Disclaimer: Nada es mío. Esto se hace sin ánimo de lucro
X
.
X
El punto ciego
X
.
X
Capítulo 19: Autocontrol
X
.
X
X
.
X
Varios días pasaron. No habían vuelto a hablarse, no habían vuelto a buscarse. Ninguno había vuelto al piso franco.
Un día, Hinata estaba haciendo una pequeña vigilancia en el descanso de sus labores de oficina y vió que Shikamaru estaba solo, en la escalera de incendios, mirando al horizonte. Un cigarro se consumía lentamente en su mano sin ser fumado.
Shikamaru no podía dejar de pensar.
Temari. Shikadai. Isao. Tojo.
Temari. Shikadai. Isao. Tojo.
Había un topo en Konoha.
¿Sería Isao? ¿Se habría acabado ese asunto? Era mucha casualidad que el ataque a su hogar hubiera sido justo después de la aparición de Afrodita, pero… No veía la relación directa.
¿Sería… Temari?
Eso no podía ni pensarlo. Dolía demasiado.
A Hinata le dolió verle así, tan abatido. ¿Y cómo iba a estar si no? Ella no podía ni imaginárselo. Pensar en que su casa había sido allanada por un maniaco… su hijo secuestrado del lugar donde se suponía seguro… Un escalofrío la recorrió. Pensamientos, sentimientos, recuerdos escondidos mucho tiempo atrás. La verdad es que un poco sí podía imaginarlo…
El intento de secuestro de Hinata había sido vox pópuli toda su vida, pero el de Shikadai había sido clasificado como secreto… Volvió a mirar a Shikamaru. Era la imagen misma de la soledad. No podía hablarlo con nadie. Solo había una persona más que lo sabía y con la que tuviera confianza…
Shikamaru no se sobresaltó cuando Hinata apareció a su lado en la escalera de incendios. Sin embargo, tampoco se podía decir que la estuviera esperando. Sólo le saludó con un gesto de la cabeza y le señaló con el cigarro.
―¿Qué tal la mano?
―Um… Mejor, gracias.
Hinata no sabía qué decir. Había pensado en ir a animarle, pero ahora le veía tan distante… Pensó en preguntar por Temari… Ella estaría deshecha si hubieran secuestrado a uno de sus hijos, pero le pareció de una hipocresía exagerada preguntar por la mujer de su amante. Escogió la opción más obvia.
―¿Cómo… Cómo se encuentra Shikadai? ¿Ha tenido alguna secuela?
―Nada serio, gracias a los dioses.
Shikamaru hizo una pausa amarga
―Está muy desconcertado. No recuerda nada y por eso no entiende qué le ha pasado. No sabemos qué decirle. Le hemos contado que se puso enfermo y se desmayó en la escuela, pero eso no le cuadra… No sé, no sé qué hacer. A veces me pregunto si no sería mejor que lo recordara todo.
―No, no es mejor, creeme.
A Hinata las palabras le habían salido solas de la boca, como Kunais lanzados con velocidad. Ella lo recordaba todo perfectamente. La seguridad de su cálido futón, suave y familiar. De pronto, aquel hombre en la oscuridad, un intruso, grande, imponente, implacable. Buscar frenéticamente en la oscuridad los seguros brazos de papá, de mamá, pero no encontrar nada. No poder gritar, paralizarse del puro miedo. Hundirse en el negro, aterrorizada. Luego los brazos de su padre, mortalmente serio. Delante de ella, un cadáver. Su padre de repente era tan temible como aquel intruso. Nunca jamás volvió a sentirse segura en su habitación. Nunca jamás volvió a sentirse segura en ninguna parte.
Shikamaru la miró por primera vez a los ojos, comprendiendo.
―¿Shikadai lo superará?
―Si no recuerda nada… le será más fácil, supongo.
Shikamaru le dio una calada al cigarro por primera vez.
―¿Y yo? ¿Yo lo superaré?
Hinata se tomó esta vez más tiempo para responder.
―Creo…. Creo que eso deberías preguntárselo a mi padre.
Shikamaru asintió en silencio. Ambos dejaron pasar el tiempo.
―Yo… Yo maté a un civil en mi propia casa. Por venganza. Por ira. Hice justo lo que intento evitar que hagan los demás. Me tomé la justicia por mi mano y luego he conspirado para ocultarlo y salirme con la mía.
―Pero… Pero… Shikamaru… Tu reacción fue muy comprensible. Estaban amenazando la vida de tu hijo en su propia casa. Cualquier shinobi hubiera hecho lo mismo… Mi padre hizo lo mismo.
―Tu padre casi nos empuja a una guerra, sólo estás dándome la razón.
―Pues yo agradezco que no me secuestraran. ¿Qué crees que te dirá Shikadai en el futuro?
