Durante la semana siguiente, Adrián y Marinette se mostraron distantes el uno con el otro. Hablaban por teléfono todos los días, pero sus conversaciones habían dejado de ser cálidas y cariñosas, y estaban llenas de silencios incómodos, como si ninguno de los dos encontrase las palabras adecuadas para comunicarse con el otro. Cada uno por su lado, estaban preparando el momento en que se verían cara a cara y tendrían que plantearle al otro que había llegado el momento de decir adiós. Y no era una idea agradable para ninguno de los dos. Por eso se mostraban distraídos y apagados, y así, la distancia que los separaba se iba haciendo cada día mayor.

Por las noches se reunían como Ladybug y Cat Noir, lo cual era un alivio para ambos, porque les daba otras cosas en qué pensar. La misma tarde del ataque en la feria, Ladybug convocó al resto de los héroes para poner sus pesquisas en común. Todos ellos, siguiendo sus instrucciones, habían aprovechado el ataque del akuma para seguir los pasos de los miraculizados a los que estaban investigando. Gracias a ello pudieron descartar a diecisiete de las veintidós personas de la lista.

—Perfecto, pues de las restantes ya nos encargaremos Cat Noir y yo —anunció Ladybug—. Muchas gracias a todos por vuestra ayuda.

Pero no sonaba muy entusiasmada, y ellos lo notaron.

—Ya no crees que el nuevo portador de la mariposa sea uno de ellos, ¿verdad? —adivinó Vesperia.

Ladybug alzó la cabeza para mirarla.

—¿Por qué dices eso?

Rena Rouge y Carapace cruzaron una mirada significativa. Parecía claro que habían estado hablando del tema en privado.

—Todos los que han sido akumatizados por la nueva mariposa han atacado a Adrián Agreste, de una manera o de otra —señaló Carapace.

Ladybug se mordió el labio inferior, pensativa, y evitó mirar a Ryuko. Por fortuna, en aquella ocasión Argos no se encontraba presente. No le apetecía enfrentarse a sus miradas de reproche ni a su expresión de «te lo dije».

—No podemos descartar que el nuevo portador de la mariposa esté relacionado de alguna manera con los Agreste —admitió de mala gana.

—¿Por qué? —preguntó King Monkey, desconcertado.

—Porque el señor Agreste combatió junto a Ladybug para derrotar a Monarca —respondió Pegaso—. Hay un 71% de posibilidades de que la nueva mariposa esté intentando vengar a la anterior.

—Aahh. Pero ¿eso qué tiene que ver con Adrián?

—Como el señor Agreste ya no está, la nueva mariposa ya no puede hacerle daño, así que trata de vengarse en su hijo —explicó Polymouse.

Ladybug suspiró para sus adentros. Estaba claro que todo el mundo (salvo Kim, al parecer) había llegado a la misma conclusión.

Porque era la explicación más lógica y evidente, por supuesto.

Sintió que Cat Noir, cruzado de brazos a su lado, se mostraba claramente incómodo. Y percibió también la mirada inquisitiva de Ryuko.

—Como he dicho, no podemos descartarlo —dijo finalmente—. Pero primero terminaremos de investigar a todos los miraculizados, para no dejar cabos sueltos.

Cat Noir respiró hondo, disconforme, pero no la contradijo en público. Ryuko, sin embargo, no permaneció callada.

—¿Quieres decir que vas a esperar a que otro akumatizado ataque a Adrián antes de hacer algo al respecto? —le reprochó.

—¡No! —exclamó ella—. No. Estaremos muy atentos, prometido. Y protegeremos a Adrián de cualquier ataque.

—A Adrián… y a la gente que lo rodea —le recordó Cat Noir a media voz, y Ladybug se preguntó si estaba pensando en Marinette.

Otra razón para alejarse de Adrián, pensó ella. No podía permitir que su compañero se despistase tratando de protegerla a ella también. Necesitaba que se centrase al cien por cien en derrotar a la nueva mariposa.

—Por eso necesitamos que vosotros también estéis con los ojos muy abiertos —prosiguió—. Y que, si detectáis cualquier amenaza contra Adrián Agreste, actuéis de inmediato para defenderlo.

Los superhéroes cruzaron miradas de entendimiento. Todos ellos, sin excepción, eran amigos de Adrián. Muchos iban a la misma escuela que él. Ladybug se sintió un poco más aliviada. Si la nueva mariposa pretendía amenazar a Adrián, los héroes de París se lo harían pagar.


Un rato más tarde, cuando ambos estaban ya a solas, Cat Noir le dijo:

—¿De verdad vamos a seguir investigando a los miraculizados?

