En la quietud de una noche de verano, en un rincón bastante apartado del parque de Royal Woods, un chico de cabello blanco y una chica de cabellera castaña se encontraron bajo un cielo adornado con estrellas.

Lincoln y Lynn Loud habían salido desde hace un par de horas a petición de la chica, pues esta última esta vez quería entrenar fuera de la casa Loud.

Al contrario de tiempo atrás donde Lincoln se hubiera negado rotundamente a acompañarla a esos duros entrenamientos, él acepto gustoso de poder salir con la castaña.

Lo importante para ambos era pasar el tiempo juntos, involucrándose en las actividades que le gustaban el uno al otro.

La noche finalmente se había apoderado del parque, así que las estrellas fueron las que comenzaron a aparecer en el cielo mientras Lynn Loud terminaba de dar todo en su entrenamiento.

—¿Ya tuviste suficiente? —preguntó Lincoln mientras le pasaba una pequeña toalla que traía consigo.

Lynn se pasó el paño por el rostro secando el sudor que escurría de ella. Negó levemente dando una sonrisa torcida a su hermano.

—En realidad no apestoso.

Lincoln no sabía si quiera porque lo había preguntado, su hermana era una máquina de energía. Por supuesto que no se había cansado, sin embargo él sí y ni siquiera había hecho una cuarta parte de lo que Lynn hizo.

—Aunque ya es noche —dijo ella esta vez —mamá y papá esperan que lleguemos a la casa.

Lincoln aún sentado en aquel grande árbol tendió una botella de agua está vez a su hermana mayor que estaba parada frente a él.

La castaña la tomó de sus manos y bebió sedienta.

Ella hubiera bebido hasta la última gota si no hubiera sido porque recordaba que el peliblanco no había tomado agua, estaba respirando agitado aún con la mano sobre el pecho recargado en el gran tronco.

Retirando la botella de su boca se la ofreció a él esta vez.

—Toma un poco antes de marcharnos —le ofreció.

—Si ya nos vamos a marchar beberé en casa —respondió Lincoln—además yo no he hecho ni la mitad de lo que tu hiciste. Tú la necesitas más.

—Me tomé la anterior yo sola —hizo una mueca con la boca — toma de esta —volvió a ofrecer una vez más.

Lincoln se puso de pie aún con dolor en sus piernas por el cansancio después de este agotador entrenamiento. Mañana amanecería tan molido de los huesos.

—Estoy bien, mírame. No tengo tanta sed—respondió moviendo los labios que definitivamente se veían resecos —solo vamos a casa.

—¿Es que acaso no quieres beber de mis babas apestoso? —inquirio ella levantando una ceja—¿te doy asco?

Dramáticamente ella puso una mano en el pecho y él rodó los ojos acercándose más a ella.

—Sí tus babas me dieran "asco" como dices no haría esto todos los días.

Se acercó rápidamente a ella y estampo un rápido beso sobre sus labios, que al contrario de los de él, los labios de Lynn estaban hidratados.

Se retiró sonriendo levemente y ella también compartió esa sonrisa.

Aunque Lynn estaba firme en lo que había dicho antes sobre que tenía que beber algo de agua.

—Ya deja de ser tan jodidamente amable siempre hermanito. —bufó ella —Así que abre grande esa seductora boca.

Acercó la botella a los labios de el chico y colocó la mano detrás de su nuca. Como si una madre le estuviera ayudando a beber a su hijo pequeño.

Lincoln cedió, hizo caso y abrió la boca para sentir el pico de la botella entre sus labios, y enseguida empezó a sentir el agua pasar por su garganta lentamente.

Tan fresca.

Tan hidratante.

Sí.

Se sintió bien.

Tomó hasta la última gota, dejando el recipiente vacío.

Lynn alejó la botella de la boca de su hermano, dejándola caer al suelo.

Aún con la mano detrás de su nuca ahora con la mano libre acarició en círculos el pecho de Lincoln con una sonrisa pintada en su rostro.

