La Flor de Smeraldo
Hace algún tiempo, donde los títulos nobiliarios aún tenían una carga importante en la sociedad, hubo un duque que se enamoró de la hija de la jardinera que atendía su hogar.
Su unión nunca fue bien vista, y por ello nunca se casaron, aunque eso no impidió que aquella chica de nombre Fen quedara encita de él.
Ambos tenían muchos planes para cuando naciera su hijo, todos enfocados en vivir como una familia normal. Sin embargo, cuando Fen comenzó la labor de parto, perdió mucha sangre y falleció en el mismo momento que su hijo comenzó a llorar por primera vez.
El duque se deprimió, y su abatimiento fue mayor cuando vio que su hijo había nacido con mutaciones que no lo hacían ver como alguien de alta cuna. Sus deformidades, además de su estatus como bastardo, hicieron que la familia del duque decidiera exilar a pequeño, no sin antes nombrarlo de la forma más cruel posible, marcando su infancia para siempre:
"Él es y será un niño sin amor… Namor será su nombre".
El pequeño fue separado de su padre en una propiedad muy lejos de su ciudad de nacimiento, su nuevo hogar era conocido como Talokan, un castillo enorme pero vacío, donde únicamente se sentía la presencia de un niño que era rechazado incluso por la servidumbre.
Con las orejas alargadas, protuberancias en los tobillos que parecían alas, una altura más grande que el promedio y poseedor de una fuerza descomunal, Namor desde muy pequeño decidió cerrar su corazón, sabiendo que nadie lo querría por su aspecto ni por su estatus de hijo ilegitimo. Los pocos cercanos a él siempre le recordaban que era un monstruo indeseable, y con el paso del tiempo, Namor terminó creyéndoselo.
Su vida era solitaria, aislada, y su personalidad era recelosa y desconfiada. A pesar de algunos lujos que aún podría tomar del castillo de Talokan, Namor prefería pasar tiempo en los terrenos y jardines de su prisión, la única felicidad que lo acompañó durante los 20 años de vida que tenía, era el jardín que cuidaba con tanto esmero, donde las flores, sin duda eran las más bellas de todas.
A pesar de que él era un rechazado, la poca gente indeseable que lo visitaba debía de reconocer que aquel jardín era maravilloso, sin duda, el más bello de toda la comarca. A pesar de que Namor recibía comentarios que le recordaban que su abuela materna era una simple y pobre jardinera, él se alegraba internamente de saber aquello, porque eso significaba que tenía una relación y familiaridad con alguien, no importaba si esa persona se encontraba en el más allá.
Un día, mientras revisaba su jardín, descubrió que varias de sus flores habían sido cortadas.
Estalló en ira, nadie se había atrevido a profanar su santuario de aquella forma. La única cosa que lo unía a su familia materna ahora también había sido mancillada por algún desconocido. Y creyéndose el monstruo que le decían que era, con furia mandó a llamar a todos sus empleados para que le dieran una respuesta sobre aquel hurto de flores, y a pesar de amenazarlos y castigarlos, no pudo encontrar al responsable.
Creyó que con aquel alboroto sus flores volverían a estar a salvo, sin embargo, a los pocos días, nuevos tallos de flores habían desaparecido nuevamente. Todos los empleados estaban bajo vigilancia de él, y aun así, con el transcurso de los días, más y más flores fueron cortadas de sus tallos.
Namor no confiaba en nadie para ese momento, por lo que decidió vigilar el jardín durante toda la noche, y gran fue su sorpresa cuando la luna se colocaba en lo más alto del cielo, vio como una chica entró a su propiedad brincando los altos muros que lo separaba del resto del mundo, y entonces de forma rápida cortó flores, para luego desaparecer tan rápido como llegó.
Se quedó toda la noche en vela, atento a cualquier movimiento en caso de que aquella chica o algún cómplice volviese a aparecer, pero salió el sol y ella no apareció. Al identificar entonces únicamente a una ladrona, Namor tomó una capa para cubrir sus orejas y se dirigió a los establos, donde sabía que había un caballo que podría utilizar.
—¿Dónde se encuentra y cómo se llama el poblado más próximo de aquí? —Le preguntó a su sirvo, que temblando contestó:
—Es Wakanda, al norte.
Namor no esperó más y tomó al caballo para salir a dicho poblado. Nunca había salido de Talokan, no le interesaba, si la gente que trabajaba para él y conocía de años lo aborrecía, no quería ni imaginarse cómo sería tratado por gente común. Pero aquel hurto de flores había llegado a tal punto que debía de poner un alto.
