Epílogo
—¡Taráaan!
Kikyō, al verme, dejó caer la pelota que tenía en la mano. Los niños que corrían a su alrededor la tomaron rápido y siguieron jugando.
—Eso es…
—¡Tu nueva carroza!
Con las manos acerqué a su nueva compañera: una bicicleta blanca, del estilo de la mía. Kikyō caminaba pausada hacia ella, como si estuviera viendo a un fantasma.
—¿Pero cómo? El pozo ya…
—La traje antes de que se cerrara —contesté, intuyendo su cuestión— ¿No es linda? La tenía escondida en la casa de la anciana Kaede.
—¿En lo de Kaede? Nunca la vi. —Pasó la mano por el asiento marrón, luego por el canasto de mimbre. Por fin sonrió cuando vio las flores que puse dentro de él: las del Paseo de los muertos—. Es hermosa, como tú. —Deslizó los ojos a mí.
Yo me sacudí la camisa blanca en el pecho, haciéndole reír. También tenía puesta una falda azul. Me gustaba conservar la ropa de mi época aunque ahora viviera en la antigua.
—La bici era de mi abuelo, por eso luce medio viejita. Necesitaba unos arreglos, así que estuve reparándola a escondidas en la casa de Kaede. Ella me estuvo cubriendo por meses. —Le mostré los dientes.
—¿Arreglos?
—Calibrarla, lubricar la cadena, arreglar los frenos, —Comencé a contar con los dedos—, quitarle el óxido y otras cosas. Estaba jubiladísima. Quise arreglarla antes, pero digamos que la batalla con Naraku me distrajo un poco —me excusé, rascándome la cabeza—. Recién hoy pude traértela. Lamento la tardanza.
—¿Lo lamentas? Kagome…, este es el regalo más hermoso que me han hecho.
Kikyō me dio un beso rápido en los labios. Yo sonreí.
—Me alegra que te guste. ¡Ah! Pero si quieres la rosa, es tuya. Esa es más nueva. Esta la traje más que nada para que podamos andar juntas.
—Me gusta esta —respondió ella, pasando una pierna por encima de la bicicleta blanca. Tenía el hakama remangado hasta las rodillas, las mangas de los brazos también, el cabello atado en una coleta baja. El verano ardía. Se sentó y entonces puso una expresión de sorpresa—. El asiento…
—Lo ajusté a tu altura. ¿Así está bien, no?, ¿o quieres que lo suba más?
Kikyō negó con una sonrisa suave. Yo tenía las manos en las caderas mientras la observaba acomodarse. Asentí, conforme de cómo quedó el resultado. Hasta un canastito de mimbre le hice. Nunca pensé que sería capaz de arreglar una bicicleta, pero lo logré, engrasándome y todo. Sin contar las veces que me caí probándola. Realmente estaba en mal estado.
«El amor todo lo puede»
—¡Vamos, pruébala!
Kikyō se acomodó mejor en el asiento. Puso el pie derecho en el pedal y se impulsó. Comenzó a pedalear despacio por el césped. Ya tenía mejor equilibrio. Iba a hacer los mandados todos los días con la bicicleta rosa.
Que pudiéramos estar viviendo de esta manera tenía un único significado: mi pesadilla, esa por la que Kikyō temió en el Paseo de los muertos, no se cumplió.
Ganamos.
Desde que finalmente terminó la batalla con Naraku y la perla de Shikon desapareció, nos dedicamos a vivir en paz en aquella aldea donde estaba la escuela. No, no adoptamos a todos los niños. Al menos no todavía. La excusa para mudarnos ahí, además de ellos, era que estaba cerca de la costa. Nos gusta el mar.
Mis amigos, que también hicieron su vida en las aldeas cercanas, suelen visitarnos seguido. Bueno, no todos. Inuyasha se tomó un tiempito para él. Entendimos porqué. No fue fácil decirle lo nuestro. Digamos que, para la inmensidad de la noticia, se lo tomó mejor de lo que esperábamos. Luego de desmayarse de la impresión, claro. Siento que, de alguna manera, le sacamos un peso de encima.
