La campana que indicaba el fin de la jornada escolar sonó.
Katara salió a toda prisa de su salón de clases, apretujando los libros contra su pecho.
¡Era increíble! Había sido humillada una vez más. Aquel joven monje la había superado de nuevo.
¡Espíritus, estaba furiosa!
En la Academia Polo Norte, solo los mejores Maestros Agua eran aceptados como alumnos. Ella ingresó luego de una exhaustiva y estricta prueba, y portó con gran orgullo el título de la mejor Maestra Agua de su generación por casi todo un año.
Hasta que llegó él.
Conoció a Aang el día en que este fue transferido como un nuevo estudiante. Ignorando el inusual hecho de que hubiese nacido un Maestro Agua entre los famosos Nómadas Aire, ambos pronto entablaron una formidable amistad.
Él era un chico alegre, y muy dulce. La hacía reir con sus bromas y le contagiaba valentia con su amor a la aventura. Tenia un encanto especial y ella tampoco podía negar que más de una vez lo consideró bastante atractivo.
Sin embargo, no era muy bueno en el control del elemento. Al no tener un maestro formal durante sus catorce años, le era difícil seguir el ritmo de las clases y el de sus compañeros. Ante la angustia del muchacho, Katara se ofreció a ayudarle con clases privadas.
La felicidad que se plasmó en el rostro del chico aquel día aún relucía en su memoria.
―Muy bien, Aang. Pon tus brazos en esta posición―le indicó una ocasión, enseñandole con el ejemplo cómo generar pequeñas ondulaciones en el río que había detras de la escuela―. El truco está en las muñecas. Ve suave, siente el agua.
―¿Así?―preguntó él, imitandola.
―Exacto―habló con amabilidad en su voz―. Ahora...
―¡Mira, Katara! ¡Lo logré!―exclamó emocionado, elevando una ola enorme sobre sus cabezas. Pero la inexperencia pudo más y terminó rindiendose encima de sus cuerpos, dejandolos a ambos empapados―. Lo siento―se disculpó, a medida que sus mejillas se coloreaban.
Katara liberó una risita, restándole importancia, y los secó a ambos con un agraciado movimiento.
―Está bien, pero la próxima vez espera a que termine de explicar, ¿de acuerdo?
―Si, Si Fu―dijo, realizando una reverencia.
―No hace falta que me llames así―declaró en un tono divertido―, si lo haces, tendré que llamarte "pupilo".
Aang alzó los hombros y sus labios esbozaron una sonrisa.
―No me molestaria en absoluto. Es un honor ser pupilo de una maestra tan bonita y talentosa como tú.
La muchacha se sonrojó ante las elocuentes palabras del joven. ¿Acaso estaba coqueteando con ella?
Las lecciones privadas continuaron, sin embargo, Katara empezó a molestarse. Le enseñó a Aang cada técnica basica, y él las aprendió en tan solo minutos. Luego pasaron a las más avanzadas, aquellas que le había costado dominar meses para poder ejercerlas perfectamente, y las cuales el muchacho las absorbió como esponja en un par de días.
Pronto la empezó a superar en clases. Los maestros lo felicitaban, los demás alumnos lo admiraban. Atrás quedó ella y su título de mejor Maestra Agua.
¡¿Cómo era posible?! ¿No que le costaba seguir el ritmo y controlar el agua? Ahora la rebasaba en cada ejercicio y en todas las materias.
¡Era tan molesto! Y lo peor de todo, es que no podia odiarlo. Su carisma era an cautivador, y cuando pronunciaba su nombre le provocaba que se le acelerara absurdamente el corazón.
―¡Katara!
Pero en ese preciso instante, se le aceleró de la rabia. Esa voz, era Aang.
Katara aumentó su velocidad al punto en el que casi se echaba a correr.
No quería verlo ahora, aún ardía en su entrañas la flama de la humillación y la vergüenza. Acababa de destronarla en su clase favorita, aquella donde era la preferida después de la materia de Curación.
Hasta que sintió cómo una cálida mano le envolvio el brazo y tiró suavemente de ella, provocando que se detuviera.
Al girarse, se encontró con aquella sonrisa radiante y esos orbes grises que le fascinaban tanto, observándola con un brillo especial.
―Te estaba llamando, pero creo que no me oiste―dijo―. Ven, quiero mostrarte algo.
―Aang, yo no...―intentó resistirse. Estaba de mal humor y no le apetecía tenerlo en frente por unas buenas horas.
―Tan solo tomará unos minutos, por favor ―insistió él, dedicandole una mirada suplicante de cachorro abandonado.
Ugh, ¿cómo podría decirle que no a eso?
―De acuerdo―finalmente cedió.