Llegó a Wakanda, y a pesar de nunca haber pisado un poblado en su vida, no se asustó. Namora, -otra hija ilegitima de la familia de su padre-, llegó a vivir una temporada con él, y a pesar de no ser cercanos, ella le llegó a contar sobre cómo eran los poblados cercanos de Talokan. Así que tenía una imagen visual de lo que le esperaba, solo que no esperó que tuviese tanto ruido y mal olor en su paso.
Se irritó por aquellas incomodidades pero siguió avanzando, encargándose de que su rostro no se mostrara entre el tumulto de gente que parecía amontonarse cada vez más, si mal no recordaba, estaba encaminándose a la zona comercial.
Se bajó del caballo, y en eso un niño vistiendo harapos se le acercó, seguramente para ofrecer cuidárselo. Namor posiblemente lo hubiese despachado de inmediato, de no ser porque noto que en su gorro desgastado estaba una de sus flores.
—Tú —Dijo con la voz grave, y vio cómo se enderezó ante su llamado. —¿De dónde conseguiste esa flor?
El infante, al ver su estatura se intimidó y se congeló por un momento, sin embargo, cuando Namor volvió a preguntar, se quitó el sombrero y con la voz temblando dijo:
—Es de Shuri, ella me la regaló.
Namor quiso decir "No es de esa tal Shuri, es mía, devuélvemela". Pero el niño estaba tan atemorizado que estaba seguro de que lo haría llorar antes de que pudiera descubrir a la verdadera ladrona, así que haciendo acopio de todo su autocontrol, le pidió que lo llevara con ella.
El niño casi corrió cuando le pidió aquello, seguramente deseando librarse de aquel monstruo, y no lo culpó. Caminaron unas cuantas cuadras y entonces Namor vio como el paisaje cambiaba a uno mucho más sombrío y lúgubre; en un rincón de una plaza desolada, en algo más que un puesto hecho de carrizos se encontró a la chica que le había robado.
—Es ella, ella es Shuri. —Confirmó el niño, para desaparecer entre las calles nuevamente antes de que Namor pudiese hacerle algo.
No le importó, planeó encaminarse a ella para confrontarla, aunque en eso, un anciano que justo se colocó a su lado, decidió hablarle:
—Así que ya los rumores han comenzado a traer forasteros hacia nuestra querida Shuri.
—¿De qué habla? —Contestó, aunque ni supo porque lo hizo.
—De Shuri y sus flores; las más bellas del lugar, además de tener propiedades curativas. Han comenzado a llamar la atención, al parecer todo lo que ella dice es cierto.
—¿Y dice de donde las obtiene? —Preguntó Namor sarcástico —Apuesto que son robadas.
—Posiblemente —Respondió el anciano. —De una propiedad lo bastante alejada para ir caminando, de nombre Talokan, dicen que un hombre mitad humano mitad bestia vive ahí.
Eso le dolió a Namor, y estuvo a punto de dejar hablando solo a aquel anciano para ir a romper el pequeño puesto de Shuri, era por eso que no deseaba convivir con nadie.
—No obstante —Dijo el anciano, antes de que fuese directo hacia ella —Shuri me ha asegurado que no existe ningún monstruo maligno. Y si hay un dueño, no lo ha visto, pero ella asegura no es un monstruo, porque un monstruo no puede cuidar algo tan sagrado como las flores. Así es ella, siempre ve la bondad en todos.
Namor sintió que por un momento se había desmayado y había muerto, esa chica… ¿Enserio podría referirse a él de esa forma? Era imposible, no lo conocía, si lo llegase a ver, descubriría que si podría haber monstruos que cuidaban de las flores. Lo estaba poniendo en un estima que no se merecía.
—¿Por qué lo hace? —Preguntó, aún aturdido por su comentario.
—La vida de Shuri ha sido muy triste. —Respondió el viejo —Antes vivía medianamente bien, pero su padre falleció en un accidente, nadie se hizo responsable. Su hermano enfermó meses después y no encontró una cura a tiempo… su madre entristeció tanto que justo en el aniversario del fallecimiento de su hermano, falleció ella. Shuri quedó sola, endeudada por el tratamiento de su hermano y sin más familia salvo el niño que te trajo aquí, el pequeño Erik, pero como verás, los dos están tan arruinados que no se pueden apoyar mutuamente salvo por pequeños detalles como esas flores.
