpa, leona. – Le dedicó una pequeña sonrisa intentando calmar la angustia que probablemente tenía. Solo a ella se le ocurriría echarse la culpa de algo que él había decidido hacer por sí mismo.

- No soy una leona…

El joven líder no pudo evitar soltar una carcajada al verla hinchar las mejillas a modo de enfado al mismo tiempo que se dejaba caer de espalda sobre el colchón.

- Sí, sí, lo que tú digas.

Finalmente, Senku se sentó en la silla frente al escritorio y observó todas las plantas esparcidas en el lugar decidiendo así, por cual debería empezar. Alargó su brazo dispuesto a agarrar el mortero y poder así empezar el trabajo. Notó sus dedos tocar dicho objeto, cuando, sin previo aviso, las palabras de la chica lo detuvieron.

- No me importa si te acuestas conmigo. – escuchó.

Con el rostro descolocado, y el miedo en sus ojos, el chico giró lentamente la cabeza hacia atrás para mirarla.

- ¿Eh?

Fue lo único que pudo soltar. Su mente seguía procesando esas palabras al mismo tiempo que, su lado más racional, intentaba evitar tener imágenes indecentes y, a decir verdad, bastante cuestionables.

- Al fin y al cabo, es tu cama. – expresó ella mirándolo impasible. - Se que no me dejaras marchar hasta que no me recupere, pero tampoco quiero que por mi culpa no descanses apropiadamente. Y tu cama es grande. Caben dos personas. Diría que hasta tres.

Así que de eso se trataba…

Senku dio una gran bocanada de aire, para segundos después soltarlo en un largo suspiro. Por un momento se había asustado.

- Deberías de pensar en las palabras que vas a usar antes de soltarlas. Podrían tacharte de pervertida. – le regañó dándole de nuevo la espalda.

- Lo digo en serio…

- Yo también. Puedes llegar a confundir a la gente, ¿sabes?

Kohaku lo observó extrañamente calmada. ¿Por qué no quería descansar un rato? ¿Por qué parecía no querer acercarse a ella…?

- Solo… me preocupo por ti… - murmuró débilmente.

- ¿Y cuando vas a empezar a preocuparte por ti?

La muchacha alzó la vista hacia él con sorpresa. El tono de voz que había usado era duro, casi como una reprimenda.

- ¿Eh?

- Lo único que he escuchado desde que has despertado, es si Suika, Ukyo y Ruri están bien, y ahora, sin venir a cuento, te estas preocupando por mí. – dijo. - No son ellos los que lucharon contra un animal y cayeron desde 20 metros de altura.

- Lo siento… No puedo evitarlo.

La chica siempre había sido sincera con sus palabras, y siempre tenía cuidado de no herir a los demás, e incluso estaba para todos los que la necesitaran. Es por eso por lo que muy pocas veces había pedido perdón. Ahora, en cuestión de minutos, lo había hecho casi cinco veces.

- Pues empieza a hacerlo. Resulta molesto estar cuidándote.

Él era así, y ella lo sabía. Mostrar amabilidad, simpatía e incluso cariño hacia otras personas, no era algo propio de él. Y si lograba expresar alguno de esos sentimientos, lo hacía de la manera más cuestionable posible. Ella lo sabía, por eso mismo no les dio importancia a esas duras palabras.

De alguna forma sentía que estaba preocupado por ella, y que esa era la manera que tenía de expresarlo e incluso cuidarla.

- Lo siento… - repitió.

- Si sí. Tú solo duerme.

Segundos después el silencio reinó el lugar. Tan solo el sonido del chico machacando las plantas se escuchaba allí, y lo hacía tan despacio y suave, que apenas era audible.

Senku imaginó que la muchacha por fin estaba haciendo aquello que tantas veces le había mandado, por lo que, intentó hacer el menor ruido posible.

Kohaku por su parte, pese a querer hacerle caso al peliverde, no podía. Estaba tan preocupada por él que se dispuso a observarlo en total silencio.

Era un chico delgado, siempre lo había sido, pero con el correr del tiempo, había podido ver como su físico había ido cambiando. Quizás él no lo notaba, y mucho menos sus compañeros hombres, pero ella, quien siempre tenía la vista puesta sobre él, lo había hecho.

Su espalda era más ancha que antes, y sus brazos tenían algo más de musculo.

Sin saberlo, el chico se había estado ejercitando poco a poco debido al peso que solían cargar y a las largas caminatas que daban en busca de algo que necesitaran en ese momento.

Lo podía ver. Sus brazos habían crecido, al igual que sus piernas. Estaba más fuerte. Incluso ahora era capaz de alzarla.

Una pequeña sonrisa surcó sus labios.

Senku se estaba volviendo todo un hombre…

Lo vio girar la vista hacia un lado para agarrar algo, y nuevamente volverla a posar al frente. Fue allí donde su sonrisa se marchó.

Había sido breve, pero estaba segura de haberlo visto.

El chico estaba luchando por mantener sus ojos abiertos. Lo vio tallarse los ojos con fuerza, y no pudo evitar soltar un pequeño suspiro.

- Senku. – lo llamó.

- ¿Qué quieres?

Su voz sonaba un poco más ronca que antes, debido quizás, al sueño acumulado.

Era un idiota.

- Ven a la cama. -soltó.

Y Senku giró la vista hacia ella levemente sorprendido.

- ¿Eh?

- No de manera pervertida. – recalcó ella al ver su miedosa mirada. - Quiero que duermas. Un poco.

Un chasquido salió de los labios del peliverde y mirándola, esta vez molesto, volvió a su trabajo.

- Y yo quiero que me dejéis en paz.