Shikamaru miró con sorpresa a Hinata, no esperaba que se posicionara así. Sin embargo, su respuesta sólo le enfadó más.
―¿Así que está bien que haya matado a un hijo que intentaba vengar a su padre para proteger a mi hijo? ¿Un padre al que yo mismo encarcelé?
Shikamaru hizo una pausa.
―Tojo me ha llamado esta mañana, Shunroku Shugiyama se ha colgado en su celda. Parece que la muerte de su hijo le afectó mucho. Como ves, el contador de muertes sigue subiendo. ―El humo del cigarro subía haciendo volutas. ―Al final, es lo de siempre. Puedes justificarlo como quieras, pero los muertos son muertos y por muy cabrones que sean son hijos, padres, madres, hermanos… Tanto nosotros como ellos. No podemos engañarnos mucho tiempo… No sabemos hacer otra cosa que matar. Yo no sé hacer otra cosa que matar. Hablamos de cambiar y prosperar, pero… Empiezo a pensar que es imposible.
HInata, que escuchaba medio boquiabierta, se enfadó.
―¡Pero bueno! ¡Pero bueno! ―Parecía un ratoncito, un ratoncito cabreado. ―¡Pero bueno! ¡Para empezar, yo SI creo en defender a nuestros hijos por todos los medios, gracias! Ellos tienen toda la vida por delante y tenemos que darles la oportunidad de que escojan su propio camino. El destino…―El recuerdo de Neji se hizo presente en la mente de Hinata y le dio fuerzas―… el destino se puede cambiar, y se lo debemos a ellos. ¡Además, si un civil sin formación de combate se mete en la casa de un alto rango militar de Konoha y le pone un cuchillo en el cuello a su hijo, hay riesgos que tiene que aceptar! ¡Si es estúpido ya es cosa suya!
Ver a Hinata así, disolvió la tensión de Shikamaru, que soltó una carcajada
―¿Eso crees? Bueno, lo del destino te lo compro. Pero lo otro no. Como has dicho, yo soy un alto rango militar de konoha, y el otro un pobre imbécil. Yo siempre iba a tener la sarten por el mango, debería haber controlado más la situación, pero… Pero no sé qué me pasa últimamente que no puedo controlarme.
Ahhhh… así que ahora iban a pasar a hablar de ese tema…
Se hizo silencio entre los dos, la tensión se palpaba en el ambiente.
―He pensado que… bueno… quizás debamos ejercer un poco más de ese autocontrol del que te hablo…
―Si… Um… Um… Si no hubiera estado distraída yo… Um… He pensado que, bueno…―A Hinata le costaba decirlo―He pensado que quizás lo hubiera visto en una vigilancia y lo hubiésemos podido detener antes…
Shikamaru se mesó la frente
―Si… Y si yo hubiese estado en el despacho hubieran contactado conmigo mucho antes y se podría haber atajado antes. Sin contar el hecho de que, por supuesto, no está bien.
Hinata asentía con vehemencia
―Así es, así es, yo también creo que tienes razón.
―Ahora sólo falta que esta vez no los tomemos en serio
Hinata se sonrojó, avergonzada…
―Si…
El silencio tenso que se hizo entre ellos fue dando paso a otro más relajado, poco a poco. Ambos sintieron que de verdad se había terminado, esta vez sí. Y quizás, solo quizás, se sintieron aliviados.
Al final, fue Hinata la que rompió el silencio, hablando de otra cosa.
―Esto me ha hecho pensar en lo fácil que es que todo vaya mal. Yo… he pensado que voy a intensificar mis entrenamientos.
―¿Ah, si?
―Um… Si… Además, voy a redoblar mis esfuerzos en descubrir al topo que hay en Konoha. ¿Ha habido algún avance con eso?
―¿La verdad?... No te lo puedo contar.
―Ah
―Pero no. Afrodita sigue muy mal, y si testimonio es clave para este asunto.
―Um… Y mientras tanto ¿se ha analizado la ropa que llevaba? ¿Se ha comprobado su manifiesto de ruta?
Shikamaru suspiró… No sabía si compartir esa información con Hinata, pero al fin y al cabo… ¿Cómo iba a ver si no sabía dónde mirar?
―Si, y si… La pista más importante estaba en una parte del barro de sus botas. Pertenecía a un tipo de mezcla de arcillas que sólo se da en una zona de 50 km cuadrados.
Hinata se inclinó, ansiosa de más información
―¿Y dónde está esa zona?
―En el país del fuego
Ah, la desilusión. ¿Qué se podía hacer con esa información? No mucho, la verdad.
―Pero cerca de la costa
―¿Cerca de la costa? ¿Qué significa eso?
Shikamaru se encogió de hombros
―Podría ser cualquier cosa, pero… El manifiesto de Afrodita no tiene registro de ningún sitio cercano a la costa.
