Capítulo V: La luz trae sombras
Gilbert pasaba por sus cinco minutos malos. Ese día había perdido a una paciente y se había deprimido un poco. Una lluvia torrencial en Septiembre lo sorprendió de camino a casa; y para terminar con un trago amargo, Leslie lo había encontrado y estuvieron hablando largo y tendido sobre un asunto que les preocupaba: Anne.
El muchacho llegó a su casa y sorprendió a Susan en la cocina.
—Buenas noches Susan ¿Te importaría servirme la cena? Me estoy muriendo de hambre.
—Claro señor. Vaya al comedor y se la llevaré en un momento.
—No tiene caso. Puedo comer aquí. Anne ya está acostada y seria tonto poner la mesa sólo para mí.
—Bueno mi querido doctor, vaya a su estudio y yo lo buscaré cuando la cena ya esté caliente.
Gilbert esperaba esto. Había llegado a la conclusión de que Susan no le servía nuevas porciones de comida, sino que guardaba la comida apenas tocada por Anne, casi intacta, en un intento por no desperdiciar la comida.
No Susan, —replicó— No tengo ningún problema con verte preparar la cena.
Susan sacó un plato con la comida ya servida, para calentar las sobras en la hoguera.
—Susan, ¿me podría decir de quien es ese plato?
—Oh, por supuesto señor— respondió la buena señora, titubeando—. Es mío. Querido Doctor, disculpe por despreciar la comida. Lo que pasa es que hoy tuve un terrible dolor de cabeza y no pude probar un bocado.
—¡Por favor, Susan! ¡No me mienta! Hace un mes tuvo un resfriado que no le permitió salir de la cama en tres días y aún así, la ví comerse todas sus porciones porque no quería desperdiciar. La comida es de Anne. Las últimas semanas no ha estado comiendo nada.
—Pero Doctor, no vaya a regañar a la pobre señora—suplicó Susan—. Ha estado muy mal por la muerte de la bebé y no tiene ánimos de comer. Le he preparado mis mejores postres y ni siquiera eso quiere probar.
Además, está esa vieja solterona Blanchard. Una vez, hace más o menos un mes, vino a tomar el té y le dijo a la señora "a mí me daría vergüenza que me vieran comiendo si lo hiciera como usted". Mi pobre señora dejó de comer después de eso, pero no mencionó nada doctor querido.
—Bueno, ya iré a hablar con la señora Blanchard cuando llegué el momento, pero ahora tengo asuntos que hablar con mi esposa—decidió Gilbert y subió a buscar a Anne en su habitación.
Anne aún no estaba dormida cuando su esposo llegó como una tromba a su cuarto.
Gilbert intentó controlarse y darle otra oportunidad a Anne para decirle la verdad. La saludo como normalmente y en tono indulgente preguntó:
—¿Te gustó la cena de hoy querida?— saboreando cada una de las palabras y la ironía en ellas.
—Clara, el pollo de Susan es delicioso.
El muchacho puso una expresión pétrea.
—¿Por qué me mientes Anne?
—¿A qué te refieres?
— Sé que no has comido nada en las últimas semanas, puede que meses. Me has engañado cada día y has obligado a Susan a que también lo haga.
—No es cierto Gil, no sé quién te metió esa idea en la cabeza.
—Leslie habló conmigo hoy. Has ido a su casa todos los días y no has comido nada, ¿Por qué lo haces?
Anne bajó la cabeza y se quedó en silencio. No podía decir en voz alta lo que pensaba. Ni siquiera ella lo entendía. Sólo sabía que odiaba la imagen que le devolvía el espejo; cuando intentaba comer, un nudo en su garganta le impedía tragar, y (la única cosa dolorosamente clara) no le parecía justo que la dejaran sola con sus problemas. Tenía a muchas personas a su alrededor que la querían y matarían por ella; sin embargo, preocuparte por una persona no es lo mismo que ayudarla.
—¿Y bien?— Preguntó Gilbert. Ceja levantada y mandíbula apretada.
—No creo que lo pueda explicar en voz alta—susurró su esposa.
—¿Entonces cómo voy a entenderlo?
Anne se acercó al tocador y tomó el viejo cuaderno de Gilbert. Garabateó algo y se lo mostró al muchacho:
I should not be left to my own devices
They come with prices and vices
I end up in crisis (tale as old as time)
—Anne, sé que esto va a sonar cruel y no lo digo para que te ofendas, pero ¿crees que esto es justo?
