Dia 3 de la Mishiro / Koumi Week 2023
Prompt: Divorciada
Tiempo analógico
por Chemicalfairy
Koushiro no entendía cuál era el maldito atraso. Volvió a mirar su reloj de manecillas y escaneó de nuevo el lugar de la manera más sutil que sabía hacerlo. La vida en la gran manzana parecía ser la usual, caótica, pero la usual. Tenía que recordar que era su trabajo, como voz de la razón, no ponerse paranoico. De eso se encargaba Tai, el cuál vivía bajo una política inamovible de siempre estar preparado para el peor escenario posible.
Pero Koushiro no era normalmente un agente de campo, así que no estaba realmente entrenado para no ceder ante la incertidumbre cuando una misión no estaba yendo como se supone que era el plan. No, él normalmente dirigía desde el centro de comando, ese era su ambiente y en dónde tenía una mayor capacidad de control sobre sus emociones. Estando en aquella mesita, en la sección exterior de un café en el distrito financiero de Manhattan, sentía que su nerviosismo le hacía muy evidente.
—¿Necesitas algo más? —la mesera le preguntó en inglés, interrumpiendo sus pensamientos. Él observó su taza de café vacía y supuso que lo mejor sería seguir consumiendo—. ¿Más café?
—Sí, por favor.
—¿Quieres algo para acompañar tu café? Tenemos unas galletas de la suerte sabor mantequilla, deliciosas.
—Mmmm… no se me antojan realmente. ¿Tienes pan de chocolate?
La mesera le dijo que tenía que checar si quedaba alguno en la barra del interior al mismo tiempo que llevaba su taza a rellenar. Koushiro la observó por la espalda cuando ingresó al local pues se había dado cuenta de su cambio de semblante cuando él rechazó las galletas. Anotó para su bitácora mental su descripción física y que probablemente apenas y rondaba la mayoría de edad. Demasiado joven , se dijo a sí mismo.
Pero, para su sorpresa, la chica volvió solo con un tazón pequeño que contenía dos galletas de la suerte y se las colocó enfrente.
—Aquí está su orden, que tenga buen día.
—¿Se puede saber qué pasó? —Koushiro demandó en el instante en el que pudo conectarse a la línea segura que le había sido informada a través de los papelitos de las galletas de la suerte—. ¿Aló? ¿Me escuchas?
—Cálmate, puedo escucharte bien —la voz cansada de Tai le contestó del otro lado del teléfono—. Lamento asustarte así, pensé que aceptarías las galletas de inmediato. ¿No solían gustarte mucho? Pusiste muy nerviosa a Kse-chan.
Koushiro sabía que aquella línea de comunicación no era para ponerse al día y platicar largo y tendido pero odiaba cuando Taichi omitía información. ¿No se supone que era su mano derecha? Normalmente cuando le reclamaba al respecto Tai le decía que lo hacía por su propio bien, lo cual lo enfurecía aún más.
—Ya sé lo que me vas a decir. Todo fue muy rápido, ya te habías ido cuando pudimos integrarla. Lo hizo muy bien para ser novata, me agrada esa chica.
—¿Quién demonios es ella?
—Ah, si. Ksenia Yúrievna, nuestra nueva cadete. ¿A que no adivinas de quién es hija?
Koushiro no tuvo que pensar demasiado para encontrar la respuesta: Yuri Vólkov, uno de los digielegidos rusos originales y el primer tamer en rebelarse. Recordaba perfectamente que había dejado a una bebé en orfandad al momento de su asesinato.
—Oh…
Haber visto y ahora saber quién era esa chica le ponía en perspectiva el tiempo gastado. Iban por las dos décadas y las cosas no hacían más que complicarse. La bebé del primer tamer mártir ya era toda una mujer.
—Ajá, en fin. Yo lo tomo como una buena noticia. Me da pena porque apenas acaba de salir del instituto, es una cría y está sola; pero no tiene miedo, me recuerda tanto a su padre —Koushiro no quiso interrumpir las reflexiones de Taichi pero no pudo evitar suspirar. Tai rió del otro lado de la línea—. Lo siento, me he tomado una bebida energética y estoy demasiado estimulado, además no había hablado con otro ser humano en días. Escucha, tuve que sacarte de ahí porque Willis no logró salir del aeropuerto de Denver, así que jamás iba a llegar contigo.
—¿Pasó algo grave?
—Secuestraron la intranet de la cafetería del aeropuerto —Taichi no pudo evitar reírse—. Las personas no pudieron pagar su café por veinte minutos.
