Capítulo 3
Jane estaba triste y desesperada porque Elizabeth le envió una carta breve diciéndole que no se preocupara porque ella estaba bien. Pero Jane presentía que su querida hermana le ocultaba algo, y que de cierta forma lo hacía para protegerla a ella y a sus hermanas.
La vida en Longbourn estaba bastante convulsionada con la desaparición de Elizabeth y todos en la familia estaban preocupados por ella. Las hermanas menores no comprendían completamente lo que estaba pasando, pero sí sabían que Elizabeth se había ido de la casa porque no quería que la obligaran a casarse con el señor Collins.
Jane no deseaba que su querida hermana tuviera que trabajar y sabía que ella era demasiado orgullosa para regresar a Longbourn y aceptar los designios de sus padres. Por eso, ella asumió que la solución dependía de ella porque era la hermana mayor y debía proteger a todas sus hermanas.
Los Gardiners habían llegado el día anterior y Jane estaba esperando tener la posibilidad de hablar con su tía a solas. Ella no deseaba que su madre escuchara lo que tenía que decir porque sabía que intentaría interferir una vez más en su vida. Por eso después del desayuno, mientras estaban en el pequeño salón, Jane aprovechó para acercarse a su tía y conversar con ella.
La señora Gardiner conocía muy bien a su sobrina y creyó creer por qué estaba tan tensa. "Querida Jane, me imagino que estás preocupada por Elizabeth. Yo también lo estoy, pero sé que tu hermana es una chica inteligente y confío en que tomará buenas decisiones y pronto sabremos de ella."
"Tienes razón, tía. Efectivamente estoy preocupada por Elizabeth y no quiero quedarme aquí sin hacer nada para ayudarla. Tía, necesito tu ayuda para de una vez por todas resolver mi vida y la de mi familia."
"Entiendo, querida. Por favor, dime que puedo hacer por ti." La señora Gardiner sabía muy bien que Jane y Elizabeth siempre se habían sentido responsables por la situación familiar debido a la indolencia de sus padres por asegurarles un futuro.
"Tía, quiero que me permitas pasar una temporada con ustedes. Yo sé que ustedes tienen muchas amistades y me gustaría tener la oportunidad de conocer a otras personas." Jane bajó la cabeza porque le dio mucha vergüenza ser tan directa y demostrar abiertamente sus intenciones.
"Nosotros nos movemos en círculos muy diversos, Jane. Nuestros amigos son personas buenas y honorables, pero la mayoría pertenecen a la clase comerciante y trabajan activamente en sus negocios." La señora Gardiner quería estar segura que su sobrina comprendía las implicancias de lo que le estaba pidiendo.
"Tío Gardiner trabaja activamente en el comercio y es el mejor hombre que he conocido," respondió Jane emocionada.
"Tienes razón, querida. Entonces eres bienvenida a nuestra casa en Londres por cuanto tiempo desees."
"¿Londres? Lo siento Madeline, pero Jane no puede viajar a Londres porque tiene que estar aquí por si el señor Bingley regresa. Elizabeth se fue y perdió una gran oportunidad de ayudar a su familia. Jane, tú no puedes alejarte de aquí," dijo la señora Bennet mientras paseaba impacientemente quejándose de lo injusta que era la vida con ella y sus pobres nervios.
Jane no iba a permitir que su madre interfiriera en sus planes y se le ocurrió una forma de poder convencerla de que la dejara permanecer un tiempo en casa de su tío. "Madre, si estoy en Londres tendré la oportunidad de visitar a Caroline y Louisa. Ellas me dijeron que no tenían intenciones de regresar a Netherfield…"
"Oh, Jane, no sólo eres hermosa sino también muy astuta. Por supuesto que debes viajar a Londres y visitar a las hermanas del señor Bingley. Estoy segura que cuando él te vea, inmediatamente querrá proponerte matrimonio."
