Camino a la competencia
Luego de una noche de sueño profundo e ininterrumpido, Mikasa abrió lentamente sus ojos y se removió. Inspeccionó brevemente a su alrededor y, al reconocer en dónde estaba, frunció levemente el ceño y se sentó despacio.
—¿Cómo llegué aquí? —miró el reloj en su pared y luego bajó la vista hacia su ropa, recordando de inmediato—. Ah, cierto. Levi me trajo.
Estiró los brazos, soltó un largo suspiro y luego se puso de pie, pero cuando se agachó a saludar a Mayu quien recién había aparecido sintió una ligera punzada de dolor en su cabeza. Bueno, esa era la primera resaca de su vida, aunque agradecía internamente que sus malestares fueran mínimos a pesar de haberse excedido con el sake.
Caminando despacio para evitar marearse, se dirigió al baño y se lavó el rostro para despertarse mejor, pero cuando se secó con la toalla y se giró para salir, se encontró con Mayu, quien no dejaba de escanearla con una mirada inquisidora que no había visto en mucho tiempo.
—¿Qué pasa? ¿Por qué me miras como si hubiera hecho algo?
Esta ladeó la cabeza y maulló, acercándose a sus piernas.
—Ay, no. ¿No me digas que hice o mencioné alguna cosa mientras Levi estaba aquí?
Un ronroneo obtuvo como respuesta.
Sintiéndose recompuesta de golpe por efecto de la sorpresa y preocupación, trató de recordar lo que sucedió después de llegar a su departamento, pero las imágenes eran tan difusas que, al querer unirlas y aclararlas, ese esfuerzo hacía que el dolor de cabeza volviera.
—Rayos —se quejó y luego reparó en una cosa—. Mi celular.
Con una sola idea en mente, se dirigió a la sala y se acercó a su maleta para buscar el dispositivo en cada uno de los bolsillos. Después de unos segundos lo encontró, pero cuando lo encendió se encontró con un mensaje en su bandeja de entrada.
Levi Kōchi
Buenos días. ¿Qué tal amaneciste?
Releyó la frase y se percató que había sido enviada hace una hora, por lo que se apresuró a contestar.
Bien. Con un leve dolor de cabeza, pero no
hay nada que un té de hierbas no arregle.
Pasaron cinco minutos y escuchó la notificación de nuevo mensaje.
L: Ok. Trata de descansar lo más que puedas.
Nos vemos a las 3:45 p.m. en la estación de tren.
M: De acuerdo. Hasta entonces :)
Dejó el celular a un lado y, sentada en el sofá, meditó un rato hasta caer en cuenta que se mensajearon como lo hacían siempre, como si no hubiera pasado nada.
—Bueno. Si dije o hice algo, al parecer no fue malo —suspiró aliviada, y si bien se quedó con la duda, prefirió no pensar más en eso y levantarse a preparar el desayuno mientras recapitulaba lo bien que la pasó el día anterior.
Sí. Quizá exageró con la bebida sin estar acostumbrada, pero no podía negar que se había divertido mucho.
Luego de recuperar energías y sentirse como nueva, salió a comprar algunos insumos para recargar las despensas y, al volver, limpió cada rincón del departamento, deteniéndose un momento en la habitación que servía antes como altar conmemorativo para sus padres y que ahora se encontraba vacía.
—Mmm... espero darle un nuevo uso cuando vuelva de Sendai.
Con la mente ocupada en otro tanto de cosas, el tiempo pasó volando y, cuando se dio cuenta, ya eran las tres de la tarde. Tomó su maleta deportiva y comenzó a guardar los trajes que usaría para los dos programas y el par de patines nuevos que compró hace dos días especialmente para la ocasión. Como iba a estar en Sendai por cuatro días, escogió un bolso adicional para guardar algunas prendas, pero mientras lo hacía una llamada la interrumpió, por lo que tomó su celular, miró el remitente y contestó.
