Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Venganza para Victimas" de Holly Jackson, yo solo busco entretener y que más personas conozcan este libro.


Capítulo 36

Un cristal empañado por el aliento y el corazón a toda velocidad intentando escaparse de su pecho.

Los ojos de Bella en el borde de la ventana, mirando cómo Mike pausaba el videojuego.

Se levantó y dejó el mando sobre el sofá. Estiró los brazos por encima de la cabeza y se secó las manos en los pantalones de correr.

Se giró.

Salió al pasillo.

Ahora.

Bella estaba aturdida y sentía que volaba.

Los pies la llevaron hasta la parte trasera de la casa.

El timbre volvió a sonar dos veces.

Un grito amortiguado desde dentro, con la voz de Mike.

—¡Ya voy, ya voy!

Más ventanas en la parte de atrás. Estaban cerradas. Cómo no iban a estarlo; era una fría noche de septiembre. Bella rompería una si no le quedaba más remedio; abriría el cerrojo y entraría. Rezaría para que él no la escuchara, para que no entrara en esa habitación hasta que fuera demasiado tarde. Pero una ventana rota no encajaba tan bien en la historia.

¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Mike había abierto ya la puerta, sorprendido de encontrarse a Rose Parkinson en la oscuridad?

Para. Deja de pensar y muévete.

Bella corrió por la parte de atrás de la casa, agachada.

Vio un patio al frente, con una sombrilla cerrada y una mesa cubierta.

Detrás había unas grandes puertas con pequeños cuadrados de cristal dentro de un marco blanco. No salía ninguna luz de allí, pero cuando Bella se acercó, la luna le iluminó el camino de nuevo, enseñándole una gran mesa de comedor en el interior. La puerta, que seguramente diera al salón, estaba cerrada, y se apreciaba la línea amarilla de la luz por la rendija.

Tenía la respiración tan acelerada por la adrenalina que le dolía.

Bella fue corriendo a las puertas del patio. A través del cristal vio el picaporte de dentro y un juego de llaves en la cerradura. Ahora sí. Podía entrar. Solo tenía que romper ese pequeño cuadrado de cristal y sería capaz de abrirla. No era un plan perfecto, pero serviría.

Rápido.

Con una mano agarró el picaporte, y preparó el codo del otro brazo.

Pero antes de golpear el cristal, la mano sobre el picaporte cedió. La manija había bajado con su peso y, para su sorpresa, la puerta se abrió al tirar.

No estaba cerrada con llave.

No debería haber estado abierta, eso no estaba contemplado en el plan, pero quizá Mike no le temía al peligro que se ocultaba en la penumbra del exterior porque él ya era el peligro. A plena luz del día, ni siquiera en la oscuridad de la noche. O a lo mejor simplemente fuera despistado. Bella no se lo cuestionó más. Se deslizó por el hueco de la puerta y la cerró con cuidado.

Estaba dentro.

¿Cuándo tiempo había tardado? Necesitaba más. ¿Cuánto rato más podría distraerlo Rose?

Bella escuchaba sus voces por la casa. No conseguía distinguir ninguna palabra hasta que abrió la puerta del comedor y entró en silencio hacia el salón.

La habitación era de planta abierta y llevaba al pasillo. Miró a Mike, de pie en la puerta, dándole la espalda. Al otro lado vio el halo del pelo de Rose.

—No entiendo qué haces aquí. —Escuchó decir a Mike, con una voz más baja de lo normal, inseguro.

—Solo quería hablar contigo —explicó Rose.

Bella aguantó la respiración y avanzó. Despacio, sin hacer ruido. Sus ojos pasaron de Mike a la botella de agua azul que la esperaba en la mesa baja que tenía delante.

—Me da la sensación de que no debería hablar contigo sin un abogado presente —dijo Mike.

—¿Y no crees que eso lo dice todo? —comentó Rose, sorbiendo por la nariz.

Todavía quedaba agua en la botella, casi un tercio. A Bella le habría gustado que hubiera más, pero eso bastaría. Supuestamente, no sabía a nada. Sus pies se movieron del suelo de madera pulido hasta la enorme alfombra recargada del centro de la sala. No había sombras en las que desaparecer, nada tras lo que esconderse. La estancia estaba muy iluminada y si Mike miraba hacia atrás, la vería.

—¿Y de qué quieres hablar? —Mike tosió un poco.

Bella se sobresaltó y miró por encima del hombro.

—De la demanda por difamación que le has puesto a Bella.

Esta siguió avanzando sigilosamente, tentando cada paso antes de darlo, por si acaso los listones de madera crujían.