La señora Gardiner observaba a su cuñada y de cierta forma compadecía a sus sobrinas. Ella no era una mala persona, y sin duda alguna quería lo mejor para sus hijas, pero no tenía la capacidad de comprender que había otras formas mucho más efectivas de protegerlas que intentar obligarlas a casarse con hombres que no merecían su cariño.
Por su parte, Jane prefirió no decir nada más. A ella no le gustaba mentir y no tenía talento para fingir lo que no sentía. Cuando llegara a Londres pensaba mandarles una nota a Caroline y Louisa dejándoles saber que estaba en Londres, aunque sabía que probablemente, ellas jamás la contactarían. Era más que evidente que ellas deseaban que su hermano se casara con una mujer con conexiones y una buena dote como la señorita Darcy.
Para no tener que soportar más las impertinencias de su madre, Jane se excusó diciendo que quería caminar por el jardín aprovechando que había salido el sol. Ella necesitaba mantenerse tranquila para poder planear todo lo que pensaba hacer una vez llegara a Londres. Ella necesitaba encontrar un buen hombre con una situación económica estable y que estuviera dispuesto a aceptar que Elizabeth viviera con ellos por cuanto tiempo fuera necesario.
P&P
Elizabeth iba sentada al frente del que sería muy luego su esposo viajando en el lujoso carruaje de los Darcy rumbo a Gretna Green. Ella evitaba a toda costa mirarlo porque no deseaba tener que conversar con él. Ellos llevaban dos días viajando juntos sin hablar más de lo necesario. Elizabeth estaba consciente de que ya no había vuelta atrás y que aunque ella se arrepintiera, después de viajar sola con un hombre por dos días, era inevitable casarse con él.
Afortunadamente, el señor Darcy se había comportado respetuosamente, había respetado su silencio y le había dado espacio para no sentirse agobiada por todo lo que estaba viviendo. Sin duda alguna, el señor Darcy que había conocido en los últimos días era un poco distinto al que ella había imaginado. Aunque él seguía comportándose de una forma fría y distante, al menos le hablaba para comunicarle lo que estaba pasando y siempre le preguntaba si estaba bien o necesitaba algo.
Además, ella no podía ignorar el inmenso cariño que ese hombre sentía por su hermana y cómo estaba dispuesto a protegerla a costa de su propia felicidad. Elizabeth sabía muy bien que el señor Darcy la consideraba una mujer poco atractiva, sin ningún talento y que probablemente jamás podría sentir por ella nada más que gratitud. Pese a eso, él estaba dispuesto a unir su vida a ella para salvar a su hermana de la humillación y el desprecio social. Aquello contrastaba con la actitud de sus propios padres que pretendían forzarla a casarse con el señor Collins para resolver sus problemas sin considerar su derecho a ser feliz.
Elizabeth había observado al señor Darcy con otros ojos en los últimos días y no podía negar que era un hombre muy guapo. Pero además era rico y joven por lo que probablemente podría haberse dado el lujo de escoger a cualquier mujer como su esposa. Después de compartir unos días con él en Netherfield, ella sabía muy bien lo orgulloso y exigente que era en sus gustos y la mala opinión que tenía de ella y toda su familia. Ella estaba segura que si las circunstancias hubieran sido otras, él jamás le hubiera propuesto matrimonio a alguien tan insignificante como ella y probablemente la elegida hubiera sido una mujer hermosa con una gran dote y parte de los primeros círculos.
Pero pese a que Elizabeth reconocía que su opinión del señor Darcy había mejorado, ella no se había olvidado de lo que ese hombre le había hecho al señor Wickham y por eso no pensaba confiarse. Él mismo había reconocido que era de naturaleza resentida y no perdonaba fácilmente las faltas de otros, por eso ella se había propuesto mantenerse siempre alerta y no darle motivos para enojarse con ella.
