-¿No crees que este lugar está demasiado silencioso? – preguntó Hisui, volteando de un lado a otro, en el interior de la cafetería del hospital Shikon.
Sentados frente a una mesa rectangular y blanca, solo escuchaban el lento movimiento de los ventiladores en el techo.
-¡ACHÚ!
Cuando alguien más estornudó, Towa revisó el interior de su chaqueta blanca. Dentro de un bolsillo, Koryu recobraba el conocimiento.
-¿Cómo te sientes? – lo interrogó.
Sin embargo, antes de que pudiera responder, la mesera de turno apareció frente a ellos, dejándoles las cartas del menú con una expresión de pocos amigos, antes de volver a la cocina.
-¡Pero qué señora tan fea! – exclamó el dragoncito. - ¡Mínimo debería peinarse bien!
Salió de la prenda de Towa y voló hacia la silla a su derecha, donde Kirara; despertando brevemente de su siesta, le gruñó. Asustándose por sus enormes ojos, regresó con la chica peliplateada, quedándose en su hombro derecho.
-Oye, lagartija... - lo llamó Hisui.
-¡Soy un dragón! – replicó enojado.
-Lo que seas... – habló seriamente, cruzándose de brazos. – Si nos metes en problemas, también estarás muerto.
-T-Tranquilo, no habla en serio. – comentó la Taisho, volteando la mirada de la criatura hacia el joven Higurashi. – Vamos, Hisui, dile que no hablas en serio.
-¿Ya decidieron que van a ordenar? – preguntó la mesera, apareciendo de repente y sacándoles un susto de muerte a los tres.
-Ah... Sí. – dijo la menor, estudiando el menú. – T-Tráiganos... dos platos de ramen y dos tazas de té, por favor.
La mujer asintió. Dio media vuelta y regresó a la cocina. Al verla desaparecer, los menores suspiraron aliviados.
-¡¿Y mi plato?! – preguntó Koryu.
-Tranquilo, te daré un poco de mis fideos. – respondió Towa.
-¡¿Qué?! – exclamó enojado. - ¡Prefiero comer pegamento echado a perder!
-¿Por qué?
-¡Porque, para mi familia, perteneciente a la servidumbre de los demonios del inframundo, es un pecado mortal degustar del mismo plato de su amo!
-¿Me convertí en "su amo" al salvarlo? - pensó la joven, con una gotita de sudor bajando por su cabeza.
-Entonces te daré de los míos. – dijo Hisui.
-¡Ni de chiste! – se quejó de nuevo, dando manotazos en la mesa. - ¡También está mal visto que seamos alimentados por un "siervo de Dios"!
-Bueno, muérete de hambre. - el muchacho se encogió de hombros, mientras Koryu se volvía de piedra.
En eso, aparecieron sus platos en la mesa, junto a sus tazas de té.
-Buen provecho. – bufó la mesera, dándoles la espalda.
-Gracias... - hablaron y asintieron al mismo tiempo.
-¡Hipopótamo!
Con ese grito de Koryu, la mujer volteó indignada, al mismo tiempo que los jóvenes se giraban hacia las puertas, avergonzados por dentro.
-¡Towa!
Rin, acompañada por Sarada, Moroha, Sakura y Boruto, apareció de repente en el sitio, corriendo de inmediato hacia su hija para abrazarla. No obstante, cuando sus ojos magenta se toparon de nuevo con los de la menor de cabello negro, volvió a asustarse, levantándose de la silla y retrocediendo unos pasos hacia la pared.
-¿Towa? – su madre la llamó confundida.
-¿Qué haces con esa niña? – la interrogó, molesta. - ¿Por qué estás con ella?
-Espera, Towa. – pidió Hisui, haciendo un ademán y poniéndose de pie. - Kirara.
La gatita de dos colas, asintió y saltó del soporte donde dormía, corriendo sin parar hacia los niños. Boruto, Moroha y Sakura sonrieron al verla saltar. Y aunque Sarada, en un principio, se asustó por su apariencia, su opinión cambió en cuanto frotó su peluda cabeza en su pierna derecha.
