(Escrito entre enero-febrero(? de 2019, sin editar)

1.

Si hay algo que Teddy Lupin recuerda de su primer encuentro con Scorpius Malfoy; es la tranquilidad que irradiaba.

Desde la voz baja y calmante, hasta la sonrisa pequeña que suavizaba su expresión, con unos ojos plateados que parecían analizar todo con calma, recuerda su corbata de Slytherin mientras cursaba su segundo año, tan descolorida a diferencia de sus compañeros, que le recordaba también la gran diferencia de edades que tenían.

Pero recuerda muy bien ese año. Porque fue el año donde comenzó a notar a aquel que solo había sido amigo de Albus, de una manera más diferente. Más profunda.

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Comenzó cuando Teddy decidió quedarse para navidad en Hogwarts, quería disfrutar su último año en aquel castillo que se había convertido en su primer hogar durante tantos años. Notó, no sin cierta sorpresa, que el amigo de Albus había decidido quedarse allí, al parecer, rechazando la invitación de Albus de pasar aquella navidad con la familia Weasley y Potter.

Le vio mientras volvía de despedir a sus amigos, el castillo se veía lúgubre y Malfoy parecía una figura pálida caminando a través de los pasillos con paso lento, su cabello y su piel distinguiéndose en el mar de negrura que estaba llegando con la noche.

Apresuro su paso, por lo que podía notar, solo eran ellos dos y otros tres alumnos de Gryffindor, quienes le ignoraron olímpicamente a favor de llegar a su Sala Común a resguardarse del frio invernal.

No supo si era solo por la nostalgia de saber que sería su último año, o si simplemente porque verdaderamente hacía frio esa noche, pero sintió sus huesos helados en cuanto logro alcanzar al chico rubio.

—¡Hey, Malfoy! —saludo cuando llegó a su lado, mirándole con una gran sonrisa — ¡Pensé que aceptarías ir a casa con Albus, creo que estaba muy emocionado por invitarte!

Scorpius asintió, y le correspondió la sonrisa con una más suave.

—Hubiera aceptado, pero necesitaba pensar en algunas cosas, solo.

Si había algo que siempre le había agradado de Scorpius, era que, a diferencia de su inexpresivo y altanero padre, el rubio menor parecía destilar amabilidad a través de su personalidad, con ojos que parecían mirar tu alma, y no juzgarte por lo que encontrara.

—Entiendo —Teddy acerco sus puños a su boca, intentando calentarlas con su propio vapor —. A veces, me gusta distanciarme un poco, todos necesitamos soledad, después de todo, ¿no? — dijo, encogiéndose de hombros.

Estaba, en este punto, acompañando a Malfoy a su Sala Común, a lo largo de las mazmorras frías y oscuras, mirando de reojo, se preguntó si el chico no estaba sufriendo frio, con solo el uniforme puesto.

—¿Eso crees? — el niño, pensativo, no notó nada hasta que Teddy depósito sobre sus hombros, un camperon Muggle, oscuro y desgastado — ¡Oh, no hacía falta!

Teddy rio ante la mirada de pánico del Slytherin, como si hubiera le hubiera ofrecido un riñón en vez de una simple prenda.

—¡Esta bien! Puedes quedártela, de todas formas, debía descartarla cuando terminara este año, mejor que tirarla.

El Slytherin pareció dudar, antes de asentir unos segundos después, caminando con los ojos puestos en el suelo.

—A veces, es bueno sentirse triste, Malfoy —murmuró, antes de detenerse frente a la puerta escondida que llevaría a la Sala Común de Slytherin.

—¿Lo crees? —preguntó, una vez más.

Teddy le miró con una sonrisa, mientras Malfoy parecía analizarlo con la mirada, como si intentara encontrar algo.

Unos segundos más tarde, pareció ver algo, porque cerró sus puños con nerviosismo sobre el camperon y murmuró por lo bajo:

—A veces… a veces, ¿no sientes como si quisieras correr lejos? —su voz era tan baja, como si temiera que alguien le escuchara, aunque era obvio que estaban completamente solos.

—¿Dónde irías, si pudieras? —Teddy inquirió, curioso sobre la respuesta.

Scorpius miró hacia la pared opuesta, cubierta de moho y grietas, con los sonidos de la vejez en la oscuridad, como si el castillo se quejara de los miles de recuerdos y pesadillas que guardaba dentro, desde hacía años.

