Iki Yabanci…

"Luego de este baile seremos dos extraños…

¿Lo prometes?"

Kenan Öztürk sabía que podía tener a la mujer que deseara, era uno de los presentadores y periodistas más reconocidos de Turquía. Su fama había abandonado Estambul hacía mucho para posicionarlo en el ranking a nivel nacional.

Esa noche lo único que deseaba era cenar tranquilo, un poco de paz en el mundo caótico en el que estaba sumido. Sin embargo, el instante en que su mirada color chocolate se posara en ella, sabía que no podría dejar de admirarla. Sus ojos no podían apartarse de la dama de blanco cenando con su amiga en la mesa contigua. Ella, sintiendo su mirada clavada en su persona, miraba de reojo y él se debía a la penosa tarea de apartarse.

—Leyla, ese hombre no puede dejar de verte…-oía a su amiga comentar. —Vaya, mi amiga atrae todas las miradas con sólo existir…-

—Ya basta, Yasemin. Vine a cenar con mi amiga a quién no veo hace mucho. No a escuchar estas tonterías.-

La mujer de blanco, Leyla, simplemente sonreía tímidamente y negaba con la cabeza. Ahora por lo menos sabía su nombre y su voz era femenina y fuerte. No se notaba una mujer delicada o una damisela en apuros, eso le gustaba.

Había decidido seguir con su cena como si ella no estuviera, como si no la hubiera visto. Sin embargo, todo cambió el momento que su amiga pidió disculpas, la abrazó y se fue presurosa. La vio comer sola, estaba bebiendo bastante por lo que imaginó que tenía chance con ella.

La vio bufar y suspirar un par de veces al ver a un grupo de empresarios hablando fuerte, riendo a gritos como sólo los adinerados podrían hacerlo. Creyéndose que el mundo era suyo simplemente por tener dinero. En un acto de caballerosidad e intento de coqueteo banal, llamó al camarero.

—Digame, Kenan bey, ¿qué puedo hacer por usted?-

—Esos sujetos están molestando a los demás comensales con su comportamiento, ¿puedes pedirles que se retiren?-

El mesero asentía y se apartaba de él, acercándose a la mesa de los supuestos "caballeros" para pedirle amablemente que bajaran el volumen de voz o que, de lo contrario, se retiraran del recinto sin armar escándalo alguno. Al parecer, esa no era opción para estos sujetos porque se levantaron sin decir mucho, acercándose a Kenan con una fulminante mirada.

—¿Así que lo estamos incomodando, señor reportero? ¿Quién te crees que eres para venir a decirnos que hacer?-

Kenan que, veía de reojo que Leyla había levantado la vista, decidió levantarse y enfrentarlos.

—No soy yo solamente que lo digo, los demás también se estaban quejando del ruido…-

La discusión se estaba acalorando a medida pasaban los minutos cuando Kenan la vio levantarse e intervenir.

Se detuvo como mediadora frente a ellos, una mirada dura y determinada, sus manos perfectas llevadas hacia su espalda. Fue la primera vez en toda la noche en la que pudo realmente admirar a Leyla. Tenía un cuerpo escultural, un vestido elegante y un hermoso cabello castaño oscuro. Eso no hacía más que aumentar su atracción. La vio susurrar algo en el oído del empresario, quien abrió los ojos como platos, se disculpó y salieron casi corriendo del recinto.

Leyla volvió a sentarse, decidida a acabar su cena como si nada hubiera pasado.

—Wow, vaya manera de impresionar a un hombre…-

Ella volteó a verlo, sacando a relucir ese carácter fuerte que tenía.

—Disculpa, ¿dijiste algo?-

Kenan, no sabía si estaba avergonzado o atraído el alcohol también jugando un papel importante a esas alturas de la noche, sonrió a verla. Finalmente obtenía la atención que deseaba.

—No dije nada…-se encogió de hombros.

Leyla, sin desear dejar el tema atrás, lo enfrentó: —Me pareció que dijiste algo…-

—¿Puedo acompañarte así no cenas sola?-

Envalentonado por la bebida, se sentó frente a ella en la mesa. No sabía si estaba sorprendida o incomodada ante esa actitud repentina pero no dejaría pasar eso.

—Soy Kenan Öztürk, un placer…-le ofrecía su mano.

Ella, sin caer en lo que estaba sucediendo, la estrechaba. Sabía que él se le hacía familiar de algún lado y ahora sabía de dónde.

