Diez de febrero

Uno de los momentos más importantes para un patinador y, en general, para cualquier deportista, es cuando cumple aquella meta o sueño planteado, aquella expectativa que no solo le pertenece a él, sino que la comparte con todas esas personas irreemplazables que forman parte de su vida y que, de alguna forma, se convierten en ese impulso que los lleva inclusive a romper sus límites y escalar aún más alto, bajo la mirada atenta de todo el mundo como fiel testigo.

Era inevitable no dejarse llevar por la marea de emociones que implicaba un trabajo bien hecho, y eso se demostró aquel primer día de competencia.

De las treinta patinadoras que habían dado todo de sí, hubo programas que se destacaron más que otros por su firmeza y desenvolvimiento, y entre ellos se encontraba el de Mikasa que, junto con la dulce melodía a piano de un tema de su tierra natal, conmovió a cada uno de los corazones presentes, y aunque la batalla por el primer lugar para asegurarse el podio fue reñida, con una diferencia de 1.15 puntos superó a su similar de Rusia, cerrando la clasificación en el primer puesto y quedando a la espera del programa libre que se llevaría a cabo en dos días, es decir, el diez de febrero.

¿Era acaso una coincidencia o el destino? No lo sabía, pero de lo que sí estaba segura era de que, siendo una fecha tan especial, la festejaría haciendo lo que más le gustaba y llevándose, ¿por qué no?, el título de la mejor del mundo.

Emocionada y con la determinación intacta, no podía esperar a que ese día llegara, aunque, sin saberlo, las cosas darían un giro dramático.

Cuando salió del estadio junto a Levi, fue recibida por un centenar de aplausos, silbidos y felicitaciones por parte de su familia y amigos (incluso Erwin estuvo ahí), quienes estaban muy felices y orgullosos por tan memorable espectáculo. La inundaron de abrazos, besos y halagos, y aunque la competencia no había terminado, estaban seguros de que obtendría el oro y dejaría el nombre de su país en lo alto.

La corta jornada del día había finalizado y todas las demás delegaciones se retiraban a descansar. Levi le sugirió que hiciera lo mismo, pero ella, que no se sentía agotada en lo absoluto, planeó realizar un recorrido por la ciudad para cumplir la promesa que le hizo a Armin y, de paso, llevar también a Historia, Mina y Connie.

Solo volvió al hotel para dejar su maleta y cambiarse de ropa.

—Si quiere, puede unirse también —le propuso una vez estuvo lista.

—Agradezco la invitación, pero debo resolver un pequeño asunto.

—Oh. Está bien —miró al rubio que los había acompañado—. ¿Y usted, entrenador Erwin?

—Me quedaré con Levi. Hay un par de cosas de las que debemos hablar —sonó muy serio, pero no generó ninguna sospecha por parte de la azabache.

—De acuerdo. ¡Nos vemos luego!

Abandonó la habitación y trotó escaleras abajo hacia la recepción, donde sus amigos la esperaban. Tras intercambiar algunas palabras, salieron y empezaron un largo y divertido paseo, donde ella de transformó en una especie de guía turística que los llevó por los lugares más icónicos y representativos. Compraron algunos recuerdos y probaron la comida local, pero su presencia no pasó desapercibida ya que seguidores del patinaje los reconocieron y los saludaron, interactuando un rato con ellos y prosiguiendo nuevamente su camino después de que me desearan a Mikasa la mejor de las suertes en el programa libre.

—Al parecer, todo el país está contigo —comentó Historia.

—Sí, y por eso mismo no voy a defraudarlos.

Toda la tarde se la pasaron entretenidos entre conversaciones, risas y disfrutando de los pintorescos paisajes hasta que cayó la noche. Se despidieron y cada quién se dirigió a su hotel correspondiente, pero al día siguiente se volvieron a reunir, esta vez, para ir a ver la competencia de los varones y alentar a Jean y Marco, quienes habían logrado la clasificación entre los tantos aspirantes mundiales gracias a su destacada participación en eventos anteriores.

Fue todo un espectáculo verlos tanto a ellos como a los representantes de otras delegaciones, ya que se pudo evidenciar la fuerza y el espíritu en cada elemento bien realizado, así como los intentos de clavar un cuádruple Axel, conseguido solo por el máximo representante de la disciplina y el cual en ese instante los estaba observando, reconociendo a algunos de ellos con los que compitió en los últimos Juegos Olímpicos.

