Disclaimer: Los personajes y la historia no me pertenecen. La historia (y Kuusouka) es de TouchofPixieDust y los personajes son de Rumiko Takahashi, yo únicamente traduzco.
Capítulo trece: Decisiones, decisiones
—¿No se lo podemos sacar sacudiéndola?
—No, Inuyasha. —Kagome suspiró pesadamente—. Y no vuelvas a preguntar. Ni sacudiendo, ni pegándole en la cabeza, ni cortando, ni dando zarpazos, ni destripando, ni mordiendo, ni amenazando. Tú ten paciencia. Pásame ese cuenco, por favor.
—Keh. Shippo fue el que sugirió lo de morder, no yo.
—Cuenco, por favor.
El demonio perro le tendió el cuenco para que lo aclarara en el arroyo.
—Lleva todo el día aquí y no ha dicho nada de por qué pensaba que eras Ki… eh… otra persona.
—Dijo que tenía hambre y que solo necesitaba un corto descanso.
—¡Pero se está comiendo todo mi ramen!
Kagome puso los ojos en blanco.
—No es como si no tuviéramos suficiente para compartir. —Paró un momento de lavar—. De todos modos, no estoy segura de por qué había tanto esta vez en mi mochila. A lo mejor mamá creyó que iba a irme más tiempo esta vez o algo así cuando la llenó.
Inuyasha de repente encontró las nubes muy interesantes.
Tras poner los cuencos bocabajo para que se secaran, Kagome se puso de pie y se estiró.
—Bueno, ahora debería estar bien y llena. Iremos a preguntarle de nuevo.
—Está durmiendo.
Kagome parpadeó en gesto de sorpresa.
—¿Cómo lo sabes?
Inuyasha arrugó la nariz con disgusto.
—Puedo oír sus ronquidos desde aquí.
Kagome se rio suavemente, volviendo a sentarse. Se sacó los zapatos y los calcetines, y metió los pies en el agua fría. Sí, tenía curiosidad por lo que iba a decir la tejedora de sueños, pero del mismo modo no tenía ganas de oír ninguna historia en la que estuviera Kikyo. Acabarían por ponerse raras las cosas entre Inuyasha y ella durante los siguientes días. Echó la cabeza hacia atrás para mirar al cielo, pero se descubrió mirando a unos ojos dorados en lugar de al sol dorado.
—Estaba concediendo tu deseo, ¿eh?
Kagome levantó una pierna rápidamente y le lanzó agua fría al hanyou con el pie.
—Ya te dije que no era MI deseo, tonto.
—¿Qué desearías?
Kagome y el demonio perro se giraron y vieron a un Inuyasha humano de aspecto muy serio apoyado de brazos cruzados contra un árbol.
—Ahora me hablas, ¿eh?
Inuyasha se apartó del árbol, fulminando con la mirada al demonio perro, y caminó hacia Kagome. Ella se incorporó y se giró hacia él, pero dejó los pies en el agua. Él se sacó los zapatos y los calcetines y se sentó a su lado, ignorando los gruñidos de advertencia del hanyou. Tras arremangarse las perneras de los pantalones, también metió los pies en el agua.
—Estaba teniendo un pequeño ataque de nervios, Kags. Pensaba que te había matado.
—No lo hiciste.
—Casi lo hizo. —Pausa—. ¿Kags?
Kagome suspiró y le dirigió al hanyou una mirada de advertencia.
—No estás ayudando, Inuyasha.
—Pensaba que te había matado. Estaba tan impactado porque estuvieras viva que no podía pensar. No podía hablar. Lo siento, Kagome.
—No pasa nada, Inuyasha.
—¿Nada? ¡Intentó MATARME!
—Bueno, no estuvo bien que intentases matar a Inuyasha —le riñó a su amigo mientras lo salpicaba—. Vas a tener que disculparte por eso.
—Lo siento —dijo Inuyasha sin traza alguna de sinceridad.
—Feh. Sientes no haberme matado —gruñó el hanyou en voz alta. No se le pasó por alto la sonrisilla del humano.