—¿Hola?
—¡Princesa! ¿Cómo vas? ¿Ya estás preparándote para el viaje? —era la voz de Elías.
—En eso ando. Ahorita mismo estoy empacando lo último.
—¿Y comiste bien? —escuchó la voz de Azumi.
—Sí. Todo lo que dicta el régimen.
—Estás muy tranquila, ¿no? Si vieras cómo estamos nosotros de nerviosos por ir a verte.
Sonrió: —Lo sé y lo entiendo.
—Mañana estaremos muy temprano en el estadio, pero hasta mientras cuídate y disfruta del viaje. ¡Hablamos luego!
—Nos vemos. Ustedes también cuídense —colgó y suspiró.
De verdad todavía no podía creer que nuevamente los tendría entre el público alentándola. La última vez que sucedió fue hace tanto tiempo que había olvidado cómo se sentía, pero ahora lo recordaba y no podía estar más que contenta y con mayor motivación para dejar todo en el hielo.
Continuó guardando sus cosas y, cuando terminó, se cambió de ropa. Pronto recordó que no le había avisado a su jefe sobre su ausencia, por lo que, luego de estar lista y despedirse de Mayu, lo llamó y conversaron brevemente mientras salía del departamento, caminaba escaleras abajo y dejaba atrás el edificio, con él deseándole el mejor de los éxitos en esa que era la competencia más importante y que formaba parte del ciclo olímpico.
Tomó el bus una cuadra más adelante y en diez minutos se vio al frente de la estación. Tras corroborar la hora caminó puertas adentro y se sentó en la pequeña sala de espera, visualizando poco después a Levi quien se acercaba con su equipaje. Saludaron, esperaron a que fueran las cuatro de la tarde y se levantaron cuando el tren arribó, pero no fue sino hasta que se estaban dirigiendo a los asientos que la azabache notó que la maleta del ojiazul era considerablemente más grande que la suya.
Le pareció curioso y hasta un tanto exagerado ya que no estarían por mucho tiempo en Sendai, por lo que se aventuró a preguntar.
—¿Entrenador? —se sentó en su puesto.
—¿Sí? —él hizo lo propio a su lado.
—¿Por qué trajo una maleta tan grande? Nuestra estadía en Sendai no va a ser muy larga.
—Oh, eso —se demoró un poco en responder—. Había cosas que debía traer, pero estaba distraído y guardé algunas que no eran necesarias. Cuando me di cuenta ya era hora para venir a la estación, por lo que no tuve tiempo de sacarlas.
—Ya veo —le intrigó un poco escucharlo decir que estaba distraído, pero más que eso fue el hecho de verlo más serio de lo habitual, como si algo le estuviera molestando—. ¿Está todo bien?
—Sí. ¿Por qué no habría de estarlo?
Sonó seguro al momento de decirlo, pero cuando quiso cerciorarse de que así fuera se distrajo con el inicio del recorrido del tren que le mostró una gama maravillosa de colores en cada paisaje que se abría camino ante sus ojos.
La emoción y el hipnotismo fueron evidentes en su rostro, y Levi se dio cuenta de ello, por lo que mostró una diminuta sonrisa antes de volver a sumirse en sus pensamientos.
Tras cuatro largas horas de viaje, se vieron finalmente en medio de los edificios y los campos de su destino. Una vez salieron de la estación, se detuvieron unos segundos a mirar a su alrededor, pero fue evidente en Mikasa una alegría especial ya que volvía a su ciudad natal luego de ocho años, y aunque sus razones eran prácticamente profesionales, no pudo evitar revivir algunos recuerdos de su infancia que inundaron su pecho de mucha emoción.
Mientras reconocía algunos cambios, retomó su andar junto a Levi en dirección al hotel, ubicado unas calles al norte. Al llegar, se dirigieron a la recepción, donde él se encargó de hablar con la recepcionista sobre la reservación al tiempo que la azabache, a su lado, se dedicaba a admirar curiosa el arte decorativo del lugar.
