Recapitulando:

Mi dispositivo de comunicación empieza a vibrar, pero en este momento opto por ignorarlo.

—¡Creceremos hasta convertirnos en una ciudad reconocida! ¡Superaremos a todas las demás en Lugunica!

La multitud está visiblemente emocionada, y mientras sigo controlando el globo desde el aire, me siento lleno de energía.

—¡Yo soy Marco Luz! ¡El alcalde de Irlam! —cierro los ojos, apretando los puños.

Tras unos instantes, me sumerjo en la orgullosa luz del sol, extiendo los brazos y concluyo mi discurso con todas mis fuerzas, asegurándome de grabarlo en lo más profundo de mi ser.

—¡La candidata Emilia está con nosotros! ¡Gracias a ella! —abro los ojos, mirando hacia el cielo—. ¡Gracias a todos ustedes!

Inhalo una bocanada de aire con firmeza.

—¡Irlam crecerá sin límites!

Avanzaré, creceré.

Si este mundo intenta absorberme, tendrá que enfrentar las consecuencias.

Se han metido con la persona equivocada.

Soy Marco Luz, que eso no se te olvide.


Monologo de Marco.

Es Difícil Sentirse Bien.

Imaginar que puedo alcanzar la paz me resulta complejo. Hace tanto tiempo que llevo sufriendo que sentirme bien provoca que mi corazón se contraiga y busque formas de mermar esas emociones.

Creo que algún día tendré que pagar por los pecados que he cometido. No sé cuándo sea, pero sin duda deberé pagar por ellos. Tengo a ambas chicas entre mis brazos, a mi princesa, a quien amo tanto. A Emilia, quien ha sido una gran amiga.

Sé que ambas no buscarán traicionarme, sé que ambas no buscarán desaparecer de mi vida. Tengo que protegerlas, por eso he entrenado y entrenado.

Pero este mundo no es tan simple; la muerte está a la orden del día. Sin duda, este mundo es vil y cruel. Irónicamente, ha sido el mundo el que me ha traído a grandes personas. Las presiono en mi pecho, sintiendo su calor.

Ojalá pudiera traer a mis padres, ojalá pudiera mostrarles que su hijo está bien.

Ojalá pudiera decirles que pueden descansar, o siquiera despedirme de ellos. Ni siquiera pude despedirme antes de que ambos murieran.

A medida que el caos del mundo continúa rugiendo afuera, siento una determinación férrea. No importa cuán arduo sea el camino hacia la felicidad, lucharé por ella. No permitiré que el odio y la adversidad me definan. En mi interior, guardo la esperanza de que, al final del camino, encuentre la paz que tanto anhelo, no solo para mí, sino para aquellos que sostengo en mis brazos y para los recuerdos de quienes ya no están.

Por eso, debo proteger lo que tengo. No importa si tengo que dar mi vida; lo que importa es proteger a quienes quiero.

No sé qué haría si las llegase a perder.


Prologo

Lo que no está Escrito.

El viento me envuelve con sus suaves caricias desde la cesta del globo aerostático. Las aclamaciones y la emoción están en su apogeo, Irlam ha experimentado un crecimiento sin precedentes. La producción, la academia y los comercios, todos han alcanzado un nivel de organización que ha suscitado un aumento en el interés de la población externa.

Irlam parece cada vez más una ciudad, un lugar que ha florecido gracias a la derrota del culto y su conexión con la ballena, así como al brillante inicio de Emilia y al poder de la máquina de vapor. Todos contemplan a Irlam con un inmenso potencial.

Un pueblo que alguna vez careció de todo, donde la única ambición era ascender para llegar a la capital. Irlam era una localidad sin medios para defenderse, donde cualquier error mínimo podría resultar en tragedia. Irlam ahora resplandece con calles de hormigón y piedra, nuevas viviendas, negocios en auge y casas en construcción.

Desde este punto de vista, puedo abarcarlo todo: la gente, las casas y las fábricas. Esto es apenas el principio. Contemplo el cielo con gratitud hacia mi mundo, sus avances y el esfuerzo que decenas de millones de individuos han invertido en inventar, descubrir, crear e innovar.

Todo esto me ha servido para avanzar velozmente en este universo.

El conocimiento es la fuente de la verdad; la humanidad debe reconocerlo. En este mundo, la mayoría no persigue el conocimiento, sino el poder físico o mágico. Los pocos que poseen conocimiento alcanzan el poder, agravando la brecha. Es tiempo de cambiarlo, la sociedad debe transformarse y el mundo también.

—¡Observen! —apunto hacia una columna cubierta con mantas que el ejército sostiene. Es la evidencia de nuestra victoria sobre la ballena, la prueba de que Irlam puede avanzar, la constancia de que he fortalecido mi ser.

Los soldados retiran el manto que cubre la imponente estatua, que se exhibe ante todos. Las miradas de la gente se llenan de asombro, y los adultos alzan a sus hijos en hombros para que también la contemplen.

Sí, así comienza todo invento, así comienza cada acto, así comienza cualquier momento en nuestras vidas.

Es probable que todos estén reflexionando acerca de la identidad del hombre, pero evidentemente, nadie aquí la reconocerá. Este momento, esta situación, es la que encarna lo trascendental. Me fue arduo encontrar la estatua perfecta, pero de una u otra forma, esta representa la verdad.

—Alguien meditando. —Observo a todos. Mientras sus miradas permanecen fijas en la estatua, añado—: la raza, la etnia, el origen, la morfología, el género, la edad.

Inhalo profundamente, para concluir con este punto, es hora de que verdaderamente todos aportemos nuestro granito de arena. Combatir el racismo, combatir el odio ha sido una labor laboriosa y compleja, pero creo que es factible.

—¡Somos una sociedad pensante! —exclamo con vigor—. Somos una sociedad que no se deja llevar por las emociones. —Extiendo mis brazos, contemplando el firmamento—. Lo que nos diferencia de las bestias es la razón; cualquiera que la posea tiene el legítimo derecho a ser respetado de igual manera que tú lo buscas.

Es una detención que obstaculiza el progreso.

—Por ello, como seres razonantes, tenemos una responsabilidad, la de orientar a todos aquellos que lo necesitan. —El globo empieza a descender, acercándome a ellos. Con la magia del viento, controlo el descenso, reduzco la presión interna y planifico su caída. Todos me observan mientras desciendo. Una vez que el globo toca tierra, salgo de la cesta, uniéndome a todos.

La gente comienza a aproximarse, todos parecen emocionados y jubilosos.

Ellos hacen espacio y yo avanzo hacia la estatua, utilizando la magia para elevarme y posicionarme sobre ella.

—¡Irlam es un epicentro del ingenio! ¡De la creación! —levanto mi puño—. Aquí, nadie será reprimido por progresar, por crear.

Sí, aquí no oprimiremos a quienes se esfuerzan por mejorar el mundo.

No truncaremos sus vidas ni las de sus seres queridos.

—¡Aquí premiamos al creador! ¡Fomentamos el conocimiento! —grito con fuerza— ¡Aprendan! ¡Esfuércense! ¡Trabajen! ¡Busquen su mejor versión cada día!

Coloco mi mano en mi pecho, mirando a mi pueblo, contemplando todo lo que he logrado.

Comencé sin nada, pero ahora, ahora tengo un principio.

—¡Seremos tan grandiosos que el mundo no podrá ignorarnos!

—¡Viva Irlam! —gritan todos con entusiasmo.

Las miradas orgullosas de cada individuo, los clamores emocionados de los niños, todo se fusiona en un coro que ahoga cualquier sentimiento negativo. Una sensación revitalizante me envuelve, una sensación indescriptible, casi como si el simple hecho de estar todos conectados me fortaleciera.

Los ojos de todos resplandecen con un fuego ardiente, mirándose mutuamente con un orgullo palpable mientras entonan "Viva Irlam" en un grandioso coro.

Regreso al escenario con una sonrisa, mis ojos se posan en Emilia y Beatrice, quienes me aguardan con entusiasmo.

—¡Fue impresionante! —exclama Emilia, extendiendo su mano hacia mí. Acepto el gesto y ambos dirigimos nuestras miradas hacia el frente.

Ya no podemos retener por más tiempo la información sobre el acero; esta se ha filtrado entre los nobles, y antes de que ellos lo utilicen en su propio beneficio, lo liberaremos al mundo.

—Como todos ustedes sabrán, ha comenzado a circular el rumor de que Irlam ha logrado la producción de acero, un metal codiciado que hasta ahora solo se forjaba en las grandes herrerías de diferentes naciones. —Dirijo mi mirada a la audiencia, alzando mi puño—. La fábrica de acero de Irlam lleva cinco meses en funcionamiento.

Como estaba planeado, los herreros avanzan hacia el escenario.

Aquellas almas que padecieron bajo el dominio de quienes ostentan el poder, aquellos que entregaron su corazón y se esforzaron por sobreponerse. Los que derramaron su sangre en su sueño, a pesar de haber perdido todo.

Baltazar se coloca a mi lado, y el resto de los herreros se mantiene detrás de nosotros, erguidos y con sonrisas radiantes en sus rostros.

—¡Hoy! ¡Anunciamos el nacimiento del gremio de Herrería de Irlam!

Un gremio que muy pronto se transformará en una entidad formal.

—Poseemos un acero notablemente más resistente y duradero, un acero que no tiene parangón con el de la capital.

No permitiremos que nos roben ni que nos critiquen.

No les daremos la oportunidad.

—Todo gracias a las personas que en su momento fueron desterradas por aquellos que se oponen al progreso, por aquellos que desean que todo quede en el olvido.

Baltazar da un paso adelante, dirigiéndose a la multitud.

—El gremio de herrería de Lugunica expulsó a todos mis colegas, los utilizaron para apoderarse de toda la capital, vivimos en las sombras sin saber si al día siguiente tendríamos algo que comer. —Baltazar aprieta el puño con furia, mientras el resto observa impacientemente—. Se adueñaron del acero y lo monopolizaron, pero no contentos con su dominio, llevaron a cabo artimañas maliciosas para aniquilarnos.

Los ojos de todos brillan con intensidad mientras él observa a la multitud, esbozando una sonrisa.

—Ahora que los hemos superado, no tendrán otra alternativa que competir. Esto es tan solo una evidencia de que todos podemos lograrlo.

La coherencia con la que Baltazar se expresa me sorprende; parece que realmente sentía esas palabras.

—Hemos creado la máquina de vapor, hemos desarrollado la máquina de escribir, hemos utilizado el metal para inventar dispositivos que facilitan la vida de las personas, y también hemos concebido dispositivos que pueden acabar con ella. Continuaremos creando y avanzando, pero solo si ustedes siguen innovando y creando. —Baltazar eleva su voz—. Cualquier solicitud de un invento que puedan tener será bienvenida; recibirán un trato equitativo. De esta manera, Irlam seguirá prosperando.

Baltazar se señala a sí mismo con el dedo y muestra una sonrisa de confianza.

—¡Soy Baltazar! Soy el líder del gremio de herrería de Irlam. Esos individuos tendrán que suplicarnos a nosotros. ¡JAJAJA!

Sonrío, reconociendo que este es el mismo Baltazar que conozco.

Baltazar me mira, como si estuviera al borde de sus emociones. Le sonrío mientras aprieto la mano de Emilia.

Ella levanta la mano y se dirige a todos, con una sonrisa tan radiante que eclipsa al propio sol.

—¡Todos podemos progresar! ¡Todos podemos sonreír! —Emilia alza su voz con un toque de magia—. Esto es solo el principio. Yo, Emilia, como candidata al trono de Lugunica, haré todo lo que esté a mi alcance para crear un mundo en el que todos puedan sentirse seguros, un mundo en el que todos tengan la oportunidad de prosperar sin importar su origen.

Las celebraciones recobran su apogeo, la gente aplaude con orgullo ante las palabras de Baltazar y Emilia, y en este momento, el racismo hacia ella ha disminuido considerablemente.

Varios demihumanos llegan a Irlam en busca de oportunidades, ya que este es un lugar donde cualquiera puede alcanzar una posición de poder, y el trato general es mucho más amigable.

Aunque la competencia es feroz.

La gente evoluciona, las ideas cambian a través de pruebas y compromisos, incluso en el caso de Emilia, quien ha demostrado ser una excelente líder.

El día continúa con su emoción hasta que la noche llega, y nos encontramos celebrando en el quiosco con unas botellas de vino.

Crusch, Emilia, Beatrice, Roswaal, Rem y Ram.

Otto y Luan están celebrando en el pueblo. Para mi plan, es imprescindible que Roswaal nunca se cruce con Otto, por lo que lo excluí en esta ocasión.

—Ha sido un discu~urso grandi~~oso —asevera Roswaal, mientras deleita su paladar con un sorbo de vino.

Cada día comprendo con mayor profundidad las expresiones de Roswaal; últimamente, parece más jubiloso de lo habitual, como si aguardara algo con gran expectación. En este punto de la narración, el único adversario por el que tendría que preocuparme es el inmenso conejo.

No obstante, con la gente que me rodea, creo que es factible tomar medidas. El dilema es que está ocurriendo algo inusual; la alta nobleza guarda un inquietante silencio, y Miklotov no ha logrado obtener información alguna.

—Ha resultado divertido —afirma Emilia, dando un pequeño sorbo al vino mientras Beatrice se aposenta en sus piernas.

Crusch y Emilia sostienen una conversación animada, mientras que yo permanezco dialogando con Roswaal acerca de los pasos a seguir.

—Ahora que el acero se ha vuelto público, es imperativo llevar a cabo lo que te mencioné.

Roswaal se toma la barbilla, rascándosela ligeramente.

—Resulta un desafío. —Roswaal me entrega una carta—. El "Alcalde" de la ciudad de la Sa~~nta Montaña de Pardo~~chia desea reunirse contigo. Considero que estable~~cer relaciones con él resulta esencial para tu plan.

Necesito comenzar a establecer conexiones con el exterior; inicialmente, tenía la intención de aprovechar los contactos de Roswaal, pero él argumenta que son escasos los que poseen influencia significativa en otros países.

Lo que busco es la posibilidad de fundar empresas en naciones extranjeras y, de manera gradual, incrementar la influencia de Irlam.

La máquina a vapor constituye el pilar fundamental de todo, aunque en la actualidad, la máquina de escribir está cobrando relevancia, ya que se ha popularizado entre funcionarios y nobles.

—Hermod... —Un individuo misterioso, desconocido para mí en la novela. Roswaal afirma que es un conocido que se ha interesado en la máquina a vapor, por lo que viaja a Irlam con la intención de forjar relaciones comerciales.

Si puedo comenzar con él, ya será un paso adelante. Espero que sea una persona íntegra y no una artimaña de Roswaal.

Burr, Burr.

El metía vuelve a vibrar, así que esta vez lo tomo y lo abro. Al hacerlo, lo primero que capto es la expresión de Miklotov, quien parece preocupado, con las cejas fruncidas y una mirada tensa.

Me percato de que no se trata de un asunto trivial, así que me levanto de la mesa.

—Permítanme retirarme por un momento; debo atender un asunto —anuncio a todos, dándoles la espalda.

En el último instante, lo noto: las cejas de Roswaal se arquean y una sutil sonrisa se dibuja en su rostro. Mi cuerpo comienza a sentir la rápida circulación de la sangre por mis venas, mientras la ansiedad aumenta.

Una vez que estoy lo suficientemente alejado, Miklotov comienza a hablar.

—Lo que temía ha sucedido —dice, tomando un papel de su escritorio y comenzando a leer—. La ciudad industrial de Costuul solicita a la comunidad de Irlam la entrega de los planos de la creación del acero, la máquina a vapor y la máquina de escribir, bajo la acusación de que estos planos fueron robados directamente en la ciudad de Costuul.

Una vena en mi frente comienza a palpitar con fuerza mientras escucho a Miklotov concluir su relato. Suspiro, luchando por no permitir que mis emociones me dominen.

—¿Y? Ya hemos anunciado todos estos inventos al mundo. Todos saben que Irlam los produjo para derrotar al culto. El acero es algo que acabamos de dar a conocer públicamente, antes de que esta notificación se hiciera pública.

Miklotov continúa.

—Las sospechas apuntan hacia el ejército revolucionario, el causante de la guerra entre demihumanos y humanos. Se cree que están ocultos en Irlam. En Costuul, se produjo un ataque secreto donde los planos fueron sustraídos del castillo. Por lo tanto, se solicita una minuciosa investigación en Irlam.

Cada vez resulta más absurdo y carece de sentido. Parece que se están quedando sin argumentos. Roswaal sigue siendo el gobernante de Irlam, bajo su amparo, no debería haber lugar para dudas. La posición y el honor de Roswaal no pueden ser mancillados.

Esto no tiene sentido, tiene que haber algo más.

—El consejo de sabios ha decidido aprobar la solicitud de revisión, sin embargo, por mantener el honor del marqué Roswaal L Mathers se nombrará a Marco Luz dueño de las tierras de Irlam, esto ha sido aprobado por el marqués Roswaal L Mathers y se le otorgo a este la ciudad de Hanumas, como compensación por la decisión tomada.

¿Roswaal lo aprobó?

Pero nunca lo vi irse, las cartas que llegan a Irlam ninguna fue dirigida a él de parte de la capital.

¿Un contacto secundario?

No…

Fue desde entonces, ha estado esperando, ese maldito.

Desde que fue a la capital después de la reunión de la selección real.

—Pero, entonces si vienen a robar todo Irlam ¿Cómo lo detengo? —pregunto a Miklotov, sabiendo que él sabe más sobre estas cosas que yo.

Si alguien sabe sobre todo el apartado político completo de este mundo es él. Normalmente me alegraría por tener a Irlam, pero ahora es simplemente algo estúpido.

Una artimaña de los sabios para pasar el manto, echarme la culpa y destrozarme por completo. Es tan estúpido que incluso sus alegatos lo son.

Es como en mi país de origen, donde dicen cualquier cosa con tal de cumplir sus objetivos, sin importarles lo que pensará la gente.

Mera codicia.

Esperar a que el nombre de Irlam este en lo alto solo para robar todo.

Miklotov piensa un tiempo. Los minutos pasan y mientras intento pensar una solución este me interrumpe.

—La única forma, es que rechaces la solicitud. —Miklotov me muestra un papel, con una sola palabra—. Entrarás en guerra con la ciudad industrial de Costuul.

—¿Una guerra civil? —cierro mis ojos un instante, pensando si de verdad es una solución o si es parte de los planes de Roswaal.

Miklotov afirma, este parece seguro de lo que dice, y, aunque su expresion sigue siendo la de una profunda tensión, su voz viene cargada de una profunda introspección.

—Si aceptas te robaran todo y usaran alguna alimaña para aprisionarte, ten eso seguro, pero si declaras la guerra a la ciudad de Costuul entonces tendrás tiempo en lo que las decisiones del consejo se toman. —Miklotov saca un libro y empieza a explicar—: En el reino de Lugunica las decisiones se toman por el gran rey, sin este, el consejo de sabios toma el poder de tomar decisión acerca de los acuerdos entre diferentes ciudades.

—En caso de una confrontación, el consejo de sabios debe tomar la decisión de si aceptar o no el acuerdo de guerra.

Lugunica se jacta de ser una nación pacífica, no obstante, también cuenta con legislaciones para situaciones belicosas. Los conflictos internos solo se autorizan si se alcanza un acuerdo, mediado por los líderes de la nación.

—Las decisiones serán tomadas con el consejo ejerciendo su rol mediador —proclama Miklotov al cerrar el libro—. Los enfrentamientos entre ciudades están terminantemente prohibidos, a menos que se trate de situaciones extraordinarias, y en este caso es probable que se haga una excepción.

Irlam se encuentra en el centro de la atención; actualmente, Costuul está sufriendo económicamente debido a los costos de producción increíblemente más altos en comparación con los de Irlam.

Esta perspectiva me permite comprenderlo mejor. La ley en Lugunica no lo permite, pero el consejo de sabios tiene la capacidad de decidir, a menudo con motivaciones burocráticas. Es como una guerra entre naciones, donde el asesinato es ilegal, pero en tiempos de conflicto es aceptado.

En este momento, debo reflexionar profundamente. Los engranajes vuelven a moverse, y una vez más me encuentro en el centro de la tormenta. Roswaal parece estar tramando algo, y no puedo revelarle mi relación con Miklotov en este momento.

Aunque, sospecho que él ya lo sabe.

La forma en que actúa el Libro de la Sabiduría aún es un misterio.

Si lo que él conoce son mis acciones, entonces debo asegurarme de ocultar esos detalles. Su libro debe estar anticipando lo que planeo hacer con él, es decir, cómo influir en sus acciones.

Debo evitar esto a toda costa.

Beatrice me explicó que los Libros de la Sabiduría de cada uno revelan las acciones que llevarán a cabo en beneficio de su madre, así como aquellas que los guiarán por "el mejor camino en sus vidas".

Es evidente que Echidna debe tener planes futuros, y su resurrección también debe estar profetizada, aunque tal vez no sea el momento adecuado para que Roswaal lo descubra.

—Permíteme reflexionar; te daré una respuesta lo más pronto posible —suspiro, meditando sobre la decisión que debo tomar.

—Considera cuidadosamente la guerra; trataré de prolongarla todo lo posible para que puedas prepararte adecuadamente —se despide Miklotov y cierra el metia, dejándome con el suave murmullo de las risas de la gente en el quiosco.

Me siento en el césped y contemplo el cielo.

En este momento, el ejército de Irlam está en constante expansión; la producción de rifles de acero continúa, y se han fabricado balas y varias granadas con la intención de fortalecer el poderío de Irlam.

No siento temor ante los caballeros, si tan solo fueran caballeros comunes.

El verdadero peligro radica en si traen a alguien como Julius o mercenarios ocultos, individuos que se mantienen en las sombras como fuentes de poder.

Costuul se encuentra al otro lado de la montaña, y debo considerar cuidadosamente este motivo aparentemente absurdo; debe haber una forma de contrarrestarlo.

Sé que la gente no creerá de buenas a primeras, pero estamos inmersos en una batalla política, y cualquier rumor puede afectarnos considerablemente. Si realmente deseamos derrocar esta acusación, tal vez debamos aceptar que vengan a investigar.

Sin embargo, existe el riesgo de que roben nuestros planos, ya que no tenemos derechos de autor que los protejan.

También debo recordar que, aunque Irlam esté bajo mi control, Roswaal sigue siendo una figura importante que debe mantener su prestigio.

Aunque él parezca no darles importancia a estos asuntos, debe mantener las apariencias hasta que su extraño libro le dé indicaciones.

Si todo esto está sucediendo y Costuul nos está presionando de esta manera, es porque buscan que nos rindamos, ya sea para proteger el honor de Emilia o para eliminarla a ella y a mí.

Me pongo de pie, iluminado por la brillante luz de una gran luna menguante, y aprieto los puños, reflexionando sobre lo que debo hacer.


Capítulo 1

Pacto Secreto en Medio de la Incertidumbre.

La mañana me envuelve con el dulce canto de las aves, y despierto en mi estudio, donde pasé la noche organizando todos los documentos en busca de indicios sobre la viabilidad de una guerra.

—No estoy convencida de que sea una buena idea —declara Emilia, mientras bosteza con gracia.

Después de conversar con Miklotov y concluir la pequeña celebración, Emilia, Beatrice y Crusch me interrogaron sobre los acontecimientos. Al compartir la situación, ambas mostraron su preocupación y se quedaron a mi lado trabajando durante toda la noche.

—Sin embargo, si llegan a entrar en Irlam, es probable que empleen algún estratagema para incriminarnos, vinculándonos con el culto y el ejército revolucionario —afirma Crusch—. En estos momentos, eres aclamado como un héroe, pero la emoción puede transformarse en odio fácilmente. Aun así, no alcanzo a comprender qué métodos podrían utilizar.

Costuul es en realidad una ciudad más similar a Irlam de lo que aparenta; alberga la mayoría de las fábricas de Lugunica y cuenta con el respaldo financiero del reino. Se erige como una de las ciudades más influyentes, e incluso el prestigioso gremio de herrería de la capital posee fábricas en Costuul.

Asimismo, poseen máquinas similares a las mías.

Es cierto que no son fábricas con una denominación tan completa; en su mayoría, son modestos centros de producción y herrerías que fabrican espadas, carros mineros y otros productos que sustituyen a cierto número de trabajadores. Lo que les falta es la optimización de procesos, como la producción en lotes, por mencionar un ejemplo.

Esta optimización permite reducir los costos y ofrecer productos de mayor calidad.

El abaratamiento de los costos de producción no implica una merma en la calidad; este es solo un mito que se difunde en mi mundo con el fin de engañar a la gente.

—Si nos vinculan con el culto, nos convertirán en chivos expiatorios y se llevarán cosas de Irlam, y quién sabe qué más.

—¿Y Roswaal? —pregunta Emilia—. Deberíamos discutir estos asuntos importantes con él.

Niego con la cabeza mientras contemplo la ventana, donde el sol irradia con intensidad.

—Por ahora, no deseo hacerlo; todavía no estamos seguros, pero debemos esperar a que Roswaal reciba la carta. —Las miro a ambas—. Cuando llegue la notificación, hablaremos con él.

Emilia aún desconoce mi desconfianza hacia Roswaal; ella piensa que mantenemos una relación formal y nada más. El plan de Roswaal parece llevarnos hacia algo, y debo descubrirlo antes de que profundice en ello.

Interrumpiendo mis cavilaciones, alguien irrumpe en la habitación.

—Mis disculpas por la demora. —Otto hace su entrada con una sonrisa forzada, y Rem le sigue de cerca.

Les lanzo una mirada, para que comprendan que no deben comentar nada. Ellas asienten, captando mi deseo implícito.

En este instante, Rem es alguien a quien no puedo confiarle la verdad en profundidad. No porque no sea digna de confianza, sino porque ella deposita una fe absoluta en Roswaal.

Sin embargo, pronto dejará de ser un problema.

Emilia no ha estado mucho tiempo bajo la influencia de Roswaal, y aunque lo valora en gran medida, sé que Puck le ha transmitido ciertas reservas.

Son reservas que yo sembré con la intención de socavar la relación entre Emilia y Roswaal antes de que se agote el contrato de Puck.

Muchos podrían tachar mi actitud de deshonesta, pero no veo otra alternativa. Emilia tiende a ser optimista con las personas, tiene una inclinación a confiar en la bondad demás, lo mismo que hizo conmigo en su momento.

No digo que su perspicacia sea la misma de antes; sé que ahora es mucho más astuta que al principio.

El asunto es que sus ideales sobrepasan esa astucia. Al final del día, en la historia, Roswaal puso en riesgo a todo el pueblo, y aun así, estuvieron dispuestos a perdonarlo.

Por eso no puedo confiar plenamente en ellos.

Si le contara a Rem todo lo que Roswaal ha hecho...

No, no obtendría nada con eso.

—Parece que estuvieron ocupados. —Sonrío, tratando de discernir sus reacciones.

Con una leve mirada, ambos sonríen y vuelven a centrar su atención en mí.

—Las celebraciones de ayer fueron grandiosas. Mi equipo quería conmemorar la inauguración de la nueva tienda. —Rem, radiante, entra con una pila de documentos en brazos.

Emilia mira a Rem con alegría.

—¡Vas a abrir tu propia tienda! —exclama Emilia, avanzando hacia Rem y buscando tomar sus manos.

—¡Sí! —responde Rem con una amplia sonrisa de satisfacción.

Rem optó por emprender una empresa de moda en Irlam. Dado que Otto posee capacidades sobresalientes y ha alcanzado un nivel de excelencia en ciertas áreas, ya no es necesario que continúe trabajando en su oficio actual.

Rem decidió seguir su sueño.

No lo voy a negar.

Me entristecerá verla partir, pero eso no significa que no la vuelva a encontrar.

Está persiguiendo su sueño, liberándose de sus ataduras; ahora, finalmente, volará como siempre debió hacerlo.

No tengo intención de cortarle las alas. Si su felicidad radica en este nuevo camino, entonces mi deber como amigo es respaldarla en todo lo que desee.

Sin necesidad de palabras, ella me entrega todos los documentos.

—Esto es todo lo que tengo que dar. —Rem me mira a los ojos; esa mirada de resentimiento y tristeza ha sido reemplazada por un brillo intenso, el resplandor de seguir su propia senda.

Me duele verla partir, pero me alegra verla volar.

Me levanto, extiendo mi mano hacia ella y le dedico una sonrisa.

—Espero que tu vida esté llena de felicidad. —Ella aprieta mi mano con ternura, me mira fijamente, a lo que añado—: No nos olvides.

Ella suelta una risa suave y echa un vistazo a todos nosotros.

—Seguiré viviendo en la mansión. —Rem libera mi mano y se inclina—. Gracias por permitirme estar a tu lado, gracias por permitirme crecer, gracias por todo.

—Parece que no te volveremos a ver si lo dices así. —Le sonrío con curiosidad.

Ella toma la mano de Emilia y Crusch, inclinándose hacia ambas.

—Me voy de viaje por un tiempo. Con la tienda ya inaugurada, cuento con un equipo que se encargará de ella. Pero para mejorar, necesito explorar más allá de estas fronteras.

Su explicación nos toma por sorpresa, y ella parece sentirse un tanto apurada por aclarar.

—Solo será por unas cuantas semanas; regresaré antes de que llegue el invierno. —Rem suspira aliviada, palpándose también emocionada por la perspectiva.

Emilia se aproxima a Rem y toma sus manos con un rostro preocupado.

—¿Vas a emprender este viaje sola? ¿No te gustaría ir acompañada? ¿Estás segura de que es lo que deseas? —Emilia bombardea a Rem con una multitud de interrogantes, como una madre preocupada por su hija.

Rem parece abrumada por todas las preguntas, sin siquiera tener la oportunidad de responder. En sus últimos momentos, Emilia me mira como si deseara que la detuviera.

—Rem, cuida de ti misma. Espero volver a verte. —Las palabras dogp hacen que abra los ojos, así que añado al final—: Persigue tus sueños.

Rem sonríe y entrecierra los ojos.

—¡Claro! ¡Regresaré con muchas ideas nuevas! —Rem sale de la oficina sin decir más.

Otto y Emilia comparten una mirada algo apesadumbrada, pero Emilia, sin pronunciar palabra alguna, parece comprender la decisión de Rem.

—Pensé que correrías tras ella. —Le sonrío de forma pícara a Otto mientras me dirijo a mi asiento.

—No creas que no lo... —Otto se tapa la boca antes de continuar, luego me mira con un suspiro y añade—: En cualquier caso, pensé que hoy descansaríamos. ¿Hay alguna razón por la que me necesitas?

En este momento, la única persona que no está bajo la influencia de Roswaal es Otto Suwen, la única que, por alguna razón, no aparece en el libro de sabiduría de Roswaal.

Es decir, la única persona capaz de cambiar el curso de los acontecimientos.

Comienzo a explicarle todo, excepto la situación con Roswaal, que es un tema que trataré a solas con él.

Otto cambia su expresión rápidamente; su tristeza se convierte en seriedad.

—Una posible guerra... —Otto se sienta en el sofá y mira al techo—. Cuando me pediste venir, no esperaba esto en absoluto.

Otto suspira derrotado.

—En este caso, es difícil estar de acuerdo. La postura de la señorita Emilia parece la más sensata. —Otto extiende la mano hacia la ventana que da al pueblo—. Personas inocentes sufrirán si optamos por la guerra. Sé que enfrentaremos dificultades si perdemos acceso al nuevo acero, además de la máquina a vapor y la máquina de escribir, pero podemos superarlo.

Otto luego me mira a los ojos.

—Tú has creado más innovaciones, como el telar o la máquina de plantación que construiste junto a la señorita Beatrice; son inventos que no planeas hacer públicos.

Es una postura válida; la guerra, obviamente, conllevaría pérdidas humanas, pero en este momento, algo no concuerda.

—El consejo no se detendrá ahí. Arriesgamos mucho al permitirles poner sus manos en Irlam. —Interrumpe Crusch, mirando hacia Otto—. No se detendrán en acusarnos y saquear todo. Es probable que encarcelen a Marco y a todos los relacionados con la producción. Si nos declaran enemigos de Lugunica, todo el reino se pondrá en nuestra contra.

El ambiente se torna tenso nuevamente; todos empezamos a dar nuestra opinión sin llegar a una conclusión. La línea entre la moralidad y el bien común es extremadamente difícil de trazar.

Otto y Emilia discrepan con Crusch y conmigo, pero sé que ambas posturas son, de alguna forma, correctas.

—Si alguien intenta atacar a Marco, no lo permitiré, incluso si eso significa renunciar al trono —asegura Emilia, mirándonos con determinación.

—Cálmate, eso no va a suceder —respondo rápidamente—. Me alegra escucharte decir eso, pero sería muy triste verte abandonar todo lo que has trabajado.

Si ponemos a Lugunica en nuestra contra, será un problema que no podremos resolver a menos que abandonemos el país. No quiero huir, no quiero que se repita la misma situación. Sé que debo luchar, esta vez tengo la fuerza; incluso si es contra el propio reino, puedo ingeniármelas.

Si tengo que fabricar bombas, lo haré; si tengo que ponerlo todo patas arriba, lo haré. Sé que Reinhard no creería en cualquier acusación falsa que inventen y abogaría por mí, pero si todos se ponen en su contra, no sé qué medidas tomará.

—¿Y si buscamos el consejo del señor Frey? —pregunta Emilia—. Sé que es nuestro adversario, pero está estrechamente relacionado con Costuul al ser un Karsten.

Crusch y yo nos miramos por un momento; puedo verlo en su mirada, ella no está de acuerdo con esa idea.

Sé que existen cuestiones que Crusch no ha compartido conmigo, pero tampoco tengo intención de indagar en ello; si ha guardado silencio, es por razones de gran peso.

—Frey... No, no deberíamos entablar conversación con él en este momento.

No puedo depositar mi confianza en él, especialmente en esta delicada situación.

Desconozco los planes de Fourier, y en estos instantes, nos rodean únicamente enemigos. Establecer relaciones es importante, pero las que hemos forjado hasta ahora carecen de gran influencia.

—Contamos con apoyos modestos pero seguros, y los recursos no son un problema. Sigo creyendo que la mejor alternativa es la guerra —afirmo, dirigiendo mi mirada hacia Emilia—. Si deseas tomar tiempo para reflexionar al respecto, descansaremos y retomaremos la discusión esta tarde.

Emilia me observa durante un instante y luego asiente. Sonríe nuevamente antes de levantarse de su asiento.

—Voy a ver a Betty; debe estar despertando. —Emilia abandona la habitación sin pronunciar palabra.

Debe ser un dilema para ella tomar una decisión de esta magnitud.

Se preocupa por la vida de cada individuo, pero esto forma parte de su proceso de crecimiento. Necesita comprender que existen decisiones que deben tomarse a pesar de las pérdidas inevitables.

Si Irlam cae, todos los habitantes del pueblo sufrirán las consecuencias.

Los gremios bajo el mando de Lugunica tomarán las fábricas y arruinarán gradualmente a Irlam, devolviéndolo a su estado original.

O incluso podrían no dejar nada en pie.

Roswaal no lo permitiría; sería un ultraje a su nombre, aunque esas consideraciones no le afectan. Si para cumplir su objetivo todos deben perecer, así será.

Otto me observa fijamente, mientras Crusch se levanta y se retira, comprendiendo mi deseo de hablar a solas con él.

—Te espero afuera —dice Crusch antes de marcharse.

Otto traga saliva y me mira con cautela.

—Me inquietas cuando no dices nada. —Se acaricia las manos, claramente incómodo.

Me levanto y camino hacia la ventana que da al pueblo. Coloco mi mano en ella e intento concebir cuidadosamente cómo cambiar el rumbo de los acontecimientos.

Otto es la única persona capaz de alterarlo todo; mi plan solo tendrá éxito con su colaboración.

Debo aprovechar esta oportunidad para desvincularme de Roswaal. Aunque esto afectará a Emilia, debo hacerlo si deseo tener control sobre mi entorno y liberarme del yugo de Roswaal para tomar medidas sin temor.

Las acciones de Otto no se encuentran registradas en el libro, lo que implica que sus elecciones tampoco lo están.

Otto ya poseía inteligencia y perspicacia con anterioridad, y ahora, está plenamente informado sobre todo lo que acontece en Irlam. Por ende, es capaz de tomar decisiones acertadas.

Ha llegado el momento de revelarle todo; he esperado este instante desde que lo encontré en aquella gruta.

—¿Te has preguntado por qué te mantuve oculto ante los ojos de Roswaal hasta ahora? —inquiero, tratando de anticipar su respuesta.

Otto reflexiona durante unos instantes antes de responder.

—Dijiste que era alguien peligroso, pero a través de lo que he aprendido de las personas, me he percatado de que es un individuo excéntrico y poco agresivo. —Otto se frota las manos, como si temiera expresar sus pensamientos—. Lo único que me viene a la mente, especialmente después de lo sucedido recientemente, es que…

—Roswaal me otorgó el dominio sobre Irlam en secreto.

Interrumpo sus palabras, provocando que abra los ojos con sorpresa.

—¿¡Por qué haría algo así!? —exclama Otto, levantándose de su asiento—. Si tú tienes el control sobre Irlam, entonces tú eres el responsable de lo que ocurra. Lo que nos mantenía seguros era la posesión del señor Roswaal sobre Irlam.

—Como marqués, Roswaal tiene el derecho sobre las propiedades de un vizconde como yo. Mi ascenso a vizconde fue uno de los reconocimientos por derrotar a la ballena, logrado gracias a la insistencia de la gente y los nobles aliados.

Ahora, como vizconde, tengo más margen de acción, incluso en el ámbito político.

Soy un héroe en Lugunica; en muchos sentidos, mi nombre ha resonado sin cesar. No obstante, el poder que emana de mi nombre es sumamente volátil, capaz de pasar de admiración a odio en un abrir y cerrar de ojos.

—Si eres un vizconde, ello significa que Roswaal no tiene la obligación de intervenir. Además, Costuul también cuenta con un hijo, el vizconde Erick Costuul Fromm.

Su padre, el marqués de Costuul lo degradó a vizconde para darle una lección. Normalmente podría alcanzar el mismo rango nobiliario que su padre.

—Roswaal no representa un apoyo real, como acabas de señalar. Es probable que el marqués de Costuul llegue a un acuerdo para instigar la guerra, alegando que, para que sea equitativo, Roswaal no debe participar, y él tampoco lo hará.

Enviarán a su primogénito a la contienda con la esperanza de mejorar sus perspectivas.

Resulta una elección lógica, ya que la intervención de Roswaal significaría una derrota instantánea para Costuul. Para equilibrar las tornas, es probable que utilicen al marqués de Costuul.

—Costuul es una ciudad de rica historia, ya tenemos conocimiento de sus máquinas mágicas y su anhelo por adquirir las máquinas a vapor. —Otto me observa con determinación, comprendiendo la dirección en la que estoy considerando avanzar.

Costuul fue la ciudad que más me asombró. Roswaal logró desarrollar algo que se asemeja a una máquina a vapor, dispositivos altamente demandantes en términos de maná, que ejecutan procesos semiautomáticos.

Los costos de operación sustituyen a los trabajadores que solían realizar estas labores.

Han mantenido este secreto a lo largo de generaciones, y es justo decir que Costuul representa uno de los mayores desafíos en cuanto a crecimiento.

—Anhelan la máquina a vapor para perfeccionarla, fusionando ambas tecnologías y dando inicio a una nueva era en la producción. —Presiono mis labios, reflexionando sobre lo que debería emprender a continuación.

Costuul es una urbe habitada en su mayoría por demihumanos. A pesar de que el marqués, propietario de Costuul, es un humano, los demihumanos gozan de una convivencia bastante armoniosa y son apreciados en la ciudad.

Cuando descubrí la existencia de Costuul, intenté establecer relaciones amistosas. Incluso visité sus vastas fábricas, pero no percibí ninguna amenaza. Sin embargo, rechazaron cualquier vínculo, e incluso intenté entablar relaciones con Roswaal, pero alegaron que nuestros métodos eran poco prácticos.

Los avances tecnológicos de Costuul superan con creces los primeros pasos de la revolución industrial, pero al mantenerlos en secreto, no han tenido la oportunidad de optimizar su eficiencia.

La codicia ha sido su obstáculo en el progreso.

La familia de Roswaal goza de una reputación envidiable en Costuul, por lo que resulta inusual que hagan una solicitud de esta índole. Enemistarse con Roswaal no les reportaría beneficios.

Hay algo más.

Las condiciones de la guerra deben ser establecidas por los involucrados, aunque en este conflicto se disputa una porción de territorio.

—Debe existir una razón de gran peso. —Otto acaricia su barbilla—. Tanto el señor Roswaal como el marqués de Costuul son individuos perspicaces. A pesar de la notable codicia del marqués de Costuul, no debería tomar una medida tan precipitada.

—Por eso sospecho que la clave radica más en los sabios que en el propio marqués.

Si comienzo a unir los hilos, me doy cuenta de que los únicos beneficiados en este conflicto son los sabios.

—Irlam está experimentando un crecimiento, y aunque hemos conseguido algunos contratos, es evidente que Costuul nos aventaja considerablemente. —Señalo hacia la montaña que nos separa—. Costuul alberga a aproximadamente cien mil habitantes; como una de las cinco grandes ciudades, han labrado su reputación, mientras que nosotros apenas comenzamos a ascender.

Sí, apenas comenzamos nuestra ascensión, pero esa no es la cuestión principal.

Somos percibidos como una amenaza, un futuro donde prevaleceremos en la contienda comercial.

Mientras ellos dependen de la magia, yo he estado adaptando, fusionando ingeniería y magia. La tercera versión de la máquina a vapor ya está en proceso de pruebas, así que tarde o temprano contaremos con un dispositivo superior.

—La guerra sigue siendo una opción cuestionable, pero si mencionas a los sabios, la situación se complica. —Otto toma un sorbo de agua, aclarando su garganta—. Creo que lo comprendo ahora.

Sus ojos se abren de par en par, como si una revelación se hubiera manifestado ante él. Luego, se golpea la frente con la mano antes de mirarme intensamente.

—La guerra es un pretexto para asegurar una posición más favorable. —Otto escudriña entre los documentos de Rem y, tras unos minutos, extrae una hoja con una sonrisa—. Varios nobles de la capital han comenzado a solicitar contratos a Irlam, pero el problema radica en las condiciones de estos contratos.

Otto me entrega el documento, revelando su contenido.

Son contratos sumamente extensos que establecen que nos proporcionarán una cuantiosa suma de dinero a cambio de la adquisición de más de mil máquinas a vapor.

Claro, en este momento no podemos cumplir con tales demandas, ya que estamos en proceso de expansión. Mensualmente, apenas podemos fabricar unas veinte máquinas a vapor, e incluso con el método de producción por lotes, su ensamblaje resulta complejo y minucioso.

Cuando lancemos al mercado la segunda versión, es probable que necesitemos aún más.

Los contratos anuales con entregas mensuales, algo que normalmente me beneficiaría, ahora revelan una agenda oculta más clara. Me doy cuenta de que no están interesados en arrestarme, sino en utilizar mis habilidades para sus propios fines.

Cierro los ojos, tratando de adivinar cuáles son esos fines. Otto arroja una idea.

—Si ganas, podrás acceder a Costuul. Esto sugiere que creen en tu capacidad para vencer a Costuul —dice con cautela.

Interrumpo sus pensamientos, comprendiendo la estratagema detrás de todo esto.

—Quieren una excusa para romper los contratos con Costuul —afirmo. Ambos suspiramos, asimilando la complejidad de los planes de los sabios.

La situación es peligrosa. Es evidente que están invirtiendo en ambos lados, apostando a que las pérdidas se compensarán con los beneficios. Ahora tengo una clara comprensión de lo que debo hacer. No hay duda al respecto.

Debo ganar, no importa cuánto cueste.

Pero hay otro factor a considerar: la situación con el ejército revolucionario. La población de demihumanos en Irlam ha crecido tras los discursos de Emilia y la expansión del nombre de Irlam. El tema del ejército revolucionario parece una tapadera para ocultar algo más grande.