—Puedo ver por qué te gustaba este sitio —dijo el Inuyasha que estaba sentado a su lado, no el que estaba detrás de ella crujiendo los nudillos—. Huele bien con todo este aire fresco. Y es relativamente tranquilo, a pesar de los sonidos de animales gruñendo. Se siente extraño no oír el tráfico. Puedo ver cómo puede gustarte la aventura de viajar e incluso de pelear contra demonios. —Alzó una ceja después de mirar al hanyou—. Aunque sí que tengo que cuestionar tu gusto en acompañantes.
Kagome sacó los pies del agua. En serio, pero ¿qué probabilidades había de que dos Inuyashas fuesen a llevarse bien? Se puso de pie y le dio la mano al Inuyasha humano para ayudarlo a levantarse, ignorando los gruñidos de detrás de ella. Pero cuando Inuyasha estuvo en pie, no le soltó la mano.
—¿Cuál sería tu deseo? —volvió a preguntar.
Kagome miró a los ojos al amigo de la infancia que recordaba, aunque parecía que esos recuerdos eran falsos. Después, miró a su otro amigo, cuyos ojos estaban duros y fríos como el topacio mientras miraba sus manos todavía unidas. Le agarró la otra mano y tiró de ella hacia él y lejos del humano. Por un momento, pensó que iba a abrazarla, pero le dio un tirón para ponerla detrás de él y ocultarla de la vista.
—La bruja está despierta. —Mantuvo el agarre en la mano de Kagome, se giró abruptamente y tiró de ella tras él.
El Inuyasha de pelo oscuro fulminó con la mirada al hanyou que prácticamente estaba secuestrando al amor de su vida. Recogió rápidamente los zapatos y los calcetines olvidados de Kagome y los llevó de regreso al campamento. Se le cayeron un par de veces por el camino cuando no se concentró en sujetarlos. Podía ver cómo podía ser un problema el ser intangible. Aquí, en este mundo, tenía que concentrarse en algo para que fuera sólido. Parecía que, si quería que algo se volviese también intangible, como la espada que estaba clavada en el árbol, entonces también tendría que concentrarse en eso.
Kuusouka le estaba sonriendo amablemente a la joven miko que se estaba bajando de la espalda del hanyou. No le había llevado mucho tiempo darse cuenta en su corta caminata de que iba descalza, así que se la había lanzado a la espalda, sujetándole las piernas con algo más de fuerza de lo habitual.
—¿Kagome?
—Sí.
La mujer chasqueó la lengua.
—Cuán extraño. ¿Estás segura de que no eres la sacerdotisa Kikyo? Eres igual que ella.
—Vieja ciega —gruñó el hanyou mientras dejaba a Kagome sobre un tronco caído todo lo lejos de los demás como era posible y se sentaba a su derecha.
—Pero hay otra cosa. Algo más que me recuerda con mucha fuerza a Kikyo.
—Soy su reencarnación —dijo Kagome entre dientes apretados. Suspiró e intentó no desplomarse en su sitio mientras gruñía de un modo muy parecido al de Inuyasha (el hanyou). Estaba orgullosa de sí misma por no haber añadido las groserías adicionales en las que estaba pensando. Inuyasha sin duda la estaba contagiando.
Kuusouka dio una palmada y se rio alegremente.
—¡ESA es la razón! Oh, sabía que tenía que ser algo como eso. No ocurre a menudo que cometa un error así. Cielos, eso me tranquiliza. —La sonrisa se convirtió lentamente en un frunce de confusión—. Aunque no entiendo cómo es posible. Kikyo no está muerta todavía.
Shippo se rio disimuladamente. Miroku y Sango les dirigieron a Inuyasha y a Kagome una mirada cauta. Kirara maulló y se escondió debajo del brazo de Sango. Kagome juntó los labios con fuerza. El hanyou a su lado pareció incómodo.
—En realidad —dijo un engreído Inuyasha humano mientras entraba en el claro con los zapatos y los calcetines de Kagome—. ESTÁ muerta.
—La vi hace solo dos días…
Inuyasha le sonrió con socarronería al hanyou mientras le entregaba a Kagome sus cosas.
—Lleva muerta mucho más tiempo que eso. ¿No?
—¡Inuyasha! —dijo Kagome entre dientes en voz baja.
Entonces, el hanyou fulminó al humano con la mirada, flexionando las garras.
