Errores extraordinarios

Hermione finalmente llegó a casa acompañada de Theodore quien, nada más dejarla a salvo en el vestíbulo se marchó de nuevo al Ministerio.

Después de la rueda de prensa que concedió Kingsley, Theo había tenido que regresar al Departamento de Misterios para hacer lo que fuera que tenía que hacer su oficina en relación al atentado que habían sufrido en el Callejón Diagon y Harry se había marchado a San Mungo tras recibir una lechuza de Ginny que le comunicaba que Regina estaba allí y que Blaise y ella se habían quedado para intentar conseguir algo de información sobre el estado de Alicia.

Con un suspiro de cansancio, Hermione dejó el bolso en el mueble de la entrada y colgó la túnica en la percha antes de sentarse en el pequeño banco que tenía al lado de la puerta para descalzarse y masajearse el pie dolorido.

Subió las escaleras que llevaban al piso de arriba donde en un espacio completamente abierto desde el que se podía ver la entrada y el piso inferior, se encontraban una salita, el comedor y la cocina.

Pasó por delante de los sillones, al lado de la mesa grande y la nevera y abrió la puerta del pequeño pasillo en el que estaba su dormitorio y su cuarto de baño, decidida a llenar la bañera y relajarse allí durante al menos dos horas.

—Ya pensé que no volverías

No pudo evitar el grito de espanto que rompió su garganta y se llevó la mano al pecho, sintiendo que su corazón estaba a punto de traspasar su caja torácica.

—Merlín Draco —inspiró, jadeando —¡Qué susto me has dado!

Vio su silueta recortada en la oscuridad del dormitorio, perfilada por la luz de las farolas que iluminaba el ventanal y se acercó a él, como si un hilo invisible tirase de ella y la impulsara a encontrarle.

—¿Qué tal estas? —sin poder evitarlo le tocó el abdomen y se pegó a su cuerpo, buscando inconscientemente su calor —estaba preocupada —dijo en un susurro apenas audible que no pudo contener.

—Bien — le sintió encogerse de hombros y, aunque no la apartó, tampoco hizo amago de tocarla —o todo lo bien que cabe esperar, al menos.

—¿Qué ocurrió, Draco?

Los músculos del hombre se tensaron pero siguió sin apartarse de su toque y su cercanía.

—Tony y yo regresamos a la Agencia para informar a Loughty y él puso a Goldstein al tanto de todo.

—¿De todo? —preguntó ella —¿Te refieres a toda la misión?

—Sí. Tony ha pasado a ser parte del equipo —dijo con sarcasmo —Mañana tenemos que reunirnos, he mandado un mensaje a Potter y otro a Nott. Lougthy contactará con Shacklebolt.

—Está bien —ella suspiró apoyando la frente en su pecho —¿Qué ocurrió con Pucey, Draco?

—Krum. Él fue lo que ocurrió.

—¿Viktor? —ella levantó la cabeza, incrédula —¿Fue Viktor?

Él soltó una seca carcajada y se alejó dando un paso atrás hasta apoyarse contra el ventanal.

—Sí, fue tú Viktor —replicó con burla —lo creas o no ese gorila mononeuronal fue quien se llevó a uno de los agentes más jodidamente buenos de la Agencia delante de nuestras narices.

—Es imposible que Viktor esté metido en esto —murmuró ella.

—Oh claro, porque es imposible que el novio de la gran heroína de guerra esté de mierda hasta las orejas ¿No?

Ella bufó, molesta.

—Primero, no es mi novio y todo el mundo sabe que rompimos gracias a la cucaracha de Skeeter y segundo, no es por eso, es porque le conozco y sé que él nunca estaría en algo así y menos ahora.

—¿Ah sí? —preguntó el rubio con burla —¿Y por qué no ahora?

