Disclaimer: los personajes le pertenecen al mangaka Kazuki Takahashi. Sólo los uso para escribir mis ideas.
Advertencia: este fanfic contiene ships crack y también muertes de varios personajes conocidos.
Canciones reproducidas al escribir el capítulo: "Melissa" opening del anime "Fullmetal Alchesmist", el tema representa a Mokuba en este long fic.
Capítulo 1
La ciudad Domino estaba en ruinas, la mayor parte de los edificios estaban rodeados de escombros, cual si una guerra se hubiera desatado hacía ya mucho tiempo. Incluso los edificios que se alzaban se veían desgatados, algunos estaban a medio caer. Era difícil encontrar alguna vivienda que no tuviera las paredes llenas de agujeros enormes junto con los techos rotos por donde se filtraba la luz del sol y el agua en temporada de lluvias. Los pisos y avenidas estaban llenos de pedazos de concreto de las casas y edificios lo que provocaba que los autos brincaran al moverse entre las calles mientras sus llantas pisaban la destrucción del lugar.
Las ventanas de los hogares, en su mayoría, no tenían cristales, por lo que era muy fácil que cualquier ladrón pudiera escalar por las paredes y así meterse en las casas.
Eso era lo que intentaba hacer aquel niño de cabellos morados que se aferraba al alféizar de la ventana en un intento por subir al recuadro abierto en la pared. Con sus manos agarradas al alféizar, sostenido además por dos niños que lo cargaban, impulsó su cuerpo hasta lograr subir el pie completamente. Miró el interior de la casa.
-¿Puedes ver algo?-preguntó un niño de cabellos verdes que se encontraba en la parte de afuera.
-No hay nadie-respondió el niño de cabellera morada.
Giró la cabeza de un lado a otro buscando señales de personas viviendo en aquella casa, aparentemente inhabitable. Estaba acostumbrado a ese tipo de situaciones.
-Leon, no tardes tanto-apresuró el chico de cabellera verde y lentes amarillos.
Siguiendo la orden de su compañero, introdujo el pie izquierdo primero en el interior, luego pasó su otro pie y de un salto llegó al piso. Se detuvo a observar la vivienda antes de realizar su próximo movimiento.
Al parecer se encontraba en la sala de estar, los sofás y el televisor delataban que ese lugar se usaba para sentarse a descansar un fin de semana viendo películas. Sin embargo, había mucho polvo que, evidentemente, se formaba más fácilmente gracias a la ventana sin vidrio que permitía la introducción de las partículas polvorientas.
Distinguió también una mesa de estar entre los sillones y el televisor. También se percató, gracias a su experiencia inspeccionando casas, que la suciedad si bien era notoria tampoco era exagerada; lo cual indicaba que sí era un hogar habitado por alguien. Tendría que apresurarse para cometer su robo.
Caminó sigilosamente, con pasos rápidos pero silenciosos, experiencia que había adquirido gracias a sus múltiples hurtos en diferentes hogares a lo largo de casi toda su corta vida.
Se acercó a una vitrina con algunos cajones en la parte baja y unas puertas de cristal que permitían vislumbrar lo que había en su contenido. Abrió con cuidado los cajones esperando encontrar algo de valor, pero lo único que vio fueron cubiertos de cocina de acero inoxidable. Los observó detenidamente, aunque no podía demorarse viendo cada uno de los tenedores, cuchillos y cucharas que había allí guardados, así que sólo tomó tres de cada uno y los metió en una bolsa de tela ligera que traía consigo colgada en sus hombros.
Rápidamente abrió las puertas de la vitrina para mirar el interior, pero su decepción fue grande cuando notó que los adornos eran de sólo tazas que usar, figuras de porcelana que no podría llevar por la fragilidad y frutas de plástico para decorar comedores.
Lanzó un bufido inconforme antes de continuar con su búsqueda de algo valioso. Alcanzó a vislumbrar las escaleras que conducían al piso de arriba así que se dirigió a ellas.
A penas había dado un paso a un escalón cuando escuchó un ruido de sirenas policiales mezclado con la voz de uno de los niños que lo acompañaban.
-¡LEON, LLEGÓ LA POLICÍA!
Leon miró a la ventana por donde había entrado, pero supo enseguida que volver implicaría encontrarse con los policías, por lo que decidió correr escaleras arriba para buscar otra forma de escapar.
