Disclaimer: Black Clover no me pertenece.
De las expectativas (o de la falta de ellas)
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No es que no pueda soportarlo, pero realmente, luego de despachar lo más educadamente que puede a la tercera dama que se le acerca con evidentes motivos ulteriores, se pregunta qué está haciendo allí. Y más importante aún; por qué no se ha ido.
A lo primero, se responde simplemente que, como es la fiesta de compromiso del hijo de Lord-no-sé-qué (algún conocido de la familia, supone) la idea es que le vean ahí. A lo segundo, no sabe bien; hay varias opciones, como que, si desaparece de repente, su hermano mayor no estará feliz con él, cuando ambos saben que Leo (muy a pesar de ambos) se parece más en ese aspecto a su hermana (y es por eso que ella no está ahí en primer lugar).
Claro, pero lo que se espera de él no es que se parezca a Mereoleona (fuerte, salvaje y demasiado independiente como para comportarse en lugares públicos como a otros les gustaría), sino que a su hermano Fuegoleon (igual de fuerte, sí, pero con un mejor dominio del protocolo real en eventos públicos).
Leopold suelta un resuello amargo contra el canto de la copa casi llena que lleva en la mano, más por mantener las manos ocupadas que por otra cosa, un poco receloso de los efectos del alcohol en su sangre.
Ser el cachorrito de sus hermanos mucho más mayores que él, definitivamente no es tan genial cuando todo el mundo (o, mejor dicho, nadie en absoluto) espera algo de él. En eso, piensa no sin cierta amargura, se parece un poco a Noelle, a quien el desprecio de parte de sus hermanos mayores, la colocaron en una posición tan desventajosa, no solo respecto de ellos mismos en su primera infancia, sino que también respecto de las familias aristócratas, hasta el punto de ser virtualmente excomulgada de la casa familiar para llegar a parar al peor escuadrón de Caballeros mágicos del Reino (lo que solo sería positivo viendo, en retrospectiva, cómo ha evolucionado Noelle en compañía de ese grupo de inadaptados).
Y hablando de su prima…
Leopold no esperó verla en ese evento. Es decir, sí, es cierto que luego de la invasión de los Elfos al Reino, ella logró hacer un poco las paces con sus abusivos hermanos y con eso, también volvieron a invitarla, como miembro de la familia Silva, a las (tediosas) fastuosas fiestas de las altas cúspides de la sociedad mágica. Pero este evento es de la nobleza, no de los Caballeros mágicos, así que, allí donde pudo haber estado ella flanqueada por su enorme y aterrador capitán de escuadrón o Asta, que le brindarían seguridad y protección, ahora hay una chica que, aún con su porte de princesa y su aire orgulloso, está bastante fuera de su elemento, perdida por años de abandono, rodeada de gente que no hace mucho tiempo, la sindicaron como a la "mayor desgracia de la realeza".
(El hecho de que Mimosa la esté acompañando solo hace que todo sea tragicómico, ya que Mimosa, si bien es una chica tan bonita y delicada como la otra, puede ser tan o más intimidante que el propio capitán de los Toros negros, si debe serlo).
De cualquier forma, las cosas para Noelle han mejorado y Leo no puede no estar feliz por ella.
Su hermana Mereoleona siempre tuvo debilidad por Noelle. Siempre le dijo que no fuera como los "pelmazos estirados" de los Silva, ni los otros miembros de la nobleza, y que la tratara bien, lo que, claro que haría de todos modos; no había ninguna razón en absoluto para no hacerlo. Es decir, todos saben la razón por la que Noelle no fue querida por sus hermanos, y como él lo ve, son puras patrañas: ningún recién nacido es culpable de la muerte de su madre. Noelle no tendría porqué ser la excepción. Y sobre su aparente ineptitud mágica, que fue la razón por la que acabó en los Toros negros en lugar de las Águilas plateadas, como debió haber sido, más tarde quedó establecido que fue culpa de su inmenso poder mágico (énfasis en "inmenso") el no poder controlarlo bien. Si incluso sus hermanos dicen que pasaron por algo así de niños.
(Claro, aún recuerda su aventura en el volcán y el desempeño abrumadoramente envidiable de su prima).
Le da un sorbo a su copa y las chispas de su bebida le hacen cosquillas en la nariz. Por un segundo, cree que va a estornudar, de no ser porque de pronto le dan ganas de escupir lo que acaba de beber en un escandaloso gesto al cual Fuegoleon le frunciría el ceño, pero que Mereoleona celebraría con una carcajada, cuando ve nuevamente a donde se suponía que estaban sus dos primas, para descubrir que ahora falta una de ellas y que la otra está siendo abordada por un hombre notoriamente mayor que ellos, y quien no parece amilanado por la negativa que Noelle repite una y otra vez.