—No,— replicó Anne— sé que no es justo. Sé todo lo que has hecho para no dejarme sola con esto. Pero así es como me siento.
—¿Alguna vez te has preguntado cómo me siento yo?—interrogó Gilbert— ¿cuántas veces me habría gustado quedarme en casa y pensar en mi bebé?¿O que me preguntaras alguna maldita vez como me siento? Y en cambio estoy todos los días con una estúpida sonrisa en la cara asegurándote que todo va a estar bien.
—Lo sé Gilbert, lo sé. Pero esto es algo que no puedo manejar. Hay días en los que sólo me quiero sentir ingrata, en los que no me basta con que me acompañes. Yo quiero ayuda. Supongo que en parte es mi culpa, y si te hubiera dejado compartir todo esto conmigo antes no me sentiría así, pero te juro que ya no sé qué hacer.
Gilbert empezó a llorar un poco. Era la primera vez que Anne y él discutían. Bueno, había decidido olvidar la ocasión en la que Anne había sido un poco cruel. Lo malo no era su manera de discutir. No necesitaban alzar la voz. No precisaban montar un escándalo cuando se conocían tan bien el uno al otro como para permitirse ser crueles.
En ese momento, Gilbert pensaba que él había sido cruel. Pudo haberse limitado a ayudar a Anne; sin embargo, decidió pelear con ella, echarle la culpa de lo que estaba haciendo mal. Y nada de eso era cierto. Si Anne no le preguntaba cómo se sentía era porque él le había pedido no hacerlo.
Era un idiota.
—¿Te puedo abrazar?—preguntó el muchacho.
Anne asintió.
—¿Quieres escribir cómo te sientes?— sugirió la chica. Tenía el cuaderno entre su pecho y el de Gilbert.
—Claro.
Gilbert tomó la pluma que Anne había usado y escribió algo en lo que llevaba pensando mucho tiempo:
I wake up screaming from dreaming
One day I'll watch as you're leaving
And life will lose all its meaning
(For the last time)
—Necesito saber si me perdonas Anne.
—Pero eres tú quien debe perdonarme a mí… —empezó Anne.
—Shh. yo fuí un mezquino. —interrumpió Gilbert .— Y un estúpido. Venía con todo un discurso preparado sobre lo importante que eres para mí y el porqué debes intentar cuidarte. En realidad era muy egoísta, aunque mucho mejor que todas las tonterías que dije.
—No eran tonterías. Entendí tú punto, y creo que en parte tienes razón. Hemos fingido que estamos bien ¿o no?. Tratamos de sonreír para que el otro no se dé cuenta y decimos que comprendemos todo. ¿Pero cómo va a ser cierto si ni siquiera comprendemos por lo que pasa nuestra mente?
—¿Opinas que desechemos nuestros métodos y actuemos como personas normales?
Anne se burló.
—Somos demasiado patéticos para ser normales, doctor Blythe.
—Sin embargo, debe haber una forma de que hagamos bien las cosas esta vez.
—Para empezar, prometo solemnemente —la chica se llevó una mano al corazón.— que voy a comer gustosa todas mis raciones. O al menos lo voy a intentar.
—Entonces yo prometo solemnemente —Gilbert adoptó la misma pose y seriedad. — Qué voy a decirle unas cuantas cosas a la señora Blanchard, porque Susan me dijo qué papel desempeñó en todo esto.
—¡Gilbert, no te atrevas!
—Pero aquí y ahora puedo afirmar que el muchacho lo hizo. Y cuando el sobrino de la señora Celeste Blanchard enfermó de anginas, esta última pidió a su cuñado que lo llevaran hasta Charlottetown, pues no pensaba que el doctor Blythe respondiera sus llamadas.
La canción de este capítulo es Anti-Hero, de Taylor Swift, compuesta por ella misma y Jack Antonoff, distribuida por Sony.
Me encanta la dualidad del fragmento que usé. Uno pensaría por la melodía que es repetitivo, pero Taylor no hace nada así. Cada frase tiene su propia alma. Es de locos.
Este es un capitulo muy importante para mí. A lo largo del último año, experimenté lo mismo que Anne y Gilbert en este capítulo. A veces era Anne, y no comía en días. A veces era Gilbert, y no entendía como le importaba tan poco a las personas de mi alrededor como para que no se cuidaran por mí. Y si alguien que lea esto pasa por una situación similar, sólo quiero decirle que no fuerze las cosas. No busques la ayuda que no pides. No te hundas. Por que no lo tienes que hacer por nadie más, sólo por tí mismo.
