Empieza el juego
La reunión en casa de Draco fue a primera hora de la mañana.
Cuando Loughty y Shacklebolt llegaron junto a Goldstein, Theo y Harry, Hermione y Draco ya estaban allí sentados uno al lado del otro.
Harry le arrebató el café a su amiga en cuanto la vio y se lo bebió de un trago sin apenas respirar.
—Tienes peor cara que cuando llevabas el relicario al cuello —le dijo con una mueca de disgusto —y créeme si te digo que en aquellos días parecías un infieri.
—No he dormido —respondió bostezando.
—¿Has pasado la noche en el Ministerio?
—En San Mungo —miró a los demás para asegurarse de que no le estaban escuchando —me gustaría hablar contigo… después.
Al ver lo incómodo que estaba ella se preocupó.
—¿Está todo bien?
—Sí —se apresuró a responder —pero necesito contarte algo.
—Podemos irnos juntos cuando acabemos la reunión.
Él sonrió y le apretó la mano.
—Gracias.
—Bueno, este es otro de mis chicos —empezó diciendo Caspar —creo que todos estudiasteis juntos en Hogwarts así que sobran las presentaciones.
—Nunca habría imaginado que acabarías siendo un espía, Anthony —dijo Hermione con ojos chispeantes
—Después de tu rechazo, Hermione, era eso o darme a la bebida —replicó con dramatismo.
Draco agradeció su dominio de la oclumancia que evitó que abriera la boca con asombro.
—¿Rechazo? —preguntó Harry.
El rubio agradeció que la curiosidad de Potter le hubiera impedido cometer el estúpido error de exigir él mismo, que alguno de los dos le contara de qué iba eso.
—Ambos regresamos a Hogwarts para completar nuestros E.X.T.A.S.I.S —dijo la bruja.
—Me pasé todo el último curso intentando llamar su atención.
Ella rió.
—No le hagáis caso, nada de eso es cierto.
Draco vio un ligero brillo en los ojos de Tony, pero él rápidamente lo ocultó y sonrió.
—Tiene razón —se dejó caer en una de las sillas —no es cierto. Pero sí que estudiamos muchas tardes juntos en la biblioteca.
—Eso sí es verdad.
—No lo dudo —replicó Harry — a veces creo que Hermione hubiera acampado en la biblioteca si Madame Pince la hubiese dejado hacerlo.
—No seas idiota —Hermione le dio un pescozón y ambos compartieron una mirada de complicidad.
—Niños —Loughty cortó el momento —lamento romper este reencuentro tan maravilloso pero Kingsley y yo tenemos que regresar al Ministerio cuanto antes y estamos de mierda hasta el cuello.
Se paseó por el comedor, como un general pasearía por delante de sus tropas; firme, con las manos agarradas a la espalda, el rostro sombrío y los labios apretados en un gesto de frustración.
—Uno de mis chicos está desaparecido junto a un montón de magos y brujas —Kingsley tiró sobre la mesa unos expedientes en los que podían verse distintas fotos y anotaciones —la mitad del Londres mágico ha visto al famoso ex jugador búlgaro atacando a civiles indefensos y tenemos a un muerto que no solo ha resucitado si no que además ha perpetrado un ataque al Callejón Diagon ¿Me dejo algo? —preguntó parándose en seco y mirando a Draco y a Tony.
—Dos ex mortífagos confirmados —dijo Draco
—Y una lista de posibles cómplices—intervino Nott que había estado callado desde que llegó —Harry y yo estuvimos verificado los nombres de todos los mortífagos de los que no había constancia real de fallecimiento. He hecho algunas averiguaciones y puedo asegurar que al menos uno de ellos forma parte de todo esto.
—¿Quién? —preguntó Malfoy, cuyo interés creció cuando vio como Potter miraba a Theodore.
—Fenrir Greyback
Escuchó la exclamación de Granger y gracias a la formación recibida en los últimos años, evitó mirarla, aunque tuvo que luchar denodadamente contra el impulso que le impelía a hacerlo.