A Hinata le daba vueltas la cabeza. ¿Habían llevado a Afrodita a la fuerza a esa zona? ¿Antes o después del genjutsu? ¿Y si habían falsificado el manifiesto? ¿Y si Afrodita era el traidor?
Demasiadas opciones. Vio claro como el agua que debía intensificar sus entrenamientos y su vigilancia, y dejarse de… cosas.
―Vigilaré con más detalle, taisa.
Shikamaru asintió.
―La conversación ha estado bien, pero deberíamos volver al trabajo
―¡Si!
Entraron por la ventana del despacho y pronto comprobaron que ambos se dirigían al ascensor.
―¿Vas al piso franco?
―Si… Um… Bueno, ¡hay que vigilar más!
Cuando se encontraron solos en el ascensor, la tensión empezó a subir entre ellos. Quizás había sido la mención a ese piso, donde habían pasado esas cosas… Hinata se sonrojó, pero no apartó la mirada de la de Shikamaru.
Ambos sonrieron muy lentamente… Bueno, a ver. Por una vez más no pasaba nada, ¿no? Solo… Sólo una vez más.
Es lo malo de camino al infierno, que se siente justo igual que la escalera al cielo.
Justo en ese momento se abrieron las puertas del ascensor
―¡Hinata-chan! ¡Dichosos los ojos!
Kiba entraba lleno de polvo y magullado, por fin de vuelta de su misión.
―¡Qué bien verte! ¡Iba a llamarte por si nos tomábamos algo! Acabo de volver, he tenido que mandar a Akamaru a casa, ¡pobre saco de huesos! ¡Hace lo que puede, pero se le nota la edad! No veas las ganas que tenía de dar el reporte e irme, me matan los pies. ¿Recuerdas lo que nos decía Kurenai de que no comprásemos zapatos baratos? Pues resulta que…
De repente se quedó callado.
Lo había olido, lo había notado.
Shikamaru, que había estado disimulando haciendo como que miraba los carteles que el sindicato había pegado en el ascensor, miró a los otros dos.
Hinata miraba a Kiba compungida y asustada, Kiba miraba a uno y a otro como si no se lo pudiese creer.
―¿Pero qué cojones está pasando aquí?
―K-kiba… Um… Yo…
El ascensor se abrió, habían llegado a la planta baja. Shikamaru salió, pero ni Kiba ni Hinata le siguieron.
―Lo siento, pero Hinata y yo tenemos que hablar.
Las puertas se cerraron dejando a Shikamaru con la palabra en la boca. Kiba apretó el botón del último piso. Hinata no se atrevió a decir nada. Kiba parecía muy cabreado. El silencio mientras subían era atronador.
Cuando llegaron al último piso, Kiba subió un poco más hasta la azotea. Y sólo allí, solos, al refugio de miradas indiscretas, empezaron a hablar
―Kiba, por favor….
―¡Si! ¡Por favor! ¡Por favor explícamelo! ¡Explícamelo porque te juro que si hace una hora me llegan a decir que Hinata….! ¡Mi amiga Hinata! ¡Mi amiga que conozco de toda la puta vida! ¡Que mi amiga se había liado con un hombre casado…! ¡Es que aún no me lo puedo creer!
Hinata no podía ni responder, las lágrimas llenaban su cara, a ahogaban, no podía contenerse. Sus sollozos eran desesperados. A Kiba se le ablandó el corazón inmediatamente. No en vano era su mejor amiga.
―Hinata, perdóname… Ya sabes cómo me pongo… Pero es que…. Es que me parece imposible… No es nada propio de ti….
Hinata sólo lloraba, amarga y descontroladamente. Kiba intentó modular su tono.
―Anda, anda… cuéntamelo… Déjame que te ayude… ¿Es que os habéis enamorado?
―¿¡Qué?! ¡No!
Ahora también Hinata estaba escandalizada. ¿Enamorada? ¿Es que todo el mundo la veía como una adolescente cursi?
―¿No? ¿Y entonces?
―¡Hay una cosa que se llama lujuria, Kiba! ¡Y yo no tengo por qué darte explicaciones!
Hinata no supo de dónde sacó las fuerzas para hacer ese comentario, pero parecía que a Kiba le iba a dar un infarto
―¿Pero qué dices? A ver, a ver…. Vamos a calmarnos, esto no puede ser.
Suspiró, se mesó el rostro, miró al cielo… se quitó los zapatos y se sentó en el suelo, a la sombra.
―Vale, puedo aguantarlo. Explícamelo por favor. De verdad quiero entenderlo.
Hinata se quedó cabizbaja, pero al principio no dijo nada. Estaba harta de que la tratasen como a una niña pequeña.
―No hay nada más que explicar.
