Confessions of a Broken Heart
"¿Por qué?" era la pregunta que se había alojado en la mente de Natsuki. La renuncia de Miyuki había roto por completo el balance de la guitarrista. Todo parecía ir bien en las últimas semanas y, de repente, ya no iba bien. Hibuki conocía mejor la situación, mientras que Yuuko había visto a la bajista afectada por su decisión, así que no podía culparla. Sería injusto reclamar algo sin saber los detalles.
—¿Qué se supone que debo hacer ahora? —exclamó tras dar un pesado suspiro.
A su lado, Nozomi, ya enterada de lo sucedido por boca de la guitarrista, veía a su amiga con tristeza.
—Sé que esto no es lo que quieres escuchar, pero…
—Vas a decirme que sea paciente y todo eso, ¿verdad? —interrumpió la joven Nakagawa—. Créeme, me he venido diciendo eso a mí misma para no ir a buscar a Tsujimoto y reclamarle por todo esto, en especial por arruinar uno de los mejores momentos de mi vida.
—Mira, sé que fue un cambio bastante abrupto, pero ¿no crees que exageras un poco?
Natsuki volvió a soltar un pesado suspiro, mezclado con un gruñido.
—Llámame exagerada, pero en solo unas horas pasé de estar en una banda prometedora y comprometida a la incertidumbre acerca de la continuidad de la misma. Y lo peor, Yuuko me vio tan molesta que se asustó al punto de querer disculparse por el beso en la mejilla que me dio esta mañana, e intentar huir. Ella nunca me había tenido miedo, ni siquiera cuando recién nos conocimos.
Mientras la guitarrista apoyaba su cabeza contra la mesa a la que se hallaba sentada, la flautista tomaba una pose pensativa.
—Quizás no estés exagerando tanto como pensaba.
—¿Tanto? —reclamó Natsuki indignada, haciendo reír a su amiga—. ¡No te burles de mí, Nozomi!
—Perdón, perdón. Es solo que siento que, al final, todo saldrá bien.
—Admiro tu optimismo cuando no eres tú quien sufre.
Si bien Natsuki dijo esto de forma sarcástica, Nozomi sonrió.
—¿Vas a rendirte con la música? —preguntó la flautista.
—Obvio que no. Empezaré otra banda desde cero de ser necesario, pero continuaré sea como sea.
Nozomi sonrió complacida ante aquella respuesta.
—Me agrada verte tan decidida.
Mientras tanto, Yuuko veía de reojo a Miyuki, a la vez que trataba de poner atención a lo que su profesora explicaba. La actitud de su compañera continuaba sin cambios desde la mañana, lo que le hacía preguntarse qué demonios había pasado la noche anterior para que hubiera renunciado. Lo mejor era intentar ser paciente, no solo por estar aún en clase, sino también para no ejercer en ella más presión de la que seguramente debía estar soportando.
Finalizada la clase, la joven Yoshikawa suspiró poniéndose de pie y comenzando a empacar sus cosas. Notó que Miyuki hizo lo mismo de forma automática, manteniendo esa aura triste en su rostro.
—Supe que renunciaste a la banda —comentó la rubia, tanteando el terreno.
—Supongo que Nakagawa te lo habrá contado —dijo la bajista con voz seca. Yuuko asintió—. ¿Te dijo algo más?
—Maldijo no haber ganado tu confianza a tiempo para saber qué fue lo que te llevó a renunciar.
Miyuki suspiró, en parte aliviada por aquellas palabras. Había supuesto que la guitarrista la odiaba por haber renunciado de forma repentina, así que saber que ella quería conocer sus razones la tranquilizaba.
—¿Puedes escucharme ahora? —preguntó volviendo a tomar asiento.
—Claro —respondió Yuuko, sentándose a su lado.
Miyuki respiró profundamente, dispuesta a abrir por completo su corazón a la rubia.
—Habría preferido que Nakagawa también lo escuchara directamente de mí, pero nuestros tiempos libres no vuelven a coincidir en unos días, así que te encargo la misión de decirle esto a ella tan pronto como puedas.
