post-Kizuna


yo x ti tú x mí

por Syb

Capítulo II: Nerd


Mimi

Koushiro tenía un lugar que, a pesar de ser minimalista y extremadamente funcional, era bastante acogedor. Solo coexistían tonos blancos, negros y marrones, y los muebles tenían una mezcla agradable de madera y metal; cosas que, sin haberse percatado antes, era un estilo muy suyo. Y despertar allí era aún más agradable, ya que ese chico nerd, el que supuestamente se terminaría casando con su laptop, tenía todo automatizado. Todas las luces se apagaban con activador de voz y las persianas se abrían y cerraban con temporizador. Él dijo que tenía que ser de esa forma, luego de pasar días completos a oscuras, sin percatarse de que las antiguas cortinas permanecían cerradas. Koushiro sintió un poco de vergüenza cuando se lo dijo, pero Mimi no podía estar más enternecida, ya que él seguía siendo el chico de la laptop. Sin embargo, a las siete de la mañana en punto del día siguiente, la cafetera electrónica se encendió y empezó a moler grano y verter café negro, y ocasionó caos.

Al principio, Mimi despertó asustada por el pitazo que precedió al grano molido. Koushiro seguía a su lado y su mente atormentada pensó que había alguien más en el apartamento. En dos segundos, sus neuronas se tomaron sus manos neuronales en un esfuerzo titánico para recordar cada detalle en el tour que Koushiro le había dado por las pocas habitaciones. No le sonaba que alguien más vivía en ese apartamento, pero, para ser sincera consigo misma, tampoco estaba prestando tanta atención a lo que el pelirrojo le estaba diciendo, ya que su mente estaba rebosante de oxitocina y solo quería que él le mostrara la habitación principal para poder quitarle los pantalones. No sabía desde cuándo lo deseaba, pero vivir esa relación extraña en la que ella le cocinaba y él trabajaba para hacerla feliz la había trastocado. Verlo sentado con el ceño fruncido mientras miraba la pantalla de su laptop cambió la química de su cerebro, y ella se vio a sí misma jadeando cuando él se cruzaba de brazos, esperando a que las líneas que había escrito en su programa compilaran. Aceptar que le gustaba Koushiro Izumi le tomó semanas, o incluso meses, quizás un año; y habría sido todo en vano si la persona que estaba en la cocina era la novia del pelirrojo.

—¿Quién está en la cocina? —preguntó con miedo, sentándose en la cama lo más rápido que pudo, pero el oxígeno le faltó y se mareó en el acto. Pensó en el caso de que fuera una chica la que estaba en la cocina y que Koushiro era un hombre común y corriente, uno como los novios mentalmente impedidos que sus amigas estadounidenses describían: el que le faltara el oxígeno para escapar de la furia de su novia era lo último que le faltaba para ese horrible y tecnológico despertar.

—La cafetera —respondió Koushiro con la voz oxidada y una sonrisa adormilada, mientras luchaba por abrir los ojos. Apenas había dormido un par de horas, resultado de quedarse en ese bar con karaoke hasta tarde, esperarlo afuera de su apartamento luego de que él decidiera volver caminando; acostarse con él, venirse pensando en lo que le había dicho de quedarse a oscuras trabajando sin tener noción del tiempo, y terminar hablando de todo lo que habría pasado si él la hubiese besado antes de terminar de diseñarle la compañía—. A las siete de la mañana empieza a hacer café, la programé así —explicó con la misma vergüenza que sintió cuando le contó lo de las cortinas con temporizador. Y Mimi soltó una risa incrédula, no era posible Koushiro fuese tan tecnológico, incluso en cosas tan cotidianas como las cortinas, las luces y el café.

—Nunca dejaste de ser tú —le dijo y se acurrucó a su lado en la cama, esperando que con ese gesto dejara de avergonzarse de una tontería como esa.

