32.
Cuando terminó el show, unos cuantos amigos aparecieron en el camerino, para mi gran sorpresa, Mimi, Koushiro, Akane, Hayato, a quienes no había visto con anterioridad, estaban felices de ir a saludarme.
De inmediato llegaron Taichi, Rin y Sora, incluso el pequeño Akihiro estaba con ellos, en brazos de su madrina, quien parecía haber vuelto a ser su versión encantadora de siempre.
Mimi se abalanzó hacia mí antes que nadie.
-¿Qué fue todo ese escándalo? Podrías haber avisado antes, y yo me hubiera encargado de esa estúpida. No vuelvas a callarte algo así, me quedé muy preocupada realmente – era un reproche justo, sabía que ella habría podido mover sus influencias para quitarla del medio, pero en el peor momento ni siquiera había pensado en eso.
-Lo siento, Mimi. No esperaba que todo escalara así, pero me alivia que ya se haya terminado.
Ella hizo un gesto de negación.
-Discúlpame, estuve muy preocupada todo el día, casi enloquecí a Koushiro porque ni tú ni Sora tenían los celulares encendidos para poder ayudarlos.
-Lo siento, fue recomendación de mi padre.
-Y de tu abogada -interrumpió Rin con una sonrisa que pretendía ser conciliadora.
Mimi asintió. Su característico histrionismo hacía que a veces las emociones la dominaran y se volcara hacia el dramatismo.
-Estamos bien – agregó Sora, ubicándose a mi lado mientras le sonreía -¿verdad? – me observó expectante como el resto de los presentes.
-¿Bien? No me engañas, cariño, ahora no estamos hablando de ti, ya vendrá el rezongo que te corresponde, atrevida, ¿Qué es eso de viajar sin avisarme? – Mimi iba a continuar diciéndome algo pero se detuvo de golpe, nos observó con fijeza, clavó la vista en Sora, en mí, y por último en Akihiro, quien se agitaba en brazos de su madrina, contemplando curioso a la inquisidora cocinera -¡Oh! Pero ¡¿Qué estoy viendo ahora mismo?!
Su expresión cambió a una muy traviesa.
Se adelantó para tomar al bebé en sus brazos y observarnos muy divertida.
Conocía bien esa miradita. Iba a decir algo mordaz.
Conté en sentido descendente en voz baja, de modo que solamente Sora me escuchara.
-Tres, dos, uno…
-Deberían ir preparándose, ya son los que faltan en el grupo, consíganse a su propio bebé.
-¡Lo dijo! – exclamó Taichi, desternillándose de risa y siendo seguido de inmediato por el resto de los presentes.
Nos reímos también.
Aunque en el fondo reconocía los miedos que ambos teníamos sobre ese asunto.
Rin cambió discretamente el tema de conversación sin quitar la vista de Sora.
Todos se distrajeron y el ambiente se distendió.
Jen propuso que todos hiciéramos una cena en el hotel en el que nos hospedábamos, era la única forma en la que los periodistas no podrían acceder a tomar fotos o buscar información con todo lo sucedido.
Aunque tanto Rin como ella habían trabajado duramente para presentar la nota de descargo en los medios que distribuyeran esa historia sin pruebas, y varios habían retirado los malintencionados artículos que hablaban del asunto, otros pocos continuaban intentando contactarme, afortunadamente la mayoría había desistido.
Así que todos accedimos de buena gana, nos marchamos en diferentes vehículos y pronto estuvimos ingresando en el enorme hall principal. Sora y mis amigos me acompañaron hasta mi habitación para que me esperaran en los bonitos sillones que allí había mientras yo me duchaba y me vestía más cómodamente.
La habitación en la que me hospedaba parecía un pequeño apartamento, aunque no tenía cocina, era muy práctico con su salita principal con acceso a la recámara para recibir visitas.
Mimi, Koushiro, Rin y Taichi tomaron asiento en el sofá, mientras Sora observaba todo el lugar con el pequeño Aki en sus brazos, quien se estiraba hacia atrás siguiendo la voz de su madre.
-Tengo que admitir mi derrota, el niño solo quiere a su mamá – dijo la pelirroja riendo.
-Y la madrina tiene mejores cosas que hacer -agregó Taichi maliciosamente – iremos a esperarles al hall.
-¿Pero quiénes te crees que somos? - me asomé riendo a la pequeña salita, mientras llevaba una toalla en el hombro para ir a ducharme.
-Cállate, los conocemos muy bien a los dos – contestó Mimi con sorna – Vámonos, esta gente necesita hablar bastante.
