Capítulo 28: Colapso
Elsa se encontraba atrapada en una pesadilla emocional, una espiral de dudas y miedos que amenazaban con ahogarla en su propio tormento. El callejón oscuro se cernía sobre Elsa como un símbolo de las sombras que amenazaban con envolver su vida.
Su abuelo, con ojos llenos de desdén y preocupación por la reputación de la familia, le recordaba constantemente las consecuencias de su amor prohibido. Elsa luchaba por contener el nudo de angustia que apretaba su garganta, como si las palabras del abuelo fueran cadenas que amenazaban con aprisionarla.
—A-abuelo yo…
—Elsa, debes entender que esta decisión no solo afecta a nuestra familia, sino también a tu futuro. Estás desafiando las normas de una manera que podría poner en peligro tu herencia, tu posición en la sociedad, incluso tu seguridad —advirtió el abuelo, y su voz resonaba como un trueno en la mente de Elsa. — Supongo que tienes una buena explicación para todo esto, ahora vámonos, hablemos de esto en un lugar más decente.
—Yo… Quiero estar sola, por favor. Prometo que iré a casa— dijo Elsa con la voz entrecortada y sin mirar directamente a aquella figura imponente que estaba frente a ella. Su abuelo suspiro pesadamente, no dijo nada más y simplemente se dio la vuelta y se fue.
La noche se cernía sobre la ciudad, y las luces parpadeantes de las farolas parecían parpadear en sintonía con la incertidumbre que llenaba el corazón de Elsa. Sus pasos resonaban en el silencio de la noche, pero su mente estaba abrumada por el ruido ensordecedor de sus pensamientos. Elsa deseaba poder proteger a Anna de todo este caos, de las tormentas emocionales que la perseguían. Pero sabía que eso era imposible.
El viento nocturno soplaba frío, pero Elsa sentía un fuego ardiente de ansiedad y autocrítica en su interior. Las lágrimas amenazaban con brotar en cualquier momento, y su garganta se cerraba con la angustia de lo que estaba por venir.
"¿Y si todo esto es en vano? ¿Y si mi amor por Anna no es suficiente para enfrentar las adversidades? ¿Y si solo me estaba engañando a mi misma?" se preguntaba Elsa, sintiendo que estaba al borde de un precipicio emocional.
El hogar de Elsa apareció a lo lejos, una estructura imponente que había sido su refugio durante toda su vida. Pero en ese momento, esa casa representaba algo más: un recordatorio de las expectativas de su familia, de las normas que habían sido impuestas sobre ella desde el día en que nació. Elsa abrió la puerta principal con manos temblorosas y entró en el vestíbulo, donde las sombras parecían danzar a su alrededor, como si la casa misma estuviera impregnada de un aura de drama y conflicto. Sus padres y su abuelo estaban reunidos en la sala de estar, sus rostros tensos y serios mientras la miraban entrar.
El abuelo se puso de pie cuando Elsa ingresó, sus ojos fijos en ella como un halcón observando a su presa. Elsa intentó mantener la calma, pero su corazón latía con fuerza y sus manos temblaban ligeramente.
—Elsa, es hora de hablar sobre lo que ha sucedido. Tu relación con esa joven es inaceptable. Has deshonrado a nuestra familia, y debemos poner fin a esto de una vez por todas —declaró el abuelo con voz implacable.
—No entiendo, ¿Qué es lo que pasa? ¿De qué están hablando aquí? —preguntó la madre de Elsa, su voz llena de ansiedad mientras miraba entre Elsa y su abuelo.
—Estamos discutiendo el comportamiento inaceptable de Elsa. Su relación con esa joven debe terminar de inmediato.
Los padres de Elsa intercambiaron miradas preocupadas antes de volver su atención a su hija. Elsa se sintió acorralada, atrapada entre la autoridad de su abuelo y la decepción en los ojos de sus padres.
—No estoy entendiendo nada. ¿De que relación estás hablando papá? Elsa no sale con nadie o algo por el estilo– ahora era el padre de Elsa quien hablaba.
—Agnar, mi nieta o mejor dicho tu hija tiene una relación con una mujer a tus espaldas — el abuelo soltó un suspiro de frustración mientras las tensiones aumentaban en la habitación.
—Hija, ¿es esto cierto? ¿Estás en una relación con una mujer? —preguntó su madre, con voz temblorosa, incapaz de ocultar su asombro.
Elsa sintió que su garganta se cerraba mientras luchaba por encontrar las palabras adecuadas para responder. Finalmente, asintió con la cabeza, sus lágrimas cayendo silenciosamente por sus mejillas.
—Sí, mamá. Estoy… enamorada de Anna.
Un silencio incómodo se apoderó de la sala mientras sus padres procesaban la noticia. La incredulidad se reflejaba en los ojos de su madre, mientras que su padre parecía luchar por encontrar las palabras adecuadas.
—Elsa, ¿has considerado las consecuencias de esto? —preguntó su padre finalmente
El aire se volvió más denso mientras sus palabras resonaban en la sala de estar. Elsa podía sentir la tensión en el ambiente, como si estuviera a punto de explotar en cualquier momento.