Cuando se dio por finalizada la participación de todos y se mostró la tabla de posiciones, Hange saltó a felicitar a sus alumnos, muy contenta al ver que consiguieron pasar a la ronda final. Los demás también hicieron lo propio una vez estuvieron fuera del estadio, y aunque la castaña propuso ir a festejar aprovechando que tenían tiempo, en este caso Mikasa decidió declinar la oferta, ya que les había prometido a sus padres el día anterior que saldría con ellos.

—Vayan y diviértanse. Después de todo, mañana continuará la celebración. Se los aseguro.

Se despidió de todos y, dando pequeños saltitos de alegría, se alejó hacia donde Elías y Azumi la esperaban. Levi la vio perderse entre la multitud, pensando en lo que dijo, y aunque una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro, esta no alcanzó sus ojos.

Y de eso se percató Hange a su lado, quien prefirió no preguntar nada por el momento.

El grupo inició su caminata mientras la azabache, yendo en sentido contrario, le contaba muy entusiasmada a sus padres lo que había sucedido en la competencia reciente. Estos la escucharon con atención, sintiéndose muy felices por verla así de animada ya que de cierta forma les recordó a esas épocas en las que ella iba en secundaria y les narraba las tantas anécdotas relacionadas, para ese entonces, con el patinaje de velocidad.

Ahora el contexto era diferente, pero la sensación se mantenía intacta, y volver a vivirla cuando en algún momento creyeron que sería imposible era un plus, algo que agradecían infinitamente a los dioses ya que segundas oportunidades como esas existían muy poco.

Y, con ello en mente y considerando su corta estadía en la ciudad donde inició todo, aprovecharon cada minuto de ese día para pasar un momento ameno, recordando algunas vivencias que los teletransportaron hacia esos años antes de mudarse a Kioto.

Fue realmente maravilloso, y si a eso le sumaba todo lo bueno de las últimas horas, era más que suficiente para que la azabache, sin un ápice de nervios, esperara tranquila y paciente el cierre de la competencia al día siguiente.

Y así fue.

La alarma la despertó a las ocho de la mañana, y casi enseguida escuchó una serie de notificaciones de mensajes en cascada. Revisó cada uno de ellos y sonrió, muy conmovida porque todos exhibían los mejores deseos por su cumpleaños e inclusive mencionaban un gran festejo una vez que se alzara con el oro mundial.

Todo apuntaba a que ese sería el mejor día de su vida, por lo que, luego de leer un mensaje de Levi en el que le decía que podía adelantarse al estadio y que allá la alcanzaría, se levantó de un brinco, se puso su uniforme deportivo, bajó a desayunar y nuevamente regresó para alistar su maleta y salir del hotel.

Como la competencia estaba programada para las tres de la tarde, aprovechó toda la mañana para practicar nuevamente la rutina que presentaría. También se dedicó a aplacar los nervios de algunas patinadoras con palabras de aliento, y mientras se tomaba un descanso apareció Rico, quien se había clasificado en el cuarto puesto y con quien mantuvo una charla agradable por un largo rato sobre diversos temas, descubriendo de esta forma (y casi espontáneamente) algunos aspectos del pasado de su entrenador que no conocía.

—Creo que somos muy pocos los que conocemos ese lado tan pasional y admirable que Levi tiene para intentar cosas nuevas. Durante su estancia en Montreal no se conformó con los elementos básicos que todos podían ejecutar, sino que siempre trató de ir más allá, logrando cosas que para ese entonces eran consideradas verdaderas hazañas, como los cuádruple Axel.

—Él fue el primero el clavarlos, ¿no?

—Así es, y hasta ahora nadie ha podido reproducirlos de la misma manera. Incluso, sin ir más allá, alguna vez creó su propia rutina con el apoyo de su entrenador, Dot Pixis.

—Vaya...

—Es algo realmente digno de apreciar, y aunque ha tenido sus momentos difíciles como cualquier ser humano, ha sabido salir adelante y no detenerse —miró a otras patinadoras practicar y suspiró—. Tienes suerte de tenerlo como entrenador. Mucha suerte.

Mikasa no podía estar más de acuerdo, por lo que dio una afirmativa con una enorme sonrisa y se decidió a volver al hielo por un rato más. Mientras pensaba en la reciente conversación, no pudo evitar preguntarse en dónde estaría el ojiazul en ese momento, pero pronto sus inquietudes fueron respondidas cuando, una vez terminó, lo vio ingresar a lo lejos por una de las puertas.