Koushiro no le vio la gracia. Era un hackeo ridículo, sí, pero habían logrado que se suspendieran los vuelos. Era un protocolo de seguridad básico que los gobiernos habían implementado después de que un grupo de Mamemons leales a Alphamon habían amenazado, a través de un hackeo de las pantallas de despegues y aterrizajes, con hacer explotar un aeropuerto varios años atrás.
—Es obvio que sabían que Willis saldría de allí a esa hora.
—Sí… —Taichi dejó de reírse—. No te preocupes, ya me aseguré de que se encuentre bien. Y también ya tenemos un plan alternativo, un reingreso nos ayudará. Espero que estés sentado.
Koushiro bufó impaciente.
—Tienes una reservación a las nueve de la noche para cenar en el bar del SoHo Grand Hotel. Es un lugar elegante, así que trata de no desentonar. Mimi llegará exactamente diez minutos después. Su coartada es una cita, así que espero que seas encantador. Aunque bueno, con Mimi-chan siempre lo has sido, no creo que tengas problema. Ya tienen una habitación reservada en el sexto piso del hotel, Kse-chan se encargará de prepararla para el intercambio.
Y como Tai trataba de divertirse como podía y cuando podía, resolvió terminar la llamada sin darle derecho de réplica a Koushiro.
Koushiro sentía que la corbata le apretaba demasiado. Se sentía mareado, lo cual era señal de que su cerebro no estaba recibiendo suficiente oxígeno, pensó. Trató de ajustarla mientras la anfitriona le conducía a su mesa, pero parecía que estaba empeorando el asunto aún más. ¿Y qué pasaba con la calefacción de aquel sitio? Sentía que el ambiente estaba demasiado caliente y húmedo que hasta su espalda empezaba a sudar.
—Enseguida vendrá el mesero a tomar su orden, caballero.
Nuevamente volvió a consultar su reloj de manecillas (¡oh como extrañaba su reloj digital!) y se dio cuenta que Mimi llegaría en exactamente ocho minutos.
Aún no podía creer lo que Taichi le había dicho. Mimi había vuelto. ¿Hace cuánto que no la veía, que no hablaba con ella? Aquel viaje parecía que solo había servido para hacerle sentir viejo. Koushiro estaba en su último año de la década de los treintas y, si su memoria no le fallaba, ambos habían tenido veintitres años la primera y última vez que estuvieron juntos.
Decidió desenterrar ese recuerdo para matar los ocho minutos que quedaban antes de la inevitable llegada de su vieja amiga. Mimi y Koushiro estaban empezando a cocinar una relación cuando el pelirrojo, después de que Taichi casi fuera asesinado por digimons rebeldes, decidió que no podía mantenerse más al margen de la guerra entre humanos, Tamers y el ejército de Alphamon. Mimi sabía lo que eso significaba pero no podía seguirlo. Ella quería seguir su vida, tener familia y vivir tranquila; decía constantemente que su papel como niña elegida había terminado el día que Palmón había desaparecido y que no quería acabar como Yuri. Aquella noche decidieron separarse y cortar todo tipo de comunicación, sobre todo por seguridad de ella. Koushiro recordaba perfectamente el último momento en que la vio, al voltear hacia atrás desde el marco de la puerta de su habitación y observar su figura dormida entre las sábanas revueltas. Mimi le había convencido de que la mejor despedida era hacer el amor para que no pasaran el resto de su vida preguntándose cómo hubiera sido. Había tenido razón, no había manera que Koushiro hubiese podido vivir todos esos años en la incertidumbre. Lo último que había sabido de ella era que se había casado con Michael Barton, un par de años después.
La reconoció de inmediato, a pesar de que se había teñido el cabello de un color oscuro. Caminaba hacia él, detrás de la anfitriona, enfundada en un vestido asesino, tacones altos y su abrigo sobre sus hombros. Koushiro intentó tragar saliva pero su garganta estaba absolutamente seca, tanto que no estaba seguro si iba a ser capaz de hablar.
Se recordó que su misión era ser su cita aquella noche para darle tiempo a Ksenia de preparar la habitación para el intercambio: aquello era una tarea tardada y bastante delicada, pues tenía que intervenir y bloquear todo punto de acceso digital en aquel lugar, sino Alphamon podría encontrarles y acabar con ellos.
Koushiro se puso de pie, entrando en papel, para recibir a Mimi. En cuanto estuvo a su alcance, tomó su mano y le besó el dorso.
—Estás espléndida.
La anfitriona quiso ayudarle a mover la silla para que ella pudiera tomar asiento pero Koushiro le dijo que él se encargaría y que por favor ya trajeran las cartas y el menú de vinos.