—No es posible —la oyó susurrar.
Incapaz de no hacerlo, puso la mano sobre su rodilla en un gesto de consuelo y se mantuvo impertérrito incluso cuando la mujer se aferró a su muñeca con ambas manos, como si necesitase anclarse a algo real para no perderse en ese instante.
Y él lo entendió.
Sabía el por qué de su inquietud y tragó saliva al darse cuenta de cómo ella, pese a la culpa que él tenía de aquella horrible experiencia, se aferraba a él como si fuera el héroe en lugar del villano de la historia.
—Puedes quedártela como premio cuando termine con ella.
Cuando Bellatrix comenzó a torturar a Hermione y los gritos de la bruja resonaron en aquellas paredes entre las que había crecido, Draco sintió la bilis subir a su garganta y tuvo que hacer un terrible esfuerzo para no romper a llorar.
Su madre, a su lado, le apretó el hombro con expresión impasible, aunque él pudo ver la forma en la que aferraba su túnica con los nudillos emblanquecidos.
—¿Crees que quedará algo para mi? —Greyback se lamió los labios mientras miraba a Granger con ojos lascivos —igual puede que me deje uno o dos bocados…
Granger seguía gritando y Draco comenzó a construir aquellos muros que Snape le había enseñado. Ladrillo a ladrillo, uno tras otro.
No podía ayudarla, no era lo bastante valiente para hacerlo aunque allí, viendo como la psicópata de su tía Bella la torturaba y como el salvaje hombre lobo la observaba como si fuera un suculento premio, se dio cuenta de que realmente no quería verla morir, nunca lo había querido.
Cuando el pequeño elfo doméstico llegó a la mansión y se la llevó, Draco estuvo a punto de caer de rodillas y dar las gracias a quien fuera que lo había enviado.
La muerte de Dumbledore y de Burbage pesaría siempre sobre su conciencia y se alegraba, más de lo que nunca admitiría, de que la de Granger no se uniera a ellas.
—Murió en Hogwarts —dijo ella con algo más de firmeza.
—En realidad pensábamos que sí porque alguien le vio caer y encontramos su varita —intervino Harry.
—Pero he encontrado evidencias de que sigue vivo —Theo la miró con ternura y Draco entrecerró los ojos fulminándole con la mirada.
—¿Qué evidencias? —preguntó con la única intención de atraer la atención de Nott.
—Tengo la confirmación de un par de testigos, además —pasó varias hojas de un expediente —he encontrado esta foto —la señaló —es de hace dos años.
—Dios mío —murmuró Hermione que seguía aferrándose a la muñeca de Draco.
—¿Dónde has encontrado esa fotografía? —Draco la cogió con la mano libre —es muggle.
Theo frunció el ceño con acritud.
—He pedido un favor a un compañero. Un hijo de muggles que maneja internet —sonrió de lado —después de buscar datos con Hermione en uno de esos ordenadores me di cuenta de que eran una gran fuente de información.
—¿Tenéis más nombres? —preguntó Loughty, interesado en esa lista.
—Sí —Harry se la tendió —seguimos verificándolos —por ahora hemos descartado a Mulciber y a Jugson pero tenemos serias dudas con Selwyn.
—Bien —Lougthy les devolvió el listado —Goldstein, ayúdales con eso.
El aludido asintió y pidió permiso para ver el pergamino.
—¿Puedo hacer una copia? —cuando vio a Potter asentir duplicó el papel y se lo guardó en la túnica.
—Tenéis que encontrar a Pucey —dijo Kingsley con seriedad —es imperativo hacerlo. Cuanto más tiempo pase… —extendió los expedientes que había tirado antes sobre la mesa —todos estos son avisos de desapariciones —su rostro era casi pesaroso —esto me trae demasiados recuerdos…
—No te preocupes —Harry hizo una pequeña torre con toda la documentación —nos encargaremos.