A cualquier parte.

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Charlando con los tres Gryffindor en la mesa de Ravenclaw, Teddy se distrajo viendo entrar a Scorpius al Gran Comedor, sus ojos plateados siempre mirando al suelo.

El chico se sentó en la mesa de Slytherin, uno que otro profesor le lanzaba miradas agudas desde la mesa del frente, antes de ignorar su presencia con una mueca de superioridad.

—Teddy, ¿Estás escuchando? —uno de los Gryffindor, Jordan, recuerda con algo de dificultad, pregunta con el ceño fruncido.

—Invitemos a Malfoy —dice, sonriendo como siempre.

Ellos sonríen, por costumbre, pero cuando parecen comprender lo que dice, le detienen antes de que pueda siquiera llamar al niño.

—¡Teddy, no! —murmura otro de ellos, Jeff.

Se siente confundido, consciente de que su conversación debe escucharse en el silencioso Gran Comedor, porque, repentinamente, los ojos de Scorpius y los profesores les miran atentamente.

—¿No? —pregunta.

Y teme la respuesta, ya sabe cuál será, porque los ojos de los chicos, con los que había estado riendo mientras contaban chistes, sin pensar en las rivalidades de casa o en el pasado de sus familiares, le miran como si fuera lo más obvio, y el último Carl, habla, con sorna en su voz:

—Su padre es un mortifago, es un Slytherin, un Malfoy, ¿no es bastante obvio?

Los ojos de los tres se achican como rendijas cuando empiezan a soltar risas estúpidas y comienzan a hacer bromas, el corazón de Teddy parece detenerse por momentos, y gira su rostro hacia los pocos profesores presentes.

Ninguno mira hacia ellos, nadie hace nada, y cree ver una sonrisa asomando del profesor que había mirado a Malfoy al entrar al Gran Comedor, como si contuviera la risa.

Scorpius se encorva sobre su lugar, deja la comida de lado, y desciende las manos hasta por debajo de la mesa, sobre sus rodillas, y las deja permanecer allí.

La garganta de Teddy se cierra en un nudo, porque Scorpius tiene 12 años, y se pregunta cómo reaccionaría si fuera su primo en lugar de Malfoy.

Les cerraría la boca de un puñetazo, ciertamente, y luego les dejaría en ridículo durante lo que resta del año, tomaría asiento a un lado de Albus y charlaría con él, entre chistes y bromas.

Pero no es Albus, y Teddy, horrorizado de sus acciones, permite que ellos se burlen de un niño de 12 años, aterrorizado, sin saber cómo responder a las barbaridades que dicen de su padre, de su madre, de sus abuelos. De sí mismo, que ni siquiera participo en la guerra, quien no existía siquiera en esa época.

La voz de Scorpius resuena en su cabeza, su silueta detenida en un pasillo frio y oscuro, el olor a humedad que se filtraba por las paredes y los ojos cansados que miraban a un suelo desgastado.

"A veces… a veces, ¿no sientes como si quisieras correr lejos?"

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—¡Malfoy! —Teddy llama, corriendo a lo largo de los pasillos que conducen a la casa de Slytherin, pero el niño no se detiene, sino que acelera el paso imperceptiblemente — ¡Merlín, Malfoy, para por un momento, me duelen los pulmones, creo que podría explotar ahora mismo!

Malfoy se detuvo, y lo miró con incertidumbre, como si temiera que sucediera y, Merlín, ¿había sido así de inocente a su edad?

Llega a su lado, y se toma un tiempo para recuperar el aire, probablemente exagerando un poco sus expresiones, si la sonrisa leve en el Slytherin decía algo, antes de recordar que estaba enojado y borrarla al instante, comenzando a caminar de nuevo.

—Escucha, Malfoy, siento lo que esos imbéciles dijeron sobre ti, ellos no tienen razón y no deberías escucharlos —se disculpó, caminando a su lado, el chico le ignoró — ¿Sabes? No dije nada, porque no me esperaba eso, quería defenderte, pero… tú sabes, son Gryffindor's, maldición, quien sabe que pueden ser unos hijos de perra a veces. Estoy seguro que no quisieron decir eso.

