Hubo un período de tiempo en que Akaza desapareció. Naoko lo esperó noches enteras, pero no hubo rastro.
Y realmente se preocupó, ¿Que podría haberle sucedido a un tipo que podía regenerar inmediatamente partes cortadas de cuajo de su cuerpo? ¿Podría haber muerto? ¿Podría alguien haberlo matado?
Eso le estrujó el corazón. Pero fue paciente y espero. Después de todo...¿que más podía hacer?
La espera duró hasta esa noche.
Afuera el viento rugió entre los árboles y haciendo vibrar las puertas y ventanas. Naoko, ya resignada a su soledad, se recostó en su futon. No para dormir, últimamente le costaba mucho, simplemente miró a la nada, con la mente en blanco.
Entonces tan silencioso como siempre, apareció él. Estaba a los pies de su futon, sus ojos clavados en ella, las pupilas amarillas brillando en la oscuridad. Naoko se sobresaltó al verlo.
Y no reprimió una enorme sonrisa al ver qué había vuelto.
-Tengo que irme.- lanzó él.
Tan frío como el viento fuera, fue como borrarle la sonrisa de una bofetada.
Naoko tragó saliva.
-Pero si acabas de llegar, al menos cuéntame qué tal tu día ¿no?- quiso bromear ella, en un intento solapar su nerviosismo, pero se topó con una pared de roca.
-No, no lo entiendes. No voy a volver.-
Naoko guardó silencio y procesó las palabras.
-¿Por qué?- quiso saber. Se sentía en su derecho de saber.
"Porque esto está mal. Porque es peligroso, porque estamos jugando un juego que puede terminar con alguno de los dos heridos. Porque soy un jodido demonio que come personas y tú una humana de carne y hueso mortal, porque puede que esté rompiendo una regla tácita que a mí me puede costar caro y a ti, la vida. Y no voy a permitir eso" Pensó él.
Pero esa respuesta implicaría muchas más preguntas que no estaba dispuesto a contestar. Había cosas que simplemente no podía contarle.
-Porque si.-
Naoko dejó caer su barbilla, incrédula, y frunció el ceño. Se sentó de piernas cruzadas y también cruzo los brazos en su pecho.
-Vaya respuesta de mierda.-
Akaza se acercó a ella en un segundo, tanto que ella podía ver el destello en sus ojos.
Amenazante. Era realmente aterrador cuando se lo proponía, y Naoko lo había olvidado porque él le había mostrado otra cara. Era como un tigre hambriento que se dejaba acariciar...no significaba que esté domado, solamente lo podías hacer porque él te lo permitía.
Y dentro de ella, por primera vez en mucho tiempo, sintió miedo, temió haber cruzado la línea. Pero las palabras que eligió él a continuación, dispersaron ese miedo y lo volvieron algo diferente.
-Es una respuesta y ya.- susurró él- en otra situación ni siquiera me dignaria a aparecer. Así que mejor cierras la boca, y lo agradeces. Me largo. Y créeme que es lo mejor.-
Naoko sintió algo hervir dentro de ella.
Ira. Y Akaza vio cómo se vidriaron sus ojos negros, cómo los músculos de su mandíbula se tensaron a medida que ella se ponía de pie. Un leve rubor tiñó sus mejillas, incluso su frente.
-¿Estos son los principios de los que te jactas? Huyes cuando hay un problema, sin una mínima explicación?- Sin quitarse la mirada de encima, ella siseó.- Maldito cobarde.-
A Akaza le dio un vuelco el corazón, abrió grandes los ojos y tensó la espalda "¿Cómo se atreve...?" pensó
-Cuida tus palabras...- Advirtió él, en un gruñido entre dientes.
- NO VOY A CUIDAR UN CARAJO!- Gritó ella, ahora a todo pulmón, justo en la cara de él. Naoko echaban fuego por los ojos. Y sus palabras, iban cargadas de veneno.- VIENES AQUI A ESPERAR QUE YO COMPRENDA UNA DECISIÓN QUE TOMASTE, SIN DARME UNA EXPLICACIÓN RAZONABLE. ¡¿PIENSAS QUE NO MEREZCO UNA PUTA EXPLICACIÓN?!-
Naoko cerró sus puños y golpeó el pecho de Akaza. Con fuerza. Con odio. Con dolor.
Él no la detuvo. Tampoco tenía tanta fuerza como para que mínimamente sienta dolor.
-ERES UN MALDITO COBARDE!- Gritó ella, mientras lo golpeaba. Lágrimas ahora mojaban sus mejillas. Y eso fue suficiente para él. La tomó de los puños con una velocidad increíble y la empujó hacia atrás, lo suficiente como para hacerla trastabillar y cayó de culo.