—Mikasa y Levi Ackerman... —susurró la joven mientras revisaba la computadora—. Oh, sí. Aquí están —tras constatarlo, se dio la vuelta y tomó las llaves de la habitación—. Disfruten de la estadía -se las dio.
—Gracias.
—A ustedes, y espero que puedan reconciliarse pronto.
—¿Reconciliarse?
—Sí. Es muy triste que una pareja de esposos duerma en camas separadas. ¿No sería mejor que hicieran las paces ya? Así tendrían una estadía más feliz.
Al escuchar aquello, ambos azabaches abrieron los ojos como platos, se miraron rápidamente y voltearon hacia el otro lado, con Mikasa moviendo nerviosa sus manos mientras un marcado rubor adornaba sus mejillas, y con Levi comprendiendo de inmediato la razón de tal conclusión.
—Es un malentendido. Ella no es mi... Nosotros no estamos... —trató de una y mil formas explicar cuál era la situación real de sus apellidos, pero sencillamente se vio imposibilitado, dejando las frases a medias por culpa del desconcierto—. No es lo que parece... Solo...
Aun así, al parecer la recepcionista logró entender sus intentos maltrechos.
—Ay, lo siento mucho. Me confundí —hizo una reverencia un poco exagerada—. De verdad lo lamento, pero en serio creí que...
—Está bien. Olvídelo —el ojiazul volvió a tomar su maleta y empezó a caminar en dirección al ascensor, con la azabache reaccionando y siguiéndolo de cerca.
La chica los vio de reojo acercarse, y cuando finalmente desaparecieron, soltó un largo suspiro.
—Yo y mi manía de sacar conclusiones apresuradas. Qué inoportuno de mi parte —se dejó caer en su asiento—. Aunque, por la manera cómo reaccionaron, tal parece que hay algo ahí —murmuró, pero dio el tema por saldado y volvió a hacer sus cosas.
Volviendo con nuestros azabaches, estos llegaron al tercer piso y de dirigieron a la habitación asignada en medio de un silencio peculiar producto del reciente acontecimiento que seguía rondando en sus cabezas.
—Me disculpo por lo que sucedió —Levi habló de repente—. No me imaginé que habría confusión por la coincidencia de nuestros apellidos.
—No, no, no. Está bien —movió la mano en el aire, restándole importancia—. Son cosas que pasan, aunque, siendo honesta, no me molestó en lo absoluto —dijo esto último en un susurro.
Con el asunto terminado, ingresaron a la habitación y la inspeccionaron rápidamente antes de que Mikasa eligiera la cama a su lado derecho. Dejó las maletas en un sillón cercano y después se desplomó en el suave colchón que la hizo rebotar un par de veces, provocándole una risita.
—¿Te gusta el lugar? —le preguntó Levi, sentándose en la silla del escritorio al costado izquierdo.
—Sí. Es muy acogedor —sonrió, y unos segundos después el celular en el bolsillo de su chaqueta sonó. Los sacó, lo desbloqueó y comprobó que se trataba de un mensaje.
Armin
¿Ya llegaste a Sendai?
Rápidamente contestó.
Sí. Hace unos quince minutos.
A: ¿Y cómo estuvo el viaje?
M: Largo y un poco cansado, pero también tranquilo. Han cambiado
muchas cosas desde la última vez que estuve aquí.
A: Lo imagino. Te dejaré descansar, pero mañana llegaré temprano
a alentarte en la competencia y luego iremos de turismo. ¿Qué dices?
M: ¡Me parece un buen plan! Seré tu guía para que no te pierdas.
Se mensajearon por un par de minutos más y, tras decirse "Buenas noches", la azabache dejó el celular a un lado y se levantó. Necesitaba un momento de relajación, por lo que se acercó a su maleta, sacó algunas cosas y se dirigió a la puerta, pero antes de salir…
—Entrenador, ¿va a ir a las aguas termales? —se giró para verlo.