Su amigo y Ministro únicamente asintió.
—Bien entonces —se levantó arrastrando la silla hacia atrás —he de irme, tengo una reunión importante en media hora.
—Te acompaño —Loughty también se levantó pero, antes de irse miró a Draco a los ojos —traélo de vuelta —dijo con voz grave.
—Lo haré, señor.
Cuando se quedaron solos, Harry echó un vistazo a los informes de los desaparecidos y suspiró.
—Llevaré esto a la Oficina y pondré a Sienna y a Harvey con ello, quizás puedan ayudar, al menos con esto —se quitó las gafas y se frotó los ojos.
—Necesitamos un plan —aseveró Anthony observándoles a todos —¿Tenemos uno?
Draco soltó una seca carcajada.
—No hemos tenido un plan en ningún momento desde que comenzó toda esta mierda.
—¿A no? —su amigo clavó en él sus ojos y sonrió —todo eso de salir juntos en prensa me parece parte de un plan —señaló a Draco y Hermione —y pensar que me lo creí todo.
Nott soltó una carcajada y se levantó recogiendo algunos papeles.
—Te sorprenderías, Goldstein. Tengo que volver al trabajo.
Se despidió de ellos y se marchó, Anthony le miró, pensativo y volvió a observar a Draco alzando una ceja en muda pregunta.
El rubio, que se había soltado del agarre de Hermione, también se puso en pie.
—Pasa de él —masculló de mal humor —vamos a la Agencia. Tienes que revisar ese listado y yo quiero hacer algunas averiguaciones con un par de informantes.
Su compañero asintió en silencio apretando los labios y Draco supo que iba a coserle a preguntas ni bien estuvieran solos.
Salió sin mirar atrás porque, pese a que una parte estúpida y desconocida de él le impelía a despedirse de la bruja y a confirmar que estaba mejor, otra parte, la que había moldeado su personalidad desde la cuna haciéndole alguien frío y calculador, le empujaba a aparentar indiferencia y altivez.
Aunque, para confirmar lo jodido que estaba, el suspiro femenino que escuchó al cruzar la puerta, llegó directo a su pecho golpeando su tórax con la fuerza de una bombarda y Draco cerró los ojos durante una milésima de segundo, reconociendo, solo para sí mismo, que estaba de mierda hasta las orejas.
….
Hermione llegó a la Madriguera exactamente una hora después.
Tras su conversación con Harry, decidió que lo primero que debía hacer era ir a hablar con Ginny. Sí, el caso era importante. Muy importante en realidad.
Pero necesitaba confirmar que su amiga estaba bien y que lo que Harry le había contado no era algo puramente subjetivo.
Al principio se había horrorizado cuando su amigo le explicó la conversación que habían tenido la noche anterior ¿En qué extraña y absurda dimensión Harry Potter y Ginny Weasley rompían después de haberse comprometido? ¿Cómo era posible que con lo que les había costado terminar juntos ahora decidieran que la vida les había hecho crecer en direcciones opuestas?
Merlín, para Hermione ellos eran el epítome del amor. Siempre había visto su relación como algo natural, sano, cómodo…
Entró a la casa de los Weasley sin llamar y, antes de gritar el nombre de su amiga se paró en seco cuando su último pensamiento la golpeó con fuerza.
¿Era posible que aquel hubiese sido el problema? Se dejó caer en un sillón, perdida en sus propios recuerdos.
También ella pensó que lo suyo con Ron sería eterno. Era tan fácil, tan natural… pero pronto se dio cuenta de que esa familiaridad era demasiado suave, demasiado cómoda y se encontró pensando que una relación debía tener algo más, pasión, deseo, fuego… el único fuego que ella sentía con Ronald era el que le producía el pelirrojo cuando la cabreaba sacándola de quicio. Tal y como lo haría un hermano.
