Red Velvet

Capítulo 115: Diferente

Ruby iba a continuar.

Y ella iba a intentar seguir firme a su postura, aunque ya había perdido.

Ya se había resignado.

No tenía poder ahí.

Pero Ruby estaba disfrutándolo, no había enojo en su rostro, no, para nada, y era otra versión de Ruby de la que no podía resistirse.

Sintió las manos en su cadera, enterrándose en su carne, y sintió como Ruby la movió, la hizo bajar un poco en la mesa aquella, sus piernas quedando dobladas y sus brazos estirados, las ataduras aun manteniéndola firme, pero ahora más de los brazos que de las piernas. No entendía porque Ruby la había movido, pero se dio cuenta que la razón era el tener sus piernas más libres, y con esto, más abiertas.

Y Ruby se alejó antes de poder cuestionarla, y si, podía ver la energía desbordando cada poro de Ruby, sin cansancio, sin agotamiento, por el contrario, estaba segura, más que nunca, que esta podía estar ahí todo lo que restaba de noche, jugando con ella.

Volvió a tragar pesado, tragando la saliva que había estado a punto de escaparse de su boca ante la proximidad de su orgasmo, mientras veía a Ruby acercarse con un extraño objeto, era una especie de vara metálica con dos amarras de cuero a los bordes. La había visto esa vez que miró ahí dentro, pero como no entendió que era, no le dio mayor miramiento, y ahora, tampoco se daba cuenta de que era.

Pero enrojeció mucho ante la expectación.

Ruby, con esa expresión juvenil, viéndola como un juguete nuevo, se le acercó, posicionando la vara entre sus piernas, y rápidamente sintió las correas de cuero sujetándola por arriba de las rodillas, y ya tenía las piernas abiertas de por si por las amarras en sus tobillos, pero ahora aún más. Quizás podía juntarlas un poco, pero ahora, eso era imposible.

Antes su centro estaba expuesto, sí, pero ahora sus piernas estaban más abiertas en esa nueva posición, aún más expuesta.

Ruby se aseguró que no pudiese cerrar las piernas, y parecía satisfecha con su trabajo, observándola depravadamente de arriba abajo.

Podía notar desde esa posición como la parte baja de su vestido estaba completamente mojada, pegándose del todo a sus muslos, y sabía que mucho de ese líquido era propio, y sabía también que la parte de atrás debía estar igual de mojada.

Qué vergüenza le daba.

Volvió a sentir la mano de Ruby en su centro, tocándola a través de la tela, haciéndola dar un salto, sus piernas por inercia intentando juntarse, sin poder, mientras la otra mano se iba a su rostro, acariciando su piel suavemente, con cuidado, raspando ligeramente con las uñas, causándole aún más escalofríos.

Ese tacto, sumado a las vibraciones en su pecho, sumado a la expresión suave e inocente en el rostro de Ruby, la hacía perder la cabeza.

Era demasiado.

"Quiero escucharte gritar, Weiss."

Sabía eso.

Lo tenía claro.

La voz de Ruby era suplicante, deseosa, y era interesante el escucharla así y verla sonriéndole, así, tan feliz, tan inocente, cuando lo que le estaba haciendo, lo que estaba pidiendo, no tenía nada de inocente. Estaba toda bañada en lubricación, estaba siendo estimulada en sus pezones, sus manos y pies estaban amarrados, y ahora además había una vara de metal manteniendo sus piernas separadas, y, aun así, Ruby mantenía esa expresión, esos ojos brillantes, esa sonrisa radiante.

Oh no.

Y se contuvo.

No dijo nada.

No dejó salir el más mínimo sonido a pesar de sentirse tan estimulada, porque por Dios que quería ver de qué más era capaz Ruby de hacer con tal de conseguir lo que quería.

¿Se enojaría?

¿O le suplicaría?

Necesitaba saberlo.

Era una versión diferente de Ruby, que la llenaba de intriga e incertidumbre, y esos sentimientos le agradaban cada vez más con el pasar del tiempo.

