Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada y toda su banda.


Mientras Aioros preparaba el desayuno, algo de cereal y tal vez uno de esos panecillos que le había llevado Hilda, sintió que había algo a sus espaldas, más al voltear y no ver nada lo tomó como algo sin importancia.

Horas más tarde, mientras estaba recostado en el sofá, Aioros mantenía los ojos cerrados, las manos detrás de la cabeza y su mente ocupada escuchando la música que salía por sus audífonos inalámbricos, regalo de Hilda en su aniversario. Todo parecía normal, hasta que volvió a sentir que era observado; alarmado, abrió los ojos y se sentó, mirando a todos lados sin encontrar nada.

En la tarde mientras tomaba una ducha, un escalofrío que le recorrió toda la espalda, producto de la sensación al sentirse observado, provocando que un poco de shampoo le cayera a los ojos. Un grito retumbó en todo el cuarto, y Aioros terminó con irritación y un gran, gran mal presentimiento.

En su habitación, mientras se ponía su delineador y sombra de ojos, Aioros terminó por pintar más de la cuenta, puesto que podía sentir como un par de ojos estaban fijos en él, justo en su nuca.

—Oh, Aioros, ¿vas a salir también hoy? —al ver a su hijo bajar las escaleras a toda velocidad, Sísifo se acercó a la puerta antes de que el joven saliera.

Usualmente, Aioros pasaba todos lo días encerrado en su habitación, viendo el tiempo pasar lentamente mientras se dirigía a la muerte (según sus palabras), a excepción del fin de semana, cuando se obligaba a salir de su hogar para acompañar a Hilda, o buscar algún lugar oscuro donde sentarse a reflexionar sobre lo vacía que era la vida.

—Iré a Sapphire, no me esperes despierto. Noche de post punk gótico. Y me niego a estar un minuto más aquí —respondió Aioros, esquivando a su padre y saliendo sin agregar algo más, dejando detrás el suave chasquido de la puerta al cerrarse.

—¿Noche de post punk? Creo que yo también voy a salir —asomándose desde la cocina, Kaiser se acercó a su hermano, tomando su chaqueta que estaba al lado de la puerta y dándole un par de palmadas en el hombro a Sísifo antes de salir.

—¿Y a ti desde cuando te gusta el post punk gótico?

Desde la puerta, Sísifo miró a su hermano irse sin decir nada más, detrás de Aioros quien cada par de segundos movía la cabeza de un lado al otro, como si estuviera buscando algo.

A Sísifo le preocupaba la actitud de Aioros, aún más, le preocupaba que las playeras negras de Aioros tiñeran toda la ropa de los demás del mismo color.

Al día siguiente, temprano para el normal Aioria (entre las diez y diez y media de la mañana), Aioria no se callaba.

—... lo estuve vigilando todo el día de ayer. Sé cuál es su rutina, sé todos y cada uno de sus movimientos, el orden de su playlist, sus actividades diarias, que primero pone el cereal y después la leche, que se lava el cabello dos veces… ¡Podrían ponerme atención por un minuto, maldita sea!

Aioria se interrumpió en cuanto notó que nadie lo escuchaba. Sus cuatro amigo "normales" estaban sentados alrededor de la mesa ratonera, Camus alternaba su mirada entre su laptop, y varias hojas llenas con apuntes de su autoría; Mū, Afrodita y Shaka estaban enfrascados en un juego de serpientes y escaleras.

—¡Es la quinta vez que te tocan escaleras! ¡Tramposo!

—Afrodita, sólo tengo que lanzar los dados, ¿cómo se supone que hago trampa?

—Shaka tiene razón, no hay forma de hacer trampa. Aunque es raro que te toque subir escaleras cinco veces seguidas cuando el propio diseño del tablero no debería permitirlo.

—Mū, o estás a favor de mi o a favor de ese tramposo. En serpientes y escalera no hay punto medio.