Suspiró, pensando si acaso sus amigos habían vivido algo parecido. Hermione no creía que hubiera un hombre mejor que Harry sobre la faz de la tierra. Sabía que no había objetividad en sus pensamientos porque le amaba como amaría a un hermano, sobre todo desde que, durante un tiempo, ambos fueron huérfanos en un mundo en el que se habían adoptado el uno al otro. Pero también sabía que la personalidad fogosa y rebelde de Ginny era opuesta a la calma analítica de Harry y que quizás, donde todos habían pensado que podían congeniar debido a sus diferencias, ellos habían encontrado dificultades por su falta de similitudes.
—¿Hermione?
La pelirroja bajó las escaleras cuando la vio sentada en el sillón de su padre y se acercó, curiosa.
—¿Ocurre algo?
Ella sólo sonrió a su amiga y se encogió de hombros.
—Supongo que estaba teniendo un momento epifánico.
Ginny la miró con una delineada y rojiza ceja arqueada.
—Harry me lo ha contado.
La vio enrojecer un poco y dejarse caer en una silla frente a Hermione.
—¿Todo? —la castaña asintió y Ginny suspiró —lo siento tanto… yo no sé… —sacudió la cabeza con los labios apretados y una pequeña arruga en la frente —le quiero mucho ¿Sabes? no concibo mi vida sin él pero a la vez…—volvió a suspirar —a veces creo que simplemente hemos cambiado de alguna forma, es como si la Ginny que era hace unos años y el Harry que era él tuvieran sentido, como si todo fuera distinto ahora y los adultos que somos hubieran seguido distintas direcciones. Yo… maldita sea, es el mejor hombre que conozco —rió sin humor —debo estar mal de la cabeza para sentirme así ¿No?
—No —Hermione la tomó de la mano y le dio un cariñoso apretón —todos hemos cambiado —no pudo evitar pensar en Draco y en ella misma —no somos los mismos, la guerra nos dejó cicatrices que, al sanar, nos han hecho ser simplemente diferentes —rió bajito —sí, es un hombre maravilloso, pero también lo es Ron —la miró a los ojos —¿Sabes? Solía pensar que tú te casarías con Harry y yo con Ronald, entonces todos seríamos una enorme familia. Tenía sentido ¿Verdad? Pero me he dado cuenta que no necesitaba ser la esposa de Ron para formar parte de esta familia porque ya lo somos en realidad. Llevamos años siéndolo.
—Sí, creo que tienes razón —Ginny también sonrió —yo también pensé algo parecido ayer —cerró los ojos como si necesitara tomar fuerza —tengo que hablar con mi madre, creo que no se lo tomará igual de bien.
—¿Bromeas? Molly te adora, ella todo lo que quiere es que todos seamos felices.
—No estuvo muy contenta cuando Ron y tú rompisteis.
Hermione rió de nuevo
—Eso fue porque pensó que Ronald había metido la pata hasta las orejas. Cuando le expliqué como me sentía yo… bueno, Molly es maravillosa y solo quiere lo mejor para todos nosotros.
—Hablaré con ella hoy —dijo su amiga que, de pronto, se había erguido como tomando por fin la decisión —en cuanto regrese a casa.
—Bueno —Hermione se recostó en el sofá y sonrió, con ojos chispeantes —ahora cuéntame que es lo que pasa con Zabini.
Ginny abrió mucho los ojos
—¿Harry te ha dicho algo? —preguntó con incredulidad.
—Obviamente no pero dame algo de crédito ¿Quieres? Llevan años diciendo que soy algo así como la heredera de la fama de Rowena Raveclaw… créeme si te digo que se sumar dos más dos y además tengo ojos en la cara… He visto… cosas…
—¿Qué cosas? —Ginny se sentía repentinamente ansiosa.
Hermione rió y se dio cuenta de que todo estaría bien realmente.
….
Theo estaba en su cubículo dentro de la Cámara de Artefactos Oscuros cuando Becky Relish, una de las Inefables que trabaja con él, se acercó con un gesto de desconcierto en el rostro.
