Capitulo 29: Latidos desincronizados

Los días se habían estirado en una agonía silenciosa para Anna. El recuerdo de la última vez que vio a Elsa, en medio de la confrontación con Hans y su abuelo, se repetía una y otra vez en su mente, como una herida que no dejaba de sangrar. Elsa no se había comunicado con ella desde entonces, y el abismo que separaba sus corazones parecía ser cada vez más profundo. Anna se sentía perdida, sin saber si aún podía considerar a Elsa su novia o si ese título se había desvanecido en medio de la tormenta.

A veces, Anna se aventuraba a vagar por la ciudad, como si buscara respuestas en las calles bulliciosas. El ajetreo y el bullicio de la vida urbana solo servían para distraerla temporalmente de sus pensamientos oscuros. A veces, se detenía frente a la ventana de una tienda y veía parejas felices paseando de la mano, y una punzada de envidia y tristeza le atravesaba el corazón. Pero el eco de su soledad siempre la seguía de cerca, como una sombra insaciable que se negaba a desaparecer.

Otras veces, se retiraba a la terraza de su edificio, desde allí podía ver la ciudad extendiéndose ante ella, con sus luces titilantes como estrellas lejanas en la noche. Y allí, en la quietud de la tarde, dejaba que los recuerdos la inundaran, reviviendo cada risa, cada mirada y cada roce de manos compartido con la mujer que seguía habitando su corazón.

Sus amigos, preocupados por su estado, intentaban animarla. Organizaban salidas, la invitaban a eventos y la rodeaban con su afecto. Olaf la hacía reír con sus chistes tontos, Rapunzel intentaba mantenerla ocupada con actividades, y Kristoff, aunque preocupado, le ofrecía un hombro en el que apoyarse. En ocasiones, la distracción funcionaba temporalmente, y Anna podía olvidar su pena durante breves momentos. Pero, al final del día, cuando se encontraba sola en su habitación, la sombra de Elsa regresaba para atormentarla.

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Un día, mientras caminaba por el campus de la universidad con la mirada perdida en el horizonte, Anna se encontró con el director Winter, el respetado rector de la Universidad y tío de Elsa. La presencia de aquel hombre de cabello marrón oscuro y porte distinguido la tomó por sorpresa, como un rayo de sol inesperado en un día nublado.

—Anna, ¿puedo hablar contigo un momento? —preguntó el director Winter con voz serena, deteniendo su paso con una mirada llena de comprensión.

Anna asintió, aún sorprendida por el encuentro. Se adentraron en un jardín cercano, alejándose del bullicio de los estudiantes y el estruendo de la vida universitaria.

—He notado que Elsa no ha estado asistiendo a clases últimamente. Y sé que las cosas han sido difíciles para ambas —comenzó el director Winter, sus ojos azules revelando una mezcla de tristeza y preocupación—. Me preocupa la situación de mi sobrina y también la tuya.

Anna miró al director Winter con una mezcla de tristeza y esperanza en sus ojos verdes, y las palabras se escaparon de sus labios antes de que pudiera detenerlas.

—Director Winter, ¿sabe algo sobre Elsa? ¿Ha hablado con ella últimamente? No he tenido noticias suyas desde hace días, y estoy preocupada. No sé si puedo considerarla aún mi... —su voz se quebró—, mi novia.

El director Winter, con su mirada serena y comprensiva, negó con la cabeza. —Lamento decirte que no, Anna. No he tenido noticias de Elsa recientemente. Sé que regresó a la casa de sus padres, pero más allá de eso, no tengo información.

Anna asintió con tristeza, sintiendo un nudo en la garganta. La incertidumbre y la distancia entre ella y Elsa parecían crecer con cada día que pasaba. Entonces, recordó algo que el director Winter le había mencionado anteriormente.

—Recuerdo que usted me habló una vez sobre la carga que Elsa llevaba por querer cumplir con las expectativas de su familia. ¿Puede contarme más al respecto? —preguntó Anna con precaución.