Mientras subía escuchó el ruido de las patrullas que se habían estacionado cerca de la casa; sus conocimientos le indicaron que la policía ya tenía vigilada esa casa o alguien que los reconoció los delató. Era extraño que hubieran llegado tan rápido, casi al mismo tiempo que ellos.
Sin detenerse a analizar la situación, llegó al piso de arriba donde había varias habitaciones, algunas con las puertas cerradas y otras estaban abiertas de par en par.
Corrió por el pasillo a toda velocidad, deteniéndose en cada habitación para mirar si había alguna ventana para escapar. En la última encontró lo que buscaba.
Se subió a la cama para asomarse por la ventana con más facilidad, miró detenidamente las casas vecinas para calcular la distancia que las separaba de donde se encontraba.
Gracias a su experiencia en escape no tuvo ninguna dificultad para medir la distancia e idear un plan pensando con rapidez. Sacó una cuerda y un gancho que llevaba consigo para este tipo de situaciones, los amarró usando la agilidad de sus dedos ya experimentados en el tema y una vez hubo terminado aventó el gancho hacía la ventana sin vidrio de la casa de frente.
El gancho se enganchó al marco de la ventana tal como lo había pensado Leon, se agarró con fuerza mientras se erguía sobre el alfeizar de la ventana, preparándose para saltar. A sus oídos llegó el sonido de los policías que ya habían entrado a la casa y buscaban por las recámaras.
Supo que debía ser rápido y conciso si quería salir a salvo de allí.
Agarró impulso, respiró hondo y se aventó del alfeizar justo en el momento en un policía entraba a la habitación.
-¡Oye! ¡Niño!
Pero ya era tarde porque Leon ya había salido, cruzando la separación de ambas casas gracias a la cuerda cual si fuera un Tarzán de las historias que solía escuchar cuando era más pequeño por parte de sus padres y su hermano mayor.
Muy cerca estaba de lograr su cometido, casi podía tocar la siguiente ventana cuando una navaja, perfectamente bien lanzada con calculo preciso, cortó la cuerda que lo sostenía y cayó poco a poco al suelo.
Leon quedó boquiabierto viendo como caía su cuerpo desde una altura considerable, pero lo bastante alto como para dañar su cuerpo de niño de 10 años. No había visto el suelo cuando saltó así que no sabía donde caería ni sobre qué.
Pronto sus respuestas fueron contestadas cuando sintió algo suave que amortiguó la caída permitiendo que no sufriera un daño mortal. Alcanzó a sentir una especie de colchón, pero no tuvo tiempo de verificar qué había pasado porque sintió unas manos grandes y rudas que lo agarraban por los brazos.
Trató de zafarse sin ver quien lo había agarrado, pero la fuerza de la persona que lo sostuvo fue tanta que su cuerpo quedó inmovilizado, no tardó en sentir las esposas sobre sus muñecas y su cuerpo quedó sobre el colchón. Sintió el peso de una persona sobre su cuerpo pequeño que no soltaba las esposas, al alzar la cabeza lo más que pudo reconoció la cara del policía que lo había capturado.
-Al fin te atrapé, Leon-dijo el policía con una sonrisa triunfal cual si hubiera esperado por mucho tiempo atrapar al niño.
León supo en su interior que se habían acabado sus aventuras como ladrón de casas y edificios.
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Las piernas y los brazos de Leon permanecieron cruzados en postura orgullosa, enojada y rebelde, con su cabeza girada a un lado para indicar que no deseaba hablar con el policía que lo había capturado.
-Finalmente logré capturar al ladronzuelo más famoso de la pandilla de ladrones de la Ciudad Domino, el gran Leon Wilson-exclamó con orgullo y satisfacción el policía aplaudiendo para sí mismo.
León no contestó; estaba dispuesto a mantenerse callado el tiempo que fuera necesario, incluso si debía quedarse encerrado de por vida.
El policía lo miró con ojos inquisitivos, suponiendo que Leon tenía un acuerdo en su pandilla para no abrir la boca en caso de ser capturados por la ley.
-¿Por qué te metiste en mi casa específicamente?
León abrió los ojos por la sorpresa ante la afirmación del policía, volteó a ver al oficial con una expresión de asombro en el rostro.
-¿Así que no sabías que era mi casa la que estabas asaltando?-preguntó el oficial con una mirada traviesa.
Le parecía ilógico que uno de los niños más famosos en la ciudad por ser ladrón no supiera en qué casa se estaba metiendo. No obstante, por su lenguaje corporal se dio cuenta que Leon no sabía realmente en donde se estaba metiendo.
