NOTA AUTORA:

¡Hola!

En esta ocasión, vengo con la traducción de Basorexia al español, escrito por NovaFrogster. Tengo el permiso de lx autorx para hacer esta traducción y estamos muy felices de llevar a cabo este proyecto :)

Les dejo abajo una traducción de la nota original de Nova que me parece muy importante para interiorizarse con el fic, y porque también es algo que a mi me llevo a tomar la decisión de traducirlo:

Empecemos con un punto importante de la historia. Quiero dejar muy en claro que este fic se enfoca en la salud mental, la depresión y especialmente en el estrés post traumático. Obviamente, habrá romance (no puedo no incluirlo!) pero no será lo primordial a lo largo de la historia. Es un slow burn (se introduce el romance muy, muy de a poco). El fic es largo y está basado en las emociones y experiencias de los personajes. Quise hacerlo lo más realista posible, así que no se sorprendan de la cantidad de capítulos.

Esta historia también cuenta con muchos Trigger Warnings, quiere decir, temas delicados: depresión, pensamientos suicidas, suicidio, muerte, violencia física y psicológica, drogas, alcohol y cigarrillos. Todo eso encontraras a lo largo del fic.

Finalmente, esta historia es muy importante para mí, ya que lidia con la salud mental, un tema muy importante para en mi vida. Si estás pasando por alguna de estas situaciones, o necesitar hablar, no dudes en enviarme un mensaje o dejar un comentario. No estás solx.


PREFACIO

Dentro de la pequeña celda, todo era húmedo y frío. El ambiente era denso por el silencio. La oscuridad, absoluta, ya que la luz no era capaz ni de meterse a través de la puerta, tanto que a veces Draco se preguntaba si se había vuelto ciego.

Cada cinco horas - o eso estimaba más o menos - una jarra de agua, una taza y una bandeja con comida aparecían a su derecha. La carne era sosa, sin sabor y en la mayoría de los casos, seca . Sabía que era apenas lo suficiente para sustentarlo apropiadamente. No necesitaba pasar sus manos por sobre sus costillas para darse cuenta de que se veían prominentes bajo su piel.

Una vez al día, un Auror entraba a su celda, le hacía hechizos de diagnóstico - eso fue lo que logró entender con el paso del tiempo - y luego forzaba a Draco a que lo siguiera. Siempre lo llevaba al mismo lugar: el despacho. O por lo menos ese era el nombre que Draco le había puesto.

Le había tomado un tiempo reconocer el camino y su alrededor, ya que sus ojos tardaban diez minutos en acomodarse a la luz mágica en los pasillos. Mientras tanto, caminaba ciegamente, guiado por la varita del Auror, apuntando entre sus omóplatos. Doblaban dos veces a la derecha, luego una vez a la izquierda, y después caminaban por tres minutos hasta el despacho.

Era en ese momento que Draco recuperaba su visión, su mirada volviéndose menos hostil por lo que podía vislumbrar algunas siluetas a su alrededor en medio de la luz difuminada.

Una vez que llegaban, el guardia lo ponía en su silla y una cacofonía de voces y risas alcanzaba los oídos de Draco desde la penumbra. Su cuerpo se encogía de miedo ante el sonido.

A partir de ahí, su infierno diario comenzaba.

Nunca pudo distinguir de quiénes eran las voces, o por lo menos estaba seguro de que no las conocía. Pero siempre había cinco. A pesar de que su visión era mediocre, era capaz de vislumbrar las siluetas. Dos eran bastante altas y flacas. Otra era de estatura promedio, con una contextura robusta. Las otras dos eran las más pequeñas, sin ninguna otra característica que pudiera distinguirse.

Atado, Draco se sentaba en la silla por una hora, contando cada segundo en su cabeza, tratando de escapar lo que estaba experimentando. Ya ni siquiera escuchaba los insultos ni las burlas. Estaba en otra parte. Contando.

1, 2, 3, 4...

516, 517, 518, 519...

867, 868, 869…

Deseaba poder hacer lo mismo con los días. Ser capaz de contarlos, registrarlos y encontrar su camino en el tiempo. En poco tiempo había perdido la cuenta y sin ninguna luz para poder ver lo que estaba haciendo ni tampoco algún objeto que lo pueda ayudar, fue incapaz de seguir.

Había pensado en escribirlo en alguna parte de su cuerpo, rayando o lastimándose, pero no encontró el lugar en dónde hacerlo.

Cuando volvía a su celda, se acostaba en el piso de piedra, helado y pegajoso, quedándose dormido de inmediato. Nunca descansaba lo suficiente ya que las pesadillas que luego lo asaltaban le prevenían dormir por mucho tiempo.