—Sí, porque no me gusta dejar las cosas a medias —respondió ella—. Pero ya estoy pensando en nuestro próximo movimiento, si resulta que esta investigación nos lleva a un callejón sin salida.

—¿Sí? ¿Y qué haremos entonces?

—Si es verdad que el nuevo portador de la mariposa conocía la identidad del anterior, entonces tenemos dos sospechosas principales: Tomoe Tsurugi y Nathalie Sancoeur.

—¿Nathalie también? —preguntó él con suavidad.

Ladybug suspiró.

—No podemos descartar nada.

Cat Noir permaneció un instante en silencio. Después dijo:

—En ese caso, me gustaría encargarme de investigar a Nathalie y a los Agreste.

Ladybug iba a replicar, pero lo pensó mejor. Era cierto que ella, como Marinette, estaba muy unida a los Agreste, y que tenía una posición inmejorable para investigar… y para espiar, llegado el caso. Pero precisamente por eso llamaría la atención si hacía demasiadas preguntas. Nathalie no había descubierto su identidad secreta todavía y, dadas las circunstancias, sería mejor que siguiera sin conocerla. Cat Noir, por el contrario, podría enfocar aquel asunto desde una perspectiva más objetiva, puesto que no estaba tan emocionalmente vinculado a los Agreste como ella.

—De acuerdo —asintió por fin—. Yo me encargaré de Tsurugi, pues.

Cat Noir respiró hondo. Ladybug esperó un chiste, un comentario gracioso, algún juego de palabras. Pero él solo dijo:

—¿Cuándo empezamos?

—Esperemos unos días, hasta que hayamos cerrado el asunto de los miraculizados. Además —añadió—, hay otra cosa que tengo que hacer.


Adrián y Marinette quedaron el sábado siguiente para ir a dar un paseo junto al Sena. Caminaron juntos en silencio, tomados de la mano. En varias ocasiones, uno y otra intentaron iniciar una conversación, que acababa por morir al cabo de unos instantes. Los dos se quedaron con la sensación de que ya no tenían nada que decirse, aunque lo cierto era que había algo de lo que querían hablar, y que les pesaba como una piedra en el corazón.

Finalmente se sentaron en un banco junto al río. Y empezaron a hablar a la vez.

—Sabes, he estado pensando…

—Hay algo que…

Se interrumpieron, azorados, y dejaron escapar una risa nerviosa.

—Habla tú primero —propuso Adrián.

—No, tú.

—No, tú. Insisto.

Marinette inspiró hondo.

—Muy bien —dijo. Se retorció las manos con nerviosismo mientras reunía el valor necesario para empezar a hablar—. Sabes, me he dado cuenta de que… últimamente las cosas no fluyen igual entre nosotros.

Él la miró, ligeramente sorprendido. Ella tragó saliva.

—No sé si es porque… ahora vamos a escuelas distintas, pero tengo la sensación de que… nuestros caminos se están separando. Quizá sea ley de vida, no sé. Que estamos creciendo y cambiando y que… ya no somos los mismos de antes. Y es posible que nuestros sentimientos… tampoco lo sean.

Hizo una pausa, preparándose mentalmente para mostrarse firme cuando Adrián le asegurase que eso no era así, que él la quería muchísimo y que todavía tenían un largo camino por recorrer… juntos. Sin embargo, tras un instante de reflexión que a ella le pareció eterno, él respondió en voz baja:

—Yo también tengo esa sensación.

Ahora le tocó a ella sorprenderse.

—¿De verdad? Pero…

Se mordió la lengua. «Tienes que romper con él, Marinette, y sabes muy bien por qué. Aprovecha el momento».

—Hay muchas cosas que no te puedo contar —prosiguió él—. No porque no pueda confiar en ti, ni porque no quieras escucharlas, sino porque… tú y yo somos… diferentes en muchos aspectos. Y creo que es bueno que sea así, porque nos aportamos cosas el uno al otro, y he aprendido mucho a tu lado. Sin ti, de entrada, jamás habría sido capaz de enfrentarme a mi padre ni de luchar por encontrar mi propio camino.

La mirada de Marinette se desvió hacia los anillos gemelos que adornaban el dedo de Adrián. Si no hubiese sido por Félix y Kagami, pensó, Adrián no habría podido librarse de la influencia de su padre, por mucho que lo hubiese intentado. Ni siquiera con la ayuda de Marinette, que no tenía ni la menor idea del retorcido vínculo que encadenaba al chico al que amaba a la voluntad de Gabriel Agreste.

