Ojo, hay un salto temporal
yo x ti tú x mí
por Syb
Día 4: La CEO y el Ingeniero
Mimi
Sora no era madre aún y ya se estaba comportando como una. Bueno, desde que eran solo dos chicas, perdidas en un mundo desconocido, era la pelirroja la que tomaba un rol que no le correspondía y terminaba intentando arreglarle la vida al resto del grupo, sin que fuese demasiado obvio. Mimi siempre se había considerado como una hermana menor para ella, por lo que sentir que Sora había elegido quedarse atrás fue un tanto desagradable. Mimi constantemente quería decirle que olvidara al bueno para nada de su padre y se alejara de la amargada de su madre, sin entender que Sora no había tenido el privilegio de Mimi. Fue por eso por lo que, al entrar a la residencia Takenouchi, percibió que Sora estaba siendo muy dura con su hermana menor.
—Entonces te gusta Koushiro —dijo Sora con más determinación de la necesaria, mientras servía un poco de té vestida con un atuendo tradicional. Mimi sintió que estaba en una Casa del Té y que era un hombre de negocios, buscando en la pelirroja un poco de la fantasía que su esposa no estaba proporcionándole. Se sonrió y tomó la taza entre sus manos, prefería mirar el color rojizo del té a los ojos de su amiga. Por alguna razón, de lo único que siempre terminaban hablando era del amor: algo esquivo y extraño para la pelirroja, y pasajero y divertido para la castaña—. Sigues alargando tu estadía en la ciudad sin razón y prácticamente vives con él.
Mimi entendió que Sora estaba cuidando de Koushiro.
—Sí tengo razones —respondió Mimi, llevándose la taza a los labios—. La compañía está creciendo y el servidor está cayéndose por un no-sé-qué de un bug. ¿Para qué irme, si Koushiro puede levantarse de la mesa, ir al sofá donde estoy sentada y arreglar el error desde mi laptop? Es lo ideal, la verdad, tengo a un ingeniero informático disponible para mí las 24 horas del día. Pero, claro, de noche se ocupa de otras cosas.
Mimi esperaba que picara el anzuelo, que se riera y se ruborizara por las aventuras que le contaba como si hablara de algo tan mundano como el clima, tal cual había hecho cuando le explicó, con demasiados detalles explícitos, su primera noche con su ingeniero informático personal. En parte, Mimi esperaba que, si le contaba de la vida que llevaba como mujer independiente y ciudadana del mundo, a Sora le entraran las ganas de salir a experimentar como ella. Qué importaba si dejaba atrás a Taichi, a Yamato; a su padre ausente y a su madre llena de prejuicios. Era como si Mimi intentara darle la mano y llevarla consigo a un mundo mejor, donde no debía maternar a nadie más que a sus hijos que aún no nacían. Sin embargo, la chica con el pesado atuendo tradicional, ni siquiera miró el anzuelo. Sora solo entrecerró los ojos y tomó de su taza de té sin quitarle la mirada de encima.
No sabía por qué era tan importante para ella que Mimi le dijera lo que de verdad estaba pasando entre ella y Koushiro. Quizás tenía que ver con la posibilidad de arruinar la peculiar amistad que tenían los dos desde que tenía uso de razón y Sora solo quería evitarlo, aunque supiera que no era de su incumbencia. Quizás Sora sentía curiosidad y quería saber si Koushiro le gustaba de verdad o si simplemente era cómodo para ella vivir y dormir con el servicio técnico. O quizás quería evitar que Koushiro saliese dañado de una ilusión con la castaña, tal cual Taichi lo había hecho, como si así pudiese expiar sus pecados. Mimi no sabía ni quería averiguarlo.
—Entonces, ¿solo estás con él por comodidad?
—Sí… —respondió ella con los hombros caídos, no sonaba del todo segura. Sora volvió a entrecerrar los ojos, Mimi se rió incómoda y se levantó de la mesa para recorrer la casa de la madre de Sora, aunque sabía que jamás escaparía de la mirada inquisidora de su amiga. Si ella seguía mirándola así, muy probablemente no podría evitar que sus inseguridades salieran escapando de sus labios y no quería. No si todavía no lograba entender lo que sentía por Koushiro. Y si Sora intentaba persuadirla para que no le rompiera el corazón de su ingeniero, entonces Sora perdía su tiempo, ya que era eso precisamente lo que Mimi quería evitar—, Koushiro siempre ha sido organizado y despertar junto a él a las siete de la mañana ha sido muy fácil. Sabes que no soy una mujer madrugadora —dijo ella, deteniéndose frente a un arreglo de flores frescas, en las que probablemente Sora estaba trabajando antes de que Mimi tocara su puerta. Con un dedo tocó unos pétalos, pero al no querer arruinarlo, decidió seguir caminando por el lugar hasta encontrarse con las fotografías de la familia en una pared. Ahí Haruiko posaba con demasiado descaro juntos a su hija y su esposa—. Mi compañía crece con su ayuda…, y la suya conmigo. Koushiro es un genio, pero todavía no sabe crear vínculos con otras compañías, a veces me hago pasar por su asistente y llamo y hablo con posibles inversionistas. Vivir conmigo también le conviene. Nuestra relación es conveniente.