—Pues porque estaba pensando en casarse, idiota, por eso —replicó Hermione empezando a mosquearse —la última vez que le vi solo pensaba en anillos y viajes de novios… está tan idiotizado con su novia que no creo que tenga tiempo de meterse en grupos revolucionarios y mucho menos en uno que tenga que ver con ex mortífagos —resopló con fastidio —fuimos pareja durante dos años, Malfoy y hemos sido amigos diez ¿De verdad crees que comulga con las ideas supremacistas que llevaron a los Lestrange a donde están?

—¿Va a casarse? —preguntó Draco que parecía haberse quedado en la primera frase.

—¿Eso es todo lo que has escuchado? —ella frunció el ceño con ferocidad.

Draco se encogió elegantemente de hombros y la cogió de los antebrazos para acercarla, pero ella se desasió y él frunció el ceño, molesto.

—¿Qué haces aquí? —preguntó la mujer alejándose.

Él se tensó, dándose cuenta de que se había enfadado y suspiró.

Lo cierto era que estaba cabreado, preocupado y cansado, que se sentía impotente, tenso y condenadamente frustrado. Era como un caldero bullendo a fuego lento lleno de poción erumpent, esperando que alguien soltara en su superficie una simple pluma para explotar y demolerlo todo.

En un primer momento, después de la reunión con Loughty y la consiguiente conversación con Tony en la que había tenido que contarle absolutamente todo lo que había ocurrido, incluyendo la tapadera con Granger, había pensado en irse a su casa y desaparecer durante unas horas, escondido en el nido en el que había convertido la parte privada de su hogar. De hecho se fue hasta allí pero, ni bien hubo puesto un pie en el vestíbulo, se dio cuenta de que realmente quería ver a Granger.

Después de discutir consigo mismo durante unos minutos finalmente se fue a casa de la bruja y, usando las habilidades que había aprendido como espía del Ministerio de Inglaterra, se coló en su habitación y pasó más de una hora en la oscuridad, esperando a esa mujer que le volvía completamente loco.

Necesitaba que alejara las sombras que le rodeaban, que le tocara, que le hiciera sentir mejor porque sí, Hermione Granger hacía que se sintiera más decente, más capaz más… humano.

Era un gilipollas.

En realidad, si cualquiera de las personas que le conocían o creían conocerle supieran lo que pasaba por su cabeza pensarían que se había vuelto completamente loco.

Era una suerte que, en esa etapa de su vida, le importara una mierda lo que pensaban los demás, aunque no iba compartir con el resto de la sociedad mágica que la chica a la que había hecho la vida imposible en el colegio se había convertido en la única mujer capaz de ponerle de rodillas.

—Quería verte —dijo con ese tono frío y estirado con el que hablaba la mayor parte del tiempo.

Ella resopló y Draco cerró los ojos inspirando hondo y exhalando despacio. Si quería que aquella leona orgullosa y llena de caracter le aceptara en su cama, quizás debería ceder en ese punto.

Solo un poco.

—Necesitaba verte —se corrigió.

Bingo.

Pudo ver en la penumbra de la habitación como el rostro de ella se suavizaba y como una pequeña sonrisa luchaba por abrirse paso en sus labios apretados.

—Hermione —murmuró dando un paso hacia ella. Puso las manos sobre los hombros y la atrajo hacia sí.

Ella no opuso resistencia en esa ocasión.

Draco apoyó las yemas de los dedos en su mejilla y las deslizó hasta sus boca entreabierta en una tenue caricia. Delineó el borde de aquellos labios femeninos y perfectos, empujando la punta del índice entre ellos y Hermione lo lamió, rozando su piel ligeramente áspera con la punta de la lengua. Le escuchó contener la respiración y, pese a la penumbra en la que se encontraban, pudo ver como aquellos orbes argénteos se oscurecían. Draco le miró la boca húmeda, empujando más el dedo, viendo como se introducía en aquella cálida y mojada cavidad, tan suave y aterciopelada.