—¿Ya más hidratado Linky?

—Seguro lo estoy. —confirmó —gracias Lynn.

—Bien.

Sin previo aviso fue ella que efusivamente conecto los labios de él con los suyos pero no de forma suave como el que le había dado Lincoln anteriormente, ella buscaba poder obtener más de él.

Lynn pudo sentir que definitivamente sus labios ya no estaban resecos, estaban igual de húmedos que los de ella.

Con el agarre que tenía detrás de su nuca, eso solo le facilitó las cosas para pegarlo lo más posible hacia ella y continuar moviendo sus labios sobre los del adolescente de cabellos blancos.

Sintiendo era suficiente, Lynn lo dejó ir del beso aún con un hilo de saliva qué caía entre ambas bocas de los adolescentes.

Lincoln estaba agitado, tratando de recuperar la respiración de semejante beso propinado por la deportista.

—¡Rayos Lynn!—jadeó buscando respirar —siempre me robas el aire.

Ella rió divertida, encogiendose entonces de hombros.

—Sabes que te gusta Linc.

Era cierto.

Como lo disfrutaba.

Primero fueron besos, apenas caricias entre ambos labios de la deportista y el hombre del plan. Se podría decir que si alguien los sorprendía, sencillamente podrían inventar que era algo fraternal.

Una muestra de afecto.

Estúpido como fuera, pero podría funcionar.

Serían regañados severamente de cualquier forma obviamente, podrían dudarlo inclusive y vigilarlos a partir de ahí todo el tiempo.

Pero no alarmaria tanto como ahora.

Últimamente habían escalado cada vez más a besos apasionados, de esos que ambos solo podrían ver en televisión, o que alguna vez llegaron a ver se daban sus padres.

Así que no habría forma de que alguien pensará que eso era algo fraternal ya que ambos se comían el uno al otro con las bocas.

—De acuerdo, lo disfruto —admitió con una gran sonrisa satisfaciendo a la chica.

Ambos agarraron las pocas cosas que habían traído para venir al parque. Ya tenían que ir a casa tal como antes lo había dicho Lynn.

Cuando él habló sobre los planes que tenía el día de mañana para ambos, sintió el agarre de ella que lo detuvo de caminar en dirección a su hogar a donde iba marchando.

—¿Qué sucede? —preguntó Lincoln confundido por el suave agarre que tenía ella en su muñeca.

Lincoln giró para mirar a Lynn y la vio con la vista pegada hacia el gran cielo nocturno.

—¿Te habías dado cuenta lo bonita que está la noche?

Soltó la pregunta Lynn, pareciendo estar cautivada de alguna manera por el cielo que tenían sobre ambos.

Lincoln alzó una ceja confundido, nunca había escuchado a Lynn describir la noche como bonita, tampoco había visto que ella con sus ojos admirara de esa manera el cielo como lo hacía ahora.

—Amm no. —respondió —No me he dado cuenta.

Lynn bajo la vista para enfocarla en su hermano y ahora lo tomó de su rostro para obligarlo a alzar su vista a donde ella segundos atrás veía.

—Pues mira con tus propios ojos.

Lincoln hizo contacto con el cielo nocturno que de alguna manera los iluminaba a ambos con el brillo de la luna en aquella noche de verano.

Era un espectáculo celestial.

Era una noche de esas que parecen sacadas de un cuento de hadas, donde el universo entero conspira para unir a dos enamorados.

Lincoln pudo admirarlo al igual que Lynn quien aún tenía sus manos ligeramente agarrando el rostro de él.

—Linc —habló casi en un susurro—te parece si... nos quedamos solo cinco minutos más aquí. Solo... para ver haya arriba.

Ahora Lynn jugueteaba nerviosamente con sus dedos y sus palabras salían con un hilo de pena y duda.

Lincoln ladeó su cabeza a un lado más que nada confundido por el repentino interés de su hermana de quedarse a contemplar simplemente las estrellas junto a él.

En lugar de obligarlo a quedarse a seguir entrenando que podría esperarlo sin dudar alguno.