No era la primera vez que despertaba en la cama de un hombre, pero era la primera vez que lo hacía en un apartamento en que todo parecía ser tan sencillo. Apenas la cafetera pitó para avisar que ya había terminado su labor, las cortinas se abrieron lentamente para dejar entrar la luz natural que los invitaba a despertar definitivamente. Él murmuró algo de tomar café y ella aceptó sin hacer un berrinche, ya que quería ver esa famosa cafetera que tanto hacía por Koushiro. Él se puso ropa interior y el pantalón del día anterior, mientras que ella simplemente se hizo un vestido que imitaba un sari con la sabana que había en la cama y le tomó la mano para que él la guiara a la cocina. No era la primera vez que despertaba con un hombre, pero era la primera vez que despertaba con Koushiro y había sido mejor de lo que había imaginado, luego de tantas noches cenando juntos.

—¿Qué es eso en el suelo?

—Un robot aspirador —le respondió mientras vertía el café en dos tazas y ella lo miró con asombro. Era un robot pequeño que limpiaba el suelo cuando él estaba trabajando y le pareció tremendamente inteligente. Lo que no le gustaba de despertar en la cama de un extraño, era la apariencia del apartamento cuando la luz del día mostraba, con todo su esplendor, las motas de polvo que reinaban en el suelo. Normalmente, ella no aceptaba el café que le ofrecían esos hombres por la poca higiene general, pero todo el apartamento de Koushiro era inmaculado. Por supuesto que quería probar ese café—. No paso mucho tiempo en casa —intentó explicarse.

—Está bien —le dijo mientras sorbía de la taza—, me gusta tu apartamento. El mío ya no tiene tantos muebles y no debe estar muy limpio que digamos, ya sabes, lleva deshabitado…, no sé, meses. No sé por qué no lo renté antes de irme a viajar por el mundo…, supongo que quería tener un lugar privado para volver —le comentó como si estuviera teniendo un monólogo interno, pero ese era el efecto de Koushiro en ella; la rutina tan íntima que habían cultivado por meses, le permitía no tener un filtro con él, aunque ella no se caracterizaba por tener uno—. En fin, antes de pasar la noche, tengo que limpiarlo y ventilarlo. Adoraría tener un robot aspirador como ese. —Esa confesión hizo que el pelirrojo sonriera.

El día anterior, no estaba en sus planes despertar en casa de Koushiro. Lo que sí estaba en sus planes era que se quedaría a dormir en la habitación de invitados en casa de la madre de Sora. Por eso, había dejado sus cosas en la residencia Takenouchi inmediatamente, luego de llegar del aeropuerto. Sora era atenta y amable, y Mimi sabía que podía contar con ella, pero cuando vio que Koushiro entró en el bar de Karaoke, la idea, un poco pecaminosa, de dormir en su cama había sido demasiado tentadora. Lo vio tan serio, como siempre, con un atuendo de hombre de negocios que no hizo más que debilitar las paredes de su endometrio; nunca había visto a alguien que le quedaran tan bien las camisas planchadas. Asimismo, antes de ir a ese bar de Sodoma y Gomorra; incluso antes de admitir sus sentimientos hacia Koushiro: los puros que hablaban de una chica enamorada y los no-tan-puros que describían a una chica en plena etapa ovulatoria, Sora le había dicho que era imposible que alguien como Koushiro hiciera tanto por una compañía que no era de su propiedad, a menos que él estuviese secretamente enamorado de ella. Las palabras de la chica del emblema del amor la llenaron de la seguridad que necesitaba para ir a tocar la puerta de su apartamento. Después de todo, Sora era la que más debía saber del tema, aunque a veces no estaba tan segura de eso, ya que nadie entendía todavía si estaba con Taichi o con Yamato, o con los dos.

—Puedes quedarte aquí, si quieres —propuso el pelirrojo con los labios en la taza de café, como si tuviera miedo de su respuesta. Era tímido, sí, pero no se parecía a la timidez que tenía en la secundaria, cuando se retorcía de ansiedad apenas ella le prestaba un poco de atención; ni tampoco se parecía a la timidez mezclada con cortesía con la que se presentaba en su apartamento a cenar. Ahora parecía ser una pregunta…, con precaución…, y ella tuvo que poner todo de su parte para no jadear frente a él.

