¡Muy buenas tardes! ¡Espero todos estén muy bien! La historia avanza, y ¡aquí les comparto un nuevo capítulo! Gracias por acompañarme en esta aventura. ¡Muchas bendiciones!
"UNA DECISIÓN DE VIDA"
CAPÍTULO XXIV
"¿Me mandaste llamar?", preguntó la tía abuela al ingresar al despacho del Patriarca Interino, mientras el mayordomo auxiliar cerraba la puerta tras de ella.
Alistear Andley levantó la vista de los múltiples documentos desplegados sobre el escritorio en los que trabajaba y le sonrió a su tía abuela Elroy, poniéndose de pie. "Sí, tía abuela. Pase adelante. Por favor, tome asiento." La invitó educado con su mano. Sin importar lo alto de su cargo, el otrora inventor ocasional - ahora solo activo en sus tiempos libres -, actuaba sin pretensiones de ningún tipo, y se caracterizaba por su gentileza en el trato a todos, en especial al personal de las propiedades y empresas del Consorcio Andley, ganándose rápidamente el cariño y respeto, tanto de la familia, como del personal de la empresa.
"¿Es algo serio?" preguntó la dama de vestido lavanda con delicado encaje blanco, italiano, decorando sus mangas y cuello, al acercarse y ver que George se encontraba también presente, de pie junto a su nieto, con un documento en sus manos. La dama tomó asiento frente a ellos en la silla ante el escritorio, y se quedó viendo a su nieto quien aún de pie, no supo qué responder a su pregunta.
Alistear, apartando la mirada de su tía, tomó una respiración profunda y viendo a George. "Por favor, George, prepara lo conversado. Y avisa a mi esposa también."
"Sí, señor Andley." Dijo su eficiente administrador, dejando el documento que tenía en sus manos sobre el escritorio, e inclinando su rostro a su interlocutor. Luego miró hacia la seria dama frente al escritorio y agregó, "Señora Andley." El caballero inglés hizo una pequeña reverencia hacia ella, pero Elroy no le contestó, solo inclinó la cabeza levemente sin voltear a verlo. Desde lo sucedido con Anthony, al enterarse de que por una conversación indiscreta de parte de él con sus primos, el muchacho se había enterado de todo el plan, la relación entre ambos ya no era cordial, solo estrictamente laboral.
La tía abuela esperó a que George abandonara el recinto, y al escuchar la puerta cerrarse a sus espaldas, la altiva dama habló con libertad. "Bien, Alistear, ¿de qué se trata? ¿Hay alguna emergencia con las empresas?" preguntó intrigada.
"No, tía abuela, descuide." Dijo Stear tomando asiento otra vez a la cabeza del impresionante escritorio de cedro. "En realidad, esta vez, no es nada referente a las empresas Andley." Dijo pacientemente el Patriarca. "Al menos todavía no…", completó para sí mismo en voz baja, alzando uno ceja no muy convencido.
"¿Cómo dices, Alistear?", preguntó la dama, no había alcanzado a escucharle bien.
"Digo que al menos no tiene que ver con el Consorcio, tía abuela." Continuó sonriente Alistear. "La llamé porque tengo una noticia muy importante que darle." Continuó el joven de lentes, cruzando sus manos frente a él, sobre su escritorio. "Archie y yo lo discutimos hace algunos días y pensamos que lo mejor sería decírselo ahora para que la impresión no la afectara demasiado… es decir, para que… bueno… que usted ya estuviera enterada cuando sucediera." Le dijo algo nervioso.
"Me estás asustando, Alistear." Le dijo la tía frunciendo el ceño.
"Tía abuela," le dijo el elegante muchacho de lentes, poniéndose de pie nuevamente, viéndola a los ojos con seriedad, "Esta mañana llegaron a Chicago dos miembros muy importantes de nuestra familia, cada uno con sus respectivas familias. Vino Archi junto con Annie desde Nueva York…"
"¡¿Y por qué no me lo dijeron antes?!" protestó la dama al nomás escuchar el nombre de su otro nieto. "George me había dicho que los veríamos hasta que viajáramos a resolver lo de los contratos con los Rockefeller en esa ciudad, que ellos habían informado que no podrían venir antes por el estado de embarazo de Annie."