Yuuko asintió sin despegar su mirada de Miyuki, quien relató su historia de principio a fin. La rubia quedó anonadada al escucharla. A grandes rasgos, esa historia era semejante a la de Asuka, pero incluso la señora Tanaka parecía más accesible que lo que la bajista transmitía acerca de sus padres. Sus puños estaban apretados, sintiéndose impotente.
—¿Por qué no te independizas? —preguntó casi como reflejo cuando su compañera terminó su relato.
—No es fácil, ni soy tan valiente como tú para intentarlo. Además, eso para mí sería sinónimo de dejar la universidad, algo que no quiero hacer. Pese a todo, me gusta esta carrera, así que abandonarla sería igual de doloroso como lo está siendo haber renunciado a la banda. Si me voy de casa, muy probablemente ellos dejen de pagar la universidad, y dudo mucho que el salario de un trabajo a medio tiempo alcance para ello.
—Puede que tengas razón, pero parecías tan ilusionada con la banda que creí que le darías prioridad en tu plan de vida.
—Eso quisiera, pero… —Miyuki sollozó, mostrando que esa decisión seguía siendo dolorosa para ella— es mejor dejar las cosas así, al menos por ahora. Quizás en unos años Yamazaki me perdone, y si la banda sigue activa, me permita regresar.
La impotencia de Yuuko aumentó al escuchar esas palabras. Entendía que no fue una decisión fácil, pero estaba segura de que debía de haber otra forma de solucionar todo, aunque no se le ocurría nada.
—Entonces te rindes —aseguró la rubia. Su tono de voz dejaba escapar parte de la frustración que sentía. Miyuki se limitó a asentir—. Quiero entenderte. Quiero entender por qué te aferras a unas personas que te están haciendo daño al impedir que decidas por ti misma. Pero no puedo. No me cabe en la cabeza que no quieras aceptar las manos tendidas de aquellos que quieren ayudarte a salir adelante…
—Ellos ya han hecho demasiado por mí…
—¡Nunca es demasiado, Tsujimoto! Por lo que me cuentas, puedo decir que los Yamazaki te han acogido como a una hija, y dudo mucho que ellos vayan a decir que ya te han ayudado mucho o algo así. De igual modo, dudo que tú, en el momento en que ellos necesiten ayuda, te quedes de brazos cruzados sin siquiera intentar ayudarlos. ¿Me equivoco?
Miyuki guardó silencio. Sabía que Yuuko tenía razón, pero su orgullo le impedía admitirlo en voz alta. Dando un pesado suspiro, se puso de pie y, secando sus lágrimas de forma algo agresiva, comenzó a caminar hacia la puerta del salón. La joven Yoshikawa intentó seguirla, pero la bajista apresuró el paso y cerró tras de sí la puerta con fuerza. La rubia asumió que quizás fue demasiado insistente, por lo que decidió dejarla a solas. Tomando su teléfono, le escribió a Natsuki pidiendo verse, para contarle todo lo que había averiguado durante aquella conversación.
Hibuki estaba sentado en una banca del campus, con la mirada perdida en el horizonte. Intentaba descifrar qué hacer ahora que su mejor amiga había dejado la banda. Odiaba haber tenido la razón. Odiaba haber cedido ante el entusiasmo de Miyuki. Odiaba haber sido tan iluso al creer que todo saldría bien. Pero sobre todas las cosas, odiaba a los esposos Tsujimoto por todo el daño que le causaban a su hija al impedirle ser libre.
Precisamente ella atravesaba su campo visual en ese instante. Hibuki la observó y notó que estaba molesta, caminando con rapidez. Sin pensarlo, él se abalanzó hacia ella y la envolvió en sus brazos. Ella protestó por un momento antes de ceder a las lágrimas una vez más en brazos de su mejor amigo.
—Creí que estarías enojado conmigo por todo lo que está pasando —dijo Miyuki con la voz entrecortada.
—Tú eres la víctima de toda esta situación, no puedo enojarme contigo.