El director Winter suspiró, como si estuviera reviviendo viejas heridas.

—Es cierto, Anna. Elsa ha llevado una carga significativa desde que era una niña. Nuestra familia, los Winter, siempre hemos estado bajo la mirada de la sociedad debido a nuestro linaje y todo lo que eso conlleva. A lo largo de generaciones, se nos ha enseñado que debemos mantener una imagen impecable, cumplir con tradiciones ancestrales y mantener un estatus que a menudo nos ha alejado de lo que consideramos verdaderamente importante.

Anna, interesada y preocupada, escuchó atentamente mientras el director Winter compartía más detalles sobre la historia de su familia.

—Mi hermano mayor, Agnar, el padre de Elsa, siempre fue el primogénito destinado a llevar el peso de las responsabilidades familiares. Desde jóvenes, él y yo fuimos educados bajo la estricta guía de nuestro padre, el abuelo de Elsa. Nuestra crianza fue rígida y sin espacio para otra cosa. Se nos inculcó la importancia de mantener la imagen de la familia y de seguir las tradiciones a toda costa.

Anna imaginó a un joven Agnar y al director Winter atrapados en un mundo de expectativas y normas inflexibles.

—Pero, a medida que crecíamos, mi hermano y yo tomamos caminos diferentes. Él eligió seguir el camino trazado por nuestra familia, cumplir con las expectativas y aceptar su destino como el futuro líder de los Winter. Yo, por otro lado, decidí seguir mi propio camino, lejos de esas presiones y restricciones. Esta decisión, aunque me permitió vivir una vida más auténtica, me costó el "rechazo" de mi familia.

FLASHBACK

Era una tarde de invierno, con la luz dorada del sol filtrándose a través de las cortinas de la sala de estar de la casa Winter. Elsa se encontraba frente a su padre, Agnar, con el corazón latiendo con fuerza. La conversación que iba a tener era una que había ensayado en su mente muchas veces, una que esperaba que finalmente la liberara de las cadenas de las expectativas familiares.

Padre, hay algo de lo que necesito hablar contigo. Algo que ha estado pesando en mi mente durante mucho tiempo —comenzó Elsa con voz firme pero respetuosa.

Agnar la miró con seriedad, su expresión imperturbable. Si bien siempre había tenido una relación amorosa con su hija, Elsa sabía que las expectativas de la familia Winter eran un peso que su padre no tomaba a la ligera.

Dime, Elsa. Estoy escuchando— Elsa inhaló profundamente antes de continuar.

Padre, entiendo la importancia de nuestras tradiciones familiares y de mantener la imagen de los Winter. Pero... siento que necesito algo más. Necesito la oportunidad de vivir por mí misma, de descubrir quién soy fuera de estas paredes— Agnar asintió, pero su mirada no abandonó a su hija.

Siempre te hemos educado para que cumplas con las expectativas de la familia Winter, Elsa. Para que te conviertas en la heredera perfecta— Elsa asintió, reconociendo las expectativas que la habían rodeado desde que era una niña.

Sé que siempre me han visto como la próxima líder de la familia, pero... siento que necesito algo más. Necesito espacio para crecer, para descubrir quién soy realmente.

Elsa, comprendo tus sentimientos —dijo Agnar con suavidad, rompiendo su expresión seria—. Pero debes entender que la familia Winter tiene un legado que mantener. Hay responsabilidades que debemos cumplir— El padre de Elsa se tomó un momento para reflexionar. Sabía que su hija era excepcionalmente talentosa y que tenía un potencial inmenso. — Muy bien, Elsa —dijo Agnar finalmente—. Te daré la oportunidad de vivir sola, de explorar el mundo. Pero hay una condición.

Elsa levantó la mirada, ansiosa por saber cuál sería esa condición.

Te daré la oportunidad que estás buscando, pero bajo la condición de que debes centrarte completamente en tus estudios y responsabilidades. No puedo permitir que nuestra familia se debilite. Elsa asintió solemnemente.