—Y yo sin ti no habría aprendido a comportarme como una persona normal, cuando me enamoro —respondió ella sonriendo—. Habría seguido haciendo cosas absurdas y saboteándome a mí misma sin saber por qué. Has tenido mucha paciencia conmigo, Adrián. Y ni siquiera lo merecía.

Se le llenaron los ojos de lágrimas.

—No digas eso —contestó él con cariño—. Te mereces todo lo bueno que pueda pasarte en la vida, Marinette.

Se abrazaron, emocionados. Marinette hundió el rostro en el hombro del muchacho y se preguntó, por enésima vez, si tendría valor para dejarlo marchar.

—Siento mucho que lo nuestro tenga que acabar —dijo entonces él, y ella abrió los ojos con sorpresa.

Entonces, ¿era real? ¿Estaban rompiendo? ¿Y era Adrián… quien quería dejarla a ella?

Se separó de él para mirarlo a los ojos, y descubrió una infinita tristeza en su mirada. La determinación de Adrián flaqueó al verse reflejado en los ojos azules de Marinette.

—Tal vez… no tenga que ser para siempre —planteó—. Quizá solo necesitamos… un tiempo.

Marinette se sintió muy aliviada.

—Eso es —asintió—. Porque están pasando muchas cosas en nuestras vidas, y tú necesitas centrarte en encontrar tu propio camino y construir tu futuro, y yo… la verdad es que estoy tan ocupada ahora mismo que apenas tengo tiempo para dedicarte. Pero quizá, en un futuro…

—…Cuando todo se aclare —completó él—, tal vez podamos… darnos otra oportunidad —concluyó, esperanzado.

—Sí —respondió ella—. Sí, tal vez.

«Ojalá», pensó. «Me gustaría mucho. No quiero dejarte marchar para siempre».

Pero no se atrevió a decírselo. Porque por algunos de los comentarios de Adrián («Somos diferentes», «Hay muchas cosas que no te puedo contar»), intuía que había algo más, aparte del lógico distanciamiento por asistir ahora a escuelas diferentes. Y sospechaba que ese «algo más» tenía nombre: Cérise.

Y una parte de ella tenía la certeza de que, si rompían ahora, o si dejaban su relación «en pausa», como sugería Adrián, cuando ella quisiese retomarla… él ya no estaría disponible.

Tragó saliva y cerró los ojos un momento, tratando de convencerse a sí misma, una vez más, de que aquello era lo mejor para él. Cuando los abrió pensó que, de todos modos, ya no era solo algo que hubiese decidido ella. Al parecer, Adrián también tenía sus propias ideas al respecto.

—Bien, pues… siendo así…, supongo que esto es un adiós —murmuró.

Adrián la miró con preocupación.

—Pero… seguiremos siendo amigos, ¿verdad? Dime que no dejaremos de vernos —suplicó—. Por favor.

Ella le sonrió con cariño.

—Por supuesto que no —lo tranquilizó—. Pase lo que pase, tú siempre serás una de las personas más importantes en mi vida, Adrián Agreste.

Volvieron a abrazarse con fuerza, como si en el fondo no quisieran separarse.

—Pase lo que pase —respondió él—, voy a quererte siempre, de una manera o de otra.

«De una manera o de otra», pensó ella, apenada. Por alguna razón, evocó las palabras de Cat Noir, varios meses atrás: «Todavía te quiero, pero solo como amiga», le había dicho a Ladybug.

Suspiró. Los chicos se enamoraban de ella y después se desenamoraban, por alguna razón que escapaba a su control. Probablemente fuese culpa suya, por no ser capaz de amarlos como merecían.

«Es lo que hay que hacer», se recordó a sí misma.


—Ha sido… rápido —comentó Tikki cuando las dos regresaban a casa.

Marinette suspiró.

—Sí, porque, al parecer… él ya no está enamorado de mí. O, al menos, ya no me quiere como antes. Eso lo facilita todo, supongo. Así no he tenido que romperle el corazón.

Tikki no respondió, pero se quedó mirándola con tristeza.


—Reconozco que ha sido más fácil de lo que creía —comentó Plagg.

—Ella también quería dejarlo —murmuró Adrián a media voz—. No me lo esperaba, la verdad, pero es mejor así. Porque odiaba la idea de tener que romperle el corazón.

—Pero ¿por qué quería romper contigo? No lo entiendo.

Adrián se encogió de hombros.

—Tiene una vida nueva, amigos nuevos… está cumpliendo su sueño, y su sueño pasa por integrarse en el mismo mundo del que yo estoy intentando escapar. Pero es mejor así —repitió—. No quiero que ni yo ni mi padre seamos un obstáculo para ella nunca más.

