Peace could be an option
Capítulo 73
Erik abrió los ojos al momento en que un largo beso matutino terminó. Llevaba un buen rato despierto, pero decidió remolonear en la cama un poco más, era a fin de cuentas su cumpleaños. Una fecha digna de celebración y que todo el mundo se dedicaba a recalcarle lo especial del día, cumplir los cincuenta no era poca cosa, menos viéndose tan bien.
A pesar de presentarse al mundo como un hombre relativamente sociable, prefería mantener un círculo muy cerrado en su intimidad, un espacio casi ocupado de forma exclusiva por su familia. Los festejos grandes con él como foco de atención no le apetecían, pero una sencilla reunión en casa era aceptable. La gente con la que trabajaba parecía comprender bien el deseo sin sentirse ofendidos por no recibir algún tipo de invitación, aunque si Abby se excedía en la repostería pensaba al menos llevarles algo de torta.
―Espero no hayas pensado que quedarte todo el día en cama te libraría ―susurró su esposa, dándole pequeños besos en la oreja.
―Tú tampoco eres fanática de celebrar.
―No me molesta si es sólo la familia y amigos cercanos, debiste invitar a Charles.
―Nuestra amistad es complicada ―replicó él y se impulsó para quedar encima de ella―. Y sobre la familia, recordemos que parte de la tuya probablemente celebre el día que me muera.
―No digas eso, sabes que no es cierto ―aseguró Abby, aunque se mordió el labio al visualizar a su abuelo, a él sí podía imaginarlo al menos aliviado. Nunca le agradó Erik, ni cuando todo el resto de la familia todavía lo adoraba.
―Aún es temprano, quizás podríamos tener una pequeña celebración, sólo los dos ―opinó, besando el cuello de ella con suavidad.
―Nina está despierta desde hace un buen rato y más que seguro esperando al otro lado de la puerta. ―Había sentido a su hija menor desde muy temprano y aunque le hubiera encantado poder quedarse con él en la cama, era momento de compartirlo con sus hijos, ya en la noche podrían ser sólo ellos.
Erik resopló resignado y se puso de pie, iba a ser un día largo.
Al momento en que abrió la puerta, la menor de sus hijas saltó para abrazarlo y desearle un feliz cumpleaños. En sus manos llevaba una caja envuelta en papel colorido, con tantos moños decorativos que un par acabaron en el suelo.
―Yo lo escogí ―anunció Nina con emoción, entregándole el regalo.
Erik cargó a la pequeña y regresó a la cama, dejando que su hija se acomodara en los brazos de Abby mientras él abría el paquete.
―Puedes usarlas ahora ―dijo la pequeña cuando vio a su padre tomar las pantuflas abrigadoras que compró en compañía de su mamá.
Erik sonrió y se las colocó, dándole una mirada de alivio a su esposa, quien debía de haber sido la razón de que su regalo fuera aceptable para un hombre de su edad, Nina tenía gustos más coloridos.
―¿No deberíamos esperar a cuando soples las velas del pastel o algo? ―preguntó Darryl, asomando la cabeza dentro de la habitación de sus padres―. ¿O es por culpa del paquete de los abuelos? Mamá lo miró como si fuera una bomba cuando llegó.
―Feliz cumpleaños ―intervino Edie, pasando junto a su hermano para saludar a su papá y darle otro paquete.
Detrás de ella, Darryl se acercó también entregándole un paquete.
Erik agradeció el gesto, y se vio bastante satisfecho con la selección de presentes de parte de sus hijos. Edie había optado por comprarle un par de elegantes guantes de cuero, perfectos para cuando decidía salir vestido de forma decente. Por otro lado, Darryl le obsequió una costosa botella de vino tinto.
―¿Cómo compraste esto? ―cuestionó confundido, para consumir o tomar alcohol los norteamericanos tenían edades que superaban la mayoría de edad.
―Dije que era para un regalo ―explicó Darryl de forma resuelta―. Es perfecto ahora que nosotros nos estamos yendo a la universidad ―agregó, sonriendo―. Aunque asumo que no van a quedar con nido vacío, pero eso ya es culpa de ustedes por demorarse con Nina. ―dirigió la mirada a su hermana menor y le sacó la lengua, provocando que ella lo imitara al instante.