Inspiró al sentir la forma en que se deslizaba su dedo, apretado por sus sonrosados labios y gimió cuando la lengua se adaptó a la parte inferior de su índice, empapándole. Ese movimiento de succión estaba a punto de volverle completamente loco.

— Necesito esto

Aquel murmullo enronquecido hizo que todo el cuerpo de Hermione vibrara y jadeó, soltando el agarre de su dedo. Él lo sacó de su boca y acarició su barbilla, bajando por su cuello hasta que su mano abarcó su garganta, sonriendo al sentir la forma en la que tragaba, sin dejar de mirarle a los ojos.

—Necesito estar dentro de ti

Ella gimió cuando su otra mano acarició uno de sus pechos en una roce sensual antes de buscar el dobladillo de su camiseta y sacársela de un brusco tirón.

Draco buscó entonces su boca, lamiendo aquellos exuberantes labios antes de chuparlos con fruición, bebiendo de ella, tragándose los gemidos necesitados que salían de su boca.

Tiró del sujetador hasta que uno de sus pechos se salió y lo abarcó con su mano, apretando el enhiesto pezón con su pulgar hasta arrancarle un hondo gemido.

Él repitió el gesto y tiró con la otra mano de la tela hasta que ambos pechos estuvieron fuera de la constricción del algodón. Amasó la carne tierna y firme, apretando con suavidad antes de pasar la lengua por esos picos endurecidos que parecían rogar su atención, trazó círculos alrededor de la areola y chupó despacio, dejando que se derritiera entre sus brazos con cada atención de su lengua

—¿Ya estás mojada? —ella jadeó al sentir que su cuerpo se humedecía aún más al escuchar su voz llena de oscuras promesas —¿Qué tan mojada, Granger? —la levantó y la llevó a la cama soltándola sobre la colcha. Se arrodilló en el colchón y acarició sus tobillos, pasando los dedos por la piel de sus gemelos hasta llegar a las rodillas, subir por los muslos y llegar bajo su falda —deja que lo compruebe yo mismo — ella gimió de nuevo cuando uno de sus dedos rozó el elástico de sus bragas antes de acariciarla sobre la humedecida tela, acariciando su sexo en una lánguida pasada —mmm —empujó ese dedo, sonriendo cuando la el algodón se humedeció aún más —Maldita sea —masculló con la voz pastosa —siempre tan preparada para mi…

Devoró su boca, hundiéndose en ella, mordiendo sus labios y buscando su lengua para entrelazarla con la suya en una primitiva lucha de poder.
Hermione se abrazó a él, arqueándose contra su cuerpo, empujándose contra el roce de aquel dedo que parecía rozar el punto exacto que ella necesitaba.

— Necesito follarte, Hermione — Susurró, inclinándose sobre su cuello y bañando con su aliento ese punto justo que sabía la hacía estremecer— ¿Me dejarás? — Apretó su cintura y deslizó las palmas por su abdomen, atrayéndola hacia sí mientras inhalaba el olor de su piel mezclado con el de su excitación.

Ella no parecía capaz de contestar y a Draco no le importaba, le valía con la respuesta de su cuerpo; la forma en la que sus músculos se tensaban, cómo contuvo la respiración cuando metió las manos bajo sus nalgas para arrancarle las bragas, la rendición con la que dejó caer la cabeza hacia atrás cuando mordió su estómago, juguetón, hundiendo la lengua en la pequeña depresión de su ombligo.

Hermione era tan receptiva y entregada que le hacía sentirse poderoso, completamente vivo. Nunca, ninguna mujer se había dado tanto a él, deshaciéndose de esa forma entre sus manos, como si fuera masilla que se amoldaba a su capricho. Era terriblemente sensible a su contacto; su piel se erizaba con las caricias que prodigaban sus manos, su aliento y sus labios y se estremeció, gimiendo cuando Draco lamió su cuello, dejando un reguero de húmedos besos hasta su mandíbula.

