56
Edward
La autopista está extrañamente despejada para ser un sábado por la mañana. Las personas suelen ir a Seattle desde muy temprano, pero parece que hoy ha sido la excepción.
El vuelo de Alice está a punto de aterrizar y le prometí recogerla.
Estoy ansioso por lo que nos espera. Bella y yo decidimos pasar el día entero en casa de mis padres, así que se lo hice saber a mi mamá y ella estuvo muy contenta por eso. Algo sobre mí no pasando el tiempo suficiente en casa y diciendo cómo parece que yo soy quién está en California.
—No es posible que tenga más contacto con Alice que contigo, bebé—dijo al teléfono.
—Pero Alice es Alice, mamá—le contesté—. Es una pequeña chica en la lejana California. Si no estuviera en contacto contigo ya hubieras ido a hacer guardia a su puerta.
Ella sólo se rió.
Le dije también a mamá que deberíamos hacer una cena e invitar a los abuelos. La hice pasar como una cena de bienvenida para Alice y Ali también estuvo de acuerdo, disfrutando de ser el centro de atención.
Espero que no me odie cuando le robe el reflector.
Bella gime a mi lado y apoya su cabeza en el asiento.
—Ya no puedo más—suspira—. Ugh, dios.
Me río en silencio y la miro. Está alejando su yogurt lo más que puede mientras el bolso en su regazo está lleno de envolturas y, sorprendentemente, todavía de comida.
—¿Cuánto has comido?
—Demasiado—responde—. Ugh, quiero vomitar. Detén el auto.
—¿Qué? ¿Enserio? —le frunzo el ceño, aminorando la velocidad.
—Seh, sólo…—lanza un quejido—por un momento.
Voy hacia la orilla y ella abre la puerta, arrojándome el bolso. Saca sus piernas y se encorva.
—¿Bell?
Ella sólo se queja y suspira. Miro el bolso y hurgo ahí.
—¿Qué tanto comiste?
—Mucho, ¿sí? No vuelvo a comer tanto.
Le sonrío a su espalda y bajo del auto para ir hacia ella. Tiene una mueca de disgusto. Sostengo su rostro en mis manos y acaricio sus mejillas.
—Bueno, creo que esta vez si te excediste.
Me mira mal.
—Creí que querías que comiera.
—Siempre hay un límite—aleja mis manos con un golpe y sale del auto.
—¿Podemos quedarnos un rato aquí? Quiero caminar.
Oculto una sonrisa y asiento, cerrando la puerta tras ella.
—¿Alice no se enojará?
—Le enseñará un poco de paciencia—respondo.
Bella va y viene, moviendo sus brazos en círculos y me habla sobre todas las cosas que Rosalie ha hecho respecto a su boda.
—Por cierto, quiere saber si todavía quieres tomar sus fotos.
—Claro—respondo a medio bocado de brownie—, ¿tiene alguna idea de lo que quiere?
Ella se encoge.
—Le preguntaré.
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—¿La ves por algún lado? —pregunto, observando mis alrededores, tratando de encontrar a una pequeña Alice en medio del gentío del aeropuerto.
—No…—Bella murmura—pero veo a una viejecita con un loco sombrero.
Me río junto a ella, observando a la copia de Betty White con un sombrero rosa emplumado y mi celular vibra en mi bolsillo.
—Hey, ¿dónde rayos estás? —saludo.
—Encuéntrame—responde Alice y le ruedo los ojos—. ¡No ruedes los ojos! Oye, ¿es esa una camiseta nueva? Te ves bien de verde. ¿Por qué Bella está toda arreglada? ¿Qué se traen entre manos? ¡Oww! ¿Se vistieron para mi fiesta? ¡Eso es genial!
—Alice—gimo—, ¿dónde estás? No puedo verte, recuérdame no pisarte.
Bella ríe a mi lado y envuelve sus brazos a mi alrededor, apoyando su cabeza en mi pecho.
—Ja ja, muy gracioso, estoy cerca de las máquinas expendedoras. Ven a ayudarme con mi equipaje.
Miro hacia allá y Alice está lista para mostrarme el dedo medio. Le entrecierro los ojos y cuelgo.
