No le agradaba ir allí.
Porque nunca eran buenas noticias.
Siempre terminaban sermoneados. O algunos muertos.
Ir a la Fortaleza Infinita implicaba, como mínimo, ver a las otras Lunas Crecientes, y a diferencia de lo que se puede llegar a pensar, no se sentía precisamente como una reunión de amigos, la tensión siempre se cortaba con un cuchillo y uno podía sentir las miradas clavadas en el cuello. El ambiente era siempre tenso, hostil.
Pero el Señor Muzan los llamó a todos. Lunas Crecientes y Menguantes, incluso algunos demonios de bajo rango pero qué, por su poder y voracidad, habían llamado la atención del Señor.
-¡¡Akaza!!- la voz, excesivamente enérgica y falsamente amistosa surgió de un rincón oscuro a su lado y él, pronto sintió unos brazos fuertes rodear su cuello.- Akaza ¿Cómo te encuentras?-
Al girar la cabeza, sus ojos se encontraron con unas pupilas coloridas, un llamativo arcoiris. La figura alta, con un atuendo rojo le abrazaba cómplice mientras se echaba el cabello largo y rubio hacia atrás con otra mano.
La Segunda Luna Creciente.
- Quítate.-
- Ah, Akaza, ¿por qué siempre me rechazas?- dijo, Douma, teatralmente. Sacó uno de sus dorados abanicos y se echó un poco de viento.- ¡Sabes que te aprecio mucho!-
Akaza alzó violentamente un brazo quitándose a Douma de encima y obligándolo a retroceder unos pasos. Este le sonrió y Akaza le dio la espalda.
-Si que eres fuerte, pero recuerda que yo soy más fuerte que tú- canturreó Doma, aún detrás de él.- además soy tu superior, deberías tratarme mejor, ¿sabes?-
-No tengo nada que hablar contigo.- contestó, tajante, Akaza.
Doma sonrió y se volvió a acercar. Aspiró el aire a su alrededor. Y sonrió. Una sonrisa fría, totalmente vacía. Y con una voz demasiado suave, deslizó su pregunta venenosa.
-¿Que estuviste haciendo últimamente, eh?.-
Akaza no dijo nada. No movió un músculo, cualquier variación en su postura, o incluso en su respiración, iba a delatarlo. Doma era insoportable pero eso no quitaba que tenga una gran habilidad para detectar ciertas cosas.
Después de todo, era la Segunda Luna Creciente. No llegó a ese puesto de casualidad.
Aún lo era, Akaza no había podido estar a la altura de ese rango...pero no había olvidado su objetivo.
No respondió a la directa de Doma. No tenía que. Sólo se alejó de ahí pero el otro lo siguió. Eso ponía de los nervios a Akaza...no le gustaba la compañía y mucho menos de la Segunda.
Lo detestaba. Y Doma sabía muy bien lo que Akaza sentía, y se deleitaba agobiandolo.
-¿Sabes?- Dijo, mientras se acomodaba la ropa con fingida concentración.-No pude evitar percibir algo en ti. Es decir, puede que me equivoque pero las posibilidades son casi inexistentes.-
Con una sonrisa que hasta podría parecer amable, señaló la punta de su nariz.
-Vaya que eres travieso, Akaza, chico malo- dijo, sin borrar su sonrisa, ampliandola aún más.- Nos ocultas cosas, no sólo a mí sino al mismísimo Señor Muzan. Yo no diré nada, sabes, soy benévolo con mis subordinados como bien sabes, y entiendo muy bien que a veces uno puede cometer errores y bueno...hay que darles a todos una oportunidad, ¿verdad?-
Se acercó a Akaza y lo miró a los ojos. Hubo silencio. Doma había tirado sus redes ponzoñosas, y aunque sabía que la Tercera Creciente no mordería su anzuelo así como así, si plantaría la semilla de la incertidumbre en él. Sólo tenía que esperar los frutos.
-Voy a averiguarlo, mí querido Akaza.- susurró, y volvió a aspirar profundamente, cerrando los ojos.- Será divertido, ¡como un juego!-
-Piensa lo que quieras. No podría importarme menos.-
-¿Estás seguro de eso?- susurró Doma.
Akaza no pudo decir más. En ese momento, un acorde de Biwa resonó.
La reunión de las Lunas había empezado.