Siendo honesto, no puede culpar a nadie por encontrarla tan bella como a Mimosa, sobre todo si Mimosa no está ahí para empezar (¿dónde diablos está Mimosa, por cierto? Hace nada estaba ahí mismo), pero otra cosa muy distinta es ir y molestarla y hacerla sentir incómoda.
Alcanza a preguntarse rápidamente qué harían sus hermanos. Definitivamente, su hermana Mereoleona lo haría de forma escandalosa, con el mayor oprobio público posible, prometiendo buscar, encontrar y castrar al infeliz si vuelve a respirar siquiera cerca de ella, mientras que su hermano Fuegoleon lo haría de forma más diplomática, anunciando un ultimátum igualmente inapelable sobre no molestar a una señorita que, Leo había pensado, era más por la seguridad del pobre imbécil que porque Noelle no pudiera manejarse sola.
Salvo por el hecho de que Leo puede darse cuenta de dos cosas: la primera, que tal como está ahora, Noelle no puede manejarse sola, ya que, al igual que hace un año, durante la ceremonia en que sus hermanos no hallaron nada mejor que humillarla públicamente (por más que quisiera, no podría nunca olvidar aquella tarde, porque su hermano le entregó un golpe de fe a Noelle justo antes de casi morir ese día), ella no puede simplemente defenderse mágicamente , no solo porque está en un salón de fiesta y eso se vería mal (sí, como si acosar a una menor de edad no se viera lo suficientemente mal), sino porque la magia de su prima es ahora demasiado poderosa como para no lastimar a nadie más en el proceso. Y la segunda, que si algo habrían hecho sus dos hermanos, independiente del cómo, sería ir y ayudar a su prima.
Así que: va.
Noelle no le ve acercarse: está muy ocupada rechazando los avances del pervertido ése, y éste tampoco. De seguro intentar filtrear con una bonita menor de edad debe estar requiriendo toda su atención. Pero él está con todos sus sentidos puestos por completo en esta situación, al punto que, desde su lugar, puede oír la audaz respuesta de la Caballero mágico:
—No, gracias. No estoy interesada; soy de la realeza. Y aunque no lo fuera, yo, definitivamente, no me relacionaría con un feo y desagradable anciano como tú para nada.
¡Hah! Leo, de verdad, tiene muchos deseos de reír abiertamente por su respuesta, tan de Noelle. No puede no sentirse orgulloso de la chica, aunque (muy a pesar suyo), le recuerda un poco a su hermana, y no sabe si eso es bueno o muy malo. Pero no puede quedarse mucho rato en eso, porque el otro, lejos de retroceder, se abalanza sobre ella, ofendido.
—Mira, fierecilla, muy de la realeza podrás ser, pero no estás en la mejor posición para dártelas de princesa, así que déjate de hacerte la difícil y…
Pero Leopold no oye lo que viene. No puede. Sus oídos pitan de rabia y su pecho quema de indignación. Debe hacer algo. Quiere hacer algo. Porque Noelle se ve cansada; porque no tendría que estar pasando por eso; porque no tiene ni a Asta, ni a su capitán, mi a Mimosa, ni a ninguno de sus raros amigos para que lo hagan por él; porque es su prima y casi que la favorita de su hermana Mereoleona, y de seguro, entre ella y su hermano Fuegoleon lo quemarían a lo bonzo si se llegasen a enterar de que fue espectador pasivo de ese atropello y no hizo nada.
Sobre todo, porque ella ya le dijo claramente que no (de una forma bastante colorida, pero igual).
El León carmesí detiene con un gruñido la mano que estuvo a punto de tocarle la cara a Noelle y la aparta sin delicadezas. Tanto Noelle como el ofensor se sorprenden de su llegada, y él se complace por ello, ya que el héroe siempre llega en el momento más inesperado a salvar a la damisela en apuros.
No es que vaya a decirlo en voz alta para que dicha damisela lo oiga; muy primos en algún grado de afinidad* pueden ser, pero sabe positivamente que ella sería capaz de ahogarlo en el acto. No se imagina a un Toro negro fungiendo como damisela en apuros, mucho menos a Noelle, si en algo se parece a Mereoleona.
—No me parece que esa sea forma de tratar a una señorita. Y por muy bonita que sea, no puede llegar y tocarla si ella ya dijo que no— suelta él, con un gruñido que sale de su pecho como una vibración.
—Ah, Leopold— saluda el hombre, como si acabara de encontrarse con un amigo en lugar de ser sorprendido cometiendo una falta—, ¿no me digas que la quieres para ti? Claro, ustedes los niños son tan impacientes… tendrás que esperar a que termine de…
—Tampoco creo que deba referirse en esos términos a una señorita que, no solo es un Caballero mágico a las órdenes del Rey Mago, que ha protegido y luchado por salvar vidas como la suya en reiteradas ocasiones, sino que proviene de una de las familias que descienden del primer Rey mago—: le interrumpe el más joven, colocándose con un solo gesto entre la chica en cuestión y su agresor.