—Más de cincuenta años —dijo finalmente—. Kikyo lleva muerta más de cincuenta años.
—¿Cómo es eso posible? La he visto con mis propios ojos.
Inuyasha se dejó caer al lado de Kagome, inclinando su oscura cabeza cerca de su hombro. Miró detrás de ella al hanyou y le dirigió una amplia sonrisa.
—¿Quieres responder también a eso?
—¡Cállate ya! —gruñó el demonio perro. La sonrisa del humano solo lo enfureció más.
—Kikyo vive de las almas de chicas muertas —dijo Inuyasha cuando se dio cuenta de que el hanyou estaba demasiado ocupado echando humo como para responder—. La primera alma que robó fue la de Kagome. Bueno, parte de ella, de todos modos. —Le sonrió amablemente a su amiga—. ¿Verdad?
—Sí —dijo Kagome mientras se retorcía, igual de incómoda con el tema como el demonio perro—. Más o menos.
Kuusouka volvió a dar una palmada.
—Otra muy buena razón para la ligera confusión. ¡Vaya! Me siento bastante aliviada de que haya una explicación lógica para todo eso. —Aspiró con dramatismo—. ¿Qué es ese olor tan delicioso?
Shippo tragó saliva y escondió el Pocky de chocolate que acababa de abrir detrás de la espalda.
—Bueno, ahora que sabemos por qué estaba… confundida —dijo Miroku mientras intentaba volver a llevar la conversación a su cauce—. ¿Cómo es que es capaz de conceder deseos? ¿Cómo hizo un Inuyasha humano?
La tejedora de sueños sonrió con dulzura mientras intentaba asomarse detrás del pequeño demonio zorro. Se lamió los labios e hizo un sonido que se parecía mucho a un gimoteo.
—Oh, sería mucho más fácil de explicar si el divino olor no me estuviera distrayendo tanto. Tal vez si le diera un bocado o dos sería capaz de recordar la historia.
Shippo se giró y usó su cuerpo para escudar el dulce. Inuyasha gruñó, le quitó la caja de Pocky al zorrito que se estaba quejando y se la lanzó a Kuusouka a la cabeza, que la atrapó diestramente con sorprendente rapidez. Abrió la caja un poco más, se metió tres palitos de Pocky en la boca y empezó a masticar ruidosamente, haciendo sonidos de aprobación.
—Muy delicioso.
—Ponte con la historia, vieja bruja.
—¿Escogiste a este? —le preguntó de nuevo la tejedora de sueños a Kagome mientras se limpiaba las migas de la boca—. ¿A propósito?
—Terminas cogiéndole cariño —contestó la miko con un encogimiento de hombros.
—Como a los hongos —dijo Shippo con una carcajada—. ¡AU! ¡Kagome! ¡Inuyasha me pegó!
Kagome se preguntó si en algún momento iban a escuchar la respuesta a alguna pregunta, puso los ojos en blanco y le indicó a la mujer más mayor que continuase con su historia.
—Hace dos días, estaba viajando a una aldea cercana cuando me atacó un demonio. ¡Tres demonios! Sí. Tres. —Carraspeó y continuó con su historia, ignorando intencionadamente al zorrito y al demonio perro, que estaban discutiendo—. Los dos primeros demonios quedaron derrotados con facilidad. Sin embargo, me estoy haciendo mayor y apenas fui capaz de vencer al tercer demonio. Cuando atacó el cuarto demonio, ya no era capaz de defenderme adecuadamente.
—Pensaba que solo había tres —le susurró Shippo al demonio perro mientras sacaba los dientes del cráneo de Inuyasha.
—Keh, probablemente solo había uno —contestó con irritación—. Probablemente podría haberlo aburrido hasta dejarlo muerto y punto…
Kuusouka compuso una mirada de furia ante la interrupción.
—Como iba diciendo, cuando atacó el último demonio, ya no era capaz de defenderme. Justo cuando había abandonado toda esperanza, una flecha salió disparada de entre los árboles y le dio al demonio, matándolo al instante. Era la sacerdotisa Kikyo. Ofrecí recompensar su bondad concediéndole su deseo. Ella lo rechazó educadamente, pero yo no podía dejar que una buena acción quedara sin recompensa.
