4.-Lapsang Souchong y Zhang Guolao
Té y Necromancia
"Tea & Necromancy"
De Saveourskinship
Alfa-Bet-eado
—No podía creerlo cuando los vi —bromeó Granger, riéndose—. ¿Pavos reales albinos? Esa es realmente una clase especial de pretenciosos.
—Por supuesto, Granger —resopló Draco con una magnífica y refinada vanidad patricia mirándola por encima del hombro—. Crecí con lo mejor de todo; incluidas las pretensiones.
Ella se rio aún más ante eso, entre sorbos de su té de jazmín. Esta vez no había pócima vitamínica. Theo le había arrancado una promesa después de anunciar que se enfadaría terriblemente si ella expiraba aún más antes de que él pudiera probar cualquier ritual de nigromancia increíblemente ilegal.
«¿Por favor, Granger? Es lo más cerca que estaré de un circo», había hecho un puchero Theo. «Comerás al menos dos veces al día por mí, ¿sí? No podemos permitir que tus huesos astillen tu piel antes que por el absoluto poder de mi hechicería. Mi túnica nunca se recuperaría. Son personalizadas, ¿sabes?»
Draco todavía estaba molesto por lo fácil que había funcionado el engatusamiento cuando Theo era quien lo pedía.
Cumpliendo su palabra, Granger había comido regularmente en el Gran Comedor durante la semana pasada. Había color de nuevo en sus mejillas, más energía en su andar. Se sentó con Draco y los susurros finalmente disminuyeron cuando él la hizo reír por tercera vez en una singular noche.
Pero Theo le había encomendado su propia tarea; una que estaba resultando muy difícil.
Cómo lograr que Granger hablase de sus padres.
—Siempre pensé que serías demasiado orgulloso para reírte de ti mismo —comentó una vez que su alegría hubo disminuido.
—Como ocurre con casi todo, creo que descubrirás que soy la cantidad equilibrada de orgulloso.
—Mmm —tarareó, sin refutarlo, pero ciertamente sin estar de acuerdo—, bueno, te falta por completo humildad. Deberías hacer algo para rectificar eso.
Draco se burló.
—Granger, mira dónde estoy sentado. Ésta es la definición misma de humildad.
Miró a su alrededor, desconcertada.
—Sobre césped, Granger. Estoy sentado sobre un césped descuidado y potencialmente peligroso. —Levantó la mano y movió los dedos entre las hebras esmeraldas—. Mi madre me consideraría voluptuosamente sórdido en este momento.
—Voluptuosamente sórdido. —Granger alzó las cejas, completamente desconcertada—. ¿En lugar de ser sólo desgarbadamente sórdido o descuidado? ¿Quizás lo mejor sería estar vilmente mancillado, su señoría?
—No seas linda, no te queda bien —la amonestó Draco.
Miró hacia el bosque, con la cabeza vuelta.
—Mentiroso.
Estaban en silencio y todo estaba en calma. Ya no estaba lleno de dedos señalando o cuchillos afilados como solían estar.
Granger abrió un libro para empezar a leer y Draco hizo lo mismo. Habían estado siguiendo este patrón desde Hogsmeade, contentos con simplemente sentarse sin necesidad de validar la compañía del otro con una conversación.
Fue agradable. Relajante.
El clima ahora estaba pasando de fresco a frío, las hojas cubiertas de escarcha mordidas por el invierno ahora cubrían el follaje del castillo en el aire fresco de las mañanas. Sin embargo, sentados en la superficie seca por hechizos, los encantamientos calentadores de Draco los mantenían cálidos mientras conjuraba esferas de luz para leer. En algún momento a principios de semana, cuando llegó la ola de frío, Granger incluso había traído una manta gruesa del castillo. Su ataúd parecía mucho más atractivo por la adición.
Le gustaba estar allí con Granger. El exterior, donde pronto nevaría, era tranquilo. Consolador. Últimamente se sentía más contento aquí que en cualquier otro lugar dentro del castillo.
Pasó una página, pero Draco no estaba leyendo. No precisamente. En cambio, se preguntó cuándo había ocurrido su cambio. Cuando las partes de él que eran odiadas por todas las razones correctas y reverenciadas por las malas comenzaron a sentirse muy diferentes a lo que era cuando se sentó en la hierba de un bosque plagado de demonios con una chica muerta.