Tragando saliva, Draco escuchó los sonidos bajos y guturales de Hermione y, sorprendido, sintió como le temblaban las manos y rompía a sudar, tan nervioso como si fuera su primera vez, su primera chica.

¿Qué le ocurría?

Inspirando con brusquedad levantó la cabeza y la miró. Granger se mordió el labio inferior y clavó sus ojos velados en los de Draco que, maldiciendo, olvidó su autocontrol, su frialdad, su determinación y, apuñando la colcha entre los dedos, buscando algo a lo que aferrarse, algo que le permitiese seguir anclado a la realidad, envió al demonio todo la lógica, toda la razón y toda su decisión de mantenerse emocionalmente alejado de ella. Se olvidó de la Agencia, de la misión, de su apellido y de su pasado.

Se olvidó de todo lo que no fuera esa mujer que tenía bajo su cuerpo, esa mujer que se derretía con cada toque de sus dedos, esa mujer que tocaba partes de su remendada alma que creía inexistentes.

Con un gruñido se lanzó a su boca y la devastó, cogiéndola de las nalgas para que se arqueara contra su cuerpo mientras devoraba sus labios.

Hermione le abrazó y se dio a él, devolviéndole cada uno de sus ansiosos besos con ágiles envites de su lengua.

Sus manos se enredaron en sus platinados cabellos antes de bajar por su espalda y descender hacia su torso, disfrutando de la dureza de aquellos músculos que jamás habría esperado en él, acarició su abdomen, rodeando finalmente sus caderas, buscando la cinturilla del pantalón y tirando de ella hasta que, entre los dos, consiguieron apartar cada milímetro de tela que les impedía sentirse piel contra piel.

El aire entre ambos se volvió espeso y Hermione rompió el beso suspirando cuando sus cuerpos desnudos se acariciaron, cuando el sexo pesado y excitado de Draco se apretó contra su estómago, frotándose despacio, humedeciendo un punto sobre su ombligo.

Temblando, ella apoyó la cabeza en la almohada con los ojos cerrados y Draco, de forma inconsciente, besó su frente en un gesto que nada tenía que ver con la pasión que los arrastraba.

De pronto, al darse cuenta de lo que había hecho, apretó los dientes y gruñó, levantándola de las nalgas de nuevo con brusquedad, buscando únicamente la satisfacción sexual, diciéndose, una y otra vez, que era todo lo que quería de ella.

—Draco

Aquel susurro febril le estremeció y se olvidó, una vez más, de mantener las distancias.

Se sentía embriagado por su olor, su sabor, el tacto increíblemente suave de su piel, la marca de cada uno de sus besos que se tatuaba en su jodida alma con cara caricia.

¿Acaso no era justicia poética que esa mujer a la que había odiado durante años fuera la única capaz de hacer que los cimientos de su existencia se tambalearan como un castillo de naipes?

Volvieron a besarse con rabiosa necesidad, tocándose con manos trémulas y ansiosas, tirando de las ropas que quedaban, acompasando los frenéticos latidos de sus corazones que marcaban un prestissimo que se aceleraba más y más con cada pulsación

Hermione temblaba, arqueando la espalda con cada roce de sus labios, jadeando mientras intentaba controlar su acelerada respiración cuando las manos de Draco se colaron entre sus piernas, cubriendo su sexo con los dedos.

—Joder, Hermione…

Ella estaba empapada, completamente lista para él. Draco acercó sus tembloroso dedos al borde de sus labios y acarició los pliegues inflamados y mojados de Hermione, deleitandose con los sonidos que escaparon de su boca cuando masajeó aquel pequeño nudo de carne que se endureció casi al instante.

—No puedo… yo… necesito… te necesito…

Draco se agarró el miembro y colocó el grueso glande en su empapada entrada, frotándose allí una vez, dos. Ella tembló y él se empujó en aquel estrecho canal que le abrazaba húmedo y caliente como un guante de acero, absorbiéndole con una pegajosa succión que le hizo gemir, extasiado.