—Después. Puedes nomás adelantarte —respondió sin dejar de leer el folleto que tenía en sus manos.
—Ok.
Caminó entonces hacia el lugar mencionado, ubicado detrás del edificio. Llegada a la sección correspondiente, tomó un cesto, dejó allí su ropa y salió para sumergirse en las cálidas aguas que tuvieron un efecto inmediato en su cuerpo, haciéndola suspirar.
Miró por unos instantes el cielo estrellado sobre su cabeza y cerró los ojos, dejándose llevar mientras su mente divagaba en los recuerdos de la mañana, el viaje y la llegada, pero sobre todo puso especial énfasis en la cuestión de la habitación, ya que no se imaginó que la compartiría con su entrenador.
"Ahora podrán convivir más tiempo juntos", ese hecho le provocó una sonrisa, pero pronto recordó un asunto que había dejado olvidado.
—Oh, sí. Espero encontrar el momento indicado para confesarle mis sentimientos.
Permaneció un rato más pensando en la competencia del día siguiente, rato que se extendió por varios minutos hasta que decidió salir y envolverse en su bata. Secó su cabello con una toalla pequeña, se puso las pantuflas y tomó el camino de regreso a la habitación mientras tarareaba una melodía de sus épocas de la infancia.
—Me siento muy renovada. Definitivamente las aguas termales son mágicas… —abrió la puerta despreocupada, pensando que Levi ya se había ido, pero tal fue su sorpresa cuando lo encontró de pie, mirando por la ventana y pasándose una mano por el cabello mojado.
Vestía un sencillo pijama en tonalidades verdes, pero el cuadro completo era simplemente magnífico, resaltando su atractivo característico que dejó a Mikasa sin palabras y clavada en su sitio, observándolo anonadada.
Cuando él volteó a verla, pudo recuperar la compostura, desviando un poco la vista.
—¿Y-Ya volvió de las aguas termales? —cerró la puerta tras de sí.
—Solo necesité cuarenta minutos —se encogió de hombros—, pero, al parecer, en tu caso fue distinto. ¿Por qué tardaste tanto? Ya pasaron dos horas…
—Ah, es que… —me dejé llevar por lo relajante del baño y no me percaté del tiempo —respondió un tanto nerviosa, pero al notar que él no la estaba mirando directamente, recordó que solo tenía puesta la bata, y aunque esta la cubría entera, no pudo evitar sonrojarse y correr hacia su maleta—. Tengo que vestirme —agarró su pijama y, veloz como un rayo, se encerró en el baño, quedándose un rato con la espalda pegada a la puerta—. Qué vergüenza… —miró hacia el espejo a un lado y volvió a ruborizarse, tapándose el rostro de inmediato.
Permaneció unos segundos en el lugar hasta normalizar los latidos frenéticos de su corazón y luego salió vistiendo una blusa de tirantes azul y unos pantalones cortos celestes. Se dirigió a su cama, pero antes se percató que Levi había vuelto a sentarse en la silla del escritorio, mirando distraídamente hacia algún punto de la nada.
—¿No va a dormir todavía? —preguntó.
—Me quedaré un rato más despierto. Puedes apagar las luces; yo usaré la lámpara.
—Está bien.
Así lo hizo y volvió a la cama. Le echó un vistazo al reloj de su celular, se metió entre las sábanas y se acurrucó de lado, deseándole "Buenas noches" antes de quedarse profundamente dormida.
El azabache la observó, su expresión serena y pacífica y su respiración acompasada para luego volver la vista hacia las hojas que descansaban sobre el escritorio. Pasó un buen tiempo moviendo un bolígrafo entre sus dedos y después se quedó mirando la luna, que parecía brillas más de lo normal para finalmente decidirse ir a descansar.