-¡Le agradas! – exclamó Moroha con una sonrisa, asombrando al rubio.
La niña asintió. Y, reuniendo confianza, se agachó a la altura de la gatita y la cargó con cuidado en sus manos, recibiendo varias lamidas en su mejilla derecha.
-¡M-Me haces cosquillas! – dijo entre risas, antes de ver como saltaba de nuevo y regresaba con Hisui, ubicándose en su hombro derecho.
-¿Eso qué significa? – preguntó Towa.
-No es ella. – respondió el muchacho. – De haber sido la misma niña con la que nos topamos en la tarde, Kirara le hubiera gruñido.
-¿A qué te refieres, Hisui? – lo interrogó Rin, aproximándose más a ellos. - ¿Qué están escondiendo ustedes dos?
La peliplateada respiró.
-No puedo decirte. – comentó seriamente, frunciendo el ceño y mirándola directo a los ojos. - Lo lamento. No quiero ponerte en peligro. Ni a ti, ni a mi padre.
De pronto, las luces del lugar parpadearon. Las aspas de los ventiladores en el techo se detuvieron y las sillas temblaron sobre el piso de azulejos.
Moroha y Boruto, comenzando a asustarse, corrieron hacia Sakura y se aferraron a sus piernas. Sarada, en cambio, se quedó parada junto a ellos, volteando de un lado a otro.
Rin frunció el ceño. Se quitó el arco que portaba en su torso y le puso en medio, una flecha que guardaba en el recipiente de bambú, colgando en su hombro izquierdo.
Detrás de ella, Towa y Hisui juntaron sus espaldas, atentos al momento en el que aparecería el ser sobrenatural. En el hombro del chico, Kirara gruñía. Y, escondido detrás de la joven, Koryu temblaba preocupado.
En eso, las luces se apagaron por completo. Entonces, al prenderse de nuevo, apareció finalmente la niña de ojos carmesí, vestido negro y alas de murciélago.
-¿Qué...? – susurraron Rin y Sakura, girando sus miradas de la recién llegada hacia Sarada.
¡Eran idénticas!
-Juguemos. – comentó la menor de ojos carmesí, sonriendo y dando un par de aplausos, momento en el que las mujeres flotaron unos centimetros del suelo, siendo bruscamente golpeadas en la pared del fondo.
-¡M-Mamá! – gritó Boruto, tratando de correr hacia ella.
Para su mala suerte, la otra Sarada se interpuso en su camino, asustándolo tanto como para hacerlo retroceder.
-¡Towa, Hisui! – gritó Rin, tratando de mover sus extremidades. - ¡Salgan de aquí y vayan a un lugar seguro!
Enojada por su intromisión, la niña volteó, desmayándola, tanto a ella como a Sakura, al mirarlas a los ojos.
-¡¿Q-Qué les hizo?! – interrogó Towa, desconcertada.
-¡Ese es el poder del sharingan! – explicó Koryu. - ¡Todo el que vea esas pupilas rojizas, está condenado a ser víctima de un genjutsu!
-¡Cierren los ojos, rápido! – ordenó Hisui, consiguiendo que los niños lo obedecieran.
Ante eso, la niña volvió a sonreír y a dar un par de aplausos más. Debajo de los pies de los menores, aparecieron varios agujeros negros que los hicieron caer, haciéndolos gritar, mientras la otra Sarada los veía complacida desde la orilla.
Unos segundos después, las luces volvieron a parpadear, regresando el sitio a su estado original. La mesera, escuchando que alguien más había entrado a la cafetería, no dudó en salir de nuevo... encontrando a Rin y a Sakura, desmayadas en el piso al fondo.
PPPPP
-¡Hinata!
Naruto la llamó al bajar del elevador, siendo seguido por Kushina y Nagato. Sin embargo, para la mayor sorpresa de los tres, InuYasha y Kagome eran quienes se encontraban afuera de la habitación, levantándose de las sillas de plástico al verlos llegar.