El señor Darcy estaba nervioso y bastante intranquilo porque cuando planeó casarse para proteger a Georgiana siempre pensó que sería algo más parecido a una transacción comercial que a una boda. Él pensaba casarse con una buena mujer que lo ayudara a resolver el tremendo problema que tenía entre manos. Pero en ese momento se encontraba en un carruaje viajando rumbo al norte con una mujer que le provocaba emociones muy fuertes y que no sabía cómo controlar. Eso no le gustaba para nada porque lo que él más necesitaba era mantener la cabeza fría para poder ayudar a su hermana.
El señor Darcy estaba consciente que debía esconder su admiración por Elizabeth y mantener la relación de ellos en el plano estrictamente formal para evitar problemas y mayores confusiones. Una vez resuelto el problema de Georgiana, él tendría la posibilidad de pensar en su propia vida.
"Señorita Bennet, en unos minutos más llegaremos al pueblo. Lo primero que haré será reservar habitaciones en la mejor posada que pueda encontrar. Usted puede aprovechar para refrescarse y cambiarse ropa si lo desea. Por mi parte, yo buscaré un ministro de fe para que oficie nuestra boda, espero que esté de acuerdo con lo que le he propuesto."
"Me parece razonable, señor Darcy. Además le agradezco que me de un tiempo para descansar y cambiarme ropa."
"Hemos viajado mucho durante las últimas horas y comprendo que debe estar agotada. Además, me gustaría explicarle cuáles son los planes para después de la boda, claro, si usted no tiene inconveniente."
Elizabeth no pudo evitar ruborizarse. Ella estaba sola en un carruaje con un hombre que pronto sería su esposo y sentía mucha incertidumbre. Pero estaba consciente de que era muy tarde para arrepentirse y que no tenía otra alternativa más que seguir adelante con el plan.
"Aunque tengo claro las razones por las que nos uniremos en matrimonio, creo que es importante discutir aquellos pequeños detalles que harán más fácil nuestra convivencia," explicó Elizabeth un poco más serena.
El señor Darcy notó como Elizabeth se ruborizaba y sintió una ternura muy grande al verla tan vulnerable. Una mujer como ella merecía mucho más que un esposo a medias, pero si él no podía quererla como ella se merecía, al menos podía ofrecerle su protección.
"Le agradezco mucho que comprenda lo importante que es aclarar ciertos puntos para evitar futuros malos entendidos. Una vez que nos hayamos casado, pasaremos la noche aquí. Mañana partiremos muy temprano rumbo a Derbyshire, y si no hay inconvenientes en el camino, llegaremos a mi hacienda en dos días más. La única que conoce la naturaleza de nuestra unión son la señora Reynolds y mi primo Fitzwilliam. El resto de la servidumbre, mi familia y amigos pensarán que nuestra apresurada boda es porque estamos enamorados. Espero que usted no olvide eso para evitar despertar sospechas o rumores."
"Comprendo, señor, ¿pero debo actuar de alguna manera en especial?" preguntó Elizabeth un tanto confundida.
"No, sólo actuar como lo hace una esposa," dijo el señor Darcy.
"No creo que a usted le gustaría que yo actuara como lo hace mi madre con mi padre," dijo Elizabeth sin poder evitar sonreír.
"Supongo que no," replicó el señor Darcy, sonriendo.
"¿Cómo eran sus padres, señor Darcy? Los míos casi no se comunican y cuando lo hacen es sólo para discutir. Mi padre hace comentarios sarcásticos y mi madre grita y reclama si mi padre no hace lo que ella quiere."
"Mis padres no pasaban mucho tiempo juntos, pero siempre tuvieron una relación cordial. Aunque mis recuerdos no son tan claros porque mi madre falleció cuando yo tenía doce años."
Elizabeth notó que el señor Darcy se entristeció un poco al hablar de sus padres fallecidos y comprendió un poco lo que sentía. De cierta forma, ella tampoco tenía padres.
"Entonces creo que lo mejor que podemos hacer es tener una relación cordial en frente de los empleados y el resto de su familia y discutir cuando nadie nos vea," concluyó Elizabeth al ver que el carruaje entraba al pueblo.