Ruby, de nuevo, no se vio afectada por su negación, por su silencio, pero lo que si notó, el cambio que si sintió, fue como la mano de Ruby se movió sobre su clítoris, rápidamente, violentamente, apretando su carne, la fibra del vestido generándole esa sensación tan extraña pero tan estimulante, y se vio temblando, se removió, sus manos y pies intentando con todas sus fuerzas el moverse, el liberarse, incluso su cadera deseaba moverse también, el ayudar a esos movimientos a sentir más, pero no podía moverla, no ahora.

No pudo mantener la boca cerrada, pero si se acalló, jadeando, solo jadeando, nada más, y Ruby no paró, no paró, teniendo la energía suficiente para moverse con ese ímpetu, sin parar, sin cambiar el ritmo, enloqueciéndola.

Se vio girando el rostro, la mano de Ruby por completo sujetando su mejilla, y la saliva en su boca, que se acumulaba demasiado rápido, terminó cayendo por sus labios, mojando la mano de Ruby en el proceso.

Soltó un gemido grueso, que no contuvo, sintiéndole lista para llegar.

Pero una vez más, Ruby paró.

"Maldición…"

Su cuerpo tembló, frustrado, ardiendo intensamente, y se vio soltando, una vez más, un gruñido. Necesitaba más fricción, y su cuerpo intentó nuevamente el moverse, el llegar hacia la mano de Ruby, el poder sentir más, sin resultado, las ataduras manteniéndola en su lugar, sin escape, sin huida, y sin libertad.

Miró a Ruby, frunciendo el ceño, y esta aun la miraba así, brillando, y no podía enojarse como quería enojarse, porque maldición que se veía adorable. Ruby le dio otra sonrisa, mientras volvía a mover sus dedos. Mientras volvía a tocarla con esa intensidad, con esa velocidad, volviéndola loca.

Jadeó, sintiéndose sudar más y más, salivar más y más, mojarse más y más, mientras los gemidos de nuevo se le escapaban sin permiso, pero podía mantener el volumen, aun podía, aun podía resistir un poco más.

Y Ruby, se detuvo.

Esta la miró, inocente, mientras que, por su parte, volvía a soltar un gruñido frustrado, sintiéndose desesperar.

Era demasiado, era más de lo que había aguantado nunca.

Y antes de poder decir nada, Ruby volvió a hacerlo, volvió a tocarla, mirándola así, viéndose así, masturbándola con precisión, sabiendo exactamente como se vendría, estando tan cerca, tan malditamente cerca de venirse, su centro hirviendo, listo.

Soltó un gemido ronco, apenas silenciado, sintiéndose cerca, tan cerca, más cerca que nunca.

Y paró.

Paró de nuevo.

¡Tuvo la audacia de detenerse!

"¡Mierda, Ruby, por favor!"

Gritó, gruñendo, su voz sonando fuerte, intensa, sintiendo ya su ira evidente, incontrolable, y Ruby la miraba, sonriéndole, cierta sorpresa en su rostro, cierta incredulidad, y se veía tan hermosa así, mientras ella debía verse como un maldito caos. Estaba segura qué, de no estar amarrada, habría tomado a Ruby de la ropa, la habría amenazado incluso para que la hiciese venir de una maldita vez.

Esa mujer sabía cómo ganar.

Y con esa misma mueca, tan dulce, Ruby abrió la boca.

"Acabas de gritar."

Ruby habló, soltando una risa divertida, viéndose mucho más joven de lo que era, luciendo como quien había conseguido lo que quería, y si, así fue.

Se vio respirando con fuerza, lentamente, dolorosamente, sintiéndose avergonzada. Había perdido, y, además, se había dado cuenta que nunca había insultado tanto en tan poco tiempo como ahora. Ruby sabía que botones presionar para volverla loca, para sacarla de sus casillas, y esta lo había hecho de tantas formas diferentes que le aterraba y le entusiasmaba el encontrar nuevas formas.

Soltó un suspiro resignado, ya sin ser capaz de seguir con ese juego.

Necesitaba venirse.

Ya no lo aguantaba.

Su clítoris palpitaba tan fuerte que le causaba dolor, así como el calor en su pelvis que era molesto, era una tormenta ahí abajo a la que no podía darle rienda suelta.

"Ruby, por favor, no puedo más, hazme venir."

Habló, sintiéndose agotada, temblorosa, y enojada consigo misma, pero más que nada, desesperada.

