Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada


Llegando a la hora pactada, Lithos estacionó su motoneta frente a la entrada principal del hotel Thorne, donde fue recibida por un chico de uniforme que la trató como si ella fuera una de las grandes personalidades que se hospedaban en el lugar.

Con una sonrisa tímida, entró al hotel y se detuvo frente a la recepción, recibiendo una mirada de interés de parte de la encargada, quien ya sabía por qué estaba ahí; Lithos había llamado horas atrás para confirmar su salida, dejando sin escapatoria a su objetivo principal. Mientras esperaba, se sentó en uno de los cómodos y lujosos sofás, intentando ignorar las miradas sobre ella y los comentarios medio escondidos de los principales trabajadores del lugar; al menos hasta que la vergüenza de ser el objetivo de miradas indiscretas logró hacer que se levantara y estuviera a punto de buscar ella misma a su objetivo, y traerlo de la oreja si era necesario.

Para su suerte, no tuvo que recurrir a medidas extremas, apenas se dio la vuelta notó que Shaka se acercaba con una expresión seria. Lithos casi quiso disculparse por obligarlo a meterse en esa situación, pero se retractó; era su obligación, en parte por ser el primero, en parte porque no tenía nada más que hacer.

—¿Estás listo? —le preguntó cuando él estuvo frente a ella, con una media sonrisa.

—No tengo opción.

—Le avisaré a Sasha.

Lithos sólo tenía un problema con la nueva personalidad de Aioria: era demasiado extremo. La joven no entendía por qué siempre Aioria, o alguno de sus conocidos, se iban hasta los extremos, como si fuera un competencia por ver quién era más radical en cuanto a su personalidad se refería. No tenía nada de malo que Aioria quisiera ser un joven elegante, con estilo y modales refinados… pero tampoco debía exagerar.

La mejor muestra era esa mañana. Aioria se había levantado antes de que el Sol lo hiciera, preparándose para los ejercicios matutinos a los que se había acostumbrado desde hacía seis meses. Después del ejercicio, tomaba una ducha, se ponía un pantalón de vestir y cualquiera de sus camisas de colores claros; ese día, eligió algo más formal, puesto que su madre lo había invitado a desayunar en su casa y quería verse bien para la reunión.

Desde que había despertado en su cama con un agudo dolor de cabeza, Aioria había estado decidido a cambiar su vida, en especial su relación con su madre, así que continuamente había estado visitándola y compartiendo con ella algunas salidas, acompañados del oscuro Aioros y la cambiada Lithos.

Además de eso, Aioria pasaba sus días buscando trabajo, comprando ropa que se viera elegante, deshaciéndose de su antigua ropa, la que no podía creer que alguna vez utilizara, perfeccionando sus modales e intentando encontrar algún pasatiempo que llenara sus huecos días libres. Su misión más importante era lograr el perfecto equilibrio entre la elegancia y su propia personalidad, con el objetivo de convertirse en el hombre elegante por excelencia. La perfecta personificación de los modales y clase.

—¿Estás seguro de que no quieres acompañarnos en el desayuno, hermano? —le preguntó a Aioros cuando estaba por salir. Aioros estaba acostado en el sofá más grande, leyendo un libro de tapa oscura.

—¿Has visto cómo está el Sol? Apenas son las nueve de la mañana y ya siento que el mundo está recordándome que todos son felices menos yo.

Aioria entrecerró los ojos al escuchar cómo Aioros suspiraba y se recostaba aún más en el sofá. Sin decir nada más, el joven se dió la vuelta y partió rumbo a la casa de su madre, o de su tío en realidad, esperando tener un desayuno agradable dónde ambos, y Lithos, compartirían una mañana familiar.

Aunque muchos no lo creyeran, Aioria estaba acostumbrándose a su nueva forma de vida. Era una buena vida, una vida decente, y no veía nada de malo en intentar mantenerse como una persona decente; si el mundo estaba perdiendo sus buenos buenos modales, él demostraba que aún existían personas que mantenían las buenas costumbres.