—Creo que estás exagerando…

—Afrodita tiene un punto —interviniendo por primera vez en veintisiete minutos, Camus no despegó su mirada de sus apuntes —. Serpientes y escaleras es una apología a la vida, no puedes estar en medio, la vida es así, o eres de los afortunados que lo tienen todo en charola de plata o eres parte del resto de la plebe, que tienen que que luchar día a día para poder decir que aman vivir.

—Camus, eso no tiene mucho senti…

—¡Estoy de acuerdo con Camus! —interrumpiendo a Mū, Afrodita señaló acusadoramente a su amigo— ¡Así que elige un bando!

Antes de que Mū pudiera decidir, Aioria se acercó al cuarteto, molesto por ser ignorado. Sin anuncios, se paró detrás de Shaka y Mū, dándole a ambos un golpe en la nuca, digno de los que Kanon solía darles cuando eran niños, para después darle uno a Afrodita y Camus.

—¡Maldición, Aioria! —se quejó Afrodita— No puedes golpear a un recién contusionado. No viviré otros seis meses encerrado en mi cuarto.

—Entonces ayúdenme a recuperar a Aioros.

—Recuerda que si él no quiere hacerlo, no podemos obligarlo —observó Shaka, volviendo a poner atención en el juego de mesa.

—Es cierto. Tal vez Aioros se siente cómodo siendo así —comentó Mū, arrojando los dados.

—Y si de verdad te interesa tanto, dile a Hilda que te ayude —dijo Afrodita, sonriendo cuando Mū cayó en el espiral de desesperación llamado serpiente—. Una mujer es lo que nos motivó a cambiar; Celintha conmigo, Camus y su mamá, Shaka lo hizo para que Dysnomia saliera con él.

Con una sonrisa ladeada, Afrodita intercambió una mirada con Shaka, quien tenía los ojos entrecerrados. Sin decir nada, el mencionado sacó su teléfono y reprodujo un audio que se escuchó en toda la habitación.

"Andreas es un gran botánico, la verdad es que es difícil no admirarlo, con su porte, inteligencia…"

—¡Ahh! ¡¿De dónde sacaste ese audio del infierno?! —preguntó Afrodita, alarmado.

—¿Tienes un audio para extorsionar a Afrodita? —alejando por completo su atención de su trabajo, Camus miró a Shaka con una ceja levantada.

—¡¿Dije que de dónde sacaste eso?! ¡Fue Dysnomia, ¿cierto?!

—Sí, ¿te lo envío? —ignorando a Afrodita, Shaka miró a Camus.

—¡Claro que no! ¡¿Quién querría algo así?! ¡Camus, no te atrevas!

—¿Un audio para extorsionar a Afrodita? —repitió Camus, como si no hubiera quedado lo suficientemente claro— ¡Por supuesto!

—Los odio.

Camus pasó el resto de la tarde molestando a Afrodita cada vez que se ponía pesado e ignorando a Aioria y su proclamación de salvación. Tenía cosas más importantes que hacer, como sintetizar cuatro meses de clases en tres semanas, o menos en realidad.

Al llegar a su hogar, el hogar de los Galanis, miró con sorpresa a Kanon. Tenía meses desde la última vez que lo vio, en especial desde que había regresado a ser él mismo.

—Kanon —lo saludó al entrar a la sala de estar.

—Camus, veo que ya recobraste el sentido común.

Al igual que Kanon, Camus se miró su ropa, nada de cuero, mezclilla, playeras de bandas, accesorios picudos o algo parecido.

Sin agregar algo más, Kanon regreso su atención a su tablet, donde estaba su trabajo pendiente. En los últimos días la familia le había insistido en que dejara de ser tan trabajólico y se tomara unas horas para pasarlo en familia. Se había negado rotundamente al principio, puesto que trabajaba de siete a siete (a veces más horas debido a que ver a su jefe Julián Solo perdiendo el tiempo lo hacía perder los nervios), no le sobraba tiempo para perderlo en actividades diarias. Ya los vería en fin de año, si tenían suerte.

