Gracias Estefania Rivera por tu inspiración.
Capítulo beteado por Yani , gracias por ayudarme.
Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 17
Bella
Perdí la cuenta de todas las veces que quise huir de la aldea. De mis estados de crisis, de mi desolación y tristeza. Ya no importaba.
Quizá mi estado de ánimo era tan cambiante que me había acostumbrado. De igual forma me acoplé a vivir en medio de una precaria situación, donde la escasa ropa que vestían ya no me incomodaba, tal vez el pudor también había desaparecido de mí. Agradecí que al menos yo estuviera con un poco más de ropa que ellos.
Perdida en mis pensamientos me sobresalté al escuchar el revuelo. Los aldeanos corrían hacia un punto, entendí que peleaban porque sus expresiones no eran nada amables.
Volví a mi choza y me refugié como Nahuel siempre me decía. Asomé la cabeza entre la puerta y me quedé observando, siempre alerta.
Últimamente sus disputas se volvían más frecuentes. Comprendía que se defendían de los mineros que intentaban robarles su oro, sin embargo, tenía miedo de lo que fuera a suceder con nosotros.
Estábamos siendo amenazados y violentados por personas sin escrúpulos que buscaban aprovecharse de la vulnerabilidad de la aldea.
No obstante, entre tanta angustia, hubo un destello de esperanza para mí. Sucedió una noche cuando escuché el llanto de Aline.
Apreté los párpados fuertemente. La cabeza me dolía al grado que necesitaba golpearme para poder mitigar lo que sentía.
Entonces en mi mente se coló otro llanto, un llorido más potente que parecían ser dos al unísono ―sacudí la cabeza y me sostuve de la puerta para no caer―. En mi mente se mezclaban dos bebés en mis brazos.
Llevé una mano a mi pecho.
Eran idénticos a mi Aline, eran iguales a ella. Eran dos.
Me acerqué a mi bebé y la abracé conmigo. Olí su aroma y traté de calmarme, de encontrar una razón para no enloquecer.
Mi niña era mi único puerto seguro, mi farol en medio de tanta oscuridad.
―Tienes hermanos ―susurré, apreciando su precioso rostro sonrojado―. Y parece que son iguales, son mellizos ―reí entre lágrimas―. Tenemos que decirle a Nahuel, debe saberlo.
Salí corriendo a buscarlo cuando Aline se quedó dormida y satisfecha después de comer. Lo escuché discutiendo en su dialecto, no comprendía una palabra, en cambio sabía que la conversación era sobre mí porque al percatarse de mi presencia él y su padre guardaron silencio.
No era un secreto que su padre y líder me odiaba. Apenas me vio, bufó saliendo de la vieja choza.
―Tuve recuerdos ―confesé atropelladamente―. Estoy segura de que tengo mellizos, los vi momentáneamente en mi cabeza, fueron pequeños flashes.
Nahuel miró hacia donde había salido su padre y luego se centró en mi rostro.
―¿No dirás nada? Te he dicho que son mellizos, los recordé.
―Lo sabía.
Estreché los ojos, mirándolo fijamente. ¿Él lo sabía y no me lo dijo?
―Antes de que te hagas ideas que no son, déjame decirte que lo supe desde el primer momento en que tuviste a Aline, tenía mis dudas, pero en ese momento tuve claro que era la primera vez que tenías un hijo de forma natural. Te dije que tenías una cesárea y comprendí que tu útero había albergado dos hijos.
―¿Por qué me lo ocultaste? ¿Por qué callaste algo tan importante para mí?
―Debo cuidar mi forma de dirigirme a ti. Wenda, eres tan explosiva, tienes un carácter muy fuerte y comprendo que estás vulnerable, simplemente no puedo llenarte de ideas, no hasta que tus recuerdos se manifiesten por sí solos.
―¿Crees que voy a recordar? Estoy llena de miedo, no quiero quedarme aquí, necesito salir y saber quién soy.
Se acercó lentamente, quiso abrazarme pero se contuvo apenas frotando la palma de su mano derecha en mi antebrazo.
―Mi padre puede ayudarnos a que tus recuerdos vuelvan rápido.
―¿Por qué no lo ha hecho? Así dejaría de verme y evitaría pasar un mal rato al tenerme aquí.
―No tienes idea de quién es mi padre.
―A mí qué me importa. Solo quiero saber por qué me odia. ¿Por qué no me echa de una vez lejos de aquí?
―Mi padre es un chamán, tiene el poder ancestral para poder curarte, Wenda. El problema es que no quiere hacerlo.
―¿Por qué?
―No perteneces a nosotros. Por ello se niega a ayudarnos. ―Fue extraño que me diera la espalda, era la primera vez que lo hacía.
Me acerqué a él y toqué su brazo, pidiéndole que me mirara. Al principio se resistió, pero terminó girándose hacia mí.
―Entonces, ayúdame tú. Por favor, ayúdame a regresar con mi familia, con mis hijos ―supliqué entre lágrimas―. Será la única forma que encuentre paz.
Él suspiró pensativo y me dedicó una corta sonrisa.
―Te prometo que te ayudaré a volver. ―Se tocó el pecho con la palma de la mano―. Trabajaremos muy duro para lograrlo y volverás a casa, yo mismo te llevaré y me presentarás a tus demás hijos, a tu familia completa, pero no llores más.
―Por favor, no puedes fallarme, tu hermana y tú son las únicas personas en quienes confío para volver con los míos. ―Me aferré a su torso como mi salvavidas.
.
.
―¡Mami!