Llegó justo a la hora pactada, como debía ser, y antes de tocar el timbre quitó algunas pelusas imaginarias de su camisa y miró las flores que había comprado para su madre, esperando que fuera un buen presente para la mujer. Parándose derecho, sosteniendo sus flores con suavidad para no arruinar el bello papel que las enrollaba, Aioria tocó el timbre y esperó pacientemente a que le abrieran. Lithos no tardó en abrirle y recibirlo con una gran sonrisa y un brillo extraño que Aioria no supo identificar.

—Invité a otra persona, espero que no te moleste —explicó ella después de que, amablemente, Aioria le pidiera pasar.

—No lo considero algo relevante mientras no le moleste a mi madre… ¿qué clase de relación tienes con esa persona? ¿Es un hombre o una mujer? ¿Hace cuanto lo conoces? —Aioria entrecerró los ojos, interrumpiéndose— Lo lamento Lithos, esas preguntas fueron sumamente groseras.

—No te preocupes —desestimó la joven; evitando decir que Aioria nunca se había preocupado por ser demasiado preguntón, era parte de su personalidad, de cuando algo le preocupaba demasiado, como ella y su relación con otros chicos—. Y a quien invité fue a Shaka.

Al escuchar el nombre del rubio, Aioria frunció el ceño con desagrado. El hombre en cuestión era bastante raro, en opinión del griego; tan arrogante, tan falso, tan millonario, tan… tan… tan distinguido.

Mientras desayunaban Aioria se sorprendió al ver que Shaka ayudó a Lithos y su madre a sentarse, recorriéndoles la silla; cuando se levantaba para ayudar a Sasha a llevar la comida lo hacía yéndose por el lado izquierdo y esperaba a que la mujer se sentara antes para poder regresar a su lugar; no hacía ruido cuando removía su té; acomodó su servilleta sobre el regazo; se limpiaba la boca antes de beber; estaba sentado derecho y miraba con atención a todos los participantes de la charla; incluso le pidió permiso a Sasha para levantarse de la mesa, puesto que al parecer tenía que atender una llamada. El hombre hizo tantas cosas que Aioria sintió que esos seis meses de esfuerzo para aprender algo de modales no habían servido de nada.

—¿Estás bien, Aioria? —le preguntó Sasha cuando vio que su hijo no había tocado el plato de pastelillos frente a él, del que siempre tomaba cinco o seis.

—Por supuesto, madre, esta ha sido una mañana agradable —dijo él, con una tenue sonrisa.

Al escucharlo, Sasha asintió levemente dudosa. El cambio de Aioria la había tomado por sorpresa, casi tanto como el de Aioros, pero no había tardado tanto en acostumbrarse; eran sus hijos, por supuesto, si se comportaban de esa forma era porque una parte de ellos era así, una muy, muy escondida, puesto que jamás lo había esperado. Además, secretamente, se alegraba de que ninguno de ellos se uniera a la tendencia explosiva de Milo.

Lithos, por su parte, miró fijamente a Aioria, pensando en cómo hacer que se preguntase si estaba haciendo lo correcto, sin caer en la manipulación que había hecho Celintha con Afrodita. Ideando planes, recordó otros temas que lograron distraerla. Contrario a su amiga, Lithos no tenía tan marcada esa vena conspirativa.

—Sasha, leí en las noticias que le van a hacer un homenaje a tu hermano en el Museo Alexandros.

—¡Sí! —exclamó Sasha con una sonrisa grande, recordando la emoción en su hermano y cuñado cuando le contaron la noticia— Tendrá una exposición que durará todo un mes, una enorme habitación sólo para sus obras y un pequeño brunch el día de la inauguración, en tres semanas —comentó, abriendo los ojos al recordar un tema importante que casi había olvidado, la razón por la que había organizado ese desayuno—. Y todos iremos, ¿entendido, Aioria? Lithos, también estás invitada. Toda la familia debe ir para que Alone no se sienta incómodo con esos snobs de arte.