—Draco…

Ella enredó las piernas alrededor de las caderas del rubio y se agarró a la colcha, temblando, susurrando su nombre una y otra vez.

Él agarró sus manos con las suyas y las elevó por encima de su cabeza, entrelazando sus dedos.

—Mírame —dijo mientras se empujaba hasta el fondo en el cuerpo de la bruja.

Ella lo hizo y el mundo de los dos se paró, se congeló y, cuando volvió a girar todo había cambiado.

Draco se dio cuenta de que nunca se había sentido así, ni siquiera en las otras ocasiones en las que habían tenido sexo. Nunca había sentido esa conexión, esa unión tan completa, tan… absoluta.

Fue apenas un pensamiento fugaz pero no pudo evitar que invadiera su mente arrasandolo todo.

En ese momento ella gritó y se olvidó de todo, lo único en lo que pudo pensar fue en el instante que estaban compartiendo, en la mágica fusión de sus cuerpos, en aquella sinfonía erótica que componían juntos. Empujó, más fuerte más rápido.

—Draco —volvió a decir ella, sacudiendo la cabeza sobre la almohada.

—Vamos preciosa —susurró mordiendo sus labios, sintiendo como el sudor resbalaba por su sien con cada embestida —córrete Hermione, déjame verlo, déjame sentirlo.

Ella sintió ese nudo que empezaba a soltarse en su bajo vientre, una presión que crecía más y más hasta que se desató y todo se derrumbó a su alrededor en un remolino de placer que hizo que se deshiciese entre descontrolados espasmos.

—Joder

Él gruñó cuando la succión del cuerpo de la mujer le arrastró a un demoledor orgasmo que no fue capaz de contener y se quedaron allí, sobre la arrugada colcha de Hermione, laxos y deshechos, en completo silencio, cada uno de ellos tratando de comprender que era lo que acababa de ocurrir y por qué ambos se sentían como si aquella extraña conexión hubiera sido el más extraordinario de los errores que habían cometido en los últimos tiempos.

….

Harry llegó a San Mungo y buscó a Ginny en la cuarta planta donde le habían dicho que estaba ingresada Alicia Spinnet.

La encontró sentada al lado de Blaise y, por un momento, se quedó congelado bajo el vano de la puerta, observándoles con atención.

El moreno estaba recostado en la incómoda silla de hospital, con las piernas estiradas, un brazo sobre su frente, tapándose los ojos y el otro sobre la espalda de Ginny que dormía con el rostro apoyado en el pecho de él.

Era curioso, se dijo Harry al verlos juntos, nunca había pensado en Blaise como en nada más que un amigo de Ginny y de Theo que había terminado formando parte de su círculo más cercano. Jamás se había sentido celoso de la estrecha relación que mantenía con su novia, ni se había sentido incómodo con él. Pero allí, mirándolos, se preguntó si una amistad era lo único que los unía.

No hacían nada malo, incluso en el sueño parecían tocarse con absoluto decoro, pero había algo… como una ligera electricidad que emanaba de ambos que le hacía pensar que tal vez, solo tal vez…

Lo más intrigante de todo, lo más terrorífico, era que no sentía rabia o rencor, no tenía recelo o resentimiento. Era simplemente una sensación extraña a la que no era capaz de poner nombre.

Suspirando, se frotó la frente y decidió dejarles descansar.

Una parte de él sabía que una reacción normal cuando uno veía a su prometida así, habría sido querer ir hasta allí para despertarlos y separarlos.
Pero Harry no sentía esa necesidad. Confiaba en Ginny ciegamente, tanto como en Hermione o en Ron. La lealtad de la pequeña de los Weasley hacia él era intrínseca e inamovible. Aunque no podía evitar preguntarse si ella, al igual que él, tenía a veces aquellas dudas que le carcomían el alma.