—Supongo que no hay problema si nos quedamos solo un poco más.

Lincoln y Lynn dejaron de nuevo las cosas caer en el cesped y ellos mismos también se dejaron caer en la hierba sentándose en modo indio para quedar en un silencio, pero no un incómodo silencio, era más bien agradable.

Lynn se encontraba callada, siendo pacífica al contemplar el manto estrellado sobre ambos.

Algo raro en ella.

Lynn Loud era una chica llena de luz, con un espíritu inquieto, cargado de pura energía, adrenalina total.

Una niña activa desde pequeña.

Quedarse quieta no era un opción para ella.

Pero en cambio aquí estaba, Lincoln la vio solo mirar hacia el cielo como momentos atrás; la serenidad llegando a ella.

Sintió como la mano de Lynn llegaba hasta la suya, buscando calor, buscando soporte, ese que siempre le podría otorgar él y que jamás le pudo negar pese a las mil diferencias y desacuerdos que pudieran tener.

Lincoln entrelazo entonces sus dedos aún con la mirada hacia el firmamento. Las estrellas parpadeaban como diamantes en el oscuro terciopelo del cielo.

Apartó la vista entonces solo para encontrarse aún con una vista a sus ojos más bella; el brillo de la luna iluminaba el rostro de Lynn y le daba un aura mágica que antes no hubiera podido percibir.

Lincoln la miró con admiración, siempre la había admirado por su increíble fuerza, por su determinación.

Su dedicación y pasión eran a veces contagiosas. Era increíble cómo se esforzaba y superaba todos los desafíos que se le presentaban constantemente.

Y por supuesto también la admiró por esa belleza que poseía.

Todas sus hermanas eran bonitas, siempre lo había pensado y en el pasado jamás llegó a mirar a ninguna más haya de como un hermano miraría a su hermana.

Pero...

Que Dios lo perdone lo que estaba viendo en Lynn desde hace un tiempo para acá.

Él ya no podría volver a mirarla como su hermana nunca más.

No había marcha atrás y él lo terminó de confirmar en esa mágica noche.

Tratando de calmar sus pensamientos que solo remordian su conciencia trató de hablar después del silencio que había.

—Yo... no pensé que esto te gustará en verdad.

—¿Qué? —preguntó Lynn mirando entonces a Lincoln.

—Sí, ya sabes... simplemente sentarse y mirar el cielo nocturno.

Lynn suspiró, torció una sonrisa ladeando ligeramente su cabeza al lado contrario de donde estaba sentada junto a Lincoln.

—Bueno... yo lo hice p-porque quería compartir este momento contigo. ¿Es lo que hacen las parejas no?

Lynn entonces lo miró directamente con esos grandes orbes color avellana, y con esa linda sonrisa que generalmente siempre tenía cuando obtenía un logro en los deportes pero ahora era dirigida hacia él y solo a él.

—Ya sabes... —continuó ella tomando más cercanía hacia Lincoln—generalmente son esas cosas cursis que hacen las parejas, sentarse y besarse bajo la luz de la luna. —chasqueo un poco la lengua.

—¿Entonces no te gusta? —cuestionó el peliblanco por el gesto que había hecho ella.

—¡No! —respondió rápidamente —es decir ¡sí!

El rió por la expresión que acababa de hacer y ella dejó descasar su cabeza contra su hombro de él.

—¡Oye no te burles!

—No me burlo —alzó las manos de manera inocente.

—Escucha —volvió a hablar tomando la misma distancia que tenía antes —antes no lo hacía tanto. No contemplaba todo lo que tenía alrededor —confesó ella — creo que tú más que nadie me conoces Linc y sabes que pensaba que estas cosas eran ridículas, totalmente cursis. —hizo un ademán con las manos.

—Si recuerdo eso.

—Bien. Pero... creo que últimamente cuando salimos a leer tus cómics durante el día bajo el árbol de la casa, a entrenar por las tardes o a veces cuando salimos a platicar al patio de la casa por la noche, no sé...