Rápidamente se acercó a la salida de la pista y fue a su encuentro, percatándose en ese instante de lo impecable que se veía vestido de traje y corbata y con su cabello peinado hacia atrás de una forma muy atractiva.

"Por todos los dioses, Levi. ¿Cómo haces para verte bien siempre?".

Fue imposible no quedarse embelesada ante tan fascinante figura, pero logró recomponerse antes de que fuera demasiado evidente y preguntó:

—¿A qué se debe tanta elegancia?

—¿Acaso no es obvio? Sé que te vestirás de oro hoy, así que tenía que estar presentable para la ocasión.

La azabache soltó una risita.

—Se lo ve muy seguro al respecto.

—¿Tú no lo estás?

—No he dicho eso. Simplemente me alegra que mi entrenador confíe en mí y en mis capacidades.

—Nunca dudes de eso —sonrió apenas—. Ahora, vayamos al comedor para que repongas energías.

Ella asintió y lo siguió después de quitarse los patines, dirigiéndose al lugar ubicado en el subsuelo del estadio. Allí, cocineros especiales prepararon comidas puntuales de acuerdo a los requerimientos nutricionales de las deportistas, pero por petición de Levi, a Mikasa le sirvieron adicionalmente un poco de pudín, su postre favorito.

—¿Y esto? —preguntó sorprendida.

—Un detalle de mi parte. Es un día especial, así que vale la pena romper las reglas del régimen alimenticio solo por esta vez.

No fueron las palabras más románticas del planeta, pero la ojigris sintió las mariposas revolotear alegres en su estómago, como si hubiese recibido la más hermosa de las declaraciones.

—Gracias —no pudo evitar sonreír. Le dio la primera probada, y luego de maravillarse con su sabor, decidió brindarle un poco.

Definitivamente se disfrutaban más las cosas cuando se las compartía con esa persona especial.

Una vez terminaron, salieron del lugar y se unieron a un grupo conformado por múltiples delegaciones que conversaba animadamente para pasar el tiempo. Una voz a través del megáfono les informó una hora después que la competencia pronto iniciaría, por lo que todas las patinadoras clasificadas (que eran 24) fueron a los camerinos a prepararse, vistiendo cada una un atuendo único y listas para brillar sobre el hielo.

Los murmullos de la gente llegando se volvieron cada vez más frecuentes, y cuando finalmente el reloj marcó las tres de la tarde, comenzó el evento con la presentación de los jueces y una pequeña introducción sobre el método de calificación. Tambien se hizo alusión al orden en que las deportistas participarían de acuerdo a la disposición del reglamento, es decir, comenzarían en el sentido inverso de la clasificación, con la última clasificada abriendo la competencia y así sucesivamente hasta llegar a la primera.

Con todo ya explicado, se formaron cuatro grupos de seis patinadoras y salió el primero para hacer el calentamiento. Los demás permanecieron en el pasillo que daba a la pista, a la espera de su turno, pero a medida que pasaba el tiempo y se escuchaban las exclamaciones llenas de júbilo de los espectadores, fueron avanzando hasta que apareció el último grupo, el mismo en el que Mikasa se encontraba.

Como todavía faltaba para que ella se presentara, luego del calentamiento se dedicó a observar a las demás mientras Levi se había alejado un poco para responder algunas preguntas de la prensa.

—Este es su primer campeonato mundial como entrenador, pero en los últimos meses ha logrado grandes victorias, como el subcampeonato del Grand Prix del año pasado. ¿Cómo ha sido la experiencia? —preguntó Pieck, la misma periodista que le realizó la entrevista hace más de seis meses.

—El Grand Prix, como sabemos, es una de las competencias más importantes en nuestra disciplina, así como la más compleja por el nivel de competitividad. Son muy pocos los que pueden clasificarse dentro de los seis mejores, pero nosotros, si bien nos planteamos ese como objetivo, priorizamos realizar un buen trabajo desde el principio y los resultados vinieron solos después. Además, el subcampeonato no me pertenece; es un mérito enteramente de Mikasa, así que la victoria es suya.

—Pero eso no habría sido posible sin usted y sus enseñanzas.

—Solo cumplí con mi papel de entrenador y guía, tal y como lo estoy haciendo en este momento.