Otto me mira con una expresión preocupante y me advierte:

—La mejor forma de atraparte es conectándote con el ejército revolucionario y el culto de la bruja. El culto de la bruja está tratando de aprovechar al héroe que lucha en contra de ellos.

El ejército revolucionario tuvo conexiones con el culto de la bruja en el pasado. Según los libros de historia de su familia, la caída del ejército y el declive del culto se relacionan con el nacimiento del Santo de la Espada.

Quieren utilizar el culto como herramienta para su objetivo. En este momento, más que nunca, debo estar alerta y preparado para enfrentar esta compleja situación. La tensión en el aire es palpable, como si un siniestro susurro recorriera la habitación.

—Debemos detener esto, el único que lo puede hacer es el marqués Roswaal, necesitas hablar con él —afirma Otto con determinación, rompiendo el silencio tenso que nos rodea.

Otto tiene razón en algo, el único capaz de detener esta situación es él. Sin embargo, sé muy bien que eso no va a suceder, su sonrisa burlona lo dijo todo en ese entonces. Las piezas de este sombrío rompecabezas están en su lugar, y nada parece poder cambiarlo.

Esto debe suceder. Ambos marqueses deben estar de acuerdo para la guerra, y Roswaal sin duda lo estará. El destino parece haberse sellado en sangre y secretos.

—Mira, te voy a contar toda la historia de ese bastardo —anuncio con seriedad, decidido a desentrañar los oscuros misterios que envuelven a Roswaal.

Otto asiente, una expresión de intriga y horror dibujada en su rostro, y así comienzo a narrarle la macabra historia de Roswaal. Desde la llegada de Echidna, todo lo que él vivió con ella hasta su fallecimiento. Su obsesión por el libro de la sabiduría, y lo que hizo para mantener su alma en este mundo.

La oscuridad de sus acciones.

—Transportar tu alma matando tus propias generaciones… —Otto se tapa la boca con la mano, tratando de asimilar la atrocidad de lo que acaba de escuchar—. Eso es repulsivo.

Asiento, consciente de que estas revelaciones son difíciles de digerir, incluso para alguien tan inteligente como Otto.

—El seguirá todo lo que esté en ese libro, por ende, si él quiere la guerra, la va a aprobar, no importa lo que intentemos, va a suceder. —Mis palabras son un eco de desesperación en el cuarto, y Otto no cuestiona la veracidad de la información. Sabe que esto va más allá de la razón y la lógica, que estamos en un juego retorcido y peligroso.

—Entonces las acciones cambian, si lo que él busca es su despertar, entonces las acciones que tomaremos nos llevarán directamente a eso —continúa Otto, su mente trabajando a toda velocidad mientras intenta comprender la magnitud de nuestra situación—. Las vidas que se pueden perder son algo, pero debemos tener en cuenta también eso.

Los dilemas éticos nos acechan desde todos los ángulos, y no hay una respuesta correcta. Cualquier camino que elijamos está plagado de pérdidas y sufrimiento.

—Creía que evitar la guerra era una buena opción, pero ahora es la peor opción —afirma Otto, apretando los puños con fuerza. Su determinación es admirable, y está dispuesto a hacer lo que sea necesario.

La guerra parece ser la única opción, y hemos llegado a esta conclusión inevitable. Debemos considerar todas las variables y tomar decisiones difíciles.

Mi mayor problema es Roswaal, si no lo tengo bajo control, solo podré jugar en su siniestro tablero de ajedrez. Ha sido mi cárcel y mi verdugo, y ya es hora de enfrentarlo.

—Debemos acabar con Roswaal, para eso solo hay dos posibles soluciones —digo, mi voz firme a pesar de la gravedad del asunto—. Destruyendo el libro de la sabiduría, o dándole lo que quiere, haciendo que se reúna con su amada.

—La bruja de la codicia… —Otto suspira, un suspiro largo y pesado—. Si lo que me acabas de contar es cierto, entonces este mundo oculta más cosas de las que creí.

Las sombras se ciernen sobre nosotros mientras enfrentamos un futuro ya escrito, donde el futuro solo trae sombras y muertes.

Una apuesta, una jugada que realizo para avanzar en esta oscura trama.

—Hay secretos ocultos que debemos desvelar, por eso, Otto Suwen, te necesito. —Me giro a medias y avanzo hacia él con determinación—. Solo tú puedes ser nuestra tabla de salvación en este abismo de caos y muerte.

Los ojos de Otto se abren con intensidad, y comienza a temblar ligeramente. Sin embargo, en lugar de la reacción que esperaba, una sonrisa se dibuja en su rostro, aunque su mirada refleja temor. Parece que un instinto desconocido hasta ahora ha cobrado vida en él.

—No entiendo por qué he de ser yo, pero si puedo aportar, es mi deber hacerlo. —Otto extiende su puño hacia mí, un gesto de camaradería—. Después de todo, somos amigos, ¿verdad?

Suspiro con una sonrisa, consciente de la locura que implica embarcarse en este peligroso sendero.

—Nuestra amistad tiene apenas seis meses de existencia, pero no tengo dudas sobre ti, amigo. —Choco mi puño con el suyo, sellando así este pacto secreto.

Si esto logra desequilibrar siquiera un poco el rumbo de los acontecimientos, Roswaal comenzará a mover sus piezas para restaurar el equilibrio.


Capítulo 2

Forjando el Futuro.

Como prometió, Otto confrontó a Emilia y la convenció de prepararse para la guerra. Él era la persona idónea para esta tarea, ya que ambos comparten la misma ideología de evitar el conflicto. Otto decidió mantener en secreto toda la información sobre Roswaal, limitándose a compartir lo que saben acerca de los Sabios.

Pasaron dos días de intensos debates sobre el curso de acción a seguir. fueron jornadas agotadoras para él, pero finalmente las cosas comienzan a moverse.

En este momento, una carta llega a la mansión, procedente de la ciudad de Costuul.

Me encuentro en el laboratorio junto a Emilia y Beatrice. Es de noche, y nos disponemos a descansar, pero como es costumbre, compartimos un momento juntos, solo los tres.

—Aun así, debemos priorizar la vida de la gente —afirma Emilia, mirándome fijamente a los ojos con determinación—. No permitiré que les ocurra nada.

Sonrío, asintiendo ante sus palabras.

—Por supuesto, nuestra prioridad es proteger a todos —aseguro, viendo cómo se relaja su expresión.

A medida que avanzamos en esta situación, Emilia se vuelve más segura y activa, sin temor a expresar sus pensamientos, especialmente cuando se trata del bienestar de los demás. Esto me hace feliz.

Mientras tanto, sigo peinando el cabello de Beatrice, que se encuentra en mis piernas. En el laboratorio, logro sentirme un poco más tranquilo, aunque sigo buscando alternativas a la guerra, parece que la decisión ya está tomada.

El problema radica en que Roswaal no me ha proporcionado ninguna información al respecto. Necesito que él me llame para darme detalles y poder actuar en consecuencia.

—Betty no quiere que Marco siga poniéndose en peligro, de hecho —se queja Beatrice.

—Pero ahora soy más fuerte que antes —respondo, terminando de peinarla y abrazándola para sentir su calor.

—Aun así, sigues enfrentando situaciones peligrosas, supongo —comenta Beatrice mientras coloca sus manos sobre mis brazos, aceptando mi abrazo.

Emilia nos observa a ambos y sonríe.

—Estoy de acuerdo con Betty, continúas metiéndote en situaciones peligrosas.

Ante las respuestas de ambas, solo puedo encogerme de hombros. No es que quiera luchar, simplemente deseo una vida tranquila y segura.

—Para lograr nuestros sueños, a veces debemos enfrentar riesgos.

—¡Hmpf! —resoplan ambas al unísono.

Me pregunto cómo le está yendo a Rem. Seguramente intentará regresar cuando se entere de las noticias, pero hasta entonces, espero que encuentre lo que busca.

—En cualquier caso, debemos estar preparados para minimizar el impacto en Irlam, lo último que necesitamos es que la gente sienta miedo —digo mirando fijamente a Emilia—. Nuestra responsabilidad es asegurarnos de que nuestra gente no tema, tenlo claro.

—¡Sí! —Emilia aprieta sus manos con determinación—. Haré todo lo que esté a mi alcance.

Tras conversar un rato, Emilia sale del laboratorio y se dirige a su habitación. Debe sentirse sola sin Puck, evidentemente nos tiene a nosotros, pero también debe extrañarlo. Lo mismo ocurre conmigo, al igual que con Beatrice.

—¿Cuándo me vas a decir dónde está? —pregunto a Beatrice, tomándola de las orejas.

Ella reacciona rápidamente, agarrando mis manos e intentando quitármelas.

—¡No te lo diré, de hecho! —exclama Beatrice, quitando mis manos y mirándome con molestia—. Mejor préstale atención a Betty, supongo.

Beatrice se recuesta en mi pecho y ambos nos acostamos. La luz del laboratorio se apaga, y yo cierro mis ojos, tratando de conciliar el sueño. Abrazo a Beatrice y nos acomodamos para dormir.

—Buenas noches. —Siento la pesadez en mis ojos.

—Descansa, supongo.

Debo ser fuerte, en este momento no puedo detenerme. Seré capaz de sobrellevar esta situación, y si lo logro, podré acercarme a donde quiero llegar. Este mundo quiere consumirme, pero no lo permitiré.

Soy fuerte, cada vez me vuelvo más fuerte. Consumiré este mundo por completo.

La mañana llega. Siento el cálido abrazo de Beatrice mientras respira lentamente en mi pecho. Acaricio su cabeza y con extremo cuidado retiro sus brazos, evitando que se levante.

Después de salir, me dirijo a tomar una ducha y, para mi sorpresa, Ram está fuera de la entrada al baño.

—¿Quieres darte un baño conmigo? —pregunto a Ram, a lo que ella me lanza una mirada amenazante.

—¿Quién querría bañarse contigo? —responde, haciendo que le sonría maliciosamente.

Tomé una toalla y la sostengo en mis manos, fijando mi mirada en los ojos de Roswaal.

—Bueno, supongo que será con Roswaal entonces, lástima que no puedas entrar. —Abro la puerta de la ducha y, antes de entrar, añado—: Buenos días.

Cierro la puerta tras de mí y entro en el baño, donde veo a Roswaal sumergido en la gran tina. Se inclina hacia adelante y sus ojos se encuentran con los míos.

—¡Vaa~~ya! —Roswaal alza su mano en un gesto amistoso—. Pensar que estarías aquí.

Es raro coincidir en momentos como este, por lo general, evito entrar cuando él está en el baño, pero hoy decido aprovechar la oportunidad para averiguar si hay alguna novedad. La carta de Costuul seguramente ya está en su oficina.

—No puedo permitirme perder ni un minuto. —Me deshago de la ropa y me dirijo hacia la ducha artificial—. Supongo que tú también debes estar ocupado.

Roswaal sonríe ante mis palabras, encogiéndose de hombros como si disfrutara de un reciente respiro.

—Últimamente me he sentido más libre~~. Gracias a ti, que te has encargado de mantener las propiedades en perfecto estado, he logrado disponer de bastante tiempo libre.

Activo el lamicta, permitiendo que el agua comience a caer sobre mi cuerpo. Mientras el agua fría me envuelve, continúo hablando.

—Pronto organizaré un equipo de personas para que yo también pueda disponer de más tiempo.

La verdad es que he estado sumamente ocupado con todo el papeleo. Incluso con la máquina de escribir, ha sido un trabajo extenuante. Otto y yo apenas damos abasto con todas las tareas que hay que realizar.

Ya he seleccionado a las personas adecuadas; solo me falta hacer el anuncio, y por supuesto, eso lo haré hoy. No puedo permitir más retrasos. El nacimiento de un nuevo ministerio es esencial si quiero tener todo en orden para concentrarme en mis proyectos de invención y las mejoras que planeo implementar.

Roswaal guarda silencio y luego se levanta.

—He recibido noticias importantes, necesito hablar contigo. Ven a mi oficina cuando termines. —Sin sus usuales muletillas, sale del baño sin añadir más palabras.

No entiendo del todo a ese hombre, no sé si sigue todas las reglas al pie de la letra, pero algo definitivamente ha cambiado. Debo descubrir qué es.

Termino mi ducha, me visto rápidamente y me dirijo hacia la oficina de Roswaal. Allí, ambos me miran fijamente.

—Tardé un poco más de lo esperado. —Camino hacia el sofá y me siento—. ¿Sucedió algo en la capital?

No hay tiempo que perder; debo ir directamente al grano. El ambiente se torna cada vez más tenso, y siento el ambiente pesado.

Actuando como si no lo supiese, simplemente debo seguir los pasos que harán a Roswaal creer que va por buen camino. Ram entonces me entrega una carta, la carta que Miklotov me mostró una vez.

Leo su contenido y noto ligeras modificaciones.

—¿No necesitan tu aprobación para otorgarme las tierras de Irlam? Están en una ubicación central respecto a tus posesiones, es un tanto precipitado concederme la propiedad de Irlam, incluso siendo un vizconde.

Roswaal sonríe, encogiéndose de hombros como si estuviera resignado.

—Intenté negarme, pero ofrecieron una ciudad a cambio, una ciudad bastante estratégica cerca de la capital. Nos conviene tenerla bajo nuestra posesión.

La ciudad de Hanumas se encuentra a escasa distancia de la capital, lo que nos permitiría mejorar nuestras relaciones comerciales en ese sentido. También nos abre la puerta para iniciar operaciones de expansión en esa zona, creando una conexión entre Irlam y Hanumas.

—Aun así, lo siguiente es...

Roswaal suspira, se pone de pie y camina hacia la ventana. Los recuerdos de una conversación pasada comienzan a aflorar en mí, la primera vez que le hablé sobre el libro de la sabiduría.

Mis manos empiezan a temblar levemente, recordando el dolor y ver a Beatrice abrazándome por primera vez.

—Costuul y mi familia siempre han mantenido buenas relaciones. La máquina mágica de automatización de Costuul fue creada por un antepasado mío. —Roswaal se gira y me mira a los ojos—. Aunque no es tan impresionante como tu máquina a vapor mejorada, pero definitivamente contribuyó al crecimiento de su ciudad. Lo que antes era un pequeño pueblo se convirtió en la ciudad líder en avances de todo el país.

Lo más cercano a lo que pretendo lograr en Irlam. Sin lugar a duda, Costuul es nuestro principal competidor, pero en términos de conocimiento fisico, estamos a la delantera.

—Han avanzado considerablemente, especialmente en el ámbito de las máquinas mágicas, están décadas por delante de nosotros.

Sí, tienen la ventaja en ese aspecto, pero eso no explica su desesperación.

—La última generación de la familia Costuul nos ha estado presionando para obtener mejoras en su máquina. Sin embargo, al haberse aliado con la familia Karsten, decidí rechazar sus demandas.

El ambiente se torna cada vez más tenso, como en una trama de suspenso de Edgar Allan Poe, donde cada palabra oculta un significado profundo y oscuro. Roswaal guarda secretos, y es mi deber descubrirlos.

La familia Karsten ha tomado las decisiones en Costuul, pero fueron los Mathers quienes les brindaron oportunidades para avanzar.

—El Marqués de Costu~ul, Robert Costuul, es una figura notori~amente avariciosa. Desde que la máqui~~na a vapor se hizo pública, ha intentado ponerse en contacto conmigo en repetidas ocasiones. Sin embargo, debido a nuestra actual campaña política, he rechazado todas sus solici~tudes.

Por supuesto, hacer un trato con Costuul no sería beneficioso en absoluto. Lo que él desea es precisamente lo mismo que yo pretendo conseguir.

—En la biblioteca de la mansión principal, es posible que se encuentren los planos, aunque mi sirviente no ha logrado dar con ellos. No estoy seguro si están ocultos o si, de hecho, solo los posee Costuul.

O tal vez estás mintiendo para forzar una confrontación.

En un mundo donde no existen patentes, cualquier invento puede reclamarse como propio, pero también es posible acusar de robo, todo depende del poder que ostentes. Es una realidad que se repite en todas partes.

—La guerra es inminente. —Fijo la mirada en Roswaal con determinación. Él abre los ojos, visiblemente sorprendido, pero intenta decir algo que interrumpo.

—No permitiré que pongan sus manos en Irlam. Vamos a entablar negociaciones, pero si ellos intentan dañarnos, pagarán un alto precio. —Coloco mi mano sobre mi pecho—. Yo, Marco Luz, asumiré todas las responsabilidades que esto conlleva. Para lograrlo, necesito que me cuentes todo lo que sabes.

Roswaal cierra los ojos por unos instantes, haciendo que mi corazón se acelere. El futuro se vuelve incierto.

—Interesante... —Roswaal finalmente se sienta en su escritorio y me mira a los ojos—. ¿Estás seguro de que esta es tu decisión final?

Intento mantener la compostura, aunque no importa cuán fuerte me haya vuelto, en este momento, no soy rival para Roswaal. Él domina todas las ramas de la magia y posee habilidades y conocimientos que superan ampliamente los míos.

En una pelea física, quizás podría vencerlo, pero estoy convencido de que sería impotente en un enfrentamiento mágico.

—Ellos ansían arrebatarnos todo. —Me acerco, clavando mi mirada en ellos con un odio profundo—. ¡No permitiré que nadie nos arrebate Irlam! Aunque los hechos estén consumados, si la lucha es inevitable, la enfrentaré.

Roswaal esboza una sonrisa mientras entrelaza sus manos.

—Entonces, permíteme respaldarte en todo lo posible.

Me acomodo en el sofá, ansioso por escuchar sus planes.

—Las batallas por territorio son moneda corriente; incluso se celebran combates en coliseos para dirimir la posesión de tierras, con el objetivo de evitar pérdidas innecesarias. —Ram me ofrece una taza de té, aunque su mirada refleja cierta molestia.

Le sonrío agradecido por su gesto de preocupación. Ram, sin duda, es una gran hipócrita.

—Costuul desea poner fin a Irlam. Nuestras acciones trascendentes y el crecimiento exponencial de los contratos con nosotros los tienen temerosos de quedarse atrás.

Roswaal asiente, confirmando uno de los principales motivos.

—En Costuul, a pesar de la utilidad de sus inventos, existe un marcado atraso en comparación con los avances de la época.

Las mejoras se centran en la magia, ya que no comprenden con detalle los principios físicos. Su enfoque es la optimización mágica o la suplantación de estos principios. Solo de imaginar la cantidad de cristales piroxeno que deben consumir, me duele el bolsillo.

—Importamos cristales Lamicta de fuego a Costuul, que utilizan en su fábrica de forjado.

Revelo otro de los grandes secretos: la fábrica donde se producen las monedas santas y el acero mágico.

—Ahora bien, lo que quiero saber. —Cruzo las manos, tratando de vislumbrar la respuesta—. ¿Qué puedo obtener de esta guerra? No solo debemos evitar que lleguen a Irlam, sino que debemos transformar la guerra en un beneficio.

El ambiente se carga de expectación mientras aguardo las palabras de Roswaal.

En medio de la tensión palpable, Roswaal se sume en un breve silencio, mientras el ambiente, denso y desolador, parece conspirar para perturbar mi calma. Con gesto reflexivo, llevo la taza de té que me ofrece Ram a mis labios, en un intento de aplacar la tormenta de pensamientos que asola mi mente.

—La perspectiva de perder vidas a causa de estos inventos no será bien recibida, y la razón por la que utilizan al ejército revolucionario es para implicarte de forma más expedita —comienza Roswaal, abandonando sus usuales muletillas—. Deberás acusarlos de algo similar.

Ya vislumbro el sendero que pretende trazar.

—Correr el rumor de que están vinculados al culto de la bruja.

La ironía no se pierde en mí; ellos nos señalan por estar asociados con el ejército revolucionario, el mismo que guarda lazos con el culto. Debemos conducir esta batalla de acuerdo con los principios que hemos defendido hasta ahora.

Parece que Helena, nuestra periodista, tendrá una ardua tarea por delante.

—Como era de esperar, comprendes la situación con rapidez —afirma Roswaal, señalando hacia la montaña—. Costuul podría realmente tener esas conexiones, pero por ahora, son solo suposiciones mías. Si decides creerme o no, dependerá de tu juicio.

Todo encaja en su lugar. La conexión con el culto es una realidad latente. Era de esperar que los sabios estén entrelazados con la organización. En este instante, buscan utilizar elementos de Costuul para inculparme.

Sin embargo, ellos no prevén que prevalezca en esta contienda. Pero si lo hago, tendría la capacidad de desmantelar a Costuul por completo, y eso también redundaría en su beneficio.

Fingen ser los conejos, esperando que yo sea el cazador. Pero en su astucia, planean devorarme por completo.

—Entonces, no hay más que decir. —Me pongo de pie, mi mirada fija en la imponente montaña—. Declararemos la guerra y enviarás una carta a Costuul negando estas conexiones, lo que nos dará tiempo para actuar. Comenzaré a movilizarme de inmediato.

Inclino mi cabeza en señal de respeto ante Roswaal y salgo de su oficina.

¿Este es el camino correcto?

Me asalta la curiosidad acerca de lo que alberga aquel misterioso libro y qué futuro planea para nosotros. Sin embargo, en este momento, no tengo otra opción que continuar avanzando.

Una vez en Irlam, me dirijo a mi despacho. Al ingresar, observo a Otto conversando con Beatrice y Emilia, quienes guardan silencio al verme.

—Buenos días —saludo, adentrándome en la habitación y encaminándome hacia mi escritorio.

En medio de la urgencia que nos apremia, comenzamos a coordinar los intrincados detalles de nuestro plan, conscientes de que el destino de Irlam pende amenazadoramente sobre nosotros.

—Hoy se llevará a cabo la investidura de los ministros. Ya han sido convocados a la plaza para la ceremonia. —Observo a Otto con determinación—. Ve y organiza todo para que tenga lugar esta tarde; debemos concretar este paso si pretendemos concentrarnos en el asunto de la guerra.

Consciente de la necesidad de aligerar nuestra carga de trabajo, identifico diversas tareas que Otto y yo podemos delegar. Baltazar y su asistente serán responsables de aprobar todas las operaciones mineras y los asuntos relacionados con la herrería.

Helena, quien ha demostrado un desempeño excepcional con la imprenta, tiene la misión crucial de expandir nuestra influencia más allá de las fronteras de Irlam, una meta que aún no se ha alcanzado por completo.

Sin embargo, mi intento de establecer contacto con alquimistas ha resultado infructuoso hasta el momento. Aunque sé que en Gusteko abundan, me veo obligado a esperar por alguien llamado Hermod, con la esperanza de que pueda proporcionar la ayuda que necesitamos.

El campo de la química, en el que Beatrice y yo nos estamos quedando rezagados, exige un avance inminente.

En el ámbito militar, Alsten y Crusch, han asumido el mando de las operaciones de expansión, liberándome de esa responsabilidad.

El aumento de la población nos obliga a considerar la creación de una fuerza policial encargada de mantener el orden público, y tengo la intención de anunciar las postulaciones hoy mismo.

Frederica se encarga con empeño de los asuntos relacionados con la academia. Su labor en la contratación de expertos de diversos lugares para impartir enseñanzas sobre la magia ha hecho que la academia gane renombre progresivamente.

Es evidente que pronto será necesario segmentar a los estudiantes por edades y niveles de conocimiento, y quizás incluso considerar la creación de una universidad, un instituto técnico que prepare a los nuevos talentos para las fábricas y sus respectivos modos de operación.

La apertura del Centro de Patentes, aunque próxima, se retrasará por un motivo que mantengo en secreto, un plan que tengo en mente y que podría resultar en ganancias significativas.

En medio de esta abrumadora lista de tareas, Emilia interrumpe con una pregunta que refleja su inquietud:

—Marco, ¿estás seguro de que es prudente establecer un hospital? —Su mirada se posa en mí, teñida de preocupación.

En medio de una cuidadosa y laboriosa búsqueda, hemos logrado reclutar a varios magos sanadores, desde novatos hasta expertos, que han decidido buscar oportunidades en nuestras tierras.

Además, hemos establecido una clase impartida por Emilia para enseñarles los fundamentos de la medicina en mi reino.

Este proceso de reclutamiento ha llevado tiempo, ya que estos magos sanadores son escasos y muchos de ellos están afiliados a gremios o casas nobles.

La mayoría de los magos sanadores más experimentados han optado por asumir roles de investigación, con el propósito de fusionar sus métodos de manera más efectiva. Esta labor se lleva a cabo en nuestra academia.

Sin embargo, mi ambición va más allá. He concebido la idea de establecer una cadena de hospitales, con el objetivo de que cualquier persona pueda acceder a servicios médicos de calidad.

Estos hospitales serán financiados mediante impuestos, pero estarán disponibles para todos, con médicos dispuestos a atender a quienes los necesiten.

La decisión de llevar a cabo esta empresa es compartida con Emilia, a quien miro con determinación.

—Si crees que puedes manejarlo, entonces podemos hacerlo —le digo, y su rostro se ilumina con emoción mientras aprieta sus manos.

Emilia tiene una profunda pasión por la sanación y la medicina, a pesar de que no sea su elemento principal. Sus contratos con los espíritus parecen ser suficientes para respaldar esta vocación, aunque Puck sea un mejor recurso en este sentido.

No obstante, no dudo en respaldar su sueño y ambición.

Siento que esto no solo la ayudará a forjar su propio nombre, sino que también le otorgará una responsabilidad invaluable en su futuro como gobernante. Ahora se ocupará de vidas humanas y deberá aprender a administrar, además de enseñar a los futuros practicantes.

Le he transmitido todos mis conocimientos sobre medicina, aunque no sean muy extensos. He utilizado artículos y libros para ampliar su comprensión. A partir de aquí, Emilia superará mis conocimientos y deberá trazar su propio camino.

En cuanto al Ministerio de Agricultura, ya he encontrado a alguien capaz de encargarse de él.

Entre la densa trama de decisiones y responsabilidades que asumo como líder, no puedo pasar por alto la presencia de los otros ministros. Son una parte esencial de este proyecto y no quiero subestimar su importancia.

Esta colaboración nos permitirá avanzar hacia la consolidación de reglas de calidad y la creación de normativas más rigurosas para nuestra industria. No me dejaré detener, sin importar las dificultades que se presenten.

En medio de mi reflexión, una voz suave y suplicante me arranca de mis pensamientos. Es Beatrice, con una expresión tímida en su rostro mientras me hala de la chaqueta.

—Marco... ¿Podemos ir hoy a ese restaurante? —me pregunta, con un brillo de deseo en sus ojos.

La mirada de Beatrice logra que mi corazón ceda, casi sin que lo piense.

—Siempre que mi princesa lo desee —respondo con ternura, tomando sus manos y cargándola en mis piernas—. ¿Vienes con nosotros? —añado, dirigiendo una mirada a Emilia, quien asiente con entusiasmo.

Decidimos almorzar fuera, en un restaurante nuevo de estilo familiar que ofrece una amplia variedad de platos de este mundo. Tras satisfacer nuestros apetitos, me sumerjo junto a Otto en los preparativos que nos esperan. Una vez estamos listos y organizados, observo cómo la gente comienza a congregarse.

Helena, Shane, Karl, Rost, Jahir, Pearl y Crusch, todos los nombres que han demostrado ser influyentes y altamente capacitados para sus futuros roles, están presentes en este momento crucial.

Después de varios minutos, una multitud se ha reunido, y siento que es el momento adecuado. Subo hacia la tarima, observando a la multitud que se muestra sonriente, bien alimentada y elegantemente vestida. Sus ropas son simples, sin el lujo ostentoso de la mayoría de los nobles, pero tienen un estilo único que refleja la influencia de la tienda de Rem.

Una sonrisa se forma en mis labios mientras contemplo con alegría a mi gente.

—¡Habitantes de Irlam! —anuncio con voz firme, provocando que el silencio se imponga, cargado de expectación—. Hoy, puedo afirmar que estamos cumpliendo con nuestra primera promesa.

Tras estas palabras, los futuros ministros se unen a mí en la tarima, todos erguidos y listos para recibir su nombramiento.

—Estoy inmensamente orgulloso de lo que estamos construyendo. Cada uno de ustedes ha desempeñado un papel esencial en este logro —añado, inclinando mi mano hacia atrás y señalando a todos los presentes—. Por eso, quiero rendir homenaje a estas personas.

La emoción y la expectación llenan el aire mientras el momento culminante se acerca. Las miradas de los presentes reflejan un profundo sentido de logro compartido, como si todos estuvieran tejiendo juntos un futuro brillante.

Otto sube a la tarima, sosteniendo una caja de madera negra, elegantemente decorada con un listón dorado. Su mirada se posa en el pueblo con un brillo de anticipación.

—¡Hoy nombraremos a los ministros de Irlam! —Sonrío, aceptando que por fin podré tener más tiempo para dedicarme a mis proyectos—. Personas del pueblo que poco a poco fueron escalando, individuos que, con su esfuerzo, talento e inteligencia, han llegado a donde están hoy.

Alzo mi mano, señalando hacia el cielo como un símbolo de aspiración compartida.

—Estas personas tendrán una responsabilidad con ustedes, serán los encargados de administrar diferentes ámbitos importantes en Irlam. —Empiezo a aplaudir, y el aplauso se propaga como un torrente de entusiasmo—. ¡Un aplauso a los nuevos ministros!

Los aplausos se mezclan con los vítores de la multitud, creando una sinfonía de alegría. Este proyecto ha sido un desafío que he enfrentado con determinación, desde la redacción de reglas hasta la navegación de la burocracia.

—Pronto se abrirán más puestos administrativos, y solo aquellos que superen los exámenes serán aprobados. —Aprieto mi puño, transmitiendo la importancia de la preparación—. Estudien, investiguen, inventen, recuerden que en Irlam, los méritos y las acciones te abrirán puertas, sin importar tu raza o tu sexo. ¡Todos tienen igualdad de oportunidades!

Los vítores y los aplausos vuelven a alcanzar su punto máximo, mientras más personas se acercan para escuchar mientras la ceremonia continúa.

—La ministra de prensa, ¡Helena Grandheart!,

Helena da un paso adelante, acercándose a nosotros. Ella sostiene en sus manos la carta que desempeñará un papel fundamental en mi plan contra los sabios, la persona que liderará un grupo de investigación de prensa con la intención de informar al pueblo.

A pesar de la corrupción que aqueja a los medios en nuestro mundo, veo en Helena un potencial noble y lleno de posibilidades que merece ser cultivado.

Tomo la insignia y miro a Helena, quien irradia una sonrisa llena de vida y entusiasmo.

—Felicidades, Helena. Tu abuelo estaría orgulloso de verte avanzar con tus sueños. —Con extremo cuidado, coloco la insignia en su pecho. Brilla con un fulgor que refleja su espíritu apasionado y su incansable búsqueda de la verdad.

—La sabiduría y la búsqueda de la verdad, eso es lo que representas. —Sonrío, mirándola con orgullo y dejando que mis palabras resuenen en la audiencia.

Ella se inclina ante mí con gratitud y humildad.

—Muchas gracias por darme esta oportunidad. Me siento afortunada y le agradezco sinceramente todo lo que ha hecho por mí.

Helena da un paso adelante, inclinándose hacia todos los presentes.

—Si alguno de ustedes tiene información o desea trabajar con el Ministerio de Prensa, las postulaciones deben realizarse en la oficina del Ministerio.

Un nuevo edificio, imponente y majestuoso, se alza en el corazón de la ciudad, más grande que la academia y solo la mitad del tamaño de la mansión de Roswaal. Compramos propiedades y trasladamos a las personas para hacer realidad este sueño. Ahora, cerca del centro de la ciudad, se erige el Ministerio, un lugar donde todos los ministros trabajarán a partir de ahora.

Los aplausos resuenan con fuerza, despidiendo a Helena por su compromiso y valentía.

—La ministra de Educación, Frederica Bauman.

Los aplausos estallan con entusiasmo, los niños vitorean con alegría. Frederica, aunque se muestra sorprendida y algo incómoda ante la ovación, no puede evitar sonreír. Sus dientes afilados hacen una aparición especial, pero a mis ojos, su belleza es innegable.

Ella avanza con pasos elegantes, vistiendo un elegante vestido negro que resalta su cabello dorado. Se coloca frente a mí, con una sonrisa cálida y mirándome a los ojos.

Saco la insignia y comienzo a colocársela. Una insignia dorada con la forma de un libro, símbolo de conocimiento y aprendizaje.

—Representas el futuro, el pasado y el presente. En ti reside la responsabilidad de nuestras generaciones futuras, en ti yace la esperanza y los inicios de Irlam. —Termino de colocar la insignia y la miro con una sonrisa sincera—. Tú eres el futuro de Irlam.

Ella me mira con sorpresa, luego entrecierra los ojos y deja escapar una risa ligera.

—Parece que tengo muchas responsabilidades, ¿verdad? —Frederica se inclina en señal de respeto—. Mientras viva, juro que daré mi máximo esfuerzo para crear una nueva generación llena de conocimiento y oportunidades.

Ha trabajado incansablemente, dedicando un gran esfuerzo a estudiar todo lo necesario en la academia para las futuras generaciones de investigadores y trabajadores. Todo su compromiso merece todos los honores posibles.

—Aquellos que sientan pasión por enseñar, por criar a las generaciones futuras, por trabajar e investigar, por perseguir sus sueños, los espero en la oficina del Ministerio.

Frederica da un paso atrás, y yo continúo con la entrega de medallas. Karl, el ministro de planeación, encargado de las obras de construcción, avanza con determinación. Su rostro refleja la seriedad de su cargo, y acepta la medalla con orgullo.

Rost, el ministro de ambiente se acerca a recibir su distinción. Su compromiso con la limpieza y el cuidado de la ciudad es evidente en su expresión. Los ciudadanos aplauden, reconociendo su labor.

Pest, el ministro de seguridad pública, es el siguiente en ser condecorado. A pesar de haber perdido una pierna en el cumplimiento de su deber, su determinación es inquebrantable. La audiencia le brinda un cálido aplauso.

Jahir, ministro de alimentos y agricultura, recibe su medalla con humildad. Su responsabilidad de garantizar la calidad de los alimentos es vital para todos. La multitud reconoce su importancia y lo aplaude con gratitud.

Pearl, ministra de trabajo, es elogiada por su papel fundamental en mantener salarios justos y horarios accesibles para todos. La producción solo será exitosa si se trata con equidad, y ella es una pieza clave en ese rompecabezas.

Shane, el ayudante de Baltazar, acepta su posición con responsabilidad. Aunque Baltazar no quiso tomar el cargo de ministro, confía en Shane para ayudar en su labor.

Alexander, ministro de industria, es reconocido por su tarea en administrar las fábricas y garantizar estándares de seguridad. Su labor contribuye al desarrollo de la ciudad.

Y finalmente, llega el turno de Crusch Karsten, ministra de defensa. Camina con una sonrisa en el rostro, demostrando su dedicación en mejorar el ejército y proteger a la ciudad. Su uniforme militar refleja su compromiso, y yo no puedo evitar elogiarla.

—Te queda bastante bien, te ves hermosa —le digo con admiración.

Crusch, a pesar de su traje militar, irradia belleza y confianza. Ella sonríe y se inclina hacia mí en señal de respeto. Luego, dirige su mirada hacia la multitud.

—¡Prometo defenderles! ¡Prometo hacer todo en mi alcance para que la paz reine en Irlam! —anuncia con determinación.

Los aplausos estallan, no solo de los soldados, sino también de los adultos presentes. La emoción se siente en el aire mientras Crusch se compromete a proteger la ciudad.

La ceremonia llega a su fin, y me toca dar unas últimas palabras.

—Les recuerdo que si alguno de ustedes quiere alcanzar una condecoración, un puesto, si desean avanzar en la vida, deben seguir estudiando, investigando. El conocimiento y la creatividad los guiarán hacia el futuro que desean. —Elevo mi mano con determinación, apuntando hacia el cielo—. ¡Por Irlam!

La multitud responde con un fervoroso coro.

—¡Por Irlam!

La ceremonia concluye, dejando en el aire una sensación de esperanza y unidad en esta nueva etapa de Irlam.


Capítulo 3.

Las Cargas del Destino

Tras la ceremonia, todo sigue su curso normal. Los ministros comenzarán su trabajo mañana, y ya tengo todo preparado para entregárselo. Ellos saben bien cuáles son sus responsabilidades.

Ahora, yo también tengo mucho trabajo por delante.

Beatrice y Emilia han estado actuando de manera extraña hoy. Parece que ambas están tramando algo. Me aconsejaron no ir a la oficina y, en cambio, dirigirme al quiosco donde solemos entrenar.

No he visto ni a Crusch ni a Otto después de la ceremonia. Se han esfumado como el viento mismo. Estoy a punto de abrir la puerta que da al patio cuando alguien tapa mis ojos.

—¿Qué está pasando? —Intento retirar sus manos, pero sé que son las manos de Emilia—. ¿Me vas a dar un abrazo, Emilia?

Creo que ya sé a dónde va esto.

—¿Cómo supiste que era yo? —Emilia se acerca a mí sin soltar sus manos. Sus dedos tienen esa extraña combinación de frío y calor debido al maná que emana de ellos.

Al principio, se siente frío, pero luego, es cálido y reconfortante.

—Te reconocería incluso sin verte ni sentirte —respondo con una sonrisa. Sus manos se calientan un poco, como si hubieran reaccionado a mis palabras.

—Eres un tonto —exclama Emilia, probablemente ruborizada como un tomate.

Ella me guía hacia el patio, abriendo las puertas. Allí, varios olores invaden mi nariz, y puedo percibir el aroma de carne a la parrilla, entre otros.

Emilia se detiene y susurra al oído.

—Hace un tiempo le contaste a Betty cómo celebraron una vez tu cumpleaños en tu mundo. No tenemos los mismos ingredientes, pero hemos intentado recrear algo lo más cercano posible. —Emilia retira lentamente sus manos—. Feliz Cumpleaños, Marco.

La sorpresa y la emoción me invaden mientras contemplo el esfuerzo que Emilia y los demás han puesto en esta celebración. Crusch, Luan, Ram, Roswaal y la pequeña niña que me sonríe con calidez se encuentran aquí.

No puedo evitar sonreír. Después de todo, han pasado más de siete años desde la última vez que celebré mi cumpleaños, y ver algo así sin duda se siente reconfortante. Claro está que no sé si es la fecha exacta, pero, sinceramente, eso no me importa.

No suelo festejar mi cumpleaños, y hubo un tiempo en el que llegué a aborrecer esta fecha. Sin embargo, ver a mi princesa y a Emilia, organizando esto con tanto esmero y dedicación llena mi alma de alegría y paz.

No importa si Roswaal está involucrado, verlas haciendo todo lo posible es más de lo que necesito.

Una parrillada, algo que en mi tierra natal solía ser común en las zonas rurales. El ambiente captura perfectamente esa esencia, solo falta la música.

—Feliz cumpleaños, Marco —me dice Crusch acercándose y tomándome de la mano—. Disfruta de este momento, aprovecha y pásala bien.

Ram, por su parte, me mira con cierta molestia, pero su presencia aquí es suficiente para mí.

—Gracias por estar aquí —le agradezco a Ram, quien me señala unas patatas en la mesa.

Ella sonríe y pone su mano en su pecho de manera teatral.

—Más te vale comer todas esas patatas, o tendrás que pagar en el entrenamiento —bromea, mirándome con una sonrisa arrogante—. Para que no digas que esta bella dama te trata con desprecio.

Sé que Ram no cambiará, sin importar lo que suceda, pero eso es algo que no me hace infeliz. Ella y yo compartimos una relación especial, jugando y bromeando el uno con el otro.

—Patatas al vapor, parece que pusiste mucho esfuerzo en esto —le digo con una sonrisa sincera.

Roswaal, por otro lado, me observa con una sonrisa enigmática, ocultando sus emociones como es habitual en él. Aunque, quién sabe, tal vez realmente esté feliz. La verdad es que no me importa.

—Es una bendición tenerte aquí, por eso espero que aprecies mi pequeño obsequio —dice Roswaal mientras saca una pequeña caja de madera, la cual emana un aura elegante y misteriosa.

Tomo la caja y la abro cuidadosamente para descubrir un collar. Es un collar pequeño con un cristal purpura en forma de gota que parece frágil, pero emana una extraña energía.

—Este es un collar de protección, un artefacto creado por mi familia —explica Roswaal—. Te protegerá en situaciones peligrosas.

La noche avanza, y la celebración sigue su curso. No puedo evitar sentirme agradecido por este inesperado y conmovedor gesto de mis amigos. El suspenso en el aire se mezcla con la gratitud en mi corazón mientras disfruto de este inolvidable cumpleaños.

Al colocarme el collar, siento una reacción en mi puerta, como si se hubiera vinculado de alguna manera a ella. Es un efecto extraño, pero el flujo de maná parece mantenerse normal.

—Gracias, parece ser algo útil. —Expreso mi gratitud hacía Roswaal.

Luan me mira con una cálida sonrisa. Nuestra relación es un tanto complicada; soy como su mentor, pero al mismo tiempo, la he mantenido a cierta distancia para fomentar su independencia.

¿La he adoptado? No sé cómo ponerlo en palabras

—Feliz cumpleaños. —Me mira directamente a los ojos, y su aura irradia calidez. El peso de su maná es palpable, y a diferencia de hace seis meses, ahora tiene un mejor control sobre él.

Lamentablemente, no pude ocultar a Luan de Roswaal. Sin embargo, parece que él tampoco tiene conocimiento de lo que está sucediendo con su sangre.

He omitido mencionar el tema del miasma, pero Luan ha estado entrenando con Roswaal, perfeccionando su magia de fuego y su control del maná. Yo también he intentado enseñarle cómo hacerlo, pero para ella, utilizar los conocimientos de electrónica y física resulta complicado, y no hemos obtenido buenos resultados.

Por ahora, solo yo soy capaz de usar el maná de esta forma, aunque Emilia también aguarda sorpresas, pero estoy seguro de que los niños que estudian en la academia podrán dominarlo con el tiempo.

Luan ha mejorado considerablemente, como era de esperar. Su magia está estrechamente ligada a sus emociones, según Roswaal, lo cual es un rasgo común entre los magos poderosos de fuego.

Su potencial se incrementa cuando sus emociones superan cierto umbral. Sin embargo, según las propias palabras de Roswaal, nunca había visto un caso como el de Luan.

El destino nos ha unido, y ahora solo debemos avanzar juntos en este camino incierto.

—Gracias, me alegra verte aquí. —Mi mano se posa suavemente sobre su cabeza, acariciándola con ternura.

Ella parece un tanto incómoda, pero no rechaza el gesto. Luan tiene una personalidad fuerte, pero también es considerada y amable.

Ha perdido a sus padres, y aún no sabemos si su madre está viva o no. Lo mínimo que puedo hacer es esforzarme por brindarle una vida mejor.

La última que queda es mi niña. Parece contenta, pero ahora está haciendo pucheros porque no fui con ella primero.

—Guardé lo mejor para el final. —Me inclino hacia ella, entrecierro los ojos y le sonrío—. Ven, déjame abrazar…

Extiendo mis brazos, y ella se lanza hacia mí, abrazándome con fuerza. Este momento me recuerda al primer instante en que finalmente conseguí llegar a su corazón. Creo que mi mente y mi alma la han aceptado por completo.

Es mi hija, sin importar que sea un espíritu.

No tengo otra forma de verla, y haría todo por su felicidad. El solo verla feliz me convierte en el hombre más poderoso y dichoso del mundo. Ella calma mis penas y pesares, me ayuda a esforzarme y seguir adelante. Es el motor de mi corazón.

Pensar que podría tenerla de esta manera, sentir este cálido amor, es un sentimiento inigualable. Es como el amor que mis padres me mostraron, la determinación inquebrantable que mis abuelos mantuvieron hasta el último aliento de sus vidas.

Ambos me mostraron diferentes facetas del amor hacia un hijo. Mis padres me enseñaron el amor, la determinación para crecer y la fuerza de voluntad.

Mis abuelos, Kenichi y Naoko, me mostraron el profundo esfuerzo que conlleva ser padres. Kenichi escaló, incursionó en la política y luchó de todas las formas posibles para encontrar a su hijo.

Naoko fue un gran apoyo para Kenichi, y al final, ambos no pudieron cumplir su sueño.