Lo prometo, padre. Haré todo lo posible para cumplir con tus expectativas.

Elsa se levantó de la silla, sintiendo que una puerta se estaba abriendo en su vida. No tenía idea de lo que le esperaba, pero estaba dispuesta a descubrirlo por sí misma. La conversación con su padre marcó el inicio de una nueva etapa en la vida de Elsa. Apenas pudo contener su emoción cuando comenzó a buscar un lugar donde vivir.

Después de visitar varios departamentos, encontró un edificio que le llamó la atención, mientras Elsa exploraba el edificio en busca de departamentos disponibles, su corazón latía con anticipación. Este sería su primer paso hacia la independencia, hacia la libertad que tanto anhelaba. Cada puerta que abría revelaba un mundo nuevo de posibilidades y decisiones, sin imaginar que allí, en un rincón de la ciudad, encontraría algo que cambiaría su mundo para siempre o mejor dicho, a alguien que lo cambiaria todo.

FIN DEL FLASHBACK

Anna escuchaba atentamente las palabras del director Winter mientras el viento soplaba suavemente.

—Anna, cuando supe que Elsa había decidido vivir sola, me sentí aliviado y esperanzado por ella. Sabía cuánto significaba esa independencia para ella, y estaba dispuesto a ayudarla en lo que fuera necesario —comentó el director Winter con sinceridad.

Anna conectó los puntos en su mente, recordando el "Proyecto de Radio" y como había sido su primera conexión con Elsa y todo lo que esto conllevo. Una sonrisa nostálgica se dibujó en sus labios mientras miraba al director.

—Entonces, ¿todo esto del "Proyecto de Radio" fue parte de esa ayuda que menciona? —preguntó Anna con curiosidad.

—En efecto, Anna. El "Proyecto de Radio" fue una forma de ayudar a Elsa a vivir una vida más independiente. Sabía que estaba atrapada en las expectativas de la familia, y quería brindarle una oportunidad para explorar su propia identidad. Nunca imaginé que tú y Elsa se enamorarían en el proceso. Supongo que a veces las cosas no salen como uno piensa que van a suceder.

Anna asintió, agradecida por la sinceridad del director. Sin embargo, su expresión reflejaba una mezcla de emociones, desde la tristeza hasta la incertidumbre.

—Gracias por hacerlo, de verdad. Pero ahora, con todo lo que ha sucedido, no sé cómo arreglar las cosas. Siento que todo se ha desmoronado entre Elsa y yo— El director Winter puso una mano reconfortante en el hombro de Anna.

—Anna, sé que eres importante para Elsa. Y aunque ella no haya estado en contacto contigo, es posible que necesite tiempo para resolver las cosas.

—¿Cree que Elsa y yo podamos encontrar la manera de superar todo esto y estar juntas nuevamente? —preguntó Anna con una mezcla de esperanza y temor en sus ojos.

—No puedo predecir el futuro, pero sé que tanto tú como Elsa son personas fuertes y decididas. Si el amor que sienten la una por la otra es lo suficientemente fuerte, encontrarán una manera de estar juntas.

Anna asintió, agradecida por las palabras de consuelo del director. Sabía que Elsa estaba atravesando un período turbulento, pero su amor por ella no había disminuido.

—Gracias por escucharme y por ser sincero conmigo, director Winter.

XXXXXXX

El cielo se teñía de tonos dorados mientras Anna caminaba sola por las calles de la ciudad. El crepúsculo era un recordatorio constante de los atardeceres que solía compartir con Elsa en la terraza de su edificio. Cada rincón de la ciudad parecía susurrarle los recuerdos de los momentos felices que habían vivido juntas.