Leon tragó saliva, pero continúo sin hablar ni responder ninguna pregunta.
-Te metiste a mi casa porque sabes que soy el policía que les declaró la guerra a ustedes los niños ladrones. Querías vengarte de mí, pero te salió mal la jugada.
Las palabras afirmativas con las que hablaba el oficial pusieron nervioso a Leon, haciendo que su respiración comenzara a agitarse y su pecho bajara y subiera inquietamente. Volvió a tragar saliva en un intento inútil por calmarse.
Él no sabía que la casa era del policía que siempre lo estuvo persiguiendo junto a sus compañeros. Si hubiera sabido que era de él, ni por equivocación se hubiera metido a robar allí puesto que deseaba evitar a las autoridades lo más posible.
Giró nuevamente la cabeza al lado para mantenerse en una postura rebelde, aunque le estaba costando disimular su nerviosismo.
-Tus amigos Weevil y Raptor declararon que tú los mandaste a asaltar mi casa diciendo que buscabas una venganza contra mí por llevar tiempo intentando capturarlos.
León abrió los ojos con gran asombro. Su mano formó un puño con coraje al darse cuenta que había sido traicionado por sus compañeros.
-Supongo que como líder de tu pandilla fuiste junto con tus secuaces a buscar robar las pertenencias mías y de mi mujer-afirmó el policía con naturalidad cual hombre que sabe a lo que se está enfrentando.
-No es verdad.
La voz de Leon se oyó baja, sin dirigirle la mirada al policía y apretando su puño en medio de sus brazos cruzados
El policía aguzó el oído con una sonrisa triunfal; había logrado lo que quería desde el principio…hacer que Leon hablara por su cuenta.
-¿Eh? No te escucho-dijo el oficial poniendo su mano detrás de su oreja de manera burlona.
-No es verdad-repitió Leon con la voz un poco más alta, pero seguía siendo bajo su volumen de voz.
-¿Eh? Habla claro, Leon.
La respuesta sarcástica del policía sacó de quicio a Leon que comenzó a temblar de coraje antes de por fin explotar de ira.
-¡No es verdad nada de eso, Tristan!-gritó Leon con furia golpeando la mesa con sus pequeños puños.
-Oye, oye, no te doy permiso que uses mi nombre, niño pandillero-reclamó Tristan ofendido, con un tono amenazante y severo.
-Weevil y Raptor están mintiendo. ¡Son unos traidores!
Los gritos de Leon retumbaron en la oficina de Tristan que, por ser un edificio del gobierno, era de los pocos lugares donde había vidrios protectores en las ventanas, aunque algunos estaban estrellados tanto por niños traviesos que aventaban piedras a la policía, como por los sucesos que habían llevado a la ciudad Domino a estar en ruinas.
-¿Ah sí? ¿Y cómo lo vas a comprobar?-preguntó Tristan retadoramente.
León volvió a quedarse callado. Había roto su regla de no hablar de su pandilla, pero también sus compañeros habían roto esa regla. Tomando en cuenta que habían mentido también con respecto al asalto.
-Nosotros nos metemos a las casas con fácil acceso-aseveró Leon sabiendo que ya no podía estar callado por más tiempo.
-Ah, claro. Por eso no puedes meterte aquí. La seguridad es mucho mayor que las casas ajenas-el tono burlón de Tristan descontrolaba a Leon.
-Lo que menos queremos es tratar con ustedes que son parte del problema.
-¿Parte del problema? El problema son los ladrones que no desean trabajar para progresar-dijo Tristan sin mostrar signos de enojo.
-Nosotros no tenemos opciones como ustedes los adultos. Nos morimos de hambre cada día y no tenemos apoyo de nadie.
El resentimiento era visible en la voz de Leon.
-En ese caso, entonces deja que te demos opciones. Porque nosotros hemos intentado hacer lo posible por ayudar a los niños huérfanos debido a los ataques de monstruos que cada vez van en aumento.
-¿En qué nos ayudarán? ¿Metiéndonos a un internado para menores o reformatorio porque no tenemos familia?
-Nosotros les hemos brindado varias opciones a los pandilleros que hemos capturado-explico Tristan pacientemente-. Pueden ser llevados con familias que los adoptan ya sea temporal o permanentemente, pueden trabajar en la empresa Ilusiones Industriales que está ofreciendo apoyo para los niños sin familia o pueden ir al internado para estudiar hasta ser mayores de edad y decidir sobre sus vidas.