Esto me hace pensar que esa persona está en algún lugar, no sé si aquí o en otro mundo.

—Betty te quiere mucho, mucho, mucho de hecho. —Beatrice frota su rostro contra mi pecho, abrazándome con fuerza—. Feliz cumpleaños, siempre serás el caballero que Betty más quiere, de hecho.

Su calor apaga cualquier rastro de incertidumbre en mí, conectándome con ella de manera inquebrantable. Es irremplazable, para mí, es absolutamente insustituible.

—Tu cariño llena de alegría mi corazón. —Mis dedos acarician su cabeza con ternura mientras alzo la vista hacia el cielo, como buscando una respuesta en las estrellas.

Todavía siento la falta de mis padres. Desearía poder presumirles a ambos a mi querida hija. Estoy seguro de que mi padre sería el primero en cargarla en brazos, y mi madre se volvería loca tomando fotos y llevándola de paseo. Siempre quise verlos felices a ambos.

Es por eso de que odio mi cumpleaños.

Pero hoy, en este momento, supongo que puedo encontrar un atisbo de cariño hacia esta fecha.

Me dirijo hacia el asador, un simple utensilio de acero. La carne se asa sobre el carbón encendido, y el olor embriagador llena el aire. Este aroma me transporta al pasado, cuando solía estar aquí con mis amigos y mi familia. Un pasado que nunca volverá, pero que atesoro en mis recuerdos.

Acomodo más carne en la parrilla, escuchando el crepitar del fuego mientras se mezcla con los sonidos de la naturaleza que nos rodea.

—En tu mundo, sobre todo, se toma cerveza. Trajimos varias desde la capital. —Emilia saca una caja llena de botellas de cerveza, enfriadas con magia.

Abro una botella y el sonido del gas al escapar me reconforta. Aunque no tenga la misma efervescencia que en mi mundo, en este momento, no me importa. Siento el picor en mi garganta, y me dejo abrazar completamente por la sensación.

—Está deliciosa, gracias. —Dirijo una mirada a Emilia, quien toma un sorbo de su propia cerveza.

Ella cierra un ojo momentáneamente, como si el amargor la sorprendiera.

—Es un poco fuerte. —Emilia comenta mientras intenta terminar de tomarla.

Parece que el amargor no es de su agrado.

—Parece que es muy amarga para ti —afirmo, chocando mi botella con la suya—. Salud.

Emilia y yo tomamos un trago grande, y luego repartimos las cervezas entre los demás.

Regreso a la parrilla, cumpliendo con mi rol de asador. Beatrice me pasa las cervezas mientras yo me ocupo de la carne y las guarniciones.

—¿Cómo cumpleañero no deberías descansar un poco? —Pregunta Crusch, acercándose a mí con una sonrisa enigmática.

Niego con determinación mientras observo a Emilia y Luan disfrutar de su animada conversación.

—En mi tierra, es así como se hace, una tradición pasada de generación en generación, independientemente de si es tu cumpleaños o no. —Mientras hablo, corto algunas verduras para acompañar la carne que se cocina en la parrilla—. Y debo admitir que no me disgusta en lo más mínimo.

Crusch y yo chocamos nuestras botellas de cerveza y tomamos un sorbo en silencio, compartiendo una compañía que no necesita palabras, mientras observamos al resto disfrutar de la velada.

—Hay algo que preparé, creo que lo tengo en mi habitación. —Le paso el trinche a Crusch y me dirijo a mi habitación.

En este momento, tengo algo que puede agregar un toque especial a la reunión, aunque lamentablemente solo es adecuado para cuatro personas. Al regresar, noto que todos me miran con sorpresa cuando ven las piezas desconocidas que llevo conmigo.

Solo Beatrice y Emilia están familiarizadas con esto.

—¡Quiero jugar! —Exclama Emilia emocionada, corriendo hacia mí.

Después de traerlo, sirvo la comida y todos se sienten emocionados. Roswaal mencionó que solo quería observar, por lo que Luan, Crusch, Emilia y Ram serán los participantes. Personalmente, no tengo interés en jugar; ver es suficiente para mí.

Beatrice se encuentra sentada en mis piernas, y juntos observamos cómo comienza el juego. Se trata de un juego bastante popular en mi época, el Parqués, donde con dos dados debes mover cuatro fichas a través del campo, sorteando obstáculos y adversarios para alcanzar la zona de escape.

El juego comienza cuando Emilia lanza los dados, y Roswaal observa con una expresión de felicidad, como si estuviera disfrutando de la calma antes de una tormenta.

No puedo evitar pensar en sus planes, pues la mente de Roswaal es un enigma que no puedo descifrar por completo.

Aunque posee la habilidad de vislumbrar el futuro, esa capacidad tiene sus límites. A pesar de haber renunciado a sus sueños después de que su visión del futuro se vio truncada, siento que hay algo más detrás de su decisión.

No puedo concebir que alguien abandone un esfuerzo de más de 400 años de la noche a la mañana por algo tan aparentemente simple.

Beatrice se acomoda a mi lado, sus ojos fijos en el progreso del juego mientras saborea la carne picada.

—Siempre puedes hacer que todo tenga un sabor excepcional —comenta Beatrice, ofreciéndome un trozo de carne que acepto gustosamente.

Observo cómo Crusch toma la delantera en el juego, sus piezas avanzan de manera constante, mientras que Ram, por otro lado, parece atrapada en una serie de tiradas sin obtener pares.

—Malditos pares... —Ram aprieta los labios, evidentemente frustrada por su mala suerte.

No puedo resistir la tentación de provocar un poco.

—Parece que la hermanita tiene mala suerte —comento, provocando una mirada molesta de Ram en mi dirección.

El juego continúa, y Luan se destaca al tomar la delantera, mientras que Emilia trabaja en una estrategia para agrupar todas sus fichas en una misma zona del tablero. Si bien la estrategia de Emilia no carece de mérito, la de Luan parece ser más efectiva.

Luan avanza una de sus fichas con determinación, mientras usa los números bajos de sus dados para mover las otras. Esto le permite enviar varias fichas de los demás jugadores de vuelta al punto de partida.

—El que gane se lleva una porción extragrande del postre —lanzo al aire, encendiendo el espíritu competitivo de todos.

El postre, comprado en la capital, parece ser un tesoro costoso, una tarta cubierta con un glaseado dulce. Emilia menciona que tuvieron que hacer el pedido con anticipación para que llegara a tiempo para esta ocasión especial.

La competencia se vuelve feroz; lo que comenzó como un juego tranquilo ahora se transforma en una lucha encarnizada por ganar. Todos están concentrados en derrotar a los demás, y hasta Crusch parece disfrutar de este cambio en su expresión normalmente seria y estresada.

Como era de esperar, Luan emerge como la victoriosa. Emilia y Crusch prácticamente empatan en el segundo lugar, mientras que Ram, a pesar de su intento valiente, vuelve a caer presa de una de las fichas de Luan, quedando en el último lugar.

—¡Tsh! —Ram mira a Luan con desdén, pero Luan simplemente le devuelve una sonrisa desafiante.

Emilia baja la cabeza con cierta decepción al ver que el número que necesitaba salió después de una larga serie de intentos.

La competencia ha llegado a su fin, pero el aire aún vibra con emociones intensas y una rivalidad palpable. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más tensos, el espíritu competitivo puede emerger y unir a las personas en una batalla amigable pero feroz.

Mientras saboreamos el postre, noto que Emilia comienza a sucumbir ante los efectos del alcohol. Está a punto de intervenir y detenerla cuando alguien coloca una botella frente a mí, desafiándome con una mirada arrogante.

—Tenemos una apuesta que cumplir —dice Ram, su sonrisa juguetona mientras abre la botella con destreza—. ¿O tienes miedo?

Sin dudarlo, tomo la botella y la sostengo, encontrando la mirada decidida de Ram.

—Entonces, continuemos desde donde lo dejamos la última vez.

Comenzamos a beber, y mientras avanzamos, los demás se acercan para presenciar el enfrentamiento. Mi cuerpo, más acostumbrado al maná que antes, me otorga una resistencia que me hace sentir seguro de que esta vez puedo vencer.

Después de cinco botellas, noto que las mejillas de Ram se tornan ligeramente rojas, mientras yo lucho por mantener mi equilibrio. Estas botellas son mucho más fuertes que las que consumimos en aquella ocasión.

—Pensé que no aguantarías tanto —comento, mirando a Ram, mientras destapo la siguiente botella.

Cuando llegamos a la décima botella, ambos comenzamos a tambalear ligeramente. Me acerco a Ram, quien parece sorprendentemente ilesa por el alcohol.

No puedo permitirme perder. Comienzo a canalizar el maná dentro de mí, utilizando su energía para mantener mi concentración y resistir los efectos del alcohol.

La botella número quince marca un punto de quiebre. Nos miramos, pero nuestras miradas se entrecruzan en un borrón difuso. Solo puedo distinguir figuras a pocos metros de distancia. Ram y yo levantamos nuestras botellas nuevamente, apoyándonos mutuamente para mantener el equilibrio.

La mirada de Ram brilla con una chispa de diversión.

—No me vencerás esta vez —dice, sonriendo, consciente de que estoy más afectado que ella.

Maldita demonio. Yo, un simple humano, siento que mi estómago está a punto de traicionarme ante la avalancha de alcohol.

—Maldita demonio —murmuro mientras tomo mi última botella y finalmente me dejo caer al suelo, reconociendo su victoria.

Ram exhala con orgullo, mientras Beatrice se acerca a mí y emplea su magia para aliviar los efectos del alcohol.

—Eres un insensato, es obvio que su cuerpo es más resistente que el tuyo —comenta con desdén.

La idea de una intoxicación cruza mi mente, pero con la magia de curación disponible, no debería ser un problema.

La noche ya ha avanzado considerablemente, y Roswaal y Ram se despiden, indicando que es hora de retirarnos. Emilia, sentada, mira fijamente el cielo con la mirada perdida. Parece que el alcohol ha dejado su huella en ella.

Luan se despide y se marcha, dejando solo a Crusch y a mí. Hace aproximadamente una hora, vi a Beatrice algo fatigada y le sugerí que fuera a descansar; ella aceptó, así que ahora solo somos Crusch y yo.

—Nunca imaginé que estaría aquí, en el patio de la mansión Mathers, celebrando un cumpleaños —dice Crusch, mirando al cielo. Su voz denota cierta afectación por el alcohol—. Durante toda mi vida, consideré que este tipo de eventos eran innecesarios, simples formalidades que no debían tocar mi corazón mientras persiguiera mi objetivo.

Crusch sonríe y extiende su mano hacia mí.

—Pero al ver cómo abordas las cosas, comienzo a cuestionar si mi enfoque estaba equivocado —continúa, mirándome a los ojos—. Tú buscas cumplir tus metas encontrando felicidad en cada momento, permitiendo que las experiencias enriquezcan tu corazón.

—Cumplir una meta no debería significar estar infeliz todo el tiempo. Si eso sucede, solo indica que estás siguiendo un camino equivocado —respondo, colocando mi mano en su mejilla y mirándola intensamente.

Aunque no puedo verla claramente en este momento, ambos estamos aquí, compartiendo este momento.

Crusch es una persona fuerte con la que he entrenado y trabajado arduamente. Nuestras mentes suelen estar en sintonía, lo que lleva a decisiones similares.

Crusch observa la mano que reposa en su mejilla y sonríe.

—Pensaba que eras del tipo tímido, pero al mirar tus ojos, pareces alguien peligroso.

—¿Tímido? —murmuro, dejando que la emoción del momento nos envuelva, mientras el suspenso en el ambiente se intensifica.

Uso murak para hacerla perder el equilibrio, con cuidado la tomo y la reposo sobre el césped, quedándome sobre ella.

Sus ojos se abren con sorpresa mientras yo la contemplo con una sonrisa confiada. Me acerco a su oído, y ella coloca sus manos en mi pecho.

—Si lo deseas, permíteme mostrarte hasta dónde puedo llegar —susurro en su oído, acariciando su mejilla.

Sé que estoy influenciado por el alcohol, pero sinceramente no veo ningún problema. Si ella lo acepta, no tendría razón para negarme. Aunque no existe una atracción sentimental entre nosotros, eso no significa nada.

El problema reside en otro lugar.

—Yo... —Crusch mira sorprendida ante la situación. Parece que rechaza cualquier muestra de afecto hacia ella, quizás la forma de percibir las relaciones en este mundo sea diferente.

Lo que me inquieta es que en este mundo no existen métodos anticonceptivos. He intentado desarrollarlos, pero hasta ahora no he tenido éxito. Esto complica la percepción de las relaciones sexuales aquí, ya que tienden a ser algo que se comparte con tu pareja, precisamente por la falta de métodos anticonceptivos.

Quizás no debería seguir adelante, pero no quiero detenerme ahora; ha pasado mucho tiempo desde que se presentó una oportunidad como esta, y más aún con alguien tan hermosa como Crusch.

Ella parece estar indecisa. Tras unos segundos, veo que está a punto de abrir la boca, pero en ese momento, un empujón violento me lanza al suelo. Ruedo a toda velocidad, utilizando mi magia de viento y murak para detenerme.

—¡No lo hagas! —exclama Emilia con las manos apretadas con fuerza.

Me levanto sorprendido por la intensidad del golpe. Siento que los efectos del alcohol se han desvanecido por completo. Camino hacia Emilia y veo que una lágrima corre por su rostro.

Ante mi reacción, ella corre y entra en la mansión. El suspenso en el ambiente se corta como un cuchillo afilado.

Miro hacia Crusch, quien también parece sorprendida por lo que está sucediendo, solo para suspirar y sonreír.

—Ya sabes lo que está sucediendo, ¿cierto? —Crusch me mira, levantándose. Con esta situación, no hay forma de que pueda pensar otra cosa.

Es algo que siempre temí que ocurriera.

—Sí, lo sé. —Mi voz suena firme mientras corro hacia la habitación de Emilia. Sé que ella subió allí. Al llegar, puedo ver que la puerta está entreabierta, así que entro y la cierro tras de mí.

Emilia está sentada en su cama, mirando hacia el suelo. Debo abordar esto con cuidado.

Sé que lo que está sucediendo es delicado; la decisión que tomé aquí no puede basarse únicamente en el bien mayor.

Yo... no sé, quiero mucho a Emilia, en especial a la Emilia actual. Pero es diferente quererla que estar interesado románticamente en ella. En este momento, tengo muchas responsabilidades que me impiden tomar ese camino.

—Soy una egoísta... —susurra Emilia, apretando las manos en su cama.

—Al contrario, me hiciste un favor. —Me acerco a Emilia, agachándome para tomar una de sus manos—. ¿Por qué actuaste así?

Ahora lo que necesito es que ella externalice sus emociones, que me cuente detalladamente lo que pasó por su cabeza, que reconozca la emoción que está sintiendo.

—Yo... —Emilia me mira con cierta tristeza en su expresión, a pesar de seguir afectada por el alcohol, con sus orejas rojas—. Yo, cuando los vi a ambos, sentí algo indescriptible.

Las lágrimas comienzan a brotar de sus ojos, y con mis pulgares, seco sus lágrimas suavemente, luego la empujo lentamente y la recuesto sobre la cama, posicionándome encima de ella. Parece que no es capaz de comprenderlo completamente.

—Yo te quiero, Marco, te quiero mucho, mucho... —Emilia me abraza con fuerza, acercándome a ella—. Por eso no quiero que nadie te aleje de mí.

Sorprendido por sus palabras repentinas, abro los ojos intentando encontrar las palabras adecuadas para responder.

—Pero... no sé de qué forma te quiero. —Emilia cierra sus ojos—. Por eso me siento egoísta, me siento mal por haberte empujado.

Suspiro, comprendiendo finalmente sus sentimientos.

—Además, estamos en una situación tan compleja, tenemos tantas responsabilidades que concentrarme en esto me hace sentir mal. —Emilia aligera un poco su agarre—. ¿Está mal sentirme así?

Niego con la cabeza, manteniendo una sonrisa en mi rostro, aunque sé que soy un hipócrita completo.

—No creo que esté mal, pero de momento es cierto que tenemos muchas cosas por hacer. —Me acerco a su oreja y susurro—: Cuando lo descubras, dímelo. Te prometo que te daré una respuesta.

Ella asiente, aceptando mis palabras. Si está enamorada de mí, entonces deberé abordar esos sentimientos en algún momento. No puedo permitirme ser cegado por el romance.

Ya he cometido ese error en el pasado.

—Yo... —Emilia toma mi mejilla entre sus manos—. ¿Sabes?

Emilia me mira con una sonrisa, aún sonrojada, como si se hubiera liberado de todas las cadenas que la ataban.

—Cuando te dije que haría cualquier cosa por ti, incluso renunciar a ser reina... —Emilia cierra sus ojos.

—Sí, lo recuerdo.

—Lo dije porque tengo la certeza de que si estoy contigo, podré cumplir todas mis metas. —Emilia abre sus ojos y acerca su rostro al mío—. Siento que tengo una fuerza que nunca me va a detener si estoy a tu lado.

Emilia acerca su rostro y nuestros labios se aproximan cada vez más. Puedo sentir su respiración, y la única luz que nos ilumina es la de la luna.

Ella mantiene los ojos cerrados, mientras yo me debato internamente sobre lo que debo hacer. Emilia es hermosa, tanto en su personalidad como en su apariencia; podría cautivar a cualquiera.

Pero para mí, este no es el momento adecuado para esto.

Ya es sorprendente que tome la iniciativa, eso demuestra todo el camino que ha crecido.

Las personas aprenden de unos a otros, ella ha interactuado mucho más, adquirido más confianza y eso la ha llevado a querer hacer más cosas, a pensar mejor, a vivir mejor.

Utilizo toda mi fuerza para detenerme, haciendo que ella abra los ojos. Cuando lo hace, me muevo con rapidez, provocando que nuestras narices choquen.

Ambos permanecemos en esa posición durante varios segundos, sintiendo el calor mutuo. Emilia me abraza con fuerza, aprisionándome entre sus brazos.

—Duerme conmigo esta noche —susurra en mi oído.

—Sabes que alguien está esperando.

Sí, una pequeña niña.

—¡Durmiendo los tres! —exclama alegremente, inclinando sus brazos para que la cargue.

La situación es compleja, llena de sentimientos encontrados, responsabilidades y deseos. Sus palabras y gestos me dejan con una profunda sensación de intriga y suspenso en este momento crucial de nuestras vidas.

Cargo a Emilia como si fuera una princesa en mis brazos. Sus brazos rodean mi cuello mientras me abraza con ternura.

—Me siento, muy, muy feliz de tenerte, Marco. —Emilia susurra esas palabras con dulzura, presionándose más contra mi pecho—. Gracias por haber nacido.

Mi corazón parece querer escapar de mi pecho al escuchar sus palabras. La emoción se siente como un tambor retumbando en mi interior. Mientras la sostengo entre mis brazos, noto que Emilia suspira y se sume en un sueño tranquilo.

Quizás, solo quizás...

No, debo mantener la concentración. Estas palabras me hacen sentir increíblemente feliz, pero también despiertan un mar de pensamientos y emociones en mí.

Luego, entro a la biblioteca y la veo, a Beatrice, mirándome con claros pucheros en su rostro.

—Te tardaste, supongo. —Beatrice refunfuña con cierto enojo, aunque su enojo la hace lucir tierna como una muñeca.

Sonrío al verla. A pesar de su enfado, Beatrice posee un encanto indiscutible.

—Enojada, también te ves hermosa. —Me dirijo hacia la cama y acomodo a Emilia para que duerma con comodidad.

Luego, me acuesto, y Beatrice me abraza de inmediato, sonriendo mientras baja gradualmente la luz de la habitación.

—Jejeje —Beatrice me abraza con fuerza—. Ojalá, Betty pudiera estar así contigo por siempre.

Siempre dormimos juntos, pero comprendo sus sentimientos. Correspondiendo a su abrazo, dejo que su cálido afecto me invada, lo cual me tranquiliza y me ayuda a conciliar el sueño en medio de esta situación llena de misterio y emoción.

Mañana hablaré con Miklotov. Desde mañana tendré que concentrarme en la guerra. No sé cuánto tiempo logremos tener antes.

Pero si lo que quieren es guerra.

Guerra tendrán.


Capítulo 4

Preparativos y Secretos.

Abro mis ojos, solo para sentirme aprisionado en ambos brazos. Emilia a mi derecha y Beatrice a mi izquierda, ambas completamente dormidas. La habitación está sumida en un silencio profundo, como si el mundo sostuviera la respiración en este momento de tranquilidad.

Miro hacia Emilia, su rostro tranquilo y sereno, con una sonrisa que ilumina incluso los rincones más oscuros de mi mente.

Parece tan cómoda que me da pena despertarla y perturbar su sueño. Cierro los ojos por un momento, sintiendo la calidez de su abrazo y el latir constante de su corazón, como un faro en medio de la noche.

La primera en despertar es Beatrice, su magia llenando la habitación con su energía mágica. Me separo con cuidado de Emilia cargo a Beatrice en mis brazos, su pequeña figura en contraste con el mundo que la rodea.

—Voy a darme un baño, ¿Vamos juntos? —pregunto con una sonrisa, mirando a Beatrice, cuyos ojos brillan con curiosidad y emoción.

Ella asiente con entusiasmo, y después de una refrescante ducha, nos dirigimos a mi oficina en Irlam. El día comienza, y los deberes nos esperan, pero por ahora, el mundo está en calma.

Otto llega casi al mismo tiempo que yo, y nos sumergimos de inmediato en la tarea que nos convoca. Los nuevos trajes del ejército están sobre la mesa, una innovación diseñada para enfrentar los desafíos que se avecinan.

—Los nuevos trajes del ejército son un poco pesados —comenta Otto mientras se acomoda la manga, mirando los dos escudos metálicos incorporados en ellas.

Crusch había propuesto el cambio en el diseño de los trajes del ejército, y aunque inicialmente tuve dudas, ella vio algo que yo no.

En este mundo peligroso, las espadas y armas cortantes son el enemigo principal, y con la ayuda de Rem, incorporamos partes metálicas que brindan una mayor protección.

—Al menos ofrecen más protección que antes —respondo, observando los antebrazos, las pantorrillas y la zona que cubre el corazón. Estos nuevos trajes no comprometen la movilidad, y Crusch se ha encargado de entrenar a nuestros soldados para aprovechar al máximo sus capacidades defensivas.

Pero eso no es todo. También he decidido añadir un elemento adicional, un arma de acero especial, una kukri con un diseño hueco en su lomo, ideal para atrapar y desviar espadas enemigas.

Es una herramienta crucial para combates a corto alcance, una salvaguardia en caso de que los rifles no puedan ser utilizados.

En estos seis meses, aunque el tiempo ha sido escaso, he logrado avanzar en la creación de estas mejoras que podrían marcar la diferencia en el campo de batalla. La incertidumbre del futuro nos rodea como una sombra, pero estamos decididos a enfrentarla con valentía y preparación.

El destino es incierto, pero en este momento, en medio de la calma antes de la tormenta, nos preparamos para lo que sea que nos aguarde, con determinación y un profundo sentido de propósito.

Un rifle de alto calibre, con balas cargadas de lamicta de fuego, y un arma a corto alcance. Los diseños no fueron un problema, son cosas que Beatrice ya había copiado de mi celular, pero la verdadera dificultad fue adaptarlos a los materiales de este mundo.

Durante un tiempo, sopesé entre diferentes tipos de pistolas, pero al final, la que prevaleció fue un arma moderna.

Claro, con los planos es sencillo fabricarlas, pero lamentablemente, ya no tengo más diseños de armas. Los que poseo son antiguos y obsoletos. La pistola ganadora, por supuesto, fue la Desert Eagle. No tengo pistolas de bajo calibre, por lo que tuve que crear un diseño por mí mismo.

La Desert Eagle, hecha de acero y de alto calibre, tiene la capacidad de atravesar ciertos tipos de armaduras, al menos aquellas que no están potenciadas con magia.

Normalmente, esta arma sería inútil, es pesada y está hecha de acero, lo que la hace inmanejable para una persona común.

Sin embargo, en este mundo donde la magia es real, el maná refuerza los músculos y otorga una fuerza promedio mucho mayor a las personas. Además, junto con Beatrice, estamos desarrollando un método de manipulación de la gravedad para disminuir el peso de los objetos.

El diseño de este proyecto fue extremadamente complicado; fabricar los resortes con acero llevó mucho tiempo y experimentación. Pero hoy, finalmente, saldrá el primer lote de estas armas.

Otto y yo nos dirigimos a la fábrica con entusiasmo. Miklotov está ocupado en una reunión en este momento, así que debemos aprovechar cualquier oportunidad para avanzar en nuestro trabajo.

La zona industrial siempre está llena de actividad, con carrozas que van y vienen, y edificaciones que parecen bodegas, adaptadas para albergar todos los elementos necesarios.

Estas construcciones se fortalecen con varillas de acero para garantizar la estabilidad de las estructuras, en combinación con lamicta de tierra, lo que resulta en edificaciones duraderas y resistentes a cualquier adversidad.

—Señor Marco —saluda el encargado de la fábrica, estrechándome la mano—. Señor Otto, es un placer verlos a ambos.

Al ingresar a la fábrica, me encuentro con mi creación más destacada hasta la fecha. La concebí como un proyecto durante mi tiempo en la universidad, una máquina sumamente importante que simplifica el proceso de creación de piezas de precisión. Los planos fueron extremadamente complejos, y fabricar cada componente tomó prácticamente cuatro meses de trabajo ininterrumpido, sacrificando horas de sueño.

Es una máquina especial, una obra maestra que marca un avance significativo en la industria: un torno en paralelo.

Para poder cortar con el metal fue necesario seguir estrategias, que incluye la futura mejora a la maquina a vapor, la maquina claramente puede ejercer suficiente fuerza para afectar el metal, el problema es la continuidad de esta.

Necesito fabricar motores eléctricos, pero la electricidad sigue siendo un campo que requerirá de mucho trabajo y experimentación.

Con eso las piezas de precisión pueden ser fabricadas fácilmente, en un mes enseñe a los encargados a usarla, por lo que están mejor capacitados para hacerlo. Es peligroso, en especial porque tuve que implementar medidas de seguridad con magia, para evitar riesgos laborales.

Cristales de maná que desactivan la máquina, pero yo espero que no haya problemas.

Balzar al ver la maquina se maravilló, claro, esta máquina es como un herrero por sí mismo. No de la misma forma, pero si para las tareas más tediosas y delicadas.

Necesito seguir mejorando todo, necesito seguir creando, entre más posibilidades tenga mejores armas y elementos podré hacer, solo de esta forma podré sobrevivir a este mundo.

—Vengan, voy a mostrarles el primer lote de las nuevas armas —dice el hombre, guiándonos por el camino.

En zonas especiales hay soldados con rifles, listos para cualquier tipo de situación. Claro, todas las fábricas están protegidas con soldados. Esto no es la tierra, necesito proteger cualquier fábrica de un daño posible.

Subimos hacía la oficina del hombre, donde nos muestra un lote de diez pistolas.

—Seguimos las indicaciones al pie de la letra con la guía suya y del señor Baltazar, los tornos fueron un factor crucial, ya que hubo muchas piezas que tuvimos que desechar.

Claramente no es una labor fácil, las medidas de este mundo son ligeramente diferentes, por lo que lleva trabajo hacer todas las piezas. Que en un mes se fabricasen diez piezas no es algo totalmente malo.

Ahora que ya saben cómo hacerlo de seguro será más fácil.

—Ya hay encargados de hacer diferentes piezas, sin embargo necesitamos más tornos para agilizar el proceso.

Ahora que tenemos los tornos la fabricación de tornillos, tuercas y demás elementos que necesitan una precisión milimétrica serán fabricados en lugares especializados. En este momento solo hay dos tornos, pero la fabricación de estos ya está en progreso.

—Puedes solicitarlo con el ministerio, envía una carta y el ministro se encargará.

Estas son labores que ya no necesito hacer, así que me siento bastante tranquilo por este lado. Agarro la pistola, sintiendo su calidad en mis manos, una sensación de poder y responsabilidad me inunda.

Las balas, por supuesto, son balas hechas con el mismo torno. A diferencia del rifle, una pistola es mucho más delicada, por lo cual necesitamos del torno para hacer las balas. Eso hace que sea necesario más tornos.

—Las balas de acero funcionan a la perfección —comparto, con una mezcla de satisfacción y preocupación en mi voz.

Tenemos un lote de doscientas balas a disposición en este momento, sin embargo, más están en producción.

Es un arma ligeramente pesada, pero a la vez no siento incomodidad. El calibre de esta arma es grande, justo lo necesario para atravesar armaduras. Las balas reforzadas con lamicta de fuego tendrán un disparo de gran potencia, un poder que puede cambiar el curso de una batalla.

Voy al campo de pruebas, una habitación pequeña donde se prueban las armas.

Para evitar el daño a los oídos por el eco de las armas, hice algo como audífonos canceladores de ruido, aunque son solo simples pedazos de tela gruesa que se colocan en los oídos.

No cancelan mucho, pero hacen que la experiencia sea más soportable.

Otto también quiere probarla, él también ha hecho ejercicio conmigo, aunque se le ve un poco incómodo.

—Es pesada, pero manejable —dice Otto, usando sus dos manos para apuntar.

Acomodo la postura de Otto, para que sepa la mejor forma de usarla. Ambos apuntamos y…

¡Bang!

Siento el retroceso en mis hombros, la potencia de esta arma no es un chiste. Al fondo hay láminas de acero, laminas entre delgadas y gruesas, cada una como prueba de su potencia.

—Esto es mortal… —Otto mira la pistola, viendo que a diferencia de los rifles antiguos no sale humo del cañón. Los lamicta no generan residuos de combustión, son perfectos para el propósito y aunque son volátiles son increíblemente útiles si se controlan bien.

Miro hacia el encargado, dándole el visto bueno e indicando que continúe con la fabricación.

La falencia que tenemos a corto alcance debe ser reemplazada, sé que no todos tendrán la posibilidad de tener un arma a corto alcance, pero por lo menos deberé darle a cada capitán una.

Con el tamaño actual del ejército, se convierte en una necesidad vital.

Para esta guerra, cualquier añadido puede significar la derrota o la victoria. En cada bala que fabricamos, en cada pistola que se carga, está la esperanza y la determinación de nuestro pueblo.

Cada arma es un paso hacia adelante, un susurro de esperanza en medio de la oscuridad de la guerra que se avecina.

Estamos listos para enfrentar lo que sea necesario, porque sabemos que en nuestras manos, estas armas no solo son instrumentos de destrucción, sino también de protección.

Esta vez, el ejército se prepara para enfrentar a sus propios congéneres, una realidad que nunca habían tenido que afrontar.

Las tensiones y preguntas llenan el aire mientras Otto y yo regresamos al cuartel general. Pronto, tendremos la conversación crucial con Miklotov.

Cuando mi mente se sume en estas reflexiones, el dispositivo de comunicación comienza a vibrar, sacándonos de nuestros pensamientos. Nos mantenemos alerta, listos para lo que sea que esté por venir.

Miklotov nos recibe con un saludo, sin perder tiempo, comienza a exponer la situación. Su semblante denota preocupación, y su voz lleva un tono inquieto.

—La situación es más compleja de lo que imaginábamos. Parece que hay movimientos extraños entre mis compañeros de alto rango. Algo no cuadra —menciona Miklotov, tomando un sorbo de su té.

No puedo evitar poner en palabras lo que ya sé con certeza.

—El culto de la bruja… —afirmo con convicción.

Miklotov abre los ojos, reconociendo la gravedad de la situación. Ha llegado a las mismas conclusiones que yo.

—Así que ya lo sospechabas.

Asiento con determinación. He confirmado mis sospechas, especialmente después de las palabras de Roswaal. El culto parece tener una influencia mucho mayor de la que anticipábamos.

Como están infiltrados en las estructuras del reino, la lucha será más ardua de lo que previmos.

Miklotov continúa con su explicación. Habla de Costuul, una ciudad semi humana, y sus métodos de combate. Los demihumanos, seres resistentes y con habilidades diversas, son una fuerza para tener en cuenta, pero su naturaleza animal puede ser tanto una ventaja como una desventaja en el campo de batalla.

La gravedad de la situación no se puede negar. Lo expreso sin rodeos.

—La guerra se avecina.

Una sonrisa irónica aparece en el rostro de Miklotov mientras toma una carta, símbolo de que estamos comprometidos en un juego peligroso donde las cartas están siendo repartidas y las apuestas son altas.

La incertidumbre y la tensión ciernen en el aire. La partida ha comenzado, y las fichas están en movimiento.

El suspenso se apodera de nosotros mientras nos adentramos en un futuro incierto, donde las sombras del culto de la bruja acechaban en cada esquina y la guerra se cierne como una tormenta inminente.

Me inclino ligeramente, sintiendo el peso del destino sobre mis hombros en este momento crucial. Las palabras de Miklotov resuenan en la sala, y la urgencia de la batalla se cierne como una sombra oscura sobre mi corazón.

—Entonces, me encargaré de retrasarla lo máximo posible, un mes, diría que es todo lo que puedo hacer. —Miklotov empieza a anotar, y su voz suena llena de determinación—. Mis compañeros también desean la batalla, entonces, debes tener en cuenta que habrá enemigos formidables.

La tensión en el aire es palpable mientras absorbo cada palabra, cada promesa y sacrificio. Necesito información, detalles precisos para forjar mi plan, un plan que nadie espera, una esperanza en medio del caos.

—Si puedes conseguir una lista, descripción y habilidades de las personas más peligrosas, entonces te lo agradecería.

La esperanza titila en mis ojos mientras contemplo la posibilidad de un cambio, un giro en mi destino. Mis manos tiemblan ligeramente, no por miedo a la muerte, sino por la incertidumbre del camino que debo seguir.

Tengo un plan, un plan que nadie se espera. La forma perfecta de acabar con esto y demostrar que nadie se debe meter con Irlam.

El fuego de la determinación arde en mi mirada, una chispa de valentía en medio de la oscuridad. Cierro los ojos por un momento, respiro profundamente para encontrar la calma en mi interior.

No puedo permitirme dudar, no puedo dejar que el miedo socave mi propósito.

—Me encargaré de hacer lo que pueda, enviaré la carta al reino e iniciaremos entonces.

Asiente, aceptando la carga que se le impone, el destino de mi tierra descansa en sus manos. Cuelgo el metía con determinación, dejando en el aire la certeza de que haré todo lo posible para proteger a mi gente.

Otto suspira, comprendiendo la gravedad de la situación. Ahora que hemos decidido qué hacer, debemos ponernos manos a la obra. La urgencia flota en el aire, un recordatorio constante de que el tiempo se agota.

—Organiza una reunión, vamos a hacer la estrategia de una vez por todas.

Otto de inmediato se pone manos a la obra, es búsqueda de las personas que necesitamos. Beatrice me mira con preocupación, sus ojos reflejando el miedo que no puedo permitirme sentir.

Mis dedos acarician su cabeza, tratando de transmitirle tranquilidad, aunque en mi interior sé que esta batalla será diferente.

No puedo morir, o al menos, mi alma no puede hacerlo.

La certeza de mi inmortalidad no me reconforta en este momento. La verdadera lucha no yace en mi temor a la muerte física, sino en mi habilidad para planificar, para tomar decisiones que salvarán vidas.

La falta de puntos de guardado me deja vulnerable, sin red de seguridad en caso de error.

Si soy atrapado en un punto sin retorno, no se que podría hacer.

El sentido de incertidumbre, el temor a la muerte, esas cosas no me afectan realmente. Lo que me afecta son los puntos de guardado. No me dan tiempo a planear, a pensar detenidamente.

Suspiro profundamente, aceptando la realidad que enfrento.

Las mejores estrategias, los planes más cuidadosos, todo eso queda en entredicho cuando el retorno por muerte no está a mi disposición por completo.

Habría tomado mejores decisiones de ser así, creado mejores estrategias y tendría una vida mucho más fácil.

El miasma se apodera de mi puerta, haciéndome más débil.

Pero no tengo tiempo para lamentarme, no puedo permitirme el lujo de la duda.

El peso de la responsabilidad se asienta en mis hombros mientras me preparo para la batalla que se avecina. No importa lo que me falte, usaré cada recurso a mi disposición para proteger a mi gente, para asegurar el futuro de Irlam.

Pero bueno, tengo que actuar con lo que tengo, no tiene sentido pensar de más.

Con determinación en mi mirada, me levanto, listo para enfrentar lo que venga. No importa la falta de puntos de guardado, yo forjaré mi propio destino en esta batalla.

En este momento, siento que mi fortaleza ha crecido de forma explosiva en comparación con lo que era hace unos meses.

Tanto físicamente como mágicamente, me encuentro en un estado superior.

Siento que podría darle cara a Julius, no físicamente, pero mágicamente creo tengo ventaja.

Mis probabilidades de supervivencia son mucho mayores ahora. Sin embargo, algo me inquieta profundamente: el hecho de enfrentarme a enemigos cada vez más formidables.

—Si tan solo Betty pudiera ayudarte, supongo... —comenta Beatrice mientras se acomoda en mis piernas. Estoy frente a la máquina de escribir, preparando la carta que enviaré.

No puedo permitirme desviarme del tema; necesito que esta carta sea detallada y contundente. Una vez que la termino, la coloco en un sobre. En ese momento, Otto llega y me informa que todos están listos, es hora de poner en marcha nuestro plan.

Me levanto con Beatrice y salimos del lugar.

Le entrego la carta a Otto para que se encargue de enviarla. Mientras avanzamos hacia nuestro destino, observo el lugar al que nos dirigimos: un espacio diseñado para nuestras reuniones y estrategias.

La iluminación proviene de lámparas de luz tenue y algunas velas, creando un ambiente que parece sacado de otra época, marcando contraste con el resto de las instalaciones.

El lugar no produce eco, lo que lo hace ideal para conversaciones largas y confidenciales. Estamos a punto de adentrarnos en un mundo de secretos, estrategias y decisiones cruciales.

El suspenso se siente en el aire, como una tensión que se acumula y amenaza con explotar en cualquier momento. Cada palabra, cada acción, tendrá un peso significativo en este momento crítico.

Nuestro destino se aproxima, y mi mente se llena de pensamientos.

¿Seremos capaces de enfrentar lo que está por venir?

Crusch, Luan, Alsten, Helena y Otto, son las personas que necesito ahora mismo. Necesitamos organizar la estrategia de forma perfecta. Nos sentamos y retiro las decoraciones de la mesa, colocando en su lugar un mapa, el mejor que hemos tenido hasta la fecha, sobre el cual basaremos nuestro plan.

—Buenos días a todos. —Dirijo mi mirada a cada uno de ellos, observando que están listos para lo que se avecina—. Como sabrán, el reino de Costuul desea intervenir en Irlam.

Comienzo a explicar con detalle la información sobre Costuul, las posibilidades de que sea un plan de los sabios, los movimientos del culto de la bruja y el imponente ejército demihumano que han reunido.

—Costuul cuenta con una artillería bastante pesada, por lo que debemos considerar la construcción de estructuras capaces de resistir sus ataques.

Además, es en Costuul donde se fabricaron los cañones de Crusch. Aunque ella proporcionó los materiales, los planos aún son propiedad de Costuul.

No cabe duda de que no se trata de una guerra fácil.

Los avances de Costuul en contra del armamento de mi mundo son notables. Este es el primer gran enemigo que debo enfrentar si deseo que Irlam alcance el crecimiento explosivo que anhelo. La derrota de Costuul es imperativa, sin importar el costo.

—Entonces, ahora que la amenaza es clara, debemos planear cómo enfrentarla. —Tomo una pluma y comienzo a esbozar mi propuesta. Es crucial que lleguemos al mejor plan posible.

—Actualmente, las tecnologías solo permiten atacar desde un punto específico. Costuul no tiene la capacidad de subir la montaña, especialmente con cargas pesadas. Esto sería una clara desventaja para ellos, por lo que su estrategia más probable será rodearla.

—Pero incluso así, los soldados de Costuul podrían intentar emboscarnos —advierte Otto.

Crusch interviene, señalando la parte del bosque que aún no está conectada con el mapa.

—La parte inferior y media de la montaña está infestada de mabestias, no solo de Wolgarm, sino que recientemente ha aparecido otra especie. La única zona segura en la montaña es el lugar donde hemos encontrado oportunidades para extraer hierro, una zona que el ejército resguarda celosamente.

Luan toma la palabra y señala la montaña.

—Ellos tienen ese conocimiento, y además, conocen la zona afectada por la gran mabestia, la serpiente negra. —Luan marca una equis en una parte de la montaña—. No se esperarán que instalemos artillería en esa zona, y podemos utilizar a las mabestias a nuestro favor. Solo necesitamos fabricar más cristales anti-mabestia.

Roswaal es el único que sabe producirlos y ha hecho varios a nuestro pedido. Si los utilizamos, obtendremos una ventaja crucial.

Alsten señala un problema.

—El mayor obstáculo será transportar los cañones hasta esa ubicación.

En ese momento, Beatrice y yo intercambiamos una mirada, y nuestras mentes crean una misma idea.

—El globo aerostático —decimos al unísono, con una determinación que se siente en el aire.

Con eso, tenemos la posibilidad de llevarlo; solo toca adaptarlo. En el lapso de un mes, quizás podamos arreglar todo el lugar.

—Entonces, debemos montar una base en la montaña. —Miro a Otto—. Hablarás con el ministerio de construcción, que se enfoquen en esto.

Con la idea de Luan, tenemos la posibilidad de hacer un ataque sorpresa, no solo de artillería, sino la forma de atacar otro flanco que ellos no tienen.

—Creería que también es importante resguardar la parte trasera de la montaña —Luan señala el final de la montaña, lugar que conecta con Gusteko.

—Estoy de acuerdo con Luan. Creo que el reino de Costuul tiene la forma de atravesar Gusteko. Si nos atacan por la espalda, Irlam estaría en problemas —afirma Crusch, mostrando preocupación.

Instalar una base militar en esa zona parece también una prioridad. He estado evitando expandirme detrás de la mansión de Roswaal; por algún motivo, las mabestias son más fuertes y agresivas.

En este momento, cualquier falla de cálculos podría colocarnos en peligro.

—Una excelente idea. —Miro a Alsten, quien es el que más sabe cómo colocar a los soldados—. Tú te encargarás de organizar a los soldados, eres el mejor para hacerlo. Yo no conozco tan bien a todos como lo hace Alsten, por eso su rol es crítico.

—Como ordene, mi general. —Una respuesta rápida, como era de esperar.

—Para ganar esta guerra, no bastará con aguantar. Ellos serán más que nosotros, nosotros apenas tendremos para aguantar. —Crusch señala la punta de la montaña.

Entonces lo sé, es el plan que Crusch y yo ya habíamos discutido.

—Atacaremos con bombas el castillo de Costuul, secuestraremos al vizconde de Costuul y con eso se acabará la guerra. Hasta entonces, solo debemos aguantar.

Es una estrategia arriesgada, pero es la mejor forma de terminar la guerra rápido. Si muero, solo tengo que regresar y planificarlo de mejor manera. Ellos no tienen forma de ganar. Sonrío, mirando cómo el plan empieza a tomar forma.

—Pero… ¿Quiénes irán? —pregunta Luan, mirándome fijamente.

Está claro que iré; en este momento, nuestros combatientes no son muchos. Emilia debe quedarse; los pocos magos de sanación estarán a su cargo. Es la última línea de defensa.

Lo que no sé es si será capaz de matar. Lo pongo en duda. Esta gente no es necesariamente malvada; solo son inocentes que se ven atrapados en conflictos de intereses.

No hay nada noble en esto, nada que pueda ser considerado bueno.

—Yo, y… Crusch tiene miedo a las alturas, no es alguien adecuada para esta misión.

Es evidente que Beatrice irá conmigo, ella controlará el globo y lo mantendrá protegido. El dilema está en elegir al tercer miembro del equipo.

Luan tiene un potencial considerable, pero su entrenamiento todavía no la hace adecuada.

—Yo iré. —Crusch levanta su mano—. El general Marco, la señorita Beatrice y yo formaremos el equipo, no necesitamos a más personas.