Scorpius siguió sin decir nada, con los ojos puestos en el suelo y los brazos llenos de libros sobre Herbología, Cuidado de Criaturas Mágicas e Historia de la Magia.

Aburrido, pensó, mirando de reojo los títulos.

—Entonces, porque son Gryffindor's, ¿significa que debo pensar que no harán nada malo, y si lo hacen, debo pensar que se equivocaron o no se expresaron de manera correcta? —miró con los ojos entrecerrados a Teddy.

Él se encogió de hombros, restándole importancia.

—Si, tú sabes, son cosas que hacen a veces los adultos, luego se arrepienten. Los Gryffindor's principalmente, ellos no son malos por naturaleza, ya sabes.

—No, Lupin, no sé, tú dime —Scorpius dice entre dientes.

Teddy vacila, supuso que era lógico, Gryffindor's no eran malos por naturaleza, a veces, ellos son un poco torpes, pero realmente, ¿Cuál era el problema sobre ello? ¿De qué sirve calificarlos en cada casa, si no tienen las cualidades? ¡Los Gryffindor's tenían un buen corazón, a pesar de todo!

—Bueno, tú sabes-

—¡Deja de decir eso! —explota el niño arrojando los libros al suelo de manera abrupta y empujándole lejos — ¡No sé de qué manera pueden equivocarse al decirme a MÍ, un niño de doce años, que mi 'madre es una zorra', que 'merece estar muerta', porque, después de todo, 'estar con mi padre seguramente la habría matado'!

—¡Estoy seguro de que ellos se arrepintieron de lo que dijeron! —Teddy dice, mientras le ve recoger sus libros y comenzar a caminar de nuevo.

Teddy le siguió, porque no se sentía como si estuvieran arreglando el problema entre ellos.

—Mira, solo lo siento, ¿está bien? La próxima vez, si ellos dicen algo, voy a estar más preparado y les diré que se detengan, o que bajen la voz.

Scorpius bufo ante lo último, y apenas llegó a la parte escondida de su casa, ni siquiera se molestó en susurrar la contraseña ante su presencia, en su lugar, la pronunció en voz alta y entro con enojo a su Sala Común.

Teddy permaneció allí, de pie, con el sonido del viento recorriendo los pasillos oscuros y lúgubres, y cuando miró más allá, en la oscuridad, por alguna extraña razón, pensó en cuanto se arrepentía de no llegar para navidad a su hogar.

Pensó en su madre y padre, cómo extrañaba hablar con sus retratos, en cuanto le gustaría poder abrazarlos físicamente, y no tener que hablarle a un recuerdo de ellos.

"A veces, ¿no sientes como si quisieras correr lejos?"

"A cualquier parte"

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Scorpius se le acerca unos minutos antes de que lleguen los estudiantes al castillo.

El niño mira al suelo, como siempre.

—Siento haberte gritado.

—Siento intentar justificar a unos imbéciles —él se disculpó de vuelta —, debería haberte defendido, eres el amigo de Albus.

El Slytherin le mira, y cuando el aire besa sus mejillas, y su nariz respingada se vuelve roja, Teddy agrega:

—Y mi amigo…

Los carruajes con los estudiantes llegan, y ambos observan a los animales que los arrastran.

Los recuerdos de sus padres arden, vivos en su mente, y Scorpius a su lado, evoca los ojos sin vida de Astoria, la mujer que le dio a luz, y le entrego todo el amor que pudo.

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Un día antes de su graduación, está caminando a través de los pasillos de la mazmorra, con un Lumos encendido, iluminando la oscuridad que parece querer tragarlo, y se dirige, inconscientemente, hacia la entrada escondida de Slytherin donde, para su sorpresa, ve a Albus y Scorpius a punto de entrar a la Sala Común.

—¡Ja, así los quería atrapar, par de rebeldes! —dice, en un susurró.

Ambos niños se sobresaltan, y giran a mirarlo, Albus se ve tan alegre de verlo, que sabe que ya está perdido, que los dejara ir libres con los puntos de su casa intactos y sin una detención, mientras que Scorpius tiene ojeras enormes, y lleva puesto su camperon muggle por el frio de la noche.

—¡Teddy! —Albus saluda y se le acerca rápidamente, con una enorme sonrisa en sus labios —¡No puedo creer que ya no estarás más aquí! ¡¿Cómo te sientes?! ¡¿Estás nervioso?!