Leon sonrió burlescamente ante las ideas de Tristan, comenzó a reír por lo bajo.
-¿Esas son sus opciones? Claro, sólo les interesa hacernos sus prisioneros. Mandarnos a internados y empresas grandes.
-¿Qué opciones prefieres?
-Primero deberían arreglar la ciudad independientemente de la cantidad de ataques que recibimos día con día. De esa forma…
El sonido de una puerta al abrirse con brusquedad interrumpió las palabras de Leon, que volteó asustado levantándose de la silla donde estaba sentado. Tanto él como Tristan miraron hacia la puerta de la oficina, escuchando atentamente los murmullos que comenzaron a formarse en el pasillo de la policía.
-¿Qué está pasando?-preguntó Tristan intrigado.
Con pasos seguros, salió de detrás de su escritorio dirigiéndose a la puerta de su oficina, que abrió rápidamente olvidándose de su pequeño invitado.
Leon analizó la situación en un segundo, sonrió con malicia triunfal y se acercó a la puerta abierta pasando entre Tristan y la puerta en un esfuerzo por escapar de la policía aprovechando la distracción.
Sin embargo, no terminó de cruzar la puerta cuando sintió la mano de Tristan agarrándolo con fuerza, poniendo presión en su mano para inmovilizar al niño. Se podía ver la experiencia que tenía capturando niños escurridizos.
-¡Alto ahí, pequeño ladrón!-dijo Tristan con un tono de voz divertido ante los intentos de escape del niño.
Leon le lanzó un gruñido mirándolo con furia, sin embargo, vio que el policía no quitaba sus ojos de enfrente. Su mirada, anteriormente intrigada, ahora era de satisfacción y orgullo.
Aquello confundió a Leon; jamás había visto esa mirada en un policía. Miró hacia el pasillo para averiguar qué había causado tanta intriga en las personas y entonces, quedó boquiabierto con lo que sus ojos vieron.
Caminando por el largo pasillo de las distintas oficinas policiales, un hombre de aproximadamente 25 años, vestido con un traje blanco con capa larga que se mecía con sus movimientos bruscos al caminar, llevaba en su espalda una enorme espada, su cabello era negro, un poco ondulado, su mirada era severa.
Llevaba consigo a un hombre que se retorcía para escapar de su agarre, más le era imposible por la fuerza que tenía en su brazo el hombre de traje blanco.
Leon se sorprendió al ver cómo ese hombre, con una sola mano, podía arrastrar al otro que lanzaba gritos de auxilio mientras intentaba escapar; además de que el hombre era de complexión grande.
Observó detenidamente la espada que llevaba consigo el hombre de traje blanco, sabiendo de esa manera el motivo por el que tenía tanta fuerza física aquella persona de traje blanco como para jalar a alguien con un solo brazo.
-Es un cazador de monstruos-dijo para sí Leon.
-Así es, es el cazador Mokuba Kaiba-dijo Tristan escuchando los comentarios del niño.
Al oír aquello, Leon lo volteó a ver con un gran asombro, abriendo los ojos y la boca descomunalmente.
-¿¡Mokuba Kaiba!?-dijo con asombro-¿Uno de los mejores cazadores de monstruos de la actualidad? ¿El menor de los hermanos Kaiba?
Tristan miró con curiosidad al niño ladrón.
-Sabes bastante sobre los cazadores de monstruos.
-¡Claro que sé!-exclamó con gran admiración Leon-. Mokuba Kaiba es uno de los cazadores de monstruos más famosos de la ciudad Domino. Tiene reconocimientos por haber acabado con muchos de los monstruos que atacan la ciudad constantemente.
Tristan arqueó una ceja cuando vio la admiración con que Leon se expresaba de Mokuba. Desde su lugar, Leon miraba a Mokuba con ojos brillosos por la emoción de ver a su más grande admiración en el mundo.
Vio cómo Mokuba se detenía en la entrada de una oficina donde el policía, dueño de aquel departamento policial, lo miró con miedo y sorpresa mientras temblaba. El cazador Mokuba jaló al hombre que llevaba consigo frente a él para ponerlo a la vista de la autoridad.
-Le traje al hombre que estaban buscando-dijo el cazador con una voz autoritaria y fría al mismo tiempo.
-Ah…si…-dijo en un ligero tartamudeo el policía.