Suspiro, si ella lo dice, no me queda más que creerle.

—Así quedamos entonces, nuestro objetivo es secuestrarlo.

Sí, puedo acelerarme con Murak mientras Crusch los distrae. Secuestrarlo no debería ser un problema; estoy seguro de que se refugiará en el castillo, según lo que me han contado de él, suena como el típico cobarde.

Alsten y Crusch deberán encargarse de la organización militar, lamentablemente, no sé mucho sobre eso. El arte de la guerra es diferente; estamos luchando contra espadas, además de que las cifras son diferentes también.

Esto no es mi trabajo, yo debo concentrarme en entrenar y seguir inventando, eso es lo que soy y es lo que haré.

—Entonces, cada uno asume su responsabilidad, la estrategia queda establecida. Con el mapa ya trazado, cada uno tiene claro el rol que desempeñará.

Los militares protegerán Irlam mientras Crusch y yo nos dirigimos en globo hacia Costuul. Necesito completar los metías de gravedad a como dé lugar; sin ellos, el trabajo de transporte será muy complicado.

Miro a Beatrice, tratando de transmitirle mis intenciones.

—Disculpa, entonces… —Helena parece un poco incómoda, nos mira con timidez.

Su papel es fundamental para nuestro plan, su tarea será idear las campañas publicitarias.

—¿Qué campañas puedes crear a partir de lo que hemos hablado? —pregunto, esperando su respuesta.

Helena muestra sus bocetos, específicamente cuatro cartas.

—Esta es la información, tanto la campaña publicitaria como los rumores que difundiré.

La primera parece ser una campaña publicitaria.

"¡Únete al ejército! Obtén un excelente salario gracias a tu determinación y esfuerzo. Puedes aspirar a lo más alto, y eso solo es posible en Irlam."

"¿Tienes una idea pero careces de financiamiento? En Irlam apoyamos tu proyecto y te ayudamos a cumplir tus sueños. Tu invención te pertenece, así que comienza a crecer. Crece en Irlam."

"Únete al ejército que derrotó al culto de la bruja y a la gran ballena. Asegúrate de ser grande y ganar reconocimiento, en Irlam todo es posible."

Luego, parecen ser notas relacionadas con la reunión.

"El Marqués de Costuul busca codiciar Irlam y parece estar formando tratos con el culto de la bruja para lograrlo."

"Se ha avistado actividad del culto en las cercanías de Costuul. Se recomienda precaución al entrar y salir de la ciudad. Atentamente, Ministerio de Irlam."

"Irlam está decidido a acabar con el culto de la bruja, en Irlam no discriminamos a ninguna raza."

—Los últimos, siguiendo tu recomendación, serán transmitidos como mensajes subliminales —Helena sonríe, comprendiendo mi plan.

Claramente, Roswaal me confirmó que el culto tiene algo que ver. Con Miklotov asumiéndolo, entonces no hay otra opción que usar estrategias para transmitir la información.

De forma visual y auditiva, este mes nos encargaremos de sembrar la duda tanto en Irlam como fuera de sus fronteras.

La mente colectiva es frágil, manipulable, y en aras del bien de Irlam, debemos aprovecharlo.

De todas formas, no estamos mintiendo. Todos miran hacia Helena, tratando de comprender el concepto. Ella me mira y con mi asentimiento, comienza a hablar.

—Los mensajes subliminales son como señales secretas que se ocultan en imágenes, sonidos o palabras, ellas pueden influir en nuestra mente sin que nos demos cuenta de ello. —Helena dirige su mirada hacia sus notas—. Son métodos de manipulación de masas.

Parece que ella no está completamente de acuerdo con ello, pero al escuchar lo que hemos dicho, comprende que es algo necesario.

—En este momento, nuestra imagen es sólida pero frágil. Usaremos este método para transmitir una sensación de seguridad en Irlam. —Me levanto de la silla—. Debemos dominar todos los campos, tanto el de la guerra como el de la imagen y la información. Cualquier error, cualquier falla de cálculo, nos llevará a la perdición.

Cambiar la perspectiva de la gente será un trabajo arduo, pero esto es solo el inicio. Si con esto puedo sembrar la duda, entonces podré cambiar la percepción sobre los sabios también.

Ellos creen que están jugando con nosotros, pero les demostraré lo contrario.

—Manos a la obra, no tenemos tiempo que perder. Todos se levantan y hacen un saludo militar, incluso Helena.

—¡Como ordene!

Todos parten a cumplir sus tareas, y la única que queda es Crusch.

Me sigue siendo incómodo tratarla como alguien inferior, desde mi perspectiva, sigue siendo Crusch Karsten. El problema es que solo para mí funciona así. Incluso ella hace todo su esfuerzo, pero también debe ser incómodo.

—Esta estrategia se ve bien —dice Crusch mientras mira el mapa y luego cierra los ojos—. Es difícil, esta vida es bastante difícil.

Crusch suspira, abriendo los ojos y mirándome fijamente.

—Este mundo parece esconder muchos secretos, secretos que conoces y desconoces.

Parece que sabe que guardo algo. Lo curioso es que nunca di señales de ello. A lo largo del tiempo que he pasado con ella, me di cuenta de lo perspicaz que es para ver ciertas emociones, especialmente con su bendición divina. Hay cosas que no le puedo ocultar, pero Crusch, para evitar conflictos, no pregunta.

—Cuando llegue el momento, te lo contaré —digo mientras pongo mi mano en su hombro—. Ahora debemos concentrarnos en lo que está por venir.

No puedo decírselo a nadie; cualquier acción que tomen con esta información será reflejada en el libro de la sabiduría. Solo Otto puede servir para mi plan, por eso ni yo mismo he hecho un movimiento.

La incertidumbre sobre lo que hará Otto sigue presente; lo que haga con lo que le dije dependerá de él.

Es la única forma de escapar, apostar por él.

Tomo la mano de Beatrice y salgo del lugar, respirando el aire fresco. Es momento de seguir, y yo debo continuar con mi trabajo.

—Vamos, princesa, tenemos trabajo por hacer.

Beatrice sonríe, mirando hacia adelante.

—Ya era hora de hecho.

Ambos nos dirigimos al laboratorio, donde nuestro trabajo comienza.


Capítulo 5

Lo que se Entrevera en las Sombras

Mi padre me relató sobre un pequeño pueblo, uno que amenaza con consumir todo lo que mi familia Costuul ha construido. Irlam, un pueblo bajo el dominio del Marqués Roswaal L Mathers.

Solo escucharlo causó temor en mí.

No soy alguien muy valiente, aunque tenga que fingir que lo soy, siempre tengo temor de todos.

A pesar de mi cobardía innata, anhelo la comodidad que solo el riesgo puede ofrecer.

Incluso intentaron forjar una alianza con nosotros. Somos Costuul, una de las ciudades más importantes del reino. Todos desean estar en buenos términos con Costuul y hacer uso de nuestras fábricas.

Sin embargo, en los últimos meses, aquellos con quienes tenemos contratos han estado buscando excusas para romperlos.

"Los costes soy muy altos" Alegan las personas buscando escusas viles.

Las máquinas a vapor son un producto similar al que tenemos en Costuul.

Pero no pudimos anticipar el cambio. Las máquinas de producción, una vez un monopolio nuestro, ahora se venden en todas partes. Irlam ha acumulado materiales de todo Lugunica y controla su producción.

A diferencia de nosotros que teníamos que resguardarlas ellos estaban expandiendo su influencia.

Son los dueños de las maquinas, entrenan y ganan porcentajes en productos.

Eso hizo que Irlam pronto tuviese gran parte en acumulación de materiales de todo Lugunica.

Las maquinas a vapor se hicieron famosas, y Irlam tiene el control sobre su producción.

Compramos varias intentando desmantelarlas pero desarrollaron un metía capaz de hacer que sea imposible de hacerlo. Los mejores magos del continente intentaron hacerlo pero fue imposible.

Encontraron la forma de venderlas sin que pudiesen ser robadas.

Si tuviésemos ese metía habríamos hecho lo mismo, pero claro, no contamos siempre con la atención del mejor mago de Lugunica.

Desde la competencia con la candidatura nuestra atención se vio centrada en Frey Karsten, tomamos la decisión de apoyarle ya que no apoyaríamos a una medio demonio.

Los demihumanos están para servirnos, nosotros los humanos siempre seremos superiores.

Por eso en esta ciudad los acogemos para hacerles trabajar para nosotros.

Aunque esa es solo la idea que vende mi padre. Yo habría tomado una decisión diferente.

En medio de un ambiente tenso, mientras me cambian, empiezo a sentirme más y más ansioso. Mi corazón late con fuerza porque sé que nuestros actuales enemigos no son cualquier cosa.

Derrotaron al culto de la bruja, además fueron los que le dieron un gran golpe final a la gran ballena blanca.

—Apresúrate, es necesario reunirme con padre ahora —exclamo con urgencia, mirando a la demihumana que me está vistiendo. Mi mente se inunda con pensamientos sobre el plan que tiene padre para la guerra.

El plan es perfecto. Costuul nunca se ha visto en la necesidad de formar un ejército, pero en secreto tenemos una fuerza conformada por demihumanos.

Gracias a esto y a la protección del reino, no teníamos grandes enemigos. Cualquier organización o gremio que amenace la producción de Costuul es erradicado al instante.

Así es la vida, así funcionan las cosas. Los fuertes reinan y los débiles caen. Por eso, no puedo mostrar debilidad, aunque el miedo se apodere de mí.

Una vez cambiado, camino por los largos pasillos de mi castillo. Observo cómo el orden que reina es amenazado por unos enemigos repentinos.

Con el objetivo de disminuir sus probabilidades de ganar, mi padre, un marqués decidido, optó por no participar directamente en esta contienda, obligando al Marqués a no participar.

Seré yo, en contra del enigmático vizconde de Irlam. Se dice que posee una fuerza desconocida, y los rumores sobre él se multiplican. Luchó contra el caballero Julius Juukulius y fue capaz de plantarle cara

Su armamento sigue siendo un misterio. Los espías enviados a Irlam no logran comprenderlo ni obtener información valiosa. Terminan siendo descubiertos y posteriormente asesinados.

Además, sus almacenes están protegidos con los metías, lo que los hace inaccesibles. La situación es cada vez más desafiante.

Abro las puertas que dan a la oficina de mi padre, al entrar, puedo verlo sentado con una mirada molesta. Al verme, suspira, como si la situación no estuviese saliendo del todo bien

—Es un honor verle hoy, marqués Harald —me arrodillo, inclinándome hacia él.

Sí, mi padre, el marqués Harald Costuul, dueño de toda la ciudad de Costuul y el hombre más fuerte que he visto. Mi padre no es un hombre cualquiera; para él, nosotros no somos más que piezas de un juego.

El honor de la familia Costuul lo es todo. Los fuertes sobreviven, mientras que los débiles son enviados a trabajar y despreciados por el resto de la familia.

Eso lo sé muy bien.

Por eso pude levantarme sobre los demás, sin importar si mis hermanos son asesinados o si tengo que hacer que caigan.

Mi padre me hace señas con las manos para que tome asiento. Su mirada es severa, carente de cualquier asomo de aprecio, una mirada vacía, impulsada únicamente por la ambición.

—La guerra ha sido aprobada, como era de esperar, el Marqués y el vizconde han dado luz verde a la guerra.

Asiento con solemnidad, sin pronunciar palabra alguna.

Mi padre continúa, sus palabras resonando en la habitación cargada de expectación:

—La batalla se llevará a cabo en un mes a partir de hoy. Prepararemos nuestras tropas, pero esta no será una batalla ordinaria

Miro a mi padre con una sonrisa, comprendiendo que esta lucha será diferente, repleta de desafíos por resolver.

En ese momento, mi padre toma algo de su escritorio y me lo muestra con solemnidad.

—Pronto llegará un discípulo de uno de los diez grandes sabios. Estará en la lucha y su deber será protegerte en todo momento. —Mi padre me lanza el objeto.

Al atraparlo, observo un cristal azabache, emanando una extraña aura que causa un estremecimiento en mi cuerpo.

—Contamos con casi dos mil combatientes para esta batalla. —Mi padre señala al sirviente demihumano a su lado, quien parece imperturbable ante la magnitud de la situación—. No hay forma de que puedas ser derrotado.

Un suspiro de alivio escapa de mis labios.

Dos mil demihumanos no son cifras que deban tomarse a la ligera.

Según la información que manejamos, el ejército de Irlam consta de aproximadamente entre quinientas y setecientas personas, lo que significa que están en clara desventaja.

Mi padre continúa, su expresión seria, sus manos apretando con determinación:

—Nuestro objetivo es claro. Tomaremos su territorio, apresaremos a ese bastardo y extraeremos toda la información que necesitamos.

Mi padre solo sonríe de esta manera cuando está seguro de la victoria. Sin embargo, un pensamiento inquietante me atormenta, y finalmente, con temor en el corazón, reúno el valor para expresarlo:

—Padre... en el improbable caso de que logren derrotarnos... ¿estamos realmente dispuestos a otorgarles nuestra parte de la montaña y una extensión de la ciudad? Las luchas entre territorios deben ser equitativas, y nuestro objetivo es el pueblo completo, junto con los planos que fingimos haber perdido.

El silencio se cierne sobre la sala mientras espero la respuesta de mi padre, consciente de que esta guerra decidirá el destino de nuestra familia y nuestro legado.

Ellos, en contraparte, pusieron en juego su territorio por la otra parte de la montaña, la cual no hemos podido usar debido a la gran cantidad de mabestias que la habitan, además de la extensión más lejana de nuestra ciudad, que es apenas poco más del tamaño de su pueblo.

Mi padre me mira con cierta molestia, como si mi pregunta le sacara de quicio.

—Son tierras inútiles, no necesitamos inútiles en nuestro territorio. Es una excusa perfecta para deshacernos de esa montaña y hacerla su responsabilidad. —Apunta hacia la ventana, que ofrece una vista a la imponente montaña—. Las personas que viven cerca no son más que estorbos, los únicos que valen la pena son los que están en la ciudad trabajando.

No estoy de acuerdo con su afirmación.

Creo que cualquier persona puede ser de utilidad si se encuentra la manera adecuada de aprovechar sus habilidades. Darles territorio en el hipotético caso solo los hará más populares.

—Si pierdes, no tendrás que preocuparte por eso —declara mi padre con frialdad.

Mis ojos se abren de par en par ante su afirmación, mis manos tiemblan mientras mi corazón late con fuerza. No es difícil entender su insinuación.

Básicamente, si pierdo, estoy muerto.

Me levanto de mi asiento y camino hacia la salida, pero justo en ese momento alguien entra. Es un hombre de casi la misma edad que mi padre, con un aspecto demacrado, sus mejillas hundidas y ojeras tan profundas como sacos de monedas.

Viste una túnica que sugiere que no se ha bañado en mucho tiempo.

Intento ocultar mi expresión de desagrado mientras contengo el miedo en mi interior. Con una sonrisa forzada, me inclino ante el recién llegado.

—Es un placer verlo, señor Flynn —murmuro con respeto.

Sin embargo, Flynn pasa de largo, sin prestar atención a mi saludo. En cambio, se acerca a mi padre sin mostrar el menor signo de temor.

—Tengo lo que querías —anuncia Flynn, entregando un saco maloliente pero imbuido de una inquietante aura—. El señor Frey fue claro: si deseas hacer uso de esto, deberás pagar un precio. Este producto esta incompleto, así que no debes esperar mucho.

El ambiente en la sala se vuelve aún más tenso con la llegada de Flynn y la misteriosa entrega. El futuro es incierto, y las decisiones tomadas en los próximos momentos tendrán un impacto irreversible en nuestra familia y en el destino de todos nosotros.

Frey Karsten, una figura enigmática que se oculta entre las sombras, detentando el monopolio del poder.

Es alguien a quien debemos respetar.

Aunque su semi-alianza con la candidata nos impide combatir abiertamente, aún podría ser de ayuda.

—Esto será suficiente para la mitad de las provisiones, bien hecho. —Mi padre toma la bolsa y la guarda en un cajón—. Ya quiero ver a esos desgraciados sin oportunidad ni siquiera de reír.

Mi padre irradia confianza, pero yo no comparto su seguridad. Siento que hay algo más en juego, un temor latente, una sensación de que nuestros adversarios son impredecibles.

—¡Erick! —mi padre exclama mi nombre.

Ante su llamado, me levanto y lo miro. Él señala a Flynn y me dirige una mirada llena de enojo.

—Este hombre velará por tu seguridad. El centro de comando será el castillo auxiliar, que está más cerca de la salida de Costuul.

El castillo auxiliar se encuentra en lo alto de una montaña, lo que lo convierte en un lugar estratégico para resguardarnos. Si nuestros enemigos intentan subir, solo tienen un camino estrecho para hacerlo, lo que sería su perdición.

—Estaré bajo su protección, señor Flynn —declaro mientras me inclino, y él asiente un poco incomodo.

Entonces, Flynn añade con firmeza:

—Mientras estés bajo mi resguardo, nadie te hará daño.

Es uno de los magos ocultos de Lugunica, aunque su aspecto actual dista mucho del hombre que recordaba.

Supongo que no debería preocuparme por su apariencia, pero algo parece estar consumiéndolo desde adentro. Tengo preguntas, pero es evidente que este no es el momento adecuado para hacerlas.

La estrategia aún no está completamente trazada, pero no parece ser una tarea insuperable.

—Revelaré los detalles de la estrategia una semana antes de la batalla para evitar filtraciones. Lo prepararé todo. —Mi padre me mira, sin dar indicios de confiar plenamente en mí—. Espero que puedas seguir el plan. Invertiremos mucho en armamento, pero si no puedes cumplir, ya sabes cuál será la consecuencia.

Si no puedo hacerlo, lo mejor es que no regrese.

Eso, solo si tengo la oportunidad de escapar. Debo continuar haciendo lo que él desea, si quiero arrebatarle todo, debo seguir siendo parte de su retorcido juego.

Lo odio, oh, lo odio con una intensidad insondable.

Si tan solo pudiera eliminarlo de este mundo, lo haría en este mismo instante. Pero mi padre es fuerte, extremadamente fuerte. A menudo oculta su verdadera fuerza, pero yo he sido testigo de ella.

Si quisiera, podría competir con los mejores caballeros, incluso superar al mismísimo jefe de los caballeros.

—Vete, tengo asuntos que tratar con el señor Flynn —me ordena, interrumpiendo mis pensamientos.

Asiento en silencio, me despido y me retiro de la habitación. Una sirvienta me espera afuera y me entrega una carta.

Cuando la leo, una sonrisa irradia mi rostro.

"Hoy pude disfrutar de la luz del sol durante cinco minutos. Gracias."

El mundo pertenece a los fuertes, y por eso, los débiles no tienen más opción que ser consumidos.

—Gracias por traerla. Ahora puedes retirarte y descansar —digo a la sirvienta antes de alejarme.

Contemplo el ocaso mientras debato internamente si debo traicionar a mi propio padre.

La ambición me consume; sé que aliándome con el vizconde encontraré la oportunidad de adueñarme de Costuul.

Mi familia tiene renombre, y su muerte, aunque la afectaría, no la tumbaría.

Solo así podré rescatarla y forjar la vida que anhelo.

Aprieto mis manos, atrapado en un dilema, sin saber qué camino elegir.


Mientras tomo un sorbo de un delicioso té, observo a la persona en frente de mí, completamente desquiciada. Sus ojos oscuros, mientras un líquido siniestro brota de sus labios, resultan fascinantes.

Él lucha desesperadamente por salir de la jaula, pero cada esfuerzo resulta inútil.

Golpea y maltrata su propio cuerpo, rompiendo primero sus manos y luego utilizando sus brazos y piernas. Cuando ya no le queda nada, la muerte se va apoderando de él rápidamente.

—Señor Bordeaux Zellgef, ha llegado una carta. —Mi sirviente me entrega el mensaje y se retira rápidamente.

El demihumano continúa mordiendo con ferocidad, sus dientes se quiebran, y la sangre fluye, mostrando su debilidad.

Tomo nota meticulosamente en mi libreta los efectos, constatando que el experimento ha sido un rotundo fracaso. No hay mejora; la concentración de esta energía resulta demasiado poderosa para cualquier ser ordinario.

Una vez que el ser deja de moverse, abro la jaula, observando cómo su piel se desprende lentamente. Un semi humano reducido a nada más que una masa inerte y suave.

Es intrigante, los efectos de esta sustancia son sumamente extraños, pero resulta útil en dosis pequeñas.

Esta droga se convierte en una herramienta valiosa para mis planes, además de asegurar que aquellos que la consuman perezcan sin piedad.

La medio demonio que aún cree que puede prevalecer, me resulta repulsiva.

—Asqueroso. —Escupo en dirección al demihumano, aplaudiendo para que mis sirvientes lo retiren de la escena.

Miklotov ha aplazado la guerra un mes, lo cual me conviene.

Ahora, con la mitad del tiempo restante, si puedo perfeccionar esta droga al máximo, mi plan de exterminio se llevará a cabo sin contratiempos.

Aunque algunos en el consejo, de los diez que somos, se oponen, estoy decidido a dominar a la raza semi humana y arrebatarles sus derechos.

En medio de la oscuridad, planeo mi siguiente movimiento. Observo con atención la carta que sostengo en mis manos, buscando señales de que todo va según lo planeado en Costuul.

La guerra se avecina, y cualquiera de sus posibles resultados me resulta conveniente. Si Irlam cae derrotada, deberemos tomar medidas para apoderarnos de sus recursos.

Sin embargo, hay un nombre me atormenta: Marco Luz.

De alguna manera, este individuo ha logrado acumular innumerables logros y ganarse el respeto y admiración de las masas.

Es el creador de la máquina de escribir y la máquina de vapor, un genio cuyo ingenio parece no tener fin.

Es por eso por lo que necesito someterlo.

Cuando mi droga esté completa, me ocuparé de él sin inconvenientes.

En medio de mis pensamientos, mi leal sirviente, Flynn, se arrodilla frente a mí.

—Maestro —susurra con reverencia—. Los preparativos están completos, y la versión que he creado es compatible.

Acaricio mi barba con cuidado, reflexionando sobre la posibilidad de que su afirmación sea cierta.

Ya verán, una vez que haya terminado con Miklotov, tendré el control absoluto de todo. Marcus debe perecer, Reinhard debe ser excluido. Debo transformarlo todo si deseo alcanzar mi objetivo.

Para ello, la primera persona que debe caer bajo mi mando es Marco Luz. Si lo conquisto, el mundo estará a mis pies.

Mientras elaboro mis planes siniestros, no puedo evitar pensar en una pequeña niña. Espero que también esté preparada, ya que será mi candidata clave en esta trama retorcida.


—Señorita Anastasia, debe ver esto. —Julius me entrega una carta—. Viene de la capital.

Mis ojos se abren con cierta sorpresa mientras tomo la carta con mi mano derecha, sosteniendo en mi izquierda un invento de sus tierras.

Un invento que llamaron periódico.

Este ingenio ha prosperado gracias a mi papel, y ha generado considerables ganancias.

Más tarde, abrieron una sede en Kararagi.

Mantenemos una relación formal, pero siempre me siento en guardia con él. Es como si pudiera leerme, un hombre verdaderamente peculiar. Aunque debo admitir que no me desagrada.

Abro la carta y devoro su contenido con avidez. Una sonrisa aflora en mis labios.

—Parece que esta vez tendremos un buen espectáculo —digo mientras observo el periódico, donde en primera plana destaca un anuncio sobre actividades inusuales en Costuul.

Ahora comprendo su estrategia.

Julius me mira con sorpresa

—Señorita Anastasia, ¿cree usted que Marco haya robado algo de Costuul?

Niego con la cabeza de inmediato. Si Irlam fuera el culpable, habrían actuado de manera diferente. Esto es una pantalla, algo planeado por alguien más.

—Lo que desean no es simplemente Irlam; hay algo más. Creo que Marco podría estar en peligro —agrego con una sonrisa mientras observo el amanecer que se acerca—. En cualquier caso, no tenemos otra opción que esperar y ver qué sucede.

Luego, mis ojos se posan en la otra página del periódico, donde se anuncia el lanzamiento oficial de la segunda versión de la máquina a vapor en dos semanas.

Una versión más eficiente y avanzada que la anterior, pero también más costosa.

—Una guerra con Costuul. —Julius parece preocupado por Marco, desde su presentación durante la selección lo ha tenido en alta estima—. Espero que no salga mal.

En una guerra, no hay ganadores; económicamente, solo hay perdedores. Pero Marco debe tener sus razones, y yo también tengo las mías.

Miro el libro en mi mesa.

—Si Marco puede ganar esa guerra, creo que tendremos mucho más trabajo por hacer. Si quiero conquistar el mundo, primero debo protegerlo.

"Diario de Hoshin, segunda edición," susurro para mí misma mientras entrecierro los ojos y siento que mi corazón late con intensidad.

Si lo que dice aquí es cierto, entonces la carrera por el trono no es más que un objetivo entre muchos. Obtener Lugunica como reina no lo hará mío.

Primero, debo aprender cómo protegerlo.

Te envío mis mejores deseos, Marco Luz.


Capítulo 6

El Peso de las Palabras.

La planificación se desarrolló según lo previsto. Oscar centró sus actividades en la construcción de una base militar en ambas montañas. Nos enfrentamos a innumerables mabestias, pero logramos abrir un camino protegido por cristales defensores.

Las especies se desplazaron hacia el otro lado de la montaña, acumulándose allí. Por el momento, nos beneficia, ya que les resultará imposible ascender por la montaña.

Sin duda, tomarán ambas rutas.

La base militar cerca al bosque de Elior también está completa.

Varios soldados han completado su entrenamiento, sumando aproximadamente seiscientos efectivos. No es una gran cantidad, pero cada uno de ellos está fuertemente armado, lo que nos proporciona una ventaja.

Si logramos mantenerlos alejados, será un gran refuerzo.

Sin embargo, se presenta un problema si se enfrenta a un caballero como Julius o un caballero mágico.

Si alguien es capaz de resistir las balas, no estoy seguro de que podamos ganar.

Claro, estas balas son muy diferentes a las de hace siete meses. Ahora están diseñadas para perforar el acero convencional, aunque no son capaces de atravesar el acero reforzado con magia, la especialidad de Costuul.

Mi único problema es que necesito un material capaz de atravesar la capa mágica, pero los cristales anti-maná no son eficientes a corto plazo, por lo que no son la solución.

—Marco, ¿crees que tienen algún as bajo la manga? —Otto me mira con preocupación mientras yo observo los papeles en mi escritorio.

Tenemos información de inteligencia obtenida por el ministerio de prensa. Helena ha conseguido una buena red de información, aunque no es perfecta, nos ha proporcionado algunas pistas sobre lo que está ocurriendo en Costuul.

La tensión en el aire es palpable mientras consideramos las posibilidades y nos preparamos para lo que está por venir.

Parece que reunieron a aproximadamente dos mil demihumanos para la guerra. Si lo que pienso es cierto, es imposible para Costuul proporcionar armaduras mágicas a todos; además, sería un derroche de dinero.

—Ellos tienen cañones mágicos, pero nosotros también tenemos los nuestros; los proyectiles mágicos son letales.

Intenté producir con Beatrice varios proyectiles; aplicar un hechizo a un objeto es complicado, pero con la información de los libros de Echidna sobre los metia, obtuvimos varias pistas.

Puck era el único que podía hacerlo parecer tan fácil, pero al final también lo logramos.

Roswaal también colaboró, ya que él es experto en este tipo de aspectos.

Los costes son elevados, pero dedicamos gran parte a la investigación. Para producir un solo proyectil, son necesarios diez kilos de cristales lamicta del material que se va a tener el efecto.

Los costes no solo son asombrosos, sino que también es necesario reunir los materiales. Por suerte, debido a la máquina a vapor, tenemos acumulados varios cristales de diferentes tipos.

—Diez proyectiles mágicos, lo que esperamos sea capaz de diezmar en caso de que haya algún peligro latente. —Miro hacia el techo, pensando en qué planes tienen.

Las espadas normales no les ganan a las balas, pero las espadas mágicas sí.

Por eso mejoré las armas, pero todavía no es suficiente. Si tuviese más tiempo, estoy seguro de que podría mejorarlas. Casi tengo un año desde que vine, en unos meses el invierno llegará.

Que en un año pasen tantas cosas…

—Si tienen algo planeado, tiene que ver con los sabios. Miklotov no me ha informado de nada relevante, parece que ya están sospechando de él.

Claramente no le van a contar nada relevante, el aplazar la guerra un mes no solo es conveniente para mí, sino para ellos. La guerra está a solo una semana; ahora, es necesario que todo salga bien.

Lo que sea que tengan planeado no parece iluminar mi camino en absoluto. La novela no me proporciona información, por lo que en esta ocasión, tendré que esperar a ver qué sucede.

—Tenemos que mantenernos fuertes; nuestros capitanes están bien entrenados.

Quizás no sean buenos en peleas cuerpo a cuerpo, pero en la toma de decisiones, puntería y otros aspectos, son soldados perfectos.

Una vez que esta guerra termine, planeo tomarme unas vacaciones. Quiero salir con Beatrice y pasear por Lugunica. Supongo que podríamos hacer campaña mientras lo hacemos.

Con los ministros ocupados, mi carga de trabajo administrativo ha disminuido bastante.

—¿Crees que Rem regresará? —pregunta Otto, con un dejo de desánimo en su voz. Lo último que sabemos de Rem fue a través de una carta que le llegó a Ram, diciendo que está bien.

—La noticia de la guerra apenas comienza a difundirse. Estoy seguro de que no podrá regresar debido a los bloqueos que estamos implementando desde ahora.

Con el fin de evitar espías, hemos cerrado las rutas comerciales y permitimos solo la entrada y salida de personas escoltadas por soldados. El problema es que Costuul ha copiado nuestra estrategia y también ha bloqueado sus rutas.

—Es probable que ella vaya a la capital o a algún pueblo cercano a esperar noticias.

Gracias al auge de la prensa en Lugunica, hemos logrado establecer varias formas de compartir información y mantener a las personas conectadas.

Aunque aún no hemos desarrollado métodos de transmisión de información a larga distancia, los periódicos son solicitados entre nuestros aliados y se hicieron popular en varias ciudades.

Proporcionamos información sobre Lugunica e Irlam.

La gente parece aceptar y disfrutar de la edición quincenal del periódico, que es lo que más o menos nos cuesta reunir información de diferentes partes de Lugunica.

No es costoso producirlo, y gracias a la máquina de impresión automática, podemos generar una cantidad considerable de periódicos.

La máquina de vapor siempre será importante, pero la tercera versión ya está casi terminada.

Más compacta y eficiente, incorporando varias piezas de acero y mejoras mágicas que aumentan su potencia. Es más barata que la versión dos, pero a la vez es mejor.

Claro, no la voy a vender todavía. Esperaré un año, cuando ya tenga una cuarta versión o algo mejor a utilizar.

Camino por Irlam, viendo que todos parecen estar ocupados, un pueblo vivo y lleno de todo tipo de personas. Los puestos, los edificios en construcción. Cada vez más gente va a venir a Irlam, estoy seguro en algún punto pasaremos de ser un pueblo a una ciudad.

Una ciudad pequeña, pero pronto seremos más grandes.

Irlam está creciendo exponencialmente, por eso necesito poder político. La reunión con Hermod se atrasó por la guerra, pero todo va viento en popa. La idea es también formar relaciones con los otros continentes, relaciones positivas que tengan beneficios para Irlam.

Me encuentro en un restaurante, mientras veo a las personas que me están esperando. Crusch y Emilia me hacen señas con la mano, mientras que Beatrice me mira con una sonrisa.

Una vez me siento, estas empiezan a hablar.

—¿Viste las noticias de la capital? —pregunta Crusch—. Parece que tras la expansión del periódico varias personas están desconfiando en las decisiones de Costuul, varias personas afectadas han protestado por lo sucedido, alegando que les hicieron lo mismo que a nosotros.

Está claro que la situación de Costuul no es buena tampoco, por eso la guerra es un determinante crucial.

—Pronto las prácticas de Costuul serán reveladas, si bien no son prácticas moralmente buenas, la verdad es que no hicieron nada completamente ilegal —indico, explicando a Emilia—. Pero será un gran golpe a sus relaciones pequeñas.

Compradores menores, nobles honestos. Si ganamos la guerra, expondremos más de sus prácticas, y la gente querrá hacer más contratos con Irlam.

"Personas morirán por la ambición de los que están en el poder." Esa frase que mi mente me trae me borra la sonrisa del rostro.

Es cierto, no debo estar alegre por la guerra. Lo que está sucediendo traerá consecuencias malas para ambos. La vida de los soldados y de todo el pueblo están en juego. No tiene caso, así siempre ha sido el mundo.

Hay cosas que no puedo cambiar por mucho que quiera. Para lograrlo, necesito más poder.

—Sigo estando en contra de la guerra… —Emilia mira con tristeza hacia la gente que está en el restaurante—. Creo que todos deberían mediar las situaciones con palabras, así menos gente se vería afectada.

Lo que Emilia quizás no entienda es que las palabras son peores que la guerra.

Sí, las palabras pueden evitar que mucha gente muera directamente, pero cuando se trata de destrucción, una sola palabra puede causar un caos peor que cualquier guerra.

Las decisiones se toman con palabras. Las palabras son el arma más destructiva de todas.

—Algún día, cuando seas gobernante, podremos cambiar todo esto

Mis palabras vienen con un peso hacia ella, y un peso hacia Crusch. Emilia sonríe, determinada a seguir.

—¡Sí!

Beatrice se sienta en mis piernas, mirándome para que la acaricie.

Durante este mes, no hemos hecho más que trabajar en el desarrollo de la producción de proyectiles, la mejora de los cañones y la creación de la tercera versión de la máquina a vapor.

No he tenido mucho tiempo para hablar, ni se diga para pasear o divertirnos.

—Cuando esto acabe, nos iremos de viaje. —Abrazo a Beatrice, apreciando el momento.

Tengo que ganar esta guerra, por eso, debo hacer todo lo posible para ello.

El destino de Irlam pende de un hilo mientras nos preparamos para enfrentar el conflicto que se avecina.


Mis valientes soldados se encuentran ante mí, ansiosos por escuchar mis palabras. La guerra está al borde de estallar, y siento cómo mi corazón late con fuerza en mi pecho.

A pesar del temor que se esconde en mi interior, en mi rostro solo se refleja una determinación inquebrantable.

—¡Soldados! —exclamo con voz firme, dirigiendo mi mirada hacia cada uno de ellos— ¡La guerra está a punto de comenzar!

En sus rostros, puedo percibir el miedo y la incertidumbre que atormenta sus pensamientos. Todos parecen estar reflexionando sobre lo que está por acontecer.

—Quiero que mantengan en sus corazones el motivo de nuestra lucha —continúo, apretando los puños para mostrar mi determinación—. Luchamos para proteger. Esos desalmados de Costuul quieren destruir todo lo que hemos construido.

Quieren diezmar a nuestro pueblo y arrasar con todo.

Mis soldados me miran con ojos llenos de fuerza, forjando una determinación inquebrantable en sus semblantes.

—Ustedes son la última línea de defensa de los inocentes. Son la fuerza que guía a Irlam —expreso, extendiendo mis manos con solemnidad—. Son el ejército de Irlam, y es por eso por lo que debemos proteger lo que amamos.

—¡COMO ORDENE MI GENERAL! —exclaman al unísono, sellando su compromiso con un grito unívoco.

Alsten toma la palabra y da las órdenes con decisión.

—¡Todos a sus posiciones! —grita, marcando el inicio de una organización frenética. Los carruajes los llevarán a cada uno a su lugar designado.

Los cañones están listos, y la guerra está a menos de un día de distancia. Mañana, cuando el sol asome, comenzará el conflicto.

Este es el plan acordado, y ahora debemos asegurarnos de que todos los soldados estén preparados. Según mi información, Erick se encuentra en el castillo más cercano a la salida de la ciudad.

El ataque debe ser rápido, un golpe que nadie espera.

Los medios de comunicación están estratégicamente distribuidos. Emilia permanecerá en la base central, donde atenderá a los heridos. Todos los ciudadanos están bajo toque de queda; durante la guerra, deben permanecer resguardados en sus hogares.

Cualquier intruso será tratado con severidad.

Las fábricas han cerrado sus puertas y están bajo protección. En este momento, todo me recuerda al día en que luchamos contra el culto. Aunque parezca lejano, el recuerdo más significativo de ese día sigue fresco en mi mente. Su abrazo…

Entonces, Crusch me dirige una pregunta seria, interrumpiendo mis pensamientos:

—¿Estás listo?

Ella parece más preparada que todos, supongo que ya ha atravesado por situaciones como estas.

—Nunca estaré preparado para algo así, pero no me queda más opción que enfrentarlo —susurro, dejando que mis pensamientos se deslicen como sombras en la penumbra.

No soy un hombre de sangre fría; aborrezco la idea de matar y el sufrimiento humano me disgusta. Sin embargo, sé que debo cumplir con lo que se me encomienda, aunque mi mente sufra en el proceso.

No es mi primera batalla después de todo.

Mis ojos se posan en los escudos que adornan mis mangas, confeccionados en acero, diseñados para protegerme de los letales golpes de espada.

Aunque su uso conlleva el riesgo de fracturar un brazo, son nuestra mejor defensa en este combate despiadado.

Tendré que enfrentarme a enemigos desconocidos, cuyas habilidades y estrategias son un enigma para mí. No pude obtener información sobre la persona que resguarda a Erick. En este momento, estamos en la oscuridad, sin saber contra qué nos enfrentaremos.

—Será una batalla difícil —murmuro, girando mi mirada hacia Crusch, quien coloca su mano sobre mi hombro con una expresión igualmente sombría.

—Debemos prevalecer, por nuestros objetivos —afirma Crusch, alzando el puño en un gesto decidido.

Nuestros puños chocan, sellando nuestro compromiso mientras nos separamos para cumplir con nuestras responsabilidades.

Luan está lista para asumir su rol de estratega en el campo de batalla principal.

Todo lo que sé, se lo he enseñado.

Alsten liderará el frente de batalla junto a Luan, actuando de acuerdo con las indicaciones de Luan.

Me sorprende su fuerza; es, sin lugar a duda, la persona más poderosa en el ejército, a excepción de Crusch y yo, por supuesto.

Su agilidad y destreza son innegables.

Mientras sostengo la mano de Beatrice, observo cómo los carruajes comienzan a moverse, transportando a nuestros valientes soldados hacia sus posiciones designadas.

No temo por mi vida; después de todo, poseo este poder.

Aunque mi corazón alberga sus propias dudas, sé que tengo la capacidad de regresar.

El regreso de la muerte, incluso si mi magia se ve afectada, me permitirá luchar una vez más, sin lugar a duda.

—Marco… —Beatrice me mira, como si quisiera compartir algo conmigo. Con lentitud, introduce su mano en su bolsillo y me observa fijamente. Después de unos segundos de silencio, suspira y añade—: No es nada, supongo.

Beatrice tiene una tarea vital: proteger el globo de cualquier proyectil que se acerque. Confío en que pueda defenderse sin problema, y podrá utilizar mi maná si es necesario.

Ahora, mi misión está clara. Debo intentar secuestrar a Erick Costuul o, en el peor de los casos, acabar con él.


Capítulo 7

La Gran Llama de la Esperanza

La jornada ha sido extenuante, y ahora me encuentro en la base principal, ubicada en Irlam. Aunque mi oficina espera mi presencia, he optado por estar frente al imponente globo.

Crusch y yo compartimos el deseo de lanzarnos a la batalla antes de perseguir a Erick, pero sabemos que no podemos permitirnos derrochar maná innecesariamente.

En previsión de un alto número de heridos, hemos establecido campamentos en las afueras. Los escasos sanadores y practicantes están listos, vestidos con batas, guantes y mascarillas.

Nuestra meta es preservar la salud en estas condiciones lo mejor que podamos.

Hemos emprendido una empresa peculiar al desarrollar el alcohol con magia.

Los hechizos pueden ser imbuidos en objetos físicos, un concepto que forma la base del "metía". Sin embargo, la producción de materiales en cantidades específicas ha demostrado ser un desafío formidable.

Desde el descubrimiento en uno de los libros de Roswaal sobre la continuación de la creación de metías, hemos estado produciendo alcohol de manera constante.

Hemos realizado experimentos con animales y personas, y parece ser adecuado para su uso. No obstante, el alcohol puro es algo que hemos mantenido en secreto, lejos del mundo.

La oscuridad envuelve mi entorno mientras continúan las incansables horas de trabajo. Estoy en la base principal, una fortaleza construida en Irlam, un lugar donde la tensión se puede cortar con un cuchillo.

Mi oficina espera mi presencia, pero ahora me encuentro frente al imponente globo, una silueta imponente en la negrura de la noche.

Crusch y yo compartimos la ansiedad de la batalla, una lucha que queríamos emprender antes de buscar a Erick. Sin embargo, comprendemos que el maná es un recurso valioso que no podemos desperdiciar a la ligera.

En las afueras, se han establecido campamentos en previsión de un alto número de heridos. Los sanadores y practicantes se preparan con batas, guantes y mascarillas, conscientes de la importancia de mantener la higiene en estas circunstancias críticas.

Nuestro proyecto de producción de alcohol mágico es una empresa única.

Los hechizos pueden infundirse en objetos físicos, una técnica fundamental conocida como "metía". Sin embargo, la producción precisa de materiales en cantidades específicas ha resultado ser un desafío formidable.

Desde que encontramos en uno de los libros de Roswaal la continuación de la creación de metías, hemos estado produciendo alcohol mágico de manera constante.

Nuestros experimentos con animales y personas han demostrado que es adecuado para su uso, aunque hemos mantenido en secreto el alcohol puro, alejándolo del mundo exterior.

Con la esperanza de aumentar la eficiencia de producción, instalé destilerías, y los resultados de las pruebas confirmaron que el alcohol elaborado con magia es indiscutiblemente más potente.

Sin embargo, llevar a cabo la producción a nivel industrial requerirá la implementación de circuitos mágicos, o más precisamente, el incipiente concepto que estoy desarrollando de ellos

El aire está cargado de tensión mientras continuamos con nuestros preparativos para el enfrentamiento inminente. La incertidumbre es una compañera constante en este momento crucial.

Todos ocupan sus posiciones, y yo me encuentro junto a Crusch en el campamento principal, donde Emilia se prepara para curar a los heridos. El globo está listo y las bombas están cargadas en el casco.

La tensión en mi corazón es arrollada por la sed de victoria; en este momento, la vida de todas las personas depende de nuestra destreza.

No siento miedo, solo la determinación de luchar.

—Emilia debe estar nerviosa también —comento mientras observo a Beatrice, cuya expresión refleja la inquietud.

Disfrutar de este momento es una quimera; por muy ambicioso que sea, no quiero ver a mis soldados perecer. Aunque el plan está diseñado para minimizar las bajas, la realidad es implacable.

Todos deben atravesar este infierno si desean ver la luz del día sobre Irlam.

A veces me pregunto si la vida sería más sencilla si fuera el protagonista de la historia, viviendo sin preocupaciones hasta que los problemas llegan.

Pero entiendo que mi responsabilidad no tiene comparación.

Soy fuerte, respaldado por un equipo extraordinario que ha depositado su confianza en mí. Esa confianza pesa sobre mis hombros, pero es también el combustible que necesito para seguir adelante.

Si deseo ser más fuerte, si quiero proteger a quienes amo y hacer de Irlam un lugar grandioso, debo afrontar este desafío.

—Ella ya no es la misma niña que conocí cuando la vi por primera vez; supongo que has tenido una gran influencia en su desarrollo de hecho —Beatrice sonríe, y juntos observamos cómo el cielo comienza a iluminarse.

Sí, todos cambiamos con el tiempo, influenciados por aquellos que nos rodean.

Es una parte natural de la vida, las personas adoptan actitudes y comportamientos de otros, a veces sin siquiera darse cuenta.

Yo mismo he experimentado cambios, al igual que Emilia.

Nuestra influencia se extiende a las vidas de quienes nos rodean, y es nuestra responsabilidad ser fuertes y utilizar esa influencia de la mejor manera posible.