Qué sorprendente y surrealista fue darse cuenta de que Hermione Granger había permitido que Draco Malfoy se encontrara a sí mismo nuevamente. Volver a coser las piezas en el orden que quería, dejando retazos desechados y otros remendados.
Y ahora, cuando Draco regresaba a su habitación cada noche, los dormitorios de Slytherin parecían sin vida para todos los cuerpos que existían allí. Ninguno de ellos era tan vibrante como el supuesto cadáver de Granger.
Draco dejó que una pequeña sonrisa se dibujara en las comisuras de su boca mientras observaba lo absorta que estaba ella en su libro.
Se sentó con las piernas cruzadas, pero se inclinó hacia adelante sobre los codos de una manera que Draco no podía considerar cómoda, con el pesado tomo abierto en el suelo. Articuló líneas que encontraba particularmente fascinantes mientras pasaba un dedo por debajo de las palabras. Ella era... Esto era muy...
—¿Draco?
—¿Mmm? —Se apresuró a mirar su página, antes de percatarse de que ella no había levantado la vista de la suya.
—¿Puedo hacerte una pregunta entrometida?
Aunque se le hizo un nudo en el estómago ante la idea, pensó que podría negociar un intercambio si se comprometía.
—Supongo —se evadió, la cautela superó su sensibilidad más calculadora.
—¿Crees que tus padres cambiarán alguna vez?
Buscó alrededor del claro como si la respuesta pudiera estar escondida en alguna sombra abandonada.
—¿Qué quieres decir?
—Sólo me pregunto: ¿cuánta diferencia crees que hizo todo esto? La guerra, la derrota de Voldemort... ¿Importó algo de eso?
Ella se sentó y Draco deseó poder decir algo para consolarla o darle esperanza. Algo que demostrara que valía la pena vivir la vida, incluso con todas sus dificultades y errores.
—No creo que podamos saberlo ahora —dijo en cambio—. Una vez que se convierta en una historia contada desde el ámbito de un profesor que estaba muerto mucho antes que tú... Quizás entonces sepamos si valió la pena.
—Oh, nada de eso valió la pena —lo corrigió rápidamente Hermione—. No importa qué lado ganó, nunca habría valido la pena.
—Pero… —Frunció el ceño—. Potter sobrevivió; Weasley sobrevivió. Tú... todavía estás con nosotros incluso si no estás del todo viva. Incluso la mayoría de mis amigos y mis padres que, a pesar de todo, lograron sobrevivir con sólo una sentencia de prisión entre ellos… Mi familia permanece intacta. Creo que lo hicimos bien, ¿no crees?
—Sin embargo, no lo es.
Draco frunció el ceño, confundido.
Ella se arrodilló frente a él, con las manos apretadas en la tela de su falda.
—Tu familia... No está intacta.
—Sí, lo está; eso sin contar a la tía Bella, la cual, estoy seguro de que estarás de acuerdo, no es una gran pérdida.
Ella sacudió su cabeza.
—Me refiero a tu prima: Tonks, ella murió. ¿Su marido, el profesor Lupin? Él también murió. Su hijo vive con tu otra tía; es huérfano y Andrómeda perdió a su marido, a su hija y a su yerno. El primo de tu madre… ¿Sirius? Él también se ha ido. Cada uno de ellos respiró por última vez mientras luchaban contra Voldemort. Tu familia está lejos de estar intacta.
Draco vio la pena en ella, un pozo oscuro con agua negra, nadando y lleno de tinta.
—Siempre he sido un Malfoy —se tambaleó, sin saber cómo explicarlo—, la tía Bella era una Lestrange. Yo no... Nunca he…
No sabía cómo terminar el pensamiento.
Ella tomó su mano y la fragilidad calcárea de sus dedos apretó ligeramente los dos primeros de él. Usó la otra palma para frotarse el corazón.
—Lamento que no sientas su pérdida como yo. Eran personas maravillosas... Sirius estaba demasiado enjaulado y a la vez, demasiado libre, Remus era cariñoso, sólido, una roca… —Una risa atormentada salió de ella—. Tonks era muy divertida; era fuerte, rápida y brillante. La admiraba. —Granger distraídamente acarició su dedo índice con su pulgar como si lo consolara. Debió haber sido al revés.