Sin embargo, que Defteros le contara la reavivada amistad entre Camus y Milo fue suficiente para hacerlo alzar un ceja. Esos dos se llevaban como el agua y el aceite; una vez, hacía como cuatro o tres meses atrás, ambos se habían agarrado a golpes, e incluso habían terminado golpeando a Saga cuando este intentó separarlos por la vía pacífica. Era extraño, y sobre todo, sospechoso.

Kanon había escuchado que Shaka, Afrodita, Camus y Aioria, en ese orden, habían regresado a ser los de antes. Esa noticia lo alarmó. A diferencia de los demás, Kanon sabía perfectamente que su concepción había sido incidental; él actuaba de esa manera por un golpe directo en el cráneo que reinició todas sus ideas, y estaba bien con eso. Le gustaba su yo actual, más centrado, más serio, más maduro, menos tendiente a hacer estupideces.

No estaba dispuesto a perder a su yo actual sólo porque algunos de sus antiguos amigos se habían arrepentido. Por eso, decidió salir a su hora y comenzó a vigilar, si mantenía un ojo sobre los que cambiaron podría anticiparse en caso de que cualquiera intentara jugarle una treta.

Ese domingo en la noche, Camus se excusó de la cena alegando que tenía trabajo y que había comido en el Hotel Thorne, cosa que hizo que Kanon entrecerrara los ojos.

El lunes siguiente Kanon fue a trabajar como todos los días. Su traje impecable y maletín de cuero negro lo hacían destacar, verse como todo un abogado de temer.

En el trabajo, su rivalidad con Rhadamanthys había dejado ese tono infantil de lado, para convertirse en un verdadera lucha de titanes. Ambos intercambian miradas cargadas de odio y mostraban quien era el mejor en el trabajo diario. Usualmente, y gracias a la nueva actitud de Kanon, solían saltarse las horas del almuerzo; así que se mantuvieron uno frente al otro, concentrados en su trabajo, Pavlin, por otro lado, se había cansado de pedirle a Kanon que fueran a comer, así que se había ido sola, esperando encontrar a Thetis en el comedor de la empresa.

En su lugar, Kanon revisaba números cuando la puerta de la oficina compartida se abrió, dándole paso a Aiacos y Minos, los únicos capaces de distraer a Rhadamanthys y darle a Kanon la ventaja. Con un sonrisa ladeada, Kanon se relajó en su lugar, al menos hasta que le prestó atención a la conversación en el escritorio del frente.

—Me niego. ¿Están locos? La semana acaba de iniciar.

—Vamos, Rhadamanthys, Celintha me dijo que su hermano iba a estar ahí. Es mi oportunidad de regodearme frente a él —dijo Minos, jugando con la pequeña guillotina que su amigo tenía en su escritorio a modo de adorno.

—Sí, además, es el bar de mi mamá. No iremos a beber… mucho —agregó tardíamente Aiacos, sentado sobre el escritorio—. Ella nos cuida… me cuida a mi.

—No. Y no sé por qué me lo piden, van a ir todos, ni notarán que no estoy.

Negó el hombre, obtuso. Por respuesta sus amigos suspiraron por lo bajo e intercambiaron una mirada. Era hora de sacar el arma secreta.

—Hoy es noche de whisky al dos por uno.

Después de escuchar que el cejón aceptaba, a Kanon se le dificultó concentrarse en el trabajo. Habían dicho que todos estarían ahí y mencionado a Afrodita; eso podría ser una trampa, podían intentar armar un plan para capturarlo.

No lo iba a aceptar. Cómo dictaba su horario, ese día Kanon salió temprano de la oficina, fue directo a su casa y sacó a su hermano de su intento diario de meditación para obligarlo a acompañarlo.

—Kanon, ¿por qué tenemos que escondernos para entrar? Este es el bar de mi tía —se quejó Saga— ¿Y por qué tengo que vestir de negro? ¿Sabes? Por eso estás tan amargado, le hace falta color a tu vida; relájate un poco, en mi grupo de meditación…

—Saga, cierra el pico —Kanon tapó la boca de su gemelo con la mano—. Te gusta ser así, ¿verdad? No quieres cambiar —Saga asintió y negó con la cabeza, apoyando las frases de su gemelo—. Bien, entonces guarda silencio y ayúdame a averiguar por quién van ahora.