Como gobernante de Irlam, debo estar a la altura de las expectativas si quiero ver sonrisas en todos los rostros.

El sol comienza a asomarse en el horizonte, derramando su luz sobre nosotros, mientras nos preparamos para la guerra que está a punto de desatarse.

Abro el dispositivo de comunicación mágica, para establecer contacto con la base donde se llevará a cabo la batalla.

Las bases militares no son particularmente grandes, pero están construidas con concreto reforzado con magia para resistir proyectiles y ataques mágicos. Se han destinado numerosos recursos para esta guerra, y todo está listo para el enfrentamiento.

Luan, con su cabello ligeramente iluminado en un hermoso tono carmesí, me saluda con un gesto militar.

—General Marco —dice en un tono serio y determinado—. Aún no se avistan los soldados de Costuul, pero la guerra está a punto de comenzar, como quedó claro.

Estoy a punto de responder cuando un grito irrumpe en la escena.

—¡Avistamiento! —exclama un soldado, y todos los presentes giran sus miradas hacia otra dirección, con los corazones latiendo con fuerza en anticipación al inminente conflicto.


El general me observa con una expresión cargada de preocupación, pero no es momento de perderse en pensamientos inútiles.

Debo encontrar la fuerza en mi interior, seguir adelante. Cada elección que tome ahora determinará el destino de las vidas que dependen de mis decisiones.

Siento que mis manos tiemblan, y trato de alzar la voz, pero las palabras no salen. Aunque pasé todas las pruebas y me convertí en alguien capaz de liderar, en este momento me siento como una fracasada.

¿Pero quién decide quién es un fracaso o no?

En un arranque de frustración, aprieto mi puño y me golpeo en la cara.

Pequeñas ascuas de fuego surgen de mi cabello, mientras los disparos enemigos se hacen cada vez más frecuentes. Es hora de poner en práctica lo que el general me enseñó.

Imbuyo maná en mi garganta, y mi voz resuena con autoridad:

—¡Soldados! ¡Preparen los morteros!

Se trata de un tipo de cañón pequeño, diseñado específicamente para esta ocasión por el general. A simple vista, su apariencia es sencilla, y en un primer momento dudé de su eficacia.

Sin embargo, al verlo en acción, su potencial se hace evidente.

Nuestra estrategia es desordenar las filas iniciales del ejército enemigo.

Tomo unos binoculares y los dirijo hacia el frente, solo para encontrarme con la visión de un ejército de demihumanos avanzando a toda velocidad.

La primera línea está compuesta por demihumanos de gran tamaño, quienes sostienen escudos y avanzan con determinación.

Es un intento de contrarrestar los disparos enemigos, pero estamos preparados para desafiar ese obstáculo

Se encuentran a escasos quinientos metros de nosotros. Una sonrisa se dibuja en mi rostro al contemplar cómo la artillería se prepara para la acción.

A mi alrededor, veo rostros preocupados, expresiones serias que reflejan la tensión del momento. Es evidente que todo el riguroso entrenamiento que hemos atravesado está siendo puesto a prueba aquí.

Mientras nos preparamos para el enfrentamiento, las flechas enemigas empiezan a llover sobre nuestra posición.

No obstante, hemos fortificado los techos con magia de tierra, creando un único punto vulnerable donde apuntarán los morteros. Con nuestros rifles, no necesitamos avanzar, nuestra misión es clara: eliminar a todos los enemigos.

Observo a las personas especializadas, hábiles en el arte de realizar cálculos precisos. Con meticulosidad, toman notas en hojas y miden las distancias, preparándose para ajustar los morteros de manera milimétrica.

Mientras tanto, los soldados en el frente continúan disparando sin avanzar, conscientes de que en nuestra situación, retroceder es incluso más estratégico que avanzar.

Nuestra fortaleza radica en la distancia, no en el cuerpo a cuerpo. Cuando el sub-capitán de artillería está listo, señalo hacia el frente con determinación y exclamo:

—¡Disparen!

El sonido peculiar de los proyectiles al ser lanzados rompe el silencio, como si estuvieran en perfecta armonía con el caos circundante.

Nuestros soldados continúan disparando, tratando de pasar desapercibidos mientras la artillería se prepara para su siguiente salva.

En esta base, contamos con aproximadamente trescientos soldados dispuestos en fila, disparando sin piedad. A través de mis binoculares, observo cómo un demihumano que avanza con un escudo es cubierto por una nube de polvo.

¡BOOOM!

Una serie de explosiones sacude el ambiente, pero nuestros soldados no se detienen.

La visibilidad es mínima debido al polvo que se levanta con cada paso de los demihumanos, y los gritos de dolor comienzan a mezclarse con el estruendo de las balas y las explosiones.

Los demihumanos demuestran ser más resistentes que cualquier humano, lo que nos lleva a mantener una estrategia simple pero efectiva. Sabemos que, al igual que los animales, los demihumanos son sensibles a los ruidos fuertes.

Es algo intrínseco a su naturaleza, incluso si intentan ocultarlo mediante entrenamiento. Es una debilidad que no podrán escapar.

Se encuentran a escasos quinientos metros de nosotros. Una sonrisa se dibuja en mi rostro al contemplar cómo la artillería se prepara para la acción.

A mi alrededor, veo rostros preocupados, expresiones serias que reflejan la tensión del momento. Es evidente que todo el riguroso entrenamiento que hemos atravesado está siendo puesto a prueba aquí.

Mientras nos preparamos para el enfrentamiento, las flechas enemigas empiezan a llover sobre nuestra posición. No obstante, hemos fortificado los techos con magia de tierra, creando un único punto vulnerable donde apuntarán los morteros.

Con nuestros rifles, no necesitamos avanzar, nuestra misión es clara: eliminar a todos los enemigos.

Observo a las personas especializadas, hábiles en el arte de realizar cálculos precisos. Con meticulosidad, toman notas en hojas y miden las distancias, preparándose para ajustar los morteros de manera milimétrica.

Mientras tanto, los soldados en el frente continúan disparando sin avanzar, conscientes de que en nuestra situación, retroceder es incluso más estratégico que avanzar.

Nuestra fortaleza radica en la distancia, no en el cuerpo a cuerpo. Cuando el sub-capitán de artillería está listo, señalo hacia el frente con determinación y exclamo:

—¡Disparen!

El sonido peculiar de los proyectiles al ser lanzados rompe el silencio, como si estuvieran en perfecta armonía con el caos circundante.

Nuestros soldados continúan disparando, tratando de pasar desapercibidos mientras la artillería se prepara para su siguiente salva.

En esta base, contamos con aproximadamente trescientos soldados dispuestos en fila, disparando sin piedad. A través de mis binoculares, observo cómo un demihumano que avanza con un escudo es cubierto por una nube de polvo.

¡BOOOM!

Una serie de explosiones sacude el ambiente, pero nuestros soldados no se detienen.

La visibilidad es mínima debido al polvo que se levanta con cada paso de los demihumanos, y los gritos de dolor comienzan a mezclarse con el estruendo de las balas y las explosiones.

Los demihumanos demuestran ser más resistentes que cualquier humano, lo que nos lleva a mantener una estrategia simple pero efectiva. Sabemos que, al igual que los animales, los demihumanos son sensibles a los ruidos fuertes.

Es algo intrínseco a su naturaleza, incluso si intentan ocultarlo mediante entrenamiento. Es una debilidad que no podrán escapar.

Rápidamente, otro demihumano se apresura a ocupar el lugar de los caídos, un reemplazo en medio de la furia del combate.

—¡Morteros! —exclamo, pero parece que apuntar se ha vuelto una tarea ardua, una carrera contra el tiempo y el caos.

—¡Se están moviendo mucho! —su grito viene cargado de desesperación, reflejando la tensión palpable en el aire.

Nuestra resistencia se mantiene firme, y aún no han utilizado su as en la manga, su carga ganadora. Observo con determinación el campo de batalla y doy la orden:

—¡Saquen los cañones!

Es un momento crucial en la pantalla de este drama, un giro necesario para cambiar el rumbo de esta batalla. El avance de los demihumanos se detiene abruptamente.

Con sus cuerpos, crean formidables barreras humanas, escudos de acero que intentan frenar nuestra arremetida.

Las flechas enemigas siguen lloviendo sobre nosotros mientras nosotros, enclaustrados, continuamos disparando a través de pequeños agujeros en la defensa enemiga.

¡BOOM!

Los cañones normales desatan su poder destructivo, generando olas de polvo que hacen añicos los escudos de acero que protegen a los demihumanos. Más de veinte cañones disparan en una secuencia continua a través de los agujeros, sin escatimar recursos.

Mi objetivo es claro: forzarlos a utilizar sus habilidades especiales, tomarlos por sorpresa.

A pesar de sus esfuerzos, los demihumanos comienzan a erigir muros de tierra en un intento desesperado de protegerse, pero estos no son suficientes para detener los proyectiles de los cañones, que atraviesan la tierra con poder devastador.

Muerdo mis uñas, debatiendo internamente si debo tomar el riesgo y avanzar en este momento crítico.

Es una oportunidad para hacer retroceder al enemigo, pero también es un momento de incertidumbre y peligro.

"Nunca te confíes de tu sentido de poder," resuenan las palabras de Marco en mi mente.

Aprieto mis puños con determinación y llamo a Sofía, consciente de que nuestras decisiones en este momento tendrán un impacto crucial en el desarrollo de la batalla.

No es momento de actuar, deben de estar planeando algo siniestro y calculado. Mi comunicación con Sofía, quien se encuentra en la base en la montaña, a kilómetros de distancia, se torna esencial en esta situación crítica.

Solo ella posee la habilidad para realizar una proeza a esta distancia. Observa a través del telescopio y, con un gesto militar, me transmite sus observaciones.

—Varios magos se han congregado, parece que están a punto de desencadenar el poder de los proyectiles mágicos —expresa Sofía después de un breve silencio que llena de incertidumbre la línea telefónica.

El grito de Sofía me sorprende, y en su voz percibo el recuerdo vívido del poder destructivo de esos cañones.

—Sofía —mi voz oculta el temor que siento mientras la miro con seriedad—, ¿cuántos de esos impactos podríamos soportar?

Sofía se toma unos segundos para considerar la respuesta, mientras mi corazón late con una intensidad que parece ensordecer el entorno. Observo cómo sus ojos se mueven de un lado a otro en busca de una respuesta precisa.

—A lo sumo, podríamos resistir dos proyectiles —responde finalmente, una cifra menor de lo que habíamos anticipado.

Nuestra única contramedida es utilizar los búnkeres construidos para resistir el impacto, fortificaciones de acero reforzado con capas de protección meticulosamente diseñadas. Sabíamos que este día llegaría, pero enfrentarlo a esta distancia nos coloca en una posición desventajosa.

En este momento, las opciones se reducen, y la urgencia de la situación se hace evidente.

Es momento de tomar decisiones cruciales.

—¡Soldados! ¡Inicien la retirada! —extiendo mi brazo en un gesto decidido.

Los magos alrededor de mí se apresuran a erigir muros de tierra, lo más grandes posibles, que se extienden a lo largo de todo el lugar, ocultando la vista del enemigo.

Ya no necesitamos verlos para saber que deben de tener algo planeado, algo siniestro y calculado.

Los muros se alzan majestuosos, altivos, superando los diez metros de altura.

Una barrera imponente que se erige como último baluarte de defensa. Los soldados, con determinación y urgencia, comienzan a cargar las carrozas, levantando a los heridos con cuidado y dejando a los caídos descansar en los búnkeres.

Los búnkeres, concebidos como refugios seguros, podrían resultar útiles, pero en este momento, en medio de la tormenta de batalla, siento que puedo aportar algo más.

—¡Magos de fuego! —mi voz resuena con un tono de mando, instando a la acción— ¡Eleven los globos!

Es una estrategia que he concebido, una jugada audaz con la intención de cambiar el curso de este siniestro juego.

Cinco globos aerostáticos, productos de un esfuerzo máximo por parte de todos, se alzarán en el aire como esferas de esperanza en medio de la oscuridad.

Lo que debo hacer se vuelve cristalino, como un faro en la noche.

—Colocad minas en los globos, serán nuestros señuelos —ordeno con firmeza mientras enfrentamos una avalancha de flechas enemigas.

Mi mente trabaja a toda velocidad, maquinando cómo lograr que esos globos asciendan sin ser reducidos a cenizas. La situación es crítica, y la única opción que nos queda es resistir.

Los grupos comienzan a dispersarse, cada paso que damos cargado de riesgo, pero la necesidad de este sacrificio se hace imperativa.

Cuando estoy a punto de comunicar mi siguiente orden, la voz potente de Alsten me interrumpe, resuena en los corazones de todos los presentes.

—¡Soldados! ¡Necesito que permanezcan en sus malditos cañones! —su grito se clava en nuestras mentes, infundiéndonos un sentido de deber inquebrantable—. ¡Mientras todos los demás se retiran, nosotros debemos aguantar!

Alsten avanza con un grupo de soldados, ocupando el centro del escenario de batalla. Los laterales se repliegan, concentrando nuestra fuerza en el corazón de la defensa.

Los magos retiran los globos, posicionándolos a varios metros de distancia uno del otro. Continuamos disparando, tratando de detener el avance enemigo con todas nuestras fuerzas. Sabemos que solo podemos aspirar a resistir, en el mejor de los casos, dos de esos mortales proyectiles mágicos.

La magia de la tierra, aunque poderosa, no será suficiente esta vez. Si queremos sobrevivir a este día, nos veremos forzados a tomar medidas aún más arriesgadas.

—¡Guarden a los dragones en los búnkeres principales! —mi voz resuena con determinación mientras enfrentamos la incertidumbre del futuro.

En medio de este enfrentamiento mortal, la tensión crece y el suspenso se cierne sobre nosotros como una sombra ominosa.

Sin ellos, no importa qué, no sobreviviremos. El peso de la responsabilidad se cierne sobre nosotros, y mi voz resuena con determinación en medio del caos.

—Soldados, nos quedaremos aquí. Ellos atacarán el muro y la base, por eso necesito que, cuando grite, todos entren a los búnkeres de inmediato.

Es una decisión difícil, pero necesaria. La estrategia se teje como un manto oscuro y calculado.

—¡Escuadrón de artillería! ¡Disparen! —ordeno con intensidad—. Nos haremos notar, haremos ver que estamos atacando desde este lugar.

Sacrificaremos los cañones, pero ganaremos algo más.

Si mi plan funciona, entonces...

Desde un resquicio en el muro, observo cómo una luz irradia desde el otro lado del campo de batalla. La distancia nos separa, imposibilitando el contacto auditivo, por eso hemos establecido una señal clara para esta situación crítica.

Varias llamaradas de fuego comienzan a surgir a nuestro lado. Cinco en total, indicando que los preparativos están completos.

La manipulación de la trayectoria de los globos depende en gran medida de las condiciones del viento, pero confiamos en que, incluso bajo el cielo nublado, los magos serán capaces de elevarlas.

Eso es todo lo que necesitamos.

—¡Soldados, entren a los búnkeres! ¡Destruyan el muro frontal! —Grito, consciente de que estamos en el umbral de la batalla definitiva.

Los magos de tierra responden, lanzando lanzas de cristal de fuego hacia los muros, provocando explosiones que abren paso para que las flechas enemigas entren en el campo de batalla.

La retirada se inicia, y todas las miradas se centran en el muro que ya no está.

Tomo cobertura y empuño mi arma, disparando con precisión. Un pequeño pelotón de valientes soldados sigue en pie, disparando junto a mí mientras el resto de las fuerzas se refugia en los búnkeres.

—¡Sigan disparando! —Las explosiones resuenan a mi alrededor, pero mi enfoque está en asegurarnos de que se cumpla el plan.

La batalla se desarrolla en un crescendo implacable, y la incertidumbre se mezcla con la valentía en un baile mortal.

Cuando menos me doy cuenta, estoy siendo lanzada por los aires. Mi cuerpo se siente caliente, y desesperadamente uso mis brazos para cubrirme, como si pudiera protegerme de la fuerza imparable que me arrastra.

Un pitido persistente resuena en mis oídos, mientras hago lo posible por evitar caer de forma descontrolada.

—¡Cobertura! —gritan a mi alrededor, las voces parecen llegar desde un mundo lejano, distorsionadas por el estruendo que me envuelve.

Mis oídos zumban con una intensidad abrumadora, y mi mirada, desorientada, finalmente comprende lo que está sucediendo. Mis brazos arden, pero esa sensación es eclipsada por el fuego abrasador que se apodera de ellos.

Pero no es solo mi piel la que se ve afectada. Mi cabello empieza a elevarse como una serpiente enojada, una manifestación más de la energía que me consume desde adentro.

—¿Estás bien? —pregunta alguien, extendiéndome la mano en un gesto de ayuda. Sin embargo, la toma rápidamente, como si temiera quemarse al tocarme.

Por un breve instante, observo cómo el humo se eleva de mi cuerpo, como si mi ser se transformara en el incendio mismo. Mi visión vuelve a la normalidad, pero un calor ardiente me invade desde dentro.

¿Qué está sucediendo? Me pregunto, pero no tengo tiempo para encontrar respuestas.

Dirijo mi mirada hacia adelante, y en ese instante, una flecha se precipita directamente hacia mí.

Instintivamente, extiendo la mano hacia ella, pero algo extraño ocurre: no siento nada en absoluto.

Mis guantes son destrozados por el fuego que emana de mí, llevándose consigo parte de mis mangas y devorando las flechas entrantes con una gran llamarada carmesí, una llama que arde con una intensidad que nunca había presenciado.

—¡La coronel nos está salvando! ¡Retírense! —grita alguien desde algún rincón del caos.

Mi mirada se cruza con la de Alsten, quien me observa con asombro y desconcierto. En ese momento, comprendo que algo ha despertado en mí, algo más grande y poderoso de lo que jamás habría imaginado.

Tras el cese repentino de las llamas, desde el hueco en el muro comienzan a emerger varios demihumanos.

—¡Disparen! —grito con urgencia, la adrenalina fluyendo a raudales por mis venas.

Es evidente que estos seres son sacrificables en este macabro juego de guerra. Mientras retrocedemos hacia los búnkeres, los globos se elevan majestuosamente en el cielo, su destino marcado por nuestra desesperación.

Nuestras manos agarran granadas y las lanzamos hacia el agujero. La explosión resultante levanta una nube de polvo y los gritos de agonía resuenan mientras los demihumanos se retuercen en medio de la devastación.

—¡Maten a estos malditos! —grito con una furia que me consume.

Un grito inhumano, lleno de horror y rabia, surge de las gargantas de los demihumanos.

—¡ROAAARR!

Todo debe salir según el plan, no hay margen para el error.

Observo en la distancia a los comandantes enemigos, una indicación de que estos seres son, en efecto, carne de cañón, prescindibles en la mente retorcida de sus superiores.

—¡Retrocedan! —ordeno, instando a los soldados a retirarse, pero algunos quedan atrás, dispuestos a luchar hasta el último aliento.

Alsten, valiente y decidido, saca su pistola y cuchillo, lanzándose al combate contra uno de los demihumanos que amenazan a nuestros compañeros.

La escena se despliega como una danza mortal en medio del caos.

Los globos, sin embargo, superan los muros, y por un breve instante, los demihumanos levantan la mirada con un terror profundo, enfrentando una amenaza que viene desde arriba.

Mi vista se enfoca en la línea de frente, y sin vacilar, empuño mi pistola y me lanzo hacia ellos.

¡Bang! El sonido de un disparo rasga el aire, y así, en medio del estruendo y la confusión, comienza nuestra lucha desesperada por la supervivencia.

Un disparo certero rompe el silencio, derribando al hombre león que se alza desafiante frente a mí.

—¡Toma a los de la izquierda! —exclama Alsten con voz firme, su mirada enfocada en el caos que se despliega ante nosotros.

En un fugaz instante, una mujer se lanza hacia mí con determinación, mientras un hombre toro arremete con su maso en alto, dispuesto a aplastarme. No hay espacio para la indecisión.

Mi objetivo es claro: apunto al toro directamente a la cabeza y, con una precisión letal, lo derribo, su figura imponente colapsa en un estruendo de golpes y polvo.

La mujer, sin embargo, busca apuñalarme, pero es en este momento cuando aplico lo que he aprendido.

Derrito mi cuchillo en un instante, lanzando el acero incandescente hacia ella. El simple contacto con el metal al rojo vivo la paraliza, una mirada de sorpresa en sus ojos que se desvanecen en el asombro.

No puedo perder esta oportunidad.

Aprovecho el instante para asestar un golpe certero en su plexo solar.

Mi puño se hunde en su cuerpo, pero en lugar de sangre y carne, emerge un humo oscuro y asfixiante.

El olor a carne quemada inunda mis sentidos, y veo el terror reflejado en sus ojos mientras lucha por respirar. Tomo su propia cuchilla y, con determinación, la clavo en su pecho, poniendo fin a su tormento.

Mi mirada escudriña frenéticamente a mi alrededor, pero no encuentro rastro del otro atacante.

Mi cuerpo arde con la intensidad de la batalla, y siento como si mi propia carne quisiera comunicarme algo. El humo que emana de mis manos sigue danzando, denso y abrasador.

Apenas han transcurrido unos segundos, pero la urgencia del momento hace que se extiendan como minutos eternos. Necesito actuar con rapidez, pues el peligro acecha en cada sombra.

—¡Estás muerto! —gritan desde detrás de mí, y mi cuerpo responde por instinto.

Giro mi cabeza y veo una cuchilla mortal que se precipita hacia mis ojos, sostenida por un hombre que parece expulsar humo de su propio ser a medida que se acerca.

El metal arde intensamente a medida que se acerca, todo sucede en una lenta secuencia, tal como todos han descrito cuando la muerte se acerca sigilosamente.

Intento recordar, mi mente comienza a recuperar todos los recuerdos, cada uno de ellos convergiendo en un torbellino de imágenes y emociones.

Entonces, en medio de la angustia, escucho unas palabras susurradas por una voz que parece emerger de las sombras mismas.

"Debes buscar, debes dejar crecer el fuego en ti, en ti yace el legado de ######."

La revelación me envuelve, como una llama que irradia en la oscuridad de la incertidumbre. La batalla aún no ha terminado, y el enigma de mi propio poder amenaza con develarse en el calor de la contienda.

No escucho las últimas palabras, pero cuando me doy cuenta, mi cuerpo empieza a arder con una intensidad insoportable. Mi visión se nubla y siento como si mi corazón estuviera a punto de estallar.

—¡AGHH! —un grito escapa de mis labios cuando veo caer a mis pies un pedazo de carne carbonizada.

Intento desesperadamente ver a mi alrededor, pero todo lo que mis ojos alcanzan a percibir es una maraña de llamas carmesí. Las flechas siguen cayendo, pero en cada impacto se convierten en cenizas antes de tocarme.

El suelo bajo mis pies adquiere un tono rojizo y ominoso, mientras los gritos de dolor resuenan a mi alrededor.

—¡Luan! —grita alguien, y cuando me doy cuenta, siento un fuerte golpe en mi nuca.

Abro mis ojos, sintiendo que estoy siendo cargado por alguien. Su cabello rojo ondea con la brisa, pero su rostro está marcado por quemaduras. Parece que he perdido el control de mi poder, y esa persona está sufriendo las terribles consecuencias.

Cada paso que da parece causarle un dolor inimaginable.

Entonces, una luz deslumbrante ilumina el paisaje.

¡BOOOOOM!

Explosiones retumban a nuestro alrededor, haciendo que los globos exploten y las minas se activen.

Normalmente, los globos no podrían detener el avance de los proyectiles, pero siguiendo un principio que nos enseñaron en la academia, hemos colocado la cantidad perfecta de minas para neutralizar la amenaza.

En el cielo, nubes de fuego se elevan majestuosamente.

Mi plan ha funcionado, y no puedo evitar esbozar una sonrisa de satisfacción. Pero mi alegría es efímera, ya que los soldados a nuestro alrededor comienzan a gritar frenéticamente.

—¡Ahí viene!

Dirijo mi mirada hacia el frente y veo que estamos a escasos metros de la entrada del bunker. A nuestras espaldas, un grupo de demihumanos nos persigue, ansiosos por alcanzarnos.

Estamos a punto de ser alcanzados por un proyectil mágico. En cuestión de segundos, mi vida ha estado en peligro más veces de las que puedo contar.

¿Esto es lo que la guerra significa?

—Luan, ¿puedes prometerme algo? —Alsten mantiene su mirada fija en el horizonte—. Si logramos sobrevivir a esto, ¿me prometes que lucharemos hasta ganar todas las batallas, incluso si eso significa enfrentarnos a la misma orden real?

Sus palabras están impregnadas de un profundo odio, y mis ojos se abren con sorpresa. Alsten está ocultando algo, algo que va más allá de esta guerra.

—Tanto esta guerra como cualquier otra que enfrentemos. —Mis palabras salen con firmeza mientras observo la bola de fuego que se aproxima a gran velocidad—. Ganaremos a cualquier costo.

—¡LEAP! —Alsten grita, y en un abrir y cerrar de ojos, me encuentro detrás de uno de los soldados en el bunker. La confusión reina, y no puedo comprender lo que está sucediendo. Miro a Alsten, quien ordena con urgencia—. ¡Cierren la maldita puerta!

Los soldados se apresuran a cerrar la pesada puerta de acero, y en ese mismo instante...

¡BOOOM!

Todo tiembla a nuestro alrededor, y los gritos de dolor son rápidamente ahogados por la intensidad de la explosión. Observo a Alsten, quien se arrodilla con dificultad.

Caigo al suelo y, al abrir los ojos, lo veo.

Casi toda su ropa está reducida a cenizas, y su piel está marcada por profundas quemaduras. Sus manos parecen carbonizadas, y una nube de humo asciende desde su cuerpo maltrecho.

—¡Coronel! —los soldados se acercan apresuradamente, pero él permanece arrodillado.

Está inconsciente, pero su mirada sigue fija en el horizonte.

Los soldados lo toman y lo colocan en una camilla en el interior del bunker.

Inclino la cabeza, ignorando el dolor que me consume. En este momento, las vidas de todos dependen de nuestras acciones.

Saco mi metia y llamo a Sofia.

Ella responde al instante al ver que nos encontramos dentro del búnker. Sin darle tiempo para pronunciar palabra, le lanzo una orden firme.

—Dispara los cañones mágicos, utiliza todos los proyectiles mágicos disponibles.

Sus ojos se abren de par en par, comprendiendo la urgencia de la situación. Sin demora, dirige a los soldados a cumplir con la orden. Desde mi posición, no puedo ver con claridad el campamento enemigo; el cielo nublado sugiere la inminencia de la lluvia.

—¡Disparen! —su voz resuena con autoridad entre los estruendos.

Los cañones se activan y, desde el búnker, solo puedo observar cómo una luz sigue una trayectoria precisa. Mi mirada se concentra en ese punto; si nuestro plan es exitoso, el enemigo no tendrá manera de protegerse.

No esperaban que estuviéramos en la montaña, y eso nos da una ventaja crucial.

Una sonrisa de satisfacción se dibuja en mi rostro y, en cuestión de segundos...

¡BOOM!

Un imponente árbol de hielo empieza a crecer, resplandeciente y majestuoso, lo suficientemente grande como para ser visible a simple vista. Sofía me mira con una sonrisa llena de triunfo.

—¡Lo logramos! —exclama emocionada, mientras los soldados estallan en vítores de alegría.

El plan se ha ejecutado a la perfección.

—Están retrocediendo; es el momento de acorralarlos —declara Sofía con firmeza. Asiento y vuelvo la mirada hacia el grupo.

—Llevad a los heridos al cuartel general. Nos preparamos para el ataque.

Siento un dolor agudo en mis huesos, pero en este instante, ellos necesitan a alguien que los guíe.

—¡Salimos!

—¡Como ordené, Coronel! —gritan todos al unísono, abriendo las puertas y enfrentando la devastación que hemos causado.

Al salir, lo que se revela ante mí son cuerpos carbonizados, fragmentos de huesos y el penetrante olor a carne quemada que me asalta sin piedad. Los magos lanzan llamaradas hacia el cielo, en un intento de hacer regresar a los que se retiraron.

En este momento debemos atacar. Imbuyo maná en mi garganta pero rápidamente siento un llamado en mi metía. Al abrirlo veo a Lucas, quien es la persona que está en la otra parte de Irlam, la cuarta base militar, quienes defienden la otra entrada.

Sus palabras parecen entrever que la situación no es muy buena.

—Son… ¡Mas!


Capítulo 8

Caos y Esperanza

—¡Disparen! —grito a los soldados, quienes continúan disparando sin descanso— ¡Son más de lo esperado!

La joven parece concentrarse mientras le muestro la situación, y rápidamente comprende lo que está sucediendo. Han traído a demihumanos capaces de avanzar sin problemas por la nieve, lo que los ha llevado a llegar más rápido de lo previsto.

¡Boom!

Las minas instaladas siguen explotando mientras nosotros disparamos y retrocedemos para ganar algo de espacio. La cantidad de enemigos aquí es abrumadora, y los cañones no pueden hacer frente a sus estrategias de movimiento.

Si retrocedemos, nos veremos obligados a acercarnos más al pueblo, directamente hacia la zona residencial. En este momento, la situación es inmovible, ya que el general decidió construir la base cerca de la nieve para adaptarse a la situación.

El campamento se encuentra a pocos metros de nuestras trincheras, pero parece que tendremos que retroceder hacia allí. Han concentrado a varios tipos de demihumanos en oleadas, grandes y robustos, expertos en combate.

Después de explicarle la situación a Luan, ella reflexiona durante unos segundos y me dice:

—Simulemos que estamos huyendo y retiremos a un grupo hacia el bosque de Elior —sus ojos rojos brillan mientras sigue pensando—. Dividámonos en dos grupos. Ellos nos seguirán al bosque en busca de acabar con nosotros, y entonces podremos atacarles por la espalda.

Dirigirnos al bosque es una estrategia arriesgada; estaríamos adentrándonos en su territorio. Con la oscuridad cayendo, luchar en esas condiciones será complicado, pero no imposible.

El ambiente se siente tenso, como si estuviéramos al borde de la catástrofe. Cada decisión que tomamos podría determinar nuestro destino.

Si bien tenemos trampas instaladas, el riesgo sigue siendo elevado.

—¡Hagan que los sigan al bosque! ¡Luego atacaremos por la espalda! —grita con urgencia.

Ella observa a través de los binoculares hacia algún punto, frunciendo el ceño

—Necesito colgar, parece que tenemos problemas —informa, mostrando preocupación en su rostro.

Dirijo mi mirada hacia mis soldados, cuestionándome si esa estrategia es la correcta. En este momento, me pregunto qué haría el general Marco en nuestra situación.

Ladeo la cabeza, intentando alejar pensamientos inútiles. No soy un estratega brillante, pero sé cuándo es hora de actuar.

—¡Divídanse! ¡Vamos hacia el bosque Elior! —ordeno, compartiendo la estrategia con el Coronel Oslo, quien de inmediato grita para dividir a las tropas.

—Nosotros nos dirigiremos al bosque. Si alguien sabe cómo sobrevivir allí, soy yo —afirma Oslo con confianza, y ambos asentimos antes de comenzar a retroceder

—¡Retrocedemos! —exclamo, mientras los soldados emergen de las trincheras y se dirigen a la base donde se encuentran los carruajes.

Supongo que deberemos sacrificar esta base si queremos tener alguna oportunidad de ganar.

Cada disparo abate a uno de esos demihumanos de tipo conejo, y también enfrentamos a aquellos con pieles gruesas que requieren más de un disparo para caer. Nuestro ejército está compuesto por una diversidad de seres, pero en este momento, todos deben perecer. Todos aquellos que amenacen a Irlam pagarán con la muerte.

Mi determinación es férrea; protegeré a mi familia y a todos los que amo.

Los comandantes enemigos parecen haberse percatado de nuestro intento de retirada, y la ofensiva se intensifica. Es fácil identificarlos, ya que avanzan montados en dragones de tierra, aunque también cuentan con un escuadrón con escudos de acero.

Cuando nuestros cañones disparan hacia ellos, utilizan algún tipo de magia para protegerse

Nuestros soldados comienzan a subir a los carruajes, mientras un pelotón se queda al frente, protegiendo a los heridos. Disparo contra cualquier enemigo que se acerca, y mientras retrocedemos, las flechas y bolas mágicas enemigas continúan cayendo sobre nosotros.

Algunos caen, pero no podemos detenernos ahora. Disparamos una y otra vez, entregando nuestra sangre y determinación para proteger a quienes nos importan.

Las flechas caen a nuestro alrededor, pero nuestros cascos nos ofrecen algo de protección. Quizás no contra una bala, pero las flechas no son rival para la solidez de nuestros cascos.

Desde los carruajes enemigos, lanzan morteros, creando una avalancha de explosiones en dirección a nuestro grupo frontal.

Quedamos como la primera línea, avanzando lentamente mientras recibimos cobertura.

La tensión se siente en el aire, y cada disparo, cada explosión, es un recordatorio constante de la batalla que se libra en este sombrío rincón del mundo.

Tomo la mano de uno de mis soldados y subo al carruaje.

—¡Nos vamos! —grito con urgencia, mientras los carruajes comienzan a moverse, dejando atrás una estela de polvo.

Damos espacio a los morteros, mientras que el enemigo nos persigue a toda velocidad, ansiosos por masacrarnos por completo. Son sorprendentemente rápidos, más veloces que cualquier humano.

Observo a mi agotada tropa, sus rostros reflejan la fatiga acumulada.

En medio de esta lucha desesperada, pienso en el general, que debe estar en camino, aunque las condiciones climáticas no están de nuestro lado en absoluto. En este momento, nuestra única opción es aguantar.

Si es él, estoy seguro de que podrá enfrentarse a cualquier adversidad

El coronel Oslo y su pelotón se dirigen hacia el espeso bosque de Elior, mientras nosotros avanzamos hacia la segunda base.

El ejército enemigo también se divide, tomando una ruta más directa hacia el bosque de Elior. Nosotros nos dirigimos al campamento de respaldo, conscientes de que no podemos contar con los cañones en este momento; seguramente los están moviendo en dirección a nuestro avance.

La incertidumbre se cierne sobre nosotros, y las dudas sobre si el enemigo subirá hasta la montaña son inevitables.

Espero con todas mis fuerzas que no lo hagan.

—¡Saquen la caja de minas! —ordeno, consciente de que necesitamos una estrategia para detener su avance implacable.

Mientras las flechas enemigas continúan cayendo a nuestro alrededor, nuestros magos responden con destreza, creando barreras de agua y viento para desviar y neutralizar los proyectiles.

La tensión en el aire es palpable, estamos a pocos metros de alcanzar la base de respaldo.

La necesidad de encontrar una forma de dar fin a esta situación angustiante pesa sobre mí. Mis manos tiemblan mientras intento esbozar una estrategia.

Miro a los soldados a mi alrededor, sus rostros reflejan determinación y concentración. El general me ha hablado de momentos como estos, y sé que debemos encontrar una solución antes de que sea demasiado tarde.

En medio de la vorágine de la batalla, la actitud de supervivencia se apodera de mí. Mis instintos se activan, y siento la urgencia de utilizar todo lo que está en mi cabeza para sobrevivir.

—¿Cómo puedo usar esto a mi favor? —me pregunto, intentando encontrar una solución en medio del caos que nos rodea.

Mi mente trabaja a toda velocidad, buscando algo que infunda miedo en nuestros perseguidores, algo que haga que sus mentes se descontrolen. Escudriño a mi alrededor, en busca de alguna ventaja inesperada.

Entonces, lo veo. A mi lado, entre los soldados, diviso a un demihumano, un hombre perro. Sin perder tiempo, me acerco y tomo su hombro, tratando de hacerlo entrar en razón. Sus ojos se abren con sorpresa ante mi presencia.

—¡Dígame, mi coronel! —exclama, con una mezcla de sorpresa y determinación en su mirada.

La situación es diferente, mucho más intensa que la batalla contra el culto. Esto es un enfrentamiento directo y despiadado, y necesitamos cualquier ventaja que podamos obtener.

—Necesito que pienses, necesito una forma de atemorizarlos rápidamente —le digo, con la urgencia en mi voz.

El hombre cierra los ojos un momento, concentrándose en la tarea que le he encomendado.

Mientras él reflexiona, yo observo las granadas que lleva consigo.

—Los ruidos estridentes continuos... —comienza a decir, señalando las granadas—. Lo más difícil para mí fue acostumbrarme al sonido de las balas, pero la reacción en cadena de la pólvora es... horrible.

Una idea empieza a tomar forma en mi mente. Tirar la pólvora... es arriesgado, cualquier chispa podría encenderla. Pero quizás, podríamos usarla como una cortina para detener el avance enemigo.

Las minas son recursos limitados, y la protección que tenemos tampoco es ilimitada. Necesito elegir el momento adecuado para utilizar esta estratagema.

Más de trescientos enemigos nos persiguen implacablemente mientras huimos hacia la base. No nos darán tiempo para maniobrar con calma. A mi izquierda y derecha, veo más de veinte carrozas llenas de soldados disparando sin piedad.

Tenemos la ventaja de poder eliminar a los enemigos al instante, sin darles tiempo para reaccionar. Sin embargo, el problema radica en la abrumadora cantidad de adversarios que nos acechan.

En ese momento crítico, tras separarnos de los enemigos, la urgencia se apodera de mí. Sé que necesitamos un plan, algo que nos dé una mínima oportunidad de sobrevivir a esta emboscada mortal.

—¡Los que están libres! ¡Saquen la caja de granadas! —grito a mis soldados, mi voz llena de desesperación y determinación.

Pero la comunicación es un problema insoluble en este momento. El general no ha encontrado la forma de solucionarlo, y yo no tengo cómo transmitir mis órdenes a los demás carruajes.

Incluso con el maná, no podría hacer que mis palabras llegaran a todos los soldados durante mucho tiempo. La base está a solo cien metros, pero es demasiado lejos para crear muros de protección que nos resguarden.

La realidad se cierne sobre mí: debemos hacer un sacrificio. Debemos darlo todo para ganar un poco de tiempo, aunque sea efímero. Tomo la caja de granadas, sintiendo el peso de la responsabilidad en mis manos, y las distribuyo por toda la carroza.

Arranco las bases, dejando la pólvora expuesta.

Entrego minas a cinco soldados, confiando en su velocidad para que hagan lo que yo no podré. Todo está planeado, pero nunca para una situación tan extrema como esta. Calculo mentalmente el tiempo que tardarán los enemigos en alcanzarnos, entre la confusión y nuestra maniobra.

Deberemos correr los metros restantes hacia la base, usar los morteros y eliminarlos para regresar al bosque.

Los carruajes se detienen bruscamente y descendemos, colocando minas debajo de ellos mientras una línea de magos nos defiende con magia de tierra. Los soldados se apresuran, quitando las riendas de los dragones y subiendo a lomos de estos seres majestuosos.

No podemos permitirnos perder a ninguno.

—¡Malditos! ¡Maten a todos! —el grito del enemigo resuena, furioso y lleno de odio.

De repente, algo extraño ocurre. Todos los enemigos se detienen y sacan un cristal. No logro distinguirlo claramente, pero algo en el ambiente se vuelve ominoso.

Como si una tormenta estuviera a punto de desatarse.

—¡INCRUSTENLO! —gritan los capitanes enemigos, y cada uno de los adversarios se coloca ese cristal en el cuerpo.

—¡AGHH! ¡DUELE! —los gritos del enemigo, a pesar de la distancia, reverberan en mis oídos como si estuvieran justo a mi lado. Una sensación de terror me recorre, haciendo temblar mis manos.

La incertidumbre se apodera de todos nosotros.

Observo a mis soldados, quienes parecen estar igualmente horrorizados. Mis ojos se encuentran con los de los capitanes enemigos, que están fijos en el horizonte, como si estuvieran hipnotizados por algo que yo no puedo ver.

De repente, un rugido estridente llena el aire, un grito unificado que hace temblar el suelo bajo nuestros pies.

—¡ROAAAR!

El enemigo nos ataca, una neblina purpura se eleva de sus cuerpos, y los demihumanos se lanzan hacia nosotros con ferocidad desatada. Parecen estar poseídos, desprovistos de todo raciocinio. Las minas explotan, pero ellos continúan avanzando como si la magia no pudiera detenerlos.

Rompen las estacas de hielo, atraviesan las defensas y se abalanzan sobre nosotros, mientras la única barrera que nos queda es la trampa de los carruajes.

En medio de este caos, siento la urgencia de luchar, de sobrevivir, pero también una profunda sensación de impotencia ante el desconcertante poder del enemigo.

Nos enfrentamos a algo que va más allá de nuestra comprensión, algo oscuro y aterrador que desafía toda lógica y razón. En este momento, estamos luchando no solo por nuestras vidas, sino contra fuerzas que ni siquiera podemos comprender completamente.

La tensión en el aire es palpable, la inminente amenaza se cierne sobre nosotros como una sombra oscura que se acerca. El tiempo apremia, y debemos pensar rápido, actuar más rápido aún.

—Debo esperar, debo moverme. —Las palabras se forman en mi mente, un mantra que repito en silencio mientras observo la formación enemiga.

Vienen hacia nosotros en una formación delta, como una flecha mortal apuntando directamente a nuestra desesperada resistencia. Cada uno de sus pasos resuena en el suelo, como si el mundo mismo temblara ante su avance.

Un grito desgarrador irrumpe en medio de nuestras filas.

Un soldado, presa del pánico, arroja su arma y se echa a correr. Su voz se eleva en un lamento de desesperación que amenaza con extenderse como una plaga entre nuestros hombres.

—¡Vamos a morir!

En ese momento crítico, sin tiempo para titubear, disparo balas al aire.

¡Bang!

No puedo permitir que el miedo se apodere de nosotros. En este preciso instante, las vidas de quienes están en el bosque dependen de nuestra valentía y determinación. Los soldados reaccionan, sus miradas se cruzan, buscando apoyo y fortaleza en los ojos de sus camaradas.

Pero la situación se torna aún más sombría cuando uno de los enemigos llega a nuestros carruajes.

Sin titubear, con su imponente tamaño y enormes brazos, destroza uno de los carruajes, que a pesar de estar hecho de hierro, se convierte en un montón retorcido de metal.

¡BOOOM! El estruendo de la explosión sacude el aire mientras las minas y granadas estallan, creando una reacción en cadena que da origen a una barrera de hielo que surge ante nosotros.

Las granadas siguen detonando en secuencia, expandiendo la pólvora y ocultando todo en una nube gris. Entonces, una gélida muralla se extiende por la activación de cadena de los carruajes.

Ya no son tantos como para poder rodearla, además, parece que no piensan hacerlo.

—¡Retrocedan! —exclamo, sabiendo que en este momento cualquier esfuerzo es inútil.

Cada impacto resuena como el golpeteo de una pila de carne contra un muro de hielo. La barrera empieza a quebrarse, mientras el enemigo, presa de una locura apocalíptica, grita sin cesar.

Corremos hacia la base, casi cien soldados en una huida desesperada a toda velocidad. La esperanza se aferra a nosotros, como si llegar a la base fuera nuestra única oportunidad de sobrevivir.

Pero un estruendo ensordecedor nos hace alzar la vista hacia las montañas.

Un proyectil cae desde lo alto, seguido de más y más proyectiles que descienden como la ira divina, aniquilando a nuestros perseguidores con una lluvia de fuego y destrucción.

—¡ROOAAAR! —El rugido de dolor y furia de los enemigos se mezcla con el estruendo de la batalla.

La barrera de hielo finalmente cede ante la implacable embestida de las bestias fuera de control. En ese momento, la cruel realidad se hace evidente: no llegaremos a la base, no en este estado

Estamos rodeados por una horda sin razón ni piedad, y parece que en su estado actual, solo pueden atacar, sin acceso a la magia que antes los defendía.

En este instante, en medio de la furia y el caos, nos damos cuenta de que enfrentamos una pesadilla sin escapatoria. La muerte nos acecha implacablemente, y el suspenso de la lucha por la supervivencia se apodera de nosotros.

Los hombres se encuentran acorralados, enfrentando una amenaza sin igual.