Leon no tardó en notar que la presencia del cazador imponía incluso sobre la policía; aquello hizo aumentar su admiración por Mokuba y sus ojos brillaron de emoción mucho más.
-Este es el hombre que estafaba a los clientes en los bancos-afirmó Mokuba con autoridad.
-Ah…si, es él-respondió el policía sacando una foto del estafador en un volante de "Se Busca" y mirando el rostro del hombre traído por el cazador-Definitivamente es el criminal.
El hombre lanzaba gemidos de miedo mientras su cuerpo temblaba. Gritó sin control cuando un grupo de policías se acercó a él para someterlo y meterlo a la oficina del departamento encargado de las estafas a empresas y personas en general.
-Gracias, señor Mokuba. Ese hombre ya no estafará a nadie más-dijo el policía antes de meterse a su oficina respectivamente.
Con una actitud un tanto indiferente, Mokuba se giró para regresar por el pasillo por el que caminó, pero se detuvo cuando su mirada se topó con la de Tristan que seguía sosteniendo a Leon con su agarre.
-Hola Tristan-dijo Mokuba esbozando una sonrisa.
-Hola Mokuba-Tristan respondió igualmente-. Veo que nos ayudaste atrapando a ese delincuente que se escabullía con sus disfraces.
-Es un placer.
La expresión de Mokuba cambió a una más inexpresiva. Por alguna razón le llamó la atención el niño que agarraba Tristan por lo que bajó su mirada contemplando al niño que seguía mirándolo con cara de enamorado.
Tristan notó esa mirada en Leon y se percató de que a Mokuba le atrajo esa mirada del niño.
-Es Leon Wilson, uno de los niños huérfanos que robaban en las casas sin protección.
La mirada de Mokuba se hizo severa al darse cuenta que ese niño era un ladrón.
-Tal vez si mejoraran la protección a los hogares arreglando lo que es destruido en el momento-comentó Mokuba con un tono serio alzando los hombros.
-¿Ves? ¡Te lo dije!-habló Leon con regaño dirigiéndose a Tristan.
Tristan enrojeció un poco por la vergüenza al no saber qué decir. Hacía tiempo que se había vuelto tedioso para la mayoría de personas arreglar sus viviendas, colocando vidrios a las ventanas, restaurando techos, fugas y resanando las paredes que continuamente volvían a ser destruidos por los monstruos que atacaban la ciudad. La policía no podía proteger cada casa ni edificio de la ciudad así que se optaban por guardias para vigilar las diferentes zonas y colonias. Tampoco era posible financiar el arreglo de las ciudades ya que el gobierno optó por no mandar apoyos a las familias para arreglar los hogares porque resultaba muy caro reparar los daños que, muchas veces al día siguiente de su arreglo, volvían a surgir debido a los ataques.
En su lugar, el gobierno mandaba campañas con alimentos para ayudar a personas de bajos recursos, pero recientemente la mayoría de personas eran ahora muy pobres y el aumento en la población con pobreza dificultaba recibir el apoyo del gobierno.
De allí la molestia y enojo del pueblo que sufría hambre, sed, frío y enfermedades sumando los ataques cada vez más frecuentes provocando que la destrucción de viviendas no disminuyera ni se diera la posibilidad de una restauración total de la ciudad.
Tristan sabía que lo más que podía hacer era ayudar a los niños que optaban por robar y vivir en las calles gracias al apoyo que la empresa Ilusiones Industriales, compañía dedicada a la creación de juegos desde hacía varios años ya, brindaba para evitar que los saqueos continuaran en los hogares desprotegidos.
Ante las palabras de Mokuba y la reacción triunfal de Leon, Tristan se sintió avergonzado. Conocía lo suficiente a Mokuba como para saber que era honesto cuando expresaba sus ideas.
-Ah, bueno…es que…como sabes, los ataque son disminuyen y no hay tiempo ni recurso para arreglar las…
Mientras Tristan hablaba en un esfuerzo por justificar la mala organización del gobierno y la policía, Mokuba lo miraba atentamente hasta que algo lo puso en alerta. Giró hacia el pasillo por donde había venido, sintiendo una presencia extraña muy cerca de allí. Le hizo una señal con la mano a Tristan para que guardara silencio, provocando con esto que Tristan se pusiera también en alerta y se dirigiera a sus compañeros.
-¡Guarden silencio todos!
