Advertencia:
En esta historia usted puede encontrar, personaje original, cambio de personalidad del personaje de forma drástica y universo alterno.
Presencia de temas que pueden dañar la sensibilidad del lector. Lectura para mayores de dieciocho años preferentemente. No se recomienda llevar a la práctica o la creencia ninguna de las acciones descritas en este texto.
SI ALGO ES DE SU DESAGRADO, SUSPENDA LA LECTURA.
Disclaimer: Los personajes de esta historia pertenecen a la obra original: Inuyasha. Escrita e ilustrada por Rumiko Takahashi. Todos los derechos reservados a sus autores e intérpretes.
Prohibida la copia, adaptación, traducción y manipulación de este escrito de manera parcial o total.
Jiyuu Akabane
Historia participante en EL FESTÍN DEL HORROR. Lista de prompts proporcionados por Inuyasha Fanfics (Encuentra la comunidad en X y Facebook).
Sssh.
Está oscuro. Tan oscuro como el fondo de un cántaro cerrado. No importa cuantas veces parpadee o se refriegue los ojos intentando mejorar su visión, todo está en completa oscuridad.
Intenta incorporarse sintiendo toda la ropa pesada por la humedad, sus movimiento producen chapoteo en la pequeña capa de agua sobre el piso, el frío cala su piel obligándola a dar un estornudo que una mano huesuda acalla tapándole la boca.
Naturalmente le asusta el repentino contacto físico e inicia un forcejeo feroz para liberarse, sin embargo otra mano se une al agarre contra sus brazos mientras un delicado «sssh» se desliza en su oreja. Intenta pelear de nuevo pero la fuerza del individuo detrás suyo es superior.
Por segunda vez le piden silencio mientras el sonido de algo arrastrándose empieza a percibirse lejano. La sujetan por el brazo obligándola a correr entre tropezones que le humedecer los zapatos. La toman por las muñecas y elevan hasta depositarla en un lugar más alto. El antiguo ruido se intensifica permitiéndole deducir que son cadenas atadas a las extremidades inferiores de alguien y los latidos de su corazón aceleran.
¿En dónde está? ¿Por qué está ahí?
Nuevamente le cubren los labios de forma hermética cuando el sonido de las cadenas pasa justo por debajo de ellos. Acompañado por gruñidos y lamentos que hacen un eco tenebroso en los alrededores. Algún tiempo después el ruido se aleja lo suficiente como para que le suelten; dándole una explicación que no pide, pero obviamente necesita.
—Nunca dejes que te escuche —una voz masculina y desgastada emerge detrás de ella. No puede distinguir nada más allá de su nariz pero entiende que este sujeto la rescató de lo que se oía allá abajo—. No hables, sujétate a mi capa y camina con cuidado —le indican en susurros al tiempo que siente una tela estacionarse sobre sus manos.
El miedo la hace sujetar el lienzo sin otro pensamiento. Los estragos de aquellos lamentos la tienen trepidando de pies a cabeza pero antes de intentar hacer preguntas la tela se tensa obligándola a caminar. Con pasos suaves ambos se dirigen a… No sabe dónde, solo quiere alejarse de los gruñidos.
Gruñidos.
La despiertan por la intensidad.
No sabe cuánto tiempo ha pasado desde que se encontró a aquel hombre. No hay manera de saber cuando es de día o de noche pero Kohaku, el otro muchacho que estaba con ellos en la cueva, jamás volvió después de «bajar» por frutas y Totosai (su rescatista) dejó de responderle hace mucho cuando sus ataques de tos se volvieron más graves.
Ahora está sola, en un lugar que no puede distinguir más porque los leños se terminaron impidiéndole iniciar una fogata. Lo único que le queda es una pera magullada entre las manos ¿Y después? Nada. No tiene absolutamente nada. Desde que fue salvada por el anciano no volvió a salir de la cueva y no conocía ningún camino afuera. Además lo que vagaba abajo todavía producía lamentos escalofriantes que la dejaban inmovilizada en su lugar.
Pero su paciencia se había agotado, sus ojos no dejaban de liberar lágrimas desesperadas porque no sabía qué hacer ¿Cómo iba a sobrevivir? No lo sabía.
Quizá, los gruñidos eran su única salida.
El desasosiego se apoderó de su mente haciéndola tomar una decisión al fin. No tiene suficiente valor para hacerlo por sí misma pero reunirá el necesario para bajar. Luego de llorar y moquear se permite disfrutar la última pera encontrando mordidas amargas y dulces conforme avanza pero se prohíbe quejarse.
Luego comienza a tantear con las manos para buscar los fósforos y cuando los halla continúa tocando alrededor hasta que da con el cucharón con el que se hacían los estofados. Se desgarra entonces una manga de su propio abrigo poniéndola alrededor de la cuchara e inicia un incendio en su ropa.
La luz se hace presente, más, no quiere regresar la vista sabiendo lo que va a encontrar—. Gracias señor Totosai, le prometo que nos encontraremos en la siguiente vida y le pagaré con creces toda su amabilidad.
Por primera vez abandona la seguridad de la cueva caminando por un sendero estrecho. No recordaba que estuviera tan angosto pero sigue adelante con su andar tembloroso. Su pequeña antorcha ilumina apenas un diámetro que la permite dar dos pasos hasta descender a un banco de tierra lo suficientemente amplio para acercarse abajo. Entonces los destellos de luz se reflejan contra el agua del piso indicándole que llegó al fondo. Con cuidado se desliza por la superficie procurando no apagar su luz.
Ella llegó ahí. Su cuerpo no ha parado de templar desde que abandonó la cueva sin embargo su mente le impide volver atrás. Es mejor que morir de hambre, se intenta convencer.
Trata de iluminar a su alrededor sin mucho éxito hasta que las cadenas comienzan a oírse en la lejanía. El brazo se le paraliza provocando que el cucharón resbale de su mano y la antorcha se extinga con el agua del suelo. Las cadenas y gruñidos se oyen cada vez más cerca provocándole a su instinto una reacción natural de querer huir, no obstante se aferra a su plan sujetándose fuertemente a la manga que aún queda de su abrigo.
Cierra los ojos aunque no hay diferencia de tenerlos abiertos con esa oscuridad tan densa. Se muerde el labio interior haciéndose daño, probando el sabor de su propia sangre. La espera se termina cuando el sonido de los pasos encadenados se detiene justo detrás de ella y le llega una bocanada de aliento a la nuca, erizando tétricamente sus cabellos.
—Rin, no importa lo que pase, jamás dejes que te oiga.
Ella emite un sollozo mezcla de disculpa y miedo. La espera ha terminado, los ruidos también se han detenido.
Prompt: Ruidos en la oscuridad.