—La señorita Ackerman, gracias a su excelente presentación en el programa corto, es una de las principales candidatas para llevarse el oro mundial, pero ¿no existe presión por estar compitiendo en casa?

—Por supuesto que existe, y es quizá uno de los factores que más influye en el rendimiento de un patinador. Mikasa está consciente de ello y de la enorme expectativa que su gente tiene sobre ella, pero su determinación y fortaleza mental no se han visto afectadas en lo absoluto, por lo que confío en ella y sé que ganará el oro con una presentación memorable.

—Se ve que disfruta siendo instructor y que se le da muy bien, pero ¿no extraña ser usted el protagonista?

—Cuando uno se retira, es inevitable pensar en aquellos momentos donde se hace magia sobre hielo y los fanáticos festejan tus victorias como si fueran propias. Sí, me he adaptado a esta nueva vida como entrenador y me gusta, pero siendo honesto, también echo de menos las competencias.

—Oh. ¿Entonces los seguidores pueden ilusionarse con un posible regreso?

—Solo el tiempo lo decidirá.

Continuó respondiendo un par de preguntas más hasta dar por terminada la entrevista. Pieck le agradeció por haberle dado unos minutos, y luego de que se retirara junto al camarógrafo, él se acercó a Mikasa, justo en el momento en el que la patinadora rusa finalizaba su presentación, llevándose una serie de aplausos y silbidos.

—Bien. Llegó la hora —ella volteó a verlo y él admiró una vez más su vestido negro con brillos y su maquillaje que resaltaba sus orbes de luna—. ¿Estás lista?

—Más que nunca —respondió, y aunque su mente se distrajo recordando la última parte que alcanzó a escuchar de la reciente entrevista, rápidamente lo olvidó cuando él acunó su rostro entre sus manos en un gesto delicado y repentino.

—Vas a cerrar con broche de oro esta competencia. Todos esperan grandes cosas de ti y sé que los complacerás con un show inolvidable, no solo ahora, sino más adelante también, cuando te consolides como una de las mejores patinadoras del mundo —ella lo miró curiosa por esas palabras—. Eres increíble, Mikasa, y sé que hoy vas a deslumbrar más que nunca.

Hasta ahí había planeado su pequeño discurso, pero, dejándose llevar por un fuerte impulso nacido desde lo más profundo de su ser, lo culminó cerrando el pequeño espacio que los separaba para plantarle un suave beso en la mejilla, muy cerca de la comisura de sus labios.

No importó que medio mundo le estuviera mirando. Simplemente quiso hacerlo.

Mikasa sintió cómo su corazón se detenía un instante para inmediatamente empezar a latir con frenesí. Entreabrió la boca, evidentemente sorprendida por aquel gesto que pareció durar una pequeña eternidad, y aunque no atinaba de qué otra forma reaccionar, pronto un recuerdo, o más bien dicho, un asunto pendiente, la devolvió a la realidad.

—Entrenador —recuperó la voz al volver a mirarlo—. No sé si sea el momento indicado, pero tengo algo muy importante que decirle y es que...

—Por último, y para finalizar la competencia de la categoría femenina, presentamos a Mikasa Ackerman, representante de Japón —se escuchó a través del megáfono.

—Ve —Levi la soltó y retrocedió un paso—. Es tu turno.

La azabache, quien se había quedado con la palabra en la boca, asintió apenas y se giró lentamente. Él la observó ingresar a la pista, y cuando estuvo relativamente lejos, soltó un largo suspiro, agradeciendo internamente por aquella interrupción que lo salvó de escuchar algo para lo que no estaba preparado.

Mikasa recorrió enteramente la pista saludando a todo el público con una sonrisa, pero no pudo evitar traer a su memoria lo que acababa de pasar, en especial al vislumbrar en los ojos del azabache una mezcla de susto y sorpresa cuando estuvo a punto de abrir su corazón.

"¿Por qué se tensó al escucharme? ¿Era acaso por las circunstancias en las que estábamos?", reflexionó mientras se detenía en el centro de la pista. "No importa. Ahora debes concentrarte. Luego resolverás ese asunto de una vez por todas".

Sacudió levemente la cabeza y se colocó en posición de inicio. Respiró profundamente, dejó todos sus pensamientos en blanco y, una vez dentro de su burbuja, comenzó, dejándose llevar por las bellas notas de Desert Rose.