Scorpius, desde detrás, mira con rostro de desaprobación la actitud alborotada de Albus, y Teddy no puede evitar reír ante la imagen de un niño educando a otro sobre los modales de un Slytherin respetable.

—Habla bajo si no quieres que te quite puntos por haber sido descubierto —Albus asintió, enérgico —. Me siento muy nervioso —admitió.

—Bueno, eso es normal, ¡Vas a terminar Hogwarts! Tu vida adulta comenzará a partir de mañana —dice el niño de cabello castaño, tan parecido a su propio padre —. Vivirás sólo, comenzarás tu entrenamiento como Auror, vaya que estaría nervioso si fuera tú.

Sus nervios aumentan, y se despide de ellos, no sin antes verlos entrar a la Sala Común y una vez que se encamina hacia su propia casa, es allí que se da cuenta de algo; Scorpius ni siquiera abrió la boca para decir una felicitación.

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Para cuando termina el año, Teddy se gradúa, y casi un mes después, su entrenamiento como Auror comienza.

Olvida Hogwarts rápido, en los próximos cuatro años se centra en su entrenamiento, tiene un romance con Victorie Weasley y comienzan a vivir juntos rápidamente, pesé a que la madre de ella les pide que lo piensen bien antes de apresurarse.

Pasan los años, cuatro, cinco, seis, a lo largo del tiempo, ve la graduación de James, luego la de Albus, y tiene su primera posible muerte en su trabajo, que solo permanece como una cicatriz en el abdomen que desaparecerá con el tiempo, o nunca.

Luego, un año después de su posible muerte, Teddy rompe con Victorie, lo que termina en una gran pelea con la familia entera.

—Deberías darte un descanso —su padrino le aconseja —, unas vacaciones de tu trabajo, creo que lo necesitas.

Y Teddy lo hace, no se despide de la mayoría de la familia, solo Harry, Ginny y James están allí para despedirlo, antes de subirse a un coche, viejo y desgastado, que Victorie odiaba, y conduce.

A cualquier parte.

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Conduce por las largas carreteras, con el olor a cigarrillo en el interior del auto, los coches que cruza cada dos o tres horas, y usualmente en la noche, iluminan con su luz su rostro y deja a la vista algunos archivos y un cenicero en el asiento del copiloto.

Está por llegar al mar, donde las olas chocan contra las costas, el aire huele a humedad, y su boca sabe a sal, así que, primero se hospeda en un hotel cuando está a unos cuantos kilómetros, para descansar en la noche, y es cuando lo ve.

Scorpius Malfoy.

Está fuera, sentado en una silla, con un buzo tejido a mano, de múltiples colores y las rodillas contra su pecho, tiene unos pantalones oscuros, sueltos en la cintura, y mantiene su espalda tapada con una sábana.

Sus ojos, siempre tranquilos, observan la negrura de la noche, y las nubes grises que traen consigo más lluvias largas al invierno.

Teddy se inclina hacia el balcón de Scorpius.

—Malfoy —saluda.

La cabeza de Scorpius se gira hacia él, y lo analiza, como en la niñez, cuando paseaban por los pasillos oscuros, y lleno de recuerdos agradables, como de pesadillas.

Solo que ya no son niños, no están en aquellos pasillos, son adultos, y están lejos de casa.

—¿A dónde te diriges? —pregunta Scorpius, después de un largo silencio tranquilizador.

A cualquier parte —responde.

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El problema de viajar sin un objetivo, piensa Teddy, es que nunca sabes cuándo volverás a casa.

Su trabajo espera, su familia, probablemente preocupada, también lo hacen, las vacaciones que solo debían durar un mes, aproximadamente, duraron tres, y ahora, con Scorpius en el asiento del copiloto, viajando hacia el mar, su último destino, o el que pensaba que sería, de repente no quiere regresar.

Malfoy silba, sus ojos siempre mirando a través de la ventana, en la radio los conductores del programa ríen cuando cuentan un chiste sin sentido, y un relámpago suena a lo lejos.

El viaje dura tres horas en auto, y mientras más se acercan, más ven el mar a lo lejos, un horizonte azul a la distancia, como si fuera el fin del mundo.

Teddy estaciona a un costado de la carretera, y ambos bajan, Malfoy camina con su mochila en los hombros, y llegan a la tierra húmeda bajo la suela de sus zapatos.