—Hey—nos sonríe cuando llegamos a su lado—, ¿cómo están?
—Hola, Alice—Bella saluda y acepta el abrazo de mi hermana, entonces ella viene a mí y beso su cabeza.
—¿Tuviste un buen viaje?
Alice se encoge.
—Seh, lo peor que pasó fue tener el asiento de la ventanilla y pasar sobre las piernas del hombre de al lado para ir al baño.
Ya en el auto, Alice hurga en su equipaje y toma su iPad. Bella está a punto de subir al asiento trasero y la detengo.
—¿Qué? ¿A dónde vas?
—Tal vez ella quiere ir al frente, ¿no quieres platicar con ella?
Le resto importancia con un gesto de mano.
—Que vaya acostumbrándose.
Bella me da una sonrisa condescendiente y Alice suspira desde el asiento trasero una vez que nos unimos al molesto tráfico del aeropuerto.
—Estoy feliz de estar aquí finalmente, Los exámenes estuvieron locos.
—¿Te fue bien? —Bella le pregunta girándose en su asiento.
—Claro, soy Alice Cullen—ella le responde.
Bella me mira en plan de "¿qué digo ahora?," así que sólo me río y ella desiste, regresando su vista al frente.
—Edward, papá se enteró de mi piercing en el ombligo—Alice dice, pateando mi asiento—¿tuviste algo qué ver en eso?
La miro por el retrovisor.
—¿Qué? Creí que sabía.
—Pues ahora lo sabe—refunfuña—. Tuve que estar al teléfono como por una hora mientras él me hablaba de la Hepatitis.
Me río y Bella sonríe, tecleando algo en su celular.
—Bueno, tú tienes la culpa—me encojo.
—Será mejor que no se entere de mi tatuaje.
—¿Tienes un tatuaje?
—¿Qué? No, claro que no—ella y Bella intercambian sonrisas y miradas y dejo el tema por la paz.
Eventualmente, Alice se queda dormida y hace caso omiso de mi advertencia sobre los peligros de tirarse en el asiento trasero mientras el auto está andando. Ella incluso se quita los zapatos y pide disculpas por posibles ronquidos.
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—¿Estás nerviosa? —le pregunto a Bella mientras le beso la mejilla.
Ella mira alrededor, a lo que fue mi habitación. Las paredes están desnudas y el clóset ahora está lleno de cosas que mi mamá guarda y que jura que se utilizarán en algún momento. Hay un olor raro e incluso los muebles crujen, como la puerta.
—Bastante—tamborilea sus dedos en las rodillas y se gira, subiendo su pierna a la cama—, ¿crees que lo tomen bien?
Asiento, aunque en realidad estoy tan nervioso e ignorante como ella.
—Tu familia me da miedo—confiesa, en cuchicheos, como si alguien pudiera escucharnos—, ni siquiera me conocen, no los conozco y de pronto estoy aquí, diciéndoles que estoy embarazada.
Le sonrío y tomo sus manos, más por tener algo qué hacer con las mías que por otra cosa.
Silbo por lo bajo.
—Bueno, sí lo pones así, si está algo jodido.
—¡Edward! —me reprende, su frente arrugándose.
Me encojo.
—¿Qué quieres que diga? Es la verdad, y tu familia no se queda atrás, eh. Sólo los vi en tu cumpleaños y en la fiesta de tu tío y eso fue hace miles de años.
—Les compraste una casa—me entrecierra los ojos.
—Creo que hay una gran diferencia entre comprarle una casa a alguien y en pegostearte a su familia.
—No te estás pegosteando—me mira mal—, pero… ¿no crees que mi familia es menos atemorizante que la tuya? Es decir, sólo son mis tíos y Emmett. No tienes que enfrentarte a ningún hermano o a ningún padre… para tu suerte. ¡Ni a ningún abuelo!
De acuerdo, ella tiene un punto.
—¿Estás seguro de que le agrado a Alice? —continúa murmurando. La preocupación está impresa en todo su rostro—, ¿o a tus padres?
—Si les agradas—respondo, pero no le digo que me refiero en mayor parte a mis padres. Alice todavía es un territorio algo desconocido.