Parece que las criaturas que se aproximan no pueden recurrir a su magia o flechas, limitándose a usar sus cuerpos como armas mortales.

—¡Sigan, avancen! ¡AGHHH! —el grito desgarrador de un capitán enemigo se desvanece en medio de la carnicería.

Un coloso toro de proporciones monstruosas, con brazos que parecen estirarse hasta el infinito, se abalanza sobre él sin el menor atisbo de piedad. Su estatura sobrepasa los siete metros, y su avance no conoce obstáculos.

Todo a su paso es devorado por la destrucción.

La orden de disparar resuena, pero la realidad es desalentadora. Menos de cien soldados resisten, y los disparos parecen tener un efecto mínimo en sus enemigos.

Solo un tiro en la cabeza parece causarles daño significativo, pero en medio de la tormenta de caos y muerte que los rodea, acertar a ese punto vital resulta una hazaña casi imposible.

El abismo de la derrota se cierne, y la posibilidad de un sacrificio final se vislumbra en el horizonte. Sin embargo, en medio de la desesperación, mi voz resuena con determinación.

—¡Soldados! ¡POR NUESTRAS FAMILIAS! —mi grito es un eco que pide valentía en medio del caos. Los disparos continúan, los cañones retumban, pero el tiempo parece correr más rápido que la munición que queda.

Una granada en el bolsillo es la última esperanza, un sacrificio que podría darles una oportunidad. Aun en la sombra de la muerte, el compromiso de proteger a quienes amo arde en mi corazón.

Clavo la mirada en la granada que yace en mi bolsillo. Es un momento crítico. Estoy dispuesto a enfrentar la muerte si es necesario para proteger a ambas, sin importar las consecuencias.

—¡Avancen! —grito con voz firme.

Emprendo una carrera hacia adelante. El monstruo gigante se encuentra a escasos metros de mí. Si logro eliminarlo, si consigo destruirlo, tal vez haya una oportunidad para todos nosotros.

Soy solo un humano, pero estoy decidido a confrontar a esta abominación.

Saco mi pistola y abro fuego contra el coloso, sosteniendo una granada en mi otra mano.

—¡POR IRLAM! —los demás soldados se unen a mi grito mientras avanzamos hacia las bestias en frente de nosotros.

No son más seres pensantes, son solo monstruos que deben ser eliminados.

¡Boom!

Las explosiones retumban a nuestro alrededor. Los disparos y el estruendo de los cañones continúan, sumiendo la escena en un caos ensordecedor.

Cuando finalmente tengo al monstruo justo frente a mí, este junta sus brazos en un intento por aplastarme al instante. No obstante, aprovecho su inmenso tamaño y me deslizo ágilmente debajo de él, disparando a sus partes más vulnerables.

A pesar de su aspecto aterrador, siguen siendo seres vivos, y el dolor debería paralizarlos.

El monstruo gira la cabeza, como si el daño no le preocupara en lo más mínimo.

Luego, utiliza uno de sus brazos y lo arroja en mi dirección.

—¡Maldición! —Exclamo mientras arrojo la granada y recibo el brutal impacto con los escudos de mis brazos.

Un dolor indescriptible recorre todo mi cuerpo mientras soy arrojado violentamente por la explosión.

¡Boom!

La granada estalla con una furia infernal, mientras yo soy lanzado por los aires y caigo al suelo.

Quedo boca arriba, incapaz de abrir los ojos debido al agudo dolor que me embarga. Siento una gota de sudor resbalando por mi mejilla, pero cuando finalmente logro abrir los ojos, lo único que veo es la amenazante mandíbula del monstruo.

Sus ojos brillan con un aura purpúrea, y sus afilados colmillos parecen dispuestos a acabar conmigo.

Intento levantar mis brazos, pero estos no responden, están completamente entumecidos por el impacto.

Es el fin.

Decido no cerrar los ojos, pues he fallado en proteger a mi familia y sé que debo pagar por este pecado.

Y el precio de ese pecado está a punto de cobrarse.

Petra... Te amo, mi niña. Espero que te conviertas en una gran maga. Tu madre te necesita.

Se feliz, incluso si no estoy contigo.

En un último intento, extiendo mi brazo, a pesar de estar curvado y roto. El monstruo frente a mí lo muerde con ferocidad, arrancándolo y haciendo que la sangre brote.

A pesar de la agonía, no siento dolor, ni siquiera un susurro de él.

Intento alejarme, pero el monstruo utiliza su brazo para presionarme contra mi pecho, como si quisiera arrancar el último aliento de mi ser.

—Thu… Mor… DOL… —Su mirada se torna compleja, mientras lágrimas negras comienzan a fluir de sus ojos— ¡DOLOR!

El monstruo alza sus brazos amenazantes y los abalanza sobre mí, en un intento de aplastarme por completo.

—¡No lo permitiré! —un grito distante resuena en el aire.

Cierro mis ojos, esperando el final, el último suspiro.

Pero ese momento nunca llega.

Cuando finalmente abro mis ojos, me encuentro con que el monstruo está atravesado por estacas de hielo, su sangre se mezcla con la nieve. Intento moverme, pero soy arrastrado por uno de mis soldados.

—¡Coronel! ¡Estamos salvados! —el soldado muestra una alegría palpable, pero yo aún no puedo comprender lo que está sucediendo a mi alrededor.

Lo único que puedo distinguir es una figura en la distancia, una silueta en medio de la carnicería, que se enfrenta a los monstruos con una destreza y velocidad asombrosas.

En cuestión de segundos, los monstruos que quedaban son masacrados por completo. Se necesita una fuerza y habilidad sobrenaturales para enfrentar a estas criaturas gigantes, capaces de resistir balas de acero, granadas y minas.

En nuestro ejército, solo una persona puede hacer algo así.

—¡Es la general Emilia! —los soldados gritan con alegría mientras pronuncian el nombre de nuestra salvadora.

—¡Corran hacia la base! ¡Los que están en condiciones, busquen las carrozas y lleven a los heridos a Irlam! —exclama la general Emilia mientras se acerca a mí.

Sin decir mucho, coloca su mano en mi herida. En cuestión de instantes, la hemorragia se detiene y un alivio sagrado recorre mi cuerpo. Ella utiliza vendajes para inmovilizar mi brazo herido, además vendar mi otro hombro.

—Todo estará bien, pero necesito saber, ¿dónde están los demás?

Siento que estoy a punto de desmayarme, pero debo decirle antes de perder la conciencia.

Reúno todas mis fuerzas, solo para pronunciar unas ultimas palabras.

—En el… bosque Elior.

Oscuridad…


Capítulo 9

Ahora es tu turno.

Las condiciones del viento no nos favorecen. Miro hacia adelante, el esfuerzo para llegar hasta aquí ha sido inmenso.

Crusch, a pesar de su miedo, se mantiene en pie a varios metros de altura.

Lo positivo es que podemos aprovechar esta altura para ocultarnos, para dar un golpe sorpresa. No puedo permitirme fallar, no cuando mis soldados están entregando todo por ganar esta batalla, por proteger a sus seres queridos.

—¡Prepara las bombas! —dirijo mi mirada hacia Crusch, quien se agacha para evitar ver la profundidad. Ella trabaja en los proyectiles, acomodándolos en la plataforma de lanzamiento.

Con un simple movimiento de la palanca, destruiremos todo.

Beatrice sostiene mi mano con firmeza mientras me preparo mentalmente para el enfrentamiento que se avecina.

—Parece que pronto empezará a llover. —Beatrice me mira con preocupación—. Debes apresurarte, este globo no es adecuado para volar en tormentas, lo sabes.

Veo el castillo a lo lejos y trato de pensar en cómo enfrentar a alguien tan poderoso si es que nos encontramos con él. Debo confiar en mis habilidades, en mi determinación.

Soy fuerte, mucho más fuerte de lo que era antes.

Si Erick sobrevive a esto, no dudaré en secuestrarlo en cuestión de segundos.

Alejado de la población, en una montaña adaptada, mostrando su poderío sobre los demás. Pero eso no importa; el castillo está en la posición perfecta para ser atacado.

No tendrán ángulos y, debido a la densa niebla, no esperarán un ataque aéreo.

Es perfecto.

Una vez que estamos en lo alto, procedemos a preparar los explosivos. El diseño de la bomba es meticuloso, está hecho para maximizar el daño. Se trata de una mezcla de pólvora y lamicta en diferentes concentraciones.

Siguiendo el diseño de una bomba de propano, estoy seguro de que lo que tengo aquí destruirá por completo ese castillo, quizás no con una bomba, pero con las dos.

Será una gran explosión.

Ya verán, no sabrán lo que va a suceder.

Para cuando se den cuenta, estarán muertos.


La batalla ha comenzado hace poco más de una hora, y las noticias que he recibido no son alentadoras. Nuestro ejército ha sufrido una drástica disminución. A pesar de ser fuertes demihumanos, unos simples pueblerinos están logrando derrotarlos.

—No se preocupe —dice Flynn, el discípulo del sabio Bordeaux, con una sonrisa que envía escalofríos por mi espalda. Extiende sus brazos de manera ominosa y añade:

—Este es el mayor fruto de mi trabajo, un cristal diseñado específicamente para sus cuerpos resistentes.

Es un trabajo despreciable, pero a pesar de que ellos nos sirvan y estemos por encima en la jerarquía social, sigue siendo algo repugnante. Sin embargo, sin estos cristales, habríamos perdido por completo.

—Parece que utilizaron algunas armas capaces de moverse por los cielos —comenta Flynn mientras acaricia sus manos con una expresión de envidia—. Sería increíble poner las manos en esos planos, tener algo así, debe ser satisfactorio.

La ansiedad me consume sin tregua. Siento que algo importante está a punto de ocurrir. No hemos recibido noticias sobre la ubicación del vizconde.

—El vizconde siempre estuvo en el frente en todas sus batallas, algo debe estar planeando —murmuro mientras mi mente trabaja a toda velocidad.

Observo el panorama, tratando de concebir un plan.

Ese hombre, capaz de derrotar a nuestro ejército, incluso después de aumentar sus números debido a mi insistencia, nos ha forzado a utilizar estos cristales.

¿Qué tan poderoso debe ser su ejército? Es una amenaza, pero también podría ser mi esperanza si me dejo secuestrar, si establezco una alianza con él.

Debo ser realista; si tiene la fuerza para secuestrarme, entonces...

Dirijo mi mirada hacia el techo del castillo.

Claro, si pueden moverse por el aire, es probable que ataquen desde esa dirección. Aprieto los labios con la esperanza de que mi intuición sea correcta.

Si sobrevivo y si él es capaz de vencer a Flynn y secuestrarme, solo entonces podré aprovechar la oportunidad para traicionar a mi padre.

Estaré desligado de sus planes y podré atacarlo durante las negociaciones. Incluso podría formar una alianza con Irlam y quitarle todo Costuul a mi padre. Traer un mundo sin discriminación, abandonar la actitud monstruosa que me han forzado a adoptar.

«Te sacaré de tu encierro», pienso con determinación mientras observo el campo de batalla.

Innumerables vidas han sido sacrificadas, tanto inocentes como culpables. Nuestras cárceles están ahora vacías, utilizadas como ofrendas a cambio de su libertad. Al final, utilizaron ese maldito cristal. La magia de control mental nos sumió en la oscuridad.

—Es hora de tomar acción —murmuro, consciente de que el destino del conflicto pende de un hilo, mientras me preparo para enfrentar lo que viene.

De alguna manera, los cristales parecen sumirlos en un estado de locura, llevándolos a atacar cualquier cosa que no esté imbuida con esos cristales. Como si al hacerlo te convirtieras en uno de ellos. No sé de dónde sacaron algo así. Pero es repulsivo.

—Prepárate, estoy sintiendo algo. —Flynn se pone frente a mí, listo para usar magia.

Uso magia para agudizar mis sentidos, pero lo único que escucho es un silbido. A pesar del viento, se siente como un silbido que aumenta su volumen con el tiempo.

¿Qué será?

¡BOOOM!

Un estruendo sacude el lugar, haciendo temblar todo a su alrededor. Los escombros empiezan a volar y el polvo lo cubre todo. Mis oídos zumban; no puedo escuchar más que un pitido en ellos.

Flynn parece estar gritando algo, pero no logro oírlo. Rápidamente, usa magia de tierra para crear una barrera que nos protege de los escombros. Intento escuchar, pero no puedo captar nada.

Entonces lo veo, a lo lejos, entre los huecos hechos por la explosión. Un objeto extraño flota en el aire. Es imponente; me doy cuenta de que mis suposiciones eran correctas. Casi muero; si no fuera por Flynn, estaría completamente muerto.

—¡Debemos salir de aquí! —exclama Flynn mientras entre los escombros se escuchan aullidos de dolor y agonía.

La guerra... es algo aterrador.

Flynn mira hacia arriba y rápidamente me toma del brazo. Salimos disparados hacia afuera, atravesando todas las partes del castillo en cuestión de segundos.

Para cuando salimos...

¡BOOM!

Una nube de fuego se alza por el castillo, consumiéndolo todo. Flynn crea una barrera que nos protege de los escombros que caen mientras el castillo se desmorona en pedazos.

Estamos en la salida del castillo, en frente, un vasto campo de piedra se extiende, utilizado para acomodar los carruajes. Es un espacio amplio, el único rincón sin escombros.

Desde el cielo, presenciamos a alguien cayendo. Mis sospechas se confirman, a pesar de haber ignorado sus intentos previos de establecer relaciones amistosas.

A pesar de haber actuado de acuerdo con mi estatus y apariencia para evitar que mi padre sospechara.

Ahora, debo encontrar una forma de convencerlo.

Desciende a una velocidad sobrenatural, y cuando finalmente toca el suelo, la tierra se resquebraja bajo su presencia. Las piedras salen disparadas mientras sostiene a una mujer en sus brazos.

Cuando la libera, puedo ver su expresión, completamente preparado.

Su mirada emana intención asesina, una determinación feroz de poner fin a esto de una vez por todas. No hay ira en su rostro, sino esa emoción que me ha carcomido desde hace tiempo.

Sí, es pura y desenfrenada hostilidad.

Ser inteligente, capaz de transformar un pueblo y convertirse en una amenaza es una cosa. Pero, al estar de pie frente a él, siento la inmensa presión que emana de su ser.

Es la presión de alguien que ha sobrevivido innumerables batallas, la carga de alguien que ha desafiado la muerte una y otra vez.

Se parece a ti, padre. Sin embargo, a diferencia de él, tú lo has subestimado.

Marco Luz es alguien peligroso, alguien más peligroso que tú.

—Tendrás que venir con nosotros, Erick Costuul —. Su voz es firme mientras extiende la mano, apuntándome con una especie de arma, un tubo con un cuchillo en él.

No necesito adivinar lo que es.

Es un rifle...

El ambiente se tensa aún más, y puedo sentir el peso del momento. La guerra está a punto de termina, y en medio de esta tormenta, debo encontrar una manera de sobrevivir.


Crusch a mi lado, aparenta haber recobrado su compostura. Ella apunta hacia el enigmático hombre con capucha, mientras yo fijo mi mirada en Erick Costuul

Las explosiones, sin duda, han segado la vida de la mayoría de los guardias y magos. En este instante, se encuentran en una completa desventaja. Su única opción viable es rendirse.

Yo, por mi parte, estoy decidido a poner fin a esta guerra y, por supuesto, a encargarme de las negociaciones para reparar los daños causados.

Aunque, conociendo al marqués de Costuul, no puedo evitar pensar que sacrificará a su propio hijo si eso le beneficia.

—Ven con nosotros o no saldrás con vida, esta es tu última advertencia. —Mi voz resuena con un tono autoritario mientras expulso mi maná, subrayando que mis palabras están respaldadas por una verdad innegable.

Beatrice mantiene el globo a una distancia prudencial, lista para emprender la retirada en cualquier momento. Los vientos turbulentos hacen que mantener el control sea un desafío creciente.

Según la información que poseo, Erick Costuul no es más que un títere obediente de su padre.

Hace lo que se le ordena sin cuestionar, todo en busca de sus propios beneficios.

Erick me observa con sorpresa, pero de alguna manera mantiene una sonrisa en su rostro.

—Así que eres Marco Luz. —El hombre a su lado se quita la capucha, revelando su rostro y su cuerpo.

Está plagado de pecas y manchas, sus ojeras parecen haberse apoderado de gran parte de sus mejillas. Presenta un aspecto demacrado, delgado y enigmáticamente cubierto de manchas negras que emanan una siniestra niebla.

Todo su cuerpo está marcado por esas manchas, y ahora que tengo un mayor control, puedo discernir lo que realmente es.

Miasma...

Es algo que nunca había visto, algo que solo puedo percibir.

—¿Qué es eso? —Crusch pregunta, sorprendiéndome al revelar que ella también puede verlo.

El hombre comienza a reír, mientras Crusch le advierte que no se mueva.

La ominosa aura continúa aumentando, y varios caballeros emergen de las salidas del castillo, rodeándonos con sus espadas. No me inquietan en lo más mínimo, pero este hombre, este individuo, parece ser mucho más peligroso de lo que había anticipado.

Mediante un simple gesto con los ojos, le indico a Crusch que dispare utilizando su magia.

¡Bang!

Una bala propulsada por la magia del viento, con un estruendo similar al de un latigazo, atraviesa el cráneo del hombre. En un abrir y cerrar de ojos, yace en el suelo.

Erick aún no parece haberse percatado de lo que ha acontecido, pero cuando finalmente lo hace, su mirada se posa en el cuerpo inerte de su compañero. Crusch es la única capaz de ejecutar un disparo tan preciso.

Con su bendición del viento, automáticamente calcula la presión de aire necesaria en el momento exacto.

Los caballeros observan atónitos, sin atreverse a acercarse mientras continúo liberando mi maná.

—¡Si se mueven, los eliminaré! —Advierto, asegurando el rifle en mi espalda y extrayendo mi pistola, avanzando hacia Erick—. Se acabó, Erick Costuul.

A pesar de la tensión en el aire, Erick tiembla levemente, pero extrañamente, no parece estar asustado.

—¡Me rindo! —Exclama Erick, arrojándose al suelo.

Todo parece estar orquestado de alguna manera.

—¡Marco! —Grita Crusch de repente, y en un abrir y cerrar de ojos, retrocedo utilizando murak.

Una estaca de hielo violeta se alza en el lugar donde el cuerpo de Erick se encontraba, pero no hay rastro de una bala en su cabeza; es como si nada hubiera sucedido.

—Un toque de magia Yin. —Él sonríe, volviéndose a cubrir con su capucha—. Si tan solo hubieras tenido un poco de paciencia, podría haberte invitado, pero me has llevado al límite.

Mis ojos se encuentran con los de Crusch, y en un abrir y cerrar de ojos, todo el entorno se sume en una densa niebla purpúrea que dificulta la visibilidad.

Los caballeros reaccionan rápidamente, lanzándose hacia nosotros con gritos de guerra.

Crusch y yo avanzamos, manteniendo nuestras espaldas juntas.

—¿Por qué siempre que luchamos nos vemos envueltos en esta niebla? —Pregunto, apuntando mi rifle en dirección a cualquier movimiento.

—Quién sabe, tal vez haya algo a lo que estamos destinados. —Responde Crusch, pistola en mano.

Ambos asentimos, conscientes de lo que se nos avecina y de la incertidumbre que rodea este misterioso enfrentamiento.

Pelear en la niebla es estúpido.

Ambos damos un paso, y en ese momento

—¡Fura! —exclamamos al unísono, haciendo que una oleada de viento despeje todo el lugar.

Algunos caballeros caen por la explosión de viento, mientras que otros siguen corriendo.

Solo son poco más de veinte, no será un problema.

¡Bang!

Un disparo certero al más cercano. Un agujero en su casco y cae sin poder resistirse.

—¡Vaya! Ser capaz de romper el acero, aunque no esté reforzado con magia —dice el hombre, aplaudiendo impaciente mientras observa. Quiere probarnos para preparar una contramedida.

Parece poder usar magia de tierra, agua o fuego, y también magia yin. Es un mago triple, o cuádruple en el peor de los casos, algo que normalmente tendría mucha popularidad, pero nunca había escuchado de él.

¡Bang!

Mato al segundo y luego corro hacia los demás. Guardo mi pistola y saco mi rifle. Disparo ondas de viento y, cuando se detienen, hago siete disparos consecutivos, acabando con sus vidas.

Disparo a otro pero fallo; la bala atraviesa su vientre, pero a este parece no importarle. El problema es que eso debería ser imposible. Hice algo a las balas que estoy disparando.

Con un cuchillo, hice una cruz en sus puntas. Esto es un crimen de guerra en mi mundo; hacer eso hace que la bala se disperse al chocar, desgarrando la piel y causando un dolor más allá de cualquier cosa.

El caballero con la herida el vientre se abalanza con fuerza contra mí.

Sin embargo, eso no me importa en este momento.

—¿Qué es lo que…? —Doy un disparo en su cabeza, haciendo que caiga al suelo.

Crusch también terminó con los suyos, pero hay algo extraño. Me acerco solo para ver que la sangre tiene ligeros matices purpúreos. No sé si la necrosis se ve así, aunque la sensación es la misma.

—Miasma de la bruja… —Afirmo, mirando hacia la posición donde están ambos—. ¿Plantaste miasma de la bruja en un humano común?

Ahora lo entiendo, supongo que es algo similar a cómo ganan adeptos para el culto. Como era de esperar, los sabios están bien involucrados con el culto de la bruja.

Crusch abre los ojos, mirando sorprendido hacia el hombre.

—Flynn, tú eres el ayudante del sabio Bordeaux. —Crusch aprieta sus labios, mirándolo con una expresión aterradora—. Entonces es cierto, los principales líderes de Lugunica están aliados con el culto de la bruja.

Flynn abre los ojos con cierta sorpresa, solo para señalar a Crusch.

—Eso es algo que no muchos saben. —Este señala a Crusch con el dedo—. ¿Quién eres?

Crusch sonríe, pero se queda en silencio.

Flynn se mueve, pero en un instante Crusch dispara, otra bala impulsada con magia, este recibe el golpe, sin embargo, en ese mismo instante.

—¡Fu Murak! —me lanzo hacia él, sin darle tiempo de acomodarse, mientras cae al suelo uso vita para aprisionarlo. Empieza a caer, solo para quebrar el suelo al instante que lo toca.

Con mi pistola disparo dos veces en su cabeza, atravesándola por completo.

—¿Sabes cuál es la forma de matar a un buen mago? —Flynn desaparece, solo para aparecer detrás mío. Uso murak para alejarme en un instante y veo cómo una daga púrpura estuvo a punto de apuñalarme.

—Estuvo cerca, muy cerca. —En el mismo instante en que Flynn dice esas palabras, Crusch dispara, atravesando su cuerpo.

Las balas atraviesan a Flynn, pero lo único que cae es una masa negra, envuelta en una niebla purpúrea.

—Lamentablemente, mi cuerpo no es un buen recipiente, pero no hay mucho problema, puede recuperarse. —Flynn examina las heridas en su cuerpo, luego nos mira a ambos con determinación—. Son fuertes, sin duda, serían una gran fuerza a considerar.

Este cruza los brazos.

—Es una pena que solo tenga una daga, pero bueno.

Si las balas no funcionan, debe haber algo que sí lo haga. Magia Yang, o incluso la sangre de Luan.

No debo desperdiciar las balas que tengo.

Quizás deba reiniciar. En este momento, si mi reinicio no ha cambiado, debería poder planear.

Para ello, debo sacar todas las cartas que tenga Flynn.

Si doy este mundo como perdido, entonces puedo ir con todo.

—¡El murak! —doy un solo paso y me posiciono frente a él, coloco mi mano en su pecho y grito—: ¡GOA!

Una llamarada de fuego lo atraviesa. No puedo verlo, pero debe estar incinerándose. Rápidamente, alguien toma mi mano y la aprieta con fuerza.

—No puede ser. —Uso vita para aprisionarlo y tumbarlo nuevamente.

Su cuerpo, el fuego parece no haberle hecho nada. Este parece no ser afectado por los daños físicos, pero la magia tiene un mínimo efecto en él.

¿Cómo derroto algo así?

—Esto está siendo un poco aburrido. A este paso, no podré tocarte. —Flynn entonces se teletransporta, colocándose detrás de Erick, quien se ve completamente fuera de sí—. Eres fuerte, Marco Luz, sin duda alguna, pero no eres inmortal.

El suelo empieza a temblar, y la piedra comienza a quebrarse. Crusch y yo nos acercamos, mirando de un lado a otro.

—¡Admiren! ¡Mi mejor trabajo! —Flynn empieza a aplaudir mientras conjura su hechizo—. Ahora, espero que me entretengan lo suficiente.

Del suelo comienzan a emerger brazos, pero no es tan simple. Son brazos de piedra, corpulentos. Disparo a uno, pero el daño es mínimo. Mis balas funcionan con humanos, pero esta cosa... Nunca la había visto.

Decenas de golems salen del suelo, levantándose y mirando hacia nosotros. Cada uno parece fuerte y resistente. Tal cantidad debió requerir mucho maná. En este momento, debo considerar bien las cosas.

Debo seguir adelante, derrotarlos e irme de aquí.

No estoy seguro de si la magia será suficiente para esto.

—¿Has oído hablar de los golems? —pregunto, y Crusch, quien parece más sorprendida que yo, me responde.

—Una vez, encontramos un libro que contenía el método de creación, sin embargo, ese libro estaba incompleto. —Crusch saca su espada, apuntando hacia los golems—. ¿Vas a luchar con un cuchillo?

Asiento, después de todo, es la mejor forma de luchar que tengo.

No necesito aprender esgrima; toma mucho tiempo y el rango de mejora no es tan alto. Por eso, necesito incrementar mis habilidades donde tengo conocimiento.

Este hechizo debe consumir mucho maná. Este monstruo, si quiero derrotarlo, debo agotar sus fuerzas primero. No sé por qué tiene miasma, no es como los cultistas que he leído.

Parece que el mundo se está empezando a revelar.

Los golems se abalanzan, cada uno mide aproximadamente cuatro metros de alto, corpulentos, sus pasos hacen temblar el suelo. Me lanzo sobre el primero, usando murak para llegar en un instante.

Este mueve sus brazos, pero en ese mismo instante creo una estaca de hielo que atraviesa su cabeza. El monstruo baja sus brazos con fuerza, intentando aplastarme. Son golems, pero siguen siendo tierra.

Aumento la temperatura, moviendo las partículas al máximo. Aprovecho el viento, dirigiendo el movimiento. Me pongo en posición, mirando todos los golems frente a mí.

Gracias por enseñármelo, Julius. Pero lo he modificado un poco.

—¡Ciclón Gravitatorio! —grito, haciendo que se cree un remolino de fuego que se eleva por más de diez metros—. ¡Ahora!

Extiendo mi brazo y se activa el hechizo en el centro, creando una zona gravitatoria que atrae todo hacia el ciclón de fuego. Los golems empiezan a dejar el suelo, solo para caer amontonados y ser consumidos por el fuego.

Los golems se ven atrapados en un resplandor creciente, sus cuerpos iluminándose por las altas temperaturas. La tierra, sometida a temperaturas extremas y presiones inmensas, se transforma inevitablemente en una sola cosa: lava ardiente.

Los golems comienzan a derretirse, la presión aumenta la temperatura mientras el torbellino es capturado por la gravedad, destruyéndose y concentrando todo el calor en la zona que he creado.

Lo que queda es un charco de lava ardiente, los golems reducidos a una masa derretida e inútil.

Sin embargo, mi alivio es efímero. Al mirar a mi alrededor, noto que más golems emergen en un número aparentemente interminable.

—¡No va a ser suficiente! —Crusch, decidida y ágil como el viento, utiliza sus hojas de viento para atravesar a todos los golems. Sus cortes, casi imperceptibles en su velocidad, son mortales y elegantes.

Afortunadamente, estos golems no parecen tener la capacidad de regeneración que a menudo se encuentra en la ficción.

Al menos eso me reconforta en medio de esta lucha desesperada.

Pero el problema principal es Flynn. Manteniendo sus manos en alto, parece que necesita permanecer completamente inmóvil para controlar a los golems. Ya sabía que estaban aliados con el culto de la bruja, pero esto es algo completamente diferente.

Las balas normales no tendrán ningún efecto en él, pero las balas de magia Yang, probadas anteriormente con Petelgeuse, podrían ser la clave. Sin embargo, encontrar el momento perfecto es crucial.

Flynn es un mago experimentado y sin duda sentirá las fluctuaciones de la magia Yang. Necesito distraerlo, mantenerlo ocupado el tiempo suficiente para clavar una de esas balas en su rostro.

Me lanzo hacia un golem, utilizando mi magia vital para detenerlo y luego hundir mi kukri en su masa.

—¡Goa! —grito, haciendo que el golem explote desde adentro, esparciendo pedazos de tierra por todas partes.

Crusch y yo seguimos luchando con todo lo que tenemos, enfrentando la avalancha interminable de golems. Justo cuando parece que nada puede mejorar, algo inesperado ocurre.

Los golems comienzan a expulsar un líquido espeso y oscuro de sus aperturas. Rápidamente me doy cuenta de lo que es.

Es más espeso, pero es similar a algo que he visto antes: miasma.

La situación se complica aún más. La batalla está lejos de terminar, y lo desconocido se cierne sobre nosotros en esta lucha desesperada.

Los golems se vuelven más frenéticos, golpeando el suelo y esparciendo el líquido miasma que devora incluso a los caballeros muertos. La preocupación se refleja en mi mirada cuando observo a Crusch.

Podría volar y sacarnos de aquí, pero desconozco si Flynn tiene una contramedida para eso. A pesar de todo, decido esperar el momento adecuado. Mi maná es valioso; Beatrice sigue sosteniendo el globo y debo apresurarme.

—¡El GOA! —grito, lanzando una ráfaga de bolas de fuego.

Explotan al tocar a los golems, pero esta vez el daño es inferior. La magia se ve afectada por el miasma, como contrapartes oscuras de sí mismas.

Crusch se coloca detrás de mí, sus heridas evidentes. Ella me mira, jadeando ligeramente mientras habla:

—Los mantendré ocupados, acaba con Flynn. —Prepara un hechizo, su espada transformándose e iluminándose en un azul intenso, opacando la luz que se filtra entre las nubes.

Los golems se abalanzan desde todas las direcciones. Ahora es el momento perfecto para mostrar de qué estamos hechos. Me agacho, preparándome para tomar impulso, confiando nuestra escapatoria a Crusch.

En medio de la oscuridad que nos rodea, su voz se eleva:

—¡Mil cortes! —grita Crusch. Su espada se convierte en un baile rápido de cortes que se transforman en hojas de viento, atravesando a los golems. Sus restos caen, y el líquido amenaza con tocar nuestras pieles.

—¡Ahora, deberán morir! —exclama Flynn mientras Crusch se prepara para saltar. Mi turno ha llegado.

—¡Fu Murak! —sostengo a Crusch, evitando que mi magia la afecte. La gravedad a mi alrededor disminuye, creando una onda de viento que lo expulsa todo. El líquido cae sobre otros golems mientras aprovecho la oportunidad.

—¡El Murak! —me lanzo al aire, tomando vuelo y luego disparándome hacia Flynn. Este abre los ojos con una sonrisa, y su expresión cambia a una de arrogancia cuando grita:

—¡¿Crees que eso es todo?! —Baja sus brazos mientras jadea y escupe más miasma. Me acerco a toda velocidad, pero veo algo surgir del suelo frente a él.

Freno en seco al ver un golem emergiendo en cuestión de segundos, pero no es un simple golem. Estoy a veinte metros de altura, pero este monstruo sigue sobrepasándome. Es un golem de piedra delgado, sin piernas pero con enormes brazos que parecen edificios.

Estacas de piedra sobresalen de su espalda y sus ojos azules brillan como cristales de piroxeno.

Miro hacia el globo, donde Beatrice me lanza una mirada impaciente. No puedo ver su expresión, pero puedo sentir su ansiedad. Este monstruo ante nosotros no es algo común.

Su mera presencia emana una magia oscura y abrumadora que se siente en el aire.

Pero también soy consciente de que el despliegue de magia de esta magnitud debe venir acompañado de un gran sacrificio. En este momento, no podemos permitir que este ser siga existiendo.

—¡Sal de esta! ¡Marco Luz! —grita con desesperación.

Fijo mi mirada en el golem, que parece aguardar expectante mi siguiente movimiento. Sostengo mi kukri, mi fiel compañero que me acompañará en esta operación que bien podría ser suicida.

No tengo garantía de sobrevivir a lo que está por venir.

Pero tengo que intentarlo. He desarrollado una nueva magia, una creación completamente propia. Es ahora, en medio de la incertidumbre y el peligro, cuando debo demostrar de qué estoy hecho.

El mundo a mi alrededor se desvanece mientras me concentro en el objetivo ante mí. La batalla está a punto de alcanzar su punto crítico, y estoy dispuesto a enfrentar lo que sea necesario para detener a este monstruo y proteger a quienes me rodean.


Capítulo 10

Una Aparición Inesperada.

Inventar nuevos hechizos es una tarea compleja. Beatrice, por su naturaleza como espíritu, suele hacerlo con facilidad, pero para un humano como yo, se requiere una profunda sensibilidad al maná que permita visualizar los efectos del hechizo.

El resto depende de mí conocimiento y habilidades.

—¿Sabes cómo funciona la gravedad? —Pregunto a Flynn con una sonrisa desafiante.

Este hechizo es aparentemente básico, pero lo he perfeccionado durante estos intensos seis meses de entrenamiento. Me he esforzado más que nadie, más allá de los límites que creía tener.

Ha llegado el momento de mostrar el verdadero caos.

Me lanzo hacia el golem a toda velocidad, y sus ojos comienzan a expulsar hojas de viento cortantes, amenazando con desgarrarme. Sin embargo, me muevo con agilidad sobrenatural, regulando la gravedad y el viento para moverme de manera descontrolada.

Esquivo sus cortes con maestría mientras concentro el flujo de maná para preparar mi hechizo.

Mientras tanto, Crusch lucha incansablemente contra los golems que la rodean. Su valentía es admirable, pero la cantidad de enemigos no hace más que aumentar.

Debo apresurarme.

El golem extiende su brazo, creando ondas de viento que me impulsan hacia arriba. Pero yo no me detengo. Mirando fijamente al rostro del coloso, tomo un último impulso y coloco mi mano sobre su superficie.

Me concentro durante unos intensos segundos y luego sonrío, gritando con determinación:

—¡Resonancia gravitatoria!

En mi mano, una zona de influencia comienza a extenderse, y las partículas en el cuerpo del golem empiezan a vibrar intensamente.

La magia de fuego me permite controlar esas vibraciones, aumentando la temperatura o disminuyéndola para crear hielo. Pero, al combinarla con la magia gravitacional, las moléculas en el cuerpo del golem vibran con una intensidad desconocida.

Sigo expulsando maná, y el golem comienza a temblar y despedazarse. Su interior empieza a expulsar lava, mientras los pedazos de piedra caen al suelo.

—¿Cómo lo hiciste? —Flynn grita asustado, bajando las manos—. ¿Quién demonios eres?

El golem se convierte en un montón de pedazos desmoronados, mientras Erick sonríe triunfante y Flynn me señala con el dedo tembloroso.

Cargo las balas Yang en mi pistola mientras apunto hacia Flynn.

—Soy Marco Luz, y este es tu final. —Preparo mi hechizo mientras Flynn lanza estacas de hielo purpura hacia mí.

Las esquivo con destreza, cargando aún más maná en el hechizo. Esto lo sorprenderá como nunca.

Saco más maná de mi puerta dimensional y miro a Flynn, quien parece estar preparando algo con odio en sus ojos. Me posiciono en el aire, sin necesidad de descender hacia su nivel.

Observo hacia adelante, apuntando con mi pistola.

La altura es perfecta.

Odd Laguna, el encargado de hacer estos cálculos y permitir la existencia. Los hechizos pueden ser modificados y alterar el orden natural. En este momento, estoy a punto de desatar un caos controlado que dejará a Flynn sin opciones.

Sonrío con confianza, sin prestar atención a las distracciones a mi alrededor. Mi mente está enfocada en la batalla que se avecina.

—¡Inversión Gravitatoria! —exclamo, mirando hacia adelante. Una onda de energía desciende la gravedad y la aumenta en la parte superior. Es el mismo hechizo que utilicé contra Julius, pero esta vez lo controlo a la perfección.

Flynn, sin poder hacer nada, es lanzado hacia arriba, su rostro una mezcla de sorpresa y terror.

—¡Sorpresa! —le digo con una sonrisa mientras aprieto el gatillo de mi arma. Un estruendo retumba en el aire.

¡Bang!

Una bala Yang sale disparada a quemarropa. Antes de que Flynn tenga la oportunidad de reaccionar, la bala atraviesa su cráneo, dispersando una masa negra y pedazos de su cerebro en el aire debido al hechizo.

No puedo darle la oportunidad de regenerarse, así que coloco mi mano en su pecho.

—Fuego Fractal —murmuro con determinación. Un fuego se enciende dentro de él, moldeado con magia gravitacional. El fuego comienza a dividirse, aumentando su presión y quemando todo a su paso mientras descompone las partes internas de su cuerpo.

La magia es sorprendentemente útil cuando se sabe cómo usarla.

Pienso en Roswaal y sus habilidades para manipular el clima y traspasar almas. Pero esos hechizos son descontrolados, carecen de procesamiento.

Lo que estoy haciendo es mucho más preciso.

El cuerpo de Flynn se despedaza, el fuego toma la forma de fractales que no dejan de incrementar y quemar todo a nivel molecular. Es un hechizo lento, pero perfecto para un golpe final.

Finalmente, el cuerpo de Flynn ya no existe, solo queda maná disperso en el aire. El miasma no se ve afectado, pero las partes contaminadas caen al suelo mientras desciendo.

Crusch sigue luchando valientemente, y yo jadeo exhausto después de usar tantos hechizos en conjunto. Aprovecho para agarrar a Erick del cuello, su mirada está llena de terror mientras aprieto más y más.

—Se acabó, Erick Costuul —le digo con voz firme—. Vendrás con nosotros y anunciarás tu rendición.

Siento que debo ir al campo de batalla y poner fin a todo esto.

—Lo... lo haré —afirma Erick, haciendo que lo suelte y caiga al suelo. Rápidamente, lo amarro con una soga y lo cargo.

Crusch ha terminado con los últimos Golems, esta tiene varias heridas pero parece estar bien.

Agarro a Erick y lo alzo hasta el casco del globo, pero en ese preciso instante, el suelo comienza a temblar con una fuerza abrumadora. Los temblores sacuden todo a nuestro alrededor con una violencia que supera todo lo que hemos experimentado antes.

—¡Eleva el globo! —grito, luchando por mantener el control mientras intento elevar el globo. Sin embargo, el peso de Erick es una carga aplastante en mi pecho.

Maldita sea, sigo elevándolo, pero una mano de piedra emerge del suelo y se lanza directamente hacia el globo.

—¡Minya! —exclamo, aprovechando la cercanía de Beatrice para congelar el brazo de piedra en el tiempo, deteniendo las moléculas y haciéndolo quebrar con un estruendo.

En ese mismo instante, una poderosa onda de viento se abalanza hacia nosotros, llevando consigo múltiples brazos de piedra que intentan alcanzarnos.

Crusch, ocultando su miedo en esta situación, desenvaina su espada y corta todos los brazos de piedra con movimientos precisos y letales.

Los golems comienzan a emerger del suelo, y de la masa amorfa que una vez fue Flynn, comienza a tomar forma un grotesco cuerpo. Intentamos subir para escapar, pero de repente, todo el entorno se ve envuelto en una espesa neblina purpúrea.

Un dolor punzante atraviesa mi mente, pero Beatrice actúa rápidamente, utilizando su maná para aliviar la insoportable sensación.

—¡Marco! ¡Es… Miasma! —exclama, haciendo que comprenda el terrible efecto que nos rodea.

Es similar a la habilidad de Petelgeuse, el miasma crea una niebla que ataca directamente nuestra mente y nuestras puertas. La razón por la cual no me afecta tanto se debe a mi capacidad para almacenar miasma y, también...

Por el cristal que incrustaron en mi cuerpo durante esa fatídica batalla.

—¡No te irás! ¡No te dejaré escapar! —ruge esa masa amorfa, comenzando a tomar una forma similar a la de un humano.

Observo con horror mientras el miasma aumenta a mi alrededor, retorciendo mis pensamientos y emociones en una danza caótica.

Cuatro gigantescos golems emergen de la tierra, mientras los otros esperan pacientemente nuestra bajada. Los golems nos atacan, obligándome a saltar del casco del globo en un intento desesperado por distraerlos y permitir que los demás escapen.

—¡Sigan subiendo! ¡Yo los distraeré! —grito, pero Beatrice extiende su mano hacia mí.

—¡No! ¡Marco! —son las últimas palabras que oigo antes de que mi cuerpo sea arrojado violentamente hacia el suelo, cayendo con fuerza, y mi mente comienza a dar vueltas en un torbellino de confusión y desesperación.

Intento levantarme, ansioso por comprobar la razón por la cual los golems no están atacando, pero en su lugar, siento unos pasos acercándose a mí.

—Me has llevado al límite de mi cuerpo —dice el monstruo frente a mí, escupiendo un cristal mientras su aura sigue creciendo.

Este ser ya no se parece en nada a un humano, ni siquiera se acerca a lo que alguna vez pudo haber sido. Su cuerpo está completamente consumido, y el miasma parece brotar de él como un torrencial incontenible.

—¡Mira lo que me has obligado a hacer! —su sonrisa, llena de avaricia y malicia, traspasa mi alma.

Su figura emerge de las tinieblas con una capa negra que parece danzar al compás de la oscuridad generada por el miasma. Su cabello largo y rosa se convierte en un contraste macabro con el entorno siniestro que lo rodea.

El fondo, saturado de tonos azules oscuros y envuelto en remolinos enigmáticos, exhala una atmósfera que da forma a las pesadillas más profundas.

—Ahora tendré que cumplir con mi deber, y tú deberás enfrentar las consecuencias por las vidas que se perderán —dice con una voz distorsionada mientras se acerca a mí, deteniéndose justo frente a mis ojos—. ¿Puedes soportar esta cantidad de miasma? de verdad, eres un espécimen increíble.

Los ojos de mi adversario emanan una determinación malévola, como si su único propósito en este mundo fuera sembrar el caos y la desolación.

Un escalofrío gélido recorre mi espina dorsal mientras contemplo esta imagen infernal.

Me hallo ante un enemigo cuyo poder se ha vuelto más oscuro y despiadado que nunca. Mis ojos caen sobre mi pistola, pero antes de que pueda reaccionar, un golpe brutal se abate sobre mi estómago.

Con rapidez, ejecuto un Murak y cambio mi posición en un solo paso, apuntando directamente a su rostro y disparando.

¡Bang!

La bala se desplaza con velocidad, pero no hay reacción alguna de su parte; es como si el proyectil nunca hubiera existido.

—¿Qué has hecho? —pregunto, mientras aprovecho para cargar un hechizo. Su sonrisa siniestra persiste mientras los golems hacen temblar el suelo a nuestro alrededor.

La niebla y las nubes oscurecen por completo el sol, y las primeras gotas de lluvia caen, sumiéndonos en una situación de vida o muerte.

Sé que no puedo permitirme morir. Si el miasma me afecta, si logra hacer algo en mi interior, será imposible seguir luchando. He subestimado a este hombre; su poder supera con creces al de Petelgeuse y, osaría decir, incluso al de Julius.

Me quedan siete balas y dos cargadores Yang. Si los combino en un hechizo, quizás tenga una oportunidad. Mi conexión con Beatrice se debilita por el denso miasma, y sé que deberé esforzarme aún más para utilizar la magia Yin.

Crusch desciende junto a mí, decidida a enfrentar esta amenaza a mi lado.

—No estás solo. Lucharemos juntos —dice, colocándose en mi espalda, lista para seguir combatiendo.

Ahora ella tendrá que soportar el miasma, eso significa que agotará su maná constantemente.

Los cuatro gigantescos golems empiezan a lanzar sus ataques de viento, mientras los otros se acercan velozmente.