―Hinata, por favor, perdóname. He reaccionado mal, pero es que de verdad que yo esto no me lo esperaba. Es incomprensible para mí. Por favor, no vuelvas a excluirme de tu vida.
Hinata también se ablandó. Las lágrimas seguían rodando por su rostro. Kiba no sabía qué decir.
―Entonces… Shikamaru y tu… ¿estáis… liados?
―Si te empeñas en saberlo, lo estábamos. Hoy habíamos decidido dejarlo.
Kiba alzó una ceja con incredulidad, pero decidió no decir nada.
―Y Naruto y Temari… ¿Lo saben?
―¡No! ¿Bromeas? Para nada, es un secreto. O al menos… lo era.
―Eso ni se menciona, sabes que yo jamás te traicionaría.
Hinata parecía más relajada. Se sentó al lado de Kiba. Al final, hablándolo, se estaba quitando un peso de encima.
Kiba no sabía ni cómo formular todas las preguntas que tenía en la cabeza. Al final, usó una muy corta.
―¿Por qué?
Hinata se encogió de hombros y apartó la mirada. También a ella le constaba contestar.
―Es… agradable… es bonito que alguien te mire y te desee. Que alguien piense en ti. Que alguien te vea. Que alguien… se arriesgue por estar contigo.
Se hizo el silencio. A ella no le parecía haberse expresado muy bien pero no podía decirlo de otra manera. Kiba siguió preguntando.
―¿Tan infeliz eres con Naruto?
Hinata no dijo nada, sólo escondió más el rostro. La voz de Kiba era cada vez más triste.
― ¿Por qué no nos lo dijiste?
―¿Deciroslo? ¡¿Deciroslo?! ¿Y qué os digo? ¿Os digo que el hombre del que llevo enamorada desde que tengo uso de razón no me hace ni caso? ¿Qué acorté misiones, me salté entrenamientos y arriesgué mi vida por alguien que no está nunca conmigo? ¿Qué rompí… que rompí el equipo 8… y me equivoqué? Pensé que me despreciaríais…
―Hinata, nosotros…
―¡No, Kiba, no! Si no soy feliz, vosotros no tenéis que cargar con ello, porque bastante amables fuisteis siempre conmigo y yo… yo me obcequé y… Solo era una niña. ¿Entiendes? Yo solo era una niña y ahora que soy esposa y madre soy invisible.
―¡No digas eso! ¡No lo eres! ¡Eres un pilar en mi vida y en la de Shino, y siempre estaremos a tu lado! ¡Siempre! Pero esta no es la solución, Hinata. Tienes dos hijos, y Shikamaru también es padre. Podéis hacer mucho daño a mucha gente.
―Lo sé, lo sé… No dejo de pensar en eso… Además…
―Además… ¿Qué?
―Además, es lo que te he dicho, es algo físico… Siempre decimos que no va a volver a pasar y siempre volvemos a caer… Estoy arriesgándolo todo por alguien a quien ni siquiera sé si le importo…
―¿Cómo? ¿Cómo "siempre"? ¿Ha pasado más de una vez?
Hinata se le quedó mirando como si no se esperase tanta inocencia de su amigo.
―Pues… Si…
―¡Joder! ¡Shino estará flipando!
―¿Qué? ¿Qué tiene que ver Shino en esto?
―Tu sabes que sigue poniéndonos bichos para tenernos monitorizados, ¿no? Joder, es que ese tío no puede dejar de dar mal rollo.
―¿Qué? ―Hinata estaba mortificada―¡Pero nunca me ha dicho nada! ¿Y si…?
―No te preocupes, Shino te adora. Jamás haría nada que te disgustase. Aparte de ser Shino, claro.
Hinata se quería morir, ni un secreto se podía tener. ¿Se desmayaría? De repente se sintió identificada con los sujetos de su vigilancia.
―Hinata, Hinata… Ven. ―Kiba la abrazó. ―Te quiero, ¿me oyes? No diré que eres como mi hermana porque yo ya tengo una hermana y tu eres mejor. Eres mi familia. Hemos atravesado el infierno juntos una y mil veces, y por ti, volvería de cabeza. Siempre podrás contar conmigo.
―Kiba, gracias…
―Espera. No he terminado. Te iba a decir que lo que haces no está bien. Esta mal. Puedes hacer sufrir a mucha gente, y sólo es un lío, ni siquiera te has enamorado. Tienes que acabar con esto, ¿me oyes? Es importante. No quiero que tú sufras, no quiero que los niños sufran y tampoco quiero que sufra Naruto, porque sigue siendo mi amigo. Por favor, déjalo.
Hinata suspiró.
―¿Y qué hago? ¿Aceptar que mi marido no me haga caso?
―No, pero seguro que podemos intentar otras opciones. Naruto te quiere. ¿Tú le sigues queriendo?