—Mmm… ¿y a tus abuelos? Están a punto de llegar y ¡él dijo que no arruinara mi vida embarazándome!
No puedo evitar reírme entre dientes. Ella pellizca el dorso de mi mano.
—Está bien, Bella, todo saldrá bien y si no sale bien, no importa.
—¿Cómo que no importa? —demanda saber, con su ceño profundamente fruncido.
—Lo superarán—agito la mano—, es mi hijo de quien estamos hablando—le echo el cabello hacia atrás, intentando convencerla y transmitirle algo de seguridad—, y él está antes que todo el mundo, ¿de acuerdo?
Bella me mira, como si deseara creerme. Se frota la frente y finalmente asiente con su cabeza.
—Bien, está bien, de acuerdo—dice.
Tomo su rostro en mis manos y me acerco a besarla. Ella apoya sus manos en mis muslos y se inclina a mí, dejándome profundizar el beso.
Pasos apresurados se escuchan por el pasillo y luego alguien llama a la puerta.
—¡Edward! Los abuelos están aquí—dice Alice.
—Estaremos ahí en un momento, Ali.
—Bien. No tarden—entonces se aleja.
Regreso mi atención a Bella y a su rostro ansioso.
—Vamos, cielo, todo estará bien, ¿sí? —incluso la agito—, estaré ahí contigo y no dejaré que nada malo pase. Estamos juntos en esto, ¿de acuerdo?
—Bien—me da una leve sonrisa y se inclina para besarme otra vez brevemente—, te quiero.
Tomo sus manos y la insto a levantarse, entonces la rodeo con mis brazos fuertemente. Ella rasca mis omoplatos y apoya su barbilla en mi pecho.
—Yo también te quiero, Nappy.
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—¡Hey! —Alice me habla cuando entramos a la cocina. Está lamiendo una cuchara—, creí que trabajabas las noches de fin de semana.
—Tuve una noche libre—respondo, yendo a donde está la abuela, que ya me está sonriendo.
Ella le sonríe también a Bella y besa su mejilla.
—Bonita, ¿cómo estás? Qué guapa luces hoy—le dice, alisándole el cabello.
Bella le sonríe torpemente y sólo asiente con su cabeza, antes de que el abuelo le palmee el hombro.
—¿Te cambiaste el pelo?
La sonrisa de Bella se congela en su rostro, confundida, seguramente creyendo que el abuelo tiene Alzheimer.
—¡Ja! ¡Caíste! —chilla el abuelo—, ¿creíste que te seguía confundiendo?
—Papá—mamá gime—, por favor.
—Una broma por aquí y por allá no le hace daño a nadie, Esme—él responde en defensa.
Mamá llama a la mesa cuando todo está listo y la abuela se pasea alrededor, afinando detalles mientras papá y el abuelo están hablando de algo que ni siquiera me interesa. Alice toma asiento frente a Bella y pasa el rato deslizando el dedo en su celular.
Bella alcanza el suyo y teclea. Un segundo pasa para que mi teléfono vibre en mi bolsillo.
Bella: ¿Cuándo se los diremos?
Edward: Durante el postre.
Bella: Uuh, ¿hay postre? ¿qué es?
Me río entre dientes y la miro de soslayo. Ella añade un guiño.
Edward: Creo que fresas con crema.
Bella: Me gustan las fresas con crema.
Edward: ¿Sí?
Bella: Si. ¿Entonces?
Edward: ¿Qué?
Bella: ¿Quién se los dirá? Yo creo que tú.
Edward: ¿Por qué yo?
Bella: Porque eres bueno en llamar la atención.
Edward: ¿Qué? Claro que no.
Bella: Por supuesto que sí. Llamaste mi atención cuando nos conocimos, lucías misterioso bajo las luces de la pista de baile.
Edward: Ni siquiera nos conocimos en un bar.
Bella: ¿Ah no?
Edward: Cierra la boca.
Bella sonríe y frota mi muslo.
Bella: Se los dirás, ¿verdad?
Edward: Bien, cielo.
Bella: A veces me pregunto si sabes lo mucho que te quiero.