Su abuelo, con una mirada de desaprobación, se dirigió a su padre.
—Agnar, ¿ves lo que ha hecho tu falta de autoridad? Has fallado como padre.
Las palabras de su abuelo fueron como un puñal en el corazón de Elsa. No solo estaba luchando por la aceptación de su familia, sino que ahora también tenía que enfrentarse a las acusaciones de su abuelo.
Su padre, visiblemente afectado, tomó la palabra.
—Padre, entiendo que esto es complicado, tal vez debamos tratarlo con calma y comprensión.
—¡Suficiente! Siempre creí que sabías que lo estabas haciendo, pero veo que te has equivocado. No voy a permitir que esta familia, nuestro legado se vea manchado por estas tonterías.
Las lágrimas brotaron de los ojos de Elsa mientras luchaba por contener la oleada de emociones que la embargaba. La sala quedó en un silencio sepulcral, roto solo por el sonido del reloj en la pared. Elsa miró a sus padres, buscando una señal de comprensión o apoyo, pero lo que encontró fue una mezcla de sorpresa y consternación.
El abuelo se alejó, dejando a Elsa con una sensación de derrota en el aire. Mientras observaba cómo su abuelo abandonaba la sala, sintió que su mundo se tambaleaba en un precipicio.
Elsa, abrumada por la mezcla de emociones que la embargaba, se retiró a su habitación, dejando atrás a sus padres, aún luchando por encontrar una solución en medio de la tormenta que se avecinaba.
La habitación de Elsa, una vez un refugio seguro, se sentía como un lugar de confusión y caos emocional. Se dejó caer en su cama, sollozando mientras los pensamientos se agolpaban en su mente. Elsa se sentía como si estuviera atrapada en un laberinto de emociones, incapaz de encontrar una salida. Sus sollozos resonaban en las paredes de la habitación, como un eco de su corazón roto. En medio de la oscuridad emocional, Elsa se aferró a la única certeza que tenía: su amor por Anna.
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Mientras Elsa se alejaba en la distancia, Anna quedó atrás, arrodillada en el parque, con el corazón hecho añicos. Las lágrimas seguían fluyendo por sus mejillas, como un río de tristeza que amenazaba con ahogarla. La desesperación se apoderó de ella, y por un momento, sintió que el mundo entero se oscurecía.
Sus pensamientos se convirtieron en un torbellino de preguntas sin respuesta. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Cómo podía haber perdido a la persona que más amaba en el mundo en un abrir y cerrar de ojos? El dolor en su pecho era insoportable, como si su corazón se hubiera desgarrado en mil pedazos.
En medio de su sufrimiento, un sonido inesperado rompió el silencio. Anna levantó la mirada con sorpresa, encontrándose con la figura de Kristoff que se acercaba a ella. El asombro se reflejó en los ojos de ambos, ya que no esperaban encontrarse en esa situación.
—Anna, ¿estás bien? —preguntó Kristoff con asombro en su voz, su expresión mezclada con preocupación.
Anna, entre sollozos, se sorprendió al ver a Kristoff allí, pero al mismo tiempo sintió un alivio inmenso. Se sentía desolada, pero saber que no estaba sola en ese momento le brindó un rayo de esperanza.
—Kristoff, todo se ha desmoronado. Elsa se ha ido, y no sé qué hacer —murmuró Anna, su voz quebrada por el dolor.
Anna, mientras le relataba los eventos angustiantes que habían llevado a la partida de Elsa, se aferró a Kristoff como si fuera su única ancla en medio de un mar tormentoso. Las palabras fluyeron de sus labios, cargadas de tristeza y confusión, como un torrente de emociones que había estado reprimiendo durante demasiado tiempo. Kristoff la escuchó atentamente, sintiendo cómo el corazón de Anna latía con la intensidad del amor y la desesperación. La apretó con más fuerza, ofreciéndole el consuelo silencioso de su presencia.
—Kristoff, no puedo soportar la idea de que Elsa esté sufriendo en algún lugar y yo no puedo hacer nada para ayudarla. Me siento tan impotente —confesó Anna, su voz quebrada por la emoción.
—Lo entiendo, Anna, pero no estás sola en esto.
Cada pensamiento sobre Elsa, sobre su amor y la forma en que se habían separado, era como un puñal que le atravesaba el corazón. La idea de que Elsa pudiera estar sufriendo en algún lugar, lejos de ella, era una carga insoportable que llevaba en su pecho. La rabia hacia Hans, el resentimiento hacia su abuelo y la tristeza abrumadora por la partida de Elsa se mezclaban en un cóctel tóxico de emociones que la tenía al borde del colapso.
—¿Qué hice mal, Kristoff? ¿Por qué todo esto está sucediendo? —murmuró Anna, su voz quebrada por el tormento que la consumía.
Kristoff acarició suavemente su cabello, tratando de encontrar las palabras adecuadas para consolarla. Sabía que no había respuestas fáciles en medio de la tormenta emocional que Anna estaba experimentando.
—No hiciste nada mal, Anna. A veces, la vida nos presenta desafíos que son difíciles de entender. Pero lo que importa es cómo enfrentamos esos desafíos y cómo luchamos por lo que amamos.