Eso era lo más doloroso quizás, aceptar estar enamorada de alguien que no te corresponde. Otra vez como con 16 años. Hinata asintió con la cabeza.
―Te ayudaremos, ya lo verás.
Descansaron un momento, juntos, medio abrazados, sentados en el suelo. Hinata no pudo evitar recordar tantas misiones juntos, tantas aventuras. Ahora ese chiquillo que conoció hace años era un hombre, con la piel manchada por el sol y sabiduría acumulada. Hinata sonrió.
―Ay, Kiba. ¿Cuándo nos hicimos viejos?
―¿Viejo yo? ¡Habla por ti! Yo estoy hecho un chaval. ―Se levantó, se estiró y recogió los zapatos. ―Bueno, me voy que tendrás cosas que hacer y yo también. Aún no he visto a Tamaki, y ahora que Shino sabe que he estado contigo seguro que viene a verme para ver si yo también lo sé. Puf, que pereza. A ver si puedo curarme los pies. En fin.
Se dirigió hacia la puerta.
―Ah, y, por cierto, te equivocas en varias cosas. Algo le debes importar a Shikamaru, porque ha subido corriendo las escaleras y se ha fumado 4 cigarros tras la puerta mientras oía la conversación. Y otra cosa, ni Shino ni yo jamás, jamás, te despreciaríamos. Jamás.
Shikamaru no le vió caso a esconderse cuando Kiba abrió la puerta.
―¿Qué hay Shika? Deja de fumar, dejas mucho rastro. ¡Hinata, voy a verte a tu casa mañana por la tarde! ¡Adios!
Hinata se acercó a Shikamaru.
―Siento mucho todo esto, pero no te preocupes. No dirá nada. Puedes fiarte de él.
Shikamaru la miró y vio la confianza que había en sus ojos. Asintió. Quiso decir algo más, pero no supo qué. Al fin y al cabo, todo había terminado, ¿Qué más se podía decir?
X
.
X
Esa noche, mientras ponía la mesa para cenar, Kiba captó el olor de los Nara y se puso a la defensiva. Habían venido a verle… ¿Dos personas? A saber qué querían decirle, pero seguro que tenía que ver con Hinata. No estaba del mejor humor cuando tocaron a la puerta, esperando una discusión, por lo que la sorpresa al abrir fue doble.
Ahí estaba Shikadai, solo. Su padre debía estar escondido.
Kiba no supo ni qué decir, así que Shikadai rompió el silencio con desparpajo.
―¡Hola!
―Emmm… Hola… Chaval… ¿Qué puedo hacer por ti?
Shikadai pensó dos segundos como intentando recordar algo.
―Eto… He venido para darte esto. ―Y sacó una carpeta con documentos. ―He venido para darte esto porque…. Porque lo he cogido de la mesa de mi padre mientras jugaba y… y creo que puede interesarte. Eh…. Lo he cogido yo y te lo doy a tí. No lo ha cogido mi padre porque si lo hubiera cogido él hubiera violado la ley…
Shikadai miró hacia un lado, buscando ayuda en la oscuridad. Debió encontrar una respuesta, porque siguió.
―… La ley de secretos de Konoha y esto no es así, ¿Vale? Y si no quieres que te acusen a ti también, tienes que llevar la carpeta al despacho de mi padre a primera hora de la mañana. ¡Y ya está! ¡Adios!
Kiba se quedó sólo con la carpeta en la mano, y cerró la puerta aún un poco alucinado de la situación surrealista que acababa de vivir. Sin embargo, nada le preparó para el contenido de la carpeta.
Era una ficha antigua de un ninja fallecido en misión confidencial. En la foto, apreció una sonrisa igual a la suya, un rostro igual al suyo. Las manos le temblaban, pero debía coger la carpeta con fuerza porque había otra foto, la de un enorme perro san Bernardo. El nombre del ninja, Inuzuka Ashiato. Su padre. Ahí estaba su hoja de servicios, incluyendo la última, una misión secreta que resultó mortal. Una de esas en las que la aldea no puede reclamar el cuerpo. Ahora todo tenía sentido.
Con la vista cegada por las lágrimas, Kiba salió corriendo hacia la casa de su infancia. Una vez allí, llamó a su madre, llamó a su hermana, y al fin les pudo enseñar la prueba evidente de que su padre no había huído, de que no les había abandonado. La prueba irrefutable de que su padre les quería.
Mientras lloraban juntos de emoción, abrazados, Kiba no pudo evitar pensar que igual Shikamaru no era tan mal tipo.
X
.
X
El comisario Tojo pensaba todo lo contrario. La investigación sobre la muerte de Isao en la casa de los Nara se había archivado. El propio Hokage lo había ordenado. No quería sacrificar a su mejor estratega por una cosa como esa. Ni siquiera, aunque todo se llevara en el más estricto secreto.