Aang la tomó de la mano, inconsciente de los efectos que tenía sobre ella y la emoción que sacudió el vientre de la chica ante aquel toque, y la llevó hasta la parte trasera de la escuela, donde se conectaba con el río donde solian practicar.
―Quiero enseñarte el movimiento nuevo que aprendí―reveló el monje con el entusiasmo de un niño pequeño―. Me lo enseñó Pakku, lo llaman el Pulpo.
¿Qué es lo que acababa de decir? ¿El Maestro Pakku le había enseñado a un movimiento nuevo que ella desconocía? ¡¿Por qué?! Era ella quien se habia esforzado tanto y merecía saber las técnicas superiores, no Aang quien acababa de llegar hacía apenas tres meses.
¡Aquello era tan injusto!
¿Encima tenía el descaro de alardear sobre ello en su cara? Como si no hubiera sido suficiente haberla sobrepasado en todo. ¡Argh!
El muchacho, ignorante de los pensamientos asesinos de la morena a su lado, se encontraba realmente concentrado en formar el Pulpo cuando, de pronto, un abundante chorro de agua fue disparado directo a su pecho, tirandolo sobre su trasero en el suelo.
―¡Oye! ¿Y eso por qué fue?―exigió saber, tosiendo algo del líquido que se habia colado en su garganta―. ¡Aah!
Aang tuvo que hacerse un lado antes que otro ola se dirigiera hacia él.
―¡Pareciera que lo haces a propósito!―chilló Katara.
―¿De qué hablas? ¡Woah!―dijo, poniendose de pie y teniendo que desviar otro ataque directo.
―¡No finjas que no lo sabes!―gritó ella con gran enfado―. Te convertiste en el estudiante modelo. Me quitaste el primer lugar en todo en tan solo unas semanas. ¡E incluso presumes de ello ahora mismo! ¡Es tan frustrante!
El chico congeló una barrera de hielo para detener las dagas que la morena había lanzado peligrosamente en su dirección.
―¡Jamás intenté presumir de eso! Ni quise quitarte tu lugar, lo juro―declaró intentando calmarla, descongelando momentaneamente la muralla de protección solo para volver a endurecerla nuevamente antes que unos picos de hielo se estrellaran violentamente contra ella―. ¡Es suficiente! La próxima no me contendré―advirtió.
―Bien, ¡hazlo! No te contengas―lo retó ella, alzandose en una ola―. Luchemos, y veamos quién es el verdadero Maestro Agua de los dos.
―¡No quiero pelear contigo, Katara!―gritó él, detrás de la barrera.
―Demasiado tarde―sentenció, su expresión gélida como el invierno más frío.
De repente, el témpano comenzó a temblar hasta que se quebró en mil pedazos como un cristal. Aang se retiró asustado y se dio cuenta que Katara iba muy en serio.
Tomando el elemento y moldeandolo a su alrededor, se percató que no quedaría más remedio que enfrentarse a ella. No quería hacerle daño, pero negarse y rendirse sería un signo de desprecio.
Tenía que hacerlo, y tenía un plan.
Mientras Katara le lanzaba cuchillas de hielo, Aang se dedicaba a esquivarlas o romperlas con columnas de agua, antes de abalanzar sobre la muchacha una gran cantidad del líquido vital.
La chica apenas y tuvo tiempo de cortar en dos el ataque cuando el monje empezó a repartir latigazos demasiado cerca de sus pies, claramente intentando hacerla perder el equilibrio.
Katara retrocedió y se adentró en el río, anclandose al mismo con su dominio, y se dispuso a desastibilizar el agua alrededor de Aang, encerrandolo en una burburja.
El chico descubrió que ella era mas fuerte, el agua la obedecía con más facilidad. Sin embargo, era un aprendiz veloz y con una mano intentó derretir la fortaleza de las extremidades inferiores de la muchacha.
―¡Ah, no, ni lo intentes!―exclamó Katara, encerrandolo por completo la burbuja.
Aang quedó atrapado adentro, mientras que poco a poco se iba formando una escarcha. Lo iba a congelar.
Trato de resistirse y salir, pero la estructura del hielo era gruesa y dura, y por cada capa que él derretía, dos más comenzaban a formarse.
Era inútil.
Finalmente, el iceberg terminó de helarse, quedando una firme y glacial cárcel esferica invernal.
La respiración de Katara era irregular y agitada. Los mechones de su cabello se habían revuelto por la acción, y tenia la nariz fría por el cambio de temperatura debido al reciente control de su elemento.
Abandonó lentamente el río, y se acercó a la orilla. Secándose rápidamente, caminó aproximandose a su creación.
¿Lo había logrado? ¿Realmente lo habia vencido?
Al parecer, si. Una sonrisa de orgullo, satisfacción y felicidad plena se dibujó en su cara.
