SOFÁS DE CABARET
Douze.
El efecto más esencial de la elegancia, es ocultar sus medios.
Honoré de Balzac.
Las manos de Maka sentían la humedad sobre la tela, producto de su fuerte agarre en la misma. La habían trasladado con respectiva discreción hasta una zona de oficinas donde le indicaron avanzar hacia el final del pasillo frontal. Sus piernas temblaron sin remedio cuando daba un paso hacia adelante, queriendo volver para no enfrentarse a la respuesta.
Apretando los dientes continuó; y una vez estuvo en la puerta, escuchó la música tenue del interior. Sintiendo que la burbuja de su idealizado estallaba dejándola vulnerable a la realidad. Aspiró hondo antes de tomar suficiente dosis de temeridad abriendo la puerta sin anunciarse.
Aún entendiendo a quién se encontraría dentro, le fue imposible no admirar la belleza exótica que ella disfrutaba en silencio. En especial porque hoy lucía gallardo con ese traje color denim agrisado -que pensando profundamente, incluso con el mandil del café seguiría teniendo aire noble-. Ese cabello blanco seguía siendo rebelde pero era parte de su marca personal, los orbes rojos recorrieron cada rincón de ella dando una sacudida a sus pensamientos.
Siempre le habían parecido atractivos e intimidantes por igual, sin embargo hoy contenían también ¿Preocupación? El sentimiento que le provocaba el atisbo de su inquietud era similar a un centenar de mariposas revoloteando en su interior.
En otras circunstancias habría otorgado una sonrisa deslumbrante para él, por desgracia, esta era la situación. Superponiéndose a las ganas de llorar que trató como nimiedad, se adelantó—. ¿Lo mataste para obligarme a esto?
Pudo ver su expresión mudar a una de dolor apenas por un par de segundos. Sus intenciones eran acusarlo directamente pero en cambio la oración le salió a pregunta. Se mordió la cara interior del labio bajo, esperando una respuesta. Ya le había dado el beneficio de la duda.
Soul se giró para alcanzar el destapa corchos procediendo a abrir el licor. Se acercó a las copas de la mesa ministrando líquido de forma tranquila, con movimientos garbosos a pesar de sus propios nervios—. Toma asiento. Hay algo importante de lo que debemos hablar —ofreció él, abriendo el asiento para la chica.
—Primero responde mi pregunta —sentenció decidida mantener una distancia prudente.
Soul continuó laborando para servir el resto de la cena, destapó la fragante langosta distrayendo a Maka por un momento. Olvídate del tiempo en prisión, jamás había tenido oportunidad de comer langosta en su vida—. Podemos cenar mientras te respondo cualquier pregunta que tengas —ofreció mientras realizaba algunas maniobras con el marisco, quitando los caparazones o tejidos no comestibles, dejándolo listo para degustar.
—Estoy hablando en serio —refutó ella indispuesta a ser superada—. No necesitas hacer todo esto para engatusarme.
—No planeo engatusarte como dices. Quiero cenar contigo, señora Evans. —El hecho de mencionar su apellido de «casada» provocó un furioso sonrojo sobre su piel pálida. Él cerró los ojos mientras sonreía condescendiente, no podía negar que hizo aquello a propósito para ver su reacción nada más.
—¡Tú!
—No fui yo —él soltó repentinamente. Depositó el plato para ella invitándola con los ojos esta vez—, aunque no lo creas. La muerte de ese hombre no es algo que me beneficie sino todo lo contrario. Puedo admitir que no me daba la mejor impresión pero estaba lejos de desear su muerte.
—¿Por qué debería confiar en ti?
—Porque de momento, soy lo único que tienes. —Maka se sintió asfixiada por el grado peligroso de verdad en esas palabras. Si bien la afirmación no era totalmente cierta -porque todavía estaba su padre al que sin duda podría recurrir en caso de emergencia- ella se prometió no mantener ningún contacto con él desde que abandonó su hogar en Norteamérica—. Dejemos de lado las discusiones por un momento. No me gusta que hayas bajado tanto de peso —indicó él, señalando por tercera vez la silla. Sin ser consciente, la joven puso atención a su propia figura -de por sí delgada- que sufrió los estragos del encarcelamiento—. Sé que no te inspiro confianza, sin embargo insisto en que deberíamos cenar primero.
—No voy a cenar contigo —se empecinó ella. Era cierto que en cualquier instante su estómago rugiría de hambre por el delicioso aroma dispersado en el ambiente, sin embargo prefirió negarse a caer en el juego.
—Si quieres saber lo que quiero de ti, te sugiero tomar asiento y mover esos cubiertos —lanzó él, con tono obsequioso—. Ya dije que no me gusta cuánto has adelgazado. Con lo que me costaba que comieras bien.
Maka repentinamente sintió los ojos acuosos. Era cierto que él muchas veces la salvó la inanición cuando la esperaba con algún platillo «extra» de la cafetería. Hasta ahora se enteraba de que no eran sobras lo que le compartía—. ¿Por qué?
—Porque quiero contratarte —Soul suspiró un poco abatido—. Vamos, siéntate y te explico. La comida se enfría.