Tojo sacudió la cabeza. Estaba claro que las cabezas de los clanes se creían por encima del bien y del mal. Pero no era justo, y desde luego no era legal. Tojo se reafirmó. Estaría vigilando a Shikamaru. No dejaría que le hiciera daño a ningún otro ciudadano de Konoha.
X
.
X
Akamaru estaba en el jardín, jugando con los niños. Kiba y Shino estaban sentados en el sofá de Hinata, con sendas tazas de té delante de ellos. No pudieron evitar notar que eran de la vajilla fina, reservada para las visitas. Signo claro de que Hinata estaba enfadada y a la defensiva. Como buena hija de familia tradicional, lo mejor de lo mejor se guardaba para los enemigos declarados.
Ninguno hablaba, hasta que Shino no pudo más y explicó lo evidente.
―No pegábais nada.
―¡Pero bueno! ¡Pero bueno! ¿Es que nunca os vais a cansar de tratarme como a una niña pequeña?
―Calma, calma. ―Lo que faltaba por ver, Kiba pidiendo calma para que Shino e Hinata no pelearan. ―Ese tema está cerrado, y lo que ahora haga Hinata es cosa suya. ¿De acuerdo? Ella ya se ha comprometido a hacer las cosas bien.
De nuevo se hizo silencio
―Estoy decepcionado. ¿Por qué? No tanto por tu conducta si no porque no confiaste en nosotros.
―¿Quieres dejarlo ya? ¡Me equivoqué!
Kiba volvió a pedir paz.
―Dejemoslo ya, ¿vale? Tengo noticias, ¡Las mejores noticias del mundo!
Kiba sonreía como un niño con un helado y con razón. ¡Iban a rodar la tercera parte de "Shinobis Rebeldes"! Como habían sido un éxito iban a aumentar el presupuesto, y esta vez querían mostrar técnicas de clanes reales. ¡Habían hablado con Konoha para sacar a dos de sus clanes en la gran pantalla! ¡Y el Inuzuka era uno de ellos porque ya tenían perros actores!
―¡Kami-sama! ¡Kiba! ¿Saldrás tú en la película?
―Nooooo… ¡Ya quisiera! Van a hacer un casting entre los miembros del clan, y escogerán a los que mejor se les dé actuar. Va a ser muchísimo dinero, y una publicidad magnífica. ¡El futuro del clan podrá asegurarse!
―¡Es maravilloso! ¡Oh, qué suerte!
―¡Si! Pero… ¿no sabes nada tú también?
―¿Yo?... Um… No… ¿Por qué?
―Porque creo que al otro clan que quieren es el Hyuuga
Hinata abrió tanto la boca como era posible
―¿Qué los Hyuuga saldrán en la película? Oh…. Dioses…―¡Igual podría conocer a Kitty-chan y todo! ¡Y lo orgullosos que estarían los niños…! ¡Hanabi…! ¿Por qué no le habrían dicho nada? ―Pues no sabía nada… ¡Debo llamar a Hanabi-chan!
―Bueno, a lo mejor aún no han hablado con ella… A mi me lo han dicho esta mañana, que es cuando mi madre ha visto al sexto. De todas formas… supongo que Naruto lo sabría... ¿No te lo ha dicho?
―Ah… Um… Eso…. ―La alegría se evaporó. ―No. Naruto no me cuenta nada del trabajo.
Shino y Kiba se miraron.
―¿No? ¿Nada?
Ella sólo negó con la cabeza
―¿Entonces no sabes qué hace Naruto todo el día?
Ella volvió a negar. El asunto era más grave de lo que Kiba y Shino pensaban.
Ahogado en la inmensa vergüenza que sentía, un pensamiento surgió en la cabeza de Hinata.
¿Qué hacía su marido todo el día?
X
.
X
Lo que no se ve I:
Naruto
¿Qué edad tenía él cuando decidió ser Hokage? No se acordaba, era pequeño. Desde luego demasiado pequeño para entender lo que era un "Informe Trimestral de Riesgo Asociado Concomitante". Tragó saliva. Ni siquiera ahora estaba muy seguro de lo que era…
Cuando le nombraron jefe de Operaciones no podía estar más orgulloso. Estaba pletórico y decidido a hacer las cosas bien. Para esto había luchado toda su vida. Kakashi-sensei le llamó a su despacho y le presentó a sus ayudantes.
―Naruto, te presento a tus subalternos: Tomoko-san y Jiro-san. Estarán inmediatamente por debajo de ti en el escalafón, y su misión es ayudarte a organizar efectivamente toda la sección de operaciones.
Naruto sonrió a las dos personas que estaban en el despacho. Tomoko era una mujer de la edad de Kakashi con el rostro frío y duro y dispuesta en una perfecta posición de firmes. Jiro era un chaval de la edad de Konohamaru que estaba francamente nervioso. Jiro le sonrió, pero Tomoko le echó la misma clase de mirada fría y despreciativa que le habían echado los adultos que sólo veían en él a un demonio.