Namor analizó la historia, esa chica, Shuri, estaba tan sola como él, eran similares. Se arrepintió de querer destrozar su pequeño negocio.
—Attuma —Se presentó el hombre al notar el silencio de su acompañante.
—Namor —Se presentó mientras seguía viendo directo a Shuri, no sabía porque, pero ahora la veía con nuevos ojos.
—Namor… un nombre interesante ¿Qué significa?
El aludido no contestó, en su lugar, decidió regresar por donde vino… aunque al toparse nuevamente al pequeño Erik le tendió una moneda, mientras entendía que ayudar, no era algo que se esperaba de un monstruo como él.
Las noches siguieron pasando y Shuri comenzó a ser una ladrona habitual, Namor comenzó a identificar un patrón en sus visitas, y sin proponérselo, cada vez que ella aparecía, él estaba desde la oscuridad vigilándola. Sentía algo extraño en su interior, era raro y nunca lo había sentido: en lugar de enojarse porque ella tomara de sus flores, él se esforzaba para tenerlas aún más hermosas; y un gran alivio y sensación de orgullo lo cubrían cuando ella tomaba una flor que él había preparado personalmente con anterioridad.
Los días pasaron hasta convertirse en meses, Shuri a veces hacía más tiempo del estimado de su visita porque se paseaba por el jardín como si lo disfrutara, aunque había momentos en que parecía tan cansada que a veces se sentaba en el suelo, y mientras descansaba, les hablaba a las flores como si fueran sus amigas. A veces simplemente contaba divagaciones sobre su día, pero en otros casos, sorprendentemente, hablaba de él:
—Y dime ¿Cómo fue que él logró que florecieras así? —Le preguntaba a una rosa. Luego se dirigió hacia un nardo —Y contigo ¿Cómo consiguió que liberaras el perfume más hermoso de todos? Él es una persona amorosa ¿Verdad? Las ha de tener muy consentidas, hasta siento lástima de llevármelas. ¿Él se dará cuenta de que ustedes estarán desaparecidas? ¿No las extrañará? Por eso intento llevarme solo lo necesario de ustedes, no quiero quitarle todo lo que tiene, no quiero que se sienta solo.
Namor sentía un sentimiento cálido cada vez que Shuri hablaba, con sus palabras, a pesar de no estar dirigidas hacia él, se sentía consolado de una forma totalmente desconocida y agradable. Él estaba a lo lejos, pero se sentía atraído por su voz como abeja al polen.
Había ocasiones en donde simplemente deseaba acercarse hacia ella y presentarse, pedirle que le hablara como le hablaba a su jardín. Con escuchar sus palabras dirigidas hacia él, sería la persona más feliz de todas, porque recordando y omitiendo a Namora y Attuma, nunca nadie había hablado con él viéndolo como una persona normal. No sabía que alguien podría ofrecerle aquello hasta que la conoció, y por un momento soñó que ambos podrían platicar mientras paseaban por el jardín entre las flores.
Una noche intentó acercarse, la luna llena resplandecía totalmente, y a pesar de que eso mostraría todos los aspectos de su fealdad, su plan no era que lo viera al inicio, Namor prefería que platicaran previamente, y cuando obtuviese la confianza de que ella confiaría en él, tomaría el valor para mostrarse, en una historia mucho más optimista que la de Eros y Psique.
Pero cuando Shuri entró a su jardín, Namor notó que su largo cabello había sido cortado, no de una forma prolija, sino desordenada y quedando ella con un corte de cabello casi a rapa. Lo entendió de inmediato, ella lo tuvo que vender por conseguir algo más de dinero.
Esa noche ella caminaba desanimada entre las flores, y en un momento de sinceridad cuando sintió algo de paz, comenzó a llorar.
Namor deseaba con todo su corazón ir hacia Shuri y consolarla, sus pies dieron unos cuantos pasos hasta que un viento helado le recordó que no traía puesta ninguna capa. Se tocó las orejas, puntiagudas que señalaban al cielo… si se acercaba la asustaría, si ella se asustaba no volvería, y si no volvía, él no la vería, y ella no obtendría sus flores para vender… lo mejor para ambos era que él no se presentara.
El llanto de Shuri no duró poco, lloraba mientras se tocaba la cabeza, seguramente extrañando su cabello, luego se abrazaba, posiblemente recordando a toda su familia. Aun hipando de dolor comenzó a murmurar "No quiero que vuelva a suceder, me siento tan sola, estoy tan sola".
