DIVORCIADA
Dos mujeres, dos tés, un sofá, un embarazo, una divorciada.
―No te entiendo, Sora. Hace un mes decías que irías a por el divorcio, ¿y ahora me vienes con que al final os habéis reconciliado?, ¿así, sin más? ¿Y qué hay de Taichi?
Sora descruzó y volvió a cruzar las piernas, cabizbaja.
―Eso fue un momento de locura. No volverá a ocurrir.
Llevó la vista al techo y negó con la cabeza.
―Pues la locura ya tiene tres meses ―dijo Mimi mirándole el vientre. Sora susurró "ya" y acarició su propia mano, con movimientos circulares―. No te juzgo ―aseguró Mimi―. Solo te intento ayudar. No entiendo bien por qué le das tantas oportunidades a Yamato y te cierras a intentarlo en serio con Taichi. Sobre todo, porque hace nada decías estar muy feliz.
Sora presionó los labios antes de hablar.
―Por cálculos, lo más probable es que sea de Yamato y, de todos modos, ha dicho que no va a intentar averiguar si realmente es suyo, que lo aceptará sea como sea. Y Taichi pues… no le ha gustado nada saber que seguía teniendo relaciones con Yamato, no sé por qué imaginó lo contrario. Ahora está frío conmigo.
Mimi arrugó la frente y se acercó el té caliente al rostro.
―Ya. Quizá no quiere interferir en tu decisión. El amante no puede exigir gran cosa. Pero no creo que Taichi sea del tipo que va dejando hijos por ahí y se desentiende. Aunque quizá, en un caso así, sea lo mejor para la criatura. Ay, es muy complicado. Lo siento.―Se acercó a su amiga y colocó sus manos sobre las de ella―. Pero lo importante ahora es que estés tranquila. Pase lo que pase, estarás bien.
Hacia el final de la tarde, Yamato se pasó para recoger a Sora. Al principio, Mimi encontró el gesto encantador. Yamato podría ser un poco difícil a veces, pero era capaz de sacrificar su comodidad por los demás. En un segundo pensamiento, se dio cuenta de que la había ido a recoger para asegurarse de que le decía la verdad sobre su ubicación. Mimi no lo culpaba, sabía bien que las infidelidades vuelven a uno paranoico.
Aprovechando que Sora había ido al baño, se acercó a Yamato. Quiso decirle algo, pero él apartó la mirada como si no quisiera hablar, y, en cualquier caso, solo pretendía tener un gesto de cortesía, por lo que lo dejó en paz.
Cuando se marcharon, Mimi se preparó un baño. Hoy tocaba lavado de cabello con mascarilla extra nutritiva, exfoliación corporal y un limado de uñas. Buscó una playlist interesante y bailó mientras se desnudaba. Aunque era capaz de empatizar, los problemas de los demás no le causaban demasiado malestar. Un embarazo extramarital. Se moría por contarle el chisme a alguien.
Ya en la bañera, cogió el teléfono, mandó un mensaje y lo volvió a apoyar sobre el lavabo. Una parte de ella se sentía reafirmada al comprobar que, a la larga, y a pesar de haberse divorciado dos veces ―a los 24 y a los 31―, su vida había resultado ser bastante menos caótica que la de sus amigas. Sumergió la cabeza un par de segundos y sonrió al sacarla. Se sentía terrible.
Su móvil parpadeaba.
«Cuénteme».
Mimi mandó un audio, en el que detalló los últimos acontecimientos.
«Pero no digas nada, ¿eh?», escribió.
Koushiro le aseguró que no diría y acto seguido escribió a Taichi por si le apeteciera quedar con alguien un día de estos. Cuando volvió al chat que tenía con Mimi, había recibido una imagen de sus piernas enjabonadas.
«Koushiro, me gustaría dormir contigo hoy»