—Ehh.. Nott
—¿Sí? —preguntó él dejando a un lado el informe que tenía entre las manos.
—Hay una… una bruja en el pasillo de entrada buscándote. De hecho estaba a punto de entrar cuando la encontré.
—¿En nuestro piso? —Sus ojos se entrecerraron —¿Cómo ha subido hasta aquí? ¿Quién es?
Se levantó, imaginando que sería Hermione, ya que era la única bruja que veía capaz de ir hasta el Departamento de Misterios.
—No lo tengo claro —respondió su compañera, que parecía seguir algo turbada —nunca la había visto pero quizás sea de algún otro departamento, hablaba de cosas un poco raras.
Aquello puso a Theo en guardia.
—¿Qué cosas?
—Algo de unos topos que soplan
El hombre parpadeó y cerró los ojos rogando al cielo por estar equivocado.
—Torposoplos —murmuró sacudiendo la cabeza —Está bien, Becky, iré a ver que quiere.
—Oh sí, ella quiere darte de comer
Theo se atragantó con su propia saliva y tosió con brusquedad un par de veces mientras trataba de llenar de aire sus pulmones.
Becky le golpeó con fuerza la espalda hasta que vio que no se ahogaría.
—¿Cómo dices?
—Trae una bolsa de picnic del tamaño de una acromántula pequeña y ha dicho que tiene que darte de comer porque está segura que los topos sopladores no dejan que comas y si no comes algo no te vas a recuperar y regresarás a San Mungo… ¿Has estado en San Mungo? ¿Estás bien?
—No estoy seguro —masculló frotándose la nuca mientras se encaminaba a la la entrada del Departamento de Misterios.
Caminó por aquel conocido y largo pasillo de oscuras paredes cubiertas con azulejos negros y antorchas y abrió la puerta del final que daba acceso al pequeño vestíbulo de los ascensores.
Y allí estaba ella.
Luna estaba tumbada en el suelo con las manos detras de la cabeza y una enorme cesta a su lado. Sus pequeños pies metidos en unos zapatos blancos se movían, como si estuvieran tarareando en silencio una cancioncilla animada.
—Hola, Luna.
Ella alzó la cabeza y le miró con una amplía sonrisa.
—Hola Theodore Nott —se incorporó sentándose con las piernas cruzadas pero no se levantó del suelo.
—¿Qué haces aquí, Luna?
—He venido a traerte la comida —su sonrisa se amplió aún más —Seguro que no has comido ¿Verdad?
Theo no quería, pero no pudo evitar devolverle la sonrisa, aunque fue una pequeña.
—No, no he comido.
—Lo sabía —se levantó, cogió la cesta con las dos manos y se la acercó justo cuando la puerta del pasillo se abría y un par de magos salían mirándoles con curiosidad antes de meterse en el ascensor —esto no ha cambiado mucho —dijo con voz soñadora.
—¿El Departamento de Ministerio? —preguntó Theo con curiosidad —¿Lo conoces?
Ella sonrió de nuevo.
—Oh sí, vine en mi cuarto curso —sus ojos se tornaron ligeramente vidriosos, como si estuviera rememorando algún buen recuerdo —tuvimos algunos… problemas. La Sala más extraña para mi fue la del Espacio —rió bajito —tuve que lanzar un reducto a Plutón para que uno de los mortífagos de Voldemort no me matara…
Los ojos de Theo se habían ido agrandando según la escuchaba y decidió que realmente no quería preguntarle acerca de eso, algo le decía que era mucho mejor no saber de lo que hablaba.
—Yo.. gracias por la cesta —la cogió y le lanzó un hechizo para que flotara a su lado —creo que pueden comer la mitad de los trabajadores del Ministerio con lo que hay aquí dentro.
La risa de Luna sonó cristalina y alegre y algo se encogió en el pecho de Theo. Sabía que la bruja lo estaba pasando mal desde la muerte de Rolf y suponía que no reía mucho últimamente.