—Los extraño. Me duele —se le cortó la voz—. Duele mucho, en realidad. No puedo pensar en sus muertes y creer que la guerra valió la pena. No hay mayor bien. Sólo hay seres vivos y... —Lo soltó, examinando sus líneas de vida borradas en sus palmas—. Los que no.
Ella tembló, tratando de mantener la compostura y Draco deseó poder cargar algo de su tristeza. Un poco para aliviar su carga, un poco para él.
Granger acababa de demostrarle, como había demostrado tantas cosas, que cuando se encontraba con los lugares correctos, podía estar orgulloso de su herencia nuevamente.
Una punzada egoísta le atravesó el esternón.
—¿Entonces? — preguntó Hermione. Draco regresó a su centro. Granger parecía expectante.
—¿Qué?
—Has querido preguntarme algo desde Hogsmeade. Te sentirás más cómodo haciéndolo ahora, ¿no? Ya que te debo un favor por mi pregunta.
Empleando la estrategia de Slytherin… Tan tímida.
Se fortaleció, apretó la mandíbula y cuadró los hombros. Ella inclinó la cabeza ante su seriedad.
—¿Cómo moriste, Granger?
La pregunta salió atrevida. Inquebrantable. Draco se sintió extraño, nervioso e inquieto por cómo respondería ella. Si es que lo haría. ¿Había aumentado su estimación lo suficiente como para que se lo dijera?
Se preparó contra la probabilidad de su negativa.
—Creo que… —comenzó. El estómago de Draco dio un vuelco, sin saber si esto era un preámbulo para desviar la pregunta.
Se sorprendió cuando su voz se convirtió en un susurro apresurado.
—Creo que podría haberlo hecho.
Una especie de angustia arrepentida ahuyentó su destino preparado. La solicitud fue mucho peor.
Su pecho se sentía envuelto en enredaderas mientras se adentraba más en la espesura de su preocupación.
—¿Por qué?
Ella no podía mirarlo, con los ojos bajos y las manos arrancando hebras de hierba de su hogar en la tierra. El sonido del desgarro era una metáfora muy adecuada de su tranquilidad.
—Bueno, probablemente ya hice la mayor contribución que jamás haya hecho y… —hizo una pausa, llena de latidos rotos y despedidas—. No estoy convencida de que el mundo me quiera aquí.
Las enredaderas se apretaron con más fuerza, dificultando la respiración.
—¿Qué quieres decir?
Levantó una comisura de su boca en una sonrisa lúgubre. Estaba teñida de resignación y Draco luchó contra la inclinación de partir algo por la mitad.
—Harry puede que me extrañe un poco, pero ahora tiene a Theo. Por fin está feliz, así que probablemente solo estaré en el medio. Y Ron ha dejado claro que no soy muy bienvenida en Grimmauld Place cuando él está cerca. Está bien, es su casa, no la mía, pero…
El pecho de Draco se apretó con tanta fuerza que se sintió magullado.
—¿Sí? —logró estrangular.
—Bueno, en realidad no hay ningún otro lugar al que pueda ir y no puedo ser una muerta viviente en el mundo muggle. Me meterán en un manicomio; pensarán que estoy loca. Supongo... Que estoy un poco estancada, ¿no?
Granger estaba empezando a tener una especie de pánico en sus ojos. Había detenido su masacre de verdor, apretando un grumo de clorofila en un puño demasiado apretado.
Draco vaciló.
—¿Qué pasa con tu familia? ¿Podrías quedarte con ellos? —Soltó las palabras, luchando contra una mueca de dolor sabiendo cómo la desollarían.
Como había pensado, Hermione se alejó de las preguntas y las implicaciones que surgían de las respuestas.
Intentó hablar dos veces antes de encontrar la voz.
—Mi último abuelo murió en cuarto año y mi único tío sucumbió al cáncer en el verano. Era un gran fumador... y un gran bebedor. Un poco problemático con todo, de verdad. No creo que siquiera haya intentado luchar contra las células mutadas que destrozaron sus pulmones.
Ella había evitado hábilmente el punto principal de su pregunta. Ambos lo sabían. Ella se mordió el labio mientras estudiaba firmemente el suelo, rogándole en silencio que no preguntara más.
Pero tenía que hacerlo. Aunque realmente deseaba no hacerlo.
—¿Y tus padres?
Su rostro se arrugó. Retorcido en agonía. Se arrugó de pena y dolor colosal.
—Por favor, no me hagas hablar de ellos —imploró en voz baja.