La quería. Pero en ocasiones se preguntaba si era un amor como el que habían sentido Ron y Hermione, un amor confundido por la juventud, un amor incondicional y eterno que, pese a ser absoluto no era todo lo que tenía que debía ser.

¿Era posible que Ginny tuviera las mismas dudas? ¿Era él que se sentía culpable y quería pensar que no era el único que sentía aquella maldita incertidumbre?

—Hola Harry —susurró Regie que estaba tras él —llevan aquí mucho tiempo —señaló a los durmientes con media sonrisa —aunque nadie les ha dado novedades por ahora.

Se giró para mirarla y sintió ese extraño tirón, esa sensación indeseada que se anudaba en la parte alta de su estómago y le hacía sentirse inadecuado e hipócrita.

¿Estaba traicionando a Ginny? ¿Era traición sentir esa vacilación?

Se sentía atraído por Regina Wright y era absurdo negárselo a sí mismo.

Había ocurrido poco a poco. Con el paso de los meses aquella bruja rubia y pequeña se había ido metiendo debajo de su piel y él, nada hábil en el mundo de las emociones, había dado por hecho que la amistad que estaba surgiendo entre ellos era sana e inocente.

Ahora se daba cuenta del error que había cometido.

—¿Sabes algo?

—Nada nuevo —la bruja se veía agotada —está siendo una noche complicada.

—¿Qué te parece si tomamos un té? —preguntó Harry señalando el pasillo.

—Supongo que puedo escaparme un rato —ocultó un bostezo tras su mano —me vendrá bien algo de teína o quizás algo un poco más fuerte.

Unos minutos después ambos estaban en la cafetería ante dos sendas tazas de humeante café.

—He estado pensando —dijo la mujer al cabo de un rato —¿Crees que es posible que os hayan tendido una trampa usándome a mí?

Harry arrugó el ceño y la miró con interés.

—¿A qué te refieres?

—Si hubieran metido alguna clase de compulsión en mi cerebro de algún modo… algo que me hiciera recordar que habría un ataque del Callejón… ¿No sería posible que quisieran que yo te lo contara? ¿Y si el que pudiera escaparme no fue accidental? ¿Y si me dejaron huir para esto? —dejó la taza y se abrazó a sí misma —es extraño, a veces sé cosas… la verdad que ya no soy capaz de entender si simplemente son pesadillas o si en realidad me han utilizado —suspiró —estoy diciendo tonterías, supongo que es culpa de no haber dormido apenas en los últimos días.

—No —Harry, desde el otro lado de la mesa, puso la mano sobre su antebrazo y le dio un pequeño apretón —no es descabellado, pensaré en ello ¿De acuerdo?

No podía decirle que uno de los compañeros de Malfoy había sido secuestrado y que si ese había sido su objetivo, lo que le estaba diciendo tenía mucho más sentido de lo que creía. Se frotó la sien e inspiró hondo.

Se lo contaría a los demás al día siguiente y vigilaría mucho más de cerca a Regie. Podría ser que lo que decía tuviera lógica, pero aun no había descartado la posibilidad de que estuviera metida en todo aquello tal y como Hermione y Theo parecían creer.

No quería imaginarlo siquiera, pero en el pasado había descubierto que no siempre podías confiar en los demás, incluso aunque los creas tus amigos.

Sus padres aprendieron aquella lección demasiado tarde.

—¿Ya sabes dónde pasarás la noche? —preguntó después de un rato.

—Me quedaré aquí —hizo una mueca que no pasó por sonrisa —puedo ocupar una de las camillas vacías y echarme unas horas, mañana buscaré un hotel donde pasar unos días —miró el reloj de pulsera y pasó las manos por los ojos —bueno, se acabó mi descanso —se levantó y agitó la mano en señal de despedida —si necesitas algo estaré por aquí.