—Pero debí hacerte caso. Advertiste una y mil veces que esto podría pasar, pero lo ignoré…
El llanto impidió que Miyuki continuara hablando. Hibuki acariciaba su espalda con delicadeza, temiendo lastimarla aún más de lo que ya estaba.
—¿Te arrepientes de haberlo hecho? —preguntó el chico una vez que ella se hubo calmado.
Ella permaneció un momento en silencio, aún aferrada a su mejor amigo.
—A pesar de todo, no me arrepiento —admitió—. No quiero asociar esos recuerdos con las cosas que están pasando ahora.
—Entonces deja de culparte por algo de lo que eres una víctima.
—Eso es más fácil decirlo que hacerlo, en especial cuando he rechazado reiteradamente la ayuda que tú y tu familia me han ofrecido…
—Esa ayuda está a tu disposición siempre. Cuando decidas aceptarla, te la daremos sin ningún reproche. Te lo aseguro.
Miyuki suspiró, separándose de su amigo.
—¿Puedo pedirte un favor? —preguntó alejándose un par de pasos. Hibuki asintió—. Continúa con la banda sin mí. Si algún día logro dar el gran paso e independizarme, quiero que Ao no Danjon sea el sitio al que pueda regresar.
—Claro, lo haré. —Una amarga sonrisa acompañó esas palabras—. Nakagawa y yo te estaremos esperando. Y también buscaremos a alguien más para que nos acompañe en la espera.
—Gracias, Yamazaki. —Una tímida sonrisa acompañó aquellas palabras antes de que Miyuki retomara su camino.
—No puedo creer lo orgullosa que Tsujimoto puede llegar a ser —comentó Natsuki una vez que Yuuko terminó su relato. Ambas chicas se hallaban en la biblioteca de la universidad, lugar donde podían hablar en calma—. Aferrarse a algo que la lastima solo por sentirse en deuda con los Yamazaki… Eso no le hace nada bueno.
—Lo sé, pero no creo que podamos hacer mucho más para hacerla cambiar de parecer. Supongo que debemos darle tiempo a que recapacite.
La guitarrista resopló con fuerza, sintiendo cada vez más lejana la posibilidad de que la banda continuase sin Miyuki. Yuuko palmeó su espalda buscando reconfortarla.
—De no ser por tu falta de tiempo, te propondría que hiciéramos una nueva banda juntas.
Yuuko sonrió con tristeza ante esta propuesta.
—Me alegra que no te hayas rendido con la música, pero ¿por qué asumes que Yamazaki sí lo hizo?
—Es una corazonada. Cuando me contó que Tsujimoto había renunciado, lo sentí abatido, como si pensara que sin ella no pudiera continuar. Es un proyecto de ambos, así que no me sorprendería que él lo finalice al estar sin ella. De corazón espero equivocarme y que continuemos con la banda. Quién quita que ella recapacite y quiera regresar.
—Espero que Tsujimoto recapacite. Las cosas son más interesantes con ella de buen ánimo.
—Tienes razón.
Una tímida y triste sonrisa se dibujó en el rostro de Natsuki. Yuuko notó ese gesto, y de nuevo el sentimiento de impotencia la invadió. Odiaba sentirse así. Odiaba saber que debía hacer algo, pero no saber qué. Los mínimos detalles se sentían, pues, mínimos, insuficientes para contrarrestar toda la situación que atravesaban.
Una silueta masculina se asomó por la puerta de la biblioteca. En su rostro se reflejaba algo de malestar, pero un atisbo de alivio se mostró al ver juntas a aquellas dos chicas prácticamente a solas ahí.
—Nakagawa —llamó adentrándose en la biblioteca. La mencionada, al verlo, pulió una sonrisa cordial.
—Yamazaki, ¿cómo te sientes?
—Un poco mejor, gracias. Te buscaba para decirte que hablé con la presidenta del club, y ella nos autorizó a reclutar un nuevo miembro para nuestra banda, y podemos usar el salón de música para realizar audiciones de ser necesario.
—¿Eso significa que continuamos con la banda? —preguntó Natsuki, sin poder ocultar su emoción con la noticia.