—No para todos. Además le di algo a Neville cuando le vi en San Mungo esta mañana
—¿Has ido a la revisión?
—Sí
Asintió y los pequeños rábanos que tenía colgando de sus orejas se balancearon. Tenía una insana curiosidad acerca de aquellos pequeños tubérculos colgantes, pero de nuevo se contuvo de preguntar, temiendo más a la respuesta que a la duda.
—¿Y qué tal todo? —preguntó en su lugar.
—Oh muy bien, gracias. Neville estaba allí visitando a su abuela.
—¿Sigue igual?
—Parece que ha habido una pequeña mejoría, tienen esperanzas en que pueda salir de esta. Ojalá se ponga bien —añadió con voz suave —es todo lo que tiene Neville.
Bueno, Theo, huérfano y sin familia directa, sabía bastante bien lo que era estar completamente solo en el mundo así que se encogió de hombros con pragmatismo.
—No es todo lo que tiene, Luna. Tiene amigos y al final los amigos son la familia que elegimos ¿No dicen eso? Pase lo que pase, no está solo y creo que Longbottom lo sabe.
—Oh vaya —susurró ella ladeando la cabeza y mirándole sin parpadear con aquellos enormes ojos —eso es muy bonito, Theo.
Incómodo, el hombre se despeinó y frunció el ceño en un gesto feroz.
—Bueno yo… si quieres podemos ir a tomar algo, no puedo dejar que entres al Departamento, lo siento.
—No hace falta —la mujer se despidió de él con la mano mientras daba un paso atrás —tengo que irme en realidad, voy a comer con Ginny. Me alegro de verte, Theo. Adiós
Se metió en el ascensor y se alejó sacudiendo los dedos en despedida sin dejar de sonreír, con aquellos rábanos balanceándose lentamente.
—Adiós —murmuró sin saber muy bien cómo se sentía tras la visita de la rubia.
Esa mujer era como un tornado que cada vez que pasaba por su vida lo descolocaba todo. Era demasiado para su mente analítica y lógica.
Suspirando, cogió la cesta sin poder evitar sonreír y entró de nuevo al departamento.
Era rara sí, pero de la forma más estúpida acababa de mejor su día.
…
—¿Qué haces aquí? —siseó Draco mirando por encima de su hombro a Potter.
—¿Qué haces tú, Malfoy? Te recuerdo que soy auror
—Y yo un agente…
—Sí… secreto —murmuró el moreno colocándose las gafas —pero estás siendo un poco obvio ¿No? ¿Y si en vez de estar yo aquí hubiera mandado a otro de los chicos?
El rubio resopló.
—Potter, no he sobrevivido estos años en la Agencia por no saber hacer mi trabajo. Te he visto desde que te apareciste en ese callejón, la única razón por la que tú sabes que estoy aquí es porque quería preguntarte que demonios haces en este barrio.
El auror puso los ojos en blanco
—Busco a Travers, como al parecer estás haciendo tú.
—Creí que ibas a encargarte de las desapariciones como te dijo Shacklebolt.
—Sienna y yo estamos con ello y una de esas desapariciones me ha traído aquí porque, aunque no lo creas, tampoco a mí me han regalado el puesto.
—¿Ah no? —masculló Draco entre dientes —yo que pensaba que te regalaron el puesto por matar a Vodemort.
—Puede que me dejaran entrar en la Academia por matarlo, pero el resto me lo he ganado solo.
Draco resopló pero no respondió porque, aunque le repateaba el higadillo, sabía que era cierto. Puede que no pudiera evitar tener manía a San cuatro ojos, pero reconocía, al menos en la intimidad de su mente, que era un buen auror y no tenía duda de que en el momento en el que Robards se jubilara, más pronto que tarde, Potter asumiría la jefatura de la Oficina de Aurores por cómo había desarrollado su trabajo los últimos años y no por haber ganado la guerra.