Ruby no le dijo nada, le sonrió, nada más, mirándola, sin moverse, sin darle en el gusto.

Oh, por supuesto que no.

Y Ruby volvió a tocarla, y ahora intentó con todas sus fuerzas no gemir, porque sabía que no iba a obtener lo que quería, lo tenía claro.

Si quería algo, debía dar algo a cambio.

La parte más mimada de sí misma le resultaba algo difícil de hacer, pero bueno, en ese momento debía dejar su ego de lado, pero estaba dividida.

Jadeó, su cuerpo removiéndose con fuerza en esa mesa, sintiéndola retumbar bajo ella, su humanidad volviéndose loca ante aquella tortura, así como tembló cuando Ruby, tal y como creyó, de detuvo, su cuerpo sufriendo, agotado, pero tan necesitado, ardiendo dolorido.

Soltó un quejido, salivando de nuevo, sintiendo el líquido propio pasar por su mejilla, por su cuello, la mano de Ruby aun ahí, sin quitarse, sin importar cuanto la mojase.

No podía más.

Sus ojos se humedecieron ante las emociones, y estaba segura de que además de saliva, estaba mojando a Ruby con sus lágrimas.

No, ya no podía más.

Era imposible.

Así que abrió la boca.

"¡Ruby!"

Su voz salió intensa, gruesa, tan desesperada, rota incluso.

Intentó mirarla, intentó que los ojos de ambas lograsen conectar, a pesar de que la veía borrosa ante la humedad.

"¡Por favor! ¡Hazme venir! ¡Ya no aguanto más!"

Su voz retumbó en la habitación, sus gritos sonando tan desesperados como se sentía, sonando con urgencia.

Y Ruby, sonriendo, brillando, satisfecha, continuó finalmente.

Y ahí, ya no se contuvo, simplemente dejó que cada uno de sus gemidos saliese, que cada uno de sus gritos escapasen sin control alguno, su cuerpo removiéndose, ansiando más, pero Ruby ya la tocaba con la intensidad suficiente, tan rápido, tan duro.

Necesitaba venirse.

Y al fin se vendría.

Lo sentía tan cerca.

Mierda, demasiado cerca.

Pero Ruby no se detuvo, no se detendría, ya había pasado el punto limite.

Y ella también.

Así que debía asegurar que llegase, porque lo necesitaba, y le aterraba que la falta de sonidos, de gritos, hiciese que Ruby tomase la decisión de detenerse una vez más.

No lo permitiría.

"¡Si, Ruby, así!"

Gritó, desesperada, extasiada, sin querer que Ruby parase, no, definitivamente no iba a permitírselo.

Podía sentir los dedos presionando en su carne, moviéndose con precisión como en todo ese rato, tocando los lugares específicos que la volvían loca, y ese tacto era suficiente para desestabilizar su cuerpo, este temblando, los escalofríos pasando por cada una de sus extremidades, sentía tanto calor y a la vez tanto frio, adormeciéndola, podía sentir cada escala de placer inundándola. Nunca se había sentido así, tan así, incluso su orgasmo parecía retrasarse a sí mismo solamente para disfrutar un poco más de aquella tortura.

Ruby consiguió volverla loca.

Consiguió hacer que gritase.

Y ahora Ruby la iba a hacer correrse.

"¡Ruby, no pares! ¡Sigue así!"

Hace mucho que no gritaba así, su voz rompiéndose, pero ya no le importaba, nada le importaba.

Solo llegar.

Y así fue.

Soltó un fuerte grito, su cuerpo tensándose, el calor finalmente llegándole, haciéndola sucumbir ante el placer, ante la locura, y se removió, las sensaciones en su centro alargándose, los dedos sin dejar de tocarla, sin permitir que su orgasmo se detuviese, alargándolo, y por dios que gritó hasta que no fue capaz de hacer sonido alguno.

Hasta que no tuvo energías ni siquiera de moverse.

Hasta que terminó completamente inerte.

Jadeó, salivando, llorando, temblando, sintiendo su cuerpo entumecido por completo, tanto así, que ni siquiera sentía las amarras en su cuerpo, lo único que podía distinguir sin problema, era la mano cálida en su mejilla, sosteniéndola, sin dejar que perdiese la razón del todo.