Una vez despierto, se sumergía en los pasillos de su mente, luchando para evitar el deterioro, no como el caso de su cuerpo. Draco categorizaba sus recuerdos sin cesar. La cara de sus seres queridos, los lugares que conocía, los momentos que atesoraba de su juventud… Tenía miedo de olvidar. El tiempo no existía en Azkaban, pero estaba determinado a permanecer activo cada hora despierto. No iba a permitir que este lugar le quitara algo más. No sabía cuántos días habían pasado, o exactamente cuantos le quedaban

Lo único que sabía era que estaría allí por quince años.

oOo

La estación de Trasladores estaba llena de gente cuando Hermione apareció. Parada en medio del pasillo, se quedó quieta por largos minutos, tratando de controlar su respiración antes de hacer algún movimiento. Ya se sentía sofocada.

Había magos y brujas abriéndose paso, corriendo, gritándole a sus niños y peleando con sus maletas. El eco de los anuncios notificando acerca de las próximas salidas resonaba en el pasillo. Las voces y las pisadas se mezclaban.

Los dedos de Hermione se movían con nerviosismo mientras zigzagueaba entre la multitud con la cabeza gacha. Su respiración era irregular y cada vez que hacía contacto con otra persona, se sobresaltaba violentamente.

Miraba hacia arriba con frecuencia para chequear que estaba yendo en la dirección correcta y confirmar que su destino estaba cada vez más cerca.

Sus oídos se taparon a pocos metros de su destino, aislando el sonido de fondo del gran pasillo francés.

Esquivó por poco un hechizo inofensivo que provenía desde el otro lado de la sala y pensó que se iba a desmayar. Frenó de repente y luchó con la necesidad de acurrucarse en una esquina y refugiarse. Era una pesadilla. Había demasiada gente y por mucho que intentara, no podía lograr que su corazón acelerado entendiera que el peligro había pasado.

Sabía que podía morir en cualquier momento, aplastada bajo los pies de la multitud, o siendo víctima de un ataque terrorista. Hermione estaba vulnerable y paniqueando.

Había sido un error. Estaba segura de eso. No debería haber salido de su casa. Debería haberse quedado en Escocia, en la antigua casa de sus padres. Metida en su cama, alarmada ante cualquier sonido sospechoso, pero a salvo de todas formas.

Su pulso resonó a lo largo de su cuerpo mientras el zumbido amortiguado en sus oídos era reemplazado por un sonido agudo. Apretó su varita en su puño, tan fuerte que pensó que la rompería. Luchó para no lanzar un maleficio a los transeúntes que se atrevían a tocarla, que podrían lastimarla.

Sintió una mano apoyarse en su hombro y se sobresaltó bruscamente. Sus ojos estaban llenos de terror cuando intercambió miradas con una señora mayor, quien la observaba con preocupación. Hermione retrocedió inmediatamente. Los labios de la mujer se movieron, pero Hermione no pudo entender nada de lo que estaba diciendo.

No podía escuchar nada. Su cabeza daba vueltas.

Antes de que pudiera ponerse a pensar en qué responder, sus pies tomaron el control involuntariamente y empezó a correr hacia el punto más cerca de aparición.

En medio de su aturdimiento, escuchaba quejas en protesta mientras empujaba sin cuidado a los otros pasajeros, pero no se detuvo ni una sola vez para disculparse. Estaba tan cerca. Solo quedaban unos pasos más. Unos pasos más y estaría a salvo; unos pasos más y volvería a estar sola

Extendió su mano y, en el momento en el que sus dedos pasaron a través del punto de aparición, desapareció sin más.

Tan pronto como sus pies tocaron el suelo, expulsó todo el contenido de su estómago sobre el piso de piedra bajo sus pies. Tampoco había mucho, solo bilis. A pesar de no haberse desgarrado, la combinación de su ansiedad y su cansancio de los últimos meses hicieron que no fuera inmune a los efectos secundarios.

Hermione se apoyó contra una pared para evitar caerse al suelo. Su cabeza giraba, el mundo parecía inclinarse de lo mareada que estaba. Era consciente de que no se alimentaba adecuadamente y eso jugaba un papel importante. Desde hace ya un tiempo, alimentarse había dejado de ser una prioridad. No necesitaba mirarse al espejo para saber que lucía como un cadáver.

Hizo todo lo posible para caminar apoyada a lo largo de la pared con el fin de llegar al asiento más cercano. En el trayecto, casi se cayó dos veces, pero logró alcanzar la silla y colapsó prontamente en ella.

Su visión estaba nublada, pero sabía que había llegado a su destino. La gran granja que había pertenecido a sus abuelos y estaba situada en las montañas de los Pirineos. Mantener la propiedad la mantendría ocupada.

Hermione no tuvo que esperar demasiado para que el agotamiento le ganara la batalla por completo y se quedó dormida en frente de la chimenea apagada.


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Gracias a mi beta, Marian. Sin ella, esto tampoco sería posible. Agradecida de que hayas decidido formar parte!