—Leo— oye susurrar a su prima, y un ligero tirón en la túnica le hace querer permanecer en su sitio.
—Oh, no es como si ésta tuviera mejores opciones— responde el mayor con soltura—; nadie en su sano juicio desposaría a la "desgracia de la realeza". ¿Quién…?
Pero no continúa con lo que sea que su frívolo y superficial intelecto haya pensado en decir. Leo se detiene una milésima de segundo en determinar qué tan grave es romperle la nariz de un puñetazo a un miembro de la nobleza, y llega a la conclusión de que estaría cometiendo un faux pas* que su hermano no le dejaría pasan tan fácilmente, decide cruzarse de brazos e inspirar con lentitud, haciendo que su pecho y su espalda se ensancharan, dándole un aspecto muy similar al que tendría el capitán Fuegoleon, líder de los Leones carmesíes y cabeza de la familia Vermillion.
Incluso para alguien sin sentido de supervivencia como éste, el gesto queda bastante claro: es una bestia protegiendo su territorio.
Por supuesto, Leo alcanza a darse cuenta del verdadero sentido y alcance de lo que está haciendo, pero no es el momento de echarse para atrás. Los insultos proferidos a Noelle son lo suficientemente graves como para que él prefiera saltar a cráter del Volcán Supremo que dejar las cosas como están.
—Oh— canturrea el noble—, por supuesto. De haberlo sabido antes…
—No haberlo sabido no es excusa para faltarle el respeto a una dama, Lord…
Oh.
De pronto, Leo reconoce al sujeto con el que ha estado hablando. Es uno de esos nobles poco reconocibles de no muy alta cuna, pero que logró caerle lo suficientemente bien al Rey como para permanecer en la Corte. Leo quiere gemir; una cosa es insinuar cosas y hacerle frente a nobles comunes e ignorantes, y otra cosa bien distinta es hacerlo ante los ignorantes amigos del Rey.
Oye una exclamación a un lado y también murmullos a sus espaldas, recordándole no solo que están en un lugar público, sino que en un salón de fiesta. La gente se ha reunido por el escándalo y ahora son el centro de atención.
Siente algo de culpa. De seguro eso era lo último que quería Norlle esa noche, piensa mientras la siente encogerse contra su espalda.
—Creo que es una excelente noticia, Leopold— vuelve a intervenir Lord-acosador—, estoy seguro que Lord Fuegoleon está dichoso con esta unión y que sentarás cabeza tan jóven, con nadie más que con el fruto de un vientre roto— aquella frase parece causarle algún tipo de placer malsano, porque le ve sonreír—. Espero que tengas mejor suerte que su padre, eso sí…
El menor de los Vermillion quiere gruñir como tantas veces ha visto hacer a sus hermanos. Como un león a punto de atacar. Pero una garra se estampa contra su hombro, y él conoce demasiado bien la firmeza de a quien pertenece.
—Agradecemos enormemente sus buenos deseos, Lord Ostrich— la voz tan suave como contundente del cabeza de familia le alivia y le pone la piel de gallina en partes iguales—. Apuesto a que Lord Nozel está igualmente encantado con sus palabras, ¿no es así, Nozel, concuñado*?
Como si se hubiese materializado allí de la nada, el capitán de las Águilas plateadas y cabeza de la familia Silva está peligrosamente cerca de Lord Ostrich, a sus espaldas. Leo le ve palidecer en un gracioso instante.
Aunque no puede culparlo; él está frío en sus sitio, y puede sentir cómo Noelle se encoge aún más contra su espalda, si es que eso es siquiera posible.
Es casi ridícula la forma en que el desprecio de Nozel ha condicionado el comportamiento de la menor de sus hermanas, a tal punto, que aún cuando se supone que éste viene en su ayuda, ella primero tiembla y luego se esconde. Leopold no sabe si estar aliviado o molesto con la aparición de Nozel.
Supone que está a punto de descubrirlo. Lo que sí sabe a ciencia cierta es que ahora Noelle y él están juntos en este embrollo.
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*El parentesco por afinidad es el que existe entre una persona que está o ha estado casada y los consanguíneos de su cónyuge.
* Un Faux pas es una violación de las normas sociales o reglas de etiqueta. Viene del francés, que significa "paso en falso".
*El concuñado es el cónyuge de un hermano del cónyuge de una persona, respecto de ésta.
Este fic ha estado dando vueltas en mi cabeza hace un tiempo; tenía las ideas anotadas, y tuve que ordenarlas y ponerlas juntas para darle forma. Definitivamente es algo que quería leer en el fandome, así que lo publiqué. Espero que les guste, díganme qué les parece.