Mientras Teddy disfruta del aire, Malfoy saca una cámara muggle, y toma una foto del mar, y luego, sin previo aviso, toma una de él, Teddy le sonríe, no con aquella sonrisa de antaño, es una más suave, más cansada.

Scorpius baja la cámara, y se sienta junto a Teddy en el suelo, observando el basto mar.

A lo lejos, muy lejos de ellos, pueden ver una isla, y la silueta de lo que parece un barco, el viento mueve sus cabellos, un relámpago vuelve a sonar, y la luz les ilumina por unos instantes.

—¿Viajas a algún lado en especial? —Teddy pregunta, y le mira, largo y tendida.

Piensa que Scorpius no va a contestar, pero lo hace, sin dejar de observar las olas que chocan y se deshacen en pequeñas gotas de agua cristalina.

—Estoy buscando algo —contesta.

—¿Un recuerdo? —observa la cámara unos segundos, y vuelve su rostro al cielo cuando una gota cae sobre su mejilla.

Un sentimiento, supongo —responde Scorpius.

La lluvia se deja caer, una vez más.

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Teddy conduce, no hacia el hotel, ni vuelve sobre las mismas carreteras que lo llevarían a su casa, sigue más allá del mar, lejos.

Scorpius duerme una hora más tarde, y mientras la noche cae, y un coche pasa por su lado, creando sombras en el rostro del ex Slytherin, y por un momento, el chico no parece real.

Solo un fantasma que vaga, buscando un "sentimiento".

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Llegan a un pueblo pequeño, se llama El Puente de San Luis, y Scorpius le presta un libro con un nombre similar.

Ellos desayunan en un restaurante pequeño, casi vació, el pueblo se ilumina con la energía, y Teddy lee tranquilamente, con Scorpius sentado frente suyo, observando más allá de la vidriera, a la carretera, al Renault.

Seguramente piensa en viajar, supone Teddy, y sigue leyendo; los primeros capítulos son aburridos, en su opinión, y pese a haber sido un Ravenclaw, puede diferenciar entre un libro que vale la pena o no.

Ellos se quedan en un hotel, duermen en la misma cama, dándose la espalda el uno al otro, aunque Teddy pasa la mayoría del tiempo despierto, leyendo, escuchando la respiración de Scorpius volverse lenta y acompasada.

La lluvia se detiene en la mañana, ellos suben al Renault y vuelven a la carretera.

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Cuando pasan dos meses viajando, encuentran un campo repleto de flores de todos los colores, y una casa abandonada.

Bajan del coche y caminan, observan el interior con interés, parece ser una de esas casas rústicas, tiene puertas corredizas, cuatro habitaciones y dos baños, lo que parece haber sido la cocina y una sala donde se sentaban tranquilamente frente a una chimenea vieja.

A Scorpius le gusta, pasan la noche allí, mirando las estrellas por entre los pedazos que faltan en el techo de madera, los grillos suenan en la noche, un lobo aúlla a lo lejos, y trae recuerdos a su mente.

—Mi padre era un hombre lobo —cuenta, en la oscuridad de una noche cálida, después de días lluviosos y fríos —, y mi madre una Metamorfaga, ella era la mujer más valiente y alegre que pudieras conocer… mi padre la amo mucho… luego de la guerra, le fue incapaz de estar sin ella… falleció de tristeza y dolor, cuando yo tenía tres años… lo vi morir… no podía dejarlo solo.

Una mano roza la suya, y es agradable, piensa Teddy, a pesar de las lágrimas que arden contra las mejillas, poder hablar con alguien de esto, de los recuerdos que duelen y no permiten avanzar.

Victorie odiaba hablar de lo que sentía, ella no quería recordar las desgracias por las que habían tenido que pasar sus padres en la guerra; la cicatriz en el rostro de Bill estaba curada, pero la mente, esa era un desastre, y todas las noches volvía a ese día, tampoco quería recordar todo lo que había tenido que pasar para ser reconocida por sí misma, más allá de su apellido.

George odiaba los recuerdos, Molly no podía avanzar ante la pérdida de su hijo, y Arthur estaba destrozado, no quería perder a dos personas más, así que oblivio a su esposa y a su hijo. Fred había sido olvidado, como si nunca hubiera existido.