Flynn se lanza hacia mí, su velocidad es tal que apenas puedo reaccionar.

—Nebulosa Efímera —murmuro, controlando una llamarada de fuego y creando una serpiente comprimida con viento, tan densa que genera una luz incandescente que se desplaza hacia su objetivo como un rayo.

Aumento al máximo todas las partículas, haciendo que la serpiente de fuego serpenteé hacia Flynn.

El enemigo empieza a moverse, y el proyectil avanza hacia él, pero en el momento en que debería impactar, lo atraviesa como si nunca hubiera tenido un cuerpo.

—Al final, es solo magia —dice con una sonrisa. En ese instante, realizo un disparo. Flynn se mueve para esquivarlo, pero antes de que lo logre, utilizo la magia para detener su movimiento.

A pesar de ello, rompe a través de mi hechizo y sigue avanzando, demostrando que el hechizo que creé anteriormente aún permanece. La situación se vuelve cada vez más tensa y desesperada mientras nos enfrentamos a esta amenaza implacable.

Una nebulosa se forma a sus pies, derritiendo el suelo y dejándolo momentáneamente atrapado en su turbulencia. Mi bala se hunde en su hombro, y el impacto provoca que el miasma fluya más intensamente desde su cuerpo.

Sin embargo, justo en ese instante, uno de los gigantescos golems me aprisiona entre sus brazos. Lucho por liberarme, pero su fuerza supera ampliamente mis expectativas. Aun así, no importa; tengo un as bajo la manga.

—¡AGHHH! —Un agudo dolor atraviesa mi vientre mientras intento zafarme.

Mi maná no responde como debería, y mi conexión con Beatrice es tan tenue que apenas puedo percibirla. En medio de la confusión, no puedo localizarla.

Flynn se eleva y se interpone frente a mí, confiado en su posición. Pero yo aún poseo balas Yang en mi arsenal. Si logro detonar los cargadores en su interior, podría infligirle un daño considerable.

Observo que su herida no se ha cerrado completamente; en cambio, percibo que el miasma comienza a derramarse lentamente de su cuerpo, entrando en el mío. Mi puerta intenta expulsarlo, pero la fuerza ejercida es suficiente para distraerme y dificultar su expulsión.

—Ahora, deberás cumplir tu destino. Te convertirás en un valioso recipiente una vez que haya descubierto cómo hacerlo —murmura Flynn mientras desenvaina una daga. Siento un dolor punzante en mi vientre, y la agonía me envuelve.

Intento utilizar el agua para curar mis heridas, pero, al no haber dominado completamente esa técnica, solo puedo utilizar mi maná para forzar el cierre de la herida y detener el sangrado. Mientras tanto, concentro mi energía en reunir suficiente maná para destruir el golem que me sujeta.

Flynn sostiene su daga, apuntándola directamente a mi cabeza.

—No te preocupes, solo sentirás un leve pinchazo —asegura mientras empieza a bajar el arma. Pero entonces, un grito rasga el aire.

—¡Caballeros! ¡Al ataque! —El brazo del golem que me sujeta es hecho añicos en miles de fragmentos, y Flynn es lanzado violentamente al suelo.

Utilizo mi magia para reducir el impacto de mi caída y, al iluminar el entorno, descubro la figura de un hombre rodeado por partículas azules. Porta una espada larga, un arma que no le había visto antes.

Sonríe con una expresión de profundo entendimiento.

Frey Karsten, o mejor dicho, Fourier Lugunica, ha aparecido.

—Mis disculpas, encontré a más caballeros bajo la montaña y también descubrí algunos vestigios de cultistas —confiesa, con una sonrisa ante la inesperada situación.

Originalmente, Frey debía ser un mero espectador en esta batalla, un duque que no debía involucrarse en la lucha por el poder.

Pero las circunstancias han cambiado drásticamente.

—Esto ya no es una simple guerra entre territorios. Las pruebas del culto a la bruja son innegables —declara Frey, enfrentándose a un golem que intenta atacarlo.

Con movimientos veloces, Frey lo despedaza, reduciendo a escombros un coloso de más de veinte metros de altura que cae impotente.

Entonces, planteo una pregunta intrigante:

—¿Conoces a Flynn?

Frey me mira con una expresión ligeramente confusa antes de responder:

—No, no lo conozco.

La respuesta suena sincera, pero algo en su tono o en su mirada me hace cuestionar si está ocultando algo más.

Decido ponerme de pie, pero el dolor de mi herida regresa, haciendo que mi cuerpo se tense. En ese momento, aparece Félix, con una expresión de preocupación en su rostro, y se apresura a sanarme.

El miasma sigue flotando en la zona, visible para todos debido a su densidad, pero también significa que todos están siendo afectados por su presencia opresiva.

Félix lleva un cristal dorado en su pecho, que emite una luz constante mientras cura mi herida. Su habilidad para sanar es verdaderamente sorprendente.

El estruendo de espadas chocando, los gritos y el retumbar de los golems en la distancia revelan que la batalla está alcanzando un nivel de intensidad inimaginable.

—No puedo permitir que nadie muera en esta batalla. Wilhelm está luchando en la parte baja contra los cultistas que encontramos, así que me ocuparé de estos golems gigantes. ¿Puedes enfrentarte a ese monstruo? —me pregunta Flynn, mostrando su brazo, en el que unas manchas oscuras se propagan, probablemente como resultado del ataque que sufrió.

Asiento con determinación, mirándolo seriamente. Aunque en otros momentos pudiera ser un enemigo, en este instante necesitaremos apoyarnos mutuamente para poner fin a esta crisis.

Observo mis manos, apretándolas con fuerza, mientras escucho el grito de Crusch luchando en la distancia.

Es hacia esa dirección que debo dirigirme. Sin embargo, antes de avanzar, Frey me detiene.

Giro para verlo, y en ese momento, él me entrega un collar, mucho más grande de lo que esperaba.

—Este normalmente sería mi collar, pero parece que tu amiga lo necesita más que yo. —El collar parece disipar la niebla a su alrededor, creando un pequeño campo sin esta—. Son collares imbuidos con magia Yang, sacados directamente de Vollachia. Apresúrate, no sé cuánto tiempo tenga ella.

Asiento con determinación y comienzo a correr. Mientras avanzo, me concentro en expulsar el miasma que se cierne en el ambiente.

Pienso en Crusch, quien ha estado soportando este terrible miasma durante un tiempo.

Como menciona Frey, debe estar gravemente herida.

Escucho la voz de Flynn, y su grito me impulsa a acelerar mi paso, utilizando mi murak y magia de viento. Opto por no volar, ya que eso requeriría gastar más mana del necesario.

En este momento, necesito concentrar todas mis energías en expulsar el miasma y preparar el hechizo necesario.

Finalmente, atravieso una densa capa de niebla y la veo: Crusch, con una espada en una mano y una pistola en la otra, intenta detener a Flynn.

—No te dejaré ir con él. —Crusch se lanza hacia Flynn con una valentía impresionante, pero sus movimientos parecen más lentos de lo habitual.

Flynn, aprovechando la situación, esquiva el ataque de Crusch sin esfuerzo. Un disparo retumba en el aire cuando Crusch dispara hacia Flynn, pero al igual que antes, el impacto no tiene efecto alguno.

Flynn rápidamente avanza y clava su puño en el estómago de Crusch.

Aprovecha la distancia para intentar hacer un golpe mortal.

—¡No! —grito desesperadamente mientras uso mi murak para lanzarme hacia Crusch, pero Flynn se adelanta y atraviesa a Crusch con su brazo, infligiendo una herida mortal.

En mi mente, todo comienza a desacelerarse. Siento una extraña sensación, como si el tiempo se detuviera mientras me encuentro frente a Flynn.

—¡MALDITO! ¡UL GOA! —Grito con furia mientras creo una tormenta de fuego que impulso con mi magia de viento. Aprovecho la magia para enviar a Flynn volando lejos de Crusch.

Flynn sale disparado en una dirección desconocida, pero lo último que veo es su sonrisa malévola, como si hubiera logrado su objetivo.

Corro hacia Crusch, quien escupe sangre mientras sostiene su estómago herido. Manchas negras cubren su rostro, y su sangre tiene un tono similar al de Frey.

Maldición. Parece que tendré que reiniciar esta situación. Pero, al hacerlo, las cosas se vuelven aún más complicadas.

—¡BEATRICE! —grito con todas mis fuerzas, utilizando mi maná para asegurarme de que me escuche—. Aguanta, por favor.

La tensión en el aire es palpable, y el destino de Crusch y la situación en general se mantienen en un delicado equilibrio.

Llevarla con Félix no será suficiente. Beatrice tiene formas de disminuir los efectos del miasma, y si ella le brinda ayuda y damos tiempo suficiente para llegar a Irlam, podré hacer que Luan la cure.

¿Y si Luan está muerta?

La idea de que hayan usado el miasma para potenciar a los demihumanos me atormenta. Sin embargo, rechazo ese sombrío pensamiento. No importa cuál sea la situación, mientras pueda regresar a un punto anterior, podré intentar algo.

La ansiedad se apodera de mí mientras espero su llegada. Siento cómo mi cuerpo tiembla involuntariamente. La incertidumbre y la ira se entrelazan en mi interior.

—¿Qué te parece? ¿Soy fuerte, verdad? —La voz de Flynn me sobresalta. En un instante, me abalanzo sobre él, pero su sonrisa retorcida me indica que no todo es lo que parece.

Lo que atravieso no es más que una ilusión, una sombra de él.

Se ha vuelto más poderoso, como si hubiera abrazado por completo ese miasma.

—No me queda mucho tiempo, así que tendré que actuar rápido. —Giro la cabeza y me encuentro con que Flynn está frente a Crusch. Con rapidez, saca una daga y se prepara para apuñalarla.

—¡EL MURAK! —Grito, lanzándome hacia ella, intentando liberarla de la daga. Pero cuando estoy a punto de llegar, siento cómo el hechizo desaparece de mi cuerpo.

Abro los ojos de par en par, solo para experimentar una agonía indescriptible al sentir la daga atravesando mi espalda. El dolor es punzante, y una sensación extraña se apodera de mí mientras agujas invisibles atraviesan cada rincón de mi cuerpo.

Una patada en mi costado me tira al suelo, impotente y sin fuerzas para levantarme. Miro hacia Crusch con desesperación.

—Ya que ofreciste tanta resistencia, utilizaré ese poder para un mejor propósito. Sabes, puedo salvarla de una manera más efectiva. —Flynn lanza su mano hacia Crusch, y mientras lo hace, finalmente comprendo por qué fallé.

El miasma. Siempre he estado luchando contra él, rechazándolo, pero en esta ocasión, debí unirme a él.

El destino se oscurece aún más, y el tiempo parece haberse detenido en este macabro enfrentamiento.

Aceptarlo, hundirlo profundamente y mantener el control...

—Te... Mataré —susurro con determinación, pero mi voz es rápidamente silenciada por una fuerza inexplicable que toma el control de mi cuerpo.

Siento como si algo devorara mi mente, mis recuerdos parpadean, aparecen y desvanecen mientras lucho por recuperar mi propia voluntad y acabar con esta situación.

En medio de esta lucha interna, un grito desesperado rompe el silencio. Es la voz de Beatrice, pero no puedo ubicar su origen. Mi cuerpo deja de responder por completo, como si estuviera siendo manipulado por una fuerza externa.

El caos estalla cuando múltiples estacas se abalanzan sobre el cuerpo de Flynn, haciendo que retroceda. Me invade un sentimiento de urgencia y preocupación.

No... Esto no debe suceder.

Beatrice no debe atacar…

De repente, Beatrice aparece frente a mí y pronuncia unas palabras:

—¡EL SHAMACK! —grita Beatrice, antes de dirigir su mirada hacia mí, llena de reproche—. Eres un tonto, un tonto de hecho.

En ese momento, comprendo que Beatrice ha quebrantado el contrato, un pacto fuerte con penalizaciones aún más firmes. Sin embargo, sus acciones tienen una razón urgente.

Beatrice toma el collar Yang de mi mano y lo clava en el cuerpo de Crusch. Comienza a canalizar magia, y de su ser emanan partículas azules, la esencia pura de su existencia, el odo.

Mi desesperación crece mientras intento desesperadamente utilizar mi maná para liberarme, pero el miasma me mantiene paralizado, impidiéndome hacer cualquier movimiento. Aprieto mi puño con todas mis fuerzas, tratando de recobrar el control, pero todo es en vano.

Mi mente lucha contra las cadenas invisibles que me atan, nuestro destino pende de un hilo.

Beatrice completa la curación de Crusch y su mirada se posa en mí, sus ojos brillan con lágrimas mientras su cuerpo se ilumina ligeramente.

—Parece que mi madre nunca me abandonó, siempre deseó que te protegiera —susurra con ternura y emoción en su voz.

Con un esfuerzo sobrenatural, abro los ojos con fuerza y veo cómo Beatrice saca un cristal de su bolsillo.

Entonces comienzo a entender.

—Este cuchillo está destinado a tomar tu cuerpo, y como tu princesa, debo protegerte —dice mientras se clava el cristal en el estómago.

¡Muévete!

¡Suicídate!

Desesperadamente intento mover mi cuerpo, cada músculo se tensa en un esfuerzo supremo por poner fin a esto. Pero mi cuerpo está bajo un control implacable, dominado por una fuerza desconocida.

Te prometiste no volver a perder a nadie.

Marco Luz.

—Supongo que no podré agradecerle a Roswaal, pero al menos, pude salvarte —dice Beatrice mientras el cristal se hunde en mi cuerpo. En un instante, recupero mi capacidad de movimiento—. La esencia de un espíritu te permitirá suprimir el miasma y tener un mejor control sobre él.

Sin sus habituales muletillas, Beatrice me sonríe y sus lágrimas caen sobre mi rostro.

—Lo siento, mi príncipe, Betty no pudo hacer nada por ti —lamenta con tristeza mientras reúno fuerzas para mover mi brazo. La abrazo, sintiendo cómo su presencia se desvanece lentamente—. No sé si moriré, o si podré continuar en ti, pero por favor.

Beatrice me besa en la frente con un gesto de profundo cariño.

—Por favor, no te odies por esto. —Beatrice desaparece, como si nunca hubiese estado aquí, dejándome con una extraña sensación de calor en mi interior.

El cristal que Roswaal me dio brilla en un tono violeta claro, y tras unos segundos, recupero por completo mi movilidad.

Así que…

Caí en sus manos.

—Roswaal L. Mathers... —aprieto los dientes mientras sostengo mi pistola con firmeza.

No te dejaré, no importa cuántas veces deba morir.

Te mataré, te mataré.

¡TE MATARE!

¡Bang!


Capítulo 11

El Ascenso del Monstruo Interior

Cuando abro los ojos, me encuentro en mi oficina. Observo a mi alrededor y no detecto nada inusual. Sin embargo, una figura femenina frente a mí rompe la aparente normalidad.

—Nos vemos de nuevo. Ha pasado un tiempo —me saluda Pandora, alzando la mano y esbozando una sonrisa—. ¿Me has echado de menos?

Una vez más, ha interrumpido uno de mis retornos. Ella toma la pistola y la apunta hacia mí.

—Has hecho un buen trabajo. Es pesada pero fácil de usar —comenta mientras su disparo atraviesa mi cabeza, aunque extrañamente no siento dolor alguno, ni siquiera una pizca de malestar—. Con esto, has perdido una vida valiosa.

Su sonrisa, indiferente y enigmática, parece no reflejar ningún rastro de remordimiento.

¿Una vida valiosa?

—Pensé que serías más precavido, especialmente después de él me contase sobre tu vida.

Pandora se coloca frente a mí, colocando ambas manos en mis mejillas con una expresión misteriosa en su rostro.

—Ahora, solo te quedan dos…

En ese momento, todo encaja. Comienzo a temblar, asombrado por haber finalmente comprendido las palabras que escuché en esa ocasión.

Lo había pasado por alto por completo.

—Dos vidas… —susurro, y ella asiente, esa misma sonrisa persistente en su rostro.

Cierra sus ojos y en un instante se inclina para darme un beso en la frente.

—Tienes que seguir adelante. Tu camino debe continuar, por eso necesitas vivir —dice mientras me da la espalda—. Vive, para que podamos vernos en persona.

El mundo empieza a quebrarse a mi alrededor, mientras mis labios continúan temblando.

—Por favor… Déjame salvarla —suplico, intentando alcanzarla—. No me hagas regresar sin poder salvarla.

Ella niega con la cabeza, susurrando pasivamente, voltea su cabeza y me brinda una sonrisa triste.

—Lamentablemente, yo no puedo controlar eso.

El mundo se apaga y siento el dolor en mi cuerpo. Mi corazón duele, mi cuerpo se siente atrapado mientras el maná empieza a reunirse con fuerza.

Abro mis ojos, solo para darme cuenta de que el collar brilla en un violeta claro.

Intento sentir mi conexión con Beatrice, pero no siento nada.

—Beatrice…

Miro hacia el collar, implorando por una respuesta.

Roswaal…

Miro hacia el cielo, pidiendo una respuesta. Fui devuelto hasta después de que ella hizo eso. ¿Por qué no tengo la oportunidad de salvar a nadie?

¿Por qué mi única razón de existir es ver caer a mis seres queridos?

No…

Es mi culpa.

Nada de esto hubiera sucedido si hubiera actuado en el momento en que supe del poder del miasma.

Si lo hubiera hecho, podría haber ideado un mejor plan y acabar con esto rápidamente.

Fui codicioso.

—Beatrice…

Crusch sigue desmayada en el suelo. Intento caminar hacia ella, pero siento la presencia de Flynn.

—La magia es solo magia. —Su sonrisa se plasma en mi mirada, mientras aprieto mis manos con fuerza—. Ese espíritu parece haberte salvado, así que tendré que llevarte conmigo por otro medio.

Aprieto mis dientes, preguntándome qué hice para merecer esto. ¿Qué mal hice para enfrentar este destino? En ambas realidades, parece que soy odiado por el mismo mundo.

Nuevo mundo, viejo mundo.

Ambos son una basura.

En ambos, debo convertirme en un monstruo.

—Te mataré… —susurro, haciendo que Flynn empiece a reír con desprecio.

Mientras la lluvia cae, aprieto mi pecho, intentando sentir una conexión con ella. Intento sentir nuestro contrato, la promesa que hicimos juntos. Ella había incumplido el contrato, y después, al no poder usar toda su magia, se sacrificó por mandato de Roswaal.

—¿Cómo me matarás? Tu magia nunca tendrá efecto en mí, ni siquiera tienes suficiente energía en este momento para usar alguna buena magia —se burla Flynn, desafiándome con sus ojos llenos de arrogancia.

La magia en este momento no importa. Ahora que tengo el odo de Beatrice, puedo usar por corto periodo de tiempo su magia como si fuera mía. En este momento, solo quiero matar, lo único que quiero es eliminar al bastardo que tengo frente a mí.

Para luego matar a Roswaal.

—¡TE MATARÉ!

Si el maná no sirve, entonces el miasma debe servir. Abro mi puerta y empiezo a absorber todo el miasma del lugar.

Este se arremolina en el interior de mi puerta. No me importa lo que el mundo quiera que haga.

Mientras pueda controlarlo todo, estaré bien.

El factor de la pereza, si quiere controlar mi mente, entonces deberé controlarlo a él. La oscuridad me rodea, pero yo soy la oscuridad. Seré el monstruo que quieren que sea.

Esta vez, no dejaré que el destino impida mi venganza.

Sigo reuniendo miasma, sintiendo cómo fluye por mi cuerpo. Mis músculos se abultan, y mi ritmo cardiaco se acelera. Mi visión se tiñe de rojo, mientras veo cómo manchas oscuras crecen en mis brazos.

—¿¡Qué crees que haces!? —Flynn intenta abalanzarse sobre mí.

—¡UL VITA! —Grito, haciendo que el suelo se quiebre mientras él se arrodilla por la potencia de la magia de Beatrice.

La lluvia comienza a caer con más fuerza debido a la magia de gravedad, haciendo que cada gota se sienta como si piedras me estuvieran golpeando.

Debo reunir más, necesito acumular más miasma si quiero potenciar adecuadamente la autoridad de la pereza.

—Tu maná… —Flynn me mira, pero ya no puedo ver su expresión.

Lo mataré, lo mataré. Lo mataré y luego mataré a Roswaal. Mataré a todos los que tuvieron que ver con su muerte. Pase lo que pase, los aniquilaré a todos y cada uno de ellos.

Así deba abrazar esta maldición.

El miasma en mí comienza a crecer, mi mente intenta desvanecerse, pero fuerzo con determinación la consciencia. La rabia se expande dentro de mí mientras a mi lado siento cómo varios golems de piedra se apresuran para atacarme.

No sé qué hice en el pasado para merecer esto, pero agradezco la oportunidad de controlar este poder.

Ahora podré eliminarlos a todos.

—¡Estás indefenso! —exclama Flynn con una voz repugnante.

Debo sentirlo, debo hacerme más fuerte. Los golems se acercan a mí, más de treinta golems se lanzan hacia mí, amenazando con aplastarme. Observo la posición en la que Crusch yace, viendo que, a este paso, será aplastada.

Debe ser ahora.

—¡MANO OCULTA! —Grito a todo pulmón, concentrando mi rabia y expulsándola con todas mis fuerzas. Siento cómo algo empieza a latir en mi interior, luego experimento una sensación ardiente que emana de mi espalda.

Sí, esto es...

La mano oculta.

Seis manos emergen de mi espalda, una de ellas se dirige directamente hacia los golems que amenazan con destruir a Crusch. En el momento en que hacen contacto, explotan como si fueran poco más que tierra podrida.

Los golems que se acercan comienzan a estallar uno tras otro, fusionándose con la lluvia y convirtiéndose en barro inútil. Flynn abre sus ojos y retrocede un paso, luego salta, pero rápidamente agarro una de sus piernas con la mano oculta y lo arrojo al suelo.

La tierra se quiebra y Flynn emite un grito ahogado mientras utiliza magia para cortar la mano.

Lo mataré.

No importa cuándo tenga que luchar. Incluso si la autoridad amenaza con consumirme, la devoraré. La devoraré y mataré a todos. No dejaré ni una gota de sangre. No me dejaré engullir, no permitiré que me controlen.

Controlaré todo.

Absorbo más miasma, sintiendo cómo mi cabeza está a punto de estallar. Las gotas de agua que caen desaparecen, absorbidas por mi cuerpo mientras sigo intentando reunir más miasma.

Entonces, iré con todo.

—¡AGHHHHH! —Lanzo más de cinco brazos hacia Flynn. Estos se aproximan a toda velocidad, pero gracias a la lluvia son más visibles de lo normal.

Muerdo mis labios, viendo que acaba de darse cuenta de ellos.

—¡UL FURA! —grita Flynn, haciendo que múltiples hojas de viento viajen en todas las direcciones intentando cortar todo a su paso. Saco de nuevo las manos y tomo a Crusch, sacándola del rango de las hojas.

Un dolor penetrante atraviesa mi pecho, haciéndome consciente de que mi puerta está sobrecargada de miasma. Cierro mis ojos, imponiéndole que continúe reuniendo. No importa, nada de eso importa.

Si debe mutar, mutará.

Absorberé el odo de Beatrice para mejorar mi puerta.

Al final, el odo es la esencia de la vida. La esencia de vida de Beatrice es todo lo que me queda.

Si debe estar en un lugar.

Entonces, ese lugar es mi puerta.

Absorbo y absorbo, reuniendo todo el odo esparcido para curarme hacia mi puerta. Mezclaré todo, mi alma, mi mente, mi cuerpo, mezclaré toda su esencia en mí.

No sé qué va a suceder, pero es una apuesta que haré para vengarme.

Perdón, parece que no podré seguir lo que me dijiste. No puedo perdonarme, a ti, que eres mi hija.

Te han arrebatado de mí, sin la posibilidad de volverte a ver.

Beatrice, Beatrice.

Pero este momento solo tengo un único deseo.

Los mataré, los mataré. Todo el miasma se empieza a arremolinar a mi alrededor. Más golems intentan atacarme, pero creo ondas de viento que los empujan, para luego estallar con bolas de fuego que no se apagan con la lluvia.

El miasma es una energía que corrompe la mente, pero eso es algo irrelevante en este momento.

Mi cuerpo me pide sangre, mi mente me pide sangre, mi alma me pide sangre. ¿Cuál es el problema si la uso a mi favor? Acabaré con cada uno de estos malditos, los mataré a todos y encontraré una forma de revivirla.

Cueste lo que me cueste, lo haré sin morir, lo haré para verla de nuevo.

—¡FLYYN! —Lanzo diez brazos hacia él, desde diferentes direcciones. Él empieza a esquivar, usando movimientos de pies desesperadamente intenta huir.

Siento cómo todo a mi alrededor comienza a ralentizarse, una oleada de fuerza se reúne en mis brazos. En este momento seré el monstruo que me quería convertir, seré su pesadilla.

Me abalanzo sobre él, impulsándome con un viento frío mientras con cada paso formo mi determinación.

Debo matarlo.

—¡No te acerques! —exclama, usando magia de tierra para generar estacas—. ¡Dona!

Varias estacas de piedra salen a espaldas de mí, atraviesan el suelo e imponiéndose a mi lado. De inmediato siento una sensación caliente en mi estómago, pero es reemplazada por el dolor en mi pecho.

No existe un dolor más desgarrador que el que se agazapa en lo más profundo de mi corazón en este preciso instante.

—¡FELL GOA! —grito con furia, desatando un torbellino de fuego mientras Flynn, en un intento desesperado por escapar, se debate en un baile mortal.

Yo, por otro lado, luchando por controlar la magia gravitacional, siento cómo mis habilidades flaquean ante la desesperación que me consume.

Es como si la última gota de ella se hubiera esfumado. Cada rastro de su esencia, cada destello de su ser parece haberse fusionado irremediablemente conmigo.

El apretón en mis manos es la única respuesta al agujero que late en mi pecho.

Sin titubear, coloco mi mano sobre la herida en mi estómago y pronuncio:

—Goa.

Una leve llamarada de fuego me atraviesa, devorando la herida con una intensidad que casi parece querer extinguir el dolor. Sin embargo, avanzo implacablemente hacia Flynn, cuya mirada se va tornando más atemorizada con cada paso que doy.

Un gigantesco golem intenta atacarme, lo noto, está encima de mí, su flujo de maná es innegable. En respuesta, despliego más brazos, deteniendo su ofensiva en el aire y obligando a Flynn a contemplar el horror que lo rodea.

—¿Qué demonios eres? —balbucea, cayendo de rodillas mientras su cuerpo comienza a colapsar—. Esto no estaba previsto.

Sin piedad alguna, rompo los brazos del golem y destruyo su cuerpo, golpeándolo una y otra vez con las manos ocultas.

La autoridad de la pereza me pertenecerá tarde o temprano.

En este momento, si hay algo que sé con certeza, es que tengo un propósito en este mundo. Pero este propósito será mi propia senda, no la que ellos anhelan.

Estoy decidido a exterminarlos a todos, sin excepción.

—Incluyéndote a ti, Satella —susurro al viento, mientras me lanzo hacia Flynn con determinación.

Su rostro retorcido en una mueca de terror.

—¡El FURA! —chilla Flynn, y dos letales hojas de viento surcan el aire a velocidad sobrehumana. En un instante, me doy cuenta de que mis brazos han sido lanzados al vacío, cayendo a varios metros de distancia.

Giro la cabeza en dirección a donde mis extremidades han sido arrojadas y, con la mano invisible, detengo el sangrado como si fuera un improvisado torniquete.

—Goa.

Quemo mis hombros, procurando evitar una pérdida innecesaria de sangre. Mi mirada vuelve a la herida en mi estómago, y en medio de esta caótica odisea de caos y venganza, descubro sorprendido que la herida comienza a cerrarse lentamente, como si el destino me empujara inexorablemente hacia el cumplimiento propósito.

La lluvia arremete con furia, enfriando cualquier rastro de calor en mi cuerpo.

En este momento, no experimento nada más que un deseo ardiente de destruirlo.

—¿A quién demonios le importa si tengo brazos? —Le dirijo una mirada cargada de odio mientras avanzo implacablemente hacia él.

Él extiende su brazo derecho en un intento desesperado por conjurar un hechizo, pero una de mis manos invisibles lo arranca con brutalidad, haciendo que el oscuro líquido salga despedido en un chorro ominoso.

—¡AGH! —Su angustiante grito de dolor despierta una sonrisa malévola en mi rostro al constatar que aún puede sentir el sufrimiento.

—¿Tienes la menor idea de cuánto duele desgarrar tu propia alma en pedazos? —Mi voz, cargada de sadismo, retumba mientras él lucha por desencadenar su magia.

En respuesta, libero una espesa nube de miasma que envuelve la zona, sofocando su intento.

Si es necesario, dominaré esta fuerza descontrolada para llevar a cabo mi sed de venganza. No albergo miedo alguno, mi único propósito es infligirles un sufrimiento inimaginable.

—JAJAJAJAJAJAJAAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA. —Mi risa resuena en medio del caos, una carcajada que busca liberar la presión acumulada en mi garganta.

Supongo que en este instante puedo permitirme sucumbir a esta oscura alianza entre mi cuerpo y mi alma.

Utilizo mi mano oculta para agarrar a Flynn por el cuello, lo elevo en el aire y lo atraigo hacia mí. Sus ojos, brillantes de terror, reflejan la agonía de la muerte que se cierne sobre él.

Estos brazos son verdaderamente excepcionales. ¿Por qué el protagonista nunca los entrenó?

¿Temía perder la razón?

Entonces, comprendo que la determinación es la única barrera que delimita nuestro poder.

—Mátame de una vez —implora Flynn mientras arranco su otro brazo con una crueldad sin límites—. ¡AGGHGH!

Me asalta una pregunta: ¿podré canalizar la magia a través de estos apéndices hechos de miasma?

Después de todo, son como mis brazos, aunque forjados en miasma.

El maná continúa su batalla dentro de mí, intentando suprimir el miasma, pero es en vano. Solo necesito fijar mi mirada en el lugar donde deseo que la magia opere, como ya solía hacerlo con la magia gravitacional.

—Goa. —Dos ardientes bolas de fuego brotan, consumiendo sus hombros y cerrando sus heridas antes de arrojarlo al suelo.

La ventaja de poseer conocimientos médicos es que sabes exactamente cómo torturar a esta calaña de individuos.

—Vamos paso a paso, de todas formas todos están entretenidos con tus amiguitos. —Pongo mi pie en su cintura, justo donde está su vejiga.

La gente manipula la magia de muchas formas: controlan el viento, alteran el clima, crean bolas de fuego o simplemente encienden velas con su poder.

Pero la magia se convierte en un arma mortal en las manos adecuadas.

—¿Sabes cuáles son los dolores más intensos? —Pregunto con una sonrisa retorcida en mi rostro mientras observo cómo su ropa se despedaza por la fuerza del viento. La piel de Flynn adquiere un tono violeta oscuro, decorada con tatuajes grotescos y símbolos mágicos repulsivos.

—¿Qué te parece esto? Un poco de aire en tu vejiga para empezar. —Con una mueca maliciosa, introduzco aire caliente a través de su uretra, combinando fuego y viento para aumentar la presión.

—¡AGHGHH! ¡DETENTE! —Flynn grita, vomitando y convulsionando mientras sufre.

Es lamentable que no pueda sanar sus heridas. En ese momento, le propino una patada en la entrepierna, provocando que escupa más y comience a llorar y retorcerse en agonía.

Todo el poder que exhibió anteriormente se ha disipado; ahora no es más que un despojo humano que se retuerce en el suelo.

—¡Para! ¡Por favor! —Flynn sigue vomitando mientras me subo sobre su estómago. Después de unos segundos, sus gritos se apagan. Con mi pie en su estómago, genero fuego, obligándolo a abrir los ojos de nuevo.

—¡AGHGH! —grita, permitiéndome apreciar más su rostro de dolor.

Para asegurarme de que no pueda cerrar la boca, coloco mi pie en ella.

—Ahora deberías tomar un poco de oxígeno. —Introduzco aire en su boca, pero en lugar de mover las partículas para generar calor, intento ralentizarlas tanto como sea posible. La lluvia es mi aliada perfecta; gracias a ella, las partículas de agua se infiltran en sus pulmones.

Y cuando la temperatura desciende lo suficiente...

—¡Bluargh! —Flynn escupe sangre, mezclada con miasma. En sus pulmones, se ha formado escarcha, partículas afiladas que destrozan todo a su paso.

Desesperadamente, él agita las piernas para intentar liberarse, pero rápidamente las rompo con mi mano oculta.

Su rostro de sufrimiento es evidente; parece haber perdido toda esperanza, experimentando el dolor en su máxima expresión.

Debería sentirme satisfecho, debería sentir que la estoy vengando.

Pero... la oscuridad que ha arraigado en mi alma ha absorbido cualquier atisbo de satisfacción.

Su dolor ya no me llena como esperaba, y la búsqueda de respuestas me consume.

—Si quieres que te mate, escúpelo. —Retiro mi pie de su boca, y mi mirada se clava en sus ojos, como si buscara las verdades ocultas en su interior.

Necesito información precisa, y estoy dispuesto a arrancarla de su ser.

Mi mente, embargada por la sed de respuestas, comienza a reclamar descanso. Pero la necesidad de conocer la verdad supera cualquier cansancio.

Flynn, con los ojos sellados por el terror, finalmente los abre. Sin embargo, su mirada refleja una resignación que hiela la sangre.

—Fue, fue...

Un súbito y brutal corte en su cuello libera un torrente de sangre que hace volar su cabeza a lo alto. Mi mirada se dirige hacia la fuente del ataque, pero una sombra desaparece en un parpadeo.

No importa. La maldad que corroerá este reino ya ha calado demasiado hondo.

Agarro la cabeza con una mano oculta, para aplastarla y ponerle fin a esto.

Debo sumergirme en las profundidades más oscuras de mi ser para igualarlos, para superarlos.

El regreso de la muerte ya no es un factor, al menos hasta que recupere todo mi potencial.

Y cuando eso suceda, seré imparable.

Puedo morir cuantas veces sea para entrenar, repetir mil veces un día y adquirir todos los conocimientos que necesite. Aprender todo tipo de artes, controlar a todas las personas.

Estoy dispuesto a morir una y otra vez, a atravesar los abismos de la muerte y renacer más fuerte cada vez, el poder del retorno por muerte es claro.

Puedo hacer lo que quiera con este poder, para ello necesito recuperar su potencial.

Mis manos ocultas rodean el cuerpo de Crusch, acercándola a mí. El ambiente se carga de un aura macabra, como si el propio abismo se abriera ante nosotros, preparándose para devorar todo a su paso.

Parece que ya ha absorbido todo el odo de Beatrice. Miro hacía ella, quien tiene una expresion calmada. Uso otras manos para cubrirla de la lluvia mientras tomo mis brazos para llevarlos con Félix.

Esto es solo un paso en la senda que debo recorrer. Si es necesario volver a ser el hombre que fui hace años para enfrentar esta pesadilla, así será.

—¡Marco! —Las voces de Frey y Félix resuenan en el aire, llenas de preocupación.

Un paso adelante, pero la agonía se apodera de todo mi ser. Cae sobre mí como una lluvia de espinas, y me arrodillo, agobiado por el tormento que me envuelve. Mi mirada, cargada de odio y desesperación, se eleva hacia el cielo.

Seré el monstruo que buscan que sea.

Destruiré a todos aquellos que han desatado esta oscuridad sobre mí.

Vengaré a mi princesa a cualquier costo.

Incluso si eso significa reducir este mundo a cenizas.


Capítulo 12

La Defensora del Bosque Elior

Llevo varios minutos corriendo hacia el bosque de Elior. Mis manos no dejan de temblar, agitadas por el peso de los recuerdos que afloran en este lugar.

Aquí, mi familia, mi madre, Archi, perdieron sus vidas debido a mi egoísmo.

Sin embargo, en estos momentos, la vida de personas corre peligro, y tengo un deber que cumplir.

He aprendido que, sin importar el miedo que me embargue o el dolor que sienta, debo esforzarme al máximo para ayudar a quienes dependen de mí.

Mientras avanzo, mi mente se desvía hacia Luan, a quien debo agradecerle en el futuro.

Si no fuera por su advertencia sobre el posible ataque, la situación sería aún más crítica. Me pregunto cómo estará ella; parece que el enemigo está usando algún método para transformar a los demihumanos en monstruos sedientos de sangre, criaturas que se asemejan a bestias enloquecidas.

Mis manos se aprietan con fuerza, y siento cómo mi corazón late intensamente en mi pecho.

Estoy enfurecida, indignada por el hecho de que hayan utilizado a personas inocentes para convertirlas en esto.

¿Por qué deben existir estas injusticias?

El mundo debería ser un lugar adecuado para todos, y no veo razón alguna para cometer estos actos movidos por intereses egoístas.

Me asalta una pregunta inquietante mientras avanzo por el bosque: ¿Si hubiéramos rechazado la guerra, habrían convertido a nuestra gente en estas abominaciones? La simple idea me estremece hasta lo más profundo de mi ser.

He experimentado una transformación interna, una mayor comprensión de las injusticias que antes no veía, al ver diversas perspectivas.

Quizás sea por eso por lo que Marco consideró mi sueño extremadamente difícil. Sin embargo, no me rendiré. Ya no soy la misma Emilia de antes.

Ahora, debo tener confianza en mí misma y cumplir con la confianza que los demás han depositado en mí.

Debo salvarlos a todos. Mis pasos se aceleran mientras me adentro en el bosque de Elior, pero lo que encuentro bajo mis pies es un macabro tapiz de cadáveres y partes desgarradas.

Siento un escalofrío recorrer mi espalda y, por un breve instante, cierro los ojos, tratando de escapar de la visión aterradora que se despliega ante mí.

La guerra... No existe palabra que pueda describir la atrocidad que presencio.

Ya lo sabía, pero nunca dejaré de pensar en ello. Aquí no hay honor, no hay gloria, solo muerte y destrucción despiadada.

Si quiero poner fin a esta pesadilla, debo convertirme en alguien más fuerte, en alguien como Marco. Es mi deber seguir adelante y cumplir con mis objetivos, aunque el temor queme mi corazón.

Avanzo con determinación por el bosque, sintiendo la nieve bajo mis pies, una caricia cálida y silenciosa que contrasta con el caos que me rodea.

Las explosiones y las balas resuenan en mis oídos, señales de una batalla gitanesca que se libra en algún lugar cercano.

De repente, figuras emergen de unos arbustos blancos como la muerte. Son hombres-conejo, y su intención es clara: consideran que soy su presa.

—¡Muere, medio elfa! —exclaman, mirándome con una sed de sangre abismal.

En un instante, la magia fluye a través de mí, y pequeñas estacas de hielo, afiladas como agujas, se materializan en el aire. El cerebro es su punto débil, y si quiero terminar con su sufrimiento de manera rápida y sin dolor, debo atacar allí.

Las agujas de hielo vuelan hacia los hombres-conejo, perforando sus cuerpos y fragmentándolos en el proceso. El sufrimiento termina al instante, y sus cuerpos caen al suelo como marionetas rotas.

Sigo avanzando, pero lo que encuentro a continuación es aún más inquietante.

Un líquido negro, similar al que vi junto a los soldados, mancha el suelo. Mi paso se acelera, y los gritos de batalla de los soldados de Irlam resuenan en mis oídos mientras luchan con valentía.

Me deslizo entre los árboles, esquivando balas perdidas con destreza.

Finalmente, llego a un claro y veo la escena que se desarrolla ante mis ojos. Una trinchera, una montaña artificial, erigida por magos de tierra que se alzan en lo alto, enfrenta a un grupo de individuos que parecen haber perdido la razón. Sus aullidos y gritos ensordecen el ambiente, mientras las balas intentan silenciarlos.

En el suelo yacen soldados caídos, y la impotencia me carcome por no haber llegado a tiempo para evitarlo. Susurro palabras de aliento para fortalecer mi determinación:

—No te dejes llevar, Emilia, debes protegerlos.

La trinchera se alza como una montaña, aproximadamente diez metros de altura, y los soldados luchan con todas sus fuerzas para repeler el asalto. Sin dudarlo, me lanzo hacia la trinchera con un salto, encontrándome con las miradas asombradas de todos. La batalla está lejos de haber llegado a su fin.

Tras un breve vistazo, su mirada se transforma en una sonrisa de esperanza.

—¡General Emilia! —exclaman con alegría, sus ojos fijos en mí—. ¿Vino a rescatarnos?

El coronel Oslo se aproxima cojeando, evidenciando heridas superficiales y manchas extrañas en su piel. No pierdo tiempo y canalizo mi maná para curarlo.

Mi poder fluye de manera más intensa de lo usual, pero rápidamente noto mejoras en su estado.

Él se inclina agradecido por haberlo sanado, y mi atención se enfoca en los otros heridos. Son poco más de cincuenta, y eso me hace preguntarme cuántos eran originalmente.

—¿Cuántos eran cuando llegaron? —pregunto al soldado al que estoy atendiendo.

Este no aparta la mirada de su objetivo, disparando de manera automática, como si estuviera atrapado en un ciclo interminable.

—Éramos cien, ¿Cuántos somos ahora? —responde sin cerrar los ojos, su determinación intacta mientras enfrenta al enemigo.

Puedo ver a los enemigos extendiéndose por varios metros. ¿Cuántos han caído bajo su influencia? ¿Cuántos han sido transformados en monstruos? Esta no es justicia; no es lo que las personas en el poder deberían hacer.

Siento un nudo en el estómago mientras aprieto mis manos, comprendiendo lo que debo hacer.

Perdónenme, miro a las personas inocentes que ahora son prisioneras de la oscuridad.

Sus ojos, completamente negros, están consumidos por el odio y la desesperación. Sus aullidos llenan el aire, como un lamento por su destino.

—¡Soldados de Irlam! —exclamo, forjando dos espadas de hielo en mis manos—. ¡Gracias por resistir! Ahora están a salvo.

Espero que estas palabras les brinden algo de consuelo, aunque dudo si lo que hago está realmente bien. Pero siento que es mi deber proteger a todos, sin importar el costo.

Aunque me encuentro en la oscuridad sobre cómo liberarlos, parece que no hay marcha atrás.

Me lanzo hacia el suelo, donde todos aguardan. Hago brotar cuchillas de hielo en mis pies mientras desciendo, creando una lluvia de afiladas agujas de hielo. Supongo que si deseo poner fin a esto rápidamente, debo la mayor parte de mi energía.

Cerca de cien personas se encuentran aquí, y las balas parecen no afectarlas, solo los detienen temporalmente. Algunos presentan heridas horrendas, incluso agujeros en sus cabezas, pero inexplicablemente continúan moviéndose.

No sé quién es el responsable de esta pesadilla, pero, aunque rara vez lo admita, pagará por sus pecados.

Comienzo a atacar, esquivando con destreza los intentos de detenerme. Siempre he confiado en mi cuerpo, y mi entrenamiento me permite tener un control preciso de mis movimientos.

El campo de batalla es un caos, pero en medio de todo, estoy decidida a poner fin a esta pesadilla.

Me muevo con rapidez, sintiendo el viento acariciar mi piel. Si quiero poner fin a esto pronto, debo infligir heridas en cada uno de ellos. Lanzo más agujas de hielo mientras continúo desplazándome, utilizando sus cuerpos como soporte.

—¡ROOAAAR! —gritan, mientras lágrimas negras brotan de algunos de ellos.

Pido disculpas, pero es lo único que se me ocurre.

Haré todo lo posible para reducir su sufrimiento.

Todos dejan de intentar subir con los soldados y se agrupan cerca de mí, intentando golpearme.

—¡No disparen! —exclamo, para evitar causar daños innecesarios.

Sé que puedo con esto, después de todo, también me he vuelto más fuerte.

Comienzo a generar una zona helada para que mi maná se propague por el suelo sin dañar a los soldados. Ahora tengo un mejor control de mi poder, ya no tengo que temer herir a nadie.

Debo confiar en mí misma, porque si confío en lo que hago, mi poder me recompensará con un uso efectivo.

Gracias, Marco. Si no fuera por ti, quizás nunca habría encontrado esta confianza interior.