—¿Puedo saber qué le dijiste a esos sujetos? ¿Eres policía acaso?-

—Fiscal del Estado.-sonreía orgullosa.

"Bueno Kenan, es hora que empieces a jugar bien tus cartas o acabarás en prisión por coquetear con una fiscal…"

—Imagino que debes saber mucho sobre esos hombres como para haberlos intimidado con pocas palabras… o quizás sólo con tu presencia.-

Leyla arqueaba una de sus perfectas cejas y esos labios que el periodista moría por probar esbozaba otra sonrisa algo arrogante esta vez.

—Wow, ¿también lees la mente de las mujeres ahora Kenan bey? Debes pensar que tus cumplidos funcionan con cualquier mujer que desees pero no todas estamos muertas por ti.-

Kenan aprovechó la oportunidad que Leyla le dejó para proponerle un juego inocente que disfrutaba hacer o al menos lo disfrutaría con la fiscal.

—Así es, ese es de mis muchos poderes, honorable fiscal. Pero no lo uso con todas las mujeres, solamente con las hermosas.-

Leyla se contuvo de rodar sus ojos y reía suavemente, no podía creer el tupé del presentador.

—Es más, si adivino en qué número estás pensando, te invitaré una bebida. ¿Qué dices?-

Viendo que no iba a ceder, Leyla asintió divertida. No tenía nada qué perder, entonces no habría problema alguno con desaznar al pobre hombre.

—Muy bien…-

Kenan sonrió como niño y la vio directamente a los ojos. —Ahora cierra los ojos y piensa en un número…-

Leyla hace lo pedido y una vez lo tenía, asiente. —Listo.-

—18.-

Leyla abrió los ojos, riendo sorprendida. —Vaya, eres bueno… acertaste.-

Kenan por una vez en esa noche sonría triunfal y llamaba al mesero. —Pediré lo mismo que la señorita y otro para ella. Agrégalo a mi cuenta…-

—Entendido, Kenan bey.-

Ambos bebían de sus copas cuando Kenan quien estaba decidido a no acabar la noche, trataba de sacarle un nombre a su "invitada".

—Lo siento pero no te lo diré… pareces el tipo de hombre que luego de la primera cita, envía a mi trabajo 500 rosas rojas solamente para marcar territorio…-

Kenan sonrió y tomó su celular. —Cancelar órdenes de rosas…-le sacaba otra sonrisa. —Esta noche seremos dos extraños, mañana ambos volveremos a nuestras vidas normales. Lo prometo.-

—Leyla.-contestaba, no iba a dar su apellido.

—Hagamos algo, si adivino nuevamente el número en el que estás pensando, bailarás la siguiente pieza conmigo…-

Leyla asentía, cada vez más entretenida y algo arrepentida de haberle dado cabida al periodista. Sin embargo, la distracción era bienvenida ya que su día en el trabajo había sido bastante duro. Cerró los ojos nuevamente y esperaba a que Kenan dijera el número.

—1.628.504…-

Leyla abrió los ojos y lo vio incrédula, riendo nuevamente asentía con la cabeza.

—En verdad eres tan bueno que ya me está dando miedo…-

Kenan era el sorprendido ahora, no esperaba haber acertado con tan alocada cifra. Se levantaba y le ofrecía su mano a Leyla quien se rehusaba a aceptarla inmediatamente.

—Después de este baile, seremos dos extraños.-

—¿Lo prometes?-Leyla contestaba al verlo.

—Lo prometo.-aseguraba Kenan.

Una vez el acuerdo tácito entre ellos estaba pactado, ella tomó su mano levantándose y se dirigieron a un lado de la mesa, casi al centro del salón. Los demás comensales estaban viéndolos sin entender lo que sucedía, lo que cohibia un poco a Leyla.

—Todos nos están viendo con envidia porque estoy con tan hermosa dama…-

Bailaban lentamente, sus cuerpos levemente pegados y sus miradas fijas en el otro, la de Leyla se iba suavizando a medida que pasaban los segundos y Kenan disfrutaba la cercanía con la mujer que le había robado el pensamiento toda la noche. El perfume dulce y embriagante de ella nublaba su mente aún más. Quería besarla pero no estaba bien, era demasiado arriesgado.

Esa noche no eran más que Kenan y Leyla, sin importar sus profesiones, sin la promesa de una segunda cita o un "te llamaré". Solamente eran dos extraños que coincidieron en un elegante restaurante luego de un día de trabajo. No sabían si sus caminos volverían a cruzarse pero tampoco importaba.