―¡Si! ¡Lo hice!―festejó con un grito de triunfo. Dio pequeños brinquitos de alegría entre risas suaves.
Hasta que notó que el chico no salía del témpano.
―Aang―lo llamó―, ya puedes salir.
Pero no hubo respuesta.
―¿Aang?―la preocupación dominando poco a poco su voz―. Ya terminó el combate, no te haré daño. Ven.
Siguió sin responder.
Katara corrió hasta el iceberg y comenzó a golpearlo con desespero.
―¿Aang? ¡Aang! ¡Aang!
Entró en pánico. ¿Lo había lastimado? ¿Y si lo habia matado? Comenzó a hiperventilarse.
Tui y La, por favor, por favor que esté a salvo. No me lo quiten, no aún.
Retrocedió un par de pasos, dispuesta a destruir cada capa de hielo para sacarlo de allí. Se puso en posición y elevó las manos, sintiendo cómo sus ojos empezaban a nublarse por las nacientes lágrimas de miedo y angustia.
Cuando de pronto, se escuchó un ruido.
Crack.
Y en un instante, el hielo se partió en dos y de allí salió disparado el muchacho, aterrizando justo encima de la joven.
Katara cayó de espaldas al suelo, su caída suavizada por el alto cespéd. Cuando abrió sus zafiros luego del impacto, se encontró con aquellos hipnotizantes ojos grises como nubes de tormenta.
―Aang...―jadeó su nombre, todavia presa de la sorpresa.
―¿Ya no más peleas?―preguntó con una ceja alzada.
―¿Eh?
Y entonces, Katara tomó conciencia de lo que estaba sucediendo. Fue ahí recién cuando sintió el peso extra. Aang estaba posicionado encima de ella, con las rodillas a cada lado de sus caderas y sus muñecas siendo apresadas a los costados de su cabeza por aquellas manos masculinas.
Aang estaba bien, y a salvo. Estaba tan feliz, pero al mismo tiempo la tenia acorralada contra el piso.
Además, ¡¿la había engañado?! ¡Ella se había agobiado, mortificada pensando que podría haber estado herido o muerto!
Y él allí, tan campante arriba suyo.
La rabia comenzó a incendiarse en su interior.
―¡Sueltame!―ordenó―. Quítate de encima.
―Creí oirte clamar mi nombre antes, ¿acaso me equivoco?―cuestionó él con una sonrisa ladeada.
―Si, te equivocas y estás loco, nunca grité tu nombre―dijo, luchando por liberarse sin mucho éxito―. ¡Aang!
―No, no, creo que lo pronunciaste de una manera un poco más amorosa y amable―se burló el chico y se agachó hasta su oído para susurrarle―. Quizas, si me dejas, pueda hacer que lo exclames de una forma aún más... dulce.
Katara sintió sus mejillas encenderse de inmediato.
―¡Auch!―soltó un quejido Aang.
La Maestra Agua le habia dado un cabezazo.
―Eres un pervertido―chilló, retorciendose con intensidad debajo del cuerpo masculino―. ¡Dejame ir, te daré tu merecido! Veo que no te fue suficiente con la paliza que te acabo de dar.
Él batallaba para sostenerla y no podía negar que había comenzado a temer por su vida luego de aquella amenaza.
―¡Katara, ya basta!
―¡Eres un...!
De repente, Aang se agachó y posó sus labios sobre los de la muchacha sin previo aviso.
Katara abrió los ojos en sorpresa, y gimió sonidos que tenian la intención de ser palabras pero que murieron apresuradamente en la garganta del chico.
Su cuerpo se quedó estático, sin saber qué hacer, pero su boca reaccionó primero que su cerebro ante las atenciones del muchacho.
Aang movió sus labios, algo torpe al principio pero al mismo tiempo delicado, y Katara correspondió casi por inercia, cerrando los ojos y dejandose llevar. Él reclamó su labio inferior, chupándolo despacio, solo para volver a besarla una vez más.
Nunca antes había sentido algo así, ese cosquilleo recorriendole toda la piel y las mariposas bailando en su intestino. Las mejillas ardiendo con furia, con la misma intensidad con la que su corazón golpeaba su caja torácica.
Y también, se encendía el deseo. Su espalda se arqueó en un movimiento leve, instintivamente buscando más contacto con el apuesto y encantador muchacho.
Pronto la necesidad de respirar se hizo evidente y tuvieron que separarse. Ambos con los labios rojos e hinchados, el rostro escarlata y un destello en los ojos.
―Me gustas, Katara―confesó él―. Me gustas como no te lo puedes imaginar.
El aliento la abandonó a su merced. Su mente iba a mil por hora. ¿Ella le gustaba a Aang?
―Y-yo...