Rin asintió divertida y nos hizo una señal afirmativa, se apresuraron a marcharse.
Pero tenían razón. Necesitábamos hablar sobre lo ocurrido.
Miré a Sora sonriendo. Ella aún seguía de pie entre los sillones, aparentemente algo nerviosa.
-Si me esperas, podremos conversar cuando me vista. ¿Te parece bien?
Ella solo me sonrió.
-Podemos conversar tranquilamente cuando lleguemos a casa, en Tokio. No hay nada para aclarar, ¿Verdad? Ya todo esto terminó.
Me dirigí hacia ella y la miré fijamente.
-¿Estás completamente segura? -me crucé de brazos y la presioné un poco más con mi rostro serio hasta que ella desarmó su aparente paz.
-No es que no esté segura, Yamato. Realmente no quiero hablar de esto que pasó antes de tu show. Solo me alivia que toda esa mierda se haya terminado, me alegra haber podido darle una lección a esa estúpida, y me tranquiliza que ahora estemos aquí con muchos motivos para celebrar.
Suspiró. Comenzaba a mostrar su verdadero sentir. Continuó abriendo su corazón.
-Por supuesto, no me agrada que se haya filtrado nuestra relación, también me da miedo que sepan que estoy viviendo en Roma, exactamente dónde, con quienes y las calificaciones que obtuve en mi beca. – frunció el ceño - Y me enoja mucho más que se hable con tanta liviandad sobre mi supuesta infertilidad, no sé de donde sacaron esa información, pero es muy ofensivo, y estoy furiosa.
La abracé con fuerza. Ella se dejó confortar.
Veía una lágrimas de impotencia asomándose en sus ojos, pero que luchó para no dejar salir.
-¿Y qué quieres hacer ahora?
Sora se aferró a mi chaqueta y apoyó su frente sobre mi hombro. Noté que una de sus manos se dirigía directamente a sus ojos para limpiar las lágrimas que aún querían salir.
-Ahora necesito que nos vayamos muy lejos de aquí, a un lugar en el que seamos anónimos, para temer un poco de paz y ver qué haremos a partir de este día. – ella se separó de mí y me observó con intensidad, de pronto su molestia se había esfumado, y en su semblante apareció una sonrisa suave, que marcó unos simpáticos hoyuelos en sus mejillas – Yamato. Hay algo muy importante que quería decirte hoy: y es que aprobé la totalidad de la beca. Mi pasantía finalizó y he regresado a Japón definitivamente. Adelanté todas las entregas, y quedé seleccionada para presentar mi colección en París, Tokio y Nueva York en los próximos meses.
-¡¿Qué?! – mis ojos se abrieron con intensidad - ¡¿Cómo es eso?! ¡Sora!¡Enhorabuena!
Toda la amargura del día se esfumó de mi mente en un segundo, incrédulo, la abracé y la levanté en el aire con mis brazos. Ella se echó a reír ruidosamente mientras que girábamos a gran velocidad.
Reímos como chiquillos llenos de felicidad.
No podía creerlo.
Finalmente me dirigí a la recámara principal, aún sosteniéndola en el aire, me senté en la cama, ella se liberó ágilmente de mis brazos y nos tendimos sobre la cobija, mirándonos a los ojos, no pudiendo contener la felicidad que nos invadía.
-¿Cuándo pensabas decírmelo? – la observé maravillado.
Sora se rio de manera traviesa.
-Si no hubiera tenido lugar la lamentable escena con esta chica, te lo habría dicho antes del show, haciendo mi aparición estelar sorpresivamente. Taichi fue mi gran aliado estos meses, viajó para ayudarme con la mudanza, en especial a traer toda mi colección.
-¿Todo a mis espaldas?
-Bueno, estuvo cuatro años a miles de kilómetros de distancia sin poder hacer nada por nosotros, por supuesto que se ofreció de inmediato cuando esbocé la primera idea del plan. Durante estos meses ha ido recibiendo en su casa todo tipo de prendas de vestir, le debo a Rin un kimono y un vestido de fiesta para la boda de tu hermano a cambio del inmenso favor que me hicieron mientras mantenían el pico bien cerrado y no cedían ante las preguntas de Mimi, que por supuesto me notó rara y quería sonsacarles información a toda costa.
-Eres increíble, Sora. ¿Lo sabías? – de pronto mis propios ojos se nublaron, no podía creer que finalmente hubiera llegado a su fin esta dura etapa de prueba.
Habían sido tantos meses de todo tipo de emociones, anhelos, amargura, tristeza, deseo. Era demasiado para mí que ya eso hubiera quedado en el pasado.