Plagg lo miró, apenado, pero no dijo nada más.


—Pasa, Narcisa —la invitó Nathalie—. Ponte cómoda. Voy a buscar el dossier al despacho y vuelvo enseguida.

Lila entró en el amplio comedor de la mansión Agreste y dedicó a Nathalie una inocente sonrisa. Cuando la mujer se marchó, cerrando la puerta tras ella, la expresión de la chica cambió, y miró a su alrededor con gesto calculador.

Sus ojos se detuvieron en el enorme cuadro que adornaba la pared, sobre la chimenea, y que representaba a la familia Agreste. En tiempos pasados, más felices, Adrián había tenido a su lado a sus padres, Gabriel y Émilie. Ahora, el chico se había quedado solo, con la única compañía de Nathalie, y con el apoyo de su tía y de su primo desde la distancia.

Lila contempló con odio la imagen del muchacho, que sonreía con inocencia desde el retrato, incapaz de adivinar la tragedia que se abatiría sobre su vida años después. Obviamente, nadie le había dicho nunca la verdad sobre su origen. Lila había acariciado la idea de contárselo ella misma, solo para tener el placer de observar en primera fila cómo el mundo perfecto de Adrián Agreste se rompía en mil pedazos. Pero ¿para qué? Cuando se hiciese con los prodigios de Ladybug y Cat Noir podría recrear la realidad a su conveniencia. Y entonces Adrián dejaría de existir. Y ella podría ocupar el lugar que le correspondía por derecho.

Contempló, pensativa, el retrato de Émilie Agreste, que le sonreía con placidez desde un tiempo pasado, más feliz. Lila había llegado a París un año atrás con el único objetivo de acercarse a la familia Agreste. Había llegado demasiado tarde como para poder reunirse con Émilie, pero aún quedaban Gabriel y Adrián, y ella estaba segura de que sería capaz de manipularlos a los dos para conseguir lo que deseaba. Pero, ahora que Gabriel ya no estaba, porque se había dejado derrotar por aquellos estúpidos superhéroes… Lila no tendría más remedio que repararlo todo. Podría traer a la pareja de vuelta con los prodigios de Ladybug y Cat Noir, pero, ya que estaba… ¿por qué no manipular la realidad para adecuarla a sus propios fines hasta el mínimo detalle? ¿Por qué no hacer… que todo hubiese sido perfecto, desde el principio?

Su primer plan no incluía deshacerse de Adrián, por respeto a Émilie. Pero Lila había descubierto muchas cosas sobre él, un oscuro secreto que, como tantos otros, le había arrebatado a Nathalie cuando Monarca había tenido a bien otorgarle el poder de Hoaxer. La historia de los Agreste era mucho más retorcida y siniestra de lo que ella había creído en un principio.

Y mucho más humillante para Lila.

No obstante, si sus villanos akumatizados atacaban a Adrián no era porque ella tuviese intención de deshacerse de él, al menos no por el momento. Y, aunque no podía negar que disfrutaba haciéndolo sufrir, lo cierto era que lo único que pretendía era poner contra las cuerdas a Ladybug. Era su manera de decirle: «Conozco el secreto de Gabriel Agreste, y sé que tú lo conoces también. Y sé que has mentido a todo el mundo a causa de Adrián». ¿Hasta dónde llegaría la superheroína con tal de defenderlo? ¿Qué era lo que sabía exactamente? Lila intuía que Adrián Agreste era el punto débil de Ladybug. Había sido tan estúpida como para dejarlo entrever en su primer encuentro, cuando Lila había sido akumatizada como Volpina.

Y ella, bajo cualquiera de sus identidades, con poderes o sin ellos, estaba dispuesta a aprovecharse de aquella debilidad.

—Ya estoy aquí —anunció entonces Nathalie, y Lila adoptó de nuevo una expresión inocente antes de volverse hacia ella con una sonrisa—. Siento haberte hecho esperar, Narcisa. He estado mirando los diseños que me pasaste el otro día. ¿Hablamos de ellos?

—¡Por supuesto! —respondió ella con falso entusiasmo.


NOTA: Me pone muy nerviosa el hecho de que Lila lo sepa TODO sobre los Agreste desde "Revelación". Creo que la serie da a entender que también conoce el origen de Adrián, porque se ve que Nathalie le envía específicamente una foto del anillo con su amok. Eso es lo que más temo de cara a la 6ª temporada, en verdad. En cuanto al fic, comenté en algún momento que tengo una historia para Lila. Iré desvelándola poco a poco…

NOTA 2: Próximo capítulo: Ladynoir.