Lamentablemente, y como venía sucediendo desde hace algunos días, no pudo conciliar el sueño, por lo que dejó de darse mil vueltas y permaneció con los ojos vagando en la penumbra, sintiendo el paso lento y tortuoso de los minutos en el más absoluto silencio.
—Tch. Odio esto —mencionó y se sentó. Se masajeó levemente las sienes para luego soltar un suspiro cansado, pero justo antes de tomar su celular para ver la hora, escuchó algunos ruidos, más específicamente quejidos, lo que hizo que volteara a ver inmediatamente a Mikasa.
Esta se removía inquieta mientras balbuceaba cosas inentendibles, por lo que se levantó, prendió la lámpara de la mesita de noche y se le acercó, notando una expresión desesperada en su rostro.
"Está teniendo una pesadilla".
—Mikasa —la movió suavemente del hombro.
—No, por favor… ¡no! —exclamó con la voz quebrada—. ¿Por qué me haces esto?
—Mikasa, despierta. Es solo un mal sueño —preocupado, la movió con un poco más de fuerza, pero ella, en lugar de hacerlo, de forma inconsciente se aferró a uno de sus brazos, impidiéndole moverse—. ¿Mikasa?
No obtuvo respuesta, pero al parecer tenerlo cerca la ayudó a tranquilizarse un poco, por lo que, luego de pensarlo bien y aun sabiendo que no era la mejor idea, levantó las sábanas y se acostó a su lado tras apagar la lámpara.
La azabache aflojó el agarre de su brazo, pero casi enseguida se acurrucó contra su pecho, como si estuviera buscando protección.
—Levi… —musitó despacio.
—¿Sí?
—No me dejes nunca —se aferró a su buso—. Te lo suplico…
Aquellas no fueron más que palabras dichas entre sueños, pero para él tuvieron un significado especial, el mismo que, si bien hizo vibrar algo dentro de su pecho, al mismo tiempo lo perturbó, generando aún más conflictos de los que ya tenía.
—Estoy aquí. No te preocupes —susurró y la envolvió delicadamente entre sus brazos.
Toda su mente era un caos en ese momento, pero milagrosamente y por obra divina, pudo dejarse llevar, durmiendo plácidamente como no lo había hecho en mucho tiempo.
A la mañana siguiente, ni bien salió el sol, se levantó y dejó que Mikasa durmiera un poco más mientras él revisaba algunos mensajes y se vestía. Ella despertó una hora más tarde con la alarma, estirándose aun dentro de las sábanas como un gatito y, con voz somnolienta, lo saludó.
—Buenos días —respondió de regreso, dejando de lado el libro que leía—. ¿Lista para hacer el reconocimiento de la pista?
—Cinco minutos más —se cubrió el rostro con las sábanas.
—¿Acaso no dormiste bien?
—No es eso. Es que estaba teniendo un sueño muy bonito.
—Ah, ¿sí? ¿Y de qué se trataba?
Se demoró un rato en contestar.
—N-Nada especial. Cuestiones mías.
—Está bien. Como digas —imaginó la expresión de su rostro en ese momento y sonrió—. Me adelantaré al comedor. No demores en levantarte.
Se escucharon sus pasos alejándose y la puerta abrirse y cerrarse despacio. Poco después, y al no percibir sonido alguno, la ojigris asomó su rostro lentamente, comprobando que en efecto no había nadie y soltando un largo suspiro.
—Ni loca le iba a decir que soñé con él —musitó—. Aunque… se sintió bastante realista a decir verdad.
Permaneció unos segundos pensando en ello, pero decidió dejar el tema ahí y, de un brinco, salió de la cama, fue a lavarse el rostro, se cambió de ropa y salió veloz para poder alcanzar al azabache.