El rostro maduro de Mimi no había podido dejar de sonreír desde el momento en que había vislumbrado a Koushiro esperándola. Bueno, siendo sincera, no había podido dejar de sonreír desde que Taichi le había confirmado, alrededor del medio día, que sería Koushiro quien llevaría a cabo el intercambio con ella. Apenas colgó el teléfono salió disparada a comprarse su atuendo para esa noche. Supo que había triunfado cuando notó como Koushiro la había visto de arriba a abajo mientras caminaba hacia él. Y aunque finalmente estaban solos, no habían emitido palabra alguna; solo se observaban ensimismados.
—Estoy tan contenta que por fin te hayas animado a invitarme a salir, después de tanto tiempo —Mimi rompió el silencio—. Has escogido un lugar encantador.
—Bueno, tenía que traerte a un lugar que hiciera juego contigo.
Koushiro se sentía como un bobo, porque además parecía que Mimi estaba disfrutando de sus habilidades de actuación y de improvisación. Era difícil mantener el hilo, sobre todo porque sus conversaciones tenían que mantenerse lo más vagas posibles pues nunca sabían quién podía estar escuchándolos a través de cualquier dispositivo digital.
Llegó el vino, después la pasta y como plato fuerte, ambos se decidieron por el salmón. Mientras, hablaban de nada. Mimi al parecer había decidido actuar como una mujer divorciada que volvía a darle una oportunidad a los hombres, así que Koushiro tomó el papel de soltero codiciado que jamás se había interesado por nada que no fueran sus negocios, hasta que había puesto el ojo en ella. En fin, estaban recreando la trama de alguna novela barata de romance.
En realidad, Koushiro se moría por preguntarle tantas cosas de su vida: ¿Cómo le había ido? ¿Había conseguido obtener lo que siempre había querido? ¿Había valido la pena separarse? ¿Dónde estaba Michael? ¿Por qué había decidido unirse, después de tantos años, al bando de Taichi? ¿Qué buscaba con todo eso? ¿Por qué ya no tenía miedo?
Mimi no notaba su incipiente impaciencia porque estaba muy ocupada pensando cada una de las palabras que salían de su boca para no terminar diciendo algo incriminador, sobre todo porque también quería saberlo todo de Koushiro. No daba crédito al hombre que estaba sentado frente a ella, actuando como todo un tiburón de los negocios, encantador y vanidoso. La adultez le había sentado de maravilla al pelirrojo, incluso pensaba que las arrugas en las comisuras de sus ojos o los pocos cabellos canos que podía verle a contraluz le quedaban tan bien. Pero lo mejor eran sus ojos negros, que aunque se veían cansados, eran como un par de obsidianas hipnotizantes. No podía evitar perderse en ellos, incluso a veces dejando de prestarle atención a la conversación falsa que intentaban tener.
—Entonces, ¿desde hace cuánto que te divorciaste?
—Hace un año —le contestó Mimi mientras cortaba su salmón—. Quedé bastante desencantada pero me alegra saber que aún existen caballeros como tú en el mundo, me da esperanza. ¿Y tú? ¿Por qué nunca te casaste?
Koushiro levantó los hombros.
—Nunca conocí a alguien ideal.
—Pero supongo que eres muy asediado.
—Es complicado tener una relación funcional con mi estilo de vida. Viajo mucho y mis negocios reclaman todo mi tiempo. No importa que pueda o no ser muy asediado, las mujeres se cansan rápido.
Bah, técnicamente Koushiro no estaba inventándose nada con esa respuesta vaga. Él jamás se había aventurado a tener otra vez una relación formal por el estilo de vida ilegal que llevaba, así que sus conquistas eran fugaces e intermitentes.
—En este punto de mi vida, yo estaría agradecida de tener mi propio espacio. Ya viví la relación sofocante y codependiente. Me gusta la idea de que priorices tus negocios mientras tú también respetes que yo haga lo mismo.
Koushiro sonrió y levantó su copa hacia ella.
—Entonces tal vez tengamos buenas posibilidades, cariño.
Siguieron hablando y tomando vino. Cuando el postre llegó, Mimi decidió que era momento de subir el termostato. Bajo la mesa, descaradamente, acarició la entrepierna de Koushiro con su pie, lo cual casi causa que el pelirrojo se atragantara con una cereza en almíbar.
Mimi se agarró de la excusa de que tenían que ir a la habitación y tenía que ser creíble para cualquiera que pudiese estar observando: tenían que ser dos personas que subieran a terminar una gran cita en la bañera del hotel. Fue siendo más descarada en su manera de acariciarlo y mucho más atrevida en la manera de recargarse sobre la mesa para que su escote incitara a Koushiro y se le pudiera notar en el rostro.