Edward: ¿Me lo demuestras esta noche? Vi que compraste lencería nueva.
Bella: ¿Por qué hurgas en mis cajones?
Edward: Para ver si tenías lencería nueva.
Bella: Ugh.
Pero su mano sube peligrosamente por mi muslo y le entrecierro los ojos. Ella me da una sonrisa inocente.
Los nervios llegan de pronto a mí y paso los platos con manos temblorosas. Mi estómago está hecho nudos y froto mis palmas repetidamente en mis muslos en un intento por detener esta ansiedad crepitante debajo de mi piel.
Bella parece inquieta también, removiéndose en su asiento y girando el cuello, mueve sus manos, su pierna y comienza a jugar con su cabello.
Mi pecho se oprime y estoy a punto de salir corriendo.
Mierda, mierda.
Todo empeora cuando papá y Alice comienzan a tomar los platos sucios de la mesa y ella trae la bandeja llena de fresas con crema.
Mientras ellos se encargan de eso, papá comienza a hablar de la Hepatitis otra vez y Alice le rueda los ojos.
Trago, nervioso, cuando Alice toma asiento y parece que todo está listo, pero mamá la detiene, pidiéndole las Graham Crackers.
Bella y yo intercambiamos miradas y ajusto mi silla, como si necesitara ser ajustada.
Esto es demasiado, esto es demasiado, repito en mi mente.
Bella frota sus palmas.
Me revuelvo el cabello.
Su pierna rebota con la mía por debajo de la mesa.
Bella gira el cuello.
Se remueve en su lugar.
Carraspeo.
Y ellos no dejan de hablar.
Y Alice ya se está riendo con el abuelo.
Espero el silencio.
Bella me mira, como esperando.
Pero el silencio nunca llega.
Y ahora se están peleando por las Graham.
—Edward, Bella, ¿galletas? —ofrece mamá.
—No, gracias—la apaciguo.
—¿Usaste azúcar en la crema, mamá? Puedo sentirla—pregunta Alice, saboreándose.
—Así es.
—Deberías hacer un mousse de mango.
¿A quién mierda le importan los postres? ¿Podrían callarse? ¿O nunca dejar de hablar? Lo que sea.
Hay un breve silencio luego de que el abuelo le regrese las galletas a mamá y sin pensarlo más, carraspeo.
—Tengo algo de que hablarles—comento.
La cuchara de Bella se talla contra el plato, haciendo un sonido chirriante que me pone los pelos de punta.
—¿Es sobre el bar? Me encontré a Paul en la tienda de autos el otro día, dijo que ahora ya ibas durante la semana—dice mamá, ladeando su cabeza.
—¿Tienda de autos? ¿Algo le pasa a tu auto? —pregunta Alice.
—No, sólo estaba comprando aceite, pero no podía recordar cuál era. Paul es tan lindo, Edward, él fue quién me ayudó—sigue diciendo mamá—. Estaba comprando algunas cosas para su Impala.
—¿Sigue teniendo el Impala? Tiempo que no lo veo—comenta papá.
—Hizo un gran trabajo salvando ese auto. Bueno, ¿qué ibas a decir? ¿sobre el bar? —ella regresa su atención a mí.
—No, no es sobre el bar.
—Ah, de acuerdo—y ella come más fresas.
—Tenemos algo de qué hablarles—murmuro, haciendo énfasis en el plural. Mi primera reacción es tomar la mano de Bella, pero creo que eso sería demasiado, así que cierro mis puños en mi regazo.
Mi yo interno está gritando mientras observo sus rostros expectantes. Alice está sirviéndose más fresas, totalmente ignorante, como si las siguientes palabras no fueran a cambiar su vida.
Bella se remueve a mi lado y entierra sus dedos en mi muslo. La miro, creyendo que tiene algo qué decir, pero sus ojos están pegados al plato frente a ella.
Así que vuelvo a carraspear. Alice ya está atacando su postre otra vez.
Mi mirada está puesta en ella porque es la persona más impredecible del mundo. No sé cómo se tomará esto y le prometí a Bella que lo tomaría bien.
Mierda.
No debí haber hecho eso.
Al diablo.