Llegó hasta el borde del sofá esquinero, se agachó y gateó hasta la botella de agua. El mando y el teléfono de Mike estaban abandonados en el asiento del sofá.

—¿Qué pasa? —preguntó él.

Bella estiró la mano enguantada y rodeó con los dedos el plástico rígido de la botella. La boquilla estaba levantada y esperando, con manchas de saliva por encima.

—¿Por qué lo has hecho? —se interesó Rose.

Bella desenroscó el tapón de la botella, una vuelta, y otra, y otra.

—No tengo otra opción —se excusó Mike—. Contó mentiras sobre mí a un número importante de personas. Dañó mi reputación.

El tapón de la botella por fin se soltó, y emergió junto a una larga pajita de plástico.

—Reputación. —Rose se rio con malicia.

Bella dejó la botella encima de la mesa y unas cuantas gotas se cayeron en la alfombra.

—Sí, mi reputación.

Metió la mano en el bolsillo y sacó la bolsa de plástico con el polvo verde. Sujetó la botella con el interior del codo y abrió la bolsita.

—No eran mentiras, y lo sabes. Joder, Mike, tiene una grabación en la que admites lo que le hiciste a Tatum Prescott. Y a mí. Y a todas las demás. Lo sabemos.

Bella volcó la bolsa sobre la boca de la botella. El polvo verde hizo un ligero sonido al deslizarse y aterrizar en el agua.

—Esa grabación estaba manipulada. Jamás diría algo así.

El polvo verde se quedó pegado a las paredes de la botella y se hundió lentamente en su contenido.

—Has dicho eso tantas veces que ya empiezas a creértelo hasta tú, ¿verdad? —lo acusó Rose.

Bella agitó con cuidado el agua dentro de la botella para disolver los restos de polvo.

—Oye, no tengo tiempo para esto, la verdad.

Bella se quedó paralizada.

No podía ver lo que pasaba detrás del sofá. ¿Había acabado? ¿Mike estaba cerrando la puerta? ¿La iba a pillar allí, encogida en su alfombra con su botella de agua en las manos?

Un sonido. Movimiento. Y luego un ruido más fuerte, como madera golpeando contra algo.

—Pero yo no he acabado —dijo Rose, más fuerte. Mucho más fuerte.

¿Era una señal para ella? «Lárgate», no podía entretenerlo más.

Bella agitó la botella una última vez. El polvo se estaba disolviendo y oscurecía el agua, pero Mike no se daría cuenta a través del plástico azul oscuro. Cogió el tapón y lo volvió a enroscar.

—¿Qué estás haciendo? —Mike también levantó la voz. Bella se estremeció, pero no le hablaba a ella. Todavía seguía allí, conversando con Rose—. ¿Qué quieres?

Rose tosió con un sonido áspero y poco natural. Eso era una señal, Bella estaba segura.

Dejó la botella de nuevo sobre la mesa, exactamente donde la había encontrado, y se dio la vuelta. Gateó por el mismo camino por el que había venido.

—Solo quería decirte…

—¿Sí? —la apremió Mike, impaciente.

Bella se levantó cuando pasó por detrás del borde del sofá. Los miró. Rose tenía un pie en el umbral, bloqueando la puerta.

—Que, si la llevas a juicio, me tendrás allí cada día.

Caminó con sigilo, paso a paso. La mochila le raspaba los hombros y hacía demasiado ruido. Miró hacia delante, a los ojos de Rose sobre el hombro de Mike.

—Testificaré en tu contra. Y las otras también, no me cabe ninguna duda.

Bella desvió la mirada y se centró en la puerta cerrada que tenía delante, la que daba al comedor. Mike no iba a entrar allí, estaba segura. Podía esperarlo allí, o fuera.

—No te saldrás con la tuya una segunda vez. Te lo prometo. Te atraparemos.

Más roces. Tejido contra tejido. Y, entonces, escuchó un golpe sordo.

Alguien gruñó.

Mike.

Bella no lo iba a conseguir. Demasiado rápido. Se fue corriendo hacia la derecha, a una puerta de listones de madera que había bajo la escalera. La abrió y entró a un pequeño espacio, entre una aspiradora y una mopa. Cerró la puerta.

Dio un portazo. Muy fuerte.

No, no había sido esa puerta.

Sino la principal.

El eco del portazo resonó por el recibidor.

No, no era un eco, eran pies.

Los de Mike.

Golpeando contra el suelo de madera. Una mancha con forma de persona pasó por delante de los listones frente a ella.

Se paró, justo al otro lado, y Bella dejó de respirar.