Hizo una pausa subiendo los hombros con algo de pena por todo lo que estaba diciendo al hablar con Lincoln.

—Sabes... yo simplemente estando ahí junto a ti y teniendo ya sea al amanecer, atardecer o anochecer. Hicieron que de alguna forma extraña los empezará a admirar porque es testigo del tiempo que pasamos juntos, de lo mucho que tu y yo... nos queremos.

Un leve sonrojo adorno sus mejillas pecosas.

—El cielo ahora esta en verdad muy hermoso —ella tímidamente dijo —pero lo que en verdad lo hace especial es porque estás tú conmigo.

Lincoln se le quedó mirando fijamente por las palabras que había soltado la niña.

Lynn pensó que seguramente él se estaría riendo de lo cursi que había sonado todo eso que había soltado.

¿Qué le estaba pasando?

—¡Diablos!, olvídalo —se cubrió avergonzada por primera vez su rostro —eso sonó...

—Hermoso —completó Lincoln para su sorpresa.

Lynn dejó de cubrir su rostro y se encontró con Lincoln más cerca de ella. Este llevó su mano hacia la piel de su cara para acariciar suavemente su mejilla con su pulgar.

—Yo creo que sonó hermoso Lynn. —terminó por decir con una sincera sonrisa.

—¿Tú crees eso? —aún incrédula preguntó.

Lincoln asintió ante la pregunta que la castaña le hizo y entones él se acercó lentamente a ella para unir sus labios con los suyos en un beso pausado, ahuecando la mejilla aún con su mano.

Moviendo sus labios a su par, en caricias suaves y toques sobre ambas pieles de sus caras se alejaron de igual manera de manera lenta.

Recargaron entonces sus frentes la una con la otra, ambos con una boba sonrisa pintadas en sus rostros.

—Estamos siendo tan cursis—Lynn fingió una arcada que el continuó en broma.

—¡Hey! Pero a mí si me gusta —le alegó.

—Es que siempre has sido así apestoso—lo codeo entonces —¿porque no me sorprende? y ahora me has contagiado.

Lynn entonces inhalo su propio aroma en su jersey deportivo e hizo una mueca de asco.

—¡Puaj!, huelo a ti. ¡Desagradable!

Él rodó los ojos riendo.

—Información de último minuto. Hueles mal por tus propios olores, no por mí, te lo aseguro.

Se llevó la mano nuevamente al pecho de manera indignada abriendo ligeramente la boca.

—¿Mis olores?, con que mis olores. Pues ven aquí.

Entonces Lynn se abalanzó contra Lincoln.

Ambos rodaron en la hierba detrás de los arbustos donde estaban, Lynn empezó a abrazarlo estando arriba de él, refregando ella según el aroma apestoso que Lincoln había dicho, mientras él le empezaba a hacer cosquillas en sus costados valiéndose de esta debilidad por su parte para que cediera.

Ambos adolescentes estaban en risas hasta que por un momento pararon y solo se quedaron mirando fijamente agitados por el leve ataque de risa que habían tenido.

Lynn estaba teniendo de nuevo esa desesperada necesidad de lanzarse contra sus labios y lo hubiera hecho si no hubiera sido por las suaves palmadas que recibió en su espalda de él.

—Lynn rápido —le dijo Lincoln—una estrella fugaz, pide un deseo.

Apenas alcanzado a ver una pequeña mota brillante que se desplazaba a gran velocidad a través de la bóveda celeste ambos adolescentes visualizaron la estrella fugaz fijamente para luego cerrar los ojos con todas sus fuerzas y pedir con todo su corazón el tan anhelado deseo que según la tradición tiende a cumplirse.

Lincoln y Lynn abrieron los ojos para mirar de nueva cuenta hacia el cielo y ahora fijar su vista en una de las tantas estrellas que había en el cielo para seguir reclamando por ese deseo que habían pedido.

—¿Qué pediste? —preguntó Lincoln hacia la castaña una vez que había terminado de pedir su propio deseo.