Namor estaba en silencio observándola, intentando de alguna forma el perfume de sus flores le dejaran escuchar el consuelo que su corazón tenía para ella. Él también estaba solo, pero en ese jardín, ambos se tenían el uno al otro, aunque ella no lo supiera… Él comenzó a lagrimear, no le gustaba verla así, él debía… él debía de hacer algo.
A la mañana siguiente, Namor no quiso volver al jardín, verlo le recordaba a Shuri y a la poca ayuda que le ofrecía. Quería ayudarla más, pero en ocasiones anteriores había intentado dejar comida y algo de dinero en el terreno para que lo tomase, pero ella parecía tan honesta, que pasaba de largo de sus discretos regalos.
Pero él, aun con su corazón de monstruo deseaba ayudar, así que viendo antiguos libros empolvados y recordando lo que le había dicho Attuma sobre que ella también creaba remedios para malestares, pensó que el mejor regalo para Shuri sería darle una flor nueva, una que fuese única, hermosa, y que tuviese propiedades curativas. Así ella podría venderlas a un precio mucho más elevado, y si él plantaba las suficientes, igual podría ella ayudar al pequeño Erik al que parecía apreciar bastante.
Tomó todos sus libros y se encerró en un invernadero interior que tenía. Había una planta de la que había escuchado hablar, la Hierba en Forma de Corazón, también conocida como la Flor de Smeraldo. Si la pudiera recrear en aquel huerto, Shuri no volvería a sufrir a falta de dinero nunca más, tendría el cabello más hermoso de todos, ella sonreiría de nuevo, y tal vez él tuviese la confianza de por fin poder acercársele.
Era su misión recrear esa flor por ella, y también por él, era por ambos.
Pasó casi una toda una estación donde él se dedicó de lleno a perfeccionar su creación, y finalmente lo logró. Tenía en su poder una flor azul igual de hermosa que Shuri.
Sin perder el tiempo mandó a todos sus empleados a plantar las flores, quería que la mayoría del campo libre que tenía estuviesen cubierto por ellas, así Shuri podría acceder a todas la que necesitase sin problemas.
Transcurrió una noche, luego dos, y Namor se dio cuenta que Shuri no apareció. Se preocupó por un instante hasta que recordó que estaba terminando el invierno, y probablemente ella se ocupó con otras cosas y había movido sus visitas a otros días más agradables… Otras cinco noches pasaron y nada cambió.
Namor decidió caminar por su jardín, buscando pistas de que ella hubiese estado ahí sin tocar la flor de Smeraldo, sin embargo, no había huellas de su visita.
Apenas salió el sol, tomó su capa y se dirigió al pueblo de Wakanda, debía de haber una explicación por la que ella no apareciese.
Llegó al pueblo y se sorprendió al verlo mucho más lúgubre que la primera vez que lo visitó, e incluso notó que había menos gente caminando en las calles como la vez anterior. Quiso adjudicar aquello debido a la apenas naciente primavera, pero entonces observó que esa gente se veía enferma. ¿Acaso Shuri había enfermado?
Caminó por donde recordaba Erik lo guio, el niño no se veía por ningún lado. Se perdió un poco pero finalmente dio con lugar donde estaba el puesto de Shuri, aunque el lugar se veía solo, y únicamente frente a él había un anciano mirando a la nada.
—Attuma. —Identificó Namor, y el hombre levantó la mirada, se veía enfermo también, su piel parecía de color azul.
—Namor —Contestó el viejo, aunque no se paró —Mucho tiempo sin verte ¿Cómo estás?
Al sonreír, Namor vio que le faltaban muchos dientes al hombre, dientes que si tenía anteriormente.
—¿Qué pasó? —Preguntó en su lugar, ignorando la pregunta de cortesía. —¿Por qué…?
—Una enfermedad —Contestó Attuma —La fiebre española nos tomó por sorpresa.
Namor sintió un vuelco en el estómago, la fiebre española, por supuesto que la conocía, sin embargo, sus empleados vivían en sus terrenos y no salían de ellos para nada. Sus alimentos y utensilios los traía personal al servicio de la familia de su padre, él y su gente no tenían un contacto directo con Wakanda, no sabía que la plaga había llegado a sus puertas.
—Shuri —Soltó. Era lo único que podía decir, lo único que le importaba. Si ella estaba bien, podría regalarle todas las flores que necesitaba para que ella, Attuma y su pueblo se pudiera salvar.