—Querrás decir sin castigo —le susurró el demonio perro a Kagome, que intentó ahogar su risita. Pretendió dirigirle una mirada de reprimenda, pero le centelleaban los ojos de júbilo, estropeando todo el efecto.
—Pero conozco los deseos y sueños que yacen en el corazón de una persona, e incluso en el de un demonio. —Se enderezó un poco más con orgullo—. Sabía cuál era uno de los deseos que había pedido la sacerdotisa. Deseaba que el demonio perro fuese humano, que nunca hubiera sido un demonio desde un principio. Deseaba haber podido tener una vida normal. Deseaba ser amada.
—¿Puede conceder ese deseo? —preguntó Sango con curiosidad.
Kuusouka se rio.
—Claro que podía. —Se detuvo un momento, mordisqueándose el labio inferior—. En cierto modo.
Miroku cambió de posición, un poco más cerca de la exterminadora.
—¿Cómo concedió tal deseo?
—Soy la tejedora de sueños.
—Es la tejedora de algo —le susurró Inuyasha al oído a Kagome, haciendo que el Inuyasha hanyou estuviera aún más irritado cuando ella se rio para ÉL.
Insultada ante la observación, Kuusouka fulminó con la mirada al varón humano que estaba sentado al lado de la miko.
—Ten un poco de respeto por tu creadora. —Su mirada pasó del humano al hanyou y de nuevo al humano—. E hice un trabajo magnífico, ¿no?
La respuesta de Inuyasha no era adecuada para oídos jóvenes y Kagome le riñó al demonio perro mientras intentaba proteger los oídos del zorrito.
—¿Estás diciendo que no soy real?
Kagome cubrió la mano de Inuyasha con la suya para prestarle su fuerza. Pronto la apartó una mano con garras y un gruñido áspero. Quiso darle un manotazo. Inuyasha, el humano, se estaba enterando de si era verdaderamente real o no. Se estaba poniendo en entredicho toda su existencia. Ahora NO era el momento de tener celos. Así que cogió de nuevo la mano de su amigo, mirando con furia al hanyou para prometerle cargamentos de dolor si intentaba apartarla de nuevo. Sin embargo, se movió ligeramente para que su rodilla tocase la suya. La conexión pareció calmarlo. Un poco.
—¡Claro que eres real! —Kuusouka ladeó la cabeza y se toqueteó la barbilla con el dedo—. En cierto modo.
—¿No puedes escupirlo de una vez? —soltó Inuyasha—. Tenemos fragmentos de la perla que encontrar. No podemos pasarnos todo el día escuchándote, ¿sabes?
—No se puede apresurar el relato de una historia. —Después de hablar, Kuusouka sonrió—. ¿No ha sonado bien eso? Oh, qué consejo tan encantador. Alguien debería anotar esto. Tú, el de ahí. —Señaló a Miroku—. Anótalo.
—No tengo nada con lo que escribir, mi señora. No obstante, grabaré sus palabras de sabiduría en mi alma para que nunca puedan ser olvidadas.
—Bah, te olvidarás. Da igual, lo anotaré yo misma.
El grupo vio cómo Kuusouka usaba su dedo índice para escribir cuidadosamente las palabras en el aire. Los demás miraron a la tejedora de sueños como si estuviera loca, pero Kagome juraría que las vio brillar un momento antes de que desaparecieran.
—Soy una criatura de magia. Y me especializo en tejer sueños. Si el sueño se teje con un hilo lo bastante fuerte, entonces puede, de hecho, convertirse en la realidad. Al menos en la mente del soñador.
—Pero puedo pensar. Y puedo sentir. Si fuera solo un sueño, entonces no sería capaz de sentir.
—Tú eres un sueño especial. —Le guiñó un ojo—. Usé un poco de mi mejor obra en ti.
—Pero ¿cómo pudo haber tejido el sueño? —preguntó Kagome—. Estaba situado en mi… en mi ciudad natal. Es imposible que pudiera saber cómo es. Y estaba el instituto. Y el cine. ¿Cómo pudo haber compuesto ESE sueño?
Kuusouka se rio.