El peso de tener que elegir.
Desde ese día en el que nos vinimos a vivir acá, todo ha sido bastante pacífico. Nos dedicamos a conocernos más la una con la otra, pues todavía abundaban historias que no nos habíamos contado, así como también detalles que íbamos descubriendo en el camino. En estos pasados meses, he de admitir, nos hemos conocido mucho. Y en más de un sentido. Podría decirse que ya no me queda pureza alguna por presumir, la bruja ultrajó cada sector de mi cuerpo. Y cuando digo cada sector, es cada sector. Sin excepciones.
Pero la vida no es perfecta. Los monstruos y la gente mala siguen existiendo, por no decir las secuelas que dejó la existencia de Naraku. Con Kikyō decidimos proteger esta aldea y todas las que pudiéramos de ellos. Aunque queríamos vivir una vida tranquila y sin complicaciones, no podíamos lidiar con el peso de tener un poder y no usarlo para el bien.
Era nuestro deber salvar a todos los que podamos.
Por eso ella sigue siendo sacerdotisa y yo me estoy entrenando para ello. Sueño con, algún día, quitarle ese puesto para liberarla de su deber y de cualquier recuerdo doloroso que aún pueda albergar en su corazón. Kikyō, en el pasado, no pudo ser quien quería ser. La condenaron a una tarea suicida, la engañaron y asesinaron. Una crueldad sin precedentes. No podía borrar su pasado, pero sí podía transformar su presente en una normalidad. Convertirla en una chica común y corriente, esa era mi meta. Y la cumpliría, como que me llamaba Higurashi Kagome.
¡Pero!, como eso llevaría un tiempo, en la espera decidimos equilibrar la vida de sacerdotisa con la cotidiana. No todo es trabajo y sudor. Por eso aquí estaba ella, jugando con los niños de la escuela en el recreo. Y yo, regalándole una bicicleta que, por lo que veo, le gustó mucho. No dejaba de subir y bajar por las colinas verdes. Sus fuertes muslos se alzaban y descendían bellamente al pedalear, los ojos le brillaban vívidos, la coleta bailaba con el viento. Parecía la encarnación de la vida misma a pesar de su condición de (no) vida.
—¿Es cómoda? —le pregunté cuando frenó a mi lado. Estaba un poco agitada por la última colina que subió.
—Se siente muy liviana.
—¿Y los frenos? —continué, bajándole la ropa en un hombro para examinar una herida de guerra que se llevó de recuerdo, aquella que ya le había curado una vez. En la batalla, Naraku decidió disparar al mismo lugar de nuevo, infartándome por un crucial instante. Desde ese día he estado regenerándole la herida del hombro con energía espiritual. Si se esforzaba mucho se abría, por eso siempre estaba atenta de ella. No era una herida de muerte, pues técnicamente ya estaba muerta, pero para mí cualquier cosa que a ella le pasara era una tragedia.
—Frena bien. Y esto también está bien, tranquila. —agregó con un tonito elocuente, dándome unas palmaditas en la mano.
Yo la miré no muy convencida, pero decidí sonreír.
—A partir de ahora podremos ir a andar juntas, entonces. —le dije.
Ella me sostuvo la mirada un momento y bajó la vista al manubrio. Una sonrisa tenue se iba formando en sus labios mientras acariciaba los bordes del cuero marrón con los pulgares.
—Aprender a andar en bicicleta… solo fue una excusa que usé para que te quedaras. Ese día.
Parpadeé. Kikyō volvió su sonrisa tímida.
—Solo quería conocerte más. Sin embargo, apenas me subí a ella sentí algo mágico. Me gustó. —Agarró una flor blanca del canasto—. Lo que más amo de este regalo son los detalles. Las flores, el asiento, incluso el color de la bicicleta: blanco, mi color favorito. —Fijó la vista en mis ojos. Me sonrojé. Los suyos me traspasaban con profundidad—. Todo lo hiciste pensando en mí, eso es lo que más feliz me hace.