―Sobre el paquete. ―Erik habló, decidiendo que no era sabio tratar de siquiera averiguar a que vendedor su hijo convenció para adquirir el licor.
Abby afinó la mirada y torció el labio, no había ninguna bomba en el envío que su familia mandó, obviamente, pero eso no quería decir que no hubiera algún objeto cuestionable o una carta de felicitaciones pasivo-agresiva en el interior. Su madre no permitía ese tipo de actitud, pero sabía que su abuelo podía arreglárselas para haber mandado algo desde el fondo de su corazón.
Sin embargo, no pensaba simplemente deshacerse del paquete, así que se asomó por un lado de la cama y tomó una caja, poco más pequeña que una de zapatos, que guardó debajo la noche anterior. A la vez, abrió el cajón de su mesa de noche y extrajo un pequeño regalo.
―Tú decides cuál prefieres abrir primero.
―Guardemos algo para luego de pasar el mal trago ―respondió Erik, tomando el paquete con estampillas provenientes de Montana―. ¿Crees que sea seguro abrirlo? ―cuestionó con humor.
―Sólo ábrelo.
Erik dejó escapar una risa, al punto en el que estaba en su vida no le incomodaba demasiado no estar en la mejor de las luces para su familia política. Lo único que a veces le impedía dormir en paz con relación a ese tema era el abuelo de Abby. El hombre seguía vivo y enérgico, pero cada vez que preguntaba cuántos años tenía nadie parecía poder darle una respuesta. Al parecer el haber salido de un pueblo perdido en el Tíbet en algún punto del siglo anterior lo habían dejado sin papeles de su tierra natal.
Un par de tarjetas de cumpleaños aparecieron primero, aunque destacaron una que venía desde California y otra de Florida, los lugares donde las gemelas habían ido a estudiar. Dos libros eran la razón por la que fue necesario poner todo en una caja en lugar de los típicos sobres de las tarjetas.
―The Day of the Jackal y The Odessa File ―dijo Erik en voz alta, dándole una leída rápida a los resúmenes y chasqueando la lengua al ver de qué se trataban―. Supongo que es el momento para que comience a navegar en el mundo de las novelas de criminales donde tratan de matar presidentes.
―¿Qué? ―soltó Abby, tomando uno de los libros, indignándose aún más luego de leer por sí misma el resumen―. Este tiene Nazis, cómo se les ocurre mandar esto.
―Son best sellers ―comentó Erik, notando las sonrisas reprimidas de sus hijos mayores y la total confusión de Nina. Los conflictos familiares nunca habían escalado lejos, así que no era difícil que hasta graciosos les parecieran a los dos que comprendían de dónde provenía la enemistad, pese a que la realidad era que no deberían de tomar a broma algo con raíces tan serias.
―Mañana los llamo ―masculló Abby.
―Sólo me queda abrir tu regalo por ahora ―dijo Erik, tomando el último de sus obsequios.
Sabía qué era, podía sentir el metal y los complejos engranajes de un reloj de pulsera. Lo que no pudo identificar previo a posar la vista sobre el objeto era lo costosa de la pieza.
―Supongo que no es para cuando vaya a trabajar ―bromeó después de darle un beso en agradecimiento.
―¿A qué hora viene la tía Ruthie? ―preguntó Nina, era a fin de cuentas la tía más cercana que tenía pese a que lo era en segundo grado. Las hermanas de Abby conocían a la pequeña, pero no tenían una relación tan cercana como con sus sobrinos mayores, sobre todo Hannah.
―Después de almuerzo ―respondió Abby―. Así tenemos tiempo de arreglar la casa y de hacer el pastel.
La mención sobre una torta hizo que Nina saltara de emoción y saliera corriendo de la habitación para alistarse y estar preparada para ayudar. Su madre la siguió de cerca para asegurarse que no hiciera algún desastre en un intento por hacer las cosas rápido, la casa la había dejado limpia la noche anterior, no necesitaba un baño inundado o ropa de cama lanzada detrás de una puerta.
. .