Incluso como un susurro, estaba agrietado por cuarteaduras y resquebrajamientos. Draco se apresuró a asegurarle.
—Está bien, está bien. Nosotros no... Lo dejaré. Lo siento.
Ella levantó un pesado hombro, éste cayó con la gravedad de un yunque y Draco se revolvió de inquietud, una complicada serie de emociones lo estaban sacudiendo. Algunos eran de él y otros de ella y juntos se cuajaron creando rocas grumosas de ansiedad. El miedo, el pavor, la frustración y la incomodidad chocaron juntos. Le tomó todo lo que había en él para tragárselos de regreso al fondo de su alma al que pertenecían.
La serenidad de la noche había pasado. Las sombras que se arrastraban desde las afueras del claro parecían insidiosas: la oscuridad ahora era sofocante.
Draco sólo pudo observar cómo Hermione luchaba, su compostura forcejeaba contra sus crecientes pensamientos.
No sabía qué hacer ni cómo mejorarlo. Pero quería intentarlo. Quería deshacer parte de su daño.
—¿Qué necesitas?
Le parecía extraño preguntar y aún más extraño intentar voluntariamente cualquier respuesta.
Lo que vino fue una risa. Una cosa sorprendente, parecida a un hada, que pareció impresionarla y hacerla olvidar temporalmente su melancolía.
—¿Qué necesito? ¿Es sincero?
Draco se enfurruñó, enfadado porque su vulnerabilidad había sido cómica para ella.
—Lo fue; aunque estoy decidido a retractarme ahora.
—Lo siento —sonrió. Fue genuino y tímido. Temblaba en las esquinas mientras intentaba disimular lo que en carne viva se sentía—. Yo simplemente… no me lo esperaba. No creo que nadie me haya preguntado eso antes. Y, en realidad, hay algo que podrías hacer, pero... bueno...
Ignorando la pizca de vergüenza que jamás había pensado en preguntar, Draco agitó una mano impaciente hacia ella.
—Vamos Granger, no sólo trates, golpéame.
Hizo una pausa, reuniendo su valentía, con los ojos enrojecidos por lágrimas no derramadas.
—Sé que es mucho pedir, pero ¿te quedarás?
Tan pronto como lo dijo, su coraje falló y se alejó encorvada.
Draco sólo se preguntó cómo su petición constituía en pedir «mucho». ¿Asesinar al director de tu escuela? Era mucho pedir. ¿Esto? No fue nada.
Sin embargo, había esperado demasiado y ella malinterpretó su sorpresa como vacilación.
—Lo siento —Se giró y se hundió en su tumba. Había aligerado con fuerza su tono, pero era media octava más alto de lo habitual y estaba teñido de vergüenza—. Olvídalo. Te veré mañana y...
—Espera no, yo quiero.
Parecía tan pequeña sentada en su ataúd, con los brazos alrededor de las rodillas y la cabeza apoyada en ellas.
—¿Quieres? —Trazó un círculo en sus calcetines—. Parece poco probable.
—Realmente te aferras a tu predisposición a subestimarme, ¿no es así, Granger? —Chasqueó poniendo los ojos en blanco teatralmente, saltando junto a ella—. Un día aprenderás a apreciar lo magnánimo que soy.
Ella lo miró con un brillo burlón.
—Tal vez; algún día.
Él resopló con desdén ante su tono escéptico y ella resopló.
Acomodándose en el ataúd y arreglando la manta para lograr la máxima comodidad, Draco lanzó sus protecciones.
Sintió a Granger bajar, así que hizo lo mismo.
Estaban tumbados boca arriba, con el despejado cielo nocturno formando un círculo sobre ellos. Los picos amenazadores de las coníferas del bosque dibujan líneas negras, irregulares, como venas, a través de la reluciente extensión. La luna crecía en una tímida gibosa, llena de cicatrices en su superficie, heridas causadas por objetos cósmicos lanzados a toda velocidad.
Un avión pasó por allí, silencioso y parpadeando con sus luces de ojos rojos. Muggles viajaban a tierras lejanas en trozos de metal que viajaban a velocidades más rápidas que las que cualquier escoba podía alcanzar.
—¿Alguna vez has volado a algún lugar? —le preguntó—. Me refiero a la manera de los muggles.
Ella no respondió. Draco miró para ver si estaba dormida, su mejilla sentía cosquillas contra sus rizos extendidos.