Cuando Kou pidió la cuenta, Mimi empezó a sentir cosquillas que le recorrían de la nuca hasta su ombligo. Si, era un juego y estaban ahí para concretar una misión, pero ¿no había posibilidad de caer un poco? Era difícil no pensar en ello.
Y lo fue más cuando Kou la besó después de ponerle el abrigo sobre los hombros y acomodarle el cabello tras el cuello. Aquel beso la teletransportó a su juventud, cuando el mundo aún no estaba en llamas y podía fantasear con vivirlo todo con él. Tuvo que usar toda su fortaleza mental para no echarse a llorar ahí mismo.
Los labios de Koushiro sabían justo como los recordaba y sus brazos la abrazaban como de antaño. Era como volver a casa después de vagar por tanto tiempo.
Por su lado, Koushiro también evocó el pasado. Jamás pensó que volvería a verla y que ahora estuviese besándose con ella, dentro del ascensor de camino a la habitación, estaba causándole todo tipo de estragos. Primero, los obvios, el cuerpo de Mimi era intoxicante y moría de ganas de volverlo a redescubrir. Y luego, los deja vú, pues una vez hecho el intercambio tendrían que separarse de nuevo por quién sabe cuánto tiempo.
Koushiro intentó abrir la habitación con su llave digital y encontró que la cerradura automática no servía, lo cual era una excelente señal. Mientras apretaba a Mimi contra la puerta y le besaba el cuello, sutilmente hizo uso de sus habilidades de cerrajería para abrir de manera mecánica la puerta.
Estando adentro, ambos tuvieron la capacidad de serenarse. Koushiro suspiró agotado mientras que Mimi ahora adoptaba una expresión nerviosa.
—Iré al baño a refrescarme un poco —le dijo.
Mimi revisó todo el cuarto del baño, los espejos y los closets, mientras Koushiro hacía lo mismo con el área de descanso. Todo parecía estar en orden, ambos estuvieron de acuerdo y entonces las máscaras cayeron.
Mimi corrió a sus brazos y lo envolvió con desespero. Enterró su rostro en su cuello mientras Koushiro hacía lo propio sobre su cabello.
—¡Te he echado tanto de menos! —gimoteó Mimi contra su piel—. Me parece un sueño poder volverte a ver.
—Mimi… —¡Cuánto había querido decir su nombre en voz alta!—. Yo tampoco lo puedo creer, no puedo creer que seas tú, Mimi. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué has decidido unirte?
Mimi se separó de él, se limpió las lágrimas del rostro y solo levantó los hombros.
—¿Recuerdas que antes de que todo se fuera al infierno Takeru escribió su primer libro? Ese que contaba historias sobre un futuro en el que todo el mundo tenía a sus compañeros Digimon y la vida era perfecta.
Koushiro asintió. Hace tanto que no pensaba en ese condenado libro.
—Me divorcié de Michael hace un año pero apenas hace unos meses pudimos concretar la venta de la casa para poder repartirnos el dinero. Dentro del proceso de la mudanza encontré la copia que Takeru nos regaló a cada uno. Lo guardé en mi bolso de inmediato antes de que alguien pudiese verlo.
»Cuando llegué a mi nuevo apartamento, lo primero que hice fue sentarme en el piso a leerlo. ¡No podía recordar nada de lo que TK había escrito ahí! Fue horrible, Koushiro, horrible. Era como ver a través de una bola de cristal todo lo que pudo haber sido en otro universo. Palmon y Tentomon vivirían con nosotros y nadie tendría miedo. Podríamos ser libres y tener a esos niños imaginarios que Takeru nos inventó. ¿Los recuerdas? Tú tenías una niña pelirroja y yo un principito rubio, como mi mamá.
—Osen y Ben —respondió Koushiro. Sentía el corazón roto—. Recuerdo que Takeru nos pidió que nosotros mismos bautizáramos a nuestros hijos ficticios. Fue tan extraño…
—Y entonces me di cuenta que las razones por las que huí habían terminado en nada. Nunca tuve hijos y tampoco pude hacer mi empresa. Michael tuvo que hacer desaparecer su pasado como niño elegido para poder trabajar con algo de libertad y yo solo era un ama de casa que había tenido que tomar el apellido de su marido para poder salir a la calle sin tanto miedo. ¿Y de qué había servido? Había acabado sola, en un apartamento minúsculo y con solo la pensión que Michael había establecido para mí. Leer esas historias, no lo sé Koushiro, me hizo rabiar. Fue como si un switch se hubiese encendido en mi y entonces traté de encontrar a Taichi. Tengo que pelear también, tengo que hacer algo por recuperar la posibilidad de hacer esas historias realidad.