-¡Vaya! ¡Cuánto tiempo! – los saludó con una sonrisa, acercándose. – Sakura me dijo que se habían mudado hace poco a Tokio, de verás.
-¿Saben algo de Sasuke? ¿Cómo está? – interrogó Kushina, preocupada.
-Está fuera de peligro. – comentó Kagome. – Ahora mismo está con...
-¡Hinata!
De pronto, escucharon un grito por parte de Sasuke, volteando de inmediato a la puerta de su cuarto. El rubio, quien se encontraba más cerca, giró la manija para abrirla. Pero, por más que la empujaba, aun con el apoyo de su hombro izquierdo, no conseguía su objetivo.
-Espera, Naruto. – le pidió Nagato, apartándolo con un ademán.
Al revisar la puerta más de cerca, usando los poderes de su rinnegan, se dio cuenta de las letras malditas escritas en la puerta y en la pared. Por ello, sacó un pergamino de sus ropas y lo colocó en la madera. Acto seguido, juntó las palmas de sus manos y empezó a rezar en latín.
Una vez que las letras malditas fueron selladas en el pergamino, la puerta se abrió por su cuenta, dejando pasar con rapidez a Naruto, a Kushina y al matrimonio Higurashi.
La habitación era un desastre. Las lámparas estaban rotas, con sus vidrios esparcidos en el piso y los muebles, los cuales, también se encontraban deshechos. Como si un camión les hubiera pasado por encima.
De repente, la puerta detrás de ellos se cerró de nuevo. Y las luces del pasillo comenzaron a fallar, parpadeando rápidamente.
Kushina respiró. Y, regresando su atención a su hijo adoptivo, notó que, inclinado hacia adelante y con la vista agachada, abrazaba y protegía a Hinata. El rubio se aproximó a él, poniendo su mano derecha sobre su espalda, consiguiendo que diera un respingo y se levantara.
-¿Qué pasó? – lo interrogó con comprensión.
Tragando saliva, Sasuke se recuperó, tomando mejor a su esposa en sus brazos, de manera que su cabeza quedara sobre su hombro derecho.
-Apareció... otra niña idéntica a Sarada. – explicó, aun con sus extremidades temblando. - Ella hizo este desastre y encerró a Hinata en un genjutsu.
-Eso explica el aura maligna que la rodea. – dijo Nagato, sorprendiendo a los demás. - Una maldición carmesí.
-¿Puedes liberarla? – interrogó Sasuke.
Nagato asintió. Se acercó a la cama, parándose al lado izquierdo de su sobrino, y abrió con cuidado los párpados de Hinata. Cerrando y abriendo sus ojos, consiguió deshacer la ilusión de la niña, provocando que la mujer de cabello azulado tomara aire, como si no hubiera respirado por horas, y saltara asustada sobre las piernas del Uchiha.
-¡YO LOS MATÉ! – exclamó histérica, cubriéndose la cabeza con las manos. - ¡YO LOS MATÉ! ¡NO TENGO PERDÓN!
-¡Hinata, tranquilízate! – le pidió su esposo, tomándola y abrazándola con más fuerza. Al sentir su calor, la aludida tragó saliva y comenzó a llorar. – Ya pasó. – susurró con calma. - Nada de eso fue tu culpa, todo lo hizo Tsubaki.
-"Dos pedazos. Dos almas". – habló de pronto una voz ajena, haciéndolos voltear de regreso a la puerta. Inexpresiva, Kanna sostenía su espejo con sus dos manos, acompañada por Naraku. – "Dos mechones de cabellos".
En cuanto esas últimas palabras salieron de sus pálidos labios, Sasuke y Hinata recordaron de golpe, la noche en la que fueron secuestrados por Tsubaki. Después de quitarles algunos cabellos, los introdujo en la mezcla que preparaba en su caldero, sonriendo con el resultado.