Erich llegó en la tarde junto con sus hijos para celebrar, los cincuenta años de Erik era algo para lo que no creyó estaría presente. Previo a la guerra era un número tan lejano en su mente que muchos otros momentos que debían venir antes lo opacaron y luego todo se extinguió con la muerte prematura de su familia.
Aun así, en medio de la esperanza recuperada, algo que no podía evitar observar era lo joven que Erik se veía. No parecía un hombre que había llegado a vivir medio siglo, de la misma manera que su esposa que pese a ser sólo un par de años más joven aun podía ser confundida por alguien que seguía en su tercera década. Era un brusco contraste con él, su piel arrugada y cuerpo desgastado sin dudas provocaba que muchas personas asumieran que debía de estar en los ochenta o un número similar, una década más de su edad real.
Los regalos los abrieron temprano a insistencia de Ruthie que deseaba poder relajarse el resto de la tarde y le era imposible hacerlo hasta asegurarse que su hermano no hubiera arruinado la ocasión. Ellos no tenían grandes recursos, pero por lo mismo su padre comenzó a planear qué comprar con meses de anticipación, así como ella. El problema era Jakob, quien anunció el día anterior que no tenía nada preparado y que conseguiría algo de último momento.
Erik recibió los obsequios, agradecido, pero honestamente no tenía idea por qué de entre todo lo que su primo pudo comprarle se decidió por un encendedor metálico. No era un mal regalo, era un objeto adecuado para alguien que fumaba, pero él lo hacía en raras ocasiones. Sin embargo, su tío y Ruthie atinaron mucho mejor. Él optó por un regalo práctico: un juego de cepillos para lustrar zapatos. Era un hábito que notaba se estaba perdiendo entre las generaciones más jóvenes, Darryl era culpable de salir a la calle con zapatos que parecían haber pasado por una excursión en un pantano. Ruthie por su parte optó por obsequiarle una bufanda de media estación a cuadros.
Tras cantar cumpleaños y repartir el pastel, Ruthie se retiró con Edie y Nina al jardín, la niña quería mostrarle cómo había entrenado a Mountie para hacer trucos. Darryl decidió unírseles cuando notó a Jakob ir con ellas al no desear quedarse en la sala donde su padre sin dudas comenzaría a hablar sobre temas laborales. Abby por su lado se quedó junto a Erik, en compañía del hombre mayor.
―¿Entonces los dos van a ir a la universidad este año? ―preguntó Erich cuando la conversación tomó ese rumbo, su tono dejaba ver bastante entusiasmo ante los logros de su familia.
―Sí, a Columbia en Nueva York.
―Deben estar muy orgullosos, ambos yendo a estudiar.
―Sorprendidos ―replicó Erik con una media sonrisa―. Por Darryl claro, Edie obtuvo un ingreso temprano que estábamos convencidos ocurriría, no ha tenido que preocuparse por dar exámenes y prepararse de forma específica.
―Son distintos, pero igual van a poder estudiar ―asintió Erich―. ¿Qué es lo que van a estudiar?
―A largo plazo Darryl medicina y Edie veterinaria, pero necesitan postular luego de tener sus cuatro años de estudios de algún tema de pregrado ―respondió Abby, Erik ya le había comentado que no comprendía por qué no podían ingresar a esos programas de frente―. Por el momento Edie está en Bioquímica y creo que al final Darryl terminó optando por salud pública… que no sé qué tan sabio sea, va a necesitar completar muchos requisitos que en su programa dudo sean obligatorios, pero dice que tiene un plan.
―Eso es lo que me preocupa ―intervino Erik―. Estuvo un par de semanas haciendo voluntariados con unos médicos que conoció de no sé dónde, insiste que todo es parte de una jugada maestra para no tener que sufrir innecesariamente estudiando en extremo por cuatro años.
―¿Por eso tomó un año sabático? ―peguntó Erich con curiosidad.
―Esa es la historia oficial, la realidad es que necesitaba prepararse para el examen, aunque no dudo que esté buscando alternativas donde su capacidad de estudiante no vaya a pesar tanto.
―¿Es una institución costosa? Escucho tanto de jóvenes tomando préstamos para poder estudiar.