No podía creerlo. Aang también le gustaba. Por Tui y La, había quedado flechada con él desde el inicio de su amistad; pero los celos, la envidia y su naturaleza competitiva junto a su orgullo no le permitían aceptarlo.
Pero ahora, lo tenia ahí, encima suyo, confesandole su amor por ella. ¿Qué debía hacer?
Dale una respuesta, ¿o acaso una rata león te comió la lengua? ¡No vayas a quedar como una idiota!
―¿Por qué me quitaste el primer lugar en la Academia?―su lengua se movía por si sola―. ¿Cómo fue que te volviste tan bueno de la noche a la mañana?
Oh, sí, eres una genia, Katara. ¡Qué buena respuesta de amor!
La desilusión en el semblante de Aang fue abismal pero lo disimuló lo mejor que pudo. Se hizo a un lado, liberando a la muchacha, y se sentó sobre el césped.
―Oh...―musitó sin mucho ánimo.
Katara se sintió terrible y una tonta. Eso no era lo que quiso decir, ¡pero las palabras salieron sin permiso!
Ella se reincorporó, tomando asiento también.
―Bueno... a decir verdad, no fue intencional el quitarte el primer puesto―admitió, llevando una mano a su nuca con una sonrisa nerviosa con tintes de tristeza―. Yo solo quería impresionarte.
―¿Impresionarme?―cuestionó ella, alzando una ceja.
Aang asintió.
―Sokka me dijo...
―Espera, ¿Sokka? ¿Mi hermano?
―Sí―respondió algo avergonzado―. Fui a él por consejos sobre cómo conquistarte. Sé que no suena como la mejor idea, ¡pero es que estaba desesperado por gustarte y no tenia a nadie más a quién consultarle!
Una risita se escapó melodiosamente de la garganta de Katara, haciendo sentir mejor al muchacho.
―Definitivamente no fue la mejor idea―concordó ella―. ¿Por qué no fuiste a preguntarle a Haru o a Jet?
Aquel par eran conocidos y amigos.
Aang hizo un puchero de molestia adorable, cruzando los brazos sobre el pecho.
―Esos dos también gustan de ti―dijo―. Solo me iban a engañar para deshacerse de mi y tener más oportunidades contigo.
A Katara casi se le derrama el corazón.¿Como podía ser tan tierno?
―Oh, Aang―dijo, acercándose más a él para sorpresa del monje―. ¿Así que intentabas impresionarme? ¿Cómo?
Él se encogió de hombros. Apenado, comenzó a arrancar pedacitos de cesped para evitar mirarla a los ojos.
―Sokka me dijo que si lograba hacer los movimientos mas avanzados de Agua Control, quedarias admirada y pensarías que era genial― admitió―. Por eso me esforcé.
―Pero al principio apenas podias levantar una gota, ¿cómo lo hiciste?
―Antes de cada clase privada, repasaba los pergaminos―reveló―. Pasaba toda la noche anterior practicando para no parecer tan novato y no avergonzarme frente a ti.
Katara estaba enternecida. Realmente se había esforzado por ella.
―Los músculos debieron dolerte demasiado.
―No sabes cuánto― ambos rieron ante la aplastadora sinceridad del chico.
―¿De dónde sacaste la idea de decirme lo de hace rato?―pidió saber, sonrosandose nuevamente―. Lo de hacerme... gemir tu nombre. Sé que tu no eres así normalmente
―Ah... eso―él soltó una risilla nerviosa y sus mejillas volvieron a tornarse carmín―. Toph me lo sugirió. Lo siento, sé que no estuvo bien...
―Quizas algo brusco―estuvo de acuerdo―, pero no estuvo mal para ser tu primer intento―dijo, con una sonrisa coqueta―. Ahora que has sido sincero, dejame serlo también.
Sin previo aviso, apoyó una mano en su rostro para girarlo hacia ella y depositó un tibio beso en los labios de él.
Se separaron al son del sonido humedo.
―Tambien me gustas, y mucho―confesó ante el pasmo del chico.
―¿De verdad?―preguntó él, entusiasmado sin poder creerselo del todo todavía―. ¿En serio te gusto?
―Si, Aang―rió ella―. Lamento lo de hace rato... estaba algo molesta y no merecias que me desquitara contigo. Lo siento mucho.
―Está bien, te perdono. Me has dado la mejor recompensa del mundo, después de todo―dijo, sonriendo como un bobo enamorado.
Decidieron que era hora de irse, pues ya el atardecer estaba asomandose.
Katara alzó sus libros y se pusieron de pie. Sujetados de la mano, se dirigían a la salida cuando Aang tiró de ella suavemente.
―Hay algo más que debo decirte―declaró él―. Es por eso que también pude aprender un poco más rápido las técnicas de Agua Control. Yo...―dijo―, soy el Avatar.