Ambos entraron en silencio, mirando de un lado al otro para asegurarse de que nadie se percatara de su presencia. Tal y como Kanon lo sospechó, todos estaban ahí. No sabía que había ocurrido antes de su llegada, pero parecía que estaban en medio de una competencia de billar.

Del lado derecho estaban Aiacos, Minos, Rhadamanthys, Valentine, y sus amigos los gemelos inútiles y el pelinegro que se convertiría en su jefe; a la izquierda, Milo, Mū, Afrodita, Shaka, Aioria, Dysnomia y Camus, este último haciendo su movimiento. A la escena no tardó en sumarse Deathmask, cargando un charola con varios tragos, logrando que todos vitorearan por su llegada.

—Ohh. Parece divertido —murmuró Saga, borrando la sonrisa que apareció en su rostro cuando su gemelo menor lo miró con los ojos entrecerrados.

Ambos se mantuvieron ocultos detrás de la salida trasera, viendo como la competencia se convertiría en un grupo de vitoreo a favor de Shaka, quien al final fue el único que se mantuvo jugando, al parecer sorprendiendo a todos con su habilidad en el billar.

Al verlos a todos festejar y celebrar, Kanon entrecerró los ojos y sintió algo en la boca del estómago. Algo de malestar, algo de incomodidad, algo de celos.

Cuando identificó el origen de su desazón, Kanon frunció el ceño y se fue, sin entender la razón por la que se sentía así. No tenía razones para estar celoso, ¿celoso por qué? ¿celoso de quién?

El día siguiente transcurrió con normalidad, hasta que Milo fue a su casa para recoger algunas cosas que al parecer había olvidado ahí, de la última vez que había intentando construir un laboratorio clandestino a espaldas de sus padres.

—Tengo un nuevo proyecto en mente; pero para eso debo convencer a mi futuro inversionista, después de que Shijima cruelmente me quitara todos los fondos.

Le explicó rápidamente a sus tíos mientras guardaba todas sus cosas en una caja gigante.

—¿Estás seguro de que no vas a explotar algo? —preguntó Defteros, sosteniendo un bote de yogurt y mirando a su sobrino con una ceja levantada.

—... Tal vez… pero todo va a estar controlado, te lo prometo.

—Siento que me estás mintiendo, Milo, voy a tener que ir contigo.

—¿Estás loco? Tengo más de veinte años, no necesito que me estés vigilando como si fuera un niño pequeño; creo que soy un adulto completamente responsable… además, Camus, Afrodita y Shaka van a estar conmigo… y Aioria no va a tocar nada, te lo prometo.

—¿Aioria va a estar ahí? Dije que voy.

Al escuchar a su familia, Kanon entrecerró los ojos e intentó ignorar el mismo malestar que lo había atacado la noche anterior. No podría, se negaba a dejarse guiar por eso.

El miércoles todo fue normal. Fue al trabajo, compartió miradas de molestia con Rhadamanthys y salió temprano, puesto que de repente no tenía ganas de quedarse hasta tarde en su pequeña oficina. Mientras caminaba por las calles de camino a su casa, vio que a lo lejos Afrodita y Aioria caminaban codo a codo, hablando con tranquilidad. Al verlos, Kanon frunció el ceño y se detuvo, ¿de qué podrían hablar esos dos? ¿cómo era posible que se comportaran como amigos cuando obviamente no tenían nada en común? ¿cómo podían caminar codo a codo y reír, ignorando que él estaba a unos pasos de ellos? ¿por qué se sentía tan molesto y desolado?

El resto de la semana, Kanon pasó por un torbellino de emociones que cambiaban cada que escuchaba o veía a esos sujetos actuar, según decía su familia, como antes. Era tan extraño que personas tan diferentes parecieran llevarse tan bien, y aún más que él se sintiera tan aislado, tan dejado de lado, tan ignorado.