―Un poco ―respondió Erik, tratando de ocultar la sorpresa ante la pregunta, no era muy cortés inquirir sobre esos temas―. Van a vivir juntos en un departamento cerca al campus que podemos costear por ellos y se mantendrán con lo que ganen mientras estudian.
No respondió directamente el asunto de los costos académicos. Él los pagaría gracias al dinero que retiró de sus cuentas en Europa, mismo fondo que usó para ayudar a sus primos a llevar clases de inglés el año previo. Sabía que su tío debía estar preocupado por la economía, cuando le hizo el ofrecimiento le costó mucho convencerlo, el hombre no deseaba robarles recursos a los nietos de su difunto hermano. Pero tuvo que aceptar al final, Jakob se veía incapaz de mantener un trabajo debido a la mezcla de su actitud y su poca capacidad de comunicación, en un momento incluso parecía haber acabado con malas juntas. No tenía idea clara de con qué grupo de gente había terminado, sólo sabía que en un momento ocultó un par de armas en la casa y que casi acabó preso. Hasta donde tenía entendido las cosas mejoraron cuando Jakob fue capaz de conseguir un trabajo digno, como él solía llamarlo, en una fábrica.
―¡Primo! ―llamó Jakob, regresando a la casa―. ¿De dónde sacaste a tu perro? Es super inteligente.
―¿Mountie? Supongo que está bien entrenado.
―Mejor entrenado que perro de circo ―insistió Jakob sorprendido―. No es que camine sobre una cuerda, pero entiende un montón de cosas, podría aparecer con Nina en esos concursos de talento de la tele.
―Te aseguro que mi hija no va a salir en un programa concurso ―dijo Erik, negándose rotundamente.
Jakob resopló, pero no dijo nada más, aún estaba fascinado con cómo la mascota respondía a las órdenes de la pequeña. Eran comandos sencillos, pero la velocidad con la que obedecía y el nivel de detalle con el que parecía poder comprenderla eran asombrosos, nunca había visto a un perro así.
Abby frunció las cejas ante las palabras de Jakob. Nina era aún muy pequeña para demostrar habilidades mutantes y hasta ese momento estaba convencida que si las desarrollaba sería como sus otros hijos: el mismo don que ella poseía o el de Erik. Sintió un suave apretón de mano instándola a relajarse, Erik también se alertó con los comentarios de su primo, pero no era el momento para mostrarse sospechosos.
. .
El clima caluroso de los últimos días de agosto peleaba por asfixiar a todos los turistas y visitantes que trataban de tomarse fotos con el fondo de las cataratas del Niagara. La zona en el lado americano se decía que era un poco menos concurrida, pero para llegar ahí debían pasar por migración y Abby decidió que no valía la pena arriesgarse a que algo pudiera delatar a Erik.
Habían decidido tener una última vacación familiar antes que Edie y Darryl partieran a Nueva York para ir a estudiar, siendo el punto más cercano hasta donde podían llegar sin cruzar frontera las conocidas cataratas. El viaje tuvo varias paradas, al final les tomó casi una semana después de sumar los desvíos para ver lugares y el tiempo para hacer algo de turismo en ciertas ciudades.
Erik manejó por buena parte del trecho el auto de Darryl, alimentando sus preocupaciones sobre qué sucedería cuando pasaran la frontera en ese vehículo. Abby manejó la camioneta de la familia y todo el equipaje estuvo ahí durante el viaje, pero cuando transfirieran el peso de las maletas de sus dos hijos mayores al viejo automóvil, no había manera de saber si este lo soportaría. Sin embargo, el muchacho se mostraba confiado en su vehículo, sus habilidades para repararlo en la ruta y finalmente en el don de su hermana.
―Se preocupan mucho ―comentó Darryl, cerrando la maletera con fuerza―. Mamá se preocupa más y por las cosas más raras del mundo, pero tú también lo haces.
Eran los últimos momentos antes de que partieran con dirección a la frontera y luego hasta Nueva York.
―Van a estar manejando por una zona que no conocen en un vehículo que podría caerse a pedazos en cualquier momento ―recalcó Erik―. Eso es distinto a estar preocupándome de si el supermercado les queda cerca y en zona segura.
―El carro sólo debe servir por unas siete horas, el supermercado va a ser cosa constante si lo piensas bien.