Haciéndola volar, pero siempre manteniéndole los pies en el suelo.

"Te amo, Weiss."

También amaba a Ruby, pero no fue capaz de decir nada en respuesta, sus jadeos, su cansancio, su garganta herida, impidiéndolo.

Como la amaba.

Se vio inerte en ese lugar, temblando, sin ser consciente de su alrededor, simplemente cerró los ojos y se mantuvo tranquila, su respiración apresurada siendo lo único de lo que era consciente de sí misma. Sabía que Ruby se estaba moviendo por su cuerpo, probablemente soltándola de sus ataduras, y al tener los ojos cerrados era evidente que no la veía, y al sentir los latidos de su corazón en los oídos tampoco la escuchaba, y al estar entumecida no la sentía.

Pero lo sabía, porque era Ruby, y la conocía.

Pasaron segundos, minutos, quien sabe, para que se sintiese capaz de sentir algo más, y fueron las manos de Ruby en su rostro, así que abrió los ojos para ver a su amor. Ruby la miraba con los mismos ojos que en todo ese rato, brillantes, juveniles, pero ahora había una cierta preocupación en el rostro ajeno, leve, porque Ruby sabía que estaba bien, pero al mismo tiempo siempre existían dudas.

Ruby se solía preocupar por ella en esos momentos, sobre todo porque al principio su salud no era la mejor, y a veces no tenía fuerzas para moverse, o a veces perdía el conocimiento, o a veces terminaba completamente incapaz de siquiera musitar palabra. Su cuerpo estaba en el límite, así que cualquier acción podía acabar en algún problema, pero ahora era diferente, ya no era la misma, ahora era más fuerte, se sentía fuerte, podía con esas cosas, así que antes de que Ruby le hiciese cualquier pregunta, simplemente asintió, y de inmediato la expresión ajena se suavizó.

La adoraba.

Ruby se le acercó, con la intención de darle un beso en los labios, y se vio recordando lo mucho que salivó, y de nuevo, tenía dignidad, así que se vio llevando una mano hacia Ruby, para detenerla, sorprendiéndole de que su mano si le hiciese caso y no estuviese aún amarrada, al parecer era tal y como creyó.

Le tapó la boca a Ruby, deteniendo su movimiento, y con eso el beso.

"Soy un caos, Ruby, al menos dejame verme un poco más decente."

Ruby la miró, sorprendida, y no supo si esta se sorprendió más por lo que le dijo o por lo rota y gruesa que le salió la voz.

Iba a tener que tomarse un té con miel para no perder la voz.

Ruby dijo algo, pero como le tapó la boca, no escuchó nada, pero si notó el ceño fruncido en esta, claramente haciendo un berrinche.

Si, podía hacer muchas cosas perversas, pero evitaba usualmente que Ruby le diese besos cuando su rostro era un caos, sobre todo si se trataba de su propia saliva, y si, esta incluso le dijo que se habían dado besos aún más sucios, con otro tipo de líquidos involucrados, ¡Pero no era lo mismo!

Si la detuvo antes, lo haría ahora.

Sintió las manos de Ruby moviéndose, mientras la escuchó soltar un llanto. Ruby la sujetó por la cintura, moviéndola, y la comenzó a levantar de aquella mesa, así que, con la costumbre que tenía, de inmediato se aferró al cuello con su mano libre, la otra firme en la boca de Ruby, para la molestia de esta.

Ruby la sujetó firmemente, y la rodeó con las piernas tal y como antes, no iba a caerse, no ahora, a pesar de que su cuerpo aún estuviese débil y tembloroso.

Los plateados la miraron, aun haciendo un berrinche, lo notaba en su expresión, pero sin poder decirle nada porque aun la tenía acallada. Ruby la llevó, comenzó a caminar, con su pie abrió del todo la puerta de la habitación roja que nunca fue cerrada, y comenzó a caminar hasta la habitación principal, esta a oscuras, la única luz proveniente de la ciudad, siempre viva, siempre iluminada.

Creía que Ruby la iba a arrojar a la cama, pero grande fue su sorpresa cuando pasaron de largo, y antes de preguntarle a Ruby que qué planeaba, la escuchó golpear la puerta del baño, abriéndola, tal y como la otra, con una patada.