Harry había hecho su vida, tenía tres hijos, una esposa y nietos en camino, no necesitaba más recuerdos de su infancia arruinada por una guerra que, en primer lugar, no quería liderar.

De vuelta a casa, Teddy no tenía nada que lo atara realmente.

Se pregunta si Draco esperaba a su hijo.

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Una mañana, mientras duermen en un hotel, la lechuza de Harry llega, no sabe cómo, pero deja la carta en la mesita de noche, mientras Teddy se pone en pie y la toma, sabiendo que Scorpius le mira atentamente desde su lugar en la cama.

Abre la carta con dedos temblorosos, y las lágrimas caen cuando es consciente de lo mucho que extraña a Harry, el hombre que lo había criado como a un hijo.

La carta tiene un párrafo, uno solo:

"Es hora de regresar, hijo."

Lentamente, la dobla en su palma de la mano y se gira para observar la figura quieta de Scorpius, que parece solo una imagen de no ser por su pecho, que sube y baja en un ritmo acompasado.

—Necesito volver —susurra.

Los ojos de Scorpius le analizan, y cuando aparta la mirada de él, se recuesta en la cama, viendo hacia el balcón, donde un cielo nublado le saluda de regreso.

—Aún estoy buscando algo —dice, como toda respuesta —. Saluda a Albus por mí, y dile… dile que lo siento.

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Albus asiente, con rostro serio, y cuando Teddy pregunta si sabe algo, niega con la cabeza, aunque su expresión culpable demuestre lo contrario.

Toda la familia se reúne y festeja su regreso, pero Teddy es el primero que decide ir a descansar; se recuesta en la cama, en un apartamento vacío y helado, con las cortinas de la ventana abiertas, y las sombras de las gotas de lluvia creando sombras extrañas en la habitación.

No puede dormir, toma el libro de El Puente de San Luis del Rey, y lee.

Lee hasta el amanecer.

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"Hay una tierra de los vivos y una tierra de los muertos, y el puente que los une es el amor, lo único que sobrevive, lo único que tiene sentido".

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Vuelve a su rutina anterior al viaje.

Sigue con su trabajo, resuelve casos, está cerca de la muerte tres veces en dos meses, y Victorie quiere intentar de nuevo la relación, pero la rechaza de manera sutil.

El apartamento es solitario, las lluvias continúan por largas semanas, se pregunta si donde se encuentra Scorpius llueve con la misma intensidad; a veces, sueña con él, viajan en la carretera, la radio encendida, el cielo nocturno, las olas chocando contra las costas, una mano roza la suya, y Scorpius se desvanece.

Se despierta, y vuelve al trabajo.

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Un día, le pregunta a Albus, mientras las lluvias de verano se desatan sobre Inglaterra, tan monótona, tan gris.

—¿Qué busca él?

Apaga el cigarrillo en un cenicero, no recuerda haber fumado en presencia de Scorpius ni una sola vez, ni siquiera a escondidas, sabía que lo odiaba, y tenía una nariz muy sensible.

Están sentados en la solitaria casa de Albus, las cigarras chillan fuera o dentro de la casa, la ligera lluvia no las apacigua, y el más joven bebe una taza de chocolate caliente.

—¿Él no te lo dijo? —niega — ¡Pasaron casi un año juntos!

—Dijo que estaba buscando un "sentimiento".

Albus hace una mueca, y da un trago a su bebida humeante.

—Cuando empezamos el tercer año… —el hombre duda, antes de continuar —… comenzó a comportarse de manera extraña… lo note más decaído, Draco me envió cartas preguntando porqué su hijo no le respondía las suyas… se metió en algunos líos, ¿sabes? Muchos no eran su culpa, pero otros, otros… a veces, creó que lo hacía para buscar algo… un sentimiento que lo ayudara a seguir.

Hablaba despectivamente de sí mismo, y lo escuchaba llorar a veces… creó que estaba deprimido, la gente fue muy mala con él, eran niños, pero eran crueles… se burlaron mucho de sus padres también, aunque no tuviera sentido, comenzaron a decir que era hijo de Voldemort… creó que eso fue lo peor, ya que Astoria había muerto, comenzaron a decir que su padre… ella murió porque Draco… cosas horribles que no eran más que mentiras, crueles e injustas… en quinto, comenzó a decir que no quería seguir, que quería irse de Hogwarts, le pedí que aguantara… le prometí que estaría con él para ayudarlo…

Albus se detiene, hay lágrimas en sus ojos, y un relámpago suena, a Teddy le traen memorias de noches junto a un cuerpo cálido presionado contra su espalda, pero Albus parece recordar pesadillas, solo un poco más en las paredes de Hogwarts.