—Eso me gustaría mucho —respondió con una sonrisa y tomó un sorbo de su taza mientras lo miraba directo a sus ojos negros. Aceptaba que estaba coqueteándole porque le gustaba más de lo que se atrevía admitir. Adoraba que, como ella, tenía su propio apartamento lleno de las cosas que anteriormente lo identificaban como el chico de la laptop. Como su gusto por Koushiro, tampoco le gustaba admitir que escuchar a sus amigos hablar de sus estudios la aburrían. Y pensar que podría haber despertado para desayunar con Sora y su madre, no era algo que le emocionara en demasía. La experiencia que el pelirrojo de sus sueños le había ofrecido podía fácilmente encabezar su top tres, ya que la tecnología era una especie de fantasía de princesa futurista, en el que las criaturas del bosque eran reemplazadas por pequeñas máquinas, y él era el hechicero ermitaño que controlaba todo con su magia—, pero más tarde debo ir por mis cosas a casa de la madre de Sora.

—Puedo ayudarte —preguntó otra vez con cautela, pero la tensión que parecía estar en sus hombros parecía estar disminuyendo conforme pasaban los minutos. Adoraba que Koushiro se sintiera cómodo frente a ella—, si quieres.

—No te preocupes, darling —dijo ella con ternura—. No traje muchas cosas y, francamente, debo hablar de un par de cosas o dos con ella. En privado.

Él se rió con la boca cerrada. Claro que hablarían de él apenas Sora la hiciera pasar a su habitación y eso no era un secreto. Como precaución, la pelirroja también tendría que cerrar la puerta para que su madre no escuchara ningún detalle pecaminoso que definitivamente saldría de la boca de Mimi. No era que no le gustara la señora Takenouchi, pero Mimi sabía demasiado de las peleas que habían tenido con Sora durante la infancia y adolescencia, y Mimi no podía evitar quedarse en el bando de su amiga. Sin embargo, el verdadero enemigo de aquella familia disfuncional era el señor Takenouchi. Y, con ese padre nefasto en la mente, sus dendritas saltaron para arrojarle una conversación bastante extraña que tuvo con Sora con respecto a su padre. La curiosidad la consumió.

—Por cierto, ¿es verdad que trabajas con el padre de Sora?

—Colaboramos ocasionalmente —reconoció Koushiro, con un tono de voz que despreciaba un poco la grandeza de lo que él representaba en el campo digital.

Estaba desquiciado, no era posible que no pudiese verse como todos los demás lo veían, especialmente como ella lo veía. Muchas veces, Mimi no entendía de lo que él hablaba, pero sí le interesaba. Miyako tenía la teoría de que quizás ella era sapiosexual, y era por eso que tendía a rodearse de personas con una inclinación hacia lo mental y racional, personas como Miyako, Meiko y el mismo Koushiro. Los dichos de su amiga en esos instantes le hicieron total sentido, ya que apenas él reconoció que colaboraba con el señor Takenouchi en sus investigaciones, algo pasó en sus ovarios, seguido de una contracción en su útero. Luego de pasar por sus cosas a la residencia Takenouchi, debía pasar a la farmacia por un relleno de píldoras contraceptivas, si es que pretendía pasar un mes completo viviendo bajo el techo de Koushiro y no darles a sus padres un nieto.