Me giré hasta quedar boca arriba para limpiar mis lágrimas y Sora se colocó sobre mí, besando cada porción de mi rostro. También sentía el cosquilleo de sus pestañas empapadas en mis mejillas.
La abracé con fuerza y nos quedamos en silencio durante bastante rato. Ya no me importaba estar demorando tanto en bajar a cenar, solo quería apropiarme de ese momento tan sagrado para siempre.
-Quiero casarme contigo, Yamato.
Como toda respuesta, besé su frente y la estreché aún con más fuerza.
-Si no te interesa una gran fiesta, podríamos casarnos en unos pocos días. – dije en voz baja.
La idea había rondado muchas veces en mi cabeza durante los últimos tiempos. Sin ceremonias ni planificaciones que nos retrasaran, solo nosotros.
Ella se movió un poco para lograr girar sobre mí y echarse a mi lado.
Mis ojos buscaron los suyos.
Vi el característico brillo rojizo de siempre en sus iris de color castaño, embriagado por su calidez, creí que me quedaría prendado de ellos de por vida.
La vi sonreír con el alma, las mejillas, su mirada, las pequeñas arrugas de su frente.
-Sí, acepto.
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Aquella noche dormí con una inusual tranquilidad considerando las muchas sensaciones que había experimentado. Desde la tristeza o enojo más desesperantes hasta la alegría más inconmensurable.
Esperaba que lo que estuviera por venir no fuera tan intenso, porque no sabía si mi corazón lo resistiría.
Taichi y Rin se quedarían aquella noche en algún otro hotel de Osaka, y luego volverían a Tokio, mientras Mimi y Koushiro ya se habían marchado a Kyoto.
Mi abogada y mi mejor amigo nos dejaron el equipaje de Sora esa misma noche en el hotel en el que yo me hospedaba.
Por supuesto, fueron los únicos en saber sobre nuestros planes de boda. No nos habíamos podido resistir a decírselos, porque era gracias a ellos que aquel día ni Sora ni yo habíamos perdido la cordura.
Con un sentido abrazo y la promesa de hacer averiguaciones sobre el trámite de casamiento, Rin se despidió de ambos muy emocionada por la noticia. Taichi, con el pequeño Aki en brazos nos contemplaba con una sonrisa de profunda armonía en el rostro, como si hubiera cumplido con una misión crucial en su vida.
Subimos a la habitación en seguida.
Estábamos muertos de cansancio.
Sora apenas abrió su valija para extraer de entre su equipaje la pijama.
Nos cepillamos los dientes en un silencio confortante, sonriéndonos como tontos frente al espejo.
Nada de noches pasionales, era preciso descansar muy bien.
Cuando nos acurrucamos para dormir, rodee sus hombros con uno de mis brazos, atrayéndola hacia mí. Lo último que percibí antes de caer rendido de sueño, fue el fresco aroma de su cabello.
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Muy temprano nos levantamos y desayunamos.
Sora consultaba los mensajes de su celular mientras comía distraídamente una manzana.
Me entretuve observando su cabello desaliñado y las pequeñas arrugas en su ceño fruncido, denotando su concentración.
-Sora – ella se sobresaltó y me hizo reír.
-Me asustaste – sonrió de inmediato, relajando su expresión me observó expectante -¿Qué ibas a decirme?
-¿Cómo te sientes? Han pasado demasiadas cosas, ¿Estás bien?
Ella dejó a un lado el celular y me miró.
-He tenido todo tipo de sensaciones, igual que tú. Pero ahora me siento tan feliz, que casi siento que lo de ayer fue una pesadilla. Apenas me ha preocupado que esa chica tome represalias.
-Si es inteligente, no lo hará. Fuiste muy clara con ella.
-Eso espero. – suspiró - ¿A qué hora deberíamos irnos?
-Nos quedan tres horas por delante -dije consultando mi reloj.
-Pues – se levantó y caminó hacia mí -¿Por qué no nos relajamos un poco de todo este asunto y dejamos que un buen baño nos refresque las ideas? Discutamos esos asuntos más tarde.
Se acercó con delicada sensualidad hacia donde estaba yo y se ubicó detrás de mí, comenzando de inmediato con unos suaves masajes en mis hombros.
-Tu sí que sabes cómo hacerme callar.
-Pero en casa no tenemos un hidromasaje en el cuarto de baño.
Me reí.
-Amo tus ocurrencias, Takenouchi, dejemos de perder el tiempo entonces.
Me puse de pie y rápidamente la tomé por la cintura para elevarla sobre mis hombros.
La risa de ella llenó el apartamento, y también mi corazón.
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