"Y desde Norfolk", continuó su nieto, ignorando su protesta, "…vino también Anthony, tía abuela… junto con su esposa Candy y sus dos hijos." Concluyó Alistear viendo a la anciana a los ojos con una leve sonrisa llena de sentimiento y alegría. La dama Elroy se quedó de piedra viendo la mirada sincera de su nieto. Al terminar de escucharlo ni siquiera parpadeó, si siquiera respiró, con su mano apoyada aún en el brazo de la silla labrada en que estaba sentada, guardó silencio mirándolo incrédula. Pasó tanto tiempo así que por un momento el Patriarca Interino sintió temor de no haber impedido el shock que justo trataba de evitar junto con su hermano, temiendo de pronto que la anciana se desmayara frente a él.
"¿Tía?" le dijo comenzando a esquivar su escritorio para ir hacia ella antes de que eso sucediera.
"¿Por qué?" dijo con un hilo de voz la anciana, al volver a respirar y mirarlo. "¿Por qué vinieron?" dijo al fin. Sus ojos ya estaban llenos de lágrimas al preguntar, pero permanecía estoica intentando contenerse. No quería albergar falsas esperanzas sin saber los motivos reales de la llegada de su nieto y de su familia.
Alistear la miró con cariño y terminando de caminar hacia ella, se hincó junto a su silla y apoyó su mano sobre la de ella, en el brazo de la silla.
"Vino por usted, tía abuela." Le dijo sincero. "Y quiere hablar con usted."
La señora Elroy tembló. "¿Lo dices en serio, Stear?" preguntó, olvidando de pronto el nombre que debía decirle como Patriarca.
El muchacho asintió sonriéndole, "Archie y yo le hemos estado platicando los últimos años cuando los visitábamos, tía abuela, y creo que finalmente decidió darnos otra oportunidad." Le habló en plural esa última parte, sabiendo bien su tía que, en realidad, se refería solo a ella.
Una sonrisa se atrevió a asomarse a sus trémulos labios, "Y… ¿a qué hora los esperamos?" dijo esperanzada, tratando de mantener su compostura.
"Por eso pedí que George le avisara a Patty, tía. Archie me llamó y me avisó que ya están instalados todos en la mansión Cornwell."
La tía abuela se sorprendió. "¿En la Mansión Cornwell...? Pero ¿por qué allí?"
"Es que Anthony se sentía más cómodo así, tía abuela." Le explicó.
En realidad, Anthony lo había escogido así por Candy. Prefería mantener su distancia y hablar en un lugar neutral donde la tía abuela no pudiera menospreciar o echar a Candy de llegar a lo peor. Y así solo podría llevar a los niños a visitarla sin que su pecosa se sintiera incómoda si las cosas no salían bien.
"Pues entonces", dijo la entusiasmada dama, "¡¿Qué estamos esperando, Stear?! ¡Vamos pronto!" La anterior Matriarca del Clan Andley se puso de pie y se dirigió a la puerta del despacho apresurada. "¿George ya tendrá el vehículo listo?" le preguntó, volviéndose, "No importa. Llevaremos dos vehículos por si luego quieren venir a cenar a casa con nosotros."
"¿No desea cambiarse antes, tía abuela?" preguntó sorprendido su nieto, incorporándose, caminando tras ella. Ella se cambiaba siempre antes de salir a cualquier lugar. Era una regla de etiqueta vital para la elegante ex Matriarca.
"¡¿Acaso te has vuelto loco?" Ella se sorprendió, "¡Ya perdí muchas cosas por tonterías como esas, Stear! ¡No lo haré más!" le dijo. "¡Vamos!, apresúrate, hijo. Mis otros nietos me esperan." Y salió del recinto con prisa, y Stear, asintiendo, con una sonrisa ilusionada, salió también apresurado de su despacho, cerrando la puerta tras de sí, e intentando seguirle el paso a su emocionada tía.