—No puedo creer que te sientas mal porque los otros te ignoran pero no tengas problemas en ignorarnos a nosotros.

Tratando de deshacerse de su desazón, Kanon decidió visitar a su otro grupo de amigos. En la playa, apartados de los visitantes recurrentes, Baian, que nunca ocultaba su molestia, cruzó los brazos y se negó a mirarlo.

—Sí, supongo que soy algo hipócrita —concedió Kanon, dándole poca relevancia a las quejas de su amigo.

—Creo que a tus disculpas le faltaron un poco de sinceridad —observó Sorrento, concentrado en varias partituras que llevaba consigo.

—Creo que eso no fue una disculpa como tal —contradijo Krishna, jugando con un cubo rubik.

—Creo que Kanon al fin se percató de que no todo en la vida es trabajo —tarareó Thetis, recostada sobre una toalla en la arena.

—Creo que se han dicho muchos "creos" —dijo Io, concentrado en construir su castillo de arena junto con Julián.

—Sus juegos de palabras no me sirven para nada —interrumpiendo, Kanon se levantó de su lugar y miró a todos con seriedad. Como si estuviera en una junta de trabajo, se enderezó, arrojando al suelo la paleta que antes mordía—. Tengo un plan; estoy seguro de que lo que siento no es más que temor por su próxima víctima así que nos dividiremos en equipos e intentaremos averiguar…

—Para que esta versión tuya sea demasiado obsesiva con la responsabilidades, seriedad y todas esas cosas, le das demasiada vuelta a tus emociones —observó Julián, recostándose en la arena, mientras extendía la mano para que Thetis le diera su teléfono—. Llamaré a Shijima y le preguntaré cómo te arreglamos.

—Me adelanté.

Llegando detrás del pequeño círculo que todos habían formado, Kaza apareció con un sonrisa victoriosa; a su lado estaba Shijima, que saludaba con un movimiento de mano, e Isaac, que se estaba comiendo un helado de vainilla.

—No sé de qué estás hablando, yo estoy perfectamente bien.

Viendo como Isaac llevaba consigo un bate de béisbol, Kanon intentó aparentar indiferencia, como venía haciéndolo desde hacía un par de días atrás. Ocultando que el instrumento le causaba escalofríos.

El trabajo se había convertido en uno de los aspectos más importantes de su nueva vida, nadie podía negarlo, menos él mismo, pero ver a los hombres que llamó amigos hacer otro tipo de actividades despertó en él un sentimiento difícil de admitir.

Más allá de lo, tal vez, celoso que se pudiera sentir, Kanon se sentía solo. Como si de repente todas esas actividades (que en su opinión de hombre de negocios eran ridículas) tomaran un sentido diferente, algo más espiritual, algo más profundo. Esa tarde con sus otros amigos en la playa deshizo ese sentimiento de vacío y soledad casi por completo. El par de horas que llevaba ahí le mostraron que existía algo más, algo que su nueva personalidad había olvidado, algo que lo hacía sentir vivo, emocionado, divertido.

—Antes de hacer cualquier cosa —dijo, después de varios minutos. Minutos en los que los demás habían olvidado sus predicamentos y hablaban con los recién llegados de temas menos relevantes para él—, necesitamos firmar un contrato, cláusulas. Quiero establecer algo en caso de que este atentando contra mi persona no termine de la mejor forma.

—Ja, Kanon dices cosas muy divertidas.

Kanon sintió otro escalofrío recorrerle todo el cuerpo cuando vio que Shijima sonreía divertido. Gracias a su trabajo se había reunido varias veces con el pelirrojo, y gracias al mismo se había visto obligado a aprender sobre el lenguaje corporal del mismo. Esa sonrisa no auguraba nada bueno, al menos no para él.

Pero si el vacío se iba, Kanon estaba dispuesto a aceptarlo. O eso se dijo para darse valor.