Al escuchar la resolución de su madre, Aioria asintió, nervioso. Nunca había estado en uno de esos eventos importantes, al menos no que él recordara y que asegurara un buen comportamiento de su parte, así que esa era su oportunidad para comprobar si todo su esfuerzo había valido la pena, si valía la pena continuar con esa vida sosa y falta de emoción que tanto le agradaba tener.

Y aunque la idea le provocaba una gran emoción, también sentía que algunos nervios comenzaban a recorrerle todo el cuerpo. No estaba preparado, lo sabía perfectamente.

Lithos, al notar el cambio en las expresiones de Aioria, que iban acorde con sus emociones, contó como si fuera un tema casual que Shaka tenía experiencia en esa clase de eventos pomposos y tendenciosos. Tal vez, pensó mientras se despedía de todos, sí se le había pegado algo de la mente maquinadora de Celintha. Esperaba que eso fuera algo bueno.

Al verse sola con los chicos, Sasha no tardó en despacharlos, obligándolos a irse juntos para que hicieran las paces y olvidaran esa idea tonta de dejar de ser amigos. En el auto de vuelta a casa, ya que Aioria había aceptado que lo llevaran, el aspirante a hombre modelo miró varias veces al rubio de reojo, intentando pensar en la mejor forma de pedirle un enorme favor.

—Aioria —dijo Shaka después de varios minutos en silencio—. Quiero aprovechar para disculparme por lo descortés que fui este año contigo.

—No hay nada que disculpar, de cierta forma lo entiendo —comentó Aioria, ignorando la emoción que lo recorrió al escuchar que por primera vez en meses no le cambiaban el nombre. No sabía por qué le emocionaba, apenas y conocía al hombre—. Pero creo que podrías compensarlo…

—Eso es contradictorio.

—Enséñame modales —exigió Aioria, olvidando sus propios modales—. Y no quiero presionar pero no olvides que me llamaste Alan por dos semanas completas, después fui Alexander, Acacio, Agamenon Alexis, Andreus, Aquiles…

—Ya entendí. —Rodando los ojos, Shaka intentó no sonreír al notar la antigua personalidad de su amigo flotando en medio de toda su rigurosidad.— Mañana, temprano, en el hotel de mi tía. No llegues tarde.

Después de recibir indicaciones, Aioria casi fue bajado del auto por el enorme gorila que estaba con ellos. Al caminar a su casa mantuvo una actitud positiva hasta que se percató de que no le habían dicho la hora. "Temprano" equivalía a un gran número de horas, ¿cómo saber cuál era la hora correcta? ¿cómo saber si no era la primera prueba en sus nuevas clases?

Era posible que fuera una prueba; tenía que serlo, y él no iba a fallar.

Llegó a las nueve de la mañana. Ni un minuto más, ni un minuto menos. Al llegar al hotel miró con sorpresa todo lo que había a su alrededor, satisfecho con lo distinguido que se veía el lugar. Después de hablar con algunas mujeres en la recepción, Aioria subió hasta la habitación de Shaka y tocó la puerta, con toda la seguridad que podía sentir.

—Buenos días, Shaka, llegué temprano, tal y como dijiste —saludó cuando la puerta fue abierta.

—Temprano… —murmuró Shaka, volteando la cabeza para mirar un reloj que tenía al otro lado de la habitación— De acuerdo.

Al escucharlo, Aioria sintió que toda su confianza se resbala entre sus manos. Algo en ese tono con el que lo recibieron le hizo saber que había fallado la primera prueba.

—¿O no es temprano? —preguntó.

—Es aceptable —Shaka asintió ante su palabras y se hizo a un lado para que el griego pudiera pasar—. ¿Estás seguro de que quieres que te enseñe modales? Te lo advierto, no tengo paciencia, y sí tengo mejores cosas que hacer.

—También me llamabas Anthony, Aristóteles, Arquímedes, Apolo, Adonis, Ares, Athanasios…

—Bien, iniciaremos con los modales al recibir invitados, es lo más sencillo.