—Espera, Regie —sujetó su muñeca antes de que se alejara y fingió no darse cuenta del temblor que la recorrió —¿A qué hora terminas aquí?

La mujer volvió a mirar su reloj de pulsera y frunció delicadamente el ceño.

—En una hora si no hay nada urgente.

—Bien. Te esperaré aquí y vendrás conmigo a mi casa.

La bruja abrió mucho los ojos y se sonrojó profusamente. Harry, que sentía arder sus orejas, carraspeó.

—Necesitas un sitio donde dormir y yo necesito…

—Vigilarme —dijo ella finalmente al darse cuenta de la realidad —está bien, vendré en una hora —sus ojos se opacaron un poco, pero logró sonreír —Gracias, Harry.

No hubieron pasado ni cinco minutos cuando Ginny entró en la cafetería.

—¿Harry? —Se acercó bostezando y le dio un rápido abrazo cuando él se acercó —¿Qué haces aquí?

—Vine a buscarte — respondió él con una sonrisa —te encontré durmiendo y decidí venir a tomar algo.

Si no la hubiera conocido tanto como la conocía no habría visto el pequeño sobresalto que la recorrió ni la milésima de segundo en que sus ojos se abrieron levemente y sus pupilas se dilataron.

Pero la conocía demasiado bien.

—Blaise y yo estábamos muy cansados y…

—Está bien, Ginny —la tomó de la mano y caminó con ella hacia la sala de espera del pasillo donde había varias sillas —llevo un tiempo pensando que tal vez nos hemos… distanciado o algo así —rió con sequedad —me gustaría decir que es culpa del trabajo y de la misión en la que estoy metido ultimamente pero —apretó los labios —creo que no es así.

—Oh Harry…

Ginny cerró los ojos y se lanzó a sus brazos apretándole con fuerza.

—Te quiero

—Lo sé —sonrió y acarició su pelo con ternura —y yo te quiero a ti.

—¿Crees que nos hemos precipitado? —preguntó separándose de él para mirarle a los ojos.

—¿Con la boda? —ella asintió y Harry suspiró —creo que igual tardé demasiado en decidirme —se frotó la frente y se encogió de hombros

Ella rió, divertida pese a todo.

—¿Demasiado? Harry tengo veintitrés años —inspiró hondo —antes habría sido una locura.

—Sí —él le pasó un dedo por su pecosa mejilla con cariño —no sé qué es lo que nos ha pasado, tal vez es sólo una mala etapa… sé que te quiero y que todo lo que me importa es que seas feliz.

—Soy feliz —dijo ella demasiado rapidamente.

—¿De verdad?

Ella arrugó la frente.

—Sí, lo soy… la mayor parte del tiempo. Nadie es feliz todo el rato, Harry.

—Lo sé pero ¿Esto es lo que quieres, Ginny?

Se miraron a los ojos durante un rato, en silencio, viéndose de verdad, por primera vez en mucho tiempo.

—No lo sé —susurró la chica con tristeza.

Harry sonrió.

—Sabes que siempre voy a quererte ¿Verdad?

—Harry… —se echó a sus brazos de nuevo y hundió la cara en su cuello.

Aspiró su olor, ese olor que era tan terrenal y conocido, ese aroma que le recordaba a su hogar, a su familia.

Llevaba tanto tiempo imaginándose el futuro con Harry que simplemente no concebía estar sin él. A los doce años soñaba con ser su novia y a los catorce había dibujado veinte posibles vestidos que podría llevar en su boda. A los veintidós había aceptado el anillo de compromiso de los Potter y a los veintitrés llevaba cuatro meses dando esquinazo a su madre con los preparativos de un enlace que, si bien se había pactado, no tenía fecha ni plazo para llevarse a cabo.

Siendo sincera consigo misma y con él, Harry tenía razón, algo les estaba pasando pero no sabía qué era y lo único que sentía era una absoluta culpabilidad.

—Eres mi mejor amigo.