—Tampoco lo soporte mucho… deje de darle ánimos, creó que él lo había notado, así que intento no molestarme mucho, me pidió que no lo dejará solo, qué era bueno fingiendo sentirse bi-bien, pero no-no le hice caso… era mi mejor amigo, era a quien estaban molestando, era quien debería sentirse molesto y alejarse de mí, pero fui yo quien lo dejó. En sexto, ni siquiera podía mirarlo a los ojos, y para que me dejaran en paz, para que no me relacionaran con él, les dijo a todos que me había hechizado para que sea su amigo.

No es culpa de nadie piensa, ignorando los llamados desesperados de Albus, apareciendo en su apartamento; está sólo, en la oscuridad, en su hogar, que no se sentía como uno desde hace mucho tiempo.

"A veces… a veces, ¿no sientes como si quisieras correr lejos?".

Scorpius estaba buscando algo porqué seguir adelante desde tercer año, piensa, camina a su habitación y toma las llaves de su viejo coche de debajo de la almohada.

"¿A dónde irías, si pudieras?".

Camina hacía el estacionamiento, y abre la puerta de su Renault, encendiendo el motor.

"A cualquier parte".

A cualquier parte…

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Conduce por las mismas carreteras, se hospeda en el hotel donde se encontró con Scorpius, y al día siguiente, estaciona el automóvil a un lado de la carretera, como un deja vü, solo que esta vez, las huellas son de una persona, y no de dos.

Puede ver la isla, pero no es tan hermoso como la primera vez, con la silueta del pequeño barco a lo lejos, y sabiendo que, a un lado suyo, estaba otra persona, que ahora brilla por su ausencia.

Sigue el camino hasta el pueblo, come en el mismo restaurante, la mujer que los atendió la última vez se le acerca con waffles en una mano, que deposita sobre la madera desgastada frente a él.

—¿Perdiste al chico rubio?

—Si… —murmura, observando la miel de los waffles deslizarse lentamente por el plato de porcelana blanca.

—O puede estar esperándote más adelante —ella deja al aire, dando la vuelta y volviendo a la cocina.

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La casa en el campo está vacía cuando Teddy se adentra con paso lento, la madera vieja cruje bajo sus pies, las ratas suenan entre las telarañas de cada esquina.

La Luz de la luna se filtra a través de los agujeros, y cuando se recuesta en el suelo, con las cigarras chillando por más agua, Teddy observa las estrellas; ve Sirio, en todo su esplendor, y se pregunta si la estrella de Scorpius brilla de la misma manera.

En alguna otra parte, piensa, raspando sus uñas contra la madera húmeda; en alguna otra parte, Scorpius mira el mismo cielo que él.

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Más alla de las olas que chocan contra la costa, del restaurante pequeño que desprende olores que lo transportan a Hogwarts, y muy lejos de la casa en el campo, en cualquier parte, se encuentra Scorpius.

Teddy conduce por horas, se detiene para tomar cortas siestas, con las ventanas abiertas, el viento de primavera, cálido, recorre los asientos dañados y desgastados por el tiempo, y hacen crujir al coche, quejándose.

Sueña con espaldas cálidas, roces de manos delgadas y pálidas, un cabello rubio inusualmente largo, y ojos tormentosos. Sueña hasta que abraza la delgada silueta, y esta se desvanece entre sus manos y se convierte en agua cristalina, y a veces, en un líquido rojo, y espeso.

No han estado en una guerra, pero parecen haber salido de una.

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Se encuentra a Scorpius caminando por la carretera en invierno, una lluvia se aproxima, y parece anochecer más temprano.

Un relámpago ilumina la silueta delgada y alta, y parece tan joven, que cuando baja la velocidad del Renault y esos ojos le miran con ojeras, a Teddy le tiemblan las manos contra el volante.

—No necesitas buscar una razón para seguir —susurró débilmente.