- Ya basta.-
Ella no dijo nada. Sólo lo miró desde el suelo, casi tan asombrada como la primera noche que lo vio. Y lloraba. Lloraba porque sabía que estaba mal plantearle estas cosas, lo sabía, básicamente porque su amistad, vínculo o lo que sea, era totalmente antinatural. Que quizá este era el curso esperado de las cosas, aunque ella no lo quiera así.
Pero él fue su salvación. En más de un sentido.
¿Por qué tenía que irse ahora? ¿Que podía ser tan irresoluble que había que huir?
Apretó los puños con tanta fuerza que sintió sus uñas clavarse en las palmas.
Akaza se quedó inmóvil ante la escena. Verla llorar lo sacudió. Se sintió mal, terrible, pero esto era lo correcto.
Lo incorrecto fue esto que hizo desde un principio. Estas son las consecuencias, y había que aceptarlas.
Hubo silencio. Naoko ocultó su rostro entre sus manos y lloró, casi sin emitir un sonido. Él no se movió por más que quiso.
Entonces ella se puso de pie, y corrió a él, y lo abrazó. Él no la sostuvo, pero no la apartó, sólo se sentó 'a lo indio' y ella se acomodó con las piernas una a cada lado de su cadera, rodeándolo. Naoko ocultó su cara en el hueco de la clavícula de Akaza y lloró. Él no hizo nada, principalmente porque no sabía qué hacer. Sólo puso su mano en la espalda de Naoko y allí la dejó.
Nunca habían tenido un contacto tan estrecho. Su cuerpo sentado sobre él se sintió tan extraño. Era liviana, un contacto tan suave, tan opuesto a todo lo que estaba acostumbrado desde hace tanto tiempo. Un abrazo, con fuerza, pero delicado, como la seda apretada sobre la piel. Lo contrario a todo en su vida.
Ella sollozó sobre él lo que pareció una eternidad.
Entonces el silencio.
El viento afuera sopló su melodía única. La respiración caliente de ella en su cuello, a donde se aferraba también con sus brazos. Quietud. Y el cuerpo inmóvil de Akaza...rodeado de una Naoko triste y su aroma.
El tiempo pareció detenerse.
-Akaza...-Dijo finalmente, pero sin moverse.- Quiero ser como tú.-
Él tensó su cuerpo, como si lo hubieran pinchado con una aguja caliente.
-¿A qué te refieres?- preguntó. No porque no sepa, era obvio. Pero pensó que quizá repreguntando, la haría ver la estupidez que dijo.
- ¿A qué crees que me refiero?- Susurró ella, aún sin moverse. Entonces luego de un momento alzó la vista y lo miró.
Los ojos negros enrojecidos por el llanto, las largas pestañas eran picos negros, amontonados por el agua de las lagrimas. Sus mejillas estaban rojas aún y el mentón le temblaba ligeramente. Akaza pensó que incluso así era hermosa.
Y ya lo sabía. Uno no vive más de 100 años para no saber reconocer una mujer hermosa. Pero Akaza nunca había pensando en eso. El sexo, el deseo..para él habían pasado a otro plano. Su energía se concentraba en otra cosa, y el sexo era solo eso...un gasto de energía. Energía que podía usar para ser mejor luchador, para poder subir de rango entre las Lunas, para encontrar la condenada flor que buscaba hace demasiado tiempo. Energía que tenía que tener para ser el mejor.
Por un momento maldijo la noche en que conocío a Naoko.
Porque estaba tan rota y sola como él y si bien Akaza no recordaba su vida humana, si sentía empatía con ella, por algún motivo. Cuando estaban juntos tenía chispas de sentimientos que aprendió a aceptar.
"Pequeños fuegos de artificio" les llamaba él. Momentos que parecían brillar en su mente, que querían recordarle algo que aún no llegaba a recordar. O no quería.
Naoko fue la única humana que supo su nombre.
-No sabes lo que me pides...- Dijo él, y con cuidado la bajó al suelo. Ambos quedaron arrodillados uno frente al otro.
-Por favor.- susurró ella, sin dejar de mirarlo, totalmente hundida en su pozo oscuro.
-Naoko...- Él cerró los ojos. Sintió de repente que la habitación de había vuelto más pequeña, si era eso posible.- Realmente no puedo hacer eso...-
-Por favor...-Ella volvía a sollozar. Buscó las manos de él, y tomó una entre las dos de ella, apretó con fuerza. -Mi vida ha sido un error. Nunca fui más un objeto. Estuve sola toda mi vida y no quiero volver a estarlo.-
-¿Y crees que siendo un demonio eso va a cambiar?- Akaza se liberó de su agarre, pero no sé movió.