—Me alegra oír eso, Gin —le besó la frente y puso las manos en sus mejillas para mirarla a los ojos —lo he dicho en serio, todo lo que quiero es que seas feliz.

—Quiero que sepas que yo… —sus labios se arrugaron en un mohín que amenazaba con convertirse en sollozo —últimamente yo…

Harry puso un dedo sobre los labios de ella.

—Blaise ¿Verdad? —él sonrió otra vez —creo que me he dado cuenta, te conozco demasiado… la forma en la que le mirabas en la tienda…

—Te juro que yo nunca…

—Lo sé. Confío en ti con mi vida —la tomó de las manos —si tenemos que confesar yo…

—No quiero saberlo —dijo ella interrumpiéndole con los ojos entrecerrados —no estoy segura de si puedo manejarlo.

Él alzó las cejas y supo que debía contárselo. Si Ginny realmente no podía manejarlo arregarían aquello. Harry sacrificaría absolutamente todo por la gente a la que amaba y a ella la amaba. Mucho.

—Me he sentido… atraído por Regina Wright —soltó a la carrera —no ha sido nada… ni siquiera sé si es atracción, siempre he pensado que me gusta porque me cae bien —hizo una mueca y sacudió la cabeza —la verdad es que ahora mismo ni siquiera sé si me cae del todo bien —se apretó el puente de la nariz con unas repentinas ganas de irse a dormir.

Ginny le miraba en silencio y la vio tragar saliva.

—Debería estar muy enfadada —susurró mientras una lágrima recorría su mejilla —¿Por qué no estoy enfadada, Harry? —sollozó y se limpió con rabia otra lágrima rebelde —¿Por qué no me siento ultrajada y furiosa? ¿Qué hemos hecho? ¿Qué nos ha pasado?

Con un suspiro y un nudo en la boca del estómago, Harry la tomó entre sus brazos y la acunó lentamente durante mucho rato mientras se consolaban mutuamente.

—¿De verdad estamos manteniendo esta conversación en una sala de espera de San Mungo? —preguntó ella mucho después.

Harry rió bajito

—Parece ser que sí.

—Oh Merlín —ella también soltó una risita histérica —mi madre va a matarme.

Él siguió pasando la mano por su espalda.

—No lo creo, solo será… una sorpresa.

—A Ron se lo cuentas tú —murmuró Ginny.

—Ni de broma —replicó él —se lo contamos juntos.

—Juntos… —repitió la mujer.

Sí, porque siempre seguirían juntos de una u otra forma, pasara lo que pasara en el futuro eran familia.

Blaise les vio desde el final del corredor y, pese a que no podía escuchar lo que decían, la intimidad de sus gestos y la complicidad entre ambos fue suficiente para demostrarle, una vez más, que aquel era el último lugar de la tierra en el que tenía que meterse.

Cuando se fue del hospital, sin mirar atrás, lo hizo sabiendo que, por mucho que aquella indeseada atracción le empujara hacia la pelirroja, ni siquiera él era tan capullo como para joderle la vida al niño que había conseguido que todos tuvieran un futuro.

Puede que Potter y él nunca hubieran sido amigos en el colegio y puede que en el presente no fueran íntimos, pero era un buen tío y Blaise le respetaba.

Ginny Weasley era intocable y seguiría siéndolo, así tuviera que marcharse a Italia una temporada para desintoxicarse de aquella insana adicción que había desarrollado últimamente.


Nota de autora: Para los que son fan de Hinny (reconozco que me gustan mucho a mi también) mis más sinceras disculpas. Espero que me perdonéis y sigáis disfrutando del dramione.

No he podido evitarlo.

Gracias por continuar conmigo en esta historia que ni siquiera tenía intención de escribir cuando me asomé a FF de nuevo. Creo sinceramente que mi tiempo de escribir fics pasó hace mucho, pero aun así os agradezco la lectura y los mensajes.

Un abrazo.
AJ