Al ser una melodía con tintes árabes, tuvo su lado desafiante durante los entrenamientos, pero ahora que se sabía la coreografía de memoria, realizó cada movimiento y elemento con soltura, clavando un triple Axel, un triple Lutz, un salto combinado triple Loop y doble Salchow, y finalizando con un cuádruple Toe Loop antes de ejecutar un giro Camel seguido de un Biellmann. Redujo paulatinamente la intensidad de sus movimientos mientras danzaba alegre y relajada, y una vez que se vio cerca del final regresó al centro, realizó un giro combinado y se detuvo en una postura delicada y elegante, con una mano sobre su pecho, la otra levantada y sus ojos mirando el cielo.

Por unos segundos todo se quedó en silencio, pero pronto el estadio entero estalló eufórico. Ella sonrió emocionada y satisfecha por haber cumplido y superado sus propias expectativas, por lo que lo festejó con un gesto de victoria, se despidió del público y de los jueces con una reverencia mientras los aplausos no cesaban y se dirigió a la salida donde Levi la esperaba con una sonrisa llena de orgullo.

Eso la conmovió aún más, por lo que, motivada por la alegría, sorteó los pocos metros que los separaba impulsándose en sus patines y se lanzó a abrazarlo, siendo sostenida fuertemente por él mientras la elevaba en un par de giros en el aire.

—Bien hecho —la dejó nuevamente en el suelo y se separó—. Estuviste espectacular.

—Gracias —susurró.

Ambos se dirigieron a la zona de espera para aguardar la calificación final. Los nervios en la azabache fueron evidentes en cada segundo que pasaba mientras miraba la enorme pantalla, pero Levi la reconfortó apretando su mano y diciéndolo que todo iba a estar bien.

Llegó un punto en el que pareció sumamente extraño que se demoraran tanto, y ella no fue la única en pensar de esa forma ya que los espectadores también estaban ansiosos por saber los resultados. Por un instante creyeron que algo había sucedido con el sistema de revisión, pero cuando finalmente apareció el puntaje en la pantalla, todos se levantaron a ovacionarla y ella, si poder creer el número que estaba mirando, brincó de la felicidad, sin poder contener la emoción que amenazaba con desbordarse.

"240,72". Con esa calificación, además de quedar en el primer lugar, rompió su marca personal y se convirtió en el nuevo récord mundial de la categoría femenina.

—¿Ves? Sabía que lo ibas a lograr —Levi, a su lado, la rodeó en un cálido abrazo.

—Esto parece un sueño —musitó, sin dejar de sonreír—. ¿De verdad merezco tanto?

—Mereces esto y más —se alejó un poco para mirarla a los ojos y le acarició la mejilla—. Feliz cumpleaños.

La azabache sintió su corazón acelerarse nuevamente, aunque notó algo particular en su tono, como si le hubiera costado decírselo.

No reparó más en ese asunto ya que otras patinadoras de su nación se acercaron a felicitarla, y cuando se retiró un momento a los camerinos a esperar la ceremonia de premiación, tampoco volvió en el tema ya que fue sorprendida por sus amigos y familia quienes, de alguna forma, lograron filtrarse y la colmaron de muchas palabras bonitas por su tan merecido triunfo. Incluso identificó entre ellos a Nanaba, Zeke, Gabi, Falco, Udo, Zofía, Ymir y Eren que, si bien no habían podido estar presentes en el programa corto por diversos motivos, ahora se encontraba ahí, mostrando su alegría y elogiando una y mil veces aquel programa que los dejó embelesados.

—Me asombra verlos a todos ustedes, pero más a ti, Eren. De verdad creí que no ibas a venir por tus responsabilidades en la universidad.

—Planeaba estar aquí el viernes 8, pero fue muy complicado encontrar un vuelo disponible para ese día. Afortunadamente, logré llegar hoy y valió enteramente la pena con tremendo y majestuoso espectáculo en una fecha tan especial.

—Sí. Fue realmente extraordinario —agregó Falco.

—Yo más bien diría una auténtica obra de arte —comentó Gabi—. Y no podría esperarse menos de la nueva campeona mundial.

—Muchas gracias. Creo que hoy me siento la persona más dichosa del planeta.

Mientras ella seguía charlando con el grupo, Levi se mantuvo relativamente alejado, y aunque sí estaba contento por la situación, no logró demostrarlo, y de eso se dio cuenta Zeke, quien se le acercó silenciosamente.