No entendió lo que ocurría, y quizás lo vio incluso normal, porque siempre terminaban ahí de una u otra manera, pero entró en pánico cuando Ruby pasó el lavamanos de largo, y luego cuando pasó el retrete de largo, luego cuando pasó la tina de largo, y dio un salto de la sorpresa cuando Ruby entró en la ducha.

Y ambas estaban vestidas.

De hecho, Ruby incluso aún tenía puestas sus botas, porque Ruby no se sacó la ropa en todo ese tiempo, solo la chaqueta de cuero, esta tirada en el suelo de la habitación junto con sus tacones, y como si eso no fuese obvio para ella, terminó mirándola hacia abajo, asegurándose, que esta estuviese desvestida, o vestida, porque si, lo estaba.

Miró a Ruby con horror, pero esta ya no tenía una mueca de berrinche, no, ahora sus ojos volvían a brillar divertidos, con malicia, y ahí sintió el agua cayéndole encima.

Por un momento le pareció fría, pero una vez más, el frio le agradó, siempre le agradaba, sobre todo si estaba Ruby a su lado. El agua de la regadera salía con intensidad, así que no pasó mucho para sentirse completamente empapada, y le tomó algunos segundos para salir del estupor. Eso sí que fue inesperado.

Negó, soltando a Ruby de la boca, solamente para cuestionarla.

"¿Qué haces? ¡Aun estás vestida!"

Ahora veía la sonrisa ajena, la mujer sonriéndole, brillante como todo ese rato, y vaya que le parecía adorable. Claramente no parecía en lo más mínimo molesta con estar empapada, ni las consecuencias de hacer eso.

"Ahora ya no tienes excusa para no besarme."

Oh.

Por supuesto.

No podía negarle los besos a su cachorra.

Rodó los ojos, sin poder enojarse con Ruby, mucho menos cuando era capaz de hacer una estupidez semejante solamente para darle un beso.

La rodeó del cuello, sintiendo que el buen humor ajeno se le contagió.

¿Qué iba a hacer con esa mujer?

"Realmente eres una idiota, ¿Lo sabias?"

Ruby soltó una risa, las manos de esta sujetándola con firmeza, los cuerpos de ambos ya completamente mojados, y su vestido ya estaba mojado de antes, así que ahora estaba incluso más pegado a su piel.

Y la sensación era agradable.

También le encantaba.

"Y soy tuya, y ahora todo el mundo lo va a saber."

Si, así era.

Volvió a negar, más por el tono de voz en Ruby que por lo que dijo, porque era así, no se podía negar, y quería que así fuese.

No iba a seguir mintiéndose ni a si misma ni al resto.

No iba a ocultarse.

No iba a vivir bajo las expectativas ajenas.

Y ahí, entre esos brazos, era feliz.

Se acercó, besando a Ruby, sintiendo sus labios mojados, así como su rostro, el agua cayendo sobre ambas, y le gustaba esa sensación, ya la había disfrutado varias veces, pero ahora, se sentía diferente.

Quizás ambas eran más diferentes que nunca.

Ruby la besó de vuelta, sujetándola con más intensidad, manteniéndola firme ahí, pegada a esta, sus cuerpos pegados, sus ropas húmedas, era algo nuevo, como cada día con Ruby, y adoraba cada segundo de eso.

Desde ahora en adelante iban a tener nuevos desafíos.

Desde ahora en adelante sus vidas iban a cambiar.

Desde ahora en adelante no iban a ser las mismas personas.

Pero no podía esperar.

Ya quería que el mundo le sorprendiese, y que con Ruby pudiesen seguir adelante, pudiesen embarcarse en esa aventura, juntas, capaces de todo, sin miedo a nada.

E iba a disfrutar cada momento.


Capitulo siguiente: Orgullo.


N/A: ¿Digamos que hubo final feliz para ambas? Si, de seguro así fue. Ya de ahora en adelante sabremos que sucedió, si la noticia llegó a Atlas, pero probablemente lo que más les va a preocupar a nuestras heroínas es si las botas de Ruby se lograran secar o no.

Eso es algo que no tendrá respuesta.

Nos leemos pronto.