"Le agradezco que entienda, señorita Bennet. Sólo tengo una petición más que hacerle, y espero que no tenga objeción." Al ver que Elizabeth lo miraba con curiosidad, él explicó, "Señorita Bennet, quiero que mi hermana piense que nuestra unión se basa en el afecto y la admiración mutua. Ella ha sufrido mucho y no deseo que se sienta más culpable de lo que ya se siente."
"Comprendo, aunque debo aclararle, señor, que no me gusta mentir. En ese respecto prefiero no decir nada, pero prometo que tampoco contradeciré lo que usted le informe sobre nuestra relación."
"Muchas gracias, señorita Bennet," dijo el señor Darcy.
El carruaje se detuvo y el ayudante del cochero abrió la puerta para que su patrón descendiera. El señor Darcy ayudó a Elizabeth a bajar y ambos entraron a la posada sabiendo que el próximo día saldría de allí convertidos en marido y mujer.
P&P
Jane llevaba dos días en Londres, y aunque los Gardiner y sus hijos eran muy cariñosos y considerados, ella no podía evitar estar triste y nerviosa. Hace tres semanas que nadie sabía nada de Elizabeth, y aunque Jane intentaba mantenerse optimista, había momentos en los que se dejaba llevar por la desesperanza y no podía evitar pensar en lo peor. Ella era la hermana mayor, y si sus padres no habían sabido proteger a su hermana, ella debía hacerlo.
Aunque Jane no tenía ánimo de interactuar con otras personas, esa velada estaban invitados a una reunión social en la que tendría la oportunidad de conocer caballeros elegibles. En el último mes, Jane se había dado cuenta de lo dura que era su realidad y había abandonado todos sus sueños y fantasías juveniles. En ese momento, ella sólo aspiraba a conocer a un hombre bueno que la ayudara a rescatar a su querida hermana de una vida incierta.
"Jane, querida, ¿estás lista?" preguntó la señora Gardiner un poco preocupada. Ella y su marido habían conversado en más de una oportunidad sobre la situación de sus sobrinas.
"Sí, tía, estoy lista," respondió Jane con una sonrisa triste.
"Jane, sólo quiero que sepas que tu tío y yo estamos dispuestos ayudarte. Por favor, no te sientas forzada a tomar una decisión apresurada, más tarde te puedes arrepentir."
"Tía, no quiero que se preocupen por mí o por Elizabeth. Ustedes tienen sus hijos y sus propios problemas. Por favor, les pido que confíen en mí y me apoyen. Créeme, tía, sé muy bien lo que estoy haciendo.
La señora Gardiner acarició a su sobrina en la mejilla y prefirió no decir nada más. El señor Gardiner entró en el cuarto y les dijo a las damas que el carruaje estaba listo y que era hora de partir rumbo a casa de los Benedict.
Amanda Lewis era reconocida y admirada entre las familias de comerciantes y pequeños banqueros. Su esposo Benedict había establecido una importante firma de abogados que se encargaba de tramitar documentos legales y asesorar a sus clientes en materias de negocios.
Amanda era hija de un pequeño comerciante de Scarborough y cuando tenía veinte años se casó y se mudó a Londres con su joven esposo, que en ese momento trabajaba como procurador en una prestigiosa firma de abogados. Amanda y su hermano James siempre fueron muy unidos, pero debido a la distancia les fue difícil mantener una relación más fluida.
James heredó la pequeña tienda de telas de su padre y la convirtió en un lucrativo negocio que importaba y exportaba telas de muchas partes del mundo. Cuando varios años atrás su querido hermano falleció, ella intentó acercarse a sus sobrinos, pero sólo Charles se mostró interesado en mantener una conexión con ella y su familia.
Cuando los Gardiner llegaron a casa de los Lewis, muchos de sus amigos habían llegado y estaban reunidos en el salón conversando. En cuanto Jane entró, más de un joven caballero se sintió interesado en conocerla.