Al ver que su táctica de convencimiento funcionó, Aioria sonrió victorioso y sacó su libreta de notas, preparado para hacer apuntes de todas y cada una de las cosas que le explicarían. Por una semana y media pasó estudiando y poniendo en práctica todas las cosas que le enseñaban en su casa.

La opinión de la familia, así como Aioria con sus clases, iba en un vaivén de diversidad: Sísifo miraba con extrañeza el comportamiento de su hijo, pero como le preocupaba más Aioros determinó que Aioria era inofensivo; Arkhes e Ilias no veían cuál era el drama entre Aioria y Aioros, apoyándose en el poco tiempo que habían pasado con ellos, argumentaban que no veían diferencia entre su comportamiento antes y su comportamiento ahora; viendo cómo Lithos pasaba más tiempo con Aioria, Regulus solía unirse a su primo en sus almuerzos de ensayo o prácticas elegantes; por último, Kaiser, el menos indiferente además de Sísifo, solía mirar en silencio a Aioria, haciéndole preguntas sobre cómo estaba y cómo se sentía.

Siempre que le preguntaba, Aioria alzaba los hombros y afirmaba estar bien; después su tío, perspicaz, desviaba la mirada y volvía a cuestionar: "¿qué es que estés bien?".

Aioria nunca podía responder esa segunda pregunta. Menos cuando comenzó a recibir clases de etiqueta de un verdadero experto.

Si bien su objetivo era convertirse en el esplendor de la elegancia, mientras más días pasaban, comenzó a cuestionarse qué haría cuando cumpliera su meta. No tenía más; al menos el nuevo él no tenía más planes. Posterior a ordenar su habitación (porque un hombre con clase no es desorganizado) había descubierto que el viejo él sí tenía decenas y decenas de planes, objetivos propios, marcados, planes de reserva incluso. El viejo él sabía que dirección debía tomar, aunque el decadente estado de su habitación dijera lo contrario.

Debido a eso no era capaz de afirmar que estaba bien. ¿Cómo podía estarlo si no sabía nada de su vida, fuera de que quería ser el epítome de la clase y elegancia?

—Shaka, si me lo permites, ¿puedo hacerte una pregunta personal? —le preguntó a su nuevo amigo al final de la segunda semana de sus clases. Sólo le faltaba una para el gran homenaje a su tío.

—Eso depende de qué tan personal es.

—Lo tomaré como un sí —definió después de escuchar la escueta respuesta— ¿por qué ya no te comportas como el pomposo arrogante y egoísta de antes?

Curiosos, Aioria vio cómo Shaka entrecerraba los ojos y mantenía un largo y enigmático silencio que lo mantuvo a la expectativa.

—No había una razón suficientemente justificada para continuar siendo así. ¿Por qué estás tan obsesionado con la idea de ser elegante?

—Creo que no tiene nada de malo querer ser una persona decente —Aioria se encogió de hombros, intentando mantener su postura erguida en el sillón—. Además, tengo la impresión de que siempre he querido mostrar algo de modales, viendo la clase de gente que me rodea y lo importante que es la familia de mi madre. Y es agradable sentirse respetado de vez en cuando.

Aioria sabía que su tío Alone era un famoso y reconocido pintor, su madre había sido modelo de sus primeras pinturas, incluso en su familia paterna podía encontrar a eminencias en sus respectivas, como sus tíos Kaiser e Ilias; de sus antiguos amigos era mejor no concentrarse demasiado, escritores, médicos, abogados, científicos, millonarios… La exigencia a tener alguna clase de buen comportamiento lo rodeaba, no podía ir por la vida como un descortés que desconoce el significado de por favor y gracias.

Tal vez estaba un poco acomplejado. Tal vez quería dar una buena imagen. Tal vez sólo quería ser una mejor persona mejorando algunos aspectos de su personalidad. ¿Al final del día no se suponía que uno debía buscar sentirse bien consigo mismo?

Después de tres intensas semanas de clases de etiqueta y modales, Aioria estaba listo.