-Lo olvidaré todo. Como tú. Será una nueva vida. Y podremos...-
-Asi no es como funciona.- espetó él. No, definitivamente no era así.
-Akaza...-
-NO.-
Se puso de pie. Ya había tenido suficiente.
"¿Pero qué carajos estoy haciendo?" Pensó y se dispuso a irse.
Para siempre, como debía ser.
Prefería lastimar su corazón que tener que lamentar su muerte, y si la solución era esa que ella pedía, él no haría tal cosa. No iba a arrastrarla a su infierno, no podía ni siquiera pensar en presentarla ante el señor Muzan para que la transforme. Sería el fin de ambos, era desquiciado, innecesario, era suicida.
Era total y absolutamente imposible. Tampoco hubiese accedido si es que él tuviera la capacidad.
Naoko lo vio todo en cámara lenta. Lo vio levantarse y alejarse de ella. Sabía que en un parpadeo si él así lo quería podía desaparecer.
No quería.
Se puso de pie y volvió a correr frente a él.
-Muevete. Estás siendo incoherente.- ordenó Akaza.
Ella no dijo nada. Quedó plantada frente a su cara, o su barbilla en realidad, ella era más baja que él. No pretendía ser amenazante... sólo estaba tomando valor.
-Naoko muévete.-Volvió a ordenar él, ya apretando los dientes. La paciencia no estaba de su lado hoy.
"¡Ahora o nunca Naoko, ahora!" Algo gritó en la cabeza de la mujer.
Entonces ella lanzó sus brazos a su cuello y lo besó.
Apretó su cuerpo caliente contra él, su piel era ligeramente más fría que la de un humano normal.
Nada podría haberlo tomado más por sorpresa y para Akaza las sensaciones explotaron de repente, se sintió cómo un nervio expuesto.
Sintió los labios de ella, buscando abrirse paso entre los de él, sintió sus brazos aferrados a él con fuerza, sus pechos tiernos y su abdomen presionándolo.
"¿Que...es esto? Que delicia...es tan...suave" Se dijo, y abrió su boca para tomar la de ella."Bésala. Saboréala y lárgate. Solo una vez y ya"
Sintió su lengua algo tímida y la recibió con gusto. Entonces con sus manos acarició el contorno de las caderas, hasta llegar al culo, y apretó con ganas.
Ella dejo salir un suave gemido delicado, casi inconsciente.
Naoko pensó en el sabor curioso...su boca. Era como carne cruda. Como un sashimi, pero de un sabor más fuerte. Contrario a lo que se esperaría de alguien que come personas. Naoko disfrutó ese beso, el roce de los colmillos tan afilados con sus labios.
"¿Por qué tardaste tanto en hacer esto?" pensó ella para si y se reprochó "No aprendes más. ¿Eres tonta o qué?"
El beso se alargó bastante. Ella sintió sus manos recorrerla, e instintivamente pegó su cadera a él.
Lo sintió reaccionar.
Lo deseó con locura, y supo reconocer y aceptar ese deseo.
Entonces de repente, Akaza la apartó por los hombros.
Hubo un sonido que lo estremeció, un característico sonido a beso roto.
-No. Sé dónde quieres ir.- le dio la espalda y se pasó las manos por el cabello. Dejó salir un suspiro profundo.- Que truco más bajo, Naoko...-
-Akaza...-
-No. No haremos esto si piensas que es la forma en que me vas a convencer de acceder a lo que pides. No voy a quedarme sólo porque abras tus piernas para mi.-
Hubo un silencio. Akaza deseaba esto y no lo supo hasta ese momento. Su cuerpo pareció protestar por la interrupción de tan ansiado contacto. La deseaba, pero no así.
No era como debía ser.
Sintió la decepción en su estómago. Estaba molesto y la cabeza le daba vueltas. Se sintió un idiota por primera vez en décadas y quiso abofetearse sólo. "Pero si era obvio, ¿qué humana en su sano juicio querría...?"
-No es por eso.-su voz sonó clara y decidida. Y lo siguiente que dijo fue música para los oídos del demonio.- Realmente lo deseo. Sólo que no lo supe hasta hoy, y entiendo que suena estúpido. Sé que es tarde ya...pero que sea una despedida.-
Se acercó un poco a él y susurró en su oído.
-Si no vas a darme explicaciones, al menos dame esto.-