—Sé que no eres muy expresivo, pero ¿no se supone que es un día de celebración? Después de todo, tu discípula ganó el oro, Emperador, así que deberías cambiar esa cara.

—¿Tiene algo de malo?

—Solo te lo estoy sugiriendo, en especial porque te veo más estoico de lo normal —se encogió de hombros—. ¿Acaso hay algo que te preocupa?

—No te debo ninguna explicación —respondió seco y se alejó de él.

Pasaron alrededor de veinte minutos cuando se dio inicio a la ceremonia. El podio ya había sido colocado en un extremo de la pista, y las patinadoras se deslizaron sobre el hielo con los uniformes de la delegación que representaban, saludando una vez más a los espectadores. Se escuchó un pequeño discurso, se presentaron a algunas autoridades importantes de la ISU que se encargarían de entregarles las medallas, y una a una las fueron nombrando para luego subirse a su respectivo podio. Las exclamaciones de júbilo de los espectadores no se hicieron esperar, animando más el ambiente en aquella competencia que resultó ser una de las más espléndidas de todos los tiempos.

Ya con las preseas colgando de sus cuellos y los ramos de flores en sus manos, se cantó el Himno Nacional de Japón y se procedió a tomar las fotos respectivas. Mikasa, junto a sus colegas de Rusia y Eslovenia, ganadoras de la plata y bronce respectivamente, mostraron orgullosas el fruto de su trabajo junto a las banderas de su nación. Luego realizaron una rápida vuelta a la pista para agradecer una vez más al público y se dirigieron a la salida entre vítores y cánticos, pero cuando la azabache, sin dejar de sonreír, abandonó el hielo, se percató de que su entrenador no se encontraba por ningún lado.

Extrañada por ello ya que no hace mucho lo vio junto a los demás, preguntó a los otros instructores por él, pero estos negaron saber a dónde se había ido.

Con un mal presentimiento apoderándose de sus sentidos, se sacó los patines, se colocó sus zapatos deportivos y dejó la maleta junto a sus demás pertenencias y el ramo de flores encargada para alejarse del alboroto y empezar a buscarlo por los pasillos. En el camino se encontró con algunos periodistas, pero se libró de ellos y continuó su búsqueda por todos los lugares que creía lo encontraría.

—¡Entrenador! —gritó sin dejar de caminar hasta que, muy cerca de los camerinos, se encontró a Hange, quien iba en dirección contraria y que, al verla, se detuvo de golpe.

—Mikasa…

—Hange-san, ¿sabe dónde está Levi? —preguntó directamente, acercándose—. Hace poco lo vi en la ceremonia, pero desapareció y… —detuvo su explicación al ver en ella una expresión indescifrable, pero más que nada, afligida—. ¿Qué pasa?

—Agh, qué difícil es hacer esto —susurró exasperada, despeinándose un poco.

—¿A qué se refiere?

—Toma —le tendió un sobre y una cajita de terciopelo—. Levi me pidió que te lo entregara.

La azabache miró los objetos con recelo antes de tomarlos, sintiendo de inmediato una extraña corazonada. Trató de ignorarla y se enfocó en abrir el sobre, desdoblando la hoja que allí se encontraba y procediendo a leer lo que, supo al instante, era una carta.

Mikasa

Lamento haber tenido que recurrir a este medio, pero era la única forma que encontré para expresar todo lo que quiero decirte antes de que la valentía me abandone.

Cuando recibí la invitación de la Asociación Frances de Patinaje, no pude evitar sentirme muy afortunado por la oportunidad que me estaban brindando de formar parte de un equipo tan prestigioso, pero al mismo tiempo recordé todo lo que había construido y logrado en Japón, siendo tú el principal motivo por el que llegué a dudar de una forma que es difícil de explicar.

Jamás imaginé que ser entrenador se convertiría en una experiencia tan gratificante, pero no habría sido de ese modo si no fuera por ti, que me enseñaste tantas cosas que no sabía de mí mismo y que me recordaste que las segundas oportunidades sí existen aun cuando yo estaba muy ciego para verlas.

¿Por qué te estoy diciendo? Seguramente tienes una idea al respecto, y esa es precisamente la razón de esta carta.

Me voy a Francia.