El mar de estrellas brillaba turbulento en sus ojos. Ella parpadeó, tratando de contener su oleada de tristeza, pero una lágrima se deslizó hasta la línea del cabello.
Sus dedos se movieron con el deseo de atrapar su tristeza, quitarle la humedad, eliminar la aflicción. Como si eso pudiera ayudar en algo.
En cambio, esperó y sintió que sus insuficiencias se revolvían en su interior.
—Hum… —su voz vaciló, lacerada por la angustia—. Un par de veces. Una vez fui a Francia a esquiar y… —tragó. Parecía espeso, como si pudiera asfixiarla—. Y volé de Australia justo después de la guerra.
Ella resueltamente no lo miró, buscando consuelo en bolas de hidrógeno y helio.
—¿Pero no de regreso?
Ella negó con la cabeza.
—Traslador.
Draco sabía que ella estaba pensando en sus padres. Adoptó una tensión descarnada cuando lo hizo, como si le estuvieran arrancando pedazos de ella hasta los huesos.
—¿Por qué…? —comenzó, pero inmediatamente fue detenido por un movimiento de cabeza en pánico.
—No lo hagas —suplicó.
El hizo una pausa. Se preguntó qué pasaría si presionaba. Ellos, él, Theo y (maldito infierno) Potter, necesitaban saber qué había sucedido si querían ayudarla.
—Blaise va a esquiar todos los años a Madonna di Campiglio. Parece divertido. —Ofreció a pasar por alto el tema anterior.
Hermione finalmente lo miró. La noche la arrojaba en claroscuros, las sombras sangraban de dolor, desoladas y amorfas. Draco no podía decir dónde terminaban. Sin embargo, la luz contenía algo que parpadeaba dentro de él. Una pizca pensativa de agradecimiento.
—Lo fue —dijo—. Durante el día estaba matriculada en una escuela de esquí y por la noche leía delante de la chimenea del castillo. Había un miembro del personal de la cocina que me preparaba estos chocolates calientes realmente deliciosos cuando notaban que me había olvidado de cenar.
—¿Lo olvidaste, Granger? —comentó secamente—. ¿Con qué frecuencia sucedió que en un solo día festivo un miembro del personal se dio cuenta?
—No pensé que necesitaría mi tarjeta de crédito, así que la dejé. De todos modos… —Sus pestañas se oscurecieron brevemente antes de encontrar su mirada nuevamente. El destello en él revoloteó un poco más—. En realidad… tú también lo notaste. ¿Verdad?
La forma en que lo dijo estaba teñida de toques de asombro. Como si una complicada fórmula de aritmancia finalmente tuviera sentido.
Su mirada no vaciló.
El momento se alargó. Un largo paso del tiempo y Draco se sintió importante. Por todo lo que fue y más; por todo lo que quería ser.
Ella era... Ellos eran... Cercanos.
Tan cercanos.
Él podría... Si él quisiera, si ella quisiera, ellos podrían...
Hubo un ligero cambio; de él; de ella. Algo cambió.
Pero él no estaba seguro y por lo mucho que sus ojos se abrieron, ella tampoco lo estaba.
Volvieron a mirar al cielo.
Pasaron más momentos, llevándose el suyo consigo.
Al menos les dio tiempo para simplemente ser. Su respiración se hizo más profunda, las largas bocanadas de oxígeno la embriagaban a medida que se acercaba el sueño.
—¿Por qué estoy aquí? —preguntó Draco, siguiendo las líneas de Pegaso en el terciopelo del cielo. Ella se lo había pedido tantas veces que él pensó que era justo que él también lo hiciera.
La respuesta fue sorprendente; sincera y seria.
—Haces que sea más fácil decir que sí.
Draco parpadeó hacia las estrellas.
—¿A qué?
Su susurro sacudió las partículas de su alma.
—A despertar otro día.
Draco miró al cielo. Parpadeó una vez más. Por otra parte, una pesadez se alojó en su garganta.
Hermione emitió un pequeño zumbido y continuó.
—Podría descansar eternamente en mi muerte, ¿no crees?
Ahí estaba de nuevo, la dimisión. La inevitabilidad. El flechazo de déjame terminar.
Desvió su mirada hacia los cúmulos de la galaxia, deseando que sus ojos no se anegaran.