No supo qué clase de impulso la empujó hacia aquella silla, aún aferrada con fuerza a la tela del abrigo llegó a su lado. Soul le regaló una de esas sonrisas torcidas que solo él sabía y cuidadosamente empujó el asiento donde ya se encontraba. Lo vio girar alrededor de la mesa, subir un poco el volumen del tocadiscos en aras de mantener su conversación ininteligible para las personas que pudieran transitar afuera. Había pedido total discreción pero esta era una penitenciaría donde no pudo dejar verter toda la fuerza de su influencia.
—Me he sentado ¿ahora puedes decirme?
—Espero que te guste. Es de un famoso restaurante cercano a la Torre Eiffel —comentó él, ignorando por completo la pregunta.
Maka se resignó a no obtener contestaciones hasta que la vieran engullir su porción. Observó la carne del marisco sobre su plato, rosada y apetitosa. La lengua dentro de su boca comenzó a inquietarse volviéndola presa fácil del antojo. Observó hacia adelante, encontrando al albino concentrado en su plato, sus movimientos fluían certeros y calmos como los de un experimentado hombre de etiqueta.
Supongo que así debe lucir alguien de su nivel social.
Determinó dentro de su cabeza. Luego sujetó los mismos cubiertos e intentó imitar sus pasos. Rebanó una loncha de proteína haciendo cierto ruido contra el plato. Soul ni siquiera levantó los ojos mientras se deslizaba una sonrisa por sus rasgos, por fin había decidido cenar.
La rubia llevó el bocadillo hasta su boca sintiendo el dulce sabor jugoso de la langosta. Era un platillo caro, por supuesto tendría que saber bien. Su estómago hambriento la incentivó a ir por un segundo gusto, luego un tercero, un cuarto. Sucesivamente hasta comer de forma entusiasmada.
El sabor era un amnésico para la situación ahora en el fondo de su mente. Incluso no percibió la nota cariñosa en los orbes carmesí mirando cada uno de sus movimientos.
Soul casi se olvidaba de terminar a favor de ver esa carita tierna. Tras un ínterin sin hablar, remató el último mordisco con licor. La de ojos olivo también finalizó aunque no tocó la copa de champán—. Pruébala, asentará mucho mejor el sabor de la langosta.
—No gracias.
Tras el nimio intercambio de palabras, él se levantó para recoger los platos y cubiertos, era curioso cómo se podía transformar de un hombre elevado: a un diestro camarero sin perder un poco de gracias. Eran sus movimientos tan familiares en ese instante, al grado del temor. Luego contempló el par de tazas blancas desbordando soufflé de terciopelo rojo en sus manos.
El postre favorito de Maka.
—Cuando termines el soufflé, responderé todo lo que quieras saber.
Un soufflé red velvet. Una taza de café adornada por la crema formando los tallos de una hoja. Todo aquello flotaba en su mente, por un ínfimo segundo quiso estar en la cafetería sonriendo con él, elogiando lo estupendo del postre. Le hubiera gustado permanecer un poco más en la fantasía producto del sabor en medio de la cobardía abordándola, sin embargo, la cuchara pronto llegó al fondo de la taza. No quedaba más soufflé. No quedaba otro pretexto.
—Sabes quién lo hizo ¿Cierto?
Soul no había tocado su propio postre, aclaró un par de veces la garganta antes de afirmar—. Lo sé. Fue una mujer llamada Shaula Gorgon, la dueña nominal del cabaret donde trabajabas.
—¿La razón?
—Es una traficante de arte. Akane Hoshi estaba tras sus pasos y decidió eliminarlo porque se interponía con sus negocios. Tu fuiste la presa más fácil para inculpar debido a la cercanía con la que te trataba. La gerente también está involucrada.
Maka asintió, esperaba que la gerente tuviera algo que ver pero no dejaba de ser decepcionante oír la verdad. Levantó la vista encontrándose con la mirada carmesí—. Supongo que no me rescataste porque éramos amigos.
—No. No fue por eso —respondió con dolorosa sinceridad. Algo en su pecho se calentó al oírla decir que eran amigos. Ella, quien no se acercaba a nadie porque la vida la decepcionó de forma cruel en el pasado—. En realidad no me acerqué a ti por altruismo —posterior a sus palabras, colocó un papel sobre la mesa dejándola echar un vistazo.
Ella se asomó encontrando un documento de tipo bono ahorrativo a nombre de Vincent Ballard. Sin comprender del todo, lanzó una interrogante a través de sus rasgos. Si no se equivocaba, aquel hombre fue estafado debido a la falsificación de este mismo documento, iniciando una búsqueda y captura sobre el responsable del fraude.
Debido a una promesa consigo mismo, Soul no expresó su relación con este papel de forma verbal. En cambio usó un bolígrafo para garabatear el lienzo. Entonces Maka abrió los ojos de forma desmesurada cuando reconoció la firma.
La falsificación era compañera en el mercado negro del arte, muchos de los casos se involucraban con ambas situaciones e incluso la primera se consideraba un verdadero reto para los artistas. Un lado oscuro sin escrúpulos donde las vanidades a veces eran un talón de Aquiles, pues en las falsificaciones siembre se encontrarían de forma oculta, las firmas de sus autores.
Maka sintió la boca un poco seca mientras pronunciaba—. Tu eres… El devorador de almas.
Nadie más que el falsificador de esos bonos.
À suivre.