—Kikyō…, siempre estoy pensando en ti.
Apoyé una mano en el manubrio, la otra fue a su hombro. Besé sus labios, hallándolos tan dulces como siempre. Las chicharras cantaban de fondo mientras nos movíamos al son del beso, rozando nuestras bocas, presionándolas con suavidad.
Como se habrán dado cuenta, y para el alivio de Kikyō, dejé atrás mi etapa de tsundere. No es como si antes hubiera querido ser el sarcasmo en persona, solo necesitaba adaptarme al cambio para volver a ser yo.
Y así como en medio de la convivencia yo iba regresando a la normalidad, en Kikyō se iba descubriendo una naturaleza aún más tranquila, femenina, de sonrisas gráciles y apariencia frágil. Ella era toda una damita comparada conmigo, pero a la vez conservaba cierta fiereza de la cual yo carecía. Esa pisada fuerte que aún no había desarrollado, seguro por ser más joven que ella, y por lo tanto, por cargar con más inquietudes sin sentido.
Su experiencia se notaba en los consejos de vida, en la confianza con la que actuaba, en la poca vergüenza con la que me tocaba. Tampoco era como si yo me quedara atrás. Después de todo, quien solía molestarla en las noches, cuando ella estaba cansada y solo quería dormir, era yo. El problema radicaba en que, cuando por fin se activaba, Kikyō daba vuelta el juego con una rapidez que me era molesta por el simple hecho de que me quitaba protagonismo. Para ella mis quejas sobre aquello solo eran un reproche infantil, pero para mí sus manos frunciéndose en mis muñecas, acorralándome contra el futón al llamado de "mocosa", eran una daga en el orgullo. Aunque el mismo, la verdad, no tenía un gran peso. Se olvidaba rápido gracias a sus besos y caricias que, en silencio, me decían que no me enojara por tonterías, que le hiciera lo que quisiese que ella jamás se negaría. Efectivamente no lo hacía.
Siendo sincera, ese orgullo encubría una realidad que fui descubriendo a su lado: amaba competir con ella. O, más bien, llevarle la contra. Era nuestro juego personal. No faltaba ocasión en la que yo le reprochara algo del pasado, diciéndole lo malvada que fue, así como ella me reprochaba lo mismo, exigiéndome que le devolviera el alma al grito de "sustituta". Pero siempre había una sonrisa juguetona en nuestros rostros al hacerlo, como si nos bufáramos de esa época. Era un chiste interno que, a veces, lo llevábamos a la cama. En algún momento se convirtió en mi fetiche favorito verla en el papel de "Kikyō mala". Daba risa tildarla así, porque en realidad ella era la persona más compasiva que pude haber conocido en este mundo, y en otros también. Presionando sus suaves labios confirmo aquello. Incluso en un simple beso se puede sentir su gentileza, aquella por la cual caí enamorada.
Así que, sí, digamos que mi vida cambió bastante desde que aquellas flores mágicas me hicieron descubrir lo que albergaba muy escondido en mi corazón. Una vez el sentimiento fue libre, no hubo forma de detenerlo. Básicamente tiré todo por la borda para estar con Kikyō.
Y ningún arrepentimiento tenía yo de eso.
Nos separamos despacio, sonrientes.
—¿Quieres ir a andar? —le pregunté—. Juntas.
Kikyō asomó los dientes en una sonrisa que vi infantil. Asintió varias veces. Yo cabeceé también. Me subí a mi bici, ella a la suya, y abandonamos un ratito la aldea para irnos a andar cerca de la costa. Pescaremos de paso, dijo ella.
Las ruedas giraban a un ritmo calmo sobre la tierra, los zigzags le dejaban huellas. Si seguíamos haciendo el ocho terminaríamos por chocarnos, pero a Kikyō no le importaba. Se reía despreocupada, como si quisiera vernos hechas un desastre en el suelo. Y a mí qué feliz me hacía verla reír, verla ser una chica normal. A pesar de su condición, hoy Kikyō podía volver a vivir. A sentir, a sonreír. Siempre la haría sonreír, no importara qué, me prometí.