Kohaku calló. Lo sabía bien, y de verdad que no quería molestarlo, pero también había escuchado miles de veces y por su parte, que el descanso era primordial para hacer un buen trabajo. ¿Cuánto llevaba él sin dormir apropiadamente?

Tenía que hacer algo…

- Senku… - lo llamó de nuevo. Él no contestó, sin embargo, segundos después, soltó un pequeño sonido de sus labios, dándole a entender que la escuchaba. Ella continuó. – Tengo frío, pero… me noto algo caliente…

Esta vez, el chico giró el cuerpo entero hacia ella.

- En serio, leona, deja de soltar frases así sin pensar. Es peligroso. – regañó con el ceño fruncido. Sin embargo, al escucharla toser de nuevo, se levantó rápido del asiento. - ¿Fiebre?

- Yo… no lo sé… - contestó ella débilmente. - ¿Lo tengo?

- Deja que mire.

El chico se acercó a ella y sin dudar, colocó una mano sobre su frente. Una fracción de segundos le bastó para saberlo. Sí, estaba caliente, no tanto como la noche anterior, pero estaba seguro de que, si no procedía ya, iba a ir en aumento.

Apartó su mano de inmediato y se giró para ir en busca del agua. Iba a lavarla y ponerle la toalla como había hecho la última vez. Dio un paso hacia atrás, cuando sin esperarlo, se vio cayendo hacia la cama y ser tapado por la manta.

El chico parpadeó confuso al ver a la chica tumbada frente a él sonreírle.

- ¿Qué crees que haces? – inquirió con una vena sobre su frente.

- Obligarte a descansar. – respondió ella con total sinceridad. Lo agarró del borde de la camiseta al verlo intentar moverse, probablemente para salir de allí. – Tienes que descansar.

- Ahora mismo tengo que hacer que la fiebre te baje.

- Eso no es importante.

Aquello molestó al muchacho. ¿Acaso no sabía de los peligros que había en esa época de contraer algún tipo de enfermedad? ¿No era consciente?

- Lo será si no me dejas actuar ya. – le dijo. Ella frunció las cejas e hincho las mejillas a modo de enfado causando en él aún más molestia. Diecinueve años y se comportaba como una cría. - Va, suéltame.

- No.

- Leona.

- No soy una leona. – contestó ella.

Senku tenía una mirada de reproche, y ella sabía que no se estaba comportando bien, pero…

Lo escuchó suspirar y seguidamente soltar una pequeña risa.

- Esta bien. – contestó finalmente. - Descansare un rato mientras te vigilo, pero en cuanto te duermas me levantaré y seguiré con lo mío, ¿estamos?

- ¿Me lo prometes? – preguntó con los ojos en forma de estrella. - ¿Lo harás?

Senku suspiró una vez más.

- ¿Qué eres, una niña?

- Me da igual si lo parezco. – soltó ella con el ceño levemente fruncido. - Solo prométeme que descansaras.

- Sí, sí.

- Pro-me-te-lo.

- Sí, leona. Te lo prometo. – contestó.

Y aunque Kohaku podía haber dudado de sus palabras, no lo hizo. Confiaba demasiado en él.

- Gracias. – soltó y dedicándole una última sonrisa, se llevó la manta hasta el cuello y cerró los ojos.

El muchacho se la quedó observando, asegurándose así, de que efectivamente intentaba dormir. No se fiaba demasiado después de haberse casi peleado con ella para que lo hiciera. Cuando quería, la chica podía llegar a ser muy testadura.

Minutos después parpadeó confuso al escucharla respirar un poco mas fuerte. Estaba dormida.

Senku sonrió de lado mientras negaba con la cabeza repetidas veces. Realmente testadura.

El joven líder quiso levantarse y así continuar con su trabajo, al menos, un rato más, sin embargo, una ráfaga de aire entró por la ventana haciéndolo estremecer.

- Maldito frío… - murmura.

Sintió a la chica moverse a su lado y cuando quiso darse cuenta, tenía su cuerpo pegado al suyo. Posó su vista en ella y la vio tiritar. Una pequeña sonrisa surcó sus labios al verla fruncir el ceño.

Tonta…

Alzó la vista hacia la ventana y no pudo evitar suspirar mentalmente. La leona tenia razón. Por la posición de la luna calculó que debía quedar poco más de cuatro horas para que saliera el sol, y a decir verdad su cuerpo le pedía un pequeño descanso. Tenía que dormir, por mucho que no le gustara.

Finalmente se dio por vencido. Se terminó de acostar bajo las sábanas, y observando a la muchacha, aun temblando, frente a él, se acurrucó a su lado.

Kohaku pareció notarlo, así que, aun dormida, se acercó más a él pegando su rostro contra su pecho. Senku parpadeó confuso, pero no la apartó. Alargó su brazo no muy convencido de lo que iba a hacer, y con él, rodeó la delgada cintura de la chica. Con suavidad la acercó aún más a él para terminar de abrazarla y así darle el calor que buscaba.

No sabía a ciencia cierta si lo que estaba haciendo era correcto o no, pero en esos momentos no pensó nada más que en abrazarla, en sentir ambos el calor del otro, y en escuchar su calmada respiración. Eso, era lo único que necesitaba.

Y dándole un último vistazo al rostro descansando en paz de la chica, cerró los ojos quedando a los pocos minutos profundamente dormido.

X


¡Fin capítulo 4!

¿Qué tal? ¿Qué os ha parecido?

Sé que quizás hay algo que no os cuadre. La actitud de Senku, la pasividad de Kohaku, etc, pero recordad que, pese a haberme visto la serie, la estoy viendo de nuevo pausadamente, tranquila y analizando las actitudes de los personajes para conocerlos un poco más.

No me juzguéis pls XD

Sin mas que decir:

¡Nos leemos próximamente!