—¿Tú crees que soy tonta? —preguntó Lynn —si cuentas tus deseos no se cumplen torpe —picoteo con su dedo índice su nariz. —y no pienso renunciar a ese deseo por nada.

—Bueno, creo saber que es —aseguró Lincoln cruzando sus brazos —me lo imagino.

—Ni siquiera te lo imaginas—aseguró Lynn muy segura de si misma—además no vas a usar esa clase de psicología barata en mi para que te lo termine revelando apestoso—lo empujó un poco más fuerte de lo que antes lo había hecho.

—Bien—suspiró en una media sonrisa. —guárdalo entonces para que se cumpla.

—Te diré cuando se me cumpla al menos —guiño un ojo en su dirección.

En verdad ambos deseaban seguir observando el cielo estrellado en ese rincón tranquilo, rodeados por el susurro de la brisa nocturna y el brillo de las estrellas.

Pero sabían que se habían sobrepasado esos cinco minutos que habían dicho.

—Sabes Lynn... me encantaría seguir aquí contigo —dejo escapar un resignado suspiro.

—Lo sé. A mi también —la mirada de la castaña mostraba un deje de tristeza —Tan solo quisiera quedarme aquí contigo.

Sin embargo ambos lo sabían.

Debían volver a casa, seguramente sus padres estarían llamando a sus celulares que mandarían al buzón.

No es que estuvieran en una zona de peligro, pero el problema es que nadie debía sospechar ni de broma de esto, que era verdaderamente lo que hacían ambos durante o después de salir a entrenar. Ni porque pasaban tanto tiempo juntos.

—Algún día —Lincoln tomó las manos de Lynn —algún día haremos que nuestra noche bajo las estrellas no terminé. —los ojos azules miraron a los cafés —Estaremos ahí tu y yo sin límite bajo las estrellas mientras ambos las contemplamos.

El corazón de Lynn se aceleró al verlo ahí decir eso con tanta seguridad.

Siempre había sido el chi...

¡No!

El hombre del plan.

Trazando planes, para que todo resultará bien.

El que Lincoln le dijera eso le dio esperanzas para que confiara en lo que le decía y que de alguna manera ambos lograrían saber como llevar esto para llegar a lo que Lincoln decía.

—¿Sonó bastante cursi? —Lincoln preguntó nervioso con una risita pensando que su hermana tal vez lo empujaria a un lado fingiendo una arcada por lo ridículo de su discurso.

—¡No! —negó rápidamente ella con una pequeña sonrisa iluminando su rostro —creo que sonó hermoso en realidad.

Lynn se lanzó en un abrazo hasta Lincoln, pasando sus manos por su espalda, con caricias suaves que muy pocas veces le había dado antes, ahora sobraban.

La castaña se separó solo para besarlo una vez más, para reclamarlo una última vez antes de volver a casa.

Se subió entonces encima de él para acomodarse mejor y masajear sus labios contra los suyos, sus manos viajaron por su rostro, por su pecho, por sus hombros mientras disfrutaban del beso.

Ambos ojos estaban cerrados, sus labios se encontraron al principio con cierta suavidad, mientras se acariciaban las mejillas.

Entonces Lynn pensó en lo que le había dicho, en ver las estrellas algún día sin límites de tiempo, no como ahora que tenían que correr hacia casa.

Se lo imagino en su mente, la escena de ambos ya adultos, saliendo al patio de una casa que habrían comprado para vivir, saliendo a mirar al cielo nocturno después de un largo día.

El solo pensarlo hizo que aumentará la presión y la urgencia con lo que se besaban por parte de Lynn.

Lincoln lo recibió con gusto, sus manos se aferraron entonces al jersey de la deportista también con desesperación para acercarla más a él y que no se fuera a ningún lado. La quería más cerca de lo que nunca imaginó.

Ambos querían mantenerlo.

Ambos desprendían un deseo abrumador de querer estar juntos.

