"Me pondré la corona, Betty..."
Simón sostuvo la corona al rededor suyo, esperando el momento de hacer el empujón final hacia sí. La miro como la diosa que era, su diosa. La deidad clavo su mirada en la de Simón y él se paralizo.
"Sueltame Betty"
Él apretó los ojos, presionando los costados de la corona contra la barrera invisible que lo separaban de bajar completamente la corona a su cabeza.
"Betty, por favor..."
La mirada sagrada se clavo en Simón, los ojos azules temblaron. Ella no lo permitiría, no era posible. Porqué ella lo amaba más que nada, porqué quería verlo seguro. Porqué él tenía que ser feliz; ambos tenían que serlo.
Ella había trabajado tanto por esto, porqué así como Betty era la diosa de Simón, él también era su mundo. Él todo y la nada.
El cuerpo de Simón se detuvo por un segundo, los ojos se expandieron con un grito silencioso y cayó al suelo en un ruido sórdido, la carona se desplomo en sus pies antes de perderse por el borde del infinito. Ella suavizo la mirada con un suspiro silencioso.
Betty lo tomo en sus manos y lo atrajo a su corazón, ella cerro los ojos.
Él lo hizo también.
Y la oscuridad los arropo con una dulce tonada.
Los declaro marido y mujer, puede besar a la novia.
Pudo verlo todo, la vio a ella en ese vestido blanco, la vio juguetear por el salón ondeando su vestido. La vio a ella feliz, miro como ese rubor pintaba su cara y le hacia cosquillas en el estomago.
Bailaron en medio del salón, de arriba a abajo. Y él la miro, se pregunto como pudo ser tan afortunado para casarse con la mujer de sus sueños mientras la tomo de la mano. Ella rio como la causa volatín que era, se lanzo a sus brazos y susurro:
Te amo.
Él toco los costados de sus mejillas, limpio ese par de lagrimas en el rostro de Betty con el pulgar. Simón le sonrió, la voz se hizo pequeña, tímida.
Te amo.
Ella lloro, apretó los labios, intento no hacer un gemido entrecortado, ella se desbordo de ternura y devoción ante su esposo. Esta era su noche, porqué todo era perfecto, ellos eran perfectos y eso era lo único que necesitaban. Sólo se necesitaban a ellos mismos para estar completos, como dos pedazos de almas moribundas que por fin habían llegado a su destino a descansar.
Bailaron como nunca lo habían hecho, el blanco se mezclo con el traje negro a lo largo del salón. El vestido blanco se balanceo de un lado a otro, el cabello de Betty estaba recogido en una hermosa coleta, sus anteojos reflejaron ese brillo de vida que Simón no sabia que necesitaba.
Al terminar, ella lo tomo de la mano y la coloco en sus mejillas, reposando su rostro entre los dedos de Simón.
Sólo tú y yo para siempre.
Y los ojos de ella brillaron, quizás hubo un tono rojizo, no estaba seguro.
El cielo había comenzado a oscurecer y el residuo de luz era ese tono lavanda, ella se veía preciosa. La amaba como no tenía idea, quería todo para él, y ella quería todo de él. Y eso estuvo bien porqué ambos lo querían, ambos eran felices, era lo único que importaba.
El cielo se desdibujo en una línea y ahora todo fue oscuridad.
Una silueta fantasmal floto sobre el vació.
Y fue perfecto.
Todo era perfecto.