La orden del policía fue severa pero sin alzar la voz, el resto de policías fueron poco a poco callándose al ver las reacciones en guardia que iba adquiriendo cada miembro del equipo policial. León comprendió que ya estaban todos entrenados para actuar cuando algún cazador diera indicaciones; aquello le causó mucha más admiración, así que fijó sus ojos en Mokuba que estaba parado sin moverse en medio del pasillo.
Mokuba aguzó todos sus sentidos, moviendo los ojos de un lado a otro, sus oídos no captaban ningún sonido, pero podía sentirlo; el sentido que más desarrollado tenía era el de las sensaciones que su cuerpo transmitía cuando el calor se agolpaba en sus venas.
Prestó atención, concentrándose para ubicar en dónde podía estar la presencia que sentía. Permaneció quieto por algunos minutos, que para todos a su alrededor parecían horas, y fue entonces cuando su sexto sentido le mandó la señal que necesitaba.
Con una velocidad casi imperceptible a los ojos humanos, Mokuba metió su mano en el cinturón de su pantalón y de allí sacó un cuchillo que lo lanzó contra uno de los hombres que estaba en el fondo del pasillo dándole en la frente y atravesando su cabeza. El hombre, con ropa de civil, se derrumbó en el suelo ante la mirada aterrorizada del policía que acompañaba a la victima a la salida de la estación.
El silencio, que había sido de alerta anteriormente, pasó a ser de miedo, horrorizados ante la escena del asesinato de un civil. Leon también observó al cazador con una mirada sorprendida y temerosa.
-¿¡Pero qué acabas de hacer!? ¡Mataste a un civil!-vociferó con la voz atragantada Tristan por al asombro.
-No es un humano-aseguró Mokuba con una voz inexpresiva, con su cuerpo inmóvil y con la vista fija hacia el fondo del pasillo.
Tristan frunció el ceño, pero no tuvo tiempo de reaccionar más porque el cuerpo del hombre muerto comenzó a retorcerse en su lugar. Levantó medio cuerpo, con el cuchillo aún atravesando su cabeza, los ojos y la boca estaban abiertos con la mirada perdida y la piel del hombre comenzó a adquirir un color verdoso mientras el cuerpo sufría convulsiones hasta que el hombre fue tomando forma de una criatura color verde.
Sus manos y pies se volvieron garras rompiendo sus prendas de vestir, su cuerpo aumentó de tamaño y su rostro comenzó a desfigurarse poco a poco para dar paso a una cara deforme que parecía poseer un solo ojo en el centro del rostro.
Las personas miraron aterrados la escena, levantándose de sus asientos y saliendo de sus respectivas oficinas ante el alboroto de policías y civiles. Sus gritos se escuchaban por toda la estación mientras huían despavoridos por donde pudieran escapar del monstruo que estaba formándose frente a ellos.
Tristan y Leon estaban boquiabiertos ante el espectáculo, Mokuba se puso en posición de ataque dispuesto a reaccionar ante cualquier comportamiento inusual del monstruo; su experiencia con ellos le indicaba que no era tan peligroso como otros, pero sí podía resultar destructivo y causar víctimas en el proceso.
Observó como el tamaño del monstruo iba en aumento haciéndose más grande cada vez.
-"Tengo que sacarlo de aquí rápido"-dijo Mokuba en su mente sin quitar su mirada de la criatura que iba tomando forma.
-Tristan…
El aludido miró al cazador atentamente al escuchar su nombre, gesto que también Leon imitó con toda su atención puesta en la figura pública que admiraba.
-Lamento los daños a la estación.
Tristan frunció el ceño ante la frase de Mokuba que, sin esperar una respuesta por parte de uno de los policías más antiguos del negocio, desenvainó su espada con un movimiento rápido del brazo izquierdo, colocó la espada en posición horizontal frente a él y posicionó la mano derecha de forma neutra en la hoja de la espada cuidando de no tocar agarrar el filo.
Permaneció unos segundos en esa postura para después correr por el pasillo sin dejar de sostener la espada por la empuñadura y con la otra mano apoyada en la hoja. Una energía en forma de luz comenzó a salir de las manos de Mokuba rodeando la espada completamente provocando un brillo poderoso en ella.
Las personas que escapaban por el pasillo se abrieron paso al ver al cazador correr en dirección al monstruo con la energía liberándose. El monstruo, que aún continuaba tomando forma mientras se mantenía en pie, fue tocado por la energía que despedía la espada causando descargas eléctricas que se extendieron de la espada al edificio provocando que los focos comenzaran a parpadear.