Para cuando Mimi volvió al apartamento de Koushiro, ya era de noche y estaba harta de tomar té y del sabor a jazmín. Era el sabor favorito de la madre de Sora y Mimi no tenía claro si era también el favorito de su amiga o era simplemente la costumbre. Toda su tarde libre había consistido en Sora preguntándole por sus sentimientos por el pelirrojo y Mimi intentando decirle que debía salir de la casa de su madre y comprar café de grano. Cuando el cerrojo cedió ante la llave de repuesto, que anteriormente Taichi tenía en su poder, el olor a familiaridad la reconfortó. Era una mezcla entre menta y cítricos de los productos de limpieza que usaba el robot aspirador, granos de café molido de la cafetera electrónica, y la vainilla proveniente de las velas que ella había comprado para darle el ambience al apartamento.
Encontró a Koushiro en el sofá con su laptop en las piernas y sus brazos cruzados mientras parecía esperar que algo apareciera en la pantalla. Sin embargo, su entrecejo estaba fruncido como si no estuviese arrojando el resultado que quería. Mimi sonrió, le había prometido que no trabajaría tanto un sábado por la tarde, pero él no podía resistirse si alguna idea se asomaba entre sus neuronas.
—¿Nada bueno? —preguntó ella, yendo a refrescarse al baño de la habitación principal, escuchó que murmuraba algo, pero no le entendió. Un no-sé-qué del Mar Oscuro, pero si se trataba de ese tema, Haruiko Takenouchi debió haber llamado esa tarde y debió convencerlo de que podrían encontrar alguna conexión con los digivice de piedra y las criaturas que hablaban Hikari y Ken, aunque primero debían encontrar una forma de acceder a ese lugar.
Mimi trataba de no pensar en esas posibilidades, porque ya lo había hecho por un mes y Koushiro nunca hablaba con muchas esperanzas de su investigación. Hablaba más de explicaciones, en vez de soluciones. Un par de noches atrás pensó que debía alejarse de todo lo relacionado de Palmon y aprender a convivir con su pérdida, pero no estaba lista para decirle al pelirrojo. Después de todo, era el trabajo de casi toda su vida y no podía cargar con algo que no era su culpa.
Se quitó los zarcillos y el maquillaje, luego decidió meterse a la ducha. Para cuando salió de la habitación principal, el servicio técnico estaba preparando una cena sencilla y la mesa ya estaba puesta como a ella le gustaba. Mimi se sonrió, al menos tendría una cena romántica esa noche y podría persuadirlo para que luego vieran una película romántica a la luz de las velas. Así podría olvidar todo de ese día: despertar sin esperanzas de ver a Palmon otra vez, la incómoda conversación con Sora y sus sentimientos confusos por Koushiro. Ella sentía que todas las sensaciones que le provocaba Koushiro sí eran reales, pero no entendía por qué también tenía la necesidad de dejarlo. Si tan solo él pudiese olvidarse por un segundo del mundo digital, ella podría dejar de ahogarse cada vez que él fruncía el entrecejo, frustrado de no obtener una respuesta favorable. No, esa noche debían pretender que solo eran una pareja de novios ordinaria.
Estaba dispuesta a tomar asiento en la mesa, pero cuando vio que el laptop de Koushiro había dejado de calcular con una respuesta aceptable en el sofá, sintió angustia en el pecho y una presión en las sienes que sabía se transformaría en una migraña. No quería decepcionarse una vez más, así que simplemente cerró la laptop y fue a sentarse.
—¿Cómo está Sora? —le preguntó él, llegando a la mesa con los platos en las manos y una sonrisa en los labios. Mimi lo amaba, pero odiaba su trabajo. No podría nunca separar al chico del laptop de su laptop y le deba tristeza no poder aceptarlo con todo lo que era él.
—Sigue viviendo con su madre, no sé por qué —le contestó ella como si no sintiera esperanzas por su amiga—. ¿Es que crecimos rápido? ¿O ellos van muy lento?