Abrazados en la oscuridad de la noche, Anna y Kristoff comenzaron a caminar de regreso al departamento de Anna. Las luces de la ciudad destellaban a su alrededor, pero en ese momento, el mundo exterior parecía desvanecerse mientras se centraban en el camino que tenían por delante.
El edificio se cernía sobre Anna y Kristoff mientras entraban, y cada paso que daban resonaba en el corredor. Cuando pasaron frente al departamento de Elsa, Anna sintió un nudo en el estómago y una terrible nostalgia la inundó. El recuerdo de la primera vez que había visto a Elsa le inundó la mente. La figura misteriosa y cautivante que había aparecido en su vida, como un destello de magia en una noche estrellada. Aquel encuentro había sido el comienzo de una historia de amor llena de momentos inolvidables y pasión desbordante.
Anna también recordó los momentos felices que habían compartido juntas después de superar los obstáculos iniciales. Risas en medio de la oscuridad, caricias tiernas, y besos robados que habían fortalecido su amor. Ahora, todo eso parecía tan lejano, como un sueño que se desvanecía al despertar.
La pelirroja se detuvo un momento frente a la puerta del departamento de Elsa, como si esperara que su amada saliera en cualquier momento, con esos ojos azules llenos de pasión y ternura. Pero la realidad la golpeó con fuerza cuando recordó la distancia que se había interponido entre ellas.
Kristoff la miró con empatía, comprendiendo la tormenta de recuerdos y emociones que Anna estaba experimentando.
—Anna, estoy aquí para ti. Si necesitas hablar o simplemente estar en silencio, ya sabes donde encontrarme.
Anna asintió con gratitud y le dio un abrazo rápido antes de entrar a su departamento.
La vista de Rapunzel y Olaf en el área común apenas la registró, su mente estaba completamente absorbida por la imagen de la puerta de Elsa. Sin detenerse, ignorando cualquier saludo o pregunta que le hicieran, entró y se encerró en su cuarto.
El cuarto de Anna parecía un reflejo de su estado emocional. Las luces tenues creaban una atmósfera sombría mientras se dejaba caer en la cama. La tristeza la envolvió como una manta pesada, y las lágrimas comenzaron a fluir libremente. En la soledad de su habitación, Anna se permitió ser abrumada por la tristeza. Cerró los ojos y se dejó llevar por los recuerdos de los momentos felices que había compartido con Elsa, deseando desesperadamente volver atrás en el tiempo y recuperar lo que habían perdido.
Susurros de conversaciones pasadas y risas compartidas resonaban en su mente, como un eco distante de un pasado que ya no podía alcanzar. Cada detalle de Elsa, desde su sonrisa hasta la forma en que la miraba, estaba grabado en su corazón.
Anna se aferró a la almohada, sintiendo la solitud y el vacío que se habían apoderado de su ser. En medio de la tristeza abrumadora, una pregunta persistente la atormentaba: ¿Cómo habían llegado a este punto? ¿Cómo podía haberse desmoronado algo tan hermoso y poderoso como su amor por Elsa?
En medio de aquella penumbra, mientras las lágrimas caían como lluvia en la almohada, Anna deslizó su teléfono hacia ella. Con manos temblorosas, desbloqueó la pantalla y abrió su lista de reproducción. La música fluía suavemente de los altavoces, llenando la habitación con la melodía de "Colapso" de Kevin Kaarl.
La voz emotiva del cantante se entrelazaba con los sentimientos de Anna, como si las palabras de la canción capturaran perfectamente su dolor y desesperación. La música envolvía sus pensamientos, tejiendo una conexión entre su propio colapso emocional y la letra apasionada de la canción.
Las lágrimas seguían fluyendo mientras Anna escuchaba la música con los ojos cerrados, permitiendo que la tristeza y la nostalgia se desahogaran a través de la música. Cada nota era un eco de su propia tormenta interior, y la canción se convirtió en su compañera en el abismo de la tristeza. A medida que la canción avanzaba, Anna se sumergía aún más en su propio colapso emocional, deseando poder deshacer el daño que se había hecho, deseando poder volver atrás en el tiempo y recuperar lo que había perdido.
Mientras la canción llegaba a su conmovedor final, Anna abrazó su almohada con fuerza, sintiendo cómo el agotamiento la envolvía. El colapso emocional la había dejado exhausta, pero sabía que debía encontrar la fuerza para seguir adelante, para enfrentar lo que el mañana le deparaba en su búsqueda para recuperar a Elsa.
Mientras la noche avanzaba, Elsa y Anna, cada una en su propio espacio de tristeza y desesperación, se aferraban a la esperanza de que algún día el amor que compartían los guiaría de regreso el uno al otro. Sus caminos habían sido separados, pero sus corazones seguían latiendo al unísono, como dos estrellas que brillaban en la misma constelación, destinadas a encontrar su camino de regreso a casa.
En medio de la oscuridad de la noche, sus almas seguían buscándose, enviando destellos de amor a través del vasto universo, con la firme convicción de que, algún día, la luz de su amor los guiaría de nuevo a casa, el uno en los brazos del otro.