-Van a destruir la estación-dijo Tristan comprendiendo ahora la disculpa de Mokuba.
Leon observaba desde su lugar, boquiabierto y fascinado al ver cómo Mokuba con el impulso de su cuerpo, recolectando su energía en la hoja filosa del arma, aventó al monstruo fuera de la estación rompiendo la pared y saliendo disparado hacia la calle chocando contra el edificio de en frente.
Al ver que ya había sacado al monstruo del lugar más poblado, Mokuba salió corriendo hacia la criatura, dejando la estación con un gran agujero en la pared. Leon aprovecho la distracción de Tristan y se encaminó con toda la velocidad que le permitían sus piernas hacia donde se había ido el cazador Mokuba.
-¡Espera, niño! ¿A dónde vas?-gritó Tristan agarrándolo del brazo lo más rápido que pudo.
-¡Suéltame! Iré a ver al señor Mokuba luchar con ese monstruo-expresó con firmeza Leon.
-¿¡Señor Mokuba!?-exclamó perplejo Tristan-. No te metas en una lucha que no te pertenece. No te dejaré escapar.
-No me perderé mi oportunidad de ver a uno de los mejores cazadores de la actualidad vencer a esas desgraciadas criaturas.
Tristan se sorprendió con aquella aclaración del niño; en el tiempo que llevaba conociéndolo durante sus intentos de capturar a Leon, y observando a todos los niños huérfanos de la ciudad, ninguno mostraba tanta admiración hacia los cazadores como Leon lo hacía. Muchos de ellos incluso odiaban o tenían miedo de los cazadores por lo que se contaba que pasaba en el ritual de iniciación a la cacería de monstruos.
Debido a su distracción por la sorpresa, Tristan suavizó su agarre y con un movimiento brusco Leon se zafó fácilmente.
-¡Leon! ¡Regresa!
Pero su voz no fue escuchada porque Leon corrió a toda prisa hacia el final del pasillo abarrotado para, una vez llegar al agujero de la pared, encontrarse con la figura de Mokuba que caminaba hacia el otro lado de la calle sosteniendo la espada con firmeza.
Se detuvo en medio y empuñó la espada con ambas manos sin dejar de mirar al monstruo que tomaba forma.
-Es hora de darte el golpe final, maldito animal.
El monstruo se levantó del suelo tambaleándose; sus garras ya estaban formadas al igual que sus piernas, su boca ya dejaba ver dientes puntiagudos y grandes y se podía ver una cuenca formándose.
Desde su lugar en la pared agujereada de la estación, Leon observaba todo detenidamente; no tardó en sentir la presencia de Tristan que llegó a su lado para vigilarlo, pero no le importó.
Mokuba levantó su espada listo para lanzarse al ataque; debía aprovechar que aún no tomaba su forma original en su totalidad el monstruo para destruirlo.
Estaba a punto de lanzarse sobre la bestia cuando escuchó una voz familiar.
-¿Te tardas tanto en acabar con un monstruo débil?
Reconoció esa voz, era inconfundible. Sólo existía alguien que siempre buscaba pleito con él.
Giró hacia el lado derecho de la calle para ver a la persona que se dirigía a él. Leon también volteó en esa dirección siguiendo la mirada de Mokuba; sus ojos se abrieron de par en par al identificar al hombre que estaba parado en medio de la calle.
Un hombre, de la misma edad que Mokuba, con cabellos negros puntiagudos, puntas del cabello color rojo y unos mechones amarillos adornando su rostro con facciones dulces, pero con una mirada severa, estaba parado en medio de la calle observando fijamente la escena.
Uno de sus ojos estaba cubierto por un parche color negro, pero eso no impedía que su ojo color amatista mostraba una mirada ruda y salvaje.
Su traje era azul intenso, llevando en su espalda una espada muy similar a la Mokuba que de inmediato cambió su actitud a una de rivalidad.
-Yugi Moto.
Fue el nombre que salió de los labios de Mokuba mientras el otro cazador le sonreía con burla.
CONTINUARÁ...
El monstruo que aparece en el episodio es el Gigante Hitotsu-Me que utiliza Kaiba en el primer duelo contra Yami Yugi en el anime. Espero les guste este nuevo fanfic ya que como verán es algo nuevo para mí combinado con mi estilo de historias. Nos leemos pronto, mis amores.