—Así lo quiso Miyuki, y así también lo siento necesario. Me entristece no estar con ella, pero me entristecería más dejar de hacer algo que amo solo por su ausencia.
—Entiendo, y me alegra mucho que quieras continuar.
Natsuki sonrió y palmeó la espalda de Hibuki en señal de apoyo. Por su parte, Yuuko se sintió desplazada. Junto a la frustración comenzó a desarrollarse la sensación de ser dejada de lado. Esta conjunción de sentimientos la hizo dejarse llevar por un impulso. Quizás era el momento de hacer algún sacrificio por el bien de aquella chica que tanto la había ayudado desde que se conocieron.
—Quiero hacer audición para entrar a la banda —aseguró, sorprendiendo a los otros dos jóvenes.
—¿Estás segura? —preguntó Natsuki, aun sin poder asimilar lo que la rubia acababa de decir—. ¿Qué hay de tu falta de tiempo debido a tus estudios y tu trabajo?
—Puedo reorganizarme, hablar con el padre de Yamazaki para cambiar mis horarios, o con el decano de la facultad. Ustedes necesitan ayuda y yo sé que puedo dársela.
—Ni siquiera sabes tocar el bajo. ¿Cómo pretendes sernos de ayuda?
—¿Ah? ¿Pregunta eso la misma persona que reconoció mi capacidad de aprender rápido? Además, ¿qué tan difícil puede ser?
—No subestimes al bajo, Yuuko.
—Tú no me subestimes a mí, Natsuki.
—¡Ya basta, ustedes dos! —intervino Hibuki. La seriedad de su rostro puso nerviosas a las dos chicas—. Yoshikawa, tomaré tu palabra y te permitiré presentar audición. Más te vale que no me decepciones. Nakagawa, será tu responsabilidad que ella presente una audición decente. ¿Está claro?
Ambas asintieron. Satisfecho, Hibuki dio media vuelta y abandonó la biblioteca. Una vez fuera de su vista, las dos chicas suspiraron aliviadas.
—¿Él es así también en los ensayos de la banda? —preguntó Yuuko.
—No realmente. Sí es algo estricto, pero suele ser más amable al decir las cosas. Quizás la renuncia de Tsujimoto lo afectó más de lo que creemos.
Yuuko adoptó una actitud pensativa. Su mirada apuntaba hacia los estantes donde los libros reposaban en espera de ser leídos, pero su mente estaba en la discusión que acababa de tener con Natsuki, en cómo ella parecía no confiar en su capacidad de aprendizaje. Y vaya que dolía esa desconfianza.
Por su parte, la guitarrista sabía que fue demasiado ruda con la rubia. Quizás el respeto que le tenía a Miyuki como música le hacía subestimar las capacidades de su amiga, o quizás fuera el hecho de que a ella misma le costaba aún tocar esas líneas en sus ensayos personales. El caso es que sabía que debería confiar un poco más en Yuuko, quien estaba dispuesta a sacrificar su poco tiempo libre por ayudar a la banda, por ayudarla a ella.
—Perdón, Yuuko —dijo, haciendo que la mencionada pusiera sus ojos en ella—. Debería agradecerte por ese gran sacrificio que para ti representa unírtenos, no subestimarte de la forma en que lo hice. De verdad, lamento haber reaccionado así.
¿Por qué solo eso bastaba para ablandarse de nuevo?, se preguntó la rubia. Con solo esa disculpa, su orgullo cedió hasta casi desaparecer, reemplazado por cierta sensación de alivio y ese sentimiento de victoria que le producía ver a Natsuki disculparse. Una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro.
—Supongo que Yamazaki ya te puso un castigo por eso. Mi turno termina a las nueve hoy, así que nos vemos a esa hora para comenzar a preparar mi audición.
Aliviada, Natsuki se permitió sonreír mientras Yuuko se levantaba y abandonaba la biblioteca. Se sentía afortunada de que ella, a juzgar por la sonrisa que tenía, estuviera dispuesta a demostrarle que podría hacerlo sin rencores de por medio. Además. Dada la hora en que acordaron reencontrarse, había una alta probabilidad de que volvieran a pasar la noche juntas.