En la Mansión Cornwell, Candy caminaba intranquila de un lado a otro de la bella sala victoriana, teniendo las hermosas vistas al Lago Michigan de fondo a través de los altos ventanales. Su vestido celeste hasta los tobillos, de manga larga, en seda y encaje blanco, con botones blancos al frente y cuello en V, y sus zapatillas blancas con un pequeño tacón, la hacían verse encantadora y elegante, con su cabello dorado recogido, y luciendo un largo collar de perlas que Anthony le había regalado la navidad pasada. Toda una visión, pensaba su enamorado esposo, viéndola caminar inquieta por el lugar, sobre todo porque sus formas femeninas habían sido favorecidas positivamente durante los últimos años por la maternidad.
"Candy…" le dijo Anthony interceptándola en uno de sus tantos recorridos al pasar cerca de él. Él también estaba elegantemente vestido con un traje de corte inglés gris claro y chaleco gris Oxford y corbata negra. Tomándola de frente por su cintura, el rubio le sonrió, "Tranquilízate, amor", le dijo amable, sosteniéndola en sus brazos. "Verás que todo saldrá bien. Tú misma me lo dijiste, ¿recuerdas?" Su pecosa hizo un puchero adorable. Ella recordaba bien esas palabras dichas por ella, pero a medida que las manecillas del reloj de pie en esa sala avanzaban, su anterior certeza poco a poco se iba diluyendo. Claro que no pensaba admitirlo ante su príncipe.
"Es verdad", dijo suavecito la rubia.
"Como quedamos, yo hablaré primero con ella," dijo el alto muchacho, "y dependiendo de esa conversación, ya sea iremos con ustedes a la habitación de los niños para que los conozca, o simplemente quedará en un nuevo impase entre nosotros y ya, eso será todo. Ellos ya no tienen más poder sobre nosotros, amor. Confía en mí."
La elegante rubia le sonrió con ternura al escucharlo, pero luego su fachada de confianza desapareció mostrando un rostro compungido otra vez para sorpresa de su esposo. "Sé lo que dije antes, amor, pero ahora… no lo sé", dudó apenada. "Ahora que ya estamos aquí… tengo miedo, Anthony." Le dijo mirándolo a sus profundos ojos azules, "¡No quiero perderte, amor!" Dijo de pronto angustiada, y se abrazó a él con fuerza. "¡No quiero que nos alejen otra vez!"
"Pero ¿qué dices, Candy?" Anthony rió divertido, tratando de no ofenderla. La aproximación de la hora del encuentro estaba teniendo un efecto contrario en él, un sentimiento de repentina seguridad y confianza, a diferencia del efecto de inseguridad que estaba experimentando su pobre pecosa. "Eso no pasará, amor", le dijo el joven Brower confiado, acariciando su espalda con ternura. "¿Perderme? ¡Eso es imposible, pecosa!", él besó su coronilla. "Solo venimos a una visita corta a la familia y luego volveremos todos juntos a casa. Recuerda que con el hundimiento del buque Illinois la semana pasada, tendré que regresar lo antes posible a Virginia." Le dijo con más seriedad.
Candy recordó cuando se enteraron por los periódicos de lo sucedido al buque, al detenerse el tren en una de las estaciones principales de camino a Chicago. Anthony llamó desde correos a su sede en Virginia para saber la situación de la naviera y avisó que volvería antes de lo previsto; así que, con seriedad también, la joven trató entonces de calmar sus nervios, y lo miró a los ojos, asintiendo más serena. Él tenía razón, ellos ya no eran aquellos chicos indefensos e impresionables de antes, huyendo con temor del poder de los Andley. Ahora ambos eran una pareja estable y unida, con un hogar con dos hijos maravillosos y con responsabilidades serias de adultos en su ciudad de residencia. Sobre todo, Anthony, que había estado luchando con la naviera y las grandes pérdidas que había tenido desde los inicios de la guerra, al asumir su dirección parcial en diciembre de 1914, siendo CEO total ahora, con la aprobación de su junta directiva.