Nunca habría tenido la oportunidad de amarme como lo hago ahora.

Mi apariencia, mi voz, mi cuerpo, mi alma.

Todo me pertenece, por eso, debo protegerlo, debo quererlo, debo mejorarlo.

Cada uno de los enemigos ya tiene heridas, niebla helada sale de sus cuerpos mientras sigo generando más maná. Antes solo podría crear una y usar un área.

Ahora, puedo controlarlo mejor.

Me coloco en los hombros de uno de estos enemigos y doy un salto hacia el aire, mirando a todos a mi alrededor. Extiendo mi mano, y utilizando más maná, grito:

—¡Flores de hielo!

Rápidamente, en las heridas que causé, comienzan a brotar flores. Una, dos, tres; cada flor se abre paso en los cuerpos de los demihumanos presentes en este lugar. Sus raíces se entrelazan con sus movimientos frenéticos, mientras ellos gritan en un intento desesperado de escapar.

—Perdón, pero es lo mínimo que puedo hacer.

Activando el hechizo, las flores comienzan a teñirse de un carmesí intenso. Emergen del pecho, de la cabeza, de los brazos. Pronto, más de cien flores crecen y ponen fin al sufrimiento de todos.

Caigo al suelo, contemplando que mi plan ha funcionado. Duele haber tomado esta decisión, pero sé que era lo que debía hacer. No había otra opción; debía mantenerme fuerte.

Una lágrima escapa de mi rostro mientras me vuelvo hacia mis soldados.

—¡La general nos ha salvado! —exclaman con alegría, apuntando sus armas al cielo—. ¡La general es muy fuerte!

Ellos saltan y celebran mientras yo los observo con una sonrisa. Me reconforta que al menos estos hayan sobrevivido. La guerra ha cobrado muchas vidas y ha dejado a muchos más heridos.

Abro el comunicador para contactar a Marco, pero en ese momento...

—¡Emilia!

Un rugido ensordecedor desgarra el aire, y su puño impacta contra mi costado con una ferocidad descomunal. Soy lanzada violentamente, aterrizando en un muro de tierra que cede bajo el impacto.

Mi cuerpo responde con una ola de dolor que parece atravesarme de lado a lado. Pero en medio del sufrimiento, empiezo a comprender su presencia más allá del ardor en mis entrañas.

Los detalles intrincados y las espinas retorcidas de su armadura de hielo adquieren vida propia, como si estuvieran animados por una maligna voluntad.

Su casco, una máscara de oscuridad, oculta su rostro de manera más ominosa que nunca, y esos ojos inescrutables, perdidos en la bruma violeta que lo envuelve, me miran con desprecio.

—Esto es…

Los soldados gritan, disparando sus armas en un intento desesperado por detener a este enemigo. Su cuerpo, aunque humano en apariencia, emana una extraña y aterradora diferencia.

—¡Él fue quien causó que tuviéramos que resistir acá! —exclama Oslo, mientras el hombre frente a mí me mira con desdén.

Me levanto, consciente de la responsabilidad que recae sobre mis hombros.

La fuerza del enemigo puede ser abrumadora, pero mi deber es proteger a aquellos que confían en mí. Las palabras resuenan en mi mente: "Lucharé, lucharé con todas mis fuerzas".

Con un gesto determinado, creo espadas de hielo y recubro mis brazos y pies con capas de hielo para formar una armadura. No puedo perder el enfoque en lo que he aprendido, en la comprensión de las partículas que conforman la esencia de todo.

El hielo, el fuego, todo se origina a partir de estas diminutas partículas invisibles pero claras en su existencia. Soy una maga de fuego, pero mi capacidad va más allá de simplemente controlar las llamas.

El ambiente húmedo a mi alrededor ofrece partículas de agua que puedo manipular.

Mezclo esas partículas con el oxígeno del aire usando mi espada. La reacción resultante se une a mi fuego, y puedo verlo, una llama gélida que arde en mis manos.

—Fuego Glacial —susurro, y mis espadas emiten llamas gélidas, listas para actuar.

Corro hacia el monstruo frente a mí, que se abalanza con una velocidad impresionante a pesar de su gran tamaño. Sus pasos resuenan con fuerza, pero no cedo al miedo.

Levanta su puño, apuntando a acabarme por completo.

Yo alzo mi espada y la arrojo hacia él, las llamas en mi espada chocan con su puño en un estruendo ensordecedor. El choque crea una llamarada que consume su brazo y se propaga, congelando los árboles en su camino.

Antes de que pueda avanzar para un ataque adicional, varias estacas de hielo oscuras y púrpuras emergen a mis pies. Una gama de emociones me recorre mientras las esquivo hábilmente con saltos y giros.

El monstruo no gruñe, no emite sonidos de dolor. Simplemente, toma su brazo congelado y lo quiebra antes de que el hielo se extienda por su cuerpo.

—¡Flor de hielo! —una flor brota de su hombro, pero su belleza efímera se desvanece rápidamente, transformándose en una flor violeta que se quiebra y desaparece en el aire.

Mis ojos se abren sorprendidos, pero enseguida noto que estoy atrapada por las piernas.

Genero fuego en un intento desesperado por liberarme, pero este hielo es más insólito de lo que aparenta. La magia parece tener poco efecto sobre él.

Sintiendo el pánico crecer, aprieto mi puño y lo convierto en hielo. Mientras el monstruo se aproxima velozmente, lanzo un puñetazo al hielo que me aprisiona. Uno, dos, tres golpes.

Es increíblemente resistente.

Justo cuando el monstruo está a punto de golpearme, el hielo se quiebra y con mi espada intento detener el golpe. Pero el ataque se detiene en medio del aire.

¿Una finta?

Miro hacia donde debería estar su brazo faltante, solo para presenciar cómo, en un instante, un brazo de hielo purpúreo se materializa, golpeándome de lleno.

—¡Agh! —grito mientras salgo despedida por el suelo, arrastrándome mientras los soldados intentan dispararle.

Cada rincón de mi cuerpo arde de dolor. Mi mano se posa sobre mis labios, y el sabor metálico de la sangre me recuerda que tengo heridas internas.

Una sensación eléctrica punzante emana del lugar del impacto, donde múltiples estacas pequeñas están incrustadas. Nunca había visto tanta sangre propia.

Cierro mis ojos y con cuidado retiro las estacas.

Grave error.

Cuando los vuelvo a abrir, el monstruo está frente a mí.

—¡UL HUMA! —grito, creando una estaca gigante desde el suelo y enviándola, volando hacia él.

Mis jadeos se vuelven más profundos. He gastado mucha magia de sanación y ahora estoy utilizando hechizos poderosos para atacar. Aunque mi maná sea abundante, el esfuerzo de mantenerlo fluyendo para el combate también me afecta.

Por suerte, no solo aprendí a generar maná, sino también a canalizarlo.

Nos encontramos en una zona nevada, lo que significa que los copos que caen contienen minúsculas partículas de maná. Hago un intento desesperado de contactar a los espíritus, rogándoles que me ayuden a poner fin al monstruo que se cierne sobre mí.

—Puede que sea aterrador. —Veo cómo se levanta, su cuerpo mutando y expandiéndose, liberando una niebla que amenaza con oscurecer todo a su alrededor.

Ahora, más que nunca, necesito demostrar que soy capaz de derrotarlo.

—Pero confíen en mí, yo, Emilia —digo con determinación, infundiendo mi espada con un frío mortal y apuntándola hacia el monstruo que se cierne ante mí.

En este momento, varios espíritus comienzan a aparecer, uniéndose a mí con una fuerza reconfortante. Una sensación cálida y poderosa comienza a llenarme, mientras cada uno de estos seres se fusiona con mi esencia, brindándome su control y sabiduría.

Soy una maga espiritual, y en este instante, sé que tengo el poder necesario para derrotarlo.

—¡ROOOAAAAAR! —El rugido del monstruo retumba, haciendo temblar el suelo con solo su voz, derribando árboles y obligando a los soldados a agacharse por el dolor en sus oídos.

Pero no puedo permitir que el miedo se apodere de mí. Extiendo mi maná, conectándome con cada elemento a mi alrededor: la nieve, los árboles, los soldados y los copos de nieve que caen del cielo.

—Mi nombre es Emilia, y en este momento, lo derrotaré —declaro con convicción.

Con un gesto decidido, comienzo a manipular los copos de nieve en el aire, fusionándolos para crear cientos de flores que se transforman en afiladas estacas heladas. Los árboles a lo lejos florecen también, liberando flores que atacan al monstruo que se alza frente a mí.

Aprieto mis manos con fuerza, recordando las enseñanzas de Crusch sobre el manejo de la espada y las lecciones de Marco sobre el uso de la daga. Con mi brazo izquierdo, creo una daga mientras sostengo la espada con el derecho.

—¡Los protegeré a todos! —grito con determinación, enfrentando al monstruo que se abalanza sobre mí.

Sé que congelarlo solo provocaría que use ese extraño hielo en su beneficio. Debo causarle un daño mayor. Mi flor de hielo puede no ser suficiente, pero confío en el hechizo que he creado junto a Marco y Betty.

Reúno todo el maná del ambiente, controlando cada partícula a mi alrededor. El monstruo se encuentra justo frente a mí, sus brazos alzados para aplastarme.

Cambio mi espada a la forma de un escudo, protegiéndome con llamas heladas.

Atrapo ambos brazos del monstruo, soltando el escudo por un momento y dejándolo indefenso. Ágilmente, trepo entre sus brazos y clavo la daga en uno de sus ojos.

Ya no es humano.

—¡Fusión elemental! —exclamo, transformando la daga y usando el fuego para elevar la temperatura del hielo, derritiéndolo y convirtiéndolo en vapor. Pero en el instante en que eso sucede, congelo las partículas de vapor, haciendo que su cabeza estalle en mil pedazos.

Retrocedo, esperando verlo caer, pero el monstruo sigue de pie. Su casco comienza a desprender un líquido negro, mientras grietas iluminadas en violeta oscuro aparecen en su piel.

Mi corazón late con fuerza, la adrenalina bombea a través de mis venas.

Sé que esta batalla no será fácil, pero estoy decidida a vencer. La oscuridad que emana del monstruo no me intimida; solo aumenta mi determinación.

Continuaré luchando, por mí, por los espíritus que me acompañan y por todos aquellos que confían en mí para protegerlos. Con cada fibra de mi ser, estoy lista para enfrentar cualquier desafío y proteger a mi gente.

Al instante en que cae al suelo, parece consumirlo todo, como si fuera algo vivo que busca devorar. Es peligroso, si algo así sigue consumiendo, tomará todo el bosque.

No puedo permitirlo.

—¡Espíritus! ¡Permítanme proteger este bosque! —grito mientras genero más y más maná en mi daga.

Ahora solo tendré una oportunidad, debo aguantar a corto alcance mientras cargo el hechizo.

Los espíritus comienzan a ayudarme; los espíritus de tierra crean pilares para detener sus ataques, mientras los demás me ayudan a reunir más y más maná

El monstruo avanza, atravesando uno tras otro los pilares de piedra que se generan.

¿Cómo hicieron para crear esto?

Tendré que descubrirlo, pero, si algo así se puso para las tropas secundarias, ¿qué estará sucediendo en el castillo? Marco, Crusch, Betty.

Espero que estén bien.

El monstruo atraviesa la última capa, usando uno de sus brazos para atacarme. Doy un salto y, apoyándome en este, esquivo las estacas de hielo que salen a su lado. Una vez en el aire, intento atacar para detenerlo, pero el monstruo salta.

De sus puños salen más estacas y las apunta directo hacia mí. Debo transformar el hielo en sus puños, aprovecharlo para cambiar la dirección de su ataque.

Creo otra espada y justo cuando este toca mis pies, genero una capa helada, a la vez que atravieso su mano con la espada.

—¡Explosión helada! —grito.

El brazo del monstruo explota, lo que aprovecho para posicionarme en su espalda. Doy un pequeño salto y con una patada lo envío directo hacia el suelo.

¡Boom!

El choque genera una pequeña explosión, pero no me detengo ahí. Marco y Beatrice me enseñaron que debo confiar en lo que tengo, incluso si es un poder peligroso.

Tengo que hacer buen uso de este poder, aunque cueste una gran cantidad de maná, incluso si tengo que esperar más para ver a Puck. Lo haré si con ello puedo salvar a quienes me necesitan. Los protegeré a toda costa.

Caigo, clavando la daga en su pecho, y con una determinación férrea, grito con todas mis fuerzas:

—¡Cero absoluto! —Los espíritus se unen a mí para controlar el hechizo, que se expande rápidamente por todo el cuerpo y el líquido que se filtró de él.

Mi objetivo es claro: detenerlo en este pequeño radio, detener el movimiento de cada molécula. Así me enseñó Marco, el cero absoluto, la inmovilización total de las moléculas, dejándolas estáticas, sin la posibilidad de moverse.

El cuerpo del monstruo comienza a detenerse; sus movimientos se vuelven lentos hasta que queda completamente inmóvil. No crece más hielo en su interior; parece que simplemente está congelado en el tiempo y el espacio.

Mi mente empieza a desvanecerse, siento que he usado demasiado maná para controlar el hechizo, pero funcionó, pude hacerlo.

—¡Pude protegerlos! —Exclamo levantando mi puño, tratando de infundirles esperanza.

—¡Viva la general! —gritan los soldados, saliendo de sus trincheras para ayudarme.

Cuando me doy cuenta, partes de mi cuerpo están congeladas. Parece que aún debo entrenar más si quiero dominar completamente este poder.

No puedo rendirme, así como una fruta Bocco sabe que debe seguir curando a los heridos en Irlam.

Soy su gobernante, y es mi deber protegerlos a todos.


Capítulo 13

Siento el peso de mi cuerpo, mientras los quejidos de los heridos a mi lado se entremezclan con el estruendo de la lluvia que cae inclemente.

Estoy vivo... pero lamento profundamente no haber podido protegerte, Beatrice.

Ahora, me enfrento a una decisión difícil, debo transformarme en un monstruo si eso significa traerte de vuelta.

La lluvia no da tregua, los truenos y relámpagos estallan en el cielo, como si quisieran ocultar el dolor y la desesperación que siento en este momento. Puedo percibirlo, apenas de manera fugaz, como un débil eco en el viento; la conexión con el contrato no está completamente rota.

Intento comunicarme contigo en mi interior, Beatrice, pero no recibo respuesta alguna.

Este cristal que me dio Roswaal parece ser la clave, pero si está infectado con miasma, entonces...

—¡Señorita Crusch! —exclama Félix con urgencia, mientras Crusch parece al borde de la desesperación.

—¿Qué quieres decir con que no despertará? —pregunta Crusch con voz entrecortada, acercándose a mí y colocando su mano en mi pecho.

Félix toma la palabra:

—Gran parte de esa energía maligna entró en su cuerpo, el señor Frey apenas pudo purificarse, pero usted misma lo vio, perdió una gran cantidad de sangre y su cuerpo comenzó a llenarse de manchas debido a la contaminación de su puerta.

¿Debería estar muerto en estas circunstancias? Lastimosamente, no he recibido la señal de la muerte.

—Pero, justo en este momento, cuando la señorita Beatrice no se ve en ninguna parte … —Las palabras de Crusch fluyen cargadas de pesar, y entiendo todas las emociones que aguardan en su interior.

Me gustaría decir que me importa, pero ahora lo más importante es encontrar información y una solución. Debo mantener la calma y la determinación a toda costa.

Recuperaré a Beatrice, sin importar lo que deba enfrentar.

—Me molesta que me traten como un inútil. —Abro mis ojos, mirando a Crusch y Félix con determinación en mi mirada.

Crusch se tapa la boca con una sonrisa forzada mientras una lágrima solitaria recorre su mejilla. Félix, por su parte, me mira sorprendido y luego se lanza a usar aún más magia de sanación sobre mí.

Perder la cordura es algo que no puedo permitirme ahora.

Al contrario, para vengar a Beatrice, debo mantenerme lo más cuerdo posible. En este mundo, el débil es devorado por el fuerte, y estoy decidido a ser el más fuerte de todos.

Debo controlarlo todo y a todos; debo manipular a todos para que hagan lo que necesito, tal como hice en el pasado.

Parece que eres inevitable, Marco.

En ese mismo instante, Crusch me abraza con una fuerza reconfortante. Una cálida sensación se propaga por mi cuerpo, y al mirarme, noto que mis brazos están perfectamente en su lugar.

Las mangas de mi traje han desaparecido, dejando solo el vil recordatorio de lo sucedido.

Mi corazón sigue latiendo con urgencia, instándome a tomar medidas drásticas.

Mi siguiente objetivo es Roswaal; le he dado demasiado tiempo.

Debo acabar con él a como dé lugar, incluso si no tengo el retorno por muerte, incluso si debo utilizar todos los recursos a mi disposición, incluso si debo sacrificarlo todo.

Cómo se atreve...

Aprieto mis manos con fuerza, mientras mi mirada se eleva hacia el techo de piedra. Sorprendentemente, no siento tanto dolor por Beatrice como pensé que sentiría.

No recuerdo con claridad la pelea, pero supongo que la manejé adecuadamente si todavía estoy con vida.

—Crusch, debemos irnos. —Coloco mi mano en su hombro, instándola a retirarse.

—Estabas en muy mal estado, necesitas descansar —exclama, mirándome con preocupación.

Crusch también parece haberse visto afectada por las circunstancias y las personas que la rodean. La veo más libre, más emocional de lo que solía ser. Normalmente, sentiría felicidad por este cambio, pero en este momento, mi mente solo está llena de irritación.

—¿Dónde está Frey? —Pregunto a Félix, ignorando la insistencia de Crusch.

Él me mira con cierto temblor, como si yo fuera una figura aterradora. Débilmente, alza su mano y señala hacia otra parte del campamento.

Allí, han construido un campamento temporal con magia de tierra, una estructura que constantemente están reparando.

Avanzo hacia el campamento, sintiendo las miradas penetrantes de varios de los caballeros que me observan detenidamente.

El aire está cargado de tensión y secretos, y estoy decidido a desentrañarlos todos, sin importar lo oscuro que pueda ser el camino que me espera.

Miro mis brazos, los cuales ahora exhiben una línea negra que se eleva hasta mis hombros. Supongo que absorber el miasma tuvo sus efectos.

Ignoro las miradas inquisitivas de todos a mi alrededor mientras sigo luchando por contener esta abrumadora intención de eliminar a todos los presentes.

Sé que Fourier está involucrado de alguna manera; él tiene que ver con este ataque. Es imposible que se haya dado cuenta por mera casualidad, especialmente considerando lo precaria que es la información en los frentes.

Incluso si utilizaron esto en los frentes, sería imposible para Frey actuar con tanta rapidez. Si tan solo no hubiera llegado y hubiera perecido allí, nada de esto habría sucedido

Mis ojos se posan en Frey, y veo que en el suelo yace Erick Costuul. Dirijo mi mirada hacia donde debería estar el globo, pero este se encuentra intacto.

Debo irme, tengo que reunirme con Roswaal lo más rápido posible. Necesito obtener esa información, necesito tener alguna esperanza de poder ver a Beatrice de nuevo. No sé si esta conexión va a durar o no, por lo que debo apurarme.

Si el camino se cierra nuevamente por esperar, no podré soportarlo.

Intento sintonizar con el maná en mi interior; este parece haber encontrado un lugar en mi cuerpo, un maná más puro de lo que jamás había experimentado. Supongo que es gracias a la mezcla de mi puerta con el odo de un espíritu. Se siente diferente, pero no es momento de reflexionar sobre ello.

—Me llevaré a Erick Costuul a Irlam, lo interrogaré por mi cuenta. —Miro hacia Frey, quien parece estar sonriente.

Frey se levanta rápidamente y coloca sus manos en mis hombros.

—Me alegra verte bien. —Su agarre es fuerte, aunque no tan férreo como antes.

—Sí, ahora debo atender asuntos de urgencia en Irlam. Cualquier demora implicaría más daño. —Me libero de su agarre y tomo a Erick del cuello, alzándolo y colocándolo en mi hombro.

Erick permanece en silencio, consciente de que toda esta situación es completamente culpa suya.

—La tormenta es muy fuerte. Me preocupa que puedas encontrar problemas. —Frey muestra preocupación en su voz mientras observamos la tormenta que se desata a nuestro alrededor.

Giro mi espalda, notando que Wilhelm está entrando. La lluvia no dará tregua por un buen rato. Wilhelm me mira fijamente a los ojos, como si intentara escudriñar mi alma, pero no le doy el gusto.

Rápidamente, comienzo a caminar alejándome de él, sin proferir palabra alguna.

La determinación me consume; estoy decidido a eliminar a todos, sin excepción, incluso si simplemente estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado.

No habrá perdón para nadie.

Regreso al campamento de los heridos y, al mirar a Crusch, veo que está cubierta de vendajes. Ha debido enfrentar heridas considerables. En cambio, yo me siento fuerte, sin ninguna señal de debilidad.

El maná sigue fluyendo hacia mi puerta de forma veloz.

Esta energía lucha con tenacidad contra el miasma en mi interior, y parece estar ganando la batalla.

Dos fuerzas colisionan en mi ser.

Y debo aprender a usar ambas si quiero dominar este mundo.

—Me dirijo a Irlam. Sería mejor que te quedaras aquí y te recuperaras. —Le digo a Crusch, convencido de que llevarla no serviría de mucho, y ella aún necesita sanar.

Crusch se pone de pie y me mira con preocupación.

—¿Por qué reaccionas así? ¿Acaso...? —Su mirada se clava en mis ojos mientras avanzo hacia el casco del globo.

Podría protegernos de la lluvia con una mano oculta, pero supongo que no vale la pena usar ese recurso si aún no lo controlo a la perfección.

—¡Espera! —Crusch corre tras de mí, empapándose nuevamente bajo la lluvia. En el momento en que me giro, ella toma ambas mis manos, sujetándome con firmeza.

—Los espíritus, cuando se debilitan, pueden usar su odo para transformarse y protegerse, ¿no es así? —Su mirada busca desesperadamente una respuesta positiva, como si quisiera que mi preocupación fuera infundada, que todo fuera una exageración.

—Beatrice sacrificó su odo para salvarnos a ambos. Ella entregó toda la esencia de su ser para evitar que nos consumiera el miasma. —Señalo su pecho, haciendo que comprenda que su puerta también contiene una parte de Beatrice, aunque sea en pequeñas cantidades.

Ella cierra los ojos y, tras unos breves segundos, veo cómo aprieta sus manos con fuerza. Sin embargo, lo que estoy diciendo no es una mentira.

Ella puede sentirlo, lo percibe a través de su bendición divina.

—Yo... —Crusch cae de rodillas al suelo, lo cual me sorprende.

A pesar de que Crusch y Beatrice tenían una buena relación, no habían compartido tantas palabras como para que su sufrimiento fuera tan profundo, o eso creo. Inclino la cabeza, apartando pensamientos innecesarios.

Necesito reconsiderar a Crusch si quiero utilizarla efectivamente en el futuro.

Extiendo mi mano para ayudarla a levantarse.

—Lo siento. —Su voz apenas es audible, los rayos y los truenos ocultan nuestra conversación—. Si tan solo hubiera sido más fuerte, si hubiera hecho más...

Ella luchó incansablemente, sin conocimiento del futuro, sin garantía de sobrevivir. Arriesgó su vida para darme tiempo. Pero la única persona culpable de todo esto soy yo, junto con los desalmados que hicieron que esto sucediera.

—La única persona que tiene la culpa aquí es quien orquestó todo, quien ha estado manipulando todo desde las sombras. —La sostengo con firmeza, mirándola directamente a los ojos—. Voy a matar a esa persona, lo eliminaré y traeré de vuelta a Beatrice.

Los ojos de Crusch se abren con fuerza, sus labios comienzan a temblar mientras dirige su mirada hacia otro lado. ¿Qué visión tan horrenda está presenciando?

Le doy la espalda, tratando de concentrarme en la tarea que se avecina. Erick parece haberse desmayado cuando lo sujeté por el cuello, pero su estado no me preocupa en absoluto. Lo dejaré inconsciente mientras intento averiguar más información.

Subo al casco del globo, y Crusch se une a mí, lista para enfrentar el desafío.

—Controlar el viento será una tarea compleja si lo hago solo.

No niego su ayuda; si está dispuesta a arriesgar su vida, así será. Siento el comunicador en mi bolsillo, tentado a abrirlo para obtener información sobre la situación.

Pero decido no hacerlo. La guerra debe estar llegando a su fin, y aunque todavía sea de día, las nubes son tan densas que la oscuridad se cierne sobre nosotros. Empujo a Erick a un lado, colocando un pie en su pecho.

Lo mataría al instante si no necesitara información de él.

Si se niega a entregármela, la sacaré por la fuerza, eso no me preocupa en absoluto. Poseo una amplia gama de métodos de tortura a mi disposición.

Con decisión, saco varias manos y las utilizo para levantar el globo, acomodándolo para que se infle de manera más eficiente.

A pesar de la determinación que siento, una extraña sensación revuelve mi estómago, y el miasma presente en el aire ataca mis sentidos. Cierro los ojos y utilizo mi propio maná para controlar ese miasma.

Debo aumentar mi fuerza, no puedo permitirme temer a lo desconocido. Si es necesario, controlaré esta fuerza de la mejor manera posible.

Comienzo a generar fuego, haciendo que las cápsulas de gas reaccionen y los lamictas de fuego también se activen.

Rápidamente, el globo comienza a elevarse. Lo levanto aún más con mis manos y utilizamos magia de viento para estabilizarlo.

Observo hacia abajo, y la única persona que diviso es Wilhelm, quien permanece bajo la lluvia, mirando fijamente.

—Marco... ¿Crees que sea posible hacer algo? —Crusch pregunta titubeante mientras hago todo lo posible por controlar el movimiento del globo.

Creo manos aún más grandes, aplicando presión a la fuerza del viento y controlando el retroceso del globo.

—No lo sé. Lo único que sé es que la traeré de vuelta. —Dirijo mi mirada hacia adelante, donde solo existe oscuridad.

Crusch me brinda su ayuda, y juntos mantenemos el control del globo. Sin embargo, siento que mi cuerpo comienza a arder en furia.

Los efectos de utilizar las autoridades están afectando mi control emocional, una realidad que también observamos en el protagonista de la novela.

Pero no permitiré que eso me controle. Si alguien debe mantener el control, seré yo.

Mientras pasamos por la punta de la montaña, comienzo a pensar en mis soldados. Seguramente han enfrentado amenazas mucho más poderosas de lo que esperábamos. Incluso si por casualidad han perdido la vida, no puedo hacer más que confiar en ellos.

—¡Marco! —exclama Crusch, logrando que vuelva a enfocar mi mirada hacia adelante.

Al mirar el cielo, me doy cuenta de que los rayos se acumulan en esta zona. Entonces, comprendo que este es el epicentro de la tormenta.

Ahora que tengo maná espiritual esta, mi sensibilidad hacia el maná ha aumentado considerablemente. Es evidente para mí que esta no es una tormenta normal.

—Roswaal... —Intento tomar el control del globo, pero los vientos incrementan su intensidad de forma implacable.

La impotencia se apodera de mí, la frustración de no tener el control sobre mis acciones me atormenta. En ocasiones como esta, cuando el futuro parece estar predestinado, cualquier acción que tomemos parece estar ya escrita en el libro del destino.

Mi plan no ha funcionado según lo previsto, las acciones de Otto no fueron lo suficientemente impactantes como para alterar el curso de los acontecimientos.

—¡Nos estamos precipitando hacia abajo!

El globo comienza a sacudirse con fuerza, y me apresuro a dirigirme hacia Crusch, tomando su cuerpo entre mis brazos.

—¡Vamos a utilizar la magia! ¡Encontraré una manera de protegernos de los rayos! —exclamo, mientras intento usar mi habilidad oculta para crear una barrera protectora alrededor del globo.

En medio de la tormenta, la vista del suelo desaparece por completo, y Crusch se aferra a mí con determinación mientras utiliza su magia de viento para mantenernos a flote. Puedo ver a Erick despertando en medio de este caos.

El viento aumenta su furia con una intensidad abrumadora, arrastrándonos a una velocidad vertiginosa. Las llamas de los cristales se apagan, y pierdo todo control sobre el globo.

Mientras sostengo a Crusch con firmeza, lucho por recuperar el control de alguna manera.

Nuestro viaje se torna vertiginoso, el viento nos lleva con una determinación aparentemente dirigida hacia un destino desconocido. El globo se inclina peligrosamente, y me veo obligado a aferrarme a las barandillas y soportes para evitar caer.

Crusch está en mis brazos, y con mi mano oculta, sostengo a Erick.

—Lo siento. —Aprieto a Crusch con fuerza—. Haré todo lo que esté a mi alcance para asegurarme de que salgas con vida de esta situación.

Observo hacia adelante, sintiendo las gotas de lluvia golpeando mi rostro. Si utilizo mi mano oculta, perderé la visibilidad necesaria para enfrentar lo que tenemos por delante; no es la herramienta adecuada para esta situación.

El viento cambia nuevamente, llevándonos hacia arriba a una velocidad frenética. Ascendemos y ascendemos hasta que traspasamos las nubes.

El sol ciega mi visión por un momento, y cuando finalmente recupero la vista, noto que la tela del globo está completamente desgarrada.

—Maldición...

Comenzamos a caer en picado a una velocidad aterradora, y rápidamente nos vemos envueltos nuevamente en la tormenta.

—¡AGGGHH! —Erick grita aterrorizado.

Por un instante, casi lo aplasto por completo mientras luchaba por mantener el control de la situación.

Beatrice, te ruego, por favor, si estás ahí, dame un poco de tu magia. Siento que moriré si no me ayudas ahora, como siempre lo has hecho.

Lo intento con todas mis fuerzas, luchando contra la gravedad, recordando los principios en los que me he entrenado. Pero comprendo que los cálculos más complejos, a diferencia de manipular la presión o el fuego, eran siempre responsabilidad de Beatrice.

Comienzo a generar un viento ascendente, y Crusch me sigue en esta desesperada maniobra. maldecimos la furia del viento y las gotas de lluvia que golpean el casco, ya que comienza a moverse en diversas direcciones, girando y lanzándonos al vacío.

Intento atraparlo con mi mano oculta, pero escapa a una velocidad vertiginosa, dejándonos en caída libre.

—¡Te dije que esperáramos! —exclama Crusch, mientras usa sus brazos para generar aún más viento.

El frío y las gotas de lluvia hacen que mi cuerpo comience a congelarse. Estamos en camino a sufrir hipotermia si no hacemos algo pronto.

Genero toda la calidez posible utilizando el maná que me queda. No tengo idea de cómo volar con ellos, pero si logro absorber el impacto, tal vez tengamos una oportunidad de sobrevivir.

Uso todas las manos ocultas que puedo, incrementando su tamaño para amortiguar la caída.

La única luz en medio de esta situación es una tenue niebla residual de la autoridad. Estamos atrapados en una especie de burbuja, y Crusch me mira directamente a los ojos mientras sigo generando calor.

—¿Cómo lograste esto? Este poder... —murmura, sorprendida.

La miro directamente a los ojos, y aunque nuestros cuerpos apenas pueden moverse, puedo sentir su piel rozando la mía. Puedo percibir el maná fluyendo de ella, y me doy cuenta de que ha aceptado el maná de Beatrice en su corazón.

—Este poder es una maldición que debo cargar —respondo con determinación.

Mi respuesta provoca que ella cierre los ojos, y siento que hay un peso en nuestras almas que compartimos en este momento crítico.

—¿Sabes? —Crusch coloca su mano en mi mejilla y susurra lentamente—. A Beatrice no le gustaría ver la expresión que tienes ahora.

Abro los ojos con fuerza al escuchar esas palabras, intento decir algo, pero ella tapa mi boca suavemente con su mano.

—Y, para ser sincera, a mí tampoco me gusta.

En ese momento, siento que chocamos con algo con fuerza. El impacto zarandea mi espalda, y todo se vuelve borroso en medio de la confusión y la incertidumbre.

¿Qué espera Crusch que haga en esta situación desesperada?

Mis fuerzas apenas pueden sostenernos en este abismo de peligro.

Si demuestro sufrimiento, quizás no haya vuelta atrás.


Hoy ha estado lloviendo desde la buena mañana, esa maldita lluvia apareció de la nada. Además, el frío es intenso, pero la anciana me insistió en que no saliera hoy. No entiendo por qué se mostró tan dramática.

Después de todo, es solo lluvia. Debería ser porque se está volviendo senil; definitivamente tendré que darle más té.

—Supongo que dormiré. —Me lanzo a la cama, y en el momento en que lo hago, siento cómo todos los cabellos de mi cuerpo se erizan.

¡BOOM!

Un estruendo ensordecedor proviene del exterior. Por un instante, pensé que era un trueno, pero definitivamente ese sonido vino de la tierra.

—¡Qué demo`nios fu` eso! —exclamo, saliendo de mi cuarto sin pensarlo dos veces.


SS-Beatrice.

Te amo.

Hoy, he pasado todo el día meticulosamente planificando el cumpleaños de Marco junto a Emilia.

Nuestra conspiración de alegría está en marcha.

—¿Crees que disfrutará de ese asado? —pregunta Emilia, y mi sonrisa se desborda con confianza.

—No hay nadie que comprenda a Marco mejor que Betty, de eso estoy segura supongo. —Coloco mi mano en mi pecho, sintiéndome orgullosa de haber escuchado cada una de las palabras de mi caballero.

Emilia sonríe, y ambas seguimos imaginando el tipo de cumpleaños que le hará feliz. Sé que a él no le gustan las multitudes, así que planeo rodearlo de personas cercanas.

—Crusch debe saber dónde conseguir algo de alcohol, ¿verdad? —Emilia me mira emocionada, y yo asiento.

—Ella siempre dice conocer gran parte de Lugunica supongo, deberíamos preguntarle de hecho. —Señalo hacia el laboratorio, atrayendo a otro cómplice hacia nuestra conspiración.

Explicamos rápidamente todo a Crusch, quien nos mira con una expresión completamente seria.

—Entiendo. —Ella sostiene su barbilla mientras observa el cielo—. Quizás conozca a alguien.

Emilia y yo nos miramos, tomo sus manos rápidamente, y ambas empezamos a saltar emocionadas. Cuando se trata de hacer feliz a Marco, mis emociones siempre afloran.

Jeje, parece que realmente lo amo profundamente.

Pero entonces, en medio de la celebración por el nacimiento de los ministros y la perspectiva de que Marco tendrá más tiempo libre, recibe una llamada.

—Discúlpenme, debo atender algo. —Marco se levanta y se va, su mirada y la opresión en mi pecho me dicen que es algo serio.

Aprieto mis manos con fuerza. Nunca lo dejan en paz, el mundo siempre parece estar en su contra.

¿Por qué, oh, por qué el mundo lo odia de esta manera?

¿Por qué el mundo no le permite sanar su corazón roto? Todo lo que anhelo es verlo sonreír, sentir su abrazo y experimentar su calor por la eternidad.

Pero él es un humano, su vida es tan efímera como un suspiro, y aun así...

Emilia me acomoda en sus piernas. Ella, aunque no sea mi contratista, es alguien a quien aprecio profundamente. Es la contratista de mi hermano mayor, Pucky.

Debo cuidarla hasta que él regrese.

—¿Ha pasado algo? —pregunta Emilia, acariciando mi cabeza.

Niego con la cabeza, tratando de persuadirla, pero ella suspira.

—Cuando termine la celebración, le preguntamos, ¿de acuerdo? —afirma, calmando mis preocupaciones.

Luego me entero de la situación. Una posible guerra, los intereses de humanos insensatos que se sienten amenazados por el crecimiento de Irlam. Siempre se trata de razones triviales y necias.

Definitivamente, como dice Marco:

"Los seres humanos nunca tienen suficiente tiempo para aprender de sus errores."

Es por eso por lo que la historia está condenada a repetirse una y otra vez. Aunque algunos aprendan, siempre son los peores quienes cometen las mismas estupideces.

—No creo que debamos celebrar. —Emilia me mira con desánimo, pero yo sostengo sus manos con determinación.

—Lo haremos, de hecho. Marco necesita relajarse un poco, supongo.

No voy a ceder, debo demostrar cuán importante es.

Emilia me abraza, y yo respondo con un abrazo igual de cálido. Ella debe estar sintiendo un profundo estrés; la vida de muchas personas depende de ella, y eso es lo más importante para ella, sobre todo lo demás.

Incluso ha discutido con Marco por ello.

—¿Crees que la guerra está bien? —pregunta, manteniendo sus ojos cerrados mientras me abraza.

No es que no haya cometido acciones terribles por los intereses de otros, pero en esta situación, no sé qué decir.

He vivido durante tanto tiempo, pero en este momento, no veo una respuesta clara.

—No sabemos qué pueden idear, supongo. —Betty comprende a Marco, Betty sabe que él también piensa en el bienestar de la gente—. Betty cree que Marco sabe que no es una opción, que si la tomamos nos llevará a un futuro aún peor.

Confío en Marco. Sé que solo busca el bien de todos.

El chico de pelo plateado, Otto… busca a Emilia bajo una capucha. Cree que se esconde, pero es tan evidente que me preocupa que Roswaal lo note. Lo traslado al laboratorio y les permito hablar.

Para mi sorpresa, ese humano comienza a convencer a Emilia de manera magistral, haciendo que ella empiece a dudar de sus propios pensamientos. Le tomó más de un día, pero hice el favor de llevarlo para que conversaran.

—Supongo que es la única opción. —dice Emilia, finalizando con su decisión.

Después de eso, organizamos una fiesta. Finalmente conseguimos todo lo necesario y planificamos cada detalle para la celebración de mi príncipe. Su mirada de sorpresa y alegría me llena por completo.

Él comienza a disfrutar y, como acordamos, Emilia y yo intentamos animarlo.

Sin embargo, luego Emilia se emborracha y hace un espectáculo.

Sé que Emilia siente algo por Marco, y aunque ninguno de los dos parece comprenderlo completamente, sé que Marco también siente algo por ella, aunque sea algo pequeño.

Sin embargo, el corazón de Marco está tan dañado que él lo rechaza por completo. La química entre ellos dos siempre me llena de felicidad.

Marco es un apoyo para el crecimiento de Emilia, y Emilia obliga a Marco a abrirse ante la vida y sus emociones.

Hace cosas que yo no soy capaz de hacer.

Por eso no tendría ningún problema en prestarlo si es por ella. Aunque últimamente siento que la otra chica, Crusch, también está ocupando un lugar en su vida. Es como si estuviera abriendo otra faceta de él.

Quizás debería escribir una historia, un relato sobre un futuro hipotético en el que estas cosas sucedan.

—Jeje, lo haré en secreto. —Sonrío mientras me imagino todo tipo de situaciones, y luego entro al laboratorio.

Siento que Marco entra en la habitación de Emilia, y mi curiosidad se despierta, llevándome a utilizar la magia para ver lo que sucede.

Marco se encuentra sobre Emilia, mientras ella lo mira fijamente a los ojos. Intento tapar mis ojos, pero no puedo evitar seguir observando cómo se desarrolla la situación entre los dos.

Poco a poco, Marco se acerca a Emilia, y ella inclina la cabeza hacia él.

No soy una chismosa; solo me preocupo por el bienestar de ambos.

Sin embargo, mi enojo crece en un instante cuando Marco cambia de dirección rápidamente y besa su frente. Exclamo en voz alta, pateando el suelo molesta, mientras los veo dirigirse hacia el laboratorio juntos.

Cuando Marco abre la puerta, siento que las gotas heladas me golpean con fuerza, y un grito desesperado se escucha.

—¡BEATRICE! —grita Marco con fuerza, finalmente sintiendo una conexión débil conmigo.

Sin dudarlo, dejo el casco del globo y me sumerjo en el miasma. Aunque soy un espíritu y esto no me afecta, sé que a él sí. Por eso me concentro en limpiar su puerta desde aquí, volando a toda velocidad mientras siento el pequeño hilo que nos conecta.

Parece que Roswaal tenía razón, y, después de todo, mi madre tenía algo reservado para mí. Toco el cristal en mi bolsillo, reconociendo con una sonrisa que finalmente cumpliré mi propósito, aunque en ese momento, ya no me importa tanto.

—¡Marco! —exclamo al verlo con un cuchillo lleno de miasma clavado en su torso. Caigo frente a él, observando al enemigo con el que ha estado luchando.

Es miasma condensado, tal como dijo Roswaal, la fuerza que mi madre no pudo controlar por completo, la razón por la cual el mundo fue consumido.

—¡EL SHAMACK! —grito, encerrando al monstruo en un intento desesperado, y luego vuelvo mi mirada hacia Marco.

Lamentablemente, no tengo suficiente maná para usar un hechizo más poderoso. De hecho, acabo de incumplir el contrato.

Algo que me costó tanto, ahora lo he hecho tan fácil.

—Eres un tonto, de hecho. —Corro hacia Crusch y analizo su situación. Roswaal me lo mencionó, me explicó por qué debo salvarla, y en ese momento, ya lo había decidido.

El miasma envuelve por completo su cuerpo, y en este momento, solo hay una posibilidad para salvarlo. El "odo," la esencia más pura del maná que retiene el alma.

—Parece que mi madre nunca me abandonó; parece que siempre quiso que te protegiera —susurro con determinación mientras me concentro en el poder del "odo."

Después de curar a la chica, siento cómo mi cuerpo comienza a colapsar. Mis manos tiemblan, pero rápidamente saco el cristal que me dio Roswaal.

—Ese cuchillo está diseñado para apoderarse de tu cuerpo, y como tu princesa, debo protegerte.

No tengo miedo en este momento. Estos meses han sido los más intensos y emocionantes de toda mi vida.

Sin lugar a duda.

Con el "odo" fluyendo a través de mí, enfrento la oscuridad que amenaza con consumir a Marco. La lucha es intensa, pero mi determinación es inquebrantable.

Mi mente se funde con el poder del "odo," y puedo sentir cada parte de su ser, cada rincón de su alma. Estoy dispuesta a darlo todo por él, porque sé que este es el momento en el que mi amor se convierte en una fuerza imparable.

El tiempo se detiene mientras enfrento al miasma que intenta reclamarlo. Cada pensamiento, cada recuerdo, se convierte en una barrera que protege su ser vulnerable. Y mientras el miasma lucha por apoderarse de él, yo lucharé aún más fuerte para mantenerlo a salvo.

Mis fuerzas flaquean, pero no me rindo. Marco es mi razón de ser en este momento, y no descansaré hasta que lo haya salvado por completo.

Aprendí a reír. Aprendí a construir cosas nuevas. Aprendí cosas de las que mi madre estaría celosa.

Clavo el cristal en mi estómago, y este empieza a absorber todo mi "odo," la esencia más pura de mana que retiene el alma.

Aprendí a amar. Aprendí a amarme.

Todo te lo debo a ti, mi príncipe. Tu llegada movió mi mundo y ahora debo usarlo para salvarte.

No me mires así, mírame con alegría.

Quiero que me des una sonrisa, aunque sea mucho pedir.

—Supongo que no podré agradecerle a Roswaal, pero al menos, Betty pudo salvarte —digo con voz entrecortada mientras clavo el cristal en su cuerpo, sintiendo cómo toda mi energía me abandona.

Empiezo a llorar, aunque no quería, parece que también quiero seguir viviendo.

Quiero seguir viéndolo, seguir divirtiéndome, quiero poder pasear con él, divertirnos todos juntos.

Quiero seguir siendo su hija.

No... siempre lo seré, incluso si muero.

—Lo siento, mi príncipe, Betty no pudo hacer nada por ti —él usa todas sus fuerzas para envolverme entre sus brazos, siento su calidez, siento su dolor—. No sé si muera, o si pueda seguir en ti, pero por favor...

Con mis últimas fuerzas, me dirijo a su frente, quisiera romper el contrato, pero realmente no tengo fuerzas para ello. Si muero, se romperá de todas formas. El cristal en su pecho se ilumina, y entonces entiendo algo.

Beso su frente, dando una última sonrisa.

—Por favor, no te odies por esto.

Te amo, mi príncipe. Incluso si no estoy.

Te amo.