Mimi tragó hasta la última gota de café que tenía en la taza, intentando apagar el jadeo que amenazaba por escapársele de los labios una vez más. Debía distraerse con algo rápido o ni siquiera la sábana que tenía encima cubriría la humedad que se estaba agolpando entre las piernas. No quería que Koushiro pensara que su energía sexual era demasiada para él, después de todo, ella le había dado un beso apenas entraron al apartamento con la excusa de jugar a los 7 minutos en el paraíso. Luego se había arrojado a los brazos de Koushiro apenas él le enseñó la habitación principal. No era que él no quisiera iniciar una relación sexual con ella apenas la vio en sentada en las escaleras del edificio, ella sí reconoció el deseo su mirada oscura, pero ella misma había sido también la que lo había torturado al insistir que le enseñara cada rincón de su apartamento para incrementar al máximo la tensión que había entre ambos. Amaba el tira y afloja y él la volvía loca cuando hablaba de cosas que no tenían sentido en su día a día. Por eso mismo, debía tomar distancia y esperar un poco antes de volver a besarlo. No sabía por qué, pero no quería que él se percatara que lo que más le gustaba de él era su inteligencia. En esos momentos, ni siquiera ella sabía qué hacer con ese aspecto que había descubierto de sí misma, hace un segundo atrás.

—¿Colaboran? ¿Así como en artículos científicos?

—Sí… —le respondió él, como si no fuese interesante. Quizás porque no quería aburrirla con su trabajo, completamente ignorante de que era precisamente eso lo que la atraía violentamente a él—. Creo que empezaremos a investigar el Mar Oscuro del que hablan Hikari y Ken, pero la verdad es que no estoy muy interesado en sus ideas.

Ella asintió casi imperceptiblemente. Hace unos tres años, su digivice se endureció y Palmon dejó de existir, no era algo que le gustara recordar, así que tomó las tazas de café y las llevó al lavabo para limpiarlas con el agua del grifo corriendo. No quería ponerse a llorar, así que simplemente se distrajo con el ruido del agua. Apenas las dejó escurriendo en la rejilla, se volteó a verlo más compuesta.

—¿Y habla de Sora cuando está contigo? —preguntó con una sonrisa traviesa.

Si Koushiro percibió su cambio brusco de ánimo, se hizo el desentendido y ella lo agradeció.

—¿De Sora? —preguntó al aire mientras parecía hacer memoria y cubría con su mano su sonrisa para ponerse a reflexionar. Adoraba cuando pensaba así y agradecía que lo intentara, inclusive si fuese un chisme y no algún otro dato importante de sus investigaciones—. A veces me pregunta si la he visto, o si se ve feliz en el atelier de su madre, pero nunca sé que responderle.

—Tampoco creo que sepa cómo responderte si realmente le dijeras algo relevante…—opinó ella—. No es un buen padre. —Él sonrió, dándole la razón—. ¿Y de qué habla contigo, cuando no hablan de sus colaboraciones?

—Nada especial.

—No me sorprende que no te interesen sus ideas —rió ella.

Mimi se mordió el labio inferior cuando un pensamiento se abrió paso entre sus dendritas, si había alguien que podía encontrar la forma de devolverle a Palmon, era él. Sin importar si se metía o no en la investigación fastidiosa que le proponía el nefasto Doctor Haruiko Takenouchi, sabía que Koushiro pasaba todas las horas del día enfocado en descubrir una forma de revertir su actual situación, y que por eso olvidaba aspirar su apartamento o incluso abrir las cortinas. De esta forma, se asomó desde su subconsciente una tercera cosa que tampoco le gustaba admitir a Mimi, además de su gusto por el pelirrojo y el hastío que le provocaba escuchar las vidas lánguidas de sus amigos, y era que quería mantenerse lo más cercana a Koushiro, si es que él era capaz de revertir la piedra en los digivice.

No sabía si era correcto sentirse así, aunque ya no tenía el emblema de la pureza como para que afectara en algo su vida. Tampoco sabía si su gusto por él estaba también relacionado con esa tercera inquietud, por lo que no quería encontrar una respuesta a esa interrogante. Había cosas que simplemente se debían quedar como estaban.

Fue entonces que le tomó una mano entre las suyas y la besó. Solo era una chica común y corriente, nada parecida a la niña pura e inocente de hace años atrás, la adultez se había abierto paso con cualidades que no le gustaban mucho; antes no habría sentido hastío por las historias de Sora en el atelier de su madre, por ejemplo. Esperaba que Koushiro no viera ese lado horrendo de ella y que jamás se diera cuenta de que, parte de su amor por él, bien podría ser por las razones equivocadas.


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