"Tienes razón, amor.", dijo la pecosa apenada por inquietarlo más, y miró hacia arriba a su esposo, sin romper el abrazo. "Ya no sé ni lo que digo." Reconoció la rubia cambiando de ánimo y sonriéndole otra vez. "Perdóname, amor. Es que… estar tan cerca de tu familia, trajo a mí antiguos sentimientos que no tenía desde hace tiempo."
Anthony asintió, comprendiéndola, y besó su frente, "No eres la única en sentirte así, amor" le dijo sincero, apreciando su bello rostro de muñeca con fascinación. Amaba cada una de sus pequeñas pecas y la belleza de sus ojos verde esmeralda al mirarle así, como lo hacía ahora, con amor… con adoración... Para él era casi hipnotizante verla sonreírle con tal candor…
"Prometo no dudar más de nuestra decisión, mi Príncipe." Le dijo Candy con confianza, recobrando su anterior optimismo. Y poniéndose de puntillas lo besó inocente en los labios para agradecerle. Al separarse, Anthony le sonrió de vuelta y la atrajo nuevamente hacia él, besándola nuevamente, pero esta vez con mayor intensidad. Candy rió por su reacción, sin romper su beso, y sus brazos se elevaron confiados rodeando el cuello de su esposo con emocionada aceptación… y la pecosa se encontró luego de un momento acariciando el corto cabello dorado en la base del cuello de su alto marido, tirando de él con adoración, con suavidad, con posesión, sin recordar el efecto que esto tenía en su enamorado esposo. Llevaban días de abstinencia al viajar con sus dos pequeños a lo largo de cuatro estados, en su recorrido de tren hasta Chicago. Y como a Candy le gustaba cuidar ella misma a sus pequeños, por eso, a la fecha, no tenían una niñera, solo la señora Jones que en su casa de Virginia la ayudaba con ellos, aunque ahora contaban también con dos sirvientas más y un mayordomo menor y un jardinero, estando la pecosa felizmente a cargo de los dos pequeños. Pero el que así lo hiciera implicaba que Anthony también que colaborar con atender a los niños cuando ambos estaban fuera de casa, lo cual hacía el rubio con verdadero gusto y dedicación. Siendo ya todo un experto. Quizás cuando tuvieran más hijos en el futuro, pensó Anthony, ya buscarían a alguien más, una niñera que los ayudara a tiempo completo. - La idea hizo sonreír a Anthony mientras besaba a su pecosa, abstraído de la realidad por un momento al sentir los pequeños mordiscos juguetones de la rubia en sus labios en respuesta a sus besos. -
Sin pensarlo mucho, Anthony levantó con naturalidad a su esposa en brazos y la recostó en el sillón más grande en la sala, haciéndola reír otra vez por su desesperación, pero sin interrumpir su inesperado entusiasmo.
Anthony dejó por un momento sus labios y comenzó a besar su níveo cuello, haciéndola suspirar, mientras su traviesa mano desabotonaba con maestría varios de los botones del frente del fino vestido de su esposa, acariciando luego entre sus dos generosos montes cubiertos por un fondo especial para madres que se abría al frente por tres pequeños lazos, y esquivando su protección hábilmente sin desatarlos, acarició suavemente la base de uno de sus generosos pechos con sus dedos, sin estrujarlo fuertemente en realidad. No quería incomodarla derramándolo. Lo hacía enamorado, sin poder evitarlo, mientras mordisqueaba el suave lóbulo izquierdo de la rubia con ternura para luego atreverse también a succionarlo apasionado entre sus labios, haciendo a su pecosa exclamar su nombre con súbito anhelo.
La labrada puerta de la sala hizo ruido de pronto al abrirse y los dos enamorados, vueltos de pronto a la realidad, al tratar de levantarse rápido, resbalaron juntos a la alfombra con una exclamación de sorpresa. Ambos se incorporaron al instante, poniéndose de pie de inmediato Candy con la ayuda de su marido, arreglando el muchacho su traje con la corbata a medio hacer y la rubia, vuelta de espaldas, abotonando su vestido con rapidez, viendo apenados hacia todas partes, menos hacia quien acababa de entrar en la sala. Afortunadamente el sillón que escogiera Anthony daba de espaldas hacia la puerta.