―Sólo… ―Erik se quedó en silencio un momento, notando lo incómodo que estaba con la idea de que sus dos hijos dejaran la casa pese a que hasta ese momento no lo había sentido.
―Vamos a estar bien, entre Edie y yo somos como un adulto funcional completo.
―Eso no está ayudando ―replicó, sonando casi como su esposa.
―Quizás como un adulto y medio ―siguió, bromeando―. Tenemos el departamento y Phil fue a verlo para asegurarse que no estuviera lleno de bichos o en algún lugar peligroso o con vecinos raros, sabemos cómo llegar y vamos a estar cerca de la universidad. No hay nada de qué preocuparse.
―¿Phil vive cerca? ―preguntó Erik al escuchar el nombre del muchacho, sabía que estaba atendiendo la universidad en Nueva York también, pero a diferencia de Darryl no se tomó un año sabático.
―Cerca en subterráneo, creo que no tanto a pie. Le propuse alquilar algo de tres dormitorios, pero como no está seguro si seguirá estudiando en la ciudad no quiso comprometerse y luego dejarnos en el aire.
―Mejor así.
―¿Y eso? Cuando Edie fue a la fiesta de promoción con él parecías aliviado.
―Nada en contra de Phil, pero una cosa es ir a una fiesta y otra que vivan bajo el mismo techo.
Erik se sorprendió un poco cuando su hija comentó que había llamado a Phil para pedirle que fuera su pareja en la fiesta de promoción. De alguna manera se sintió aliviado que decidiera ir con un muchacho que él conocía bastante bien y que en medio de todo confiaba, eso era mucho mejor a que acabara yendo con un casi desconocido salido del colegio.
―Se quedaba en casa bastante cuando estábamos en Old Town.
―Cuando eran niños ―recalcó Erik y negó con la cabeza―. Lo que importa es que tienen todo arreglado y solo necesitan llegar hasta la ciudad. ¿Y qué es eso de que Phil no sabe si seguirá estudiando?
―No me ha podido contar bien, pero creo que va a cambiar de programa o algo, dice que alguien se acercó a poco más reclutarlo ―respondió Darryl riendo―. Sólo espero que no haya sido un reclutador del ejército, pero creo que esos van detrás de los que no han ingresado a la universidad.
―Phil es inteligente, dudo que vaya a lanzar su futuro por la borda para unirse al ejército.
―¡Mountie!
El grito seguido de risas infantiles distrajo a Erik por un momento. El can negro se encontraba panza arriba, revolcándose en el jardín recién regado del hotel donde se estaban quedando. Erik soltó un suspiro, la camioneta iba a apestar a perro mojado y tendrían que regresar hasta Alberta con el olor.
―De repente puedes decirle a Nina que le pida a Mountie que se deje bañar, estoy seguro de que vi una manguera cerca ―opinó Darryl al ver la expresión de su padre.
―Sabes que no funciona así.
Los tomó por sorpresa cuando descubrieron que la menor de la familia también era mutante. La habilidad que tenía para llevarse tan bien con la mascota de la casa no era sólo por haber tenido suerte de tener un perro muy amistoso. La realidad era que de no ser por los comentarios de Jakob hubieran pasado por alto la mutación de Nina, quien sabe por cuántos meses o años.
―Yo creo que sí, sólo que Nina no le gusta obligarlo a hacer cosas que no le gusta. Lo que me hace pensar que nos dieron un labrador fallado, se supone que les encanta el agua.
―Le gusta el agua, lo que no le gusta es bañarse.
―Igual sería bueno que aprendiera a usar más su don, podría trabajar con Edie cuando acabe la carrera en algo como psicólogo de animales, si ponen su veterinaria sería como un servicio extra.
―Tu hermana tiene al menos diez años para siquiera pensar en trabajar de forma seria.
―Pensé que te gustaba estar preparado ―comentó extrañado por lo rápido que cortó la idea―. Sabes, no es como si no fuéramos a regresar y siempre pueden mudarse a Nueva York. Estoy seguro de que mamá puede conseguir trabajo en alguna universidad o algo, sólo que no sea en Columbia.
―¿Vergüenza que tu madre te enseñe? ―indagó Erik curioso.