Kakashi les recomendó charlar para que se conocieran. En el despacho, Naruto sonreía nervioso al no saber manejar la situación.
―¡Es un placer conoceros! ¡Seguro que seremos grandes amigos!
A Naruto le flaqueaba la confianza. Ambos ayudantes seguían de pie, firmes. La mirada de esa mujer le estaba afectando más de lo que creía.
―Ejem… ¡Bueno! ¡Contadme!... Me gustaría que os presentaseis y me digáis algo de vosotros. Al fin y al cabo, vamos a ser un equipo, jeje.
Ambos shinobis se miraron. Jiro dejó hablar a Tomoko.
―Señor, Minamoto Tomoko se presenta para el servicio activo, señor. Tengo experiencia de combate y logística en las últimas tres guerras ninja, y experiencia de combate, intendencia, comunicaciones y logística en los periodos de entreguerras. Me he tomado la libertad de preparar mi hoja de servicios para que la examine, señor.
Tomoko le tendió una carpetilla con un fajo de papeles. La carpetilla era bastante gruesa. Naruto se volvió a poner nervioso, seguro que su propia hoja de servicios no era tan gruesa.
―Eh… gracias, Tomoko-san ¿Y tu? ¿Jiro-san?
―Señor, Yamashi Jiro se presenta para el servicio activo, señor. Tengo experiencia de combate en la última guerra ninja y los periodos de entreguerras adyacentes. Mi especialidad es la intendencia estratégica y la administración y gestión de equipos, señor. Yo también le he preparado mi hoja de servicios. Con su permiso.
Otra carpetilla, esta vez mucho más fina. Naruto la tomó, empezando a darse cuenta de que para ser Hokage se necesitaban muchas habilidades que no tenía. Empezando por velocidad lectora.
―Gracias… Ahora me presentaré yo. ¡Soy Uzumaki Naruto, y seré el próximo Hokage! ¡Espero contar con vosotros para hacer equipo y conseguir ese sueño y lo mejor para Konoha! ¡Podéis contar conmigo para la que necesitéis!
Jiro sonrió ampliamente ante la declaración y Tomoko… Tomoko también, pero más bien como si se estuviera riendo de él.
Decidió no hacerla caso.
―¡Bueno! ¿Por dónde empezamos?
Jiro y Tomoko se miraron otra vez. Empezaban a ponerle nervioso. Esta vez habló Jiro.
―Señor, con su permiso, hemos considerado que quizás le vendría bien un informe resumido sobre la situación actual de la Sección de Operaciones. Quizás le sirva de ayuda para comprender de dónde venimos y decidir la dirección que quiere que se tome a partir de ahora.
Jiro le tendió el informe más grueso que había visto en su vida. 500 hojas fácilmente. Naruto se puso pálido al encontrarse a su némesis más antigua: El conocimiento escrito.
―Ah. Gracias. Gracias. Será… muy útil.
―Comprendemos que pensará que está muy resumido, pero no se preocupe, Naruto-taisa. Puede pedirnos los anexos y suplementos que desee, tenemos toda la documentación preparada.
―Ah. Ah. Más documentación. Si. Gracias. ―Se rehízo rápidamente. ―¡Lo leeré cuanto antes y empezaremos! ¡Os avisaré en cuanto termine!
Otra miradita.
―Señor, permiso para hablar, señor.
―Eh… Permiso concedido.
―Señor, consideramos necesario informarle de que mañana se cumple el plazo límite para la asignación de varias misiones, señor. Es urgente que mañana se tomen varias decisiones.
Naruto no supo qué decir. Jiro intervino con amabilidad.
―Señor, tenga en cuenta que hemos planeado ya que hoy no haya asignación de misiones para que le dé tiempo a leer el informe y a comprender la situación del departamento, pero las solicitudes de misión no dejan de llegar y algunas son urgentes.
―Ah.. Si. Claro. ¿Qué misiones son?
Tomoko llevó una torre de papeles a la mesa de Naruto. Literal, una torre. Cuando Naruto era pequeño pensó que Tsunade hacía llevar a sus ayudantes esas torres para que pareciera que estaba ocupada, pero ahora tenía una de esas torres delante de él. Tomoko la dividió en dos torres más pequeñas.
―Señor, estas son las misiones que necesitan asignación de equipo. ―Y señaló a la otra torre―Y estas son las hojas de servicio de los operativos disponibles.
Naruto se había vuelto a poner pálido. Jiro se conmovió.