"Lo siento." Dijo una voz familiar. "Por primera vez olvidé tocar antes de entrar."
"¡Tía abuela!" dijo Anthony viendo por primera vez a quien había entrado.
"¡Señora Elroy!" dijo Candy horrorizada, llevando sus manos a su rostro sonrojado.
La tía abuela se les quedó viendo a ambos al detenerse a unos pocos metros de ellos, y advirtiendo el cabello despeinado y el vestido arrugado de una y lo desarreglado de la corbata y despeinado del otro, ambos mirándola con expresiones consternadas por primera vez en su vida, la orgullosa dama de hierro simplemente comenzó a reír, divertida por la situación. "Hay niños…" dijo sonriéndoles. "Lamento no haber tocado antes para no interrumpir. Lo lamento."
"Tía abuela…" / "Señora Elroy…", dijeron los dos otra vez, bajando el rostro, sonrojados.
La anciana se les quedó viendo sonriente luego de un momento, enternecida y, sin embargo, su expresión poco a poco fue cambiando de una sonrisa amplia a una expresión triste de contrición. "Perdónenme." Les dijo de pronto, llamando la atención de los apenados esposos que miraban a otra parte. "De verdad, siento mucho lo sucedido." Les dijo viéndolos a ambos. "Mi orgullo me cegó", dijo bajando la vista con pena, y ambos esposos comprendieron entonces que no hablaba de su reciente irrupción en su pequeño encuentro romántico.
"Tía abuela…", dijo su nieto nuevamente, esta vez asombrado.
"Perdóname sobre todo tú, Candy", dijo la anciana, viéndola a los ojos otra vez, y haciendo que la pecosa llevara una de sus manos a su corazón al escucharla con emoción decirle algo que jamás creyó posible escuchar de ella. "Creo que… olvidé toda la buena instrucción recibida en mi juventud, y no consideré lo que implicaba para ti el apartarte de esa manera de mi nieto."
Anthony se acercó a su esposa y la abrazó junto a sí por la cintura en protección, devolviendo su mirada azul a la tía abuela frente a ellos, con un sentimiento combinado de incertidumbre y reservado dolor.
Continuará…
¡Gracias por leer!
Y muchas gracias a todos por sus comentarios al capítulo anterior. Gracias, querida Julie-Andley-00 (¡Qué bueno que te agrade el giro que dio la historia! ¡Un abrazo, amiga!), Ailee16 (¡Hola, por supuesto que lo vi! Son los únicos datos que cambian ahora en mi registro, ya que no registra ni vistas ni visitantes a la historia. ¡Vaya que esto sí! ¡Ji, ji, ji! Me alegra que te esté gustando. Te invito a leer mi otra historia MI REALIDAD, al concluir ésta, para que no se te revuelvan. ¡Un abrazo, y bienvenida otra vez!), Anguie (Sí, a mí también me agrada ver lo unidos que son. Lo eran de pequeños, era predestinado que solo mejorarían con el tiempo. ¡Un abrazo, Anguie!), gracias Sharick, Guest 1, Guest 2, Mayely león, Guest 3 (¡Muchas gracias, te agradezco!), Guest 4 (Sí, ¡es hermoso verlos florecer así, como familia! ¡Me alegra que te alegre! ¡Un abrazo!), Guest 5 (¡Muchas gracias! ¡Qué bueno que te gusta!) y GeoMtzR (En este aniversario de un año, querida Georgy, te envío un fuerte abrazo en la distancia. Un ángel bendice tu vida y la de los tuyos desde el cielo con todo su amor, y Dios la bendice a ella, con toda su belleza, amor y juventud eterna. Dios bendiga siempre a tu mami, y a ustedes también. Te quiero mucho. Bendiciones.)
Gracias a todos por tomarse un tiempecito para leer.
Un abrazo,
lemh2001
28 de septiembre de 2023
P.D. La continuación se publicará mañana viernes 29 de septiembre. ¡Hasta pronto!