—Quizás solo está cómoda con su madre —le respondió él, sentándose frente a ella en la mesa con su sonrisa conciliadora.
Mimi notó que su cabello había crecido bastante el mes que estuvo viviendo con él, pero a ella le gustaba ver cómo intentaba acomodárselo cada vez que se hacía consciente de que cubría su frente. Él no parecía entender cómo su personalidad calmada y sus gestos mundanos la cautivaban. Mimi se mordió el labio inferior, por el rabillo del ojo, sabía que la laptop seguía cerrada y esperaba que permaneciera así, y que él no se diera cuenta al menos hasta que ella se durmiera. No quería que un resultado positivo para el Mar Oscuro le diera falsas esperanzas.
—Nunca estuvo cómoda con su madre, ni siquiera cuando era niña —resopló ella, a lo que él rió.
Siempre le pareció extraño a Mimi que, a pesar de tener una relación sana con sus padres, quisiera desaparecer de su vista lo más pronto posible, mientras Sora eligiera pasar más tiempo junto a su madre. Su amiga siempre había tenido una complicada con su madre, además de una inexistente con su padre, y Mimi sabía que sus elecciones en el amor, que muchas veces eran cuestionables, radicaban en el conflicto con sus padres. Sora parecía estar enamorada de Taichi, pero también de Yamato, y como sus padres, amaba no tener algo concreto con ninguno. Sabía de primera fuente que Haruiko Takenouchi todavía tenía sus cosas en la habitación de la señora Takenouchi, pero que visitaba muy de vez en cuando.
Mimi se preguntó si estaba tratando de replicar una conducta aprendida con Koushiro, y si era cierto, qué era exactamente lo que estaba intentando hacer.
—Quizás están trabajando en eso —opinó él, sacándola de sus pensamientos—, y están arreglando los problemas que pueden tener.
—Puede ser —dijo ella por decir, por supuesto que él estaba viendo el vaso medio lleno; hablando desde lo que sabía de Sora por el padre de esta. De pronto, sintió que no podía darle espacio a Koushiro para que recordara su laptop y la ansiedad se le disparó con cada segundo que pasaba. Si antes tenía poca hambre, ahora sentía náuseas y no podía soportar el olor a comida. Quería ver una película romántica y olvidarse de todo, o irse a dormir, o besarlo, pero no pensar en que no tenía las mismas esperanzas de que Palmon regresaría, como la primera vez que se quedó en ese apartamento—. Deberíamos ver una película esta noche.
—Como quieras —le dijo él—, pero bien sabes que probablemente me quede dormido.
—Lo sé. —También sabía que él despertaría sobresaltado en medio de los créditos de la película porque se acordaría de la laptop, como si su subconsciente se lo reclamara antes de que pudiera descansar del todo, y de paso la asustaría y ella pegaría un grito que probablemente alertaría a sus vecinos—. Quizás solo debamos ir a dormir.
—Quizás —dijo él y se le quedó mirando en silencio, entendiendo que algo le pasaba a la mujer y sintiendo la necesidad de saber qué era esta vez. Mimi sabía lo que estaba pensando, pero deseó que decidiera ignorarla como cuando era un niño. A veces le decía que estaba cansada, otras que tenía miedo del día que tendría que despedirse de él por su trabajo, pero nunca le reconoció que su trabajo estaba comiéndole el cerebro. Mimi no sabía cuánto tiempo le llevaría comprenderlo, pero no quería ser chica que quisiera separarlo de su trabajo—. ¿Quieres ir al cine?
—Puede ser —le respondió con la mirada en el plato, pero podía imaginar perfectamente el momento en que volvieran de la película casi a medianoche y él fuera a revisar la laptop, irremediablemente se quedaría trabajando hasta la madrugada y ella dormiría sola en su cama—, aunque no creo que haya algo interesante en la cartelera.
Koushiro suspiró sin poder descifrar su estado de ánimo, el cual seguía deteriorándose con el paso de las semanas, y siguió comiendo en silencio, esperando que eventualmente la mujer dijera lo que estaba pasando por su mente. No era un día bueno para la mujer, por lo que cuando ella terminó de comer y llevó los platos al lavavajillas, él se dispuso a ordenar la sala para que Mimi pudiese seleccionar una película. A ella le gustaba ver historias románticas a la luz de las velas, pero cuando tomó la laptop del sofá para dejarlo en la mesa, Mimi se fue a la habitación y no volvió. Eventualmente asumió que se había acostado y que no verían ninguna película.
Al otro día, Mimi le anunció que debía irse al terminar la semana y verla empacar fue lo peor que le había tocado presenciar en su vida adulta.
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