Créeme si te digo que no fue fácil. De hecho, fue la decisión más difícil que he tomado en toda mi vida y no lo hice porque no me importaras, sino todo lo contrario. Me importas mucho, y por ello te dejo el camino libre para que, así como hoy con el oro mundial, consigas más triunfos en ese futuro brillante que te espera con los brazos abiertos y que muy difícilmente lo harías de mi mano. Ya te enseñé muchas cosas, así que llegó el momento de que crezcas aún más sin mí.

No considero que conocerte haya sido un error. De hecho, agradezco infinitamente a los dioses por haberme dado la dicha de cruzarme en tu camino, pero más que eso te doy las gracias por despertar sentimientos que jamás imaginé volver a sentir luego de los difíciles tragos amargos por los que tuve que pasar.

Espero que comprendas mi decisión, y si no, ojalá puedas perdonarme.

Con cariño, aquel que ha llegado a quererte más de lo que pudiera imaginar.

Levi.

Ni bien terminó de leer la carta, y con sus ojos abiertos desmesuradamente por la incredulidad, sintió como si su alma hubiera abandonado su cuerpo, haciéndola palidecer y provocando que sus manos comenzaran a temblar sin control.

—¿Q-Qué significa e-esto? —alcanzó a pronunciar, presa del shock. No, eso debía ser un error, una jodida broma de mal gusto.

—Lo que ves —fue lo único que pudo decir Hange, sin mucho ánimo.

—N-No es posible. Esto no… —en ese instante escuchó un suave golpe en el suelo y miró hacia abajo, encontrándose con la cajita que se había escapado de sus manos trémulas.

Se agachó a recogerla, la miró por unos segundos con duda y finalmente se decidió a abrirla, encontrándose con un precioso collar de oro con un dije en forma de patín y una M cursiva finamente grabada en el centro.

Ahogó un jadeo y se llevó la mano a los labios, pero ello fue el detonante para que, dejándose llevar por el desconcierto y negación, retrocediera y comenzara a caminar apresurada por donde vino, con Hange siguiéndola de cerca.

—¿A dónde vas?

—Tengo que hablar con él. No puedo aceptarlo.

—Mikasa, escucha…

—¡No! —se detuvo un momento y se giró—. ¿Cree que me voy a conformar con esto? —sacudió la carta cerca de su rostro—. ¿Es acaso justo? ¡Él no puede irse así como si no hubiese pasado nada! ¡Es una completa locura!

Hange se quedó paralizada, sin poder decir nada y sorprendida por su comportamiento ya que nunca la había visto tan exaltada y, sobre todo, desesperada.

No era para menos. Después de todo, entendía perfectamente cómo se estaba sintiendo.

Al no obtener ningún reproche más, Mikasa guardó la carta y la cajita en los bolsillos de su chompa y comenzó a correr. La castaña la vio alejarse y suspiró con pesar, recordando la conversación que tuvo con el ojiazul hace muy pocas horas en el hotel…

Tú le gustas a Mikasa, ¿lo sabías?

Levi dejó de lado lo que estaba haciendo y suspiró.

Sí —susurró sin voltear a verla.

Ah, ¿y aun así planeas irte? ¿Sabiendo el severo daño que le vas a causar?

No lo entiendes.

Tienes razón. No lo entiendo, pero ¿cómo voy a hacerlo si no estás siendo honesto con tus razones?

Silencio.

Lo hago por su bien. Debo protegerla.

¿Protegerla? —lo miró incrédula y se cruzó de brazos—. ¿Estás seguro de que es por ella? ¿O acaso estás tratando de protegerte tú?

No sé de qué hablas…

No sirve de nada negarlo —le cortó con sutileza—. También sientes algo por ella, ¿cierto?

¿Y qué si es así? —preguntó casi a la defensiva.

No tienes por qué exaltarte, y entiendo que sientas recelo por todo lo que sucedió con Nifa en el pasado, pero ¿no has pensado que ella es esa segunda oportunidad para empezar de nuevo?

Otra vez silencio.

No puedo.

¿Por qué?

¡Porque es imposible! —finalmente se giró a verla—. Es muy fácil para ti decirlo, pero las cosas son mucho más complejas de lo que imaginas. Además… no quiero que su carrera se vea afectada existiendo sentimientos de por medio. Me sentiría demasiado culpable si llegara a suceder, así que lo mejor es separarnos. No puedo permitir que esto vaya más lejos.