El señor Bingley se sentía muy triste y desolado. Él no deseaba ir a casa porque no tenía ganas de escuchar los constantes lamentos de Caroline y los reclamos de Louisa. Había ido al club con la esperanza de encontrarse con algún amigo y poder conversar para distraerse, pero allí no había nadie con quien pudiera conversar. Usualmente cuando él necesitaba un lugar para escapar de su hogar se iba a Casa Darcy. Pero desgraciadamente, su amigo estaba inubicable y nadie supo decirle dónde estaba o cuándo regresaría.
Por eso el señor Bingley decidió ir a casa de su querida tía Amanda. Ella siempre lo recibía con mucho cariño y le contaba historias de cuando ella y su padre eran niños.
Cuando el señor Bingley entró a casa de los Lewis se dio cuenta de que tenían visitas. Él pensó en irse para no importunar, más que mal estaba llegando a una hora no adecuada para visitas y sin haber sido invitado.
"Querido Charles, no sabes el gusto que me da verte," dijo Amanda mientras besaba a su sobrino en la mejilla.
"Lo siento, tía. Si hubiera sabido que tenías visitas habría venido en otra ocasión. Pero por favor no te preocupes por mí, puedo regresar otro días," dijo el señor Bingley un poco avergonzado.
"No digas tonterías, querido. Sabes muy bien que siempre eres bienvenido en esta casa. Además, tú eres un caballero muy sociable y no creo que te moleste tener que compartir con mis amigos, que aunque son comerciantes, son muy distinguidos y simpáticos. Además, después de cenar jugaremos a las cartas y tu tío Benedict estará feliz de poder ganarte. Aún no olvida aquella vez que le ganaste todas las partidas."
"Gracias, tía. Será un honor pasar una velada con ustedes y vuestros distinguidos amigos," dijo Charles un poco más animado.
Amanda notó un dejo de melancolía en la mirada de su sobrino y quiso hacerlo sentir bienvenido. Ella sabía que por la naturaleza afable de Charles, muchas personas no lo tomaban en serio o trataban de sacar partido de él, especialmente sus dos hermanas.
El señor Bingley estaba contento de estar en casa de su tía. Seguramente, él pasaría una velada agradable que le ayudaría a olvidarse de su creciente pena. Pero cuando entró al salón lo primero que vio fue a aquella mujer con la que soñaba todas la noches.
Sin pensarlo, se dirigió donde ella estaba conversando con un caballero y dijo impulsivamente, "Señorita Bennet, no sabe el gusto que me da verla."
Jane escuchó una voz que le hablaba y cuando levantó su cabeza para ver quien era, no pudo evitar ruborizarse y decir con voz temblorosa, "Señor Bingley."
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Tal como el señor Darcy le había dicho, después de dos días de viaje, finalmente habían llegado a Pemberley. Elizabeth no podía creer lo hermosa y lujosa que era la hacienda del señor Darcy. Ella había escuchado que él era un hombre rico y que era dueño de la mitad de Derbyshire, y ahora lo estaba comprobando con sus propios ojos. Pero más allá de lo hermosa que lucía la mansión, lo que más la había sorprendido era la naturaleza que la rodeaba.
"En pocos minutos más llegaremos, espero le haya gustado su nueva casa, señora Darcy," dijo el señor Darcy intentando no mirar a Elizabeth.
"Es muy bonita, señor Darcy. Pero creo que este parque rodeado por aquel hermoso bosque y aquel lago son igual de hermosos. Pareciera ser que la casa y la naturaleza que la rodea están en perfecta armonía," replicó Elizabeth mientras no podía dejar de mirar al pequeño lago. La tarde estaba cayendo y el reflejo de los últimos rayos del sol creaban una escena verdaderamente paradisiaca.
"Así es, señora Darcy," dijo el señor Darcy y no quiso agregar nada más para evitar decir algo fuera de lugar. Él había visto a tantas mujeres mirar a la mansión de Pemberley con ojos de deseo y avaricia, que ver a Elizabeth tan absorta mirando la naturaleza, le provocaba una serie de emociones que prefería ignorar.