—¿Cómo crees que me sentiría si dejaras este mundo para siempre, Granger? —preguntó, haciendo clic en su voz mientras la mantenía firme.
—Te he puesto una carga terrible —murmuró, adormecida por el sueño—. Y tu misterio quedaría disipado. Entonces creo que sentirías alivio.
Su calma volvió, pero esta vez se le pegó como caramelo quemado en las encías.
—Creo que me sentiría solo.
Ella dejó que la calma permaneciera un poco más y él fingió que se lo había contado a la luna.
Pero entonces, con la voz más pequeña que había escuchado, ella le respondió.
—Es algo a lo que te acostumbras.
Las estrellas estaban borrosas cuando Draco cerró los ojos.
Uh-uh…
Draco gimió, arrugando la nariz. No quería despertar todavía.
¡Uuuuh!
—¿Es Casimir? —Hermione chirrió, medio susurro, medio silencio mientras sus cuerdas vocales salían del sueño.
—¿Quién?
Piooo, volvió a ulular la lechuza, claramente imitándolo.
—No importa. Tiene que ser de Potter.
—Mmmmh. —Hermione se giró hacia el acolchado de satén y su cabello ocultó un bostezo—. Es muy temprano.
—Probablemente sean más de las ocho. Lo más probable es que se cansó de esperarnos.
Draco se sentó haciendo que Hermione se quejara, descontenta por el aire más fresco que dejó entrar, apretando la manta con fuerza nuevamente. Draco sacudió la cabeza en una ligera advertencia por su mal humor matutino.
El cárabo los miró fijamente, sin que le divirtiera su domesticidad.
Draco pensó que, si una lechuza podía ser sarcástica, ésta definitivamente lo era. El pájaro claramente había recibido instrucciones de ser amable y se molestó por la orden. Aulló en el exterior de las protecciones de Draco con tanta delicadeza que básicamente llegó con una mueca de desprecio. Sin embargo, logró el movimiento burlón de la cabeza que lo acompañó.
Sostenía dos pergaminos, ambos del mismo tamaño, en sus patas. Draco se los quitó, entregándole a Hermione su carta, ahora diaria, de Potter y vio las patas de araña de Theo sobre el otro.
Frunció el ceño.
—Saben que podrían haberlos enrollado y juntado en uno solo, ¿verdad?
La lechuza inclinó ligeramente la cabeza, dando a entender que no creía que su dueño fuera capaz de tener tanto sentido común.
Draco encontró una golosina en uno de los bolsillos exteriores de su túnica y la agitó. El mencionado Casimir se abalanzó para atraparlo en el aire antes de volar de regreso a Londres.
Hermione ya estaba estudiando la desordenada misiva de Potter con una pequeña sonrisa privada, así que Draco dirigió su atención a la de Theo.
Era raro que Theo escribiera más de lo necesario, por lo que Draco se sentó de espaldas a las paredes del ataúd frente a Hermione. Ella le ofreció más manta en silencio, casi inconscientemente, sin levantar la vista de cualquier tontería poco interesante que Potter sin duda le había enviado.
Draco estaba seguro de que el de Theo, en comparación, sería un placer.
No quedó decepcionado.
.
Saludos y todo eso,
San Mungo no nos daría acceso a los registros de los padres de Hermione; Harry sabe que se registraron allí por algo que no me contará todavía. Afirma que traicionaría la confianza de Hermione, socavaría su amistad, bla, bla, bla.
Pero incluso con toda la fuerza del Aprendiz de Auror Potter respirando en sus nucas, no conseguimos nada. No es demasiado sorprendente, en realidad, dado el descubrimiento de que Harry, la maldita maravilla del mundo que es, ni siquiera sabe sus nombres.
Le escribimos a Krum para ver si sabe algo, después de la respuesta del pene-dijillo de Weasley de «Ah, hum, sí, no sé». Fue tan sorprendentemente inútil como sabía que sería.
No temas, poco a poco estoy reemplazando a La Comadreja con una colección de plantas en macetas. Hay muy poca diferencia que notar intelectualmente.
Pero intenta hacer todo lo posible, Draco. Se te ha encomendado la tarea bastante simple de sólo hablar con Granger y parece que lo estás haciendo bastante fatal, si no te importa que te lo diga.