Atrapé en mis brazos a mi niña que lloraba entre sollozos. La abracé fuerte, cargándola conmigo.
―¿Qué pasa, Aline? ―Arrastré la punta de mis dedos por sus lágrimas cristalinas―. ¿Por qué lloras? ―pregunté mientras arrullaba su liviano peso.
―El señor no me quiere ―lloriqueó, apuntando con el dedo índice hacia afuera―. Me echó de su lado y me dijo que no me acercara. ¿Por qué no me quiere, mami?
La furia dentro de mí hizo ebullición. Soportaba sus miradas de odio hacia mí, mas no le pasaría que su desprecio fuera hacia mi hija, Aline debía estar lejos del radar de su discriminación.
Exhalé ruidosamente y llené de besos la carita de mi niña. La tranquilicé entre suaves cantos y la dejé sobre el pequeño colchón donde dormíamos.
Tenía tres años y medio. Sabía hablar mi idioma y algunas palabras de la tribu; era alegre, noble y persistente, no se rendía nunca, era capaz de acoplarse a cada circunstancia que se presentaba.
Lo demostró en el momento que tuvimos que huir junto a toda la tribu hacía un año cuando los mineros asaltaron el lugar llenándolo de fuego.
Pasamos tiempos complicados. La explotación de la que la tribu era objeto, era por demás triste y desgarradora. No había nada que se pudiera hacer ante los constantes abusos hacia los aldeanos, así que no hubo más opción que emigrar e internarnos más en las profundidades de la selva amazónica.
Les había demostrado mi lealtad, podían confiar en mí porque nunca los traicionaría, siempre trataba de ayudar en lo que fuese necesario y les compartía mis conocimientos. En cambio, para ellos, seguía siendo «la mujer blanca», como me llamaban.
―No llores, princesa ―susurré―, todos te quieren. Solo que Efrain es un hombre mayor que todo le molesta.
―Me quiero ir, mami ―rogó, aferrada a mi cintura―, quiero que vayamos a la casa con mis hermanos. Quiero conocerlos y también a papi. Ya no quiero vivir aquí.
Enredé mis dedos en sus suaves cabellos cobrizos. En todos estos años había recordado rostros y algunas ligeras situaciones, solo hacía falta darles nombres.
―Nos iremos, mi amor. Lo prometo. Ahora, espérame aquí, ya vuelvo.
Esperé a que asintiera con vehemencia y dejé un beso en sus cabellos.
Salí de la choza dispuesta a poner a Efraín en su lugar, me importaba un carajo si era el jefe o el chamán como lo conocían.
Caminé conteniendo mi rabia contra él. Sabía dónde estaba, no me fue difícil dar con él; debajo de un gran árbol meditaba y al sentir mi presencia se incorporó.
―¿Cómo te atreves a molestar a una niña?, ¿quién te crees para despreciar a mi niña?
―No acercarte. ―Levantó una mano para que me detuviera, por supuesto que no lo hice.
Llegué hasta él, enfrentándolo. Ojos oscuros mirándome con profundidad como si estuviera estudiando mis movimientos.
―No vuelvas a dirigirte a mi hija de esa manera ―exigí―. No lo hagas porque no me detendré hasta ponerte en tu lugar. ¿Entendiste?
No esperé su respuesta, di media vuelta y su voz profunda me detuvo.
―Pronto. Tomarás. Tu camino. ―Su español era pausado, se notaba que no tenía práctica, era por ello su mala pronunciación.
Me giré hacia él. Necesitaba respuestas.
―¿Cómo sabes?
―Las. Estrellas. No mienten.
―¿Puedes saberlo? ―inquirí intrigada―, ¿qué más te dicen?
Me dio la espalda y con la vara que siempre traía con él movió unas piedras que yacían sobre la hierba.
―Las. Aguas. Volverán. A. Su. Cauce. No. Perteneces. A. Este. Lugar.
―Por favor, ayúdame ―supliqué―. Quiero irme con mi niña y volver a donde pertenezco.
Apuntó al cielo azul que estaba despejado de nubes.
―Hombre. De. Ojos. Verdes. Está cerca.
Edward…
Ese nombre se coló en mis pensamientos.
Mi cuerpo enteró reaccionó erizando mi piel, me abracé a mí misma.
Era mi esposo.
Nos queda un capítulo más del pasado de Bella, estoy segura que ya quieren leerlo. Les agradezco mucho su apoyo, realmente estoy tratando de dar lo mejor para estar a la altura de sus expectativas. ¿Quieren la última parte?
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Infinitas gracias por sus comentarios: Kasslpz, Rosemarie28, Daniela Masen, marisolpattinson, Dulce Carolina, Mabelli Masen Grey, cocoa blizzard, PaolaValencia, Antonella Masen, Adriana Ruiz, Pepita GY, ALBANIDIA, miss-lissa19, Valeria Sinai Cullen, patito feo, Mickky, mrs puff, Verónica, catita 1999, Wenday14, Adyel, Adriana Molina, Car Cullen Stewart Pattinson, jupy, NarMaVeg, Estefania Rivera, Torrespera172(saludos), Maryluna, shuanime, Jimena, Smedina, Ary Cullen 85, Diannita Robles, Cassandra Cantu, saraipineda44, Nathaly, indii93, Chiki Garcia, Verónica, Pandii23, Adriu, Cinthyavillalobo, Cary, Peerla Salvatore Swan, sandy56, Andrea, Lili Cullen-Swan, marii, Lore562, Wendy Andino, Flor McCarty-Cullen, rociolujan, y comentarios Guest
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