La mano de Bella está junto a la mía y la tomo.
—Bella está embarazada. Estamos esperando a nuestro primer hijo—anuncio, con la bilis en la garganta y el sudor en la nuca.
Un jadeo colectivo sacude la mesa al tiempo que mamá grita y Alice comienza a toser desesperadamente.
—¡Ah, mi niña! —mamá está corriendo hacia nosotros, como un bólido y sostiene la cabeza de Bella contra su pecho, abrazándola.
Papá también corre, pero él está yendo hacia Alice, sacándola de la silla, listo para hacerle la maniobra de Heimlich, porque ella simplemente no deja de toser.
—¡Tonyyyy! —la abuela también grita, alzando las manos al cielo y de pronto está sobre mí.
Y hay una enorme sonrisa en mi rostro sin importar que mi hermana está posiblemente muriendo en este momento.
Ah, se siente bien, como si hubiera perdido veinte kilos.
De pronto, la tos de Alice cesa y ahora se está sosteniendo de la mesa.
—¿Qué? —jadea, oprimiéndose el pecho. Sus ojos están llorosos.
Bella también sonríe y mamá no deja de acariciar su cabello.
—¡Alice, Edward será un papá! —mamá la sacude por el brazo.
Alice respira agitadamente, pero sonríe.
—Aahh—gime, contenta—¡oh por dios!
El caos se aplaca a nuestro alrededor y entonces miro a mi papá. Él sonríe y sus ojos brillan. El abuelo sólo nos observa desde el otro lado de la mesa, con una sonrisa sabelotodo en su cara.
—Sabía que estaba embarazada en Año Nuevo—señala a Bella con su cuchara y regresa su atención a sus fresas.
Papá está instándome a levantarme y me da un abrazo fuerte, palmeándome la espalda.
—Ah, mi bebé—mamá ahora está sobre mí, enredando su brazo en mi cuello y besándome la mejilla—. ¡Seré abuela! —grita al techo.
—¿Es enserio? —Alice pregunta, divertida, con su espalda recta, ansiosa—. ¿No es una broma?
—No—Bella responde, sonriendo. Está sentándose, luego de abrazar a mi padre.
Sus mejillas están rojas y luce tan… burbujeante.
—¿De cuánto tiempo estás, bonita? —la abuela pregunta, regresando a su asiento.
—Tres meses—Bella responde, jugando con mis dedos.
—¡Ah, lindura! —chilla mamá. Y a este paso creo que sólo se comunicará mediante gritos.
—¿Cómo te estás sintiendo? —papá le pregunta, tamborileando sus dedos en la mesa.
—Ehh…—Bella duda, haciendo muecas. Ellos ríen—podría estar mejor.
—¡No puede ser! —Alice estira sus mejillas, haciendo una cara larga—. Me iré, no estaré aquí todo este tiempo, ¡no! ¿no pudieron haber esperado a que, al menos, terminara la escuela? —reclama, lanzándome una fresa perdida que no llega muy lejos.
—Alice—mamá la reprende.
Ella se encoge.
—Sólo digo.
La abuela alcanza una servilleta y hasta ahora me doy cuenta de que está lloriqueando, al igual que mamá.
—¿Y están felices? —el abuelo pregunta.
—Increíblemente felices—le respondo, palmeando la mano de Bella, ya sobre la mesa.
—Seh… espera a que llore—masculla entre dientes.
Y la mesa entera rompe en risas.
Miro a Bella, con su rostro sonrojado, y le alzo la ceja esperando que entienda lo que quiero decirle.
¿Ves? Te lo prometí, todo estará bien. Estamos juntos en esto. Y te quiero.
¡Finalmente! El secreto está medio liberado. Falta la mitad jaja.
Muchas gracias por sus comentarios. Luego veremos por qué Edward parece estar tan tranquilo y acogedor con esto, ¿será que finalmente está aceptando que él es quién tiene que lidiar con sus sentimientos y no la vida misma?
Vayan haciendo sus apuestas. ¿Niño? ¿Niña?
¿Algunas de ustedes son madres? ¿De niños o de niñas?
Saludos, nos seguimos leyendo.