Te haré saber que mi tarea de investigar los rituales de nigromancia va de manera brillante. Es todo sangre y huesos con manchas de corrupción del alma. Parece una manera deliciosamente exquisita de terminar este año infernal. ¿Cómo crees que le gustaría a Hermione ser zombie? Encontré algunos hechizos vudú que funcionarían. Sin embargo, primero tenemos que matarla, y Harry está siendo irrazonablemente firme en que hacerlo no es una opción.
No te preocupes, tengo algunas vías más que estoy investigando. Como respaldo, por supuesto. Creo que sería bastante divertido asesinar a alguien con el expreso propósito de salvarlo. Creo que Jesús estaría orgulloso de nosotros.
Pero en serio, Draco, lo juro por el barón Samedi, Amaterasu y Krishna, esta es la primera vez que experimento un esfuerzo. Soy muy escéptico respecto de lo adecuado que soy para ello. Aunque parece que estoy haciendo un trabajo resplandeciente en comparación con el resto de ustedes, insufribles y vagos gaznápiros. Es terriblemente agotador.
Ah, y nos reuniremos en la Sala de los Menesteres el viernes a las 19:00 horas. No traigas al ghoul de tu novia, necesitamos planear a sus espaldas para no ceder a la indiscutible curiosidad «dónde-ah-mejor deberías» de Hermione.
Tu casi sincero,
La maldita perra luz de tu vida,
Theodore Nott.
.
Hermione lo estaba mirando cuando dobló la carta.
—¿Cómo está Theo? —preguntó.
—Él es muy... él —respondió Draco—. Dice que hay muchas vísceras involucradas en la nigromancia.
—Un tema completamente sensato para discutir durante el desayuno. —Granger se puso de pie y recogió sus cosas para clase. Ella se levantó antes de regresar—. ¿Vienes?
Draco buscó sus propios artículos y se apresuró a alcanzarla.
Una vez que lo hizo, Hermione habló, aparentemente más segura hoy.
—¿Te veré esta noche?
Él asintió con la cabeza.
—Mañana por la mañana también.
Draco cantó el final de la frase. No era una pregunta, pero estaba abierta a la negativa.
—Está bien —fue todo lo que dijo. Sus mejillas tenían más color de lo habitual.
Draco contuvo su sonrisa de satisfacción y aprovechó la oportunidad para advertirle preventivamente.
—No estaré aquí el viernes. Theo…
—¿…Quiere que te reúnas con él y con Harry? Sí, mi carta también lo decía. —Ella se rio entre dientes—. Entiendo que es posible que necesites recuperarte después de eso. Harry dijo que se quedarán en Hogsmeade y que me verá más tarde en la noche.
Draco se sintió aliviado de que Potter hubiera pensado en una excusa para él. Le dio a Hermione una sonrisa de complicidad.
—Theo ya le está presentando a Potter a su familia; deben hablar terriblemente en serio. ¿Debería darles mi bendición?
Hermione fue muy severa en su respuesta.
—Una bendición es un remordimiento socialmente arbitrario, pero, no obstante, si no se las das, me enfadaré contigo. Harry necesita a alguien como Theo en su vida, especialmente cuando yo me haya ido para siempre.
Toda la jovialidad de la mañana se desvaneció ante la declaración. Draco olvidó lo grave que era su situación. Un pozo de pavor repugnante se despertó, malicioso y melancólico.
—¿Entonces no crees que nuestra incursión en las artes nigrománticas funcionará?
Habían llegado a la cabaña del guardabosques. Por primera vez, a Draco le llamó la atención lo extraño, lo premonitorio, que era no ver ninguna señal de vida dentro de sus paredes o saliendo en espiral de la chimenea.
Hermione los detuvo con un ligero toque en la parte superior de su brazo.
—No es que no lo aprecie —continuó—, pero deben saber que no permitiré que se pongan en peligro, realmente no vale la pena…
No lo valgo, escuchó Draco.
—…Y, además, reanimar un cadáver es una cosa, revertir lo que me ha pasado es otra muy distinta. Con lo escasa que es la información sobre nigromancia… Bueno, no tengo demasiadas esperanzas, incluso si es nuestra mejor oportunidad.
Hermione sonrió. Fue débil pero agradecida; siguió avanzando.
El pecho de Draco golpeó, oscilando entre una angustia palpitante y un pánico reverberante.
Siguiéndola hasta el castillo, sus pasos se sintieron entumecidos.
¿Otro? Bueno, sigue leyendo.