El viento soplaba suavemente, jugando con los mechones de cabello de Anna. Cerró los ojos por un momento, imaginando a Elsa a su lado, sonriendo, riendo, compartiendo momentos de complicidad. Pero cuando abrió los ojos, la imagen se desvaneció, y Anna se encontró nuevamente sola en medio de la ciudad. Anna suspiró mientras cruzaba una transitada intersección. No podía evitar recordar los momentos felices que habían compartido juntas. Las risas, los abrazos, las noches en vela conversando sobre sus sueños y esperanzas. ¿Habían sido todas esas experiencias solo un espejismo, una ilusión efímera?

Anna miró al cielo, donde las estrellas comenzaban a brillar. Se preguntó si Elsa también miraba el mismo cielo en algún lugar, si pensaba en ella como ella lo hacía en ese momento. Y entonces, sus ojos se llenaron de lágrimas.

"Te extraño, Elsa", murmuró en voz baja, como si las estrellas pudieran llevar su mensaje a lo lejos. "Te extraño más de lo que puedo soportar. No sé cómo arreglar esto, pero estoy dispuesta a intentarlo.

Lejos de ahí, una chica se aferraba al barandal de su balcón, mirando fijamente el oscuro fiordo que se extendía frente a ella. Las aguas tranquilas reflejaban la luz de la luna, creando un sendero de destellos plateados que se perdía en la distancia. Aunque la belleza de la vista solía calmar su alma, esta noche solo acentuaba su melancolía. La brisa nocturna revolvía su cabello platinado, pero su mirada estaba fija en algún punto distante, perdida en un torbellino de emociones. La expresión neutral que solía esconder sus sentimientos y que por mucho tiempo fue lo único que llego a mostrar a los demás.

En su mano temblorosa sostenía su celular. El número de Anna estaba justo ahí, al alcance de sus dedos, como un vínculo frágil que la conectaba con la persona que amaba. Pero, al mismo tiempo, era un recordatorio constante de su propia incapacidad para tomar acción. Elsa deseaba desesperadamente marcar ese número, escuchar la voz de Anna del otro lado de la línea, sentir su presencia incluso a través de una llamada telefónica. Pero algo dentro de ella, una barrera invisible pero poderosa, se lo impedía. El peso de su propio error, el hecho de haber herido a la persona que más amaba en el mundo, la atormentaba.

El silencio de la noche era roto solo por el suave murmullo del viento y el lamento lejano de las gaviotas. Elsa cerró los ojos por un momento, dejando que la brisa acariciara su rostro, como si buscara consuelo en ese gesto. Recordó los momentos felices que había compartido con Anna, las risas, los besos, la sensación de estar completa cuando estaban juntas.

Pero también recordó su propia inseguridad, su miedo a no estar a la altura de las expectativas de su familia, su temor a ser una carga para Anna. Se culpaba a sí misma por no haber tenido la valentía de confiar en su amor y en la fortaleza de su relación. Elsa apretó el teléfono en su mano, sintiendo el frío metal contra su piel. Quería llamar a Anna, quería decirle cuánto la amaba, cuánto la necesitaba, pero las palabras se quedaban atrapadas en su garganta. El silencio se extendía como una losa sobre ella, una condena que ella misma se había impuesto.

La rubia platinada miró una vez más el número parpadeante en la pantalla y finalmente, con una mezcla de dolor y resignación, apagó la pantalla del teléfono. No podía hacerlo, no podía soportar la idea de herir a Anna aún más con sus palabras vacilantes.

El fiordo seguía extendiéndose ante ella, un espejo oscuro que reflejaba su propia angustia. Elsa sabía que había cometido un error imperdonable, y ahora debía cargar con las consecuencias de sus acciones. El peso de su culpa era abrumador, pero al menos, por un momento, había evitado infligir más dolor a Anna.

Elsa permaneció en silencio en el balcón, mirando hacia el fiordo, sintiéndose sola en medio de la noche. Sabía que debía encontrar una manera de enmendar su error, de encontrar el camino de regreso hacia Anna. Pero por ahora, su corazón herido no encontraba consuelo en nada más que en la oscuridad que la rodeaba.