Attuma tosió sonoramente antes de poder contestarle:
—Erik fue de los primeros en caer enfermo. Al inicio no sabíamos a lo que nos enfrentamos, Shuri se encargó de cuidarlo. Estaba desesperada, tanto que tuvo que vender su larga cabellera. Sus remedios servían para controlar la enfermedad, pero las visitas del médico… esas si son caras.
Namor sintió un hueco en el estómago, su cabello cortado, eso fue a inicios de invierno…
—¿Qué les pasó?
—Ella también se contagió. —Contestó Attuma de forma solemne, a Namor no le gustaba a donde se dirigía su conversación. —Mucha gente lo hizo, no fue la única, pero a los marginados como nosotros nunca nos toman en cuenta salvo para recoger nuestros cadáveres y lanzarlos a una fosa común.
Aquel silencio confirmó sus peores temores.
Un sentimiento de culpabilidad y arrepentimiento lo invadió. Namor vio todo a su alrededor, pero no se pudo concentrar… Shuri, su Shuri, ella… él…
Él…
Nunca se pudo presentar.
Nunca pudo escuchar sus palabras dirigidas para sí.
Nunca pudo ver su reacción sobre su aspecto.
Él… siempre tuvo miedo de perderla, y al alejarse, terminó perdiéndola de igual forma.
No pudo evitar lagrimear cuando se dio cuenta que si se hubiese acercado a Shuri aquella noche, hubiese tenido una oportunidad para ayudarla, tanto a ella como Erik, tal vez el médico de cabecera pudiese hacer algo… con más comida, mejor cobijo y atención… tal vez estarían aún vivos.
Pero por su miedo, su miedo a ser rechazado… a que ella le temiese por su aspecto… se detuvo. Él la vio llorar pero no la consoló, la vio en penurias, pero no la ayudó como debería… sabía que se sentía sola, pero no hizo nada para calmar ese pesar suyo.
Todo había sido su culpa.
Las lágrimas se hicieron más espesas cuando se dio cuenta que nunca se presentó y nunca se despidió, ni se podría despedir… con enfermedades como la fiebre española cerraban las fosas comunes cada cierto tiempo y nadie sabía dónde terminaban sus familiares debido a que no se tenía ningún registro de bajas.
Había perdido a Shuri para siempre.
Su cuerpo comenzó a temblar en un intento de controlar un grito de desesperación. Y consiguió aplacarlo, pero el movimiento hizo que su capa bajara y sus orejas quedaran a la vista del anciano enfermo, que incluso en sus últimos momentos, lo reconoció de inmediato.
—Así que eras tú. —Soltó cuando lo vio, y haciendo un enorme esfuerzo, se puso de pie. —Tú eres el dueño del jardín de Talokan.
Namor miró hacia él, y no recibió una mirada de horror, sino una llena de lástima, que era mucho peor.
—Yo…
—Ella siempre quiso saber tu nombre. —Interrumpió Attuma, con una voz mucho más calmada —Decía que el dueño de aquel jardín debía de ser la persona más atenda y amorosa de todas. Nunca sospechó que el hombre que tanto le ayudó y le regaló algo de alegrías era un niño sin amor.
Namor siguió perdido en sus pensamientos, sin comprender el peso de lo que había dicho Attuma.
—Toma —Volvió a decir Attuma, mientras le tendía un pañuelo usado. —Seca esas lágrimas.
Namor miró el pañuelo usado, era obvio que si lo acercaba a su rostro se contagiaría de la fiebre española. En ese momento no le importó.
Lleno de soledad
Este jardín está floreciendo
Me até a este castillo de arena
Te vi escondida en este jardín
Conozco tu calidez, todo es real
Tus manos recogiendo flores azules
Quiero sostenerlo pero…
No puedo acercarme a ti
Tengo que esconderme, porque soy feo
Tengo tanto miedo
Si tan solo tuviera el coraje de pararme frente a ti
Estoy llorando, desaparecido, colapsado
En este castillo de arena abandonado
Todavía te quiero
¿Cuando podré terminar una week en tiempo y forma? No lo sé, nunca ha ocurrido, sin embargo sigo presente :) Esta historia está inspirada en el cuento de la Flor de Smeraldo, que también inspiró la canción de The Truth Untold de BTS. Y al escucharla dije, ¡Esta es la canción!
Agradecimientos a Sarah Usher que me la recomendó. Perra, yo no quería escribir angst, pero tú prácticamente me obligaste.
Criticas, comentarios, amenazas de muerte, reclamos por mis otros fics en hiatus ¡Todo en los comentarios!
Nos leemos ~~