Eso solo les hizo sentir un calor agradable, un calor que deseaban continuar teniendo.

Querían más pero...

La situación en donde estaban era el problema.

Resignados a escalar a algo impropio en un lugar público donde ya se habían arriesgado lo suficiente.

Ambos se separaron con la respiración más agitada que nunca, sus caras rojas, con el corazón latiendo por amor.

Lincoln le dio un último beso esta vez en la mejilla terminando con su sesión de besos de hoy.

Ambos tomaron sus cosas que habían botado al césped y entonces ahora si se marcharon.

Aún en el camino Lincoln no pudo dejar de pensar en ese momento que habían compartido viendo las estrellas.

Debería a estas escalas estar arrepentido por estar en una relación con su hermana; a los ojos de cualquiera sería enfermizo, repugnante, inmoral, entre muchas otras cosas más.

Sin embargo no lo podía estar.

Su corazón latió recordando el deseo que pidió hacia la estrella fugaz, algo que anhelo con todas las fuerzas de su corazón.

Ser lo suficientemente fuerte para luchar y hacer posible lo suyo con Lynn.

Tenía casi trece años, aceptaba que su familia reaccionaría de manera furiosa cuando se enteraran.

Pero no quería alejarse de Lynn.

No podría soportarlo.

Él quería luchar por lo suyo.

Quería demostrarle que él también podía ser fuerte.

Así que esperaba esas antiguas leyendas fueran ciertas y que la estrella fugaz fuera de algo de ayuda para el duro camino que les deparaba.

También esperaba que se cumpliera el deseo que Lynn había pedido.

Lincoln suponía que su deseo había sido poder ganar las siguientes eliminatorias en fútbol, o que su equipo favorito ganará la siguiente temporada en el fútbol americano; inclusive imagino que tal vez ella había pensado en el futuro y deseo estar dentro de la WNBA, tal vez poder participar en las olimpiadas y ganar, ser profesional en la lucha libre. A decir verdad había tantas opciones, tal vez pidió todo lo anterior.

Como sea, cualquiera de eso que ella deseara, por supuesto que él estaría para apoyarla, animarla y asegurarle que todo estaría bien.

Pero lejos estaba de la verdad.

Lynn no había pedido nada de eso, probablemente no hace mucho eso hubiera deseado. Ella hubiera pedido que la fama llegará a ella, ganar más trofeos de los que ya tenía, ser reconocida mundialmente.

Ella era Lynn Loud reconocida en Royal Woods por ser una excelente deportista con tan solo catorce años y eso le elevaba el ego. Claro que se merecía todos los logros del mundo.

Sin embargo ahora no sabía que le pasaba exactamente.

¿Eran sus hormonas alborotadas?

Ella no lo creía.

Se sentía real.

No creía que fuera una calentura como muchas adolescentes tienen, si hubiera sido así no estaría quebrantando algo con la persona que había estado ahí a su lado desde hace doce años, ella no sería tan cruel para dañarlo de tal manera.

Aún esperaba ser en un futuro una gran atleta, pero cuando había mirado a Lincoln a su lado, cuando lo había besado, cuando lo había tocado, cuando su corazón empezó a latir de amor que nunca había sentido antes por Lincoln, ella siempre lo amo pero ahora el sentimiento fue diferente.

Entonces por todo eso ella pudo pensar en un deseo. Ella deseo poder tener una vida junto a él, junto a Lincoln, estar a su lado para siempre.

Eso era lo que ahora más deseaba, no separarse de él.

Lynn apretó los puños de sus manos con fuerzas y le dedicó una débil sonrisa a Lincoln que correspondió, eso antes de entrar por la puerta de la casa Loud.

De nuevo a fingir.

Pero al menos ella deseaba que se hiciera realidad su deseo y en un tiempo no muy lejano ambos estarían por toda la noche admirando juntos las estrellas.


Algo que se me ocurrió mientras escuchaba música. Me inspiró para escribir de ellos dos, en verdad me está gustando escribirles.

¡¡Gracias por leer!!