Naoko había pasado las dos últimas semanas sola. Pudo levantarse, porque las cosas que Akaza dejó a su alcance cumplieron su propósito. Buscó comida, luego de poder sobreponerse a la vista del cadáver putrefacto en el suelo. Pero le tomaba horas comer, hasta que su estómago se asentaba.

Cuando esto pasaba, se sentaba fuera dónde el olor a muerte era llevado por el viento, y comia, principalmente frutas y agua.

Por las tardes tomaba su medicina, y se quedaba quieta, dormida, para que sus costillas sanen. El tobillo, por otra parte, ya estaba totalmente deshinchado...lo movía regularmente para ganar elasticidad y movimiento.

Las primeras noches esperó a Akaza. Pero no hubo rastro de él. Se preguntó cuántos demonios habría a su alrededor y cuánto tiempo más les tomaría hallarla, medio rota y sola, era una presa fácil. Algo le decía que no todos tenían los principios que Akaza había mencionado.

El verano apretaba sin piedad. Por las noches hacía tanto calor que debía dejar el shōji abierto, esperando por una brisa, un alivio aunque sea momentáneo. Dormir era difícil. Las costillas ya no le dolían tanto pero el calor...el calor no daba tregua.

Una noche infernal estaba sentada fuera. Sudaba, y el pequeño abanico que tenía no parecía ayudar.

-Parece que estás mejor.-

Naoko se sobresaltó tanto que las costillas le dolieron. Se volteó para ver a Akaza justo detrás de ella, en cuclillas.

Sus ojos se encontraron a la misma altura. A corta distancia eran impactantes y verdaderamente llamativos. El iris amarillo le recordaba al color que suelen tener los gatos y la esclerótica, de un tono celeste azulado, era surcada por finas líneas negras. Las pestañas abundantes del mismo color de su cabello le daban un toque muy vistoso. Esta vez, más cerca que otras veces, pudo ver que en sus ojos llevaba algo escrito. Y eso le resultó cuiroso.

"¿Que es una Tercera Creciente?" Pensó.

Pero, en cierta forma y por descabellado que suene, se alegró de verlo.

Le sonrió. Le sonrió sinceramente y asintió con la cabeza enérgicamente. Akaza no dijo nada, pero le devolvió la sonrisa.

Se sintió estúpido. Y pronto la borró de su cara. "¿Que es esto de andar sonriéndole a humanos así?" Pensó. Por alguna razón esa voz en su cabeza sono más parecida a la de alguien más. Aterrador.

Y se aclaró la garganta.

-Esperaba que vinieras...-Dijo ella.- quería darte las gracias.-

Akaza reprimió una nueva sonrisa. Esa sensación... agradable. Incorrecto. Inadmisible.

Todo el tiempo que no se presentó ante ella, estuvo rondando la casa. Por las noches la observó, incluso dormida. Realmente quería que está mujer viviera...había visto el espíritu de lucha en ella y le agradó. Estaba débil y peleó. Peleó porque quería vivir.

Alguien...algo en su mente pareció brillar y pasar fugazmente.

Se merecía una oportunidad.

Se sentó a su lado, observando la luna.

-Elegi está casa esa noche porque la estudié por semanas y no vi ni mujeres ni niños.- dijo finalmente.- ¿Por qué estabas encadenada?-

Naoko se tensó y Akaza pudo sentirlo. Había tocado un punto neurálgico.

Silencio.

Un corazón acelerado y manos que agarran con fuerza. Ojos vidriosos.

Más silencio. Y entonces...

- Bueno... digamos que... él era un demonio humano, si es que eso era posible.-

- No lo creo.- Dijo él.- Dio una pelea digna pero no lo suficiente.-

- No físicamente. Él era perverso de corazón. Me compró en una okiya.- la voz era suave. Casi fantasmal.- me prometió una casa. Amor y una familia. Pagó mis deudas en la casa y me trajo aquí.-

Naoko se abrió a Akaza, le contó cómo llegó hasta allí casi sin quererlo y él la escuchó atentamente. Había dolor, tanto dolor en la vida de esta mujer, la muerte hubiera sido una salida aceptable. Y aún asi, peleó...

- ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué peleaste esa noche para que no te matara si hubiera sido una salida fácil?- Dijo él.

- No soy una persona que elija los caminos fáciles. Supongo que no lo hago de forma consciente.-

Él no dijo nada. Pero no pudo evitar sentirse enojado.

Era ese tipo de hombre al que él detestaba. Hombres que se aprovechaban de los más débiles. Que no peleaban.

"Cómo veneno en el agua."

El pensamiento tan aparentemente descolocado llamo su atención. Ella...ella le recordaba a alguien definitivamente, alguien de su vida humana.

Pero había pasado tanto tiempo. Él no quería esos recuerdos, no los tenía, o al menos eso se dijo a si mismo. Y su ausencia facilitaba las cosas. Apretó los ojos con fuerza y se puso de pie.

Sacó de un bolsillo unas hierbas secas. Las misma que usaba Naoko para su te analgésico. Y se las entregó.

- No crecen lejos de aquí. Pronto traeré más- le dijo.

- Gracias, Akaza.- contestó ella.

Su nombre en la voz de Naoko se sintió tan extraño. Agradablemente extraño.

Y volvió a irse.