Se levantó temprano (la definición de Shaka para temprano, es decir, seis y media de la mañana), duchó, desayunó y cambió apropiadamente para un evento tan importante como al que asistiría. Incluso logró convencer a Aioros de utilizar un traje de un color diferente al negro, un gris muy oscuro, y se tomó la molestia de darle algunas indicaciones a Regulus sobre su vestuario. En la entrada al Museo de Arte se encontró con su madre, Lithos y Hilda, quienes no lo sorprendieron al mostrarse como las elegantes mujeres que eran.

Luego llegaron los discursos, los aplausos, las invitaciones al pequeño, pequeñísimo brunch, el paseo por la galería, las charlas con algunos de los visitantes, las reseñas sobre las composiciones en la obra de su tío, el agotamiento de Alone y que toda la familia vigilara que no tomara ni una gota de alcohol (lo tenía prohibido después de emborracharse con Asmita y compañía, y terminar desmayado en el pasillo de verduras de un supermercado).

Al día siguiente Aioria fue a ver a Shaka, temprano, temprano para él. Apenas el rubio abrió la puerta, Aioria entró sin recibir invitación y miró a su amigo serio.

—Voy a hacerlo —dijo, con más seguridad que nunca.

—¿Qué? ¿Vas a hacer qué? —preguntó Shaka, visiblemente confundido.

—Voy a hacerlo. Lo acepto. Quiero el golpe. Quiero regresar a ser yo.

La habitación se quedó en silencio. La determinación de Aioria chocaba con el desconcierto de Shaka.

—Creí que estabas cómodo así, ¿qué pasó?

—Nada. Ayer sólo fue la prueba máxima de que soy capaz de comportarme apropiadamente para un evento de características selectas. Estudié, practiqué y pasé la prueba con éxito —explicó Aioria, metiendo las manos en los bolsillos—. Cumplí el propósito por el que estoy aquí. Quiero regresar a ser yo. ¿Cuándo podrías hacer eso de golpearme?

—Bueno, yo no podría, desconozco las características necesarias para evitar matarte —se sinceró Shaka. Ocultando la sorpresa en su voz, debido a que nunca pensó que Aioria tomara su cambio de personalidad como una oportunidad para aprender algo y después regresar a ser él mismo—. ¿Estás seguro de esto?

—Sí.

—Entonces, conozco a alguien.

Una hora después, Afrodita los recibió en su hogar con una arrogante sonrisa.

—Te dije que te unieras a mi grupo de recuperación —le dijo a Shaka mientras se sentaba sobre su escritorio—. Aioria, ¿estás seguro?

—Sí, ¿por qué todos preguntan eso?

—Seguridad. Bien, acepto el reto —continuó Afrodita, sin borrar su sonrisa—. Lo haremos cuando menos te lo esperes.

—¿Ahora?

—No, Aioria, ni siquiera estoy preparado.

—¿Y qué tal ahora?

—No.

—¿Y ahora?

—No.

—¿En cinco minutos?

Shaka y Afrodita rodaron los ojos antes compartir una mirada. Eso sería más fastidioso de lo que pensaron.


Comentarios:

¡Gracias por leer!

Una nota importante y muy, muy larga:

La Galería Nacional de Athena fue abierta al público en el año 1900; también es conocida cómo la Pinacoteca Nacional o como Museo Alexandros Soutzos, quien fue uno de los más importantes donantes. Es destaca por su colección de pintura y escultura griega perteneciente a los siglos XIX y XX, además de algunas obras de conocidos artistas europeos. Gracias a las donaciones privadas, ha alcanzado más de 16.000 obras. Las exposiciones, ordenadas de forma cronológica, incluyen obras pictóricas, esculturas, dibujos y elementos decorativos. Aunque las exposiciones están centradas en el arte griego, también es posible admirar algunas obras de artistas de otros países europeos como Bruegel, Caravaggio, Delacroix, Picasso. Pintores Entre los pintores griegos están Dominikos Theotokopoulos (más conocido como El Greco), Nicos Engonopoulos, Giorgos Iakovidis y Alekos Fassianos. El museo cuanta con un nuevo edificio reabierto en 2021, más moderno y grande.