Desde que se casaron, el señor Darcy había procurado interactuar lo menos posible con su nueva esposa. Ella también parecía lejana y distante, por lo que decidió no forzarla. Ambos necesitaban tiempo para pensar y adaptarse a su nueva realidad.
Cuando finalmente el carruaje se detuvo en frente de la entrada principal, la señora Reynolds y todos los sirvientes estaban alineados esperando conocer a la nueva señora de Pemberley. El señor Darcy descendió del carruaje y abrió la puerta para su nueva esposa y le ofreció su brazo.
Elizabeth estaba muy nerviosa porque sabía que esa sería su primera prueba. Ella se había vestido con su mejor vestido de tarde y se había peinado con mucho cuidado porque sabía que debía causar una buena impresión. Ella se había prometido ser una buena esposa. Aunque estaba segura que jamás podría amar a un hombre que apenas se dignaba a dirigirle la palabra, Elizabeth no deseaba darle a su nuevo esposo motivos para quejarse de ella o su comportamiento.
"Señora Darcy, permítame presentarle a nuestra ama de llaves, la señora Reynolds," dijo el señor Darcy muy serio. Él se sentía incómodo pretendiendo que ellas no se conocían.
"Señora Darcy, bienvenida a Pemberley," dijo la señora Darcy haciendo una pequeña reverencia.
"Muchas gracias, señora Reynolds," replicó Elizabeth muy nerviosa.
El señor Rusell, también se acercó a la nueva señora Darcy, la saludó con mucha reverencia y cordialidad y comenzó a presentarle a los lacayos y las sirvientas.
El señor Darcy no podía dejar de mirar a Elizabeth. Ella saludaba con una hermosa sonrisa a cada uno de los sirvientes y podía ver como ellos la miraban con admiración. En ese momento pensó que le hubiera gustado que las cosas hubieran sido distintas y poder presentar a su nueva esposa después de haberse casado como Dios manda en una iglesia rodeada de familia y amigos. Pero el señor Darcy también sabía que de no ser por el grave problema que estaba pasando, él jamás se hubiera casado con una mujer como ella.
"Señor," dijo la señora Reynolds, interrumpiendo los pensamientos de su joven patrón.
"Dígame, señora Reynolds," dijo el señor Darcy. Él se dio cuenta de que el ama de llaves lo había estado observando e intentó fingir que estaba mirando hacia el jardín.
"La señorita Darcy los está esperando en la sala de estar de su habitación."
"Entiendo," dijo el señor Darcy y se acercó a su esposa.
Después de unos minutos en que Elizabeth saludó a los sirvientes, el señor Darcy le ofreció su brazo e ingresaron a la casa para ir a saludar a Georgiana.
"Señora Reynolds, me encargaré de que los lacayos pongan el equipaje del señor y la señora Darcy donde corresponda," dijo el mayordomo.
"Gracias, Rusell. Yo iré a hablar con la cocinera," replicó la señora Reynolds mientras observaba a su patrón entrar a la casa con su nueva esposa del brazo. Ella conocía muy bien a su joven patrón, y aunque podía estar equivocada, ella creía haber visto admiración en los ojos del señor Darcy mientras miraba a la señora Darcy.
'Espero estar equivocada, porque de lo contrario, estaremos en graves aprietos,' pensó la señora Reynolds, preocupada.
P&P
Gracias a todos los que dejan comentarios y siguen la historia con mucho entusiasmo.
En el próximo capítulo Jane se verá enfrentada a un gran dilema y Elizabeth conocerá a su cuñada y se dará cuenta que es muy distinta a su arrogante hermano.
Quiero recordarles que mi hija acaba de publicar "Rivarly" por si alguien la quiere leer nuevamente o por primera vez. Está disponible en K y KU.
¡Nos vemos pronto!
Saludos,
Yo