El desayuno se desarrolló tranquilamente en medio de una que otra charla acerca de la agenda del día. Cuando terminaron, volvieron a la habitación, Mikasa tomó su maleta ya preparada con su traje y patines y, a eso de las 8:30 abandonaron el hotel rumbo al Estadio Olímpico de Sendai. Ubicado unas pocas cuadras al sur. Al llegar, vislumbraron a delegaciones de otros países haciendo el reconocimiento, y entre las patinadoras estaban aquellas que participaron en el Grand Prix del año pasado. La ojigris las saludó, deteniéndose un rato a conversar con ellas sobre las expectativas de la competencia antes de continuar y sentarse en uno de los asientos disponibles para ponerse sus patines.
—Bien —terminó de atarse los cordones del izquierdo y se puso de pie—. Estoy lista.
—Entonces adelante. Y no te olvides de…
—¡Qué bueno es verte otra vez, Levi! —aquella voz femenina hizo que ambos se giraran hacia un costado, con Mikasa observando detenidamente a la dueña, una mujer de lentes y cabello platinado que salió de la pista y se acercó.
—Digo lo mismo. Además, te veo muy emocionada.
—¿Y cómo no habría de estarlo? Es mi regreso oficial a los campeonatos internacionales luego de mucho tiempo. Ya lo echaba de menos —sonrió y después se percató de la presencia de la azabache—. Oh, qué descortés de mi parte. Déjame presentarme. Mi nombre es Rico Brzenska, patinadora representante de Eslovenia y amiga de Levi.
—Oh —"Con que ella es la persona de la que hablaba Hange-san", pensó—. Mucho gusto. Yo soy…
—Mikasa Ackerman, subcampeona del último Grand Prix —completó, estrechando su mano con fuerza—. Todos en el mundo del patinaje te conocemos. Te has vuelto muy famosa, y no es para menos con semejante e impecable espectáculo que presentaste.
—Gracias, aunque todavía estoy tratando de lidiar con la fama.
—Es natural, y más después de tu auge, pero ya con el tiempo te acostumbras, ¿verdad, Levi?
—Así es.
—¡Rico! —alguien de su delegación la llamó, por lo que asintió y se volvió una vez más hacia los azabaches.
—Me tengo que ir, pero ya nos veremos pronto. Ah, y Mikasa —esta prestó atención—, podré ser una veterana, pero no te la voy a dejar fácil. Voy a dar todo de mí y espero que tú también lo hagas.
—Así será.
Se despidió y se retiró en dirección a donde la habían llamado. La ojigris la siguió con la mirada hasta verla desaparecer entre la multitud, permaneciendo en esa postura por algunos segundos.
—¿Está todo bien? —le preguntó Levi al cerciorarse de su estado.
—Sí —respondió segura, con sus orbes brillando de la emoción—. Comencemos de una vez.
El espíritu competitivo se había apoderado de ella, por lo que, entusiasmada, procedió a realizar el reconocimiento para adaptarse a la pista. Se la pasó en ello un largo rato, practicando los elementos de su rutina para luego trasladarse a una pista secundaria y continuar, deseando de todo corazón que la competencia ya empezara.
Una hora después se vio finalmente puesta su vestido blanco de mangas largas con degradado rosáceo y brillos, sus patines y un sencillo maquillaje acorde a su atuendo. Ya fuera de los camerinos escuchó los murmullos de los espectadores, y aunque estaba realmente ansiosa, procuró serenarse y aguardar con calma hasta que su turno llegara, respirando profundamente cuando mencionaron su nombre a través del megáfono y saludando a los presentes que esperaban ansiosos su presentación. Entre ellos logró visualizar a su familia y amigos, gritando palabras de aliento mientras sostenían una pancarta con su nombre en letras mayúsculas.
Se sintió muy conmovida y con mayor motivación para dejar en el hielo los frutos de su esfuerzo, por lo que, ubicándose en el centro de la pista, cerró sus ojos y tomó un último respiro mientras todo el estadio se quedaba en silencio.
"Es hora de hacer magia", fue su último pensamiento antes de dar inicio al ritmo de Haru Yo Koi.