―Señor, si se fija, están ordenadas por urgencia. Hasta el marcador azul son las misiones que hay que asignar mañana sin falta, hasta el marcador naranja son las que hay que asignar la semana que viene y así sucesivamente. También nos hemos tomado la libertad de poner primero en el listado de operativos los que creemos que tienen habilidades que podrían encajar con las misiones más urgentes o los que son más versátiles. Espero… Espero no habernos extralimitado, señor.
Naruto sólo pudo decir dos frases.
―Os lo agradezco mucho. Podéis retiraros.
En unos minutos, toda se mesa había quedado inundada de papeles. Papeles que tenía que leer ya.
Tras unas horas de lectura intensiva y términos complicadísimos, Naruto sintió sed y decidió ir a tomar agua. Sin embargo, mientras se acercaba a la fuente pudo captar una conversación.
―De verdad es que no entiendo por qué eres tan dura, Tomoko.
―¿Dura? ¡Pero si se lo he puesto todo fácil!
―Ya, pero… Podrías haber sido más agradable…
―¿Agradable? Una florecilla es lo que he sido. Jamás le faltaré el respeto a ningún mando pero no estoy obligada a sentir respeto por nadie.
―¿Pero qué dices? ¡Si es un héroe de guerra!
―¿Héroe de guerra? ¿de qué guerra? ¿De una que se empezó por protegerle? ¿Esa en la que él se escapó y vino a luchar haciendo vano el sacrificio de 20000 ninjas? ¿Esa que acabó él prácticamente solo? Tu dices héroe, pero yo sólo veo un niñato que no valora en nada el sacrificio de los demás.
―¡No digas eso! ¡Eso no lo sabes!
―¿Qué no lo sé? ¡Jiro! ¡Si ni siquiera sabe quiénes somos! La muerte de mis amigos le da igual, la amputación de las piernas de mi hermano le da igual, la neurosis de guerra de mi sobrino le da igual… Para él sólo somos masa de fondo. Figurantes.
―Creo que eres muy injusta.
―Y yo no sé cómo tu no lo eres más. ¿Acaso crees que sabe de lo que tú has sacrificado?
Naruto no les veía, pero pudo sentir cómo el aire se enfriaba entre ellos.
―Eso ha sido totalmente innecesario Tomoko.
―Perdóname, Jiro, perdóname. Me he enfadado, no sé lo que digo, por favor, perdóname.
La voz de Jiro se había quebrado
―Sabes… que aún es muy difícil para mí.
―Perdóname. Por favor. Abrazame. Jiro, tranquilo, abrazame.
Jiro estaba llorando francamente
―La… La echo tanto… tanto de menos…. No puedo… No puedo vivir sin ella…
―Jiro, vamos, Jiro…
Naruto volvió a su despacho. Se le había pasado la sed.
Se sentó. Miró los papeles.
Allí, nombres y nombres. Shinobis. Padres, Madres, hijos, hijas, hermanos, hermanas y tíos y primos. Amantes y esposos.
Tomó una decisión. No se echaría atrás.
No podía fallarles. Tenía que conocerles. Tenía que velar por todos ellos.
Todos los días, para siempre.
X
.
X
X
.
X
Notas de la autora: Cómo es la vida, reveses y más reveses. Cuando no es la salud es otra cosa. Si alguien me está echando mal de ojo, le pido que pare ya por favor, que ya estoy cansada y la vida no puede ser sólo sufrir.
En fin, ahora sí, voy a intentar retomar la historia. En realidad, tengo muchísimo escrito, es que no he podido subirlo.
Espero que os guste cómo avanza la trama. Ya era hora de que saliese Naruto, ¿verdad? Mi Naruto que es más bueno que el pan, sólo es que no es buen marido. Y los lectores… ¿De verdad creeis que lo de Shikamaru e Hinata se ha acabado? ¿Qué tendrá que ver el rodaje en todo esto? Las respuestas a eso y más, en la continuación de la historia.
Gab: ¡Muchas gracias por leer! Anda que no quedan bombas por leer, a partir de ahora la historia sólo va a ir in crescendo.
Guest: Vaya unas palabras más bonitas me dedicas. Por supuesto que te doy permiso a ti y al que quiera para que haga fanart, sólo ponme el enlace para que yo también pueda verlo. Y si esperas unos capítulos, tengo uno escrito que es súper visual de peli de espías total del que yo creo que se pueden hacer varios fanart, ya lo verás. ¿Cómo será el final? ¿ShikaHina? ¿NaruHina? Misterio misterio….
Wow, some beautiful words are the ones that you dedicate to me. Of course I give permission to you and whoever you want to make fanart, just give me the link so I can see it too. And if you wait a few chapters, I have one written that is super visual, like a total spy movie, of which I think several fanarts can be made, you'll see. What will the end be like? ShikaHina? NaruHina? Mystery mystery….
Besos, amor y bien a todos, ¡a ver si mandándolo algo me retorna!