Con el mar turquesa de fondo, sintiendo el viento salado en la cara, ella me miró. Estiró la mano hacia mí. Yo sonreí, andando a su lado, y la tomé.
Solo quienes han andado en bicicleta de a dos pueden comprender la magia de ese momento, de compartir un paseo donde tus piernas te llevan con ligereza y la boca se abre con necesidad de cantar. Hablar de la vida mientras andas, reír, o simplemente ir tomadas de las manos mirando el horizonte… Es una conexión única con tu pareja, pues están en la misma sintonía, pero también con tu bicicleta, quien es, sin exagerar, tu otra pareja. Esa que, si confías y te dejas llevar, te mostrará rumbos desconocidos y emocionantes.
Siempre amé andar en bicicleta.
Y hoy lo amo más, porque gracias a ella pude llegar hasta Kikyō.
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Buenas bueeeenas. Como les prometí, acá dejo el epílogo para darle el cierre final a la historia. Todo muy chuchi, sí. Pero bueno, me nació así xD Tenía ganas de escribir algo chill para variar, y tanto Kagome como Kikyō me parecieron ideales para ese fin. Siento que ambas tienen una energía calma más allá de sus personalidades distintas, además de ese tacto maternal que se nota bastante tanto en la serie como en el manga. No suele interesarme que mis ships favoritos tengan hijos o incluso que toquen ese tema, pero con ellas dos es como que se me hace inevitable tocarlo. O sea, mírenlas. Son las mamis ideales, y juntas más *sequiebra*. Me despiertan el instinto maternal que creí perdido (ahre que no). Pero lo que más quise transmitir, en especial al principio de la historia, fue la conexión entre ellas. Creo que esa es su magia. Es una pena que la serie no se haya involucrado más con el tema encarnación y reencarnación. Se podía sacar mucho jugo de esa fruta/conexión. Pero bueno, como no sucedió, acá estoy, haciendo que suceda (? SOLO QUIERO QUE SEAN FELICESJFKFDASMVKFJS
Bueno gente linda, muchas gracias por acompañarme hasta el final! Espero que la historia les haya gustado. Para los que se quedaron manijas con el Kagkik, prometo que prontito nos vamos a leer de nuevo en el fic de "Almas", y seguro en muchos más. Tengo varias ideas bizarras para estas dos *ríe malignamente*. Cuando tenga más tiempo espero poder escribirlas.
De nuevo, ¡muchas gracias por pasarse y por el apoyo! Espero que anden bien. Nos leémos prontito :)
LadyPV: Muchas gracias por llegar hasta el final! Espero volver a leerte pronto en alguna otra historia :) Te mando un beso!
nadaoriginal: Bueenas! Muchas gracias por llegar hasta acá y por el apoyo! Me alegra que la historia te haya gustado :) Si seguís el fic de Almas, te leo ahí :) Te mando un beso!
Juds93: Vaaamos, la pegué con tu cumple! xD Espero que hayas disfrutado el regalito y que lo hayas terminado re bien amiga. Esta historia se terminó, pero pronto nos vamos a leer en la otra! Te mando un besito!
Chat'de'Lune: Esstimada, hasta acá llegamos. Muchas gracias por el apoyo para con esta cortita historia! Espero que te haya gustado. Todo lo que sea batallas y drama lo vamos a ver en el fic de "Almas" (es otra historia igual, no está relacionada con esta). Ahí tengo material de sobra xD Así que bueno, nos leémos ahí entonces! Qué sigas bien, un besito y namasteee :)
Anonymus Enigmatico: Muchas gracias por llegar hasta acá! Fue un viaje cortito, pero me gustó mucho escribirlo, así que muchas gracias por el apoyo! Tenía esa necesidad de poner a nuestras chicas en situaciones cotidianas y chuchis, y bueno, salió esta historia xD Me alegra que te haya gustado! Nos leémos prontito, te mando un beso!
Ahora sí, me despido. Hasta pronto :)