-Las masas de carne... - musitaron al mismo tiempo, atónitos.
-Exacto. – dijo el rey del inframundo. – Una de ellas es Sarada. Y la otra... es la hija de Tsubaki.
-¿Qué? – interrogó Hinata, abriendo sus ojos blancos con desconcierto.
Los demás tampoco podían creer lo que escuchaban, quedando perplejos con su declaración.
-Basándose en el principio que Kanna acaba de mencionar, "Dos pedazos, dos almas, dos mechones de cabellos", Tsubaki fue capaz de crear a dos marionetas humanas que pudieran moverse, hablar y pensar de manera independiente, transfiriendo en ellas, el alma de su hija y el alma de Sarada. El motivo por el que se parecen tanto, como si fueran gemelas, y tienen la maldición del sharingan, se debe al estado, en aquel entonces, del ADN de Hinata y Sasuke. Ella portando todavia su maldición y él, la fruta Tsuchigumo.
-¿Pero cómo fue que Tsubaki consiguió el alma de Sarada? – cuestionó Kagome.
-Lo lamento mucho, Hinata. – comentó, dirigiendo sus afligidos ojos carmesí hacia la aludida. – Sin que me diera cuenta, esa serpiente hurtó el collar une almas y, con la ayuda de una bruja, cambió su hechizo original. Después de eso, cualquier mujer que lo portara en su cuello, estaría destinada a perder su útero.
Su mirada se puso más pálida de lo normal. Kushina y Kagome cubrieron sus bocas con sus manos, consternadas.
-Una vez que el collar activó su habilidad en el cuerpo de Hinata, el alma de Sarada se quedó varada en el mundo astral, una oportunidad que Tsubaki aprovechó, para apoderarse de ella con un conjuro y encerrarla en uno de los cuerpos que creó.
La mujer de ojos aperlados frunció los labios.
-Todo este tiempo... - dijo de repente, agachando la cabeza. - ...creí que solo había sido mala suerte. – las lágrimas se derramaron sobre sus mejillas. – Y ahora resulta... que todo formó parte de un perverso plan hecho por Tsubaki.
Al escuchar cómo se quebraba, Sasuke volvió a refugiarla en sus brazos, estrujando los corazones de Kagome, InuYasha, Kushina y Naruto.
En eso, Kagura llegó a la habitación, manifestándose como un ligero soplo de viento, arrodillándose ante Naraku.
-Lamento el retraso, su majestad.
-Vi en el espejo de Kanna que estabas malherida.
-Así es. – confirmó, asintiendo. - Koryu y yo dimos con la marioneta humana y terminamos siendo víctimas de un ataque que le lancé. Después de caer inconsciente, Hisui Higurashi me llevó con su madre, quien, no solo curó mis heridas... - poniéndose de pie, sacó un pergamino de sus elegantes kimonos y se lo extendió. - ...sino que también me dio más información sobre el conjuro de la resurrección impura.
Tomando el objeto y abriéndolo, Naraku leyó con atención un párrafo escrito a mano, con tinta roja.
-Esto es el colmo. – dijo enojado, arrugando una parte del pergamino.
InuYasha y Kagome se acercaron con curiosidad, leyendo las mismas líneas y abriendo los ojos como platos.
-¿Qué pasa? – Naruto se atrevió a preguntar, teniendo un mal presentimiento por sus expresiones.
-La persona que lleva a cabo el conjuro de la resurrección impura, puede imponer las condiciones que quiera... – explicó la sacerdotisa. - ...para definir el tiempo en el que las almas que invocó sigan existiendo en este mundo.
Fin del capítulo.
CHA, CHAN! D:! Estoy pensando en hacer un especial, al final de la historia. Así que, si tienen preguntas, no duden en comentarlas :3
Nos vemos en la próxima actualización. ¡Ahora sí esto se está poniendo más bueno y ni yo sé como terminará! (Bueno no, si sé, jajaja XD)
Saludos a todos y cuidense mucho, BYE!