Hange notó la determinación en sus palabras, pero no le convenció en lo absoluto aquel discurso, y menos al vislumbrar un deje de duda y tristeza reflejarse en sus orbes azules que batallaban por no desmoronarse.

Te das cuenta de que tú también sufres, ¿no?

Lo manejaré, y sé que Mikasa también. Ella es fuerte, así que lo va a superar.

Como digas —alzó las manos en señal de rendición y retrocedió. Había hecho de todo para hacerle desistir de aquella idea que sabía no le haría ningún bien ni a él ni a nadie, pero al ser una de las personas más tercas del planeta, era evidente que no daría su brazo a torcer—. Si estás tan decidido, no puedo hacer más —se giró a la puerta, pero al abrirla se volteó por última vez—. Solo espero que no te arrepientas después.

Los festejos seguían al otro lado, en la pista, pero solo podía pensar en cuán duro estaba resultando el momento para esos dos seres que, a su juicio, eran el uno para el otro.

—A veces, simplemente, no entiendo tus lógicas, querido amigo —murmuró y se retiró del lugar, deseando fervientemente que la ojigris logre detenerlo.

Mientras tanto, Mikasa ya había salido y esperaba que algún taxi apareciera. Cada segundo que pasaba y no veía ninguna aumentaba la bruma en su pecho, pero cuando finalmente logró divisar un vehículo disponible lo hizo parar y se subió rápidamente, indicándole de inmediato al conductor que la llevara de urgencia al aeropuerto.

Se puso en marcha por las calles relativamente despejadas, moviendo inquieta su pie sobre el tapiz y repitiendo en varias ocasiones que se apresurara, llegando incluso a emplear un tono de súplica por toda la angustia que la estaba devorando de a poco.

Todo parecía ir relativamente bien hasta que, para su mala suerte, se vieron atrapados en un atasco, más o menos a la mitad del camino. Soltó una maldición y salió del taxi luego de pagar con unas monedas que milagrosamente encontró en uno de sus bolsillos. Con la única consigna de llegar a tiempo, empezó a correr con todo lo que le daban sus fuerzas mientras su mente le recordaba algunos aspectos, señales que él le había dado pero que por la cuestión de la competencia había pasado por alto.

¿Por eso había llevado su equipaje lleno? ¿Por eso hubo momentos en los que se mostró un poco distante? ¿Por eso ese beso que le dio tuvo un amargo sabor a despedida? ¿Por eso…?

"Feliz cumpleaños".

—No puedes hacerme esto, Levi —musitó con sus ojos cristalizándose y soltando un pequeño sollozo—. No cuando todavía no te he dicho todo lo que siento por ti…

Atravesó cada calle, cada esquina hasta verse finalmente frente al aeropuerto. Con la respiración agitada, no perdió un segundo más e ingresó, buscando en todas direcciones mientras algunas personas, que circulaban por el lugar, la miraban con curiosidad, especialmente por su atuendo. Se demoró algunos minutos tratando de encontrar la zona de vuelos internacionales, pero cuando lo logró, miró rápidamente a su alrededor para luego correr hacia el punto de servicio al cliente.

—Buenas tardes —dijo un joven—. ¿En qué le puedo ayudar?

—Disculpe… —se tomó unos segundos para recuperar el aliento—. ¿D-De casualidad ya despegó el vuelo hacia Francia?

—Déjeme ver —tecleó en su computadora mientras ella imploraba a los dioses para que le diera una respuesta negativa—. Mmm… —miró por última vez la pantalla y luego alzó a verla—. El vuelo tuvo un pequeño retraso, pero acaba de despegar.

Fue entonces que el tiempo se detuvo.

Sintiendo cómo algo en su interior se desmoronaba, negó varias veces mientras un nudo se apretaba en su garganta, dificultándole incluso respirar. No escuchó nada más de lo que le dijo aquel chico, solo se volteó por inercia para dirigirse al gran ventanal a su derecha. Miró unos segundos el cielo, se mordió el labio por la frustración y dejó que las lágrimas silenciosas empañaran su rostro al tiempo que sus piernas flaqueaban y caía de rodillas.

"No te vayas. No por favor…".

Mientras en la tierra todo se había convertido en un caos, en el cielo, a miles de metros de altura, cierto azabache miraba distraídamente por la ventana, escuchando su lista de música en aleatorio hasta que cierta canción hizo que sus ojos se cerraran despacio en un gesto nostálgico.

And I love her, de The Beatles.