Scorpius le mira fijamente, no parece querer analizarlo, y eleva el rostro al cielo gris.

—Mi padre se suicidó hace dos meses —buscó en el bolsillo del camperon y le alcanzó un pedazo de papel arrugado.

Sintiéndose frío por dentro, recogió el papel, un ruido sordo rugiendo desde la radió le produce dolor de cabeza.

Scorpius permanece de pie, absorto en la elevación de la carretera, y como parecé que el mundo termina allí.

Teddy lee la nota, con una caligrafía elegante, y al mismo tiempo, parecía tan rota y temblorosa.

"Después de la guerra, sólo tenía a tu madre y a ti,

Cuando murió tu madre, sólo te tenía a ti.

Te vi crecer, Scorpius, y te amé más de lo que había amado algo en mi vida.

Lamento que mi apellido te traiga tantas desgracias,

Lamento que te sientas como si no pudieras arreglar tu vida.

Nunca me culpaste de nada, y cuando te vi marchar, cuando te graduaste y dijiste que debías irte, supe que te había perdido a ti también.

Entonces, no quiero que te sientas tristes por mis decisiones, soy un adulto.

Se lo que quiero, y eso es vivir a un lado de Astoria, junto a su cuadro.

Concede este ultimo deseo egoísta a tu padre.

Vuelve a casa."

No sabe que decir, hay un nudo en su garganta, los ojos le arden y no es capaz de mirar a Scorpius.

Un relámpago suena.

—No quiero seguir caminando... no puedo volver a casa... ¿Que debo hacer ahora? —susurra Scorpius, su voz se quiebra.

Detenerte.

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Scorpius se detiene.

Deja que le lleve de regreso a casa, le permite quedarse en su apartamento, porque cree que la mansión no es una opción, y le da su habitación, donde pasa la mayoria de los días, recostado en su cama, observando a través de la ventana el sinuoso camino que se dirige directo a la carretera por la cual habían viajado tantas veces.

La lluvia cae una semana, y más tarde, el sol sale, acariciando el rostro de Scorpius, hasta que sus mejilla se vuelven rojas.

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Teddy se ocupa de la petición de Draco, le permite descansar junto al cuadro de Astoria, y se aleja de ellos cuando preguntan por Scorpius.

¿Qué puede decirles? Scorpius esta sobre una cama la mayoria del tiempo, y su mente viaja en un Renault, con la radió encendida y mirando el paisaje por las ventanas.

Teddy se escapa, a veces por una semana, otras por dos, y Rose Weasley, que había sido una confidente de Scorpius en sus días solitarios, le hace el favor de cuidarlo.

Para cuando pasan cuatro meses, la casa del campo esta como nueva, las maderas bajo sus pies no crujen, ni están húmedas, las termitas se han ido, junto a las ratas.

Y en el techo, donde se recostaron a admirar las estrellas, aún se pueden observar por un tragaluz.

Lleva a Scorpius con él la próxima vez que va, y vende su apartamento.

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El Renault Mégane es reparado durante tres largos meses, hasta que esta listo para un largo viaje.

Scorpius sube al asiento copiloto, y mira a Teddy cuando comienza a conducir por la carretera.

—¿Dónde iremos?

A cualquier parte— responde —, y cuando quieras detenerte, volveremos a la casa del campo, porque es nuestro.

A cualquier parte... —susurra Scorpius, y sus ojos se dirigen al paisaje.

El Renault se aleja por la carretera, la radió suena con un chiste sin sentido, el viento cálido del verano se filtra por las ventanas bajadas, y Teddy siente un roce en su mano.

Él aprieta la mano con delicadeza.

Nada se deshace como en sus sueños, y hay una sonrisa suave de labios pálidos.

Allí, donde las olas chocan contra la costa, el restaurante que trae recuerdos de cuando tenían once y aprendían hechizos para iluminar la oscuridad, y caminaban por interminables mazmorras oscuras y frías, escuchando al castillo quejarse por recuerdos que no dejan avanzar.

Allí, lejos de todo eso, quizás al borde del mundo, quizás en cualquier parte, puedan comprender la razón de haber nacido, y haber llorado, hasta encontrar el camino.

Y cuando se cansen, volverán sobre esas carreteras oscuras, con el sonido de la radió y los roces de mano, a su hogar, a sanar.