―No, miedo a que se dé cuenta que no retuve ni la mitad de lo que me decía cuando nos llevaba de chicos a sus viajes de investigación.
Erik sonrió ligeramente, pero le costó mantener la expresión. Hasta ese momento había pensado que ver partir a sus hijos mayores era sólo una etapa más y estaba en paz con la idea. Sin embargo, no lo estaba, no en el fondo. Los años que perdió de sus infancias aún le pesaban y el estar a minutos de volver a separarse de ellos desbordó las emociones que no sabía que tenía guardadas.
―Va a ser un periodo largo ―dijo conteniéndose, no pensaba arruinarles el día a sus hijos.
―El plan es regresar en vacaciones y eso, en avión claro.
―Va a ser un periodo de ajustes para todos.
―Yo creo que Nina no se ha dado cuenta que no vamos a estar en casa.
―Lo sabe, sabe que no van a estar, pero no comprende lo que significa. Honestamente, creo que solo Abby lo ha pensado a fondo.
Darryl bajó un poco la mirada meditando las palabras. Su madre había pasado los últimos meses dejando ver que se encontraba ansiosa, tratando de prevenir cualquier inconveniente que pudiera salir a la distancia. Su papá hasta ese momento parecía haber tomado la nueva etapa con bastante pragmatismo, pero esa fachada comenzaba a dejar ver las grietas. Su hermana por otro lado parecía sólo ansiosa con tener que interactuar con gente nueva en la universidad y él por su lado estaba sumamente animado.
La verdad era que no había pensado lo extraño que iba a ser no tener a sus padres cerca, no sólo por ayuda o consejos, sino por mera compañía. Aún disfrutaba armar modelos de avión y volarlos casi en total silencio con su papá, tenía un par que no llegó a terminar de armar. A veces acompañaba a su mamá en algún fin de semana a las montañas donde podían usar su don con suma libertad y conectarse de una forma que no podía con otras personas.
―Supongo que si todo va mal siempre podemos regresar ―dijo Darryl.
―No va a ir mal ―aseguró Erik, no había razón para pensar eso―. Pero siempre pueden volver, pese a que no es lo ideal.
―Ahora me tienes confundido.
―No quiero que regresen por miedo o por algo malo. En lo personal hubiera preferido que estudiaran en Calgary y siguieran en casa, pero no fue lo que decidieron hacer, no quiero verlos fallar o que se sientan presionados por volver.
Darryl sonrió y asintió. Dirigió la mirada hacia donde Nina había estado jugando con Mountie y notó a su mamá acercándose en compañía de Edie, llevando un par de bolsas con comida para el camino.
―Entonces, ¿crees que mamá nos deje cruzar la frontera a tiempo? ―cuestionó bromeando.
―Sí ―respondió Erik―. Pero si no llaman en cuanto lleguen vamos a tener un problema.
―¿Van a quedarse todo el día en el cuarto sólo esperando que llamemos?
―No cuestiones.
Notas de autora: Erik cumplió los 50 y dado que por culpa de los saltos de tiempo en las pelis los actores se siguen viendo jóvenes, sigo destacando que dentro de universo lo notan. Ya alguna vez lo solté por ahí en algún capítulo, pero la teoría que manejo es que los mutantes deben tener expectativa de vida más larga y se demoran más en comenzar a envejecer. Fassbender tenía 39 cuando filmó Apocalipsis, y pese a que por culpa de que fuma se le nota la piel no tan juvenil, pues tampoco es que parezca de 50 aún xD.
Nina se puede comunicar con Mountie pese a que es pequeña, y terminó saliendo una mutante en todo el sentido de la palabra (Edie y Darryl son mutantes, pero la realidad es que sus genes mutados son herencia, en el caso de Nina tiene una mutación propia) Los primos en esta familia son un lio, Jakob parece que va mejorando, pero también existe Steven que es todo un caso pese a que ya anda controlado.
Por otro lado, los dos hijos mayores partieron del nido, al menos aún tienen a Nina xD Al final decidí que haría un cap cortito más de puente para posicionar mejor las cosas y ya para el 75 empiezo con Apocalipsis. El cap 74 ya está escrito, sólo falta betearlo.