Koushiro estaba sin habla. ¿Qué podía responder a eso? Solo podía observar como Mimi se abrazaba a sí misma mientras unas cuantas lágrimas más bajaban por sus mejillas. Quiso consolarla pero su mente no podía hacer mover su cuerpo.
—A todo esto, ¿dónde está Takeru? —preguntó Mimi con temor. Realmente les había perdido la pista a todos y temía que alguno hubiese compartido el destino de Yuri.
—Escondido. La Agencia de Control Digital lo quiere encerrado, Alphamon lo quiere muerto. No ha regresado a casa en años.
Mimi cerró los ojos, afligida.
—Koushiro… dime qué hay esperanza.
Ah, la misión. Koushiro despabiló de inmediato y entonces tomó del bolsillo interior de su saco un estuche rectangular de metal.
—Estas son las tarjetas perforadas. ¿Taichi alcanzó a explicarte lo que tienes que hacer?
Mimi negó con la cabeza.
—Todo fue tan rápido.
—No te preocupes, yo te explico. Estas tarjetas son como las que se usaban de antaño para guardar datos de manera analógica. Cada tarjeta tiene un patrón de perforación distinto, que recrea código binario.
—Entonces… ¿Estás tarjetas son como datos de computadora en clave? —Koushiro le sonrió encantado, nadie jamás lo había entendido tan rápido—. ¿Y qué código contienen?
—El paquete que te voy a entregar está vacío y tu misión es transcribir el código de Palmon en ellas. Ese código está cifrado en tu digivice, dime que aún lo tienes —Mimi asintió—. Excelente. Las instrucciones están ahí dentro, creeme que son muy sencillas. En unas semanas se pondrán en contacto contigo para que hagas la entrega final y yo pueda compilar todo.
—¿Y luego? ¿Eso quiere decir que puedes traer a Palmón y a los demás de vuelta? ¿Seguro que Alphamon no se dará cuenta?
Todo sonaba tan fantástico. Tan difícil de creer. Aún así, Mimi no podía dejar de sonreír. Si alguien era capaz de hacer realidad lo imposible, ese era Koushiro.
—Estoy trabajando en tener un servidor seguro para pasar desapercibidos mientras sucede el procesamiento de datos que será tardado.
—Pero… ¿Podrán recordarnos?
—No lo sé… eso no lo sé, lo siento.
Koushiro se sentía tan culpable por ese último punto que Mimi había traído a colación pues sin saberlo había puesto al descubierto su miedo más grande. ¿Era ético tratar de recuperar a sus Digimon de esa manera? ¿Debían usarlos para pelear aún si ellos no podían recordar nada?
Taichi tampoco había sido capaz de responder esas preguntas.
—Supongo que solo queda intentarlo y decidir qué hacer con lo que surja —reflexionó Mimi—. Si acaso Palmon no puede recordarme, usaría lo que me quede de tiempo para contarle todo. Seríamos de nuevo solo ella y yo, sin más peleas. Tal vez es todo a lo que podemos aspirar, suena egoísta, lo sé.
Koushiro la observó anonadado y recordó porque había estado tan enamorado de ella. Mimi era capaz de ver el mundo desde una perspectiva que le era tan ajena a él y eso le fascinaba. Hablar con ella era tan estimulante, tan refrescante, tan vigorizante.
Volvió a leer su reloj de manecillas y descubrió que su tiempo como Mimi y Koushiro estaba por agotarse. El bloqueo de los puntos digitales que Ksenia había colocado no podía durar mucho pues también eso llamaría la atención de la Agencia o, mucho peor, de Alphamon.
—Ojalá jamás nos hubiéramos separado —susurró Koushiro, consciente de que no tendría otra oportunidad de decírselo pronto—. Ahora estás aquí y no puedo evitar pensar en el tiempo perdido.
Mimi se acercó a él, tomó la muñeca donde vivía su reloj y contó los segundos en voz alta. Antes de llegar al cero, en el que las máscaras tenían que volver, lo besó. Mientras caminaban hacia la cama, removiéndose la ropa de manera desesperada, ambos sintieron como el aire acondicionado automático se activaba, como los focos tintinearon y como todas las luces led de los aparatos digitales de la habitación se encendieron.
Era extraño saberse observados, mientras volvían a hacer el amor después de más de quince años.
Ando probando algunos conceptos para mi re-edición de Huracán muajajajajaja. Mención especial a ChieroCurissu porque los nombres de Ben y Osen son originales suyos (aunque ya sean canon en mi corazón).