—No tejí el sueño entero. Habrías sabido que era un sueño si hubiera hecho eso. Simplemente tejí el sueño alrededor de lo que flota en tus propios recuerdos. En cierto modo, tú y yo creamos juntas a Inuyasha. Yo lo hice de la forma en que lo deseabas y tú lo encajaste en tu mundo. Sí que tuve, no obstante, que sacar a algunas personas de tus sueños. No serviría que algo desencadenase tus recuerdos y te hiciese dudar de la realidad de tu sueño.
—Mi madre… —Kagome tenía los ojos muy abiertos con dolor—. ¡Hiciste que me olvidara de mi familia!
—Habrían sido un recordatorio de la otra vida. —Kuusouka se acercó y le dio a Kagome una palmadita en la mano—. Habría acabado volviendo a tejerlos en el sueño en cuanto fuera lo suficientemente fuerte para soportarlos. En cuanto estuvieras libre de duda.
La tejedora de sueños volvió a su sitio, contenta con su respuesta. Shippo se subió de un salto al hombro de Inuyasha.
—¿Cómo es que no le preguntaste directamente a la madre de Kagome si estaba pasando algo extraño?
Inuyasha se quedó boquiabierto durante un breve momento. Había sentido tanto pánico por ir a por Kagome que nunca pensó en hablar con nadie de su familia. El demonio perro se vio libre de tener que responder a la pregunta cuando la versión humana de sí mismo intervino.
—Los demás del… del sueño de Kagome… ¿Son como yo?
—No. No son como tú. Tú eres lo que se deseaba, no los demás. Están ahí porque están en la mente de Kagome. Ayudaron a hacer que el sueño fuera más real.
—¿Cómo fue capaz de estar aquí? —preguntó Kagome—. Si está en mi cabeza, un sueño, entonces ¿cómo puede estar aquí en la realidad?
—Esa, mi niña, es una muy buena pregunta. Cuando tejí este sueño para ti, no tenía ni idea de que ya poseías magia por tu cuenta. Tal vez es lo que mejoró el sueño. Sospecho que es la razón por la que nuestro Inuyasha es capaz de estar contigo durante cortos periodos de tiempo, pero solo si lo deseas.
—¿Quieres decir que Kagome podría haberse librado de él en cualquier momento?
—Para de gruñir, Inuyasha —riñó la miko.
—No estoy gruñendo.
—Sí que lo estás.
—¡Podrías haberte librado de él solo con no PENSAR EN ÉL!
—Oh, dame un respiro.
—Si él no es tu sueño, entonces ¿por qué piensas tanto en él?
—¿Por qué se cerró el pozo? —preguntó Miroku, intentando de nuevo mantener la conversación encauzada—. Inuyasha fue incapaz de llegar hasta Kagome.
—¿Qué pozo?
—Eh… —Kagome se preguntó cómo explicar el pozo sin explicar el pozo. Era mejor que el menor número de personas posible supiera de su portal al futuro. O al pasado, se corrigió—. A lo que se refería es a que Inuyasha y yo tenemos una… bueno… una especie de conexión. Nos permite encontrarnos pase lo que pase. Y mientras yo estaba en el sueño, no era capaz de llegar a mí.
—Ah, ahora lo entiendo. Sospecho que el sueño se estaba volviendo tan real para ti, que tus conexiones con este mundo estaban cerca de perderse.
—¡QUÉ! —Inuyasha se puso en pie de un salto y fue a coger la espada, pero solo sintió que la vaina estaba vacía—. ¿Qué quieres decir con que su conexión estaba cerca de perderse? ¿Qué le estaba pasando a Kagome? —Fue echando humo hacia la mujer y la arrastró para ponerla de pie tirando de la parte delantera de su ropa—. ¿Qué le hiciste a Kagome?
—A ver —resopló la mujer—, ¿este es el agradecimiento que recibo por conceder el deseo de una joven?
—No era su deseo —gruñó el hanyou.
—¿Qué le hiciste a Kagome? —preguntó Sango mientras se ponía de pie y se estiraba hacia su propia espada. Entrecerró los ojos peligrosamente—. ¿A qué te refieres con «perderse»?
—Bájala, Inuyasha —ordenó la miko—. Sié… Toma asiento, Sango. Dejad que se explique. —Le sonrió cálidamente a la tejedora de sueños mientras la volvían a dejar en el suelo—. Por favor, continúe.