—¿Cómo has averiguado lo de Travers? —preguntó en su lugar.
—Hablé con un par de testigos investigando la desaparición de Lauren Berrycloth, hay un squib viviendo en esa calle y ha reconocido a Travers. Pensé que llevar fotos de todos esos mortífagos que tenemos en la lista ayudaría… y ¡Bingo!
—¿Quién es ese?
—¿Quién es quién? —Harry estaba pendiente de la calle y no le miró
—Bingo ¿Es un mortífago? Porque a ese no le conozco.
Harry rió entre dientes hasta que se dio cuenta de que Malfoy no estaba bromeando.
—Oh sí —dijo asintiendo con seriedad —un sangre pura muy sanguinario.
Vio como el rubio alzaba las cejas y bajaba los labios en un gesto de desconfianza, pero no dijo nada más.
—Ahí está —Harry se tensó y se pegó a la pared —tenemos que cogerle antes de que consiga aparecerse .
—Esto está lleno de muggles —masculló Draco entrecerrando los ojos
—Va hacia el metro, si entra allí va a ser imposible atraparlo.
—Tengo una idea —Malfoy usó un encantamiento de camuflaje y modificó el color de su cabello —voy a atraerle a ese callejón. Cuando esté cerca es tu turno. Solo noquéalo y nos lo llevamos.
—Hecho
Malfoy se fue y Harry avanzó hasta unos contenedores y se acuclilló tras ellos, esperando. Desde donde se encontraba podía ver como el ahora castaño, hablaba con Travers y señalaba una motocicleta que estaba cerca de donde se encontraba él. Harry, que dudaba incluso que Malfoy supiera lo que era ese vehículo muggle, se parapetó aun más entre los contenedores, esperando.
—Oye fuera de aquí
Una voz cascada que arrastraba las palabras se escuchó tras él.
—Estos conte.. contene, contenedores son míos —un hipido con un fuerte olor a alcohol acompañó al intento de frase —¿No me oyes? ¡Lárgate!
Harry sintió el inesperado empujón y cayó de cabeza rodando por uno de los laterales.
—Mierda —susurró cuando terminó cuan largo era delante de Malfoy y Travers
—¿De verdad, Potter? —Draco parecía completamente atónito —la madre que me parió…
Fue una suerte que, pese a la torpeza del momento, Harry, tal y como había dicho, no tenía su puesto por su cara bonita y, habiéndose recuperado de la agresión con sorprendente facilidad, lanzó un expelliarmus al ex mortífago antes de que este fuera capaz siquiera de comenzar su aparición.
—Incarceurs —Draco lanzó el hechizo casi con pereza y silenció al mago antes incluso de que hubiera caído al suelo —¿Sabes, Potter? Ahora entiendo por qué no entraste al servicio de Loughty, de hecho agradezco a Merlín que no lo hiciera o hubiéramos acabado muertos hace años.
—Corta el rollo, Malfoy
—De hecho —siguió diciendo el otro hombre, ignorándole — me pregunto como conseguiste sobrevivir a Hogwarts
Para su sorpresa, en lugar de enfadarse o resoplar, Potter en realidad le miró con un brillo divertido en sus ojos verdes.
—Hermione —dijo sin más
Y, pese a que trató de reprimirlo, no pudo evitar la media sonrisa que curvó sus labios.
—¿Qué tal un obliviate para ese muggle? —señaló al borracho que les miraba abriendo y cerrando los ojos con muda sorpresa.
—Creo que piensa que somos consecuencia del vino que se ha tomado.
—Por si acaso… —Draco le borró los recuerdos de los últimos minutos e hizo lo mismo con Travers —prefiero que no sepa que alguien más estaba contigo
Harry asintió
—Lo llevaré al Ministerio.
—Cuéntame lo que descubras —se paró antes de irse y miró a los ojos al auror —y Potter. Pregúntale por Adrian.