—Qué demonio más grosero. ¿Estás segura de que este es…?
—SÍ. Él ES al que elijo. Siga hablando.
—Jum. —Kuusouka se sacudió la ropa y tomó lentamente asiento una vez más—. ¿Por dónde íbamos?
—Nos estabas contando cómo perdiste a Kagome —explicó Shippo.
Kuusouka se rio.
—Oh, querido niño. Eh… demonio… eh… niño demonio… Oh, querido, yo no perdí a Kagome. ¡Se estaba perdiendo a sí misma! El sueño se estaba volviendo tan real en su mente que se estaba convirtiendo en la realidad de Kagome. Ya no habría sido parte de este mundo. De hecho, este mundo habría sido su sueño.
—Te voy a matar.
—¡Inuyasha! —Kagome puso una mano restrictiva sobre su compañero antes de dirigir de nuevo su mirada irritada hacia la tejedora de sueños—. ¿Cómo que ya no habría sido parte de este mundo? ¿Habría estado muerta?
Kuusouka se rascó la cabeza con una sonrisa.
—No. Muerta no. Solo… dormida. Un sueño eterno, por así decirlo.
Inuyasha se imaginó a Kagome clavada a un árbol con una flecha como lo estuvo él y sintió náuseas. Soñando, pero no viviendo de verdad.
—Kagome tendría la vida perfecta con la que siempre ha soñado. Y viviría mientras el mundo se mantuviera en pie —le dijo Kuusouka al grupo con orgullo.
—Atrapada en el instituto… ¿para siempre? —preguntó Kagome, horrorizada.
La mujer se rio.
—No estoy segura de qué es el «instituto», pero la vida progresaría como tú lo deseases. Podrías tener la edad que quisieras. Podrías empezar tu vida desde el principio si quisieras. Sin dolor, sin pena, sin preocupaciones, sin dudas. Una felicidad perfecta para siempre. ¡A que suena maravilloso!
—Entonces, Kagome tiene elección, ¿verdad? —preguntó el Inuyasha humano con esperanza—. Podría escoger quedarse en el mundo del sueño conmigo.
—¡Claro que podría! —trinó Kuusouka—. Aunque puede que a su mente le lleve un tiempo aceptar de nuevo que el sueño es la realidad. Tal vez tenga algo aquí para quitar recuerdos… mmmm… eso sin duda solucionaría muchos problemas, ¿no? —Rebuscó en su bolsa. El borde afilado de una espada ensangrentada detuvo su progreso.
—No vas a quitarle los recuerdos a Kagome —gruñó Inuyasha con rabia.
El instinto le había hecho estirarse hacia su espada. Le tembló la mano ligeramente cuando captó el olor de la sangre de Kagome en su hoja. Se le revolvió el estómago. La visión y el olor de ello lo estaban poniendo enfermo. Pero mantuvo su agarre, a pesar de cuánto deseaba poder deshacerse de la hoja.
—Creo —dijo la tejedora de sueños severamente— que la decisión solo puede tomarla Kagome. Aunque Kagome no era la persona a la que estaba dirigida el regalo, una vez dado, no se puede quitar. Solo aceptar o rechazar. —Dirigió sus ojos serios, oscuros como la noche, hacia Kagome—. Pero debes decidir entre uno u otro. Una persona se volverá loca si no escoge y lo hace rápido. No puedes vivir en ambos mundos.
—Entonces, la pregunta es —meditó Miroku en voz alta—: ¿Qué hará Kagome?
Nota de la traductora: Debo de andar falta de imaginación, porque no conseguí encontrar una buena adaptación para el chiste que hace Shippo sobre los hongos. ¡Perdón! La traducción literal del inglés de lo que dice Kagome es «crece en ti» (yo le puse «terminas cogiéndole cariño»), de ahí lo que comenta Shippo.
¡Mil gracias a todas las que me estáis dejando comentarios! De verdad que me hace muy feliz leeros y saber que os intriga esta traducción. Solo quedan dos capítulos más y esto se termina. Espero tenerlo todo acabado para finales de la